Resultados, análisis e hipótesis, basados fundamentalmente en el primer dilema
La identidad de género, la personalidad, y el estilo funcionamiento moral (heterónomo o autónomo), se construyen a lo largo del desarrollo psicoafectivo desde el nacimiento a la terminación de la adolescencia. La estructura de la identidad de género, y de la personalidad, ya están consolidadas, en su nivel fundamental, hacia los 7 años, el funcionamiento moral autónomo no lo está hasta el final de la adolescencia. Pero la complejización continúa, de modo que solo al final es cuando toda la estructura se consolida, de un modo coherente, en las tres variables. El desarrollo está condicionado por la genética, la epigenética, la información inconsciente colectiva, el apego y la vinculación a los humanos y seres vivos, la educación,…
A partir de la adolescencia el sujeto va experimentando, aprendiendo en la vida, y modulando su estructura, ejerciendo diversas tareas propias a las fases vitales, construyendo una identidad social,… En la última etapa de la vida las tareas atañen a la desidentificación y a la preparación a la muerte. Las etapas vitales requieren actitudes, valores y expectativas distintas. El sexo, las emociones primarias, el impulso epistemofílico (a conocer) y el trabajo, conducen a la vinculación a los sujetos, a los objetos, a la cultura, a lo social… y en toda esa complejidad se van consolidando sentimientos polares, amor-odio, satisfacción-insatisfacción vital, éxito-fracaso…Finalmente son las modalidades de sentimientos consolidados los que regulan la relación del sujeto con su mundo interno y externo.
Grado de patología de la personalidad.
Gráfico: La salud o patología en la estructura de personalidad.
A las personas sin experiencia clínica les puede sorprender el reducido porcentaje de “sujetos sanos”. Quiero precisar que aunque no haya síntomas psicopatológicos (ansiedad, depresión, hipocondría,…), la propia forma de ser un sujeto, su carácter, y aunque el sujeto lo valore de un modo positivo, en muchas ocasiones es en sí misma una manifestación patológica, que se mantiene en equilibrio inestable, pudiendo eclosionar síntomas claramente identificables como patológicos cuando el equilibrio se rompe, por algún desencadenante sea interno o externo, como suele ser el caso en crisis vitales.
He clasificado la muestra en cuatro categorías, de menor a mayor patología, un estudio detallado de los factores de personalidad (esquizoide, narcisista,…) se escapa al objeto de este artículo. Aunque voy a presentar unos perfiles.
Los que correlacionan positivamente son tres y el histriónico destaca por la significatividad estadística.
Un estudio factorial de las variables de personalidad de los sujetos que eligen acostarse, detecta cuatro factores.
El factor que he denominado dependiente-histriónico, es el que predomina en el sano, indica que el sujeto tiene un balance equilibrado en libido oral y genital. El segundo factor en el sano es histriónico-narcisista. El sano está alejado de componentes borderline y más aún del factor Compulsivo-paranoide-delusivo.
Los neuróticos tienen una distribución variada y de poco peso en todos los factores. Los fronterizos destacan en el factor borderline y los psicóticos puntúan alto en todos los factores.
Las diferencias entre géneros no son significativas estadísticamente aunque se observa en las mujeres un mayor nivel de patología, al tener estas un mayor porcentaje de fronterizos y un menor porcentaje de neuróticos, que en los hombres.
Grado de creencias religiosas que los sujetos tienen en la actualidad.
Existen diferencias significativas en los géneros en “no creyente” y “religiosidad”. Más hombres no creyentes y de los que creen pocos en “religiosidad”. Las mujeres puntúan más en religión, aunque las diferencias con los hombres no son significativas a nivel estadístico.
Religiosidad recoge a los sujetos que han manifestado tener creencias religiosas pero sin estar ligados a religiones estructuradas, o tener sentimientos de una religiosidad humana. Es interesante señalar que la religiosidad tiene un sentido de “re ligare” de re-unir distintos aspectos de la existencia. Podría tener más conexión con una actitud de “eros” con el que la mujer puede estar más cercana.
Teniendo en cuenta que el más del 95% de la muestra fue aculturada en la religión católica y que la respuesta al grado de creencia se refiere a las creencias actuales, se infiere que bastantes sujetos se han vuelto no creyentes o creen en una religiosidad no inserta en una religión.
Edad
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Edad Media |
Desviación estándar |
Hombres |
41,46 |
10,443 |
Mujeres |
42,36 |
9,975 |
Para estudiar el efecto de la edad se ha distribuido la muestra en dos grupos según sean menores o mayores de la edad media de su género.
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Grupo de edad menor media |
Grupo de edad mayor media |
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Media |
Desviación estándar |
Media |
Desviación estándar |
Hombre |
31 |
6 |
51 |
6 |
Mujer |
32 |
6 |
52 |
5 |
La diferencia de edad entre subgrupos es 20 años, que equivale a una generación.
Del estudio de la edad se infiere que ambos géneros tienen una edad media y una distribución, en edad, similar en la muestra, aunque las mujeres son un poco mayores. También se infiere que los más jóvenes son menos creyentes, y que su religiosidad, es bastante menor que la del grupo de más mayores. Sin embargo, la creencia en religiones, puntúa prácticamente igual, en ambos grupos de edad.
Las diferencias en los géneros, tanto del nivel de patología en la estructura de la personalidad, como de las creencias religiosas y de la edad, confluyen sinérgicamente generando un incremento en la posición de las mujeres en “no se acostaría”. Esto hace difícil precisar la influencia de cada variable.
Integración de variables
Para discriminar el peso de cada variable en el conjunto, las cruzamos en agrupaciones de categorías.
Cruzando grupos de edad con personalidad tenemos este resultado.
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Hombres |
Mujeres |
Se acostaría |
Edad menor media. Sano |
100% |
100% |
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Edad mayor media. Neurótico |
51,8% |
52% |
No se acostaría |
Edad mayor media. Sano |
75,0% |
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Edad mayor media. Fronterizo |
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54% |
Los hombres y mujeres se comportarían igual, acostándose, cuando son del grupo de menor edad y sanos, y cuando son del grupo de edad mayor y neuróticos. Las mujeres de mayor edad y fronterizas no se acostarían. Llama la atención que tampoco lo harían los hombres de mayor edad y sanos.
Estos datos tienen interés. Se puede hipotetizar, en base a la experiencia clínica aunque de estos datos no se puede concluir nada válido estadísticamente, que los sujetos sanos, presumiblemente con un estilo de moral autónomo, puedan estar libres de una compulsión sexual en su búsqueda de relación y conocimiento. Mientras que los sujetos con mayor nivel de patología o canalizan la sexualidad para salir de la represión buscando placer y relación que regule el malestar (sobre todo en neuróticos), y cuando el nivel de patología es mayor reprimen la pulsión sexual o la subliman (erotizando la relación), en este caso se sirven de los códigos morales para justificar sea la represión o sea la sublimación.
Los estudios clínicos, sociológicos y antropológicos ponen de manifiesto un nivel mayor de represión sexual, de inhibición cultural, en la mujer, y que este hecho se ha ido incrementando en el transcurso de la historia desde comunidades matriarcales, en paleolítico, hasta el predominio actual del patriarcalismo.
Cruzando creencias con personalidad tenemos este resultado.
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Hombres |
Mujeres |
Se acostaría |
No creyente. Sano |
100% |
100% |
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Religiosidad. Neurótico |
76% |
70% |
No se acostaría |
Religión. Neurótico |
53% |
75,9 |
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Religión. Fronterizo |
66% |
78% |
Se infieren, sin significatividad estadística, las siguientes sinergias asociativas:
- Se acostaría con “No creyente y sano”. Un 100% de los casos. Igual en hombres y mujeres.
- Se acostaría con “Religiosidad y neurótico”. Entre un 70 y 76 % de los casos. Mayor en hombres que en mujeres.
- No se acostaría con “Religión” tanto en hombres como mujeres. Con la particularidad de que el aumento de patología de la personalidad incrementa, en ambos géneros, la inclinación a “no acostarse”, repercutiendo más en las mujeres quienes tienen un mayor nivel de patología en la personalidad.
Para no acostarse la variable que mayor influencia ejerce es la religión, y a mayor distancia le sigue la patología de la estructura de la personalidad, teniendo la edad poco peso.
Parece que el mayor nivel de asociación de la religión se produce a medida que aumenta la patología de la estructura de la personalidad. Teniendo en cuenta que el más del 95% de la muestra fue aculturada en la religión católica, parece inferirse que hay una asociación entre la continuidad en la creencia en la religión y el nivel de patología en la personalidad que fija esa asociación haciéndola más difícil de modelar por las experiencias de vida.
A diferencia de la religiosidad, de ámbito privado, la religión es un sistema de creencias y un conjunto de deberes; la religión difiere de la creencia privada en que se trata de «algo eminentemente social» (Émile Durkheim), con su estructura compleja. En muchas religiones la estructura se va alejando de la religiosidad, a medida que hay más distancia desde su fundación, e incrementando las dinámicas de poder y dominación de las conciencias.
Se pueden conjeturar diversas hipótesis explicativas de estas asociaciones entre religión, patologías de la personalidad y elecciones en los dilemas morales.
1.- La patología de la personalidad se va instaurando por diversas razones previas e independientes de la religión. La patología genera sufrimiento y confusión. El sujeto se encuentra con un marco explicativo del sufrimiento, que la religión dota de significación, con sus relatos míticos y expectativas de futuro frente al dolor y la muerte. El sujeto se aferra a la religión como marco segurizante y contenedor frente a la patología, para calmar angustia, y utiliza las normas morales para reprimir sus impulsos y deseos ocultos.
En esta hipótesis la religión se valora como algo positivo. Gracias a ella los sujetos tienen menos psicopatología, están más adaptados y sufren menos.
La validación de la hipótesis se fundamenta en una creencia: que los contenidos religiosos son reales, existe un dios o dioses, un más allá de la muerte, un sistema de premios y castigos en función del cumplimiento de unas normas morales,…
Sin validación esta hipótesis se reduce a conferir a la religión un valor compensatorio, similar al de otras prácticas, como el soporte social, los psicofármacos…
2.- La religión favorece la patología de la personalidad al atribuir a los impulsos naturales de conocimiento y sexualidad, una connotación negativa y pecaminosa. Esto confunde, limita las posibilidades del desarrollo, frena la exploración, la autonomía, genera dependencia de relatos explicativos. Los relatos fijan el pensamiento en un estadío mágico-concreto, y le impiden evolucionar hacia el pensamiento lógico abstracto y al pensamiento terciario.
En esta hipótesis la religión se valora como algo negativo. Un “el opio del pueblo”. Gracias a ella los sujetos también tienen menos psicopatología, están más adaptados y sufren menos, al carecer de consciencia real de su alienación.
3.- Mediante la represión que ejercen los adultos sobre los infantes aplicando la moral heterónoma de sus creencias religiosas, se inhiben los mecanismos del desarrollo que orientarían este hacia una gestión autónoma de su existencia. Se produce confusión, angustia y necesidad de modelos explicativos del sufrimiento. La religión aporta el relato explicativo y con este se contienen síntomas psicopatológicos.