Debate sobre el “complejo de Jonás”

Abraham Maslow acuñó la expresión «complejo de Jonás” . Aquí debato sobre este concepto pues en ocasiones se interpreta de un modo muy light, banalizando su complejidad y proponiendo «abandonar», como si resultará una nimiedad, la estructura defensiva que lo mantiene y obviando el análisis de su origen. Usaré los conceptos en su acepción junguiana.

Mikel García Garcia 18 diciembre 2015

Panteamiento del debate

Abraham Maslow acuñó la expresión «complejo de Jonás” describiendo aquel fenómeno por el cual tememos a lo mejor de nuestra interioridad: a nuestras máximas posibilidades, a nuestras cualidades más bellas, a nuestros talentos; nos asusta llegar a ser aquello que vislumbramos en nuestros mejores momentos.

Maslow se basó en el pasaje bíblico en el que Dios encomendó a Jonás que hiciese llegar su mensaje a Nínive, lugar donde reinaba el mal, y este huyó no creyéndose capaz de hacerlo. Entonces Dios le envió una ballena que se lo tragaría por 3 días y 3 noches. Después de ese lapso, la ballena lo vomitó y Jonás aceptó el destino para el que había sido escogido y llevó su mensaje a Nínive.

Aquí debato sobre este concepto pues en ocasiones se interpreta de un modo muy light, banalizando su complejidad y proponiendo «abandonar», como si resultará una nimiedad, la estructura defensiva que lo mantiene y obviando el análisis de su origen. Usaré los conceptos en su acepción junguiana.

El grado de complejo que atrapa a la persona puede ser mayor o menor intensidad: la persona se autolimita, se restringe, como si huyera del destino que estaría, más idóneamente, en condiciones de cumplir. Puede ver sus dones como una amenaza, y en vez de desplegarlos, los reprime. Con ello, reprime su más genuina identidad, su esencia, generándose a sí misma una tristeza muy característica que tiene, en verdad, cierto sabor a autotraición. Experimenta nostalgia del «sí mismo» que está amordazado.

El Complejo de Jonás, como todo complejo, se estructura en la interface de las presiones del inconsciente colectivo y las relaciones objetivas del sujeto con sus personajes cercanos en la crianza. El infante encuentra el personaje que percibe va a ser aceptado por sus adultos y rechaza, relegando a «la sombra» lo que le crearía problemas para ser «mínimamente amado y aceptado». En la sombra hay tanto lo negativo como lo positivo. Por eso el trabajo de integrar la sombra despliega potencialidades latentes. Pero es un trabajo iniciático, duro, de enfrentarse con lo rechazado y con los represores interiorizados. En el complejo de Jonás aparecen también, entre otras cosas, rasgos masoquistas de autoboicot,… La alusión a la ballena indica la existencia de un complejo materno atrapante que hay que traspasar, estando en él un tiempo suficiente, tres ciclos de noche y día, para elaborarlo. En un proceso terapéutico elaborar un complejo requiere profundizar en sus raíces, regredir, sufrir, reexperienciarlo, mantener la tensión, pasar por las fases alquímicas: nigredo,….

Es muy simple pensar que basta hablar de ello, mencionarlo, para superarlo, además del componente superyoico que interoduce en la dinámica del sujeto «ya lo sabes, ahora deja el complejo».

Es una expresión sádica, decir a alguien «lo que te pasa te lo has generado, ya lo sabes y si sigues en ello es porque quieres». Esto se aplica sea al complejo Jonás, a un cáncer,.. Y no es inocuo, genera indefensión, sentimientos de culpa,.. Y agrava el problema.

He tratado personas culpabilizadas por estar enfermas, presionadas por comunidades espirituales, víctimas del pensamiento simple, sádico y alienado que impera en nuestras sociedades.

Lo complejo es precisamente eso COMPLEJO y requiere una escucha abierta, amplificadora, analítica… de interiorización, hacia la individuación que integra el yo con el sí-mismo, el bien y el mal,.. Todas son facetas necesarias de existir y experimentar en el despliegue de la conciencia humana.

Reflexión sobre la tarea encomendada por dios a Jonás.

Al definir el Complejo de Jonás solo se aborda la superficie: no creerse sus potencialidades. Eso focaliza la atención e impide hablar sobre el fondo de la tarea encomendada: “confrontar el mal».

Confrontado a ella Jonás huye. Esta tarea es crucial en la individuación. La función trascendente, propuesta por Jung, empuja a su realización. Muchos empujes del Si-mismo se experimentan como algo trascendente numinoso que se interpreta religiosamente según los esquemas culturales.

Nadie puede escapar a esa tarea, pero pocos se sienten preparados. Desconfianza de la capacidad, miedo a la aniquilación por el mal o a ser poseído por el mismo. Sin resolver esta tarea el sujeto no sale de una participación mística que escinde el bien y el mal, considerándolos antagónicos y refugiándose en seguir -abrazándose a ellos como clavo ardiente-  los parámetros que marca lo que es un buen actuar desde una moral heterónoma. En esta tesitura uno no es bueno sino beato y posible candidato a juzgar y condenar a muerte a los transgresores de la moral imperante.

La tarea requiere sacrificio, enfrentar miedos, abandonar “seguridades aparentes” que castran, elaborar la propia neurosis, fortalecer el yo que se torna más humilde cuanto más fuerte, más conectado con las dimensiones arquetípicas. Un yo más complejo, integrado en los ciclos de la naturaleza sintiéndose participe de los mismos y comprendiendo la necesidad de acciones de colaboración activa para mantenerlos vivos. Sin miedo a destruir lo que los destruye. Filosofar a martillazos…

Pues integrar bien y mal implica experimentar que son dos aspectos necesarios para la conciencia humana. Uno puede ser juzgado como malo desde una óptica estrecha de moral heterónoma, pero siendo consciente de los riesgos y protegiéndose, actuará si es necesario en contra de la corriente ya que su funcionamiento será el de un sujeto con moral autónoma, que es lo más cercano, que podemos imaginar, a la ética del individuo humano.

Y, si se quiere, y uno asume sus consecuencias, no solo se puede negar a cumplir el mandato de dios a Jonás sino hacerle ver a este que está profundamente escindido y que necesita integrar su sombra, dejando en paz al hombre, sin exigirle que complete esa tarea suya. Mientras no lo haga no deja de interferir en el mundo de un modo negativo. ¿No era dios quien tenía que enfrentarse al mal de Nínive sin delegar a Jonás, ni usarlo como emisario de su poder?

Dios trató de reparar su pecado original enviando a su hijo a morir en la cruz, lo cual no resolvió el origen del error sino que introdujo otros inputs que aún se lo ponen más difícil al hombre, incrementando la confusión y reificación, solo cito alguno de ellos:

-La culpa del hombre solo la puede redimir dios (aunque para ello se haga hombre). El pecado original de Adán, fue inducido por Eva, seducida por el diablo (la sombra de dios).

Corolarios:

  1. Uno no puede redimir sus culpas, hay otros que lo pueden hacer por uno. ¡Cuántos trabajos de constelaciones familiares mezclan cristianismo y reencarnación! Pueden llegar a decir “… ahora sabemos que tu asma era consecuencia de que tu tatarabuelo mató a su criada y su crimen fue ocultado por la familia y quedó sin castigo en la tierra. Tú lo estás redimiendo y ahora él ha sido liberado de la culpa y tú te vas a curar del asma”
  2. Si Cristo ha sufrido tanto por ti, para redimirte, ¿Qué derecho tienes a desear una muerte sin dolor? ¡Se valiente, afronta el dolor y este lavará tus culpas! ¡Si no puedes no pasa nada, ya sabemos que eres imperfecto! ¡Que resistencia tienen los cristianos familiares y sanitarios, a empatizar con el muriente, aunque, a regañadientes han aceptado dulcificar su estado, por la presión social! No digamos la negativa a cualquier acción que se aproxime a una eutanasia: ¡la vida es de dios!

-Otra forma, secundaria, es la identificación del hombre con el amor de Cristo. ¡El amor redime! Sobre todo se les enseña a las mujeres a redimir a la bestia, y esperan, en su ideal del yo, ser capaces de perdonar al maltratador como prueba de amor que finalmente logrará que la bestia la trate bien y se cure de su brutalidad.

¿Qué es el mal?

Es frecuente aproximarnos mediante una definición negativa: la ausencia de bien o la inclinación a no hacer el bien. Pero entonces no encontramos con otro problema ¿Qué es el bien?

Ambos polos opuestos pueden ser idealizados, investidos y cargados de proyecciones, de necesidades… Se vive, como un caos, esa relación antitética que solo parece puede ser resulta con el predomino de uno de los dos polos sobre el otro.

Sin embargo Dios y el Diablo, personificaciones culturales de ese par antitético, están unidos en una colusión narcisista. Continuando con los relatos bíblicos, en el pasaje de las tentaciones de Job, se describe un desafío entre ambos. Usan a Job como prueba de su poder. Dios permite al diablo que vaya martirizando a Job para demostrar que este no perderá la fe. Gana Dios, pero ¿era necesaria esa tortura? Quizás Job la pudo soportar, pero muchos hijos (de padres que triangulan sus peleas con los hijos) sucumben, y se quedan atrapados en uno u otro de los progenitores. De hecho Job quedó atrapado en el lado de Dios.

El diablo por muy temible que sea no es más que una pequeña aproximación al Mal, pues es casi humano, es reconocible y representable, hace los mismos juegos de poder que los humanos, y como muchos hombres entra en pánico al contemplar los genitales femeninos que le muestra una mujer que no tiene miedo (cuadro de la edad media)..

¿Hay otros niveles del Mal? Si. Lo no representable, aquello que sentimos fuera de cualquier connotación objetal. Aquello que te mira sin deseo y para lo cual tú no entras en ningún tipo de valoración pues no eres nada.

Soportar esa experiencia del mal es muy difícil. ¡Es terrible!

La pareja colusionada de dios-diablo (pareja combinada), es un mal tolerable,…Más fácilmente son soportables dios o el diablo solo, cada uno por su parte, como luz y sombra uno del otro.

Es necesario salirse de esa colusión narcisista y de devolver a dios la parte que le corresponde de trabajo con su sombra.

¡Lo mismo que salirse de la colusión narcisista cuando los hijos son abocados a hacer las tareas no resultas de los padres!

Nicolás von der Flúe santo suizo que vivió en el siglo XV y tuvo una visión de la cara enojada de Dios ¡tan terrible que le afectó profundamente!, contemplar su propio rostro desde ese momento fue aterrador. ¿Significaría que el poder y la mente de Dios están escindidas del corazón de Dios y de los instintos de la naturaleza?

La tradición cristiana obliga a vivir bajo un solo punto de vista: lo que hace sentir bien es sentir que se es bueno, rechazando aspectos instintivos que se consideran negativos y, por extensión, hay que rechazar el Mal. Si “somos malos”, pero hacemos un acto de contrición todo queda perdonado. Esta es una defensa para no elaborar la culpa, que es la condición para asumir la propia responsabilidad.

Para que sea posible la evolución, no se puede vivir de acuerdo solamente a uno de los polos opuestos, vivir de manera unilateral, pues así se mantiene una psique sin energía. La energía psíquica se genera en el conflicto entre tendencias opuestas. El Árbol del Bien y del Mal, contiene los opuestos, representa el árbol del conocimiento, no es posible conocer algo en profundidad, sin conocer la existencia de su opuesto. Cuando Adán, inspirado por su parte femenina instintiva, decide comer su fruto, abre el camino a la posibilidad de una nueva existencia.

Al ser arrojado del paraíso, el hombre y la mujer  van a tener que sufrir y vivir de su propio esfuerzo, ¡cierto! La tensión en la confrontación con lo diferente en el proceso de maduración es constante. El reconocimiento y la aceptación de aspectos en uno mismo, conlleva sufrimiento.

Por lo tanto para hacer bien hay que hacer mal, como para construir primero hay que destruir. La materia orgánica se organizó seguramente de un colapso del estado caótico previo. Hacer el mal sin justificación, como elección, es la condición para poder elegir de verdad en qué posición quedarte.

El mal sin objeto va más allá. Lo anterior no es nada comparado con eso. El encuentro interno con el mal conlleva el terror a la locura, y el miedo todavía más aterrador, a ser poseído por las fuerzas obscuras. Quienes padecen un encuentro así, no desean confiárselo a nadie, situación que redunda en beneficio de los poderes obscuros que siempre se esfuerzan por mantenerse ocultos.

Jung habla del dios obscuro que quiere encarnarse: esto puede significar la aceptación de acciones ‘malas’, incluso espantosas, que la vida nos invita a cometer en aras de un propósito mayor. Solamente podría ser válido para la vida si la acción, rechazable desde una moralidad prevalente, se produce en consonancia con el Self, no con el ego. Esto generará al sujeto un sufrimiento real, al renunciar al ideal de una conciencia pura, en una interacción exigente entre el bien y el mal. El requisito de veracidad es que el sujeto de la acción sufra en su propia alma, sin dejarse vencer por la culpa, pues esta mantendría al sujeto paralizado y en la inercia de la negación de la vida, o podría llevarle a la autocompasión o ser causa de una inflación negativa.

Donald Meltzer también ha hecho una aproximación psicoanalítica al Mal.

Centrándome en, lo más digerible de, la discusión sobre Jonás.

Empezaré con esta cita de Jung en Recuerdos, sueños, pensamientos   Pág. 206

..Entonces se repitió una fantasía terrible: allí había algo muerto que todavía vivía. Por ejemplo, se llevaban cadáveres a crematorios y entonces se observaba que todavía vivían. Estas fantasías se agudizaron y se confundieron en un sueño:

Estaba en un lugar que me recordaba los Alyscamps junto a Arles. Allí se encuentra una avenida de sarcófagos que se remontan hasta la época de los merovingios. En el sueño, salía yo de la ciudad y veía ante mí una avenida parecida, con una larga hilera de tumbas. Se trataba de pedestales cubiertos de losas, sobre los cuales estaban los muertos de cuerpo presente. Yacían vistiendo antiguos sepulcrales los caballeros en sus armaduras, pero con la diferencia de que los muertos de mi sueño no estaban esculpidos en piedra, sino momificados de un modo extraño.

Me detuve ante la primera tumba y observé al muerto. Era un hombre de los años treinta del siglo XIX. Con interés contemplé sus vestiduras. De repente se movió y volvió a la vida. Separó sus manos y supe que ello sucedía, sólo porque yo lo estaba mirando. Con una sensación desagradable proseguí mi camino y llegué ante otro muerto que pertenecía al siglo XVIII. Sucedió lo mismo: cuando lo miré, volvió a la vida y movió las manos. Así fui recorriendo toda la hilera hasta que llegué, por así decirlo, al siglo XII, a un cruzado en cota de mallas, que también yacía con las manos juntas. Su semblante parecía tallado en madera. Le contemplé largamente, convencido de que estaba realmente muerto. Pero de pronto ví que un dedo de la mano izquierda comenzaba lentamente a moverse.

El sueño me preocupó durante mucho tiempo. Naturalmente había aceptado anteriormente la idea de Freud de que en el inconsciente se hallan reliquias de antiguas experiencias. Sueños como éste y la auténtica vivencia del inconsciente me llevaron a la opinión de que estos restos no son, sin embargo, formas muertas, sino que forman parte de la psiquis viva. Mis posteriores investigaciones confirmaron esta hipótesis y en el transcurso de los años surgió de ella la teoría de los arquetipos.

La finalidad de la cita es hacer hincapié en la necesidad del eje Sí-Mismo -yo, para la individuación. En la cita está claro que el yo despierta la vida del arquetipo al mirarlo con cierto temor, curiosidad e incluso desagrado. Jung, más delante, otorga a “la función trascendente” una fuerza motriz que tiende a integrar los dos polos. Esa puede expresarse mediante la compensación de una actitud unilateral de la conciencia haciendo que el inconciente presente una información del otro polo, en sueños, en sincronías….

La historia de Jonás, como otras de la biblia puede leerse desde varias perspectivas.

1.- La pedagógica literal que transmite y refuerza el mensaje que también está en otras partes de la biblia, como Job, Abraham…: Tienes que obedecer a Dios, él es bueno a pesar de que actúe de modo despiadado o tiránico, sabe lo que hace, y plegarte a sus designios, aunque no los entiendas, porque te resultará finalmente beneficioso. Si te resistes no te dejará en paz y sufrirás.

En el caso de Jonás la particularidad es predicar la destrucción de Nínive por el mal que reina en la ciudad.

¿Qué hace Jonás? No acepta el mandato. Se escapa (más adelante se excusa diciendo que no creía que Dios fuese a destruir pues ¡es bueno!). Se pliega al deseo de Dios tras la ballena. Se identifica con el mensaje hasta el punto de que cuando Dios perdona a Nínive se enfada con él y, además, pide la muerte antes de seguir vivo con esa afrenta.

¿Qué hace Dios? Le ordena. Lo castiga si no obedece y, hasta el extremo de que lo hace también cuando Jonás se enoja al sentirse engañado. Parece que dios le está enseñando algo: cuando hay arrepentimiento, es posible el perdón y la compasión.

2.- Una psicoanalítica. El superyó somete al yo, que se pliega masoquísticamente, y se defiende de la angustia incorporando al “yo ideal” el mensaje del superyó. Mediante esa defensa el yo es más fanático que el superyó original. Si el superyó le increpa por el fanatismo, no le queda al yo más que desear morir. Eso lo vemos en la dinámica de las relaciones padres (dioses) e hijos.

1 y 2, convergen en una explicación del fanatismo como consecuencia del sometimiento para no perder el amor o para sobrevivir. El fanático puede llegar a matar o aplaudir la represión, del distinto, del que no cumple la ley, del disidente, pues estos denuncian que ante la ley uno puede rebelarse y eso no es tolerable para el fanático pues le pone en crisis al mostrar su actitud como una defensa (brujas quemadas en la hoguera por la inquisición, chivos expiatorios…).

3.- La junguiana que también participa de una mitología común, del axis mundi, que está representado por el eje Sí-Mismo -yo, como árbol que conecta la tierra (historia, inconciente colectivo) y el alma (conciencia).

La junguiana va un poco más allá ya que contempla las anteriores (1 y 2) como verdades parciales.

El inconciente es mitológico, y algunos de sus contenidos están cargados de valores cósmicos, que reflejan las modalidades, los procesos y los destinos de la vida y de la materia viva. Se puede decir incluso que el único contacto real del hombre con la sacralidad cósmica se efectúa por el inconciente, ya se trate de sus sueños y de su vida imaginativa, ya de las creaciones que surgen del inconciente, (poesía, juegos, etc. etc.)’

El mito es el relato que nos hacemos, con nuestra capacidad simbólica, de un valor de la materia viva de los antecesores humanos que ha dejado una impronta cósmica. Tenemos una capacidad simbólica en los márgenes que permite nuestro desarrollo biológico (cerebro y otros órganos).

En la mitología babilónica Marduk ordena a Ea que cree al hombre, quien tendrá por tarea servir a los dioses para que éstos puedan descansar. Muchas serán las religiones que ‘aparecerán’ después de la ‘desaparición’ de los dioses, algunos de éstos matados por el hombre, vacío que es inmediatamente ocupado por otras figuras religiosas: La ciencia, la política…

Sin embargo la divinidad sobrevive en los arquetipos, y en ritos mediante los cuales se reactualiza, no se olvida jamás.

El hombre continúa la creación, pero necesita aprender, y ser enseñado.

Para el filósofo cultural alemán Jean Gebser que conoció y se hizo amigo del Psicólogo C.G. Jung, en la estructura integral de la conciencia, el origen se hace perceptible, lo espiritual se “concretiza” y la “luz no creada” se manifiesta.

 

El mito de Jonás, en lectura junguiana.

La función transcendente presenta en la conciencia la tarea de integrar el mal (un sueño en el que dios manda, una crisis personal o cualquier otra manifestación…), el sujeto afronta la tarea confrontando su sombra (que contiene “lo malo” rechazado), y lo hace según sus complejos, que ponen en marcha escapismos. Jonás con justificación (defensa neurótica) y seducción masoquista. Pero la tarea retornará complicando la existencia, incluso generando sincronías negativas (tormentas que pueden aniquilar al sujeto y a otros). Son sincronías porque el sujeto las reconoce relacionadas con el trabajo que no hace y del que se escapa. La evolución de Jonás no es hacia la individuación. Se defiende de integrar la sombra, el mal, con sus complejos. El arquetipo no es aprovechado Jonás acaba deseando morir, no ha aprendido a integrar su sombra y trascender el mal.

¿Por qué?

Seguramente porque tiene demasiados complejos: materno, paterno… y el paso por la nigredo o “noche oscura del alma” (ballena) no le sirve para un trabajo alquímico…

¡Necesita psicoterapia para elaborar el proceso!

Corolarios

Corolarios

Conviene hacer hincapié en que uno de los factores explicativos de sus complejos es la influencia que la posición 1 ha tenido sobre su desarrollo, pues la religión organizada contribuye, de varias formas, en el frenazo a la individuación.

Esta afirmación contradice las lecturas simplistas que afirman que el poder del arquetipo es suficiente para forzar al desarrollo y trascender las resistencias.

También desmonta la literalidad de considerar que el destino del hombre es descubrir y realizar lo que el Sí-Mismo le encomienda como tarea.

A veces se usa así la acepción “Deo Concedente” en el sentido de considerar que la individuación no la hace el sujeto sino que le acontece, poniendo énfasis en que lo importante es dejarse llevar por el Si-Mismo.

Sin embargo Jung tiene otra consideración como en el sueño referido al principio.

Según Paracelso la fuerza de la acción del astro en el hombre es la imaginatio, por la que fluye la influencia del «hombre interior superior», del Antrhopos, que es el Sí-Mismo de la psicología junguiana… «Nada hay en el hombre que no le sea dado por la luz de la naturaleza y lo que está en la luz de la naturaleza es obra del astro». La «lumen naturae», como ‘sapientia’ y ‘scientia’, es, en la alquimia paracélsica, la quinta essentia y yace «en nuestro corazón». Tal luz consiste en una especie de «captación intuitiva de las circunstancias, una forma de iluminación», estima Jung.

El Antrophos cobra vida cuando el yo lo mira.

Para finalizar el eje Si-Mismo – yo, hace manifiesto que la integración es de un orden superior a los componentes del sistema. No presupone que uno u otro polo son más importantes

El hombre interno superior, necesita ser iluminado por la conciencia, lo que cambia a ambas partes. Ambas crecen, los arquetipos cambian y la información del inconsciente colectivo se hace más saludable.

 

 

Mikel Garcia Garcia

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