Giordano Bruno, quemado en Campo de’ Fiori el 17 febrero 1600
Ilustración: Evelio Gómez
Mikel García Garcia 2016
Explicación
Campo de’ Fiori (literalmente: Campo de flores), es una plaza de Roma que se encuentra en el rione Parione, al sur de la Plaza Navona. Hasta el siglo XV la plaza no existía y en su lugar había un prado florido, del cual deriva su nombre. En el 1456 el papa Calixto III hace pavimentar la zona como parte de un proyecto más amplio de remodelación de todo el rione de Parione. Por este motivo la plaza se hace un lugar de paso obligatorio para las personalidades más relevantes tales como embajadores y cardenales. Esto aportó un cierto bienestar a la zona: la plaza se convierte en la sede de un floreciente mercado de caballos que se llevaban dos veces a la semana (lunes y sábados), y en torno a ella surgieron muchos locales, albergues y talleres de artesanos. La plaza se convirtió en centro de varias actividades, ya sean comerciales o culturales como la «Taverna della Vacca» que perteneció a Vannozza Cattanei (amante de Alejandro VI).
Campo de Fiori, histórico y típico mercado durante el día, se transforma en el centro neurálgico de la movida romana durante la noche. La plaza, repleta de personas que durante la mañana pasean por entre las paradas de fruta y verdura, por la noche abre las puertas de restaurantes, bares y locales de ocio. Desde el año 1869 tiene lugar un mercado cuya atmósfera popular está bien recogida en la película Campo de’ Fiori del año 1943 con Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Dicho mercado se celebraba anteriormente en la Piazza Navona.
Durante siglos en la plaza Campo de Fiori En también tenían lugar las ejecuciones públicas. El 17 de febrero de 1600 el filósofo italiano Giordano Bruno fue quemado vivo por hereje y todas sus obras fueron puestas en el Índice de libros prohibidos por el Santo Oficio.
La primera estatua de Bruno se erigió en plena Republica Romana en 1849 y fue destruida por Pio IX en la Restauración. A finales del XIX los movimientos liberales rescataron la figura de Giordano Bruno y propusieron retornar la estatua en 1888, avalaron dicha propuesta Víctor Hugo, Bakunin y el compositor George Ibsen entre otros.
“Este monumento se planteaba como homenaje al libre pensamiento y, de paso, como ataque al Papa; lo cual provocó manifestaciones y algaradas entre partidarios y contrarios, “bruniani” y “antibruniani”, como se les conocía por aquel entonces. Finalmente, en junio de 1888, los anticlericales se impusieron en las elecciones municipales de Roma y el camino para el monumento quedaba libre. Un año después, el 9 de junio de 1889, entre amenazas del Papa de abandonar Roma y la algazara de sus contrarios, el monumento fue inaugurado oficialmente”. Mikel Zabaleta
El monumento es obra del escultor italiano Ettore Ferrari, donde se lee: BRUNO – IL SECOLO DA LUI DIVINATO – QUI DOVE IL ROGO ARSE («Bruno -el siglo que predijiste- aquí donde ardió la hoguera»).
La Ciencia honró así su memoria en el siglo XIX. Todavía no lo he hecho la Iglesia que lo entregó a las llamas. Con anterioridad, había quemado sus obras y tenido en prisión durante 10 años en las mazmorras del Palacio del Santo Oficio. Dirigía la Inquisición Roberto Belarmino. Ya en la pira, Bruno seguía proclamando sus ideas. Fue preciso perforar y atar su lengua para que no pudiera hablar. Muchos de los aterrados asistentes eran sus devotos seguidores. Había que borrar su rastro. Además, evitar el culto a sus reliquias. La Santa Inquisición se cuidó de arrojar huesos y cenizas al Tíber. En vano. Sus ideas resultaron contagiosas. Cual falla valenciana, su cuerpo atizonado se convirtió en faro de pensadores y acicate de heterodoxos. El sueño del Giordano se hizo realidad antes de finalizar el siglo que él inauguraba entre las llamas. La Ilustración europea vino a reclamar la autonomía de la razón ante los dogmas, el derecho individual ante el despotismo.
Este es el poema que dedicó a sus juzgadores y verdugos días antes de ser quemado
Decid ¿cuál es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana donde encendáis la hoguera
levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma.
¿Por qué? Porque las luces busqué de la verdad,
no en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
con dogmas y con ritos robados a otra edad,
sino en el libro eterno del Universo mundo
que encierra entre sus folios de inmensa duración
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué,
ha de trocar muy pronto la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la fe por la razón.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo,
todo lo grande, y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea
es intangible, eterna, divina, inmaterial…
Que no es ella el dios y la religión vuestra
sino la que forma con sus cambios la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario,
la que convierte al hombre de polvo en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz la de Tabor.
Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos,
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!
¿Cuál es vuestra doctrina? teñido de patrañas;
vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña;
vuestra razón, la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles.
Tenéis las bacanales, su pérfida maldad.
Como ellos sois farsantes, hipócritas y viles.
Queréis, como quisieron, matar a la verdad.
Mas… ¡Vano vuestro empeño! Si en esto vence alguno
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir,
«Respeto a los que mueren como muriera Bruno»
Y en cambio vuestros nombres… ¿Quién los podrá decir?
Ah, prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte.
Morir como yo muero… no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso, habrá quien triunfe y no en Roma… ¡Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño.
Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño.
Porque es la muerte un sueño que nos conduce a Dios…
Mas no a ese dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición.
Sino a ese Dios-Idea que en mil evoluciones
da a la materia forma y vida a la creación.
No al dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento.
Al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
al Dios de las bondades, no al dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar.
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio
de la verdad que sepa no me haréis apostar.
¡Más basta!… ¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra.
¡Cobardes!, ¿Qué os detiene?… ¿Teméis al porvenir?
¡Ah!… Tembláis. Es porque os falta la fe que a mí me sobra.
¡Miradme… Yo no tiemblo. ¡Y soy quien va a morir!
El poema condensa el sistema filosófico y el carácter extraordinariamente fuerte de Giordano. Nació en Nola (Nápoles) en 1548 y Filippo fue el nombre que recibió. Giordano lo adoptó al profesar en la Orden de Predicadores. Pronto destacó por su talento, su inconformismo y su criticismo. Por su heliocentrismo copernicano, sus ideas próximas al panteísmo y sus durísimas críticas a la disciplina y a dogmas católicos, fue acusado de herejía. Todavía era estudiante o recién ordenado presbítero. Dejó la Orden para no comprometerla. Huyó a Roma. Peregrinó por Europa enseñando en varias universidades. Sorbona, Oxford, Wittenberg. Escribió muchas e interesantes obras, que no pudieron ser destruidas por La Inquisición. Astrónomo, filósofo y poeta. Sus incursiones en Teología son de tipo filosófico. Su obra y legado van más allá de lo religioso y eclesiástico. Un modelo de lucha y resistencia pacífica.
El primer responsable de la condena y atroz muerte de Giordano fue el jesuita cardenal Roberto Belarmino. Un émulo en Roma del dominico Tomás de Torquemada, sádico inquisidor español. Belarmino fue canonizado y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI (a. 1930). Fue precursor de Jozef Ratzinger quien presidiría el Santo Oficio cuatro siglos más tarde.
A Galileo le salvaron de la hoguera su prudencia y la menor coherencia. Se retractó y pactó con los inquisidores. Se valió de un falso documento del recién fallecido Belarmino quien, en vida, lo había condenado. Un pacto con consecuencias positivas cuatro siglos después. Su rehabilitación por Juan Pablo II llegó en 1992. No así la de Giordano Bruno.
Ver: Giordano Bruno (1973) – Interrogatorio de la Inquisición
114 min Italia Director Giuliano Montaldo
https://www.youtube.com/watch?v=8lnaFjuCK0w
Frases de G. Bruno
“…el principio, el medio y el fin, el nacimiento, el aumento y la perfección de todo lo que vemos, se hace a partir de contrarios, a través de contrarios, en los contrarios, hacia los contrarios, y que donde hay oposición allí hay también acción y reacción, hay movimiento, hay diversidad, hay multitud, hay orden, hay grados, hay sucesión, hay alternancia vicisitudinal.”
“¿Por qué lo buscáis tan lejos escondido si en vosotros mismos halláis el paraíso?”
“Donde se ve la Lira de nueve cuerdas sube la madre Musa con sus nueve hijas: Aritmética, Geometría, Música, Lógica, Poesía, Astrología, Física, Metafísica, Ética.”
“No hay un arriba o abajo absolutos, como enseñó Aristóteles; ninguna posición absoluta en el espacio; sino que la posición de un cuerpo es relativa a las de los otros cuerpos.”
“Sofía.-…, los que son o se tienen por príncipes mayores, para mostrar con señales manifiestas esa su potestad y divina preeminencia sobre los demás, se ciñen la cabeza con la corona, la cual no es otra cosa que una figura de muchos cuernos que lo coronan en círculo, id est, le coronan la cabeza.”
El poeta CZESLAW MILOSZ recordó la Plaza estando en la trinchera mientras se quemaba el gueto de Varsovia:
Campo de fiori
A Roma in Campo de Fiori
Ceste di olive e limoni,
Selciato con spruzzi di vino
E con schegge di fiori.
Frutti rosati di mare
Ammassati sui banchi,
Bracciate d’uva nera
Sulle pesche vellutate.
Proprio su questa piazza
Fu arso Giordano Bruno,
Il boia accese il rogo
Fra il popolino curioso.
E appena il fuoco si spense,
La folla tornò a bere,
Ceste di olive e limoni
Sulle teste dei venditori.
Rammentai Campo de Fiori
A Varsavia presso la giostra,
Una chiara sera d’aprile,
Al suono d’una gaia orchestra.
La musica soffocava
Gli spari dal ghetto,
Volavano le coppie
Alte nel cielo terso.
A tratti il vento alle fiamme
Strappava neri aquiloni,
E la gente ridendo
La fuliggine afferrava.
Gonfiava le gonne alle ragazze
Quel vento dalle case in fiamme,
Scherzavano liete le folle
Nella domenica festosa.
Si dirà che la morale
E’ che a Varsavia o a Roma
La gente si diverte, ama
Incurante dei martiri sul rogo.
Oppure si vedrà la morale
Nella fugacità delle cose
Umane, nell’oblio che nasce
Prima ancora che il fuoco cessi.
Io invece pensavo allora
A quelli che muoiono soli,
Pensavo che quando Giordano
Salì su quel patibolo,
Non trovò nella lingua umana
Nemmeno una parola
Per dire addio all’umanità,
L’umanità che restava.
Già correvano a ubriacarsi,
A smerciare bianche asterie,
Ceste di olive e limoni
Recavan nel gaio brusìo.
E lui era già distante,
quasi fossero secoli,
La sua scomparsa nel fuoco
Essi attesero appena.
Di questi morenti, soli,
Già obliati dal mondo,
Anche la lingua ci è estranea,
Come lingua d’antico pianeta.
Finché tutto sarà leggenda
E allora dopo tanti anni
Nel nuovo Campo de Fiori
Un poeta accenderà la rivolta.
(1943, Varsovia)