El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

Mikel García García. 16 de octubre 2025

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor

 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Resumen, contenido, palabras clave

Resumen

La Parte B desarrolla una visión actualizada del principio de sincronicidad, integrando perspectivas académicas y simbólico-poéticas. Se propone la sincronicidad como un cuarto principio estructural de la realidad, complementario al espacio, tiempo y causalidad, donde el sentido actúa como conexión acausal entre psique y materia. Esta conexión se fundamenta en el inconsciente psicoide, un sustrato unificador previo a la distinción entre lo interno y externo, lo mental y lo físico.

Desde el enfoque académico, se establece un diálogo entre la psicología junguiana, la física cuántica y la alquimia. La no-localidad y el entrelazamiento cuántico ofrecen un paralelismo con la acausalidad sincronística, sugiriendo un orden implicado (Bohm) o campo unificado donde mente y materia coexisten como expresiones de una misma totalidad. La emoción se identifica como el factor que distingue una sincronicidad auténtica de una mera coincidencia, actuando como resonancia interna que confirma el significado compartido entre evento psíquico y físico.

En la parte simbólico-poética, la sincronicidad se presenta como un acto estético donde el universo se autorrevela a través de coincidencias significativas. El símbolo funciona como lenguaje mediador, traduciendo lo invisible en forma tangible, en una coniunctio oppositorum que une los planos interno y externo. El arte se equipara a la sincronicidad: ambos son manifestaciones de un mismo principio creador donde la totalidad se expresa a través de la conciencia humana.

La propuesta culmina con la tétrada del mundo (espacio, tiempo, causalidad y sincronicidad), invitando a una ciencia del sentido que supere la fragmentación entre sujeto y objeto, razón y espíritu. La sincronicidad, así entendida, no es un fenómeno paranormal, sino la huella de una unidad profunda que se manifiesta cuando la conciencia participa activamente en la revelación de un orden significativo en el cosmos.

 Palabras clave:

  1. Sincronicidad

  2. Inconsciente psicoide

  3. Sentido

  4. Acausalidad

  5. Unus mundus

  6. Coniunctio oppositorum

  7. No-localidad

  8. Entrelazamiento cuántico

  9. Orden implicado

  10. Emoción

  11. Símbolo

  12. Tétrada

Ensayo

Presentación.

El presente trabajo se estructura en dos grandes partes —una revisión teórica y una elaboración propia— con el propósito de actualizar y expandir el principio de sincronicidad formulado por C. G. Jung en diálogo con el físico Wolfgang Pauli.

  1. Revisión del estado del arte

Esta sección revisa los fundamentos conceptuales del principio de sincronicidad según los textos originales de Jung (1952) y su contexto histórico-científico. Y con ideas principales extraídas a modo de apuntes.

Este apartado constituye el estado del arte sobre el concepto, y establece el marco desde el cual se desarrolla la interpretación posterior.

  1. Elaboración.

B.1. Parte académica

En esta parte se propone una lectura actualizada del principio de sincronicidad como un cuarto eje de la realidad —junto a espacio, tiempo y causalidad— que introduce el sentido como principio estructurante.

El texto articula un diálogo entre la psicología analítica, la alquimia, la física cuántica y la neurociencia, proponiendo la sincronicidad como fenómeno de coherencia entre la conciencia humana y el orden del cosmos.

En este marco, se plantea la idea de una posible “ciencia del sentido”, capaz de integrar causalidad y acausalidad, materia y significado, dentro de una comprensión ampliada del ser.

B.2. Parte simbólico-poética.

La segunda parte traduce el contenido teórico en un lenguaje poético y curatorial.
Aquí la sincronicidad se presenta como acto estético y revelación del inconsciente psicoide: un momento en que el alma y el mundo se reflejan mutuamente.
El texto se despliega como una meditación visual y sonora, donde la alquimia, el arte y la física se entrelazan en un mismo gesto creador.

Cada sincronicidad se interpreta como una obra de arte del universo, una resonancia entre el símbolo y la materia, una forma en la que el cosmos se contempla a sí mismo a través de la conciencia humana.

Sentido global del documento.

El conjunto del trabajo propone una visión unitaria del ser donde psique, materia y sentido no se oponen, sino que forman una totalidad dinámica.

La sincronicidad es aquí entendida como la puerta de entrada a esa unidad, un fenómeno liminar donde el inconsciente psicoide manifiesta su poder creador tanto en la ciencia como en el arte.

En su doble vertiente —académica y poética—, el documento busca tender un puente entre el conocimiento racional y la experiencia simbólica, ofreciendo un marco contemporáneo para pensar la relación entre conciencia, cosmos y significado.

Un puente que sirva para comprender y aplicar en la propia individuación y en el trabajo clínico.

A.- Revisión del estado del arte.

Mediante el Principio de sincronicidad (sin- del griego συν-, unión, y χρόνος, tiempo), C. G. Jung intenta dar cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto.

Jung describe casos clínicos en los que se da el fenómeno y precisamente por el asombro de estos eventos empieza a formular el principio.

Será a través de dos de sus escritos de 1952 como expondrá el concepto de sincronicidad:

  • Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.
  • Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son «concordancias significativas acausales».

Para Jung, la sincronicidad es, «la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante…». «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera acausal». «Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar».

No puede tratarse en definitiva de causa y efecto, «sino de una coincidencia en el tiempo, de una especie de simultaneidad», de ahí el término sincronicidad. Se describe la sincronicidad «como una relación entre tiempo y espacio psíquicamente condicionada.

Para evitarse malentendidos «lo diferenciaré del término sincronismo, que constituye la mera simultaneidad de dos sucesos».

La acausalidad es esperable cuando parece impensable la causalidad. Ante la causalidad solo resulta viable la evaluación numérica o el método estadístico. Las agrupaciones o series de causalidades han de ser consideradas causales mientras no se sobrepasen los límites de la probabilidad. Si así se demostrara implicaría un principio acausal o conexión transversal de sentido.

Pero esta posibilidad se da solo cuando la psique se observa a sí misma, es decir, a partir de la manifestación de lo inconsciente, de los arquetipos de lo inconsciente colectivo caracterizado como psicoide que tiene la propiedad de Transgresividad.

 

Los casos de coincidencias de sentido parecen sustentarse en una base arquetípica:

  1. El factor emocional resulta ser altamente significativo. La afectividad está basada en el arquetipo.
  2. A su vez existe como característica común cierta imposibilidad.

Constaría así mismo de dos factores:

1.Una imagen inconsciente accede a la consciencia directamente o simbolizada como sueño, ocurrencia o presentimiento.

2.Una situación objetiva en la realidad material coincide con dicho contenido psíquico.

 

Jung aborda ciertos métodos intuitivos (mánticos) de larga tradición: el I Ching oriental y la Geomancia occidental. Dirigirá entonces su interés hacia la Astrología, llevando a cabo un extenso experimento astrológico.

 

La sincronicidad constituye en sí misma «una magnitud sumamente abstracta e inmaterializable». Representa un criterio de comportamiento al igual que el espacio, el tiempo y la causalidad.

Se renunciaría así a la hipótesis de una conciencia asociada a un cerebro vivo, el factor formal sería ajeno a una actividad cerebral. De ahí que se plantee la pregunta de si todo proceso psicofísico tendría como fundamento la sincronicidad y no la causalidad. De esta última se deducen dos posibilidades que ponen en entredicho la experiencia y el entendimiento:

1.Procesos físicos generan la psique.

2.Psique inmaterial que determina procesos físicos.

 

De este modo, la sincronicidad, o disposición acausal o con sentido, representaría una posibilidad de esclarecimiento de la encrucijada cuerpo-alma o paralelismo psicofísico. En esta dirección apunta el «saber absoluto», o sentido absoluto, implícito al fenómeno, caracterizado de trascendental al hallarse en un espacio psíquicamente relativo o continuum espacio-temporal irrepresentable.

 

En conclusión, la clásica imagen física tríadica del mundo compuesta de espacio, tiempo y causalidad se convertiría en una tétrada o cuaternio al unírsele la sincronicidad. Ello posibilitaría un juicio global que se aproximaría a un concepto unitario del ser eliminándose la incompatibilidad entre sujeto y objeto.

 

«La sincronicidad en sentido estricto sólo es un caso especial de un orden general acausal que da lugar a actos de creación en el tiempo»

 

Debe evitarse interpretar toda situación aparentemente sin causa como acausal. La sincronicidad solo acontece cuando ni siquiera es pensable una causa. Es decir, dicha «falta de explicación» incluye:

  1. Una causa desconocida.
  2. Dicha causa no es pensable intelectualmente.

 

Todo fenómeno sincronístico puede clasificarse en tres categorías:

  1. Coincidencia psíquica simultánea del observador con un acontecimiento exterior que se corresponde con dicho estado psíquico sin que medie entre ambos ninguna vinculación causal.
  2. Coincidencia psíquica más o menos simultánea con un acontecimiento exterior distante en el espacio y verificable a posteriori.
  3. Coincidencia psíquica con un acontecimiento distante en el tiempo y verificable a posteriori.

 

En psicología y ciencia cognitiva, el sesgo de confirmación es una tendencia a buscar o interpretar nueva información de manera que confirme las ideas preconcebidas propias y evite información e interpretaciones que contradigan creencias previas. Es un tipo de sesgo cognitivo y representa un error de inferencia inductiva, o como una forma de sesgo de selección hacia la confirmación de la hipótesis bajo estudio o refutación de una hipótesis alternativa. El sesgo de confirmación es relevante en la enseñanza del pensamiento crítico, pues este se ejecuta incorrectamente si un escrutinio crítico riguroso es aplicado sólo para evidenciar el desafío de una idea preconcebida, pero no para evidenciar lo que la apoya.

Wolfgang Pauli fue severamente crítico con el sesgo de confirmación, emprendió algún esfuerzo en investigar el fenómeno, siendo coautor con Jung de una obra sobre el tema. Algunas pruebas que Pauli citó eran que ideas que se producían en sus sueños tendrían analogías sincronísticas en la correspondencia posterior con colaboradores distantes.

Se ha afirmado que la teoría de la sincronicidad de la psicología analítica de Jung es equivalente a la intuición intelectual.

 

Precursores de la sincronicidad, en modos de conciencia mágica.

  1. Filosofía china: el Tao o sentido, Lao-Tsé: Tao Te King. Ch´uang-Tsé. La nada que ordena el mundo sensorial, concepción taoísta de la totalidad, teoría filosófico-natural medieval de la correspondencia, la simpatía de todas las cosas.
  2. Filón de Alejandría: el hombre como microcosmos que contiene las imágenes de las naturalezas de las estrellas.
  3. Plotino: almas individuales procedentes de una única alma universal
  4. Agrippa de Nettesheim: «Omnia plena diis esse»: todo está lleno de dioses. El alma del mundo como espíritu que todo lo penetra.
  5. Johann Kepler cita a Aristóteles: el mundo inferior unido al cielo, sus fuerzas gobernadas desde arriba. Correspondencia fundamentada en la tierra, animada por el anima telluris.
  6. Leibniz: armonía preestablecida o sincronismo absoluto entre sucesos psíquicos y físicos (mónadas).

B.- Elaboración de Mikel Garcia

B.1.- Parte académica

  1. Introducción: del paradigma causal al principio de sentido.

La historia de la ciencia occidental ha estado sostenida por el principio de causalidad: todo fenómeno tiene una causa que lo explica dentro de una cadena lineal de determinaciones. Sin embargo, el siglo XX introdujo una fisura profunda en esta visión: la física cuántica mostró que el comportamiento de la materia no siempre puede describirse mediante relaciones causales. A esta crisis del determinismo se sumó, desde el ámbito de la psicología profunda, la propuesta de Carl Gustav Jung del principio de sincronicidad, una forma de conexión acausal entre eventos psíquicos y materiales unidos por un significado común.

El principio fue desarrollado en estrecha colaboración con el físico Wolfgang Pauli, quien reconocía en los procesos subatómicos una dimensión no causal análoga a la que Jung observaba en el psiquismo. Ambos intentaron, con lenguajes distintos, articular una visión unitaria de la realidad donde mente y materia no se excluyeran, sino que se reflejaran mutuamente.

  1. La sincronicidad en Jung: una conexión acausal de sentido

Jung definió la sincronicidad como “la coincidencia temporal de dos o más sucesos no relacionados causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante”. En otras palabras, un acontecimiento psíquico interno —un sueño, una intuición o un presentimiento— coincide con un hecho externo de manera acausal, pero con un sentido compartido.

Para explicar este tipo de conexión, Jung recurrió a la noción de inconsciente psicoide: una zona liminar entre la psique y la materia, un fondo de realidad común donde ambas se encuentran antes de diferenciarse. El inconsciente psicoide no pertenece estrictamente al mundo interior ni al exterior, sino que constituye el sustrato unificador que posibilita la emergencia simultánea de fenómenos mentales y físicos correlativos.

Desde este punto de vista, la sincronicidad no sería un “milagro” ni una superstición, sino una manifestación estructural del inconsciente psicoide. En ella, el significado actúa como principio organizador de la realidad, tal como la causalidad organiza los procesos físicos.

III. El trasfondo alquímico y místico: el unus mundus

La idea de un fondo unitario entre espíritu y materia tiene raíces antiguas. La alquimia medieval, a la que Jung dedicó extensos estudios, concebía el cosmos como un organismo animado por un principio común, el spiritus mundi. Los alquimistas buscaban la coniunctio oppositorum, la unión de los contrarios —fuego y agua, sol y luna, alma y cuerpo— como símbolo de la totalidad.

Jung reinterpretó esta tradición en términos psicológicos: la coniunctio corresponde al proceso de individuación, y la materia alquímica a las imágenes del inconsciente. En este marco, el inconsciente psicoide cumple la función del spiritus mercurialis: mediador entre lo visible y lo invisible, entre la mente consciente y el mundo material.

Cuando un fenómeno sincronístico ocurre, el unus mundus —la realidad una e indivisible— se hace momentáneamente visible. La sincronicidad es, así, una epifanía de la unidad subyacente del ser, una grieta en la percepción dualista que separa al sujeto del mundo.

La “coincidencia significativa” es un momento de coniunctio —la unión de opuestos— donde la realidad se muestra como totalidad indivisible.

Por eso Jung consideraba la sincronicidad no solo un fenómeno psicológico, sino un acto de creación en el tiempo, es decir, una irrupción del orden invisible en la trama de los acontecimientos.

  1. Correspondencias cuánticas: acausalidad y totalidad

La física cuántica ha introducido un modo de pensar que resuena con la intuición junguiana y permiten reinterpretar la sincronicidad desde un lenguaje científico actual (sin reducirla). Entrelazamiento cuántico y la no-localidad como analogías del vínculo acausal: Dos partículas entrelazadas mantienen correlaciones instantáneas sin mediación causal, incluso separadas por grandes distancias. Esta “no-localidad” recuerda la acausalidad jungiana. Si se considera que mente y materia emergen de un mismo campo fundamental, las sincronicidades podrían verse como resonancias cuántico-arquetípicas entre niveles distintos de ese campo. Este fenómeno, descrito por Einstein como “acción fantasmagórica a distancia”, sugiere un tipo de orden no local que trasciende el espacio y el tiempo.

Campo unificado / información cuántica: David Bohm, en su interpretación del “orden implicado”, propuso que las partículas no son entidades separadas, sino manifestaciones desplegadas de una totalidad subyacente. Esa totalidad —el campo cuántico— contendría implícitamente toda la información del universo. En un sentido profundo, el inconsciente psicoide junguiano podría entenderse como análogo psicológico de ese orden implicado: un campo de potencialidad donde lo mental y lo material coexisten en estado de latencia. Ervin Laszlo (campo akáshico) ofrece también un marco para pensar la sincronicidad como manifestación de un orden subyacente de información que conecta todos los sistemas. Jung intuía algo similar cuando afirmaba que la sincronicidad implicaba un “saber absoluto” o “sentido trascendental”.

Asimismo, la noción de “colapso de la función de onda” introduce la idea de que el acto de observación participa en la configuración de la realidad. En una sincronicidad, el sujeto no es un espectador pasivo, sino parte del sistema total que genera el evento. La conciencia y el mundo se codeterminan en un mismo acto de revelación de sentido. En la mecánica cuántica, el acto de observación no es pasivo; el observador participa en la configuración del fenómeno. De modo análogo, en la sincronicidad, la conciencia del observador es parte del sistema: el acontecimiento externo cobra sentido solo en relación con su estado interno.

  1. Neurociencia, emoción y coherencia del significado

El fenómeno sincronístico podría confundirse con el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia del cerebro a reconocer patrones que confirmen creencias previas. El sesgo de confirmación puede confundir coincidencias ordinarias con sincronicidades. Lo mismo que lo mismo que el sesgo teleológico creyendo que todo lo que sucede tiene un sentido para quien lo observa.

Sin embargo, Jung subraya que la sincronicidad no es una mera coincidencia interpretada subjetivamente: se distingue por su carga afectiva intensa y por el carácter transformador de la experiencia. El sujeto que experimenta el fenómeno necesita tener una capacidad simbólica para aprovecharlo en una ampliación del yo y la conciencia. En ocasiones el fenómeno puede regredir al sujeto a un estado disfuncional, en sus relaciones, mundo interno e incluso generando enfermedades somáticas en su cuerpo o alteraciones graves en sus relaciones o personas vinculadas, a veces esto se denomina sincronía negativa.

Las neurociencias actuales sugieren que los estados de alta significación emocional se asocian a picos de coherencia neuronal entre regiones corticales y límbicas. Esto podría corresponder a momentos en los que la mente alcanza un estado de resonancia simbólica con el entorno. En tal estado, el inconsciente psicoide podría funcionar como un “campo de coherencia” donde las configuraciones internas y externas se sincronizan bajo un mismo patrón informacional.

  1. Hacia una ciencia del sentido.

La sincronicidad desafía el paradigma científico tradicional porque introduce el significado como principio organizador de los fenómenos. No se trata de negar la causalidad, sino de ampliarla. Mientras la causalidad explica cómo las cosas ocurren, la sincronicidad se pregunta por qué adquieren sentido. La realidad no se reduce a causalidad lineal, sino que incluye dimensiones de resonancia de significado.

Autores contemporáneos como Ervin Laszlo o Rupert Sheldrake han propuesto teorías del campo informacional o campos mórficos que podrían servir de puente entre la mente y la materia. En estos modelos, la información o el sentido actúan como un principio estructurante no local, semejante al inconsciente psicoide junguiano. La psique y la materia no son entidades separadas, sino expresiones complementarias de un campo unificado.

La integración de estos enfoques apunta hacia una física de la mente, donde la realidad es concebida como una red de procesos informacionales interdependientes, y donde los símbolos y las experiencias de sentido poseen eficacia ontológica.

Los fenómenos sincronísticos serían momentos en los que la totalidad se autorrefleja, permitiendo que el individuo perciba el tejido invisible que lo conecta con el cosmos.

En lenguaje actual, podríamos decir que la sincronicidad revela un orden cuántico de la conciencia, donde la información y la materia son intercambiables, y donde el símbolo actúa como puente operativo entre niveles de realidad.

VII. La tétrada del mundo

Jung propuso que el mundo no puede comprenderse plenamente mediante la tríada clásica de espacio, tiempo y causalidad. Es necesario añadir un cuarto elemento: la sincronicidad, como principio acausal de conexión significativa. Con esta ampliación, el universo se presenta como una tétrada viva, donde cada fenómeno puede ser leído tanto causal como simbólicamente. Una propuesta consiliente, antitética al reduccionismo, que enfatiza la complejidad.

La clave está en la noción de inconsciente psicoide, una forma intermedia entre lo psíquico y lo material, que tiene la propiedad de la Transgresividad (paso de información de una a otra parte). Este inconsciente psicoide es un arquetipo, ha sido percibido por pensadores anteriores a Jung, con explicaciones coherentes a estadios de la conciencia arcaica o mágica.  También estructura la realidad objetiva, operando como patrón de organización simbólica en ambos planos.

En este sentido, el fenómeno sincronístico sería una manifestación del inconsciente colectivo en el mundo físico: una “concordancia significativa” que revela que ambos planos —mente y materia— son expresiones distintas de una misma totalidad.

El inconsciente psicoide representa el fondo común del que emergen ambos modos de conexión. Es el ámbito preformal donde la psique y la materia son aún inseparables. Las sincronicidades serían entonces actos de creación en el tiempo, momentos en que la totalidad se autorrefleja a través de la conciencia humana.

En un plano epistemológico, el principio de sincronicidad nos invita a trascender la fragmentación entre ciencia y espíritu, razón y mito, sujeto y objeto. En un plano existencial, nos recuerda que cada experiencia significativa es también una participación en el tejido invisible del cosmos.

 

B.2. Parte simbólico-poética

 

El hilo invisible: sincronicidad y el inconsciente psicoide

 

Hay momentos en que el mundo se inclina hacia nosotros,

como si respondiera a una pregunta que nunca dijimos en voz alta.

Un pensamiento, un sueño, una imagen interior…

y entonces, una señal externa, un suceso, un gesto del azar

que resuena en la misma frecuencia de sentido.

Eso que Jung llamó sincronicidad —la coincidencia significativa sin causa—

es una grieta luminosa en la continuidad del tiempo,

un espejo donde el alma reconoce que también es materia.

 

El inconsciente psicoide: raíz común de todas las formas

 

Para Jung, la sincronicidad no era un capricho del azar,

sino la huella de una unidad más profunda entre el mundo interno y el externo.

En el fondo de ambos palpita un mismo tejido:

el inconsciente psicoide,

una dimensión anterior a toda separación,

donde la psique y la materia aún no se distinguen.

 

Desde allí emergen las imágenes que soñamos

y los sucesos que parecen responder a nuestros sueños.

No como causa y efecto,

sino como dos reflejos simultáneos de una misma corriente.

El sentido no es producto del pensamiento,

sino el modo en que el universo se reconoce a sí mismo en nosotros.

 

El lenguaje del símbolo y la alquimia del encuentro

 

En la alquimia, el mercurio era el espíritu que mediaba

entre el fuego y la tierra, entre lo volátil y lo sólido.

Así actúa el inconsciente psicoide:

como un mercurio interior que une las orillas del alma y del cosmos.

 

Cada sincronicidad es una coniunctio,

una unión de opuestos donde el sujeto y el mundo se funden.

Durante un instante, el unus mundus —el mundo uno—

se revela a través de una coincidencia que no puede explicarse,

solo experimentarse.

 

El símbolo es su lenguaje.

No describe: enlaza.

Es un puente que traduce lo invisible en forma,

la emoción en materia,

el arquetipo en acontecimiento.

 

Resonancias cuánticas: la materia que piensa

 

Las nuevas físicas han empezado a hablar en susurros alquímicos.

El entrelazamiento cuántico une partículas separadas por años luz,

como si recordaran su origen común.

En el fondo, la materia se comporta como si supiera algo de sí misma.

David Bohm la llamó “orden implicado”:

un océano invisible donde todo está ya conectado

antes de desplegarse en la forma.

 

Quizás el inconsciente psicoide sea eso mismo en la psique:

un campo profundo de coherencia,

un orden implícito donde pensamiento y materia son una sola onda.

Cuando ocurre una sincronicidad,

ese orden invisible se pliega momentáneamente hacia la superficie,

y la realidad se organiza no por causa,

sino por significado.

 

La emoción como brújula del sentido

 

No toda coincidencia es una sincronicidad.

Solo aquellas que nos tocan el corazón,

que producen una vibración de asombro o certeza interior,

pertenecen a ese orden acausal.

 

La emoción no es un error cognitivo,

sino el órgano del alma para reconocer el sentido.

En el instante sincronístico,

la mente y el mundo laten al unísono:

una coherencia viva entre el ritmo del pensamiento

y la música secreta de las cosas.

 

La ciencia del alma y la estética del cosmos

 

Jung y Pauli imaginaron una ciencia que no expulsara al espíritu,

ni una mística que negara la razón.

La sincronicidad era para ellos la puerta hacia una nueva epistemología,

donde el conocimiento se produce en la relación, no en la distancia.

 

En el laboratorio del alma, el observador y lo observado se transforman mutuamente.

El símbolo es la materia prima de esa alquimia:

no explica, sino que une.

En el arte, como en la sincronicidad,

el sentido aparece cuando algo invisible se hace forma

y algo íntimo se hace mundo.

 

El cuarto elemento

 

Durante siglos pensamos la realidad como una tríada:

espacio, tiempo y causalidad.

Jung añadió un cuarto principio: la sincronicidad,

la dimensión del sentido.

 

En esa tétrada, el inconsciente psicoide ocupa el centro,

como matriz del ser.

Desde allí brotan tanto las leyes del cosmos como los sueños humanos.

Y quizás, cuando una sincronicidad ocurre,

no sea el universo el que nos responde,

sino la totalidad que, por un instante,

se ve a sí misma a través de nuestros ojos.

 

Epílogo: arte como sincronicidad

 

Toda obra de arte es una forma de sincronicidad:

una materia que se deja habitar por el espíritu,

una imagen que revela una correspondencia invisible.

 

El artista no inventa, sintoniza.

Escucha el murmullo del inconsciente psicoide,

ese campo donde el tiempo y el alma aún no se han separado,

y traduce su vibración en forma, color o sonido.

 

La creación —como la sincronicidad—

es un acto en el que el universo se sueña a sí mismo.

Conclusiones

Conclusiones.

Hacia una Ciencia del Sentido

  1. La sincronicidad como cuarto principio: Se consolida como un pilar ontológico complementario al espacio, tiempo y causalidad, permitiendo una comprensión integral de la realidad donde el significado organiza conexiones acausales.
  2. Naturaleza del inconsciente psicoide: Este sustrato transgresor actúa como campo unificado previo a la distinción mente-materia, explicando cómo los arquetipos se manifiestan simultáneamente en lo psíquico y lo físico.
  3. Integración ciencia-espiritualidad: La física cuántica (no-localidad, entrelazamiento) y la alquimia (unus mundus) proporcionan marcos coherentes para entender la sincronicidad sin reduccionismos, validando su base en un orden implicado de la realidad.
  4. La emoción como validador: La carga afectiva intensa diferencia las sincronicidades auténticas de las coincidencias banales, funcionando como un órgano de percepción simbólica que certifica la resonancia de significado significado.
  5. Epistemología de la participación: El observador es parte activa del fenómeno sincronístico, en un diálogo co-creativo donde conciencia y mundo se reconfiguran mutuamente.
  6. Manifestación artística: El arte y la sincronicidad comparten esencia: ambos son actos de traducción de lo invisible a lo visible, donde el símbolo media entre el espíritu y la materia.
  7. Trascendencia de opuestos: La sincronicidad opera como coniunctio oppositorum, disolviendo las dicotomías sujeto-objeto y razón-espíritu hacia una visión unitaria del ser.
  8. Aplicabilidad transformadora: Reconocer este principio permite trabajar con las sincronicidades como herramientas de individuación e indicadores de coherencia psico-cósmica en el desarrollo humano.

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