Integración de la muerte. Pulsación de vida
Es importante ir compartiendo informaciones que vayan abriendo la percepción a la complejidad de la conciencia humana. En este escrito pretendo ser más experiencial que técnico, y no voy a desarrollar demasiado la exposición, aunque tenga que introducir términos que utilizo actualmente del psicoanálisis, especialmente en la acepción de Carl Gustav Jung. Se trata de reflexionar sobre el sentido de la muerte como compañera de la vida y situar las respuestas a la pregunta sobre si hay vida tras la muerte.
Mikel Garcia Garcia 18 octubre 2015
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Introducción
El cese de la existencia conocida genera zozobra, incertidumbre, sufrimiento, emociones que nuestra sociedad española trata de anestesiar o anular con ideologías, con psicofármacos u otros recursos.
“Ciertamente la muerte es una terrible brutalidad – no hay que dejarse engañar acerca de eso- no sólo como acontecimiento físico, sino mucho más aún como psíquico: un ser humano es alejado de nosotros y lo que permanece es el glacial silencio de la muerte. Ya no existe más esperanza de relación alguna, pues todos los accesos se han roto. Hombres a los que se desearía una larga vida desaparecen a mitad de su vida y hombres inútiles alcanzan una avanzada edad. Esto es una cruel realidad que no debe paliarse. La brutalidad y arbitrariedad de la muerte puede amargar a los hombres hasta el punto de que concluyan que no existe dios misericordioso alguno ni justicia ni bondad” Jung “Recuerdos, sueños, pensamientos” Página 368.
El tabú a la muerte es cada vez más intenso. La religión es un factor clave en las expectativas sociales sobre la muerte. Toda sociedad tiene sus explicaciones religiosas sobre el sentido de la vida que incluyen proposiciones sobre a quién pertenece esta. En las monoteístas la vida pertenece a dios y el modo de acceso al más allá depende del cumplimiento o no de las normas morales. En las religiones ateas la conciencia es responsabilidad del sujeto. Parece evidente que al ser humano le cuesta aceptar su desaparición total.
Los estudios de neurociencia apuntan a que el cerebro tiene mecanismos automáticos para la preservación de la existencia y que el más allá podría ser una ilusión de continuidad.
Jung “Recuerdos, sueños, pensamientos” Pagina 358: “En esa época la difunta tenía miedo de su muerte y quería apartar cuanto antes esa posibilidad de su conciencia. Sin embargo es uno de los intereses más importantes de los hombres que envejecen, llegar a comprender esta posibilidad. Se les presenta, por así decirlo, una cuestión ineludible a la que deben responder. A este fin debería poseer un mito de la muerte, pues “la razón”, no le muestra más que la oscura fosa a la que se dirige. El mito en cambio, podría presentarles una imagen útil e ilustrativa de la vida en el país de los muertos. Si el hombre cree en ellos o les concede algo de crédito, tiene tanta razón como le falta, igual que el que no cree en ellos. Mientras que el que los niega se enfrenta con la nada, el que se obliga al arquetipo sigue las huellas de la vida hasta la muerte… Ambos están en incertidumbre, uno en contra de sus instintos, el otro de acuerdo con ellos, lo que significa una considerable ventaja en favor de este último “.
La lucha entre ciencia y religión, se expresa también en la interpretación de los fenómenos no ordinarios de conciencia alrededor de la muerte. Si la ciencia habitual los reduce a ilusiones o alucinaciones por anoxia, para las personas con creencia religiosa avalan la vida tras la muerte, y se apoyan en datos científicos sobre estos fenómenos para afirmar que la muerte no existe, que es una etapa de transición a otra etapa menos limitada, ya que la existencia física es un período puntual de la existencia espiritual. Ciencia y religión, aparentemente son antagónicas, pero confluyen en una finalidad común, imponer sus preceptos a los sujetos. Sin embargo todas estas superestructuras, no determinan lo que acontece al sujeto humano cuando se enfrenta a la muerte, y el hecho de confrontarla, incluso puede revitalizarle de un estado previo de “muerto viviente” y remontar enfermedades psicosomáticas graves, cánceres… La amenaza de la muerte hace temblar la estructura emocional, cognitiva, espiritual del sujeto, lo pone en crisis que es una oportunidad de evolución de la conciencia aunque acabe muriendo.
Mi experiencia profesional
En mi experiencia profesional como médico, sobre todo en la época en que fui médico rural durante 10 años, en una zona de Navarra bastante aislada, atendí varios casos de sujetos murientes (prefiero este término al de terminales), en general por tumores y otras enfermedades degenerativas, y en la medida en que la relación que yo propiciaba, como médico de cabecera, era muy estrecha, cercana, de soporte emocional, con una escucha al muriente que le permitiera expresarse, compartir sus miedos, anticipar sus deseos, se generaba un clima donde poder estructurar una muerte digna en cada caso.
Es radicalmente distinto el contexto de una muerte en la casa del paciente o en un medio hospitalario, tanto para el paciente como para el profesional. En ambos el profesional se ve confrontado con sus propios límites, con sus ansiedades ante la muerte, pero en el pueblo la presión institucional social del equipo de trabajo es menor. Mi relación con el paciente podía tener menos interferencias. Sin embargo la disposición del profesional es fundamental ya que como el contexto habitual que vive un paciente es el de la superficialidad, la banalización y la falta de actitud de escucha a sus necesidades emocionales y cognitivas, es importante que quien atiende propicie una situación en la que emita señales claras para generar la confianza que permita al paciente expresarse de una manera más profunda y real, abandonando los juegos.
Los profesionales sanitarios que trabajan de este modo con los pacientes murientes pueden conocer de primera mano el alcance y variedad de las necesidades del sujeto y estas posibles “extrañas experiencias” que viven. Para mí fue una sorpresa el constatar cómo muchos muriente, viven fenómenos de “conciencia no ordinaria”, que yo desconocía, que se escapaban a explicaciones racionales coherentes con la formación que yo tenía en esos momentos, y sobre todo los cambios que se producían en su conciencia, que en muchos casos les conducía a tomar la determinación de solicitar una muerte digna, dejando de lado los límites que su ideología previa, o moral religiosa les imponía para actuar con libertad en los momentos finales de su vida.
Alrededor de la muerte muchas personas experimentan fenómenos no ordinarios de conciencia, los que encajan en las expectativas sociales se comunican y pueden tener la función de dulcificar la muerte, por ejemplo escuchar a murientes expresar que familiares muertos les esperan o acompañan es aceptable para muchas personas, aunque contrasta con una actitud antropológica bastante habitual que trata de que los muertos estén bien distantes de los vivos y no sean una amenaza desde el más allá que trata de arrebatar la vida a alguien, otros fenómenos más extraños se ocultan por la perplejidad o miedo que producen. Un paciente que intuía que sus acompañantes en el trance provenían del interior de su psique sin ser espíritus objetivos se sentía perplejo, no quería comunicarlo. Los fenómenos son una oportunidad que ponen en crisis al sujeto pero aprovecharlos o no es más complejo.
En aquel momento, yo estaba aprendiendo en una escuela de vida más profunda que la académica, tuve que replantearme mis ideas previas, y transformarme como sujeto, afianzando que la medicina es un arte de la conciencia y que lo que ocurre en la relación es un espacio único (un témenos, que actúa como un «espacio cuadrado» o «lugar seguro», donde se puede «trabajar» mentalmente) que transforma a los participantes por la movilización de recursos de la conciencia que, en muchos casos, son potencialidades reprimidas o relegadas a la “sombra” (concepto junguiano). El infante encuentra el personaje que percibe va a ser aceptado por sus adultos y rechaza, relegando a «la sombra» lo que le crearía problemas para ser «mínimamente amado y aceptado». En la sombra hay tanto lo negativo como lo positivo. Por eso el trabajo de integrar la sombra despliega potencialidades latentes. Pero es un trabajo iniciático, duro, de enfrentarse con lo rechazado y con los represores interiorizados. Vivencias compartidas por las personas que acompañan a los que están en trance de muerte, se recogen en muchos estudios sobre el tema, y, efectivamente, transformadoras para los participantes. Mi transmutación me permitía ser más eficaz en siguientes casos. Fui consciente que necesitaba formarme más y empecé a estudiar psicología. Las diversas soluciones que en cada caso se pactaban se quedaban como algo confidencial entre el muriente y yo, pues en muchos casos los sujetos no querían que sus familiares supiesen sus decisiones. Muchas veces los familiares, por temor a vivir los duelos, impiden que los murientes se sientan libres para acabar de irse, les reclaman que sigan siendo padres no abandónicos, o no pueden digerir ver como sus hijos se mueren (han depositado en los hijos su propio proyecto vital). La muerte en estas circunstancias dignas se nota de un modo muy especial en el ambiente familiar, y los duelos de los vivos se facilitan mucho.
Tengo que señalar que no fue una casuística tan grande en relación al conjunto de los murientes que atendí. La mayoría seguía muriendo como habitualmente, con enredos, insidias, negaciones,… Se consolidaba en mí la convicción de que el proceso dependía de la personalidad del muriente, de sus defensas y ansiedades, de que sintiera haber vivido su vida con cierta plenitud y se sintiera bastante conforme con el conjunto de su existencia, y lo trágico estaba en el modo de vida previo, que vivían muchos e que impedía el acceso a aspectos profundos de la conciencia.
Muchas de las descripciones de Penny Sartori las comparto, aunque con matices diferenciales en cómo se pueden interpretar.
…Pacientes que intuyen el momento exacto en el que van a morir, otros que parecen decidir por sí mismos el día y la hora, adelantando o retrasando su muerte, sueños premonitorios de familiares o presentimientos de terceras personas que, sin ni siquiera saber que alguien está ingresado o ha sufrido un accidente, están seguros de que ha fallecido. Los pacientes que viven estos estados de conciencia no ordinaria viven la muerte de forma más tranquila y feliz, al igual que los familiares que presienten la muerte de sus seres queridos.
Esta aseveración: “Entre el 70 y el 80% de los pacientes esperan a estar solos en la habitación para morirse” la considero real cuando el muriente siente que no le dejan ir, sin embargo en mi experiencia me pedían que estuviera hasta el final con ellos, querían sentirse acompañados pero sin interferencias, aunque en los momentos finales estaban totalmente volcados hacia dentro en un proceso de introversión. En los casos de niños sí parece que los estudios indican que prefieren morirse solos, en mi experiencia solo he tenido un caso y efectivamente no demandaba mi presencia de adultos.
Mi experiencia de muerte cercana (EMC)
Tuve una experiencia propia de muerte cercana (EMC) en Nicaragua, en la que pude morir ahogado. En mi EMC experimenté bastantes de los fenómenos que se describen, tanto en la experiencia misma como en las consecuencias posteriores (Raymond Moody, acuñó el concepto de experiencias cercanas a la muerte a finales de los 70). Sin embargo, siendo agnóstico, las explicaciones propias de lo que experimenté no me volcaron hacia la convicción de la existencia de un mundo tras la muerte como se propone en las religiones. Me abrió el contacto con una espiritualidad profunda en el sentido de “religare”, que forma parte de la dimensión humana de la conciencia, y que es motor del despliegue de la misma, y que no necesita explicaciones religiosas, que muchas veces son ansiolíticas para calmar la ansiedad ante la muerte con creencias de continuidad de la vida tras la muerte. Experimenté la dimensión trascendente, que es inefable, se vive con clarividencia (intensa, de certeza incuestionable) la convicción de que la conciencia está conectada con el cuerpo, pero que va más allá y precisamente cuando el cuerpo está prácticamente muerto y el cerebro no funciona, la conciencia es más lúcida, tiene capacidades extraordinarias, de comprender el sentido de la existencia, de revisar la vida,..
El inconsciente produce “símbolos religiosos” para unir (re-ligare), hacer un puente entre consciente e inconsciente. Cada símbolo es, en un sentido, un puente, pues cada símbolo tiene un pie en el inconsciente y un pie en el consciente. Hacer una elección implica un ejercicio de discriminación por el yo, teniendo en cuenta las posibilidades y las relaciones entre las elecciones posibles. Jung enfatiza que existe una tendencia innata a que los contenidos opuestos puedan dialogar entre ellos y engranen, en mutua influencia, lo que puede verdaderamente hacer que se trasciendan sus viejas oposiciones entre consciente e inconsciente y se “encuentre” una nueva posición adscrita al yo. A esa tendencia la denomina «función trascendente». En definitiva es una fuerza teleológica del inconsciente colectivo, específicamente del Si-mismo, con una finalidad integrativa, para el desarrollo de la conciencia en el camino de la individuación. En muchas EMC que describen personas y en la mía, se experimentan ciclos continuos de polaridades, multinivel, en una conciencia dialógica, de modo que se exploran aspectos profundos ocultos y se hacen conscientes, se revisa la existencia y las acciones desarrolladas en sus polos buenas-malas. Todo sucede como siguiendo una fuerza directriz que lo ordena y uno siente que crece en conocimiento de uno mismo. Lanzo la hipótesis de que en el momento en que el cuerpo pierde su funcionalidad, la corteza cerebral deja de inhibir el cerebro límbico, y este deja de inhibir el cerebro reptiliano (Mc Lean), la función trascendente queda brutalmente activada y surgen los instintos arquetípicos que conducen a la individuación. Eros y logos muy activados e integrados, de modo que se experimenta un amor profundo al ser propio que se va descubriendo que es uno, y más allá de juicio que sitúa en su lugar correcto aquello que ha sido bueno o malo, se siente finalmente un estado de beatitud que te permite abandonarte a la muerte con una calma y curiosidad enorme por lo que iba a pasar en adelante.
Jung “Recuerdos, sueños, pensamientos”… Sin embargo bajo otro punto de vista, la muerte aparece como un suceso alegre. Sub specie aeternitatis es una boda, un Misterium Coniunctionis. El alma alcanza, por así decirlo, la mitad que le falta, alcanza su plenitud. En los sarcófagos griegos se representaba el elemento alegre por medio de bailarinas, en las tumbas etruscas, por medio de banquetes. Cuando murió el famoso cabalista Rabbi Simon Ben Jochai, sus amigos dijeron que celebraba bodas. Todavía hoy existe cierta costumbre de celebrar en el día de los difuntos un picnic en los cementerios. Todo esto expresa la sensación de que la muerte es una fiesta alegre”…
Sin embargo sentí un estímulo que sabía me empujaba y no comprendía, al tercer empuje intuí que algo trataba de sacarme del agua, se me activó el instinto de conservación, pensé que quería vivir y me sacaron del agua.
Queda una profunda convicción de que “la muerte no es tan temible como nos la solemos imaginar”, y, al menos en mí, otra convicción de propiciar en el muriente el despliegue de sus recursos profundos, pues el acto de morir es duro, supone hacer un duelo de la vida, de la existencia actual, del cuerpo,…
Aun habiendo tenido esa experiencia de muerte cercana, no he muerto, como nadie que relata estas experiencias. No tengo la convicción de que lo vivido es una prueba de nada más allá del estado de existencia actual.
Cuando experimentas una EMC que te surge sin esperarlo, de sorpresa, sigues vivo, y eres consciente de la transformación hacia amar más la vida y comprometerte a ella, entiendes que te has preparado solo un poco para cuando de verdad mueras. Entiendes la conveniencia de que todo sujeto confronte sus miedos y ansiedades ante la muerte, pues en definitiva la muerte es algo fáctico que nos pone en la realidad de nuestro existir efímero, no somos inmortales, y si queremos vivir la vida, hay que hacerlo en cada momento o ya no la viviremos. Aceptar eso es una actitud de humildad que rompe la inflación narcisista, de vencer y traspasar los límites que la sociedad propone y muy eficaz, pues permitiría vivir con plenitud, ya que el anhelo de inmortalidad proyecta a hacer en un futuro lo que no se hace en un presente, y eso es una falacia mortal. Tener la muerte al lado, como compañera que te hace sentir la finitud de la existencia, es muy útil para ejercitar la libertad de existir con plenitud en cada presente. Prepararse para la muerte propia es una actitud que entraña coraje y valentía, casi más que vivir, sin buscarlo, una experiencia de muerte cercana. Tomé la determinación de hacer una psicoterapia, atender a mi espiritualidad (el poderoso efecto de los símbolos espirituales nos guían en el camino de la autorrealización) e investigar lo publicado sobre EMC: Experiencias de muerte cercana. ¿Qué son? Estudios retrospectivos y prospectivos. Tratando de comprender más realicé sesiones de hipnosis, que me refrescaban las vivencias y recuerdos de lo vivido pero no aportaban nada nuevo y definitivamente las abandoné cuando en una “terapia regresiva” se me llegó a decir que efectivamente había muerto y que mi cuerpo había sido ocupado por su ser de las pléyades. En mi EMC había conectado con muchos materiales propios de mi existencia y sabía mucho sobre mis errores pero carecía de un método para entender por qué se habían producido. Además la perplejidad ante la experiencia que te ha arrastrado induce a unos cambios que pueden consolidarse o ser objeto de anulación y que requieren ser atendidos para realmente consolidarlos.
Estados de conciencia
Tras mi psicoterapia decidí ser psicoterapeuta. En mi trabajo clínico como médico y psicoterapeuta he tenido especial cuidado en propiciar este trabajo de integración de la muerte con mis pacientes en su momento apropiado, he hecho estudios psicosociales sobre la muerte y realizado diversos talleres “Integración de la muerte. Pulsación de la vida”. La elaboración de las motivaciones inconscientes en la toma de decisiones permite mayor libertad para decidir. La decisión de ser incinerado puede ser una decisión neutra o un mecanismo de defensa ante el temor a que el cuerpo sea profanado, comido por los gusanos o devorado por la madre-bruja-tierra. La decisión de ser enterrado en tierra sin caja, en contacto directo, puede ser neutra o un deseo de fusión oceánica con el útero de la madre tierra que sea expresión de un complejo materno. El trabajo conduce también a situar adecuadamente si lo que se percibe como algo realmente vivido y previo a la historia personal antes de empezar a ser autoconscientes (alrededor de los 2,5 años) es o no indicio de vidas previas, de existencias reencarnadas,.. En muchos casos esas ideas se desmoronan al constatar que son fantasías que la mente crea para explicarse lo vivido.
Si has podido acceder a ser psiconauta de fenómenos no ordinarios de conciencia puedes detectarlos, captarlos en otro, entenderlos y ayudar a otro a situarlos. Estos estados no ordinarios ocurren más de lo que se admite, en ocasiones dejan perplejos a los sujetos y estos los reprimen y olvidan para que su estabilidad no se resienta. La conciencia la experimentamos fragmentada, a veces de vigilia, a veces onírica, como si no fuesen estados puntuales de la misma función. Consiliencia es la disposición de unir los conocimientos y la información de distintas disciplinas para crear un marco unificado de entendimiento y praxis.
Con la aparición de las ciencias modernas, el sentido de unidad se perdió gradualmente en la creciente fragmentación y especialización del conocimiento de los últimos dos siglos. De esta manera, el Reduccionismo imperante es lo opuesto a consiliencia. Unir los conocimientos de la subjetividad, del inconsciente colectivo, del alma humana, de la física cuántica… es complejo pero es la vía regia de investigación. Integración de cartografías de la conciencia. Aportaciones psicodinámicas, de la psicología transpersonal, de la neurociencia. Sincronicidad. Ciencia de la complejidad. Un proceso prometeico de desarrollo de conocimiento humano que confronta mitológicamente con los castigos de divinidades, sea Yahveh expulsando del paraíso, sea Zeus quien deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, presentó al hermano de éste, Epimeteo, una mujer llamada Pandora (que fue la primera mujer creada por Hefesto por orden de Zeus), con quien éste se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió un misterioso pithos —una tinaja ovalada, aunque actualmente sea citada como una caja— con instrucciones de no abrirlo bajo ninguna circunstancia. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió abrir la tinaja para ver qué había dentro. Al abrirlo, escaparon de su interior todos los males del mundo. Comprendiendo el grave error cometido, rápidamente cerró el recipiente, pero ya era demasiado tarde: todos los males ya habían sido liberados. Solo uno permaneció en el fondo: Elpis, el espíritu de la esperanza. Los mitos indican que el trabajo es delicado, se va a enfrentar a sufrimiento, y debe hacerse con cuidado.
Cuando un sujeto avanza en su integración personal, en su individuación, tiene un yo suficientemente fuerte, puede soportar tener un sueño en estado de conciencia de vigilia sin creer que está loco o alucinando y aprender algo del mismo. Como suelo decir existir con la conciencia desarrollada en su complejidad es un arte creativo y delicado. Hay una sentencia china que dice: “Si un hombre solo y sentado en su cuarto piensa los rectos pensamientos, éstos serán escuchados a mil millas de distancia”. La señalo para enfatizar la dificultad de aceptar una responsabilidad ética que va más allá de la moral heterónoma en la que muchos sujetos están atrapados. La conciencia integrada funciona con una ética autónoma que asume su responsabilidad como sujeto en el “orden” cósmico.
Confrontar el mal
Abraham Maslow acuñó la expresión «complejo de Jonás» (en alusión al pasaje bíblico en el que Dios encomendó a Jonás que hiciese llegar su mensaje a Nínive, lugar donde reinaba el mal, y este huyó no creyéndose capaz de hacerlo. Entonces Dios le envió una ballena que se lo tragaría por 3 días y 3 noches. Después de ese lapso, la ballena lo vomitó y Jonás aceptó el destino para el que había sido escogido y llevó su mensaje a Nínive) describiendo aquel fenómeno por el cual tememos a lo mejor de nuestra interioridad: a nuestras máximas posibilidades, a nuestras cualidades más bellas, a nuestros talentos; nos asusta llegar a ser aquello que vislumbramos en nuestros mejores momentos.
La tarea encomendada: “confrontar el mal» es crucial en la individuación. Ante ella Jonás huye. La función trascendente, propuesta por Jung, empuja a su realización. En la historia de Jonás se cuenta como un mandato de Dios. Muchos empujes del Si-mismo se experimentan como algo trascendente numinoso que se interpreta religiosamente. Nadie puede escapar a esa tarea, pero pocos se sienten preparados. Desconfianza de la capacidad, miedo a la aniquilación por el mal o a ser poseído por el mismo. Sin resolver la tarea el sujeto no sale de una participación mística que escinde el bien y el mal, considerándolos antagónicos y refugiándose en seguir los parámetros que marca lo que es un buen actuar desde una moral heterónoma. Así uno no es bueno sino beato y posible candidato a juzgar y condenar a muerte a los transgresores de la moral imperante. La tarea requiere sacrificio, enfrentar miedos, abandonar seguridades aparentes que castran, elaborar la propia neurosis, fortalecer el yo que se torna más humilde cuanto más fuerte. Mas conectado con las dimensiones arquetípicas. Más complejo, integrado en los ciclos de la naturaleza sintiéndose participe de los mismos y comprendiendo la necesidad de acciones de colaboración activa para mantenerlos vivos. Sin miedo a destruir lo que los destruye. Filosofar a martillazos… Pues integrar bien y mal implica experimentar que son dos aspectos para la conciencia humana. Uno puede ser juzgado como malo desde una óptica estrecha de moral heterónoma, pero siendo consciente de los riesgos y protegiéndose, actuará si es necesario ya que su funcionamiento será el de un sujeto con moral autónoma, que es lo más cercano a la ética del individuo humano. El trabajo esencial se cumple en el silencio y fructifica en la mente de unos pocos. Es difícil llegar a rasgos de la vida integrada, como describe Washburn, como son: transparencia e intimidad yo-tu; contemplación madura (éntasis); cognición terciaria; beatitud; encarnación del espíritu en el cuerpo. La mayoría de los sujetos humanos ni siquiera han evolucionado del estadio evolutivo de pensamiento concreto mágico, aunque a veces tengan atisbos de uso de pensamiento lógico formal.
Vivir es experimentar periodos de muertes y resurrecciones
Todo sujeto humano puede llegar a tener conciencia de que vivir significa experimentar periodos de muertes y resurrecciones. Morimos a la infancia para ser adultos, se mueren las relaciones con los padres para ser adultos,.. Morir significa dejar de funcionar como niño o hijo, pero ser adulto no implica abandonar valores de la infancia: ser espontáneo, investigador, explorador,… Esos ciclos de muerte-renacimiento que incorporan los valores previos a un estado nuevo diferente y más complejo, dejan una convicción profunda de que vivir es una línea de desarrollo que implica varias muertes previas (son muertes simbólicas, pero no la real) y que eso es lo que permite un desarrollo de la conciencia, como una unidad que trasciende ciclos de existencia y la propia materia espacio temporal, la muerte entonces es solo un pasaje doloroso y necesario para vivir y desplegar la conciencia, un rito iniciático. ¿Pero esta convicción se puede extrapolar al momento posterior de la muerte física? ¿No se aferran más a la convicción quienes realmente no han hecho duelos y siguen siendo niños aún con 90 años? ¿La negación del duelo de la pérdida del cuerpo no puede ser la base del deseo de la resurrección de la carne propugnado por alguna religión para la recomposición real del sujeto pues mientras esté sin cuerpo no es completo?
En el trabajo psicoterapéutico muchas personas descubren el sentido defensivo de estas ideas y se constata como los duelos no resueltos, se proyectan en otros sujetos futuros o en las fantasías de construcción de un mundo ideal, como mecanismo de defensa, que es una negación y huida del sufrimiento del dolor, y es un freno al desarrollo de la conciencia. Una muerte sin elaboración del duelo de lo que se deja: la res extensa, las relaciones, el cuerpo, puede ser dulce si se recurre a explicaciones sobre mundos ideales como el cielo, puede ser ansiolítico… Pero resulta extraño que un acto final de la vida no se aproveche para seguir desarrollando la conciencia, aunque esta termine o se disuelva. Incluso con la hipótesis de una vida posterior lo que se pueda vivir será más digno si se ha hecho el duelo. Ese duelo puede requerir compañía para elaborarse pues la relación es un potencializador alquímico de las transformaciones necesarias en el proceso. Explorar los asuntos inacabados del alma. El acompañamiento puede incluso seguir unos días tras la muerte pues hay fenómenos no ordinarios que apuntan a persistencia da la conciencia tras la muerte en un lapso temporal (Fases del tránsito. Estados de Bardo). El trabajo es individual del muriente, por mucho que se le pueda acompañar su trabajo lo hace solo. Nacemos solos y morimos solos, pues el nacimiento y la muerte de cada ser es un proceso único e irrepetible. . Pero pasado un tiempo cesan los fenómenos y sólo se puede esperar que el trabajo haya sido útil, y no se puede saber que ha pasado finalmente con la conciencia. Si hay algo se sabrá más tarde cuando se esté en esa fase del tránsito.
¿Respuestas a preguntas?
Si hay algo más allá de la muerte se sabrá más tarde cuando se esté en esa fase del tránsito.
¿Pero realmente te importa saberlo YA? Respóndete a esta pregunta con calma y dedicación y quizás puedas, en el proceso de respuesta, descubrir fantasías, angustias, proyecciones que tienen que ver contigo y que te limitan para vivir tu vida.
Respóndete también a esta pregunta: ¿Realmente has decidido vivir o solo sigues la corriente de la vida? ¡Pocos se la han hecho y menos tienen una respuesta clara, pero de tenerla las cosas cambian!
No podemos obviar la acción político ecológica necesaria para la transformación de las cosas. El ofuscamiento del entendimiento de la realidad sobre la estrecha conexión del individuo con su entorno, de la interdependencia entre todos los seres y de la unidad entre el sujeto con la vida cósmica y todos los entes vivientes del universo, es reflejo de una profunda ignorancia (pasiva o consciente), condición en que la persona está privada de la visión de que cada uno es un componente de la vida misma, que posee infinitas posibilidades. El sujeto, bajo la ignorancia, tiende a buscar su realización en la posesión material, el poder,… con una codicia impulsiva, descontrolada y frustrante centrada en la satisfacción de unos deseos compensadores de las carencias, y convierte las relaciones con los otros seres animados e inanimados en un campo de batalla, dominio y odio. El sistema somete con la ignorancia, esclaviza generando deseos compensatorios y miedo, seduce con la búsqueda del principio del placer individual, la búsqueda del éxito y la gratificación personal, y asegura resolver todos los problemas de los sujetos si se le delega el poder y se acepta su autoridad. El estado del nivel de estancamiento de la conciencia tiene que ver con los intereses estratégicos políticos. La decisión de cambio, aún individual, es un ejercicio político en si mismo, los cambios cuantitativos, aún pequeños van propiciando un salto cualitativo, una función de onda cuántica que reorganiza un estado de caos previo en un nuevo orden más complejo y estructurado. Participar en debates, compartir experiencias, participar en movimientos sociales que propician el derecho a la muerte digna, contribuye al cambio necesario. Informarse enterarse….
¡Ni se puede estar sometido al estado ni poner velas o rezos para que Gaia reaccione y resuelva el calentamiento global!
«Y como no hay ningún camino que regrese avancé sobre las aguas negras por el corazón de la noche» (Final de «Sueño de flautas» de Hermann Hesse). http://www.cuentosinfin.com/sueno-de-flautas/
Derecho a Morir Dignamente (DMD) es una asociación federal española que promueve el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla, y defender el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a, llegado el momento, morir pacíficamente y sin sufrimientos, si éste es su deseo expreso Asociación del derecho a morir dignamente http://www.eutanasia.ws/ http://blog.afdmd.org/
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha aceptado a trámite la denuncia interpuesta por la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) http://ateosdemadrid.org/ que aboga por la ilegalidad del currículo de la asignatura de Religión.
Tanto la semilla intacta
como la que rompe su cáscara
tienen las mismas propiedades.
Sin embargo, sólo la que rompe su cáscara
es capaz de lanzarse a la aventura de la vida.
Esta aventura requiere una única osadía:
descubrir que no se puede vivir
a través de la experiencia de los otros,
y estar dispuesto a entregarse.
No se puede tener los ojos de uno,
los oídos de otro, para saber de antemano
lo que va a ocurrir;
cada existencia es diferente de la otra.
No importa lo que me espera,
yo deseo estar con el corazón abierto para recibir.
Que yo no tenga miedo de poner mi brazo
en el hombro de alguien, ni aunque me lo corten.
Que yo no tema hacer algo que nadie hizo antes,
ni aunque que me hieran.
Déjenme ser tonto hoy,
porque la tontería es todo lo que tengo
para dar esta mañana;
me pueden reprender por eso,
pero no tiene
importancia.
Mañana, quien sabe, seré menos tonto.
(O tal vez no.)
Gibran Khalil Gibran