Fuego, diosas y sombra: Deméter, Artemisa, Casandra y los incendios en España
1. Introducción: un país en llamas
Cada verano, España se enfrenta a incendios forestales que arrasan miles de hectáreas. El fenómeno se explica por la combinación de factores meteorológicos —olas de calor, sequías, rayos— y humanos —negligencias, especulación urbanística, piromanía—. Sin embargo, más allá de las estadísticas y las causas inmediatas, los incendios pueden ser leídos como símbolos arquetípicos, una irrupción de fuerzas ancestrales que revelan la ruptura del pacto entre humanidad y naturaleza.
En la tradición griega, el mito del titán Prometeo aporta un contrapunto esencial al tema de los incendios y su lectura simbólica. Prometeo, cuyo nombre significa “el que piensa antes” (Hesíodo, Teogonía, v. 507), roba el fuego a los dioses para entregarlo a los humanos, permitiéndoles desarrollar la técnica, la cultura y la civilización. En este gesto se cifra la confianza en la capacidad humana de transformar la naturaleza mediante el ingenio, pero también la condena de un exceso: Zeus, ofendido, lo castiga encadenándolo y sometiéndolo a un suplicio eterno.
Hoy, esta tensión entre el fuego creativo y el fuego destructor se manifiesta de nuevo. El fuego de Prometeo es el que impulsa la ciencia y la tecnología para prevenir y combatir incendios, pero también el que, en su reverso sombrío, se convierte en llama devastadora que devora montes, casas y vidas. En los incendios actuales vemos cómo el fuego deja de ser mera energía y se convierte en un ser vivo que cambia las condiciones del aire, del viento y de la tierra para seguir extendiéndose, como si recuperara su autonomía divina.
2. Deméter: la tierra cultivada y su abandono
En el Himno Homérico a Deméter, la diosa se retira tras el rapto de su hija Perséfone, causando esterilidad en los campos:
“Deméter, en su cólera, apartó sus manos de la tierra fecunda. Hizo marchitar las siembras y dejó que los campos quedaran estériles” (Himno Homérico II, a Deméter, vv. 305-310)¹.
El mito muestra que la ausencia de Deméter se traduce en hambre y devastación. Del mismo modo, el abandono rural en España —pérdida del pastoreo, despoblación, fin de los usos tradicionales del fuego— ha generado un paisaje donde el monte se convierte en combustible.
Como señaló Mircea Eliade: “Cuando se rompe la relación con lo sagrado, la naturaleza se transforma en materia inerte, susceptible de ser explotada o devastada sin límite” (Eliade, 1957/1998, p. 142)².
La retirada de Deméter es hoy visible en la despoblación rural y en el colapso de prácticas agrícolas que mantenían el equilibrio del territorio.
3. Artemisa: la selva herida y vengativa
Artemisa, diosa de los bosques, encarna la ambivalencia entre protección y venganza. Ovidio relata el castigo a Acteón, transformado en ciervo por haberla contemplado desnuda:
“Ella le roció con agua de la fuente, diciendo: ‘Ahora vete y cuenta que me has visto desnuda, si puedes’. Y al instante brotaron cuernos en su frente” (Metamorfosis III, vv. 138-142)³.
Así, el bosque profanado reacciona con furia. Vernant señala que:
“El bosque es el espacio de Artemisa: agreste, indomable. La transgresión de sus leyes provoca la violencia de su cólera” (Vernant, 1990, p. 221)⁴.
Los incendios actuales parecen, en este sentido, una respuesta vengativa del territorio herido.
4. El rayo y la furia de los dioses
Muchos incendios se inician por rayos, fenómenos atmosféricos que en la mitología griega eran armas divinas. El rayo de Zeus no era solo castigo, sino también manifestación de su soberanía. Hesíodo describe cómo el dios lo blande para imponer orden:
“Zeus lanzó el ardiente rayo desde el Olimpo; brilló la vasta tierra y resonó el cielo” (Teogonía, v. 687)⁵.
En esta perspectiva, los incendios provocados por rayos no serían meros accidentes, sino recordatorios de que la naturaleza conserva un poder divino, súbito e incontrolable.
La paradoja reside en que el fuego, don de los dioses a través de Prometeo, se convierte hoy en amenaza, en castigo. Como observa Vernant (1996), el mito de Prometeo revela que “la técnica no es nunca gratuita: es poder y condena, avance y riesgo, apertura y límite” (p. 103). Así, los incendios forestales en España —alimentados por rayos, negligencias humanas o actos criminales— nos devuelven a esa ambivalencia originaria: el fuego que nos dio vida también puede arrebatárnosla.
5. Pirómanos: elegidos oscuros y alquimia de la sombra
Los pirómanos encarnan la faceta más perturbadora del fuego. Desde una mirada arquetípica, pueden verse como “elegidos oscuros” de las diosas, actuando como sacerdotes involuntarios de una liturgia de destrucción.
En ellos confluyen complejos personales (soledad, resentimiento, trauma) y la sombra colectiva. Jung advirtió que:
“Lo que no se hace consciente retorna como destino” (Jung, 1951/1991, p. 32)⁶.
El pirómano porta, inconscientemente, la fascinación alquímica por el fuego: transformar, purificar, reducir a cenizas. Pero su alquimia está invertida: no produce oro espiritual, sino devastación.
La figura de Prometeo dialoga con los piromaníacos, quienes en la sombra colectiva parecen elegidos por fuerzas más grandes que ellos: no en nombre de la vida y el progreso, como Prometeo, sino en nombre del caos y la fascinación secreta por la destrucción, una alquimia oscura que los conecta con la pulsión de muerte.
6. Incendios como seres vivos
Los grandes incendios actuales adquieren características de organismos autónomos. Generan sus propios vientos, se multiplican, cambian condiciones para sobrevivir. Stephen Pyne lo describe así:
“Los grandes incendios se comportan como organismos: se alimentan, respiran, se desplazan y, en ocasiones, parecen tener voluntad” (Pyne, 2001, p. 56)⁷.
El fuego ya no es simple fenómeno físico: es un ser vivo ígneo que habita un ecosistema desajustado.
7. Negligencia humana: destrucción inconsciente y cosmovisión cristiana
La mayoría de incendios en España no se originan por rayos, sino por actos humanos, a veces accidentales, a veces negligentes. Estas acciones pueden entenderse como destrucción inconsciente: expresan la rabia, el miedo y la impotencia del ser humano ante una naturaleza que percibe como hostil.
La raíz cultural se encuentra en la tradición judeocristiana, que situó al hombre como dominador de la tierra:
“Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad en los peces del mar, en las aves del cielo y en todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28, Biblia de Jerusalén)⁸.
Este mandato ha legitimado una relación de propiedad, no de reciprocidad. Pero en la experiencia íntima, el hombre se sabe pequeño ante la magnitud de la naturaleza: la teme, la envidia, le guarda rencor. De ahí que muchas negligencias sean, en realidad, actos inconscientes de rebelión o venganza contra lo que lo desborda.
La religión católica, con su visión del hombre como propietario de la tierra (“dominad la tierra”, Génesis 1:28), ha reforzado una relación de dominio sobre la naturaleza, que alimenta la negligencia inconsciente y la rabia reprimida frente a lo incontrolable. El hombre, pequeño frente a la magnitud del incendio, proyecta en él sus miedos y su furia, en lugar de reconocerse como parte de un cosmos interdependiente.
8. Casandra: advertencias no escuchadas
Casandra, en Agamenón de Esquilo, clama en vano:
“¡Ay de mí, de nuevo me arrastra la tormenta del vaticinio! Y nadie me cree” (vv. 1072-1073)⁹.
Su maldición —poseer la verdad sin poder persuadir— la hermana con los ecologistas y científicos de hoy. Ellos anuncian la magnitud del riesgo, pero no logran movilizar suficiente respuesta. Casandra fue maldecida por Apolo pues este de dio el don de la profecía a cambio de unión sexual y esta lo aceptó al inicio, pero luego declinó. Su «maldición» es la consecuencia de rechazar esa unión —espiritual— con Apolo, proceso que implica morir simbólicamente al yo para poder integrar la espiritualidad y renacer con una palabra fecunda
Lo que falta no es conocimiento, sino autoridad simbólica. Los científicos y ecologistas necesitan tener integrar lo espiritual para hablar de forma que llegue, y vencer las posiciones de las sociedades modernas se resisten a entrar en la complejidad, prefieren negar, proyectar culpas o alimentar paranoias políticas antes que aceptar transformaciones profundas del capitalismo ecocida. Así, Casandra sigue sin ser creída, y los incendios repiten su profecía en forma de llamas.
9. Conclusión: hacia un nuevo pacto con el fuego y la naturaleza
Los incendios en España reactivan mitos antiguos: Deméter abandona los campos, Artemisa se venga en los bosques, Zeus lanza rayos que encienden la tierra, pirómanos actúan como sacerdotes oscuros, y Casandra advierte en vano.
El fuego se ha convertido en un ser vivo, espejo de la sombra colectiva y de nuestra relación fracturada con lo natural. Reconocer su dimensión simbólica no significa negar la urgencia técnica, sino entender que la crisis del fuego es también una crisis espiritual y cultural. Solo un cambio de mirada —del dominio a la reciprocidad, de la negación a la escucha— permitirá que, tras la devastación, pueda emerger un renacer.
Como observa Vernant (1996), el mito de Prometeo revela que “la técnica no es nunca gratuita: es poder y condena, avance y riesgo, apertura y límite” (p. 103). Así, los incendios forestales en España —alimentados por rayos, negligencias humanas o actos criminales— nos devuelven a esa ambivalencia originaria: el fuego que nos dio vida también puede arrebatárnosla.
Necesitamos un nuevo pacto con el fuego: ni negarlo como amenaza, ni idolatrarlo como poder absoluto, sino integrarlo en un horizonte donde la técnica y la ética estén al servicio de la vida y no de la devastación.
Notas
1. Himno Homérico II, a Deméter, vv. 305-310.
2. Eliade, M. (1957/1998). Lo sagrado y lo profano. Paidós.
3. Ovidio. (s. I d.C./2008). Metamorfosis. Alianza Editorial.
4. Vernant, J.-P. (1990). Mito y religión en la Grecia antigua. Península.
5. Hesíodo. (s. VIII a.C./2000). Teogonía. Gredos.
6. Jung, C. G. (1951/1991). Aion. Estudios sobre el simbolismo del sí-mismo. Trotta.
7. Pyne, S. J. (2001). Fire: A Brief History. University of Washington Press.
8. Biblia de Jerusalén. (1998). Desclée de Brouwer.
9. Esquilo. (458 a.C./2004). Agamenón. Gredos.
Bibliografía
• Eliade, M. (1998). Lo sagrado y lo profano (Trad. L. E. de Santiago Guervós). Paidós. (Obra original publicada en 1957).
• Esquilo. (2004). Agamenón (Trad. B. Perea). Gredos. (Obra original publicada en 458 a.C.).
• Hesíodo. (2000). Teogonía (Trad. A. Pérez Jiménez). Gredos. (Obra original publicada en s. VIII a.C.).
• Jung, C. G. (1991). Aion: Estudios sobre el simbolismo del sí-mismo (Trad. J. L. Etcheverry). Trotta. (Obra original publicada en 1951).
• Ovidio. (2008). Metamorfosis (Trad. A. Ramírez de Verger). Alianza Editorial. (Obra original publicada en s. I d.C.).
• Pyne, S. J. (2001). Fire: A Brief History. University of Washington Press.
• Vernant, J.-P. (1990). Mito y religión en la Grecia antigua. Península.
• Biblia de Jerusalén. (1998). Desclée de Brouwer.