Con el coronavirus estamos viviendo una experiencia de crisis global brutal, que destroza el equilibrio anterior, nos fuerza a reaccionar para sobrevivir individual y colectivamente, derrumba el meme construido tras la crisis económica del 2008 -No habrá sino crisis cíclicas fácilmente corregibles-, evidencia tanto la borrosidad de toda frontera como la falsedad de los mitos modernos que trataron de ocupar el espacio vaciado de los clásicos, y muchas más cosas …
Hasta el día 19 no tenía ni imaginé cuando tendría miedo, la situación con mi familia era estable, la pérdida económica la había asumido, incluso tenía curiosidad científica por entender y aprender de la crisis. Ese día comprendí que amigos médicos, que incluso habían vuelto a trabajar después de jubilarse, podrían morir. Sentí miedo y cabreo. Después ya enfermaron familiares mios sanitarios por coronavirus. El cabreo ha ido en aumento lo mismo que mi intolerancia a algunos hechos, datos y reacciones institucionales y personales que se van dando.
Escribí un artículo el 11 de marzo Ataque de pánico. En estos enlaces lo puedes leer: WEB, Facebook y descargar en PDF.
En este artículo continúo, en la misma línea de abrir líneas de reflexión, con aspectos no abordados anteriormente o complementando o profundizando en la información anterior.
No lo hago para ser un vocinglero más de los que surgen ahora como setas en el estiércol de la mierda que nos invade. Hay un dilema que a todos nos compete: contribuir o no a autocontemplarnos, reflexionar y compartir. No hacerlo mantiene el statu quo y te convierte en colaboracionista. Hacerlo te puede ensalzar o te puede poner en riesgo según guste o no lo que aportes. Hacerlo con ecuanimidad, además, es un trabajo enorme. Decido compartir mis reflexiones sin exigirme demasiado, en el imaginario de que a algún lector podrá serle útil algo de lo que expongo para activarle la conciencia.
Sobre el miedo.
Escribe Aristóteles “las personas definen el miedo como la expectativa del Mal”. Porque “las cosas que tememos son cosas terribles y son … malas” (Ética nicomáquea). Como afirma Spinoza “cualquier cosa puede provocar miedo”, transformación que Sartre considera “mágica”. Escribe Sartre “lo horrible no es solo el estado actual de la cosa (aquel rayo, el perro que avanza, el tráfico frenético), lo horrible (la “expectativa del mal”) está impregnado de futuro; se extiende hacia todo el futuro, y lo oscuro es una revelación del significado del mundo”. La psicología clínica habla de “proyecciones”. La psicopatología usa los términos ilusión, manía, paranoia.
Individuo y cultura humana.
Los sujetos humanos siempre han estado en tensión con su comunidad. La cultura requiere haber hecho un pacto, y mantenerlo, para limitar la expresión total de las pulsiones individuales. La cultura funciona si la renuncia a la libertad total es reciproca e igualitaria, entonces la energía no gastada en las pulsiones se sublima y crea la cultura. Para prevenir la ruptura del pacto se interiorizan las normas en el superyó, en códigos morales. Cuando alguno rompe las normas se le castiga. Un nivel de contención de lo individual es necesario para el beneficio colectivo, lo interesante es que eso llegase a estar interiorizado como condición aceptada para cooperar con el otro, y el colectivo. Mientras tanto, la represión y la autorrepresión son necesarias, en el contexto de “paz negativa” de las distopías en que vivimos.
Autoridad y cultura.
El devenir histórico muestra que la represión es exagerada, excedente para la cultura como explica Marcuse. La conjunción de religiones monoteístas, de estados que necesitan fronteras delimitadas, del patriarcado, … ha desarrollado sociedades en las que el poder se acumula jerárquicamente y se ejerce contra otros o coercitivamente por la violencia física o por la violencia psicológica o por la violencia simbólica o por la combinación de todas esas modalidades.
Mantener ese orden requiere una permanente vigilancia, para detectar y eliminar lo que ponga en riesgo las jerarquías.
Las diferentes culturas tienen modos distintos de articular la relación de los sujetos con la autoridad. En China la filosofía taoísta (materno – yin) en conjunción con el confucionismo (paterno yang), favorece una cultura en la que la autoridad del emperador se percibía mucho más dependiente de las necesidades del pueblo. Las culturas occidentales percibían el despotismo de sus reyes, zares y emperadores. No en vano al emperador se denominaba el pájaro de la jaula de oro. El partido comunista sustituye al emperador, y se presenta como servidor del pueblo. Occidente denosta esa disposición diciendo que en oriente se es más autoritario y que las democracias avanzadas no pueden aplicar las normas autoritarias de China para afrontar crisis.
Foucault en Vigilar y Castigar (1975) describió la vigilancia basándose en el panóptico de Benham. En ese estado de cosas un sujeto sabía que existían enemigos externos de su libertad. Para Byung-Chul Han, filósofo coreano, eso está anticuado porque en los mitos modernos del enjambre digital, uno ya es su propio enemigo, uno tiene que demostrase a sí mismo que es capaz de ser su propio jefe y autorreprimirse para lograr ser un emprendedor ejemplar. La psicopolítica ha sustituido a la biopolítica. En la biopolítica de Foucault un sujeto podía tener “anticuerpos” contra el poder coercitivo. En la psicopolítica de Han uno hace autoanticuerpos contra sí mismo, situación ideal para el neoliberalismo, que ya no necesita fronteras externas, ni vigilancias, … Digamos que la salud inmunológica es peor en la época de la psicopolítica. Este es otro factor que explica vulnerabilidad colectiva.
Interiorizar una adecuada relación con la autoridad es una capacidad que se adquiere desde la temprana infancia. Lo esencial, para logarlo, es que el infante sienta que puede confiar
en unos adultos que, aunque limiten sus deseos y eso frustre, se entienda que lo hacen con una intención constructiva, no despótica, ni arbitraria, ni en función de sus intereses. Corolario: la mayoría de los sujetos hemos tenido adultos que han ejercido una autoridad autoritaria, teniendo que someternos a sus arbitrariedades para tener algo de amor, y hemos sentido que somos propiedad de nuestros mayores, y tenemos que complacerlos y sacrificarnos por ellos. Existen ideologías y tradiciones religiosas que justifican la propiedad de los hijos. La declaración de los derechos de la infancia, no ha cambiado esa lacra. La psicoterapia puede transformar esto, por eso es una actividad revolucionaria, con corolarios en la política.
¿Era previsible lo que está ocurriendo?
Ahora aparecen comunicaciones de los sabiondos que ya la profetizaban. Aparte de los profetas hay suficiente conocimiento epidemiológico, sociológico y psicológico como para esperarlo.
¿Entonces que puede explicar la catástrofe? Dejando de lado hipótesis especulativas sobre el origen, que pueden ser reales o no, pero no lo sabemos o no lo podremos saber o verificar y que muchas veces responden a dinámicas narcisistas, psicopáticas, ludopáticas o económicas, de agentes de la cultura imperante de violencia estructural y manifiesta, me centro en aspectos que pueden aportar algo.
Fase de negación.
La ausencia de información era total para la masa, pero parcial y relativa en el conjunto. Los científicos y los gobiernos tenían datos, modelos predictivos, por el conocimiento de lo ocurrido en otras epidemias. El inicio en China ya no se podía obviar, ni la evolución ni sus medidas. Pero todo se quedaba en el “espacio de borrosidad” imaginario de las probabilidades e incertidumbres, y las resistencias.
Las catástrofes naturales siempre han estado presentes en la humanidad, como las derivadas de las guerras, las epidemias genocidas y de los actos terroristas. Cada vez son más frecuentes los desastres relacionados con el cambio climático que está teniendo impactos directos: DANAs, inundaciones, olas de calor, heladas, sequía, …
Se han hecho estudios post catástrofes. Pero hay muchas dudas sobre las respuestas colectivas a informaciones anticipadas alarmantes.
Una posición prevé escenarios de pánico masivo, impotencia pública y desorden delictivo, otra posición critica la anterior considerando que es derivada de una “mitología del desastre” que no tiene en cuenta cómo se comportan realmente los sobrevivientes y la capacidad de la masa para comportamientos resilientes. Históricamente, las teorías de psicología de masas han estado centradas en el estudio de multitudes violentas. Decidir “no informar, pues solo entrarán en pánico” no considera que informar aumente la eficacia de la respuesta de la gente y que la falta percibida de información aumente la ansiedad y la angustia.
En los estudios sobre los desastres se encuentran categorías de respuestas secuenciadas en fases. En la primera los sujetos y las multitudes son propensas al «pánico», con respuestas impulsivas, egoístas y descoordinadas. En la segunda de impotencia o «síndrome de desastre», los sobrevivientes están aturdidos y pasivos para cuidarse a sí mismos. En la tercera surge desorden civil y la criminalidad deliberada e incontrolada «lo peor de las personas”.
Pero también se encuentra que la mayoría de las vidas las salva, más qué los profesionales, el ciudadano “promedio”, ya sea “espectador” o compañero sobreviviente. Los supervivientes están dispuestos a ayudar, aunque no tengan preparación especializada. Se les ha llamado “civiles de primera respuesta”, “cero” respondedores. Este hecho requiere explicación. Se han propuesto hipótesis: «comunidades emergentes de desastres» por la percepción de destino común, y la activación de la identidad social compartida, basada en códigos normativos preexistentes y los vínculos relaciones existentes.
El modelo de identidad social sugiere que en las multitudes los sujetos no pierden identidad como sugirió la psicología clásica de masas; sino que puede cambiar de una identidad social personal a una compartida. Algunas identidades grupales otorgan un valor particular a la solidaridad o la armonía. Algunos grupos tienen identidades más individualistas, según las cuales la independencia personal podría ser normativa. Las sociedades son complejas, conviven grupos étnicos y culturales distintos. Algunas comunidades de desastres se reorientan, en etapas tardías de la catástrofe, alrededor de una necesidad de justicia pues un desastre a menudo saca a la luz las insuficiencias estructurales, los autoengaños y las necesidades de cambio. La resiliencia colectiva significaría independencia y empoderamiento en la ciudadanía, algo peligroso para quienes quieren seguir manteniendo privilegios …
Lo conocido tras las catástrofes no sirve ad-hoc para prever la respuesta de la masa ante noticias que solo la anticipen. Un escenario es lo real y el otro es el imaginario.
La respuesta de “resiliencia” ha sido también excusa para abandonar la responsabilidad de los gobiernos: “ya que son resilientes, no necesitamos apoyar y darles recursos, ya se organizarán, y aguantarán”. Ya ha servido en la era de la austeridad, para justificar los recortes a los servicios apelando a la supuesta «gran sociedad» de voluntarios públicos, lo que ha dejado a muchas personas vulnerables y ha desarticulado servicios básicos, como hospitales, … Y se sabe que esta precariedad puede ser una bomba de relojería. Chandler insiste en hablar de la «ética de la resiliencia”.
Los gobernantes son sujetos, con reacciones psicológicas comunes, como cualquier paciente al que se le informa de una enfermedad grave que pone en riesgo su esquema vital. La negación es la primera fase de los mecanismos psicológicos adaptativos.
Para los políticos su esquema vital incluye mantener su vida política. Habrá algunos que prioricen su persistencia, otros que consideren prioritario lo que entienden por el bien común. Es improbable que los gobernantes estén asesorados por psicólogos, sociales y clínicos, y por sociólogos. El manejo de la complejidad de lo real es delicado, más cuando impera el reduccionismo y los intereses.
¡A negar la realidad estamos muy habituados, es lo común y cotidiano!
La realidad es un espacio en el que no estamos presentes. La realidad ha sido explicada por las tradiciones religiosas, como un sucedáneo de la verdadera realidad, un período transitorio en el proyecto del espíritu, aunque importante para determinar el futuro en el más allá. Lo mismo ocurre en las religiones laicas, aunque con otros mitos.
El mito de la caverna de Platón trata sobre la realidad del conocimiento humano. Una alegoría para señalar que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y que las sombras que vemos reflejadas en la pared son lo que consideramos real. Según Platón la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse violentamente a quienes intentan ayudarles a cambiar.
En nuestra época, además, la digitalización ha contribuido a borrar aún más la realidad, y el conjunto de variables convergentes hace difícil distinguir la realidad de la ficción. ¿Estamos dormidos en Matrix o cuando despertemos nos daremos cuenta de Matrix? En la ficción está muy reforzado el narcisismo individual y colectivo y todo es posible. La realidad, sin embargo, nos frena con su facticidad, se resiste a nuestro deseo como señala el filósofo Byung-Chul Han, nos evidencia las dificultades para gestionarnos y nos activa los mecanismos de fuga, los cuales, además están reforzados por el neoliberalismo que nos ofrece un suculento menú de escapes para lucrarse económicamente de la ignorancia de la gente en la aldea global.
El cuerpo tampoco es un mediador útil para relacionarse con la realidad, no está habitado, se huye de él o porque se lo vive como una carcasa transitoria o fuente de pecado por los instintos y deseos erótico sexuales, y, precisamente por ello objeto de castigo, sea conscientemente con cilicios o inconscientemente sufriendo por distintas enfermedades psicosomáticas, entre ellas, las autoinmunes.
La realidad virtual es aditiva, suma datos, mete mucho ruido, y atrofia el pensamiento. Se ha convertido Google en un dios omniscente, que contesta tus plegarias con sabiduría. Todo se reduce al “me gusta” o no me gusta, eliminando “la negatividad” resistente de lo real. Cuando se propone algo más hay proliferación de respuestas señalando que se pide demasiado o se usa a la gente para investigaciones pedorras, o, incluso se denosta con las fake news y los deepfakes, incrementando la apatía hacia la realidad.
Sin silencio no es posible asociar, ni recordar, ni imaginar. El silencio es amenazante. Para la mayoría de la gente el vacío angustia, y es lo que activa más demanda de huida en la virtualidad.
La ficción hace simulacros sobre diversas distopías sociales, derivadas de transformaciones más o menos catastróficas (virus que transforman a la población en zombies, o porque son creados artificialmente, o activados por radiaciones, o salen del interior de las células humanas para hacernos conscientes de algo: “El virus como Hermes”) o descubrimientos científicos (se puede condensar la conciencia en un dispositivo e irla pasando a diversas fundas corporales, a modo de inmortalidad, como en la serie de Netflix Altered Carbon), o de regulaciones morales (una noche se pueden actuar con permiso las pulsiones criminales: The Purge, la noche de la bestia). Las distopías atraen, las utopías aburren. Las distopías podrían hacer evidente o consciente lo que es probable y mover las conciencias a evitarlo, pero no lo hacen, funcionan como catarsis en las que se interioriza la banalidad del mal (en el sentido de Arendt). Además, refuerzan la confusión entre realidad y virtualidad. Cuando llega el coronavirus no se distingue hasta qué punto es ficción o si de ser real será bueno realizar las distopías vistas en la ficción. Algunos piensan que con el coronavirus alguien está haciendo simulacros. Otros que el baño de realidad podrá activar la empatía al vivir realmente una distopía y que esto provocará cambios de fondo.
Ante acontecimientos percibidos como catástrofes es común reaccionar reforzando aún más esa forma en que habitamos la materia real, la res extensa: Negamos lo real, sus circunstancias, y las consecuencias de nuestros actos en lo real.
La fase de negación tiene su función adaptativa para prepararse al futuro siguiente. Quedarse en ella demasiado tiempo destruye. La parálisis retrasa la toma de medidas inteligentes para prevenir tanto las consecuencias del impacto inicial “repentino” como las de la fase de “marea creciente”.
La negación “relativa” de los gobernantes está intricada en sus tácticas de administración interesada de la mentira y el arte de la persuasión inherente a la publicidad del meme que se vende.
Las estrategias negacionistas incluyen diversos aspectos.
1.- Recursos a datos científicos válidos en algún contexto, pero aplicados sin validez al coronavirus. Afirmar que cuanto más se contagie la población más inmunidad se va a tener no es científico. Todavía no se sabe que inmunidad va a generar la infección por coronavirus
2.- Elegir entre priorizar que la economía no colapse o priorizar que muera la menor población posible. Sobre todo, van a morir ancianos, que son los que más recursos sanitarios consumen y generan más costos económicos (pensiones…). Muchos de ellos fueron los que sostuvieron a sus descendientes en la crisis económica del 2008. En Madrid parece que han muerto 790 ancianos en las residencias, una proporción menor lo ha hecho en hospitales. Una situación similar en otros muchos lugares. Se sabía su riesgo y ha explotado la infradotación de esos espacios. ¿Qué expectativa real tiene la sociedad respecto al cuidado de los ancianos?
3.- Elegir una definición de caso de muerte por coronavirus que excluya la mayor cantidad de muertos y refleje una mejor salud de la población o del sistema sanitario….
4.- Elegir una situación de caso “0” epidemiológica que beneficie.
5.- Usar términos no científicos que incrementen la xenofobia. “Virus Chino”. 6.- Uso asimétrico de los ritmos de implementar medidas contenedoras.
7.- Autoritarismo anticientífico.
8.- Amenazas al tejido industrial para que no decaiga su productividad
Ahora es evidente que la negación ha durado demasiado y ha expuesto al colapso. Incluso los más negacionistas inicialmente cambian de estrategia, algunos de modo inflexible y otros se mantienen en la volatilidad de la ambivalencia.
Por poner ejemplos
Boris Johnson. Ha combinado estrategias tipo 1,2. Trump. Ha combinado estrategias tipo 1,2,5,7,8
Países nórdicos europeos adoptan estrategias tipo 3 y 4, mientras que Italia y España tienen definiciones de caso más inclusivas.
Fase de pánico.
Resulta que ahora el coronavirus es un virus real, y no un troyano de ordenador, aunque ambos son igual de invisibles. La realidad vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo, la realidad desmonta la ficción, y, cuesta aceptar ese hecho que causa tan gran conmoción. En términos junguianos diríamos que la realidad se ha vuelto numinosa, igual que cuando emergen materiales de lo inconciente colectivo. Esto explica en parte la violenta y exagerada reacción paranoica de pánico al virus. Aunque su potencia letal sea relativamente baja, derrumba el imaginario de la fantasía alienante.
Para rebajar la tensión interna hay mecanismos típicos. Siempre ha funcionado el proyectar la tensión interna y la culpa, a algo o alguien que lo recoge colectivamente: el chivo expiatorio, al que hay que mantener vivo. Vivo sirve para que el resto se autoengañe sintiendo que tienen una superioridad moral: el chivo es inmoral, sucio, perverso … Cuando el chivo ha acumulado suficientes proyecciones y recoge la culpa colectiva, es el momento del sacrificio ritual que redime la culpa colectiva. ¡Reseteo y a por otro chivo!
Hay mucha culpa individual y colectiva acumulada. Newman afirma «Está ligado al mal todo aquel que ha visto y no ha actuado; todo aquel que ha desviado la mirada porque no quiso ver; todo aquel que no ha visto, aunque hubiese podido ver; pero también aquel cuyos ojos no han podido ver» (Neumann, Psicología profunda y nueva ética).
¡Pronto olvidamos lo que era inolvidable! Se anula la memoria histórica. ¡Se han reparado pocas cosas! Sin embargo, lo reprimido está latente y retorna, con síntomas más intrincados, y dinamismos complejos. La sombra aparece cuando menos la esperamos rompiendo la autocomplacencia narcisista, y, como respuesta defensiva, se activan los complejos culturales.
Los planteamientos anteriores sobre la negación de lo real, las metáforas inmunológicas de lo social, y la proyección de la culpa tienen interés, para entender la crisis detonada por el coronavirus.
El virus se convierte en el enemigo mortal, en el chivo expiatorio, el culpable de nuestras muertes, lo que nos permite dejar de ser enemigos de nosotros mismos, liberarnos de la carga de las culpas, y poder sentir una “solidaridad de participación mística” con el resto de los humanos, … Se crean nuevos chivos expiatorios en una contaminación mágica del virus. El virus no se ve, pero si se ven los cuerpos infectados, y entonces el enemigo se hace carne. La incertidumbre es difícil de soportar, corporeizar el monstruo ayuda a concretar la fantasía de que atacándolo se ataca al enemigo, y se puede acabar con él. Una parte de la ciudadanía se muestra más reaccionaria que las propias leyes represivas del Estado, y matar simbólicamente no les resulta suficiente. Está dispuesta a matar realmente. Aquellos que están por la calle, saltándose el confinamiento, son criminales pues nos pueden matar. Se los puede matar preventivamente. Surgen los policías de los balcones, que se ceban con cualquiera antes de saber si tiene derecho a salir. Cuidadoras de autistas están proponiendo que salgan a la calle con un lazo azul y que se informe a la población de ello para evitar lo que ya están sufriendo. Los vigilantes de los balcones son los “ojos” del resucitado panóptico de Benham que cita Foucault. Vigilar para castigar.
Castigar produce placer, sobre todo a los psicópatas y sociópatas. Pero a casi todos, pues tiene un efecto de catarsis retaliativa masoquista ya que a todos nos han castigado injustamente al menos una vez. Es comportamientos de multitudes se observa que es fácilmente contagioso sumarse al castigo que inicia otro humano. Lo mismo que lo es la epidemia de suicidios. Investigaciones en neurociencia aportan datos convergentes.
Un equipo de investigación (Universidad de Zurich) bajo dirección de Ernst Fehr estudió cerebros de sujetos mediante Tomografía de Emisión de Positrones (PET) mientras que estos decidían si castigar a una persona que había abusado previamente de su confianza violando una norma justa. El núcleo caudado (crucial en el circuito de la recompensa o gratificación) se activa mientras que los sujetos están decidiendo si castigar o no. En un artículo del 2004 publicado en Science (de Quervain DJ et al.) The neural basis of altruistic punishment (La base neural del castigo altruista), se encuentra que el estriado dorsal (relacionado con el placer) se activa en los que castigan altruistamente.
El castigo altruista significa que los individuos castigan el comportamiento injusto y no cooperativo, aunque el castigo sea costoso para ellos y no rinda ningún beneficio material. ¿Por qué los individuos están dispuestos a incurrir en ese coste? ¿Es altruismo o es venganza, aunque tenga un costo? ¡Llamar altruista a esa modalidad de castigo es significativo!
De ahí el lenguaje militar, los redobles de tambor para llamar al heroísmo del sacrificio, el sentimentalismo extrovertido, la necesidad de poner en marcha medidas limitadoras de la libertad porque los sujetos entienden las medidas como una ficción más, la paranoia defensiva y a la desesperada que confina, cierra fronteras, … el endiosamiento de la ciencia que nos vaya a salvar (el “retorno del conocimiento”), se solventan unos problemas sobre la marcha, tratando de contener las diversas modalidades en que se manifiesta la miseria humana, procastinando, dejando para más adelante la solución de los nuevos problemas que generan las medidas adoptadas. ¡Siempre detrás de la marea!
Se han observado ya las reacciones de las “mitologías del desastre”. Las llamadas a la responsabilidad de la población han sido infructuosas, los supermercados se han saqueado, … el papel higiénico en especial. Los bots automáticos de las bolsas las hunden, … Aparecen formas clásicas de criminalidad, mezcladas con las modernas (12000 páginas WEB con estafas, fake news que denigran a sujetos, falacias ad hominem …). La población colabora con la criminalidad difundiendo las fakes, disfrutando de la denigración de chivos expiatorios que se les hace responsables de todos los males. Hay El pan y circo de los ignorantes que ya inventaron los emperadores romanos, lo único que podemos elegir es poner el dedo hacia arriba (que viva, “me gusta” en la red), o hacia abajo (que muera, “me disgusta en la red), y ser fanáticos de conseguir más sujetos.
Los sanitarios que, sin protección, se encuentran enfrentados a la muerte, en contacto con los enfermos que tosen, expectoran, se asfixian, se enfrentan, además, al dilema de decidir cuando suben o bajan el dedo, eligiendo con que pacientes se trabaja y a cuáles se les abandona. Porque no hay recursos para todos. Ya les han dado protocolos éticos. Es el polo opuesto del empecinamiento terapéutico de mantener vidas artificialmente, cuando hay recursos, que responde a otra criminalidad, la de imponer la técnica frente a los derechos del muriente. Viví algo parecido, de mucha menor intensidad cuando trabajaba en Nicaragua con médicos del mundo. Diagnosticaba pacientes, pero no había suficientes tratamientos, o no había nada. Había que priorizar, poner en espera a los pacientes. Cuando había tratamientos y buscabas a los pacientes, algunos ya habían muerto. Un amigo médico me contaba que mientras esperaba a que llegara una ambulancia a recoger a una mujer mayor demenciada y con coronavirus, esta se le agarraba con miedo, sabía que se infectaría, pero no podía tirarla al suelo. Me venía la imagen de la Pietá de Miguel Angel sosteniendo el cadáver, en este caso futuro. Mi amigo tiene Pietá, como muchos sanitarios, que, encarnan la compasión, realmente no de boquilla como muchos que hablan de ella. El 15% de los contagiados por coronavirus en España son sanitarios. Su situación es consecuencia de los criminales que bajaron el pulgar, esos son los verdaderos asesinos, criminales que matan en silencio, y, con el beneplácito de muchos ciudadanos. Los hospitales ahora son espacios kafkianos (que me perdona Kafka), siempre han sido espacios para morir, más en la actualidad que morir en casa es perseguido, y que se interpreta como una lacra imperdonable que los ancianos hayan muerto en las residencias, pero ahora son, además, focos de muerte.
Las sociedades acaban resignándose a la restricción de las libertades de circulación. En parte porque entienden la necesidad, en parte porque aplauden cualquier cosa que no les haga sentir el profundo “miedo a la libertad” que les posee, y porque se esté donde se esté se puede seguir en la fábula, en el circo y en la criminalidad, con nuevas modalidades. Resignarse no es aceptar. La venganza está a la espera del momento preciso. Saltará con quien se convive o más adelante.
Fase de convulsión dinámica.
Resulta que ahora es importante escuchar a los científicos (basado en el conocimiento científico, la episteme), no a los tertulianos (basados en opiniones, la doxa), para, encumbrados a capitanes generales, entender sus recomendaciones como una orden a realizar y hacer lo que mandan. Se ha volteado la situación anterior, en la que la ciencia no era escuchada y, además, era objeto de hostilidad colectiva, por seria, pesada, y no apta para el espectáculo lúdico. Los medios alentaban la doxa y el circo. Es un cambio interesante pero demagógico ¿Acaso los científicos son neutros? ¿No van a ser usados como arma arrojadiza para defenderse de errores y como chivos expiatorios cuando no acierten? ¿Hasta qué nivel de ciencia se quiere llegar?
¿Se considerarán los conocimientos de las investigaciones de la psicología social y de la psicología clínica? ¿Y los aportes de la psicología profunda sobre lo inconsciente?
Los políticos científicos que recogen todos los galones militares, como Trump, que además cita a C.G. Jung como inspirador para entender el inconsciente colectivo americano, son nefastos. Trump ha citado la cloroquina como tratamiento para el coronavirus, por rumores que le llegaban de ensayos clínicos que se están probando, su precio se ha disparado, ya no hay cloroquina en las farmacias para enfermos que lo necesitan (reumáticos, …), y se han registrado casos de muertes por intoxicación en sujetos automedicados.
La ciencia se usa irracionalmente, nada nuevo. Sería racional hacer evaluaciones de la salud mental de los políticos y existen suficientes instrumentos científicos para ello. Los griegos no concebían como democracia un régimen en el que los dirigentes no fueran sabios y profundamente éticos y el pueblo fuera ignorante.
Resulta que la psicología ha sido reclamada también en esta crisis en parte porque la psicología se ocupa del alma-psique, en parte porque el pensamiento positivo del síndrome de Pollyanna (tiene su origen en las novelas de Eleanor H. Porter), ha sido instrumento del neoliberalismo en los últimos años, y en ello también ha participado la psicología positiva (liderado por Martin Seligman), tratando de psicologizar los rincones de nuestra existencia como autoayuda: ¡Distrae tu mente, piensa en positivo, créate tus rutinas, desarrolla tu creatividad, evita el aburrimiento! Los medios televisivos están haciendo más presentes que nunca a profesionales de la psicología. Algunos psicólogos venden sus recetas, con experticia, incluso para prevenir el “estrés postraumático” que anticipan va a ocurrir. Claro, faltaba más, el lenguaje de guerra. ¿Tienen razón? Este confinamiento podrá desencadenar la actualización de traumas antiguos y, en ese caso, dependerá de la capacidad de resiliencia previa de los sujetos. Alguna persona me ha dicho que sueña con levantar el brazo poniendo barrera para evitar que se le acerquen otras personas, la próxima vez indagaré si es un flash mnémico postraumático del saludo franquista.
La casa es un espacio especial. Se conocen fobias concretas y actitudes contrafóbicas relacionadas. Oikophobia es una fobia a ciertos objetos de la casa, domofobia a la propia casa en sí misma. En 1808 el poeta Robert Southey usó oikofobia para describir un deseo, contrafóbico, de salir de casa y viajar como sinónimo de pasión por los viajes. ¿Remeda el síndrome de Ulises? Derrida tiene una posición filosófica oikofobica al repudiar el anhelo por el hogar que propugnan las tradiciones teológicas, legales y literarias occidentales. Por el contrario, el derechista Roger Scruton usa oikofobia como la antítesis de la xenofobia, y acusa a los izquierdistas de xenófilos. Todo esto ejemplifica lo complejo que puede resultar el confinamiento en la casa, porque moviliza registros psicológicos y simbólicos, que pueden despertar traumas antiguos. El contacto con la casa puede servir para conectar con el alma de la casa y ser conciente de la propia alma del sujeto.
En el 2014 la Universidad de Cornell, Nueva York, realizó un estudio lingüístico. Peter Dodds y su equipo analizaron más de 100.000 palabras en 10 idiomas diferentes, realizando incluso profundos análisis en las interacciones de nuestras redes sociales. Concluyeron que los mensajes que enviamos tienen un peso emocional claramente positivo. Estas conclusiones coinciden con las que establecieron los psicólogos Matlin y Stang en los años 70, a saber: las personas tendemos hacia el “pollianismo”. El síndrome de Pollyanna o sesgo de positividad, es una respuesta defensiva. Una defensa proximal en la Teoría de Gestión del Terror, para que la muerte o sufrimiento no llegue a la conciencia. Requiere una vigilancia inconsciente sobre lo desagradable, peligroso o negativo circundante, y consume recursos energéticos necesarios para otras tareas (investigación de Matlin y Stang). En sujetos depresivos o masoquistas, enfatizar el pensamiento positivo como modelo ideal, no solo no les sirve, sino que puede aumentar más su sentimiento de fracaso, ya que no pueden hacerlo. Es lo mismo que cuando se dice a un canceroso, ¡lucha, si luchas saldrás!
Resulta que la dimensión espiritual se convoca, en las crisis, para compensar la unilateralidad de la conciencia. Es también un recurso al que recurrir en una regresión mágica buscando protección infantil, y más cuando fracasa el pensamiento positivo. Muchas religiones demonizan el yo, el ego, la mente, la conciencia, y centran en el abandono al espíritu, al “verdadero yo” la solución, valiéndose de la realidad de las catástrofes para culpar aún más la mente. Lo positivo es el yo profundo, lo negativo la mente. Algunos ¿con las mejores de las intenciones?, proponen soluciones espirituales a problemas de otro origen. Una corriente conocida, nada nueva, pero agudizada ante la crisis. Si ya era difícil hacer preguntas profundas ahora lo es más aún.
Es conocida la posición de Wilber sobre las falacias pre-trans, y los estragos que produce. Para Robert A. Masters, “…los aspectos de la evasión espiritual incluyen el desapego exagerado, la insensibilidad emocional y la represión de sensaciones, el énfasis excesivo en lo positivo, la ira-fobia, la compasión tanto ciega como demasiado tolerante…” (La Evasión Espiritual, 2012). “¿Alguna vez recurriste a tu espiritualidad para evitar enfrentar un aspecto doloroso de tu vida? ¿Dejaste pasar abusos en nombre de la compasión? ¿Te escudaste en tus aspiraciones más elevadas para evitar sentir celos o enojo, por considerarlas emociones “poco espirituales”?” (John Welwood “Bypass Espiritual” 1984). Se puede decir que el único contacto real del humano con la sacralidad cósmica se hace por medio de lo inconciente y sus manifestaciones: sueños, vida imaginativa, poesía, juegos, … “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad” (C.G. Jung).
Confirmar en casa impide paseos de mantenimiento físico y filosófico. “Los que pasean”, peripatéticos, así eran conocidos los filósofos desde Aristóteles. Para Kant su caminata diaria era indispensable para filosofar.
Resulta que ahora hay proliferación de vocingleros que ofrecen todo tipo de recetas, de protocolos de actuación, para mantener ocupada a la población y sin silencio para escuchar el alma, con la argumentación de prevenir deterioros. De nuevo ruido, para que no se viva el vacío de significantes, la tristeza -el polo opuesto a lo maníaco-, evitándose así, la posibilidad de que pudieran hacerse conscientes de algo.
La demanda de huidas activa la oferta de sujetos de diversas ramas convertidos en mesías que tienen recetas mágicas. Algunos, más bienintencionados, ofrecen cursos, gratis, otros se van a lucrar tanto o más que las industrias farmacéuticas, o las chinas que ya venden todo tipo de materiales sanitarios.
El desarrollo del autoconocimiento o autognosis, es una capacidad que nos faculta para ser conscientes de nosotros y de nuestras necesidades, para marcarnos objetivos, y para elaborar proyectos. Siegel (2007) la denomina conciencia auto-noética. Requiere memoria del propio self en el pasado, contacto con el self en el presente y contacto con la proyección del self en un futuro imaginado. Lo que constituye una conciencia de presente continuo, que es el verdadero mindfulness, a diferencia del se pregona y vende habitualmente. Hacia la mitad del tercer año niñas y niños, empiezan a construir un relato sobre sí mismos, a partir de hechos reales o imaginarios. Con el tiempo termina en un “autorrelato mítico”. La realidad que importa al humano es la del hecho objetivo contado en un relato que integre la historia. El lenguaje de lo inconciente es mitológico, y refleja los procesos y los destinos de la vida y de la materia viva.
Bloquear la regresión depresiva, que activa el recuerdo, y hacerlo con propuestas opuestas como la hiperactividad compulsiva, con el objetivo de salir reforzado en el futuro, es perder la oportunidad que el confinamiento ofrece. A toque de corneta hay que seguir en “el rendimiento”, afanados en la efectividad y optimización del tiempo, en el infierno del ideal de una igualdad, uniformidad, para toda la masa de sujetos que anula la diversidad e impide procesos creativos. “No hay luz sin sombra ni totalidad psíquica exenta de imperfecciones … La vida no exige que seamos perfectos sino completos; y para ello, se necesita la «espina en la carne», el sufrimiento de defectos sin los cuales no hay progreso ni ascenso” (Carl G. Jung).
Resulta que la aldea global se ha convertido en un mercado salvaje de especulación de los productos sanitarios preventivos, mascarillas, … Se roban aviones fletados con materiales incluso a gobiernos o ejércitos, se envían productos deteriorados o ineficaces …
La respuesta social al virus nos aísla e individualiza aún más. Cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad de guardar distancias higiénicas no es solidaridad que parte de una resolución cooperativa del conflicto, es una resolución autoimpuesta por las razones objetivas, o impuesta por las autoridades, y no es la de una cooperación que permita atisbar una sociedad distinta, más pacífica, más justa. A diferencia de la masa clásica, el enjambre digital consta de individuos aislados, carece de un nosotros capaz de una acción común, de andar en una dirección o de manifestarse en una voz, de empoderarse, para restringir radicalmente el neoliberalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad turística, para parar el cambio climático y salvar nuestro bello planeta y a nosotros. No es probable que se vaya a generar ningún sentimiento colectivo transformador.
Autodefensa de contención de la criminalidad.
Se cierran páginas WEB. Surgen páginas anti fake, anti bulos, por parte de la policía o de organizaciones sociales. Espacios de consulta que merecen la pena.
https://maldita.es/malditobulo/ https://www.newtral.es/
Intentos de cambios en el lenguaje belicista.
Un grupo de lingüistas ha puesto en marcha la iniciativa #ReframeCovid para recoger e impulsar otras imágenes que sean eficaces para motivar a la ciudadanía, sin derivadas belicistas. Parece que han surgido metáforas diversas. Pero ninguna ha triunfado y se llega a hacer meme. Es difícil sustituir la cultura de guerra latente y “paz negativa”, pues está muy enraizada en la psique colectiva, y se nutre de innumerables relatos míticos. Hillman describe fuentes arquetípicas en el libro Un terrible amor por la guerra (2010). Para la psicoanalista Betty. A. Reardon (1996) el origen de la violencia, que justifica el sexismo y la guerra, es el miedo a la diversidad por el temor a perder el poder. Cambiar el relato es el objetivo, la metáfora un buen intento en el camino, pero necesita articularse en un discurso más complejo para ser más efectivo.
¿Comunidades emergentes del desastre?
Se están dando movimientos de solidaridad. Es pronto para saber si se autoorganizarán alrededor de la justicia y de la búsqueda de las casusas que han detonado la catástrofe.
Lo que si hay son movimientos que tratan de evitar más catástrofes y que pueden estar motivados también por procesos de reparación de culpas.
Se trata de parar la crisis económica que va a venir y ahora, parece que ya no hay reparos en saltarse la austeridad y los déficits presupuestarios. Los gobiernos inyectan cantidades ingentes de dinero, se hacen cargo de los salarios, retrasan pago de alquileres. Pareciera que ha fenecido el neoliberalismo, el capitalismo salvaje, … Se controlan bancos y empresas y se les “obliga” a participar en la ola de solidaridad sociodemocrática. Tump está dispuesto a dar miles de dólares directamente a las familias. Incluso Slavoj Žižek parece convencido de que el neoliberalismo ha fenecido o está terminal. Steven Pinker, psicólogo neo-optimista, cercano a la psicología positiva afirma que los nacionalismos populistas saldrán dañados de la crisis del coronavirus.
¿Reparar la culpa de lo no hecho en el 2008? Las grandes empresas y bancos, donan dinero, … No nos engañemos, es solo redimir, lavar culpas, resetearse a cero, para preparar los siguientes zarpazos. Movimientos gatopardianos, cambiar algo para que nada cambie, y, sobre todo, para evitar la sublevación del pueblo, ahora que podría recordar con nostalgia las guillotinas de la revolución francesa. Está claro la Europa del Maastricht ha desestimado emitir conjuntamente corona-bonos.
Cada tarde a las 20h, las televisiones muestran cómo la gente, desde las ventanas de sus casas, aplauden a los sanitarios. El movimiento empezó siendo de baja intensidad y es ya una marea creciente que ya llega a otros colectivos que ahora están trabajando. Se ha llegado a hacer payasadas, cantos, gritos, himnos patrióticos, y después a las 21h continuar con caceroladas. El clamor está en la consideración de homenajear a quienes se juegan la vida con su trabajo. Me debato entre salir a berrear con las ovejas o no hacerlo. Mi sentimiento de homenaje es profundo, mi miedo a que mueran mis amigos es importante, mi cabreo por la criminalidad que los ha llevado a esto es tremando, pero hacerlos héroes todavía los fuerza más a resignarse al matadero. Si hay que ser héroes pelear por el autocuidado ya no tiene sentido. Se ha moralizado el heroísmo. Se cuenta, además, con un cuerpo social, al que se le ha entrenado para salvar a los pacientes de la muerte, y se le ha inoculado esa tarea como una motivación específica de su trabajo, tanto que muchos atrapados en un complejo de Asclepio, actúan fácilmente registros salvíficos. Varios amigos se han ofrecido para volver a trabajar después de estar jubilados.
No es baladí convocar el heroísmo. Está continuamente en los mensajes sociales se apela a él para ser emprendedor triunfante que se autosacrifica para conseguir sus logros. Por ello recibe un reconocimiento social que aumenta la autoestima. El héroe constela una fuerza directriz profunda en la psique para afrontar el sufrimiento y ser creativo en la resolución de los conflictos. Es un trabajo humano necesario del que se aprende a resolver cooperativamente los conflictos. Matar el dragón es un símbolo cuyo significado es “matar la relación de sometimiento al poder inconmensurable”, matar la esclavitud, permite llegar a ser amigo del dragón y cooperar. Sin embargo, el complejo cultural del heroísmo sirve a los intereses dominantes y nos hace esclavos del dragón.
Se les hace héroes para que nos salven y no se resistan a sacrificarse. Y muchos de los que aplauden, además, redimen la culpa de haber sido cómplices con los criminales que han generado la indefensión y vulnerabilidad de los sanitarios. Los sanitarios saben que van desnudos a la trinchera, y que se van a contagiar, o trabajan incluso ya enfermos en un nivel leve de la enfermedad, y sobreviven con la esperanza de que no se agrave su situación y no sean uno de los muertos. Por todo eso debemos apoyarlos, y por eso mismo es una irresponsabilidad criminal incumplir las medidas de confinamiento y las normas generales de higiene para contener los contagios, los sanitarios y todos los trabajadores que están en primera línea son los más expuestos. Hay aplaudidores que tienen muchas excusas para ser insolidarios.
Por mucho que se haya retomado el lenguaje miliar estos trabajadores son un “anti- ejército desarmado”, que trabaja para la paz. Para muchos ciudadanos que no han vivido una guerra esta catástrofe puede parecerse a un conflicto bélico. Insisto esto no es una guerra, es una catástrofe. Recurrir al término guerra en tiempos de crisis activa la paranoia, la búsqueda de salvadores y generales eficientes, y la resignación a aceptar sus normas. Definir un estado como de guerra salva a los líderes políticos de ser eliminados, o criticados por la mala gestión, y, además, les permite acumular un poder inimaginable anteriormente.
Mi agradecimiento a los sanitarios es profundo, mi temor a la muerte de mis amigos es constante, pero los aplausos me generan mucha vergüenza, y ganas de llorar. Reforzar el heroísmo es interesado y criminal por más que parezca una reacción muy humana y loable. De nuevo subyace el pensamiento positivo del “pollianismo”, que lo inyectan en dosis tóxicas, induciendo a que cualquier conducta no heroica sea censurable.
Lo interesante de habitar los balcones es que ven cuerpos humanos, que, aunque no están realmente habitados y sean solo sombras, al menos se sienten fuera de los disfraces cotidianos. Una resurrección de los semicuerpos, importante, aunque sólo bailen en la coreografía ambivalentemente que pugna entre ser o linchadores o solidarios. Algo épico. Tan épico como encontrar al antaño odioso vecino en el balcón de enfrente, para descubrir que tiene una existencia tan afín y miserable a la tuya, que casi lo abrazarías, aunque sabes que no corres riesgos ya que no puedes hacerlo, y puedes mostrar tu interés en si necesitan alimentos o apoyo
Se recitan los mantras de “Todos juntos venceremos”, “Remar en la misma dirección”, tratando de convocar lo mejor de cada uno. ¿Podrá servir realmente para una verdadera cooperación? ¿O es un pacto de parar las guerras innecesarias hasta más adelante? No se logra la cooperación por desearla sino por liberarla de la sombra, sin ese trabajo eso no es luz sino tiranía de la uniformidad del UNO, lo que reforzará que se use para reprimir aún más la diversidad.
¿El coronavirus ha venido a enseñarnos algo?
Los hechos fenoménicos no bastan para la conciencia humana, se necesita el relato. El problema es cual se construye, por quien y para qué. Algunos relatos son alienantes. Otros pueden propiciar cambios. Es distinto el relato de que lo envía Gaia para equilibrar el planeta o el que articule la complejidad de su origen, impacto y respuesta social. El primero es rápido, y narcotizante. El segundo requiere paciencia y trabajo de investigación, un tiempo de incertidumbre, de tensión y desconfianza.
Cualquier relato alienante tiene más posibilidades de éxito en la sociedad actual. Muchos practicantes de religiones institucionales y de espiritualidades se preguntan. ¿Qué inteligencia activa una catástrofe epidemiológica? ¿Con qué propósito aquí y ahora?
El rabino Manis Friedman explicado enredes su perspectiva judía. Todo lo que pasa sucede con un propósito divino. Cada generación debe de salir de su propio “Mitzraim” (la esclavitud de los judíos en Egipto). Siendo estrictos salir de Egipto fue una decisión interesada de Yahvé, a la que inicialmente incluso los judíos se resistían. El logro de Yahvé fue instaurar el monoteísmo excluyente de la diversidad.
En el medievo, se creía que los cometas eran una señal inequívoca de que una guerra, una plaga o la muerte de un rey se acercaba. ¿Qué habrían dicho, ante la actual pandemia de coronavirus en el mundo? El 31 de mayo el cometa Atlas se acercará a la tierra y será tan brillante como la luna. Los cometas son bolas de nieve sucias que quedan del material que formó el sistema solar y está claro que Atlas nos ofrecerá un espectáculo digno de ver con nuestros ojos.
https://astroaventura.net/el-cometa-atlas-nos-visitara-en-mayo-y-sera-tan-brillante-como-la-luna/
Fase de negociación.
He expuesto bastantes elementos que considero interesantes para la observación y reflexión necesaria para ir tomando partido hacia la una u otra alternativa: Entre mantener los esquemas anteriores (morfostasis) o cambiarlos (morfogénesis) atendiendo a lo que la catástrofe nos ha obligado a investigar.
Un aspecto fundamental a profundizar es el de la muerte. La muerte negada en nuestra sociedad, irrumpe de un modo no visto en este momento histórico sin memoria colectiva de las pestes. Los enfermos contagiosos se mueren solos, aislados en UCIs, sin que puedan despedirse de los familiares, con una de las muertes más difíciles (asfixia), sin que se puedan realizar sepelios, ceremonias, los cadáveres se están recogiendo como se puede, a veces pasa bastante tiempo hasta que puede hacerse, intervienen recursos excepcionales para los traslados como el ejército, se llevan a tanatorios montados sobre la marcha, palacios de hielo, o a lugares donde se creman, en procesiones de peregrinación con los féretros de un lado para otro. Después habrá que atender, cómo se les pasan los restos a los familiares, atender duelos especiales, congelados.
Fase de ¿transformación?
Hay una frase que se repite mucho estos días con una certeza apodíctica: el mundo será diferente, después del coronavirus, en general se sobreentiende que mejorado. Esto es ilusorio.
Va a depender de lo que resulte más ajustado en el balance de la negociación.
De la reflexión anterior sobre la muerte puedo anticipar lo que sería morfostático, que considero lo más probable. Para atender los duelos se hará un uso de los psicofármacos más intensivo que el actual, el duelo ya perdió ser considerado una función necesaria de la psique, para considerarse un problema patológico a tratar con hipnóticos, ansiolíticos o antidepresivos.
Este “virus” invisible, que necesita nuestras células para replicarse, aparecerá una y otra vez, mutante ¿y volverá a desencadenar catástrofes?
Un virus no es un enemigo consciente y malvado. Como parte de la naturaleza es un ser con el que podemos relacionarnos y cooperar para conocer mejor los misterios de la vida, además, es un ser vivo muy cercano a lo no vivo. Esa condición lo sitúa en el umbral de lo espiritual.
En la novela “La guerra de los mundos” (Herbert George Wells, 1898), la humanidad no puede evitar ser aniquilada. El ataque cesa por derrumbe de los atacantes. Ogilvy, descubre que los atacantes han sucumbido abruptamente al interactuar con bacterias terrestres, frente a las que no tienen inmunidad natural. Hay hipótesis científicas que apuntan a un origen alienígena de la vida en el planeta, originada a partir de precursores orgánicos sembrados por meteoritos que los transportaban. Del final de la novela se infiere a que el planeta se defiende de lo extraño-alienígena. En la película avatar, ya es la humanidad la especie alienígena en Pandora y, termina derrotada por la unión espiritual de sus especies. Un paso más allá de la novela de Wells. En los dos ejemplos, siempre es derrotado el alienígena. La espiritualidad es una dimensión que relaciona las distintas partes de un sistema en la que cada una está con otras en una red de reciprocidad interdependiente multicausal, generando un salto cualitativo de ser parte de un todo al que se pertenece y con el que se puede interactuar sin jerarquías. Por si no quedaba claro la polaridad opuesta de extraño alienígena es otra de las variables integradas.
El sacrificio es necesario para crecer en conciencia. ¿Cuál? El sacrificio necesario es el derivado del esfuerzo que requiere el conocimiento con sus tareas concretas, que requiere atención, disciplina, coraje y el abandono de las complacencias y reduccionismos, con el trabajo de duelo que requiere ese abandono. Las herramientas, no armas, son el logos que separa, disecciona las partes componentes, hace procesos de digestión y el eros que vuelve a vincular las partes en un orden más evolucionado de significados. Un trabajo alquímico.
El primer sacrificio existencial en el humano es abandonar la vida uterina en el trabajo del parto. Trabajo tan duro que puede llegar a ser traumatógeno, como describió Otto Rank. En el canal del parto el feto no está ni vivo ni muerto, como está el “gato” de Schrödinger. Es la primera muerte que experimenta un humano. Si nace, el feto lo hace en una nueva vida, es un neonato con un cuerpo resucitado transformado (se cierran ventanas cardíacas, el cordón umbilical no se necesita, se respira, …). El feto ha muerto.
El nacimiento es duro, algo que el neonato no puede elaborar solo, incluso traumático, pero afortunadamente lo llegará a ser en función de las respuestas de los adultos que lo esperan. Podrá digerir su angustia, calmarse y sentir que nacer le ha merecido la pena, o quedaré traumatizado. La experiencia del nacimiento queda registrada en el cuerpo, en células musculares, neuronales, que incluyen lo emocional y construyen los rudimentos de la memoria implícita.
La existencia es un continuo ciclo de muertes-renacimientos. El nacimiento es una muerte cuasi real, una metamorfosis, de un cuerpo a otro. Los siguientes ciclos son más simbólicos. Esta ciclicidad es arquetípica, enraizada en la profundidad de la psique colectiva, probablemente desde un origen en nuestros antecesores unicelulares que dejaron de clonarse y adoptaron la manera sexuada para continuar la estirpe. Los clones o fundas de Altered Carbon trascienden la ciclicidad, que en la conciencia humana tiene implícito un final: el ciclo del individuo cesa en algún momento, y lo que sigue es una dilución en el cosmos. La terminación de la vida individual es biológica (el cuerpo alimenta la tierra), y psíquica (el alma alimenta lo inconsciente colectivo). No integrar el ciclo en su sentido global, condiciona proyecciones en un futuro imaginario, con contenidos concretos diversos según los individuos y las culturas.
La experiencia del nacimiento de muerte y resurrección en otra vida, acompañado y calmado por otros seres después de la angustia, alimenta creencias de certezas en otra vida tras la muerte. Psicológicamente no muere quien no acepta la muerte negándola. Y si no se muere no hay vida. El inconsciente nos prepara para la muerte en sueños, visiones, … sin embargo, la interpretación que se hace de los materiales muchas veces ser errónea en función de las creencias previas.
El confinamiento en casa también va a dificultar la conexión humana real y simbólica con la ciclicidad de la naturaleza en esta época, caracterizada por la explosión de la primavera terminando con la muerte del invierno. Lo habitual en primavera es que haya menos muertes humanas, en esta del 2020 es al contrario hay más muertes de lo habitual. Hades no va a dejar a Perséfone salir a la superficie, le dará más granadinas (o belladona) para que se quede en su casa del inframundo, así colabora también con el confinamiento y protege a Perséfone de que se infecte, muera, y, así evita quedarse solo.
Donald Kalsched explica ciertos dinamismos del sistema de cuidado de defensas arquetípicas o arcaicas. Ya sea Hades, la bruja, el hada, … pueden cuidar que el alma se mantenga viva sin sucumbir al trauma, pero, tiene un costo, sobre todo cuando existe un exceso de cuidado, el riesgo es que se congela el desarrollo de la psique, pues queda aislada confinada, disociada. Lo vemos en psicoterapia, especialmente cuando hay traumas en la temprana infancia, pero en los colectivos humanos sucede lo mismo. El yo queda hipnotizado desde dentro, siendo, en ocasiones, solo un médium que habla lo que le dictan, creyendo que es especial por decir lo que dice, y por la persuasión que tiene su discurso en otros que le escuchan. La traumatización consecuencia de la violencia genera milenarismos.
¿Qué hará Perséfone? ¿Sucumbirá? ¿Se escapará?
¿Se consolidarán comunidades emergentes de justicia?
¿Se reflexionará sobre el modelo de salud?
La desmantelación de los hospitales ha sido una lacra en las condiciones en que se ha hecho. Se podrían rebajar mucho los servicios sanitarios si la población recuperara la autogestión de su salud. Pero eso no interesa a priori. La salud es un gran negocio.
La ciencia médica definió como superstición o pseudociencia, las praxis que se salen de lo que la ciencia imperante acepta. Convirtiéndose en una religión laica que ocupa el espacio de las religiones decadentes y desprestigiadas por su mal hacer. El espíritu científico es humilde, acepta como válido lo que puede validar hasta que se encuentran otras soluciones, pero no hace dogmas. Cuidado con las neo-inquisiciones. El misterio de lo desconocido inspira seguir investigando. Es ético frenar a los farsantes que se lucran ofreciendo mesianismos. Pero personajes de esos no solo están en las “pseudociencias” también en la medicina alopática, en los hospitales, … que son, en ocasiones verdaderas autocracias liberales, o dictaduras.
La relación comunicativa entre sanitarios y pacientes está tan deteriorada como la comunicación en la sociedad, los tiempos de atención son ínfimos, los profesionales aun cuando quieran no pueden hacer mucho, tampoco los pacientes quieren educación, demandan recetas, tratamientos y exploraciones tecnológicas, no se capacita a los sanitarios para detectar la psicología que subyace a los síntomas y síndromes biológicos, para los curriculums no puntúa demasiado hablar en la lengua materna de los pacientes, pero sí importa tener doctorados o saber inglés.
¿Se incluirán los conocimientos antropológicos, sociológicos, psicológicos en la complejidad de análisis de la realidad?
¿Se cambiará el pronóstico, que ahora es “reservado”, del planeta y de la especie humana?
Es un misterio el devenir, y mejor es que lo siga siendo. Que no lo llenen la incertidumbre los profetas, impidiendo la curiosidad y la disposición a los cambios, y activando la alienación y la búsqueda desesperada de salvadores.
¡Si hay trasformaciones no serán porque nos las hagan otros!
¡Desde el punto donde te encuentras solo hay un camino adecuado que cambiará, a medida que camines, para ti y para el resto de los caminantes!
¡Suerte y coraje!
Mikel García García
29 de marzo 2020
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