Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político

Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político

Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político

¿Usamos los rituales para repetir patrones, para crear nuevos mitos que nos salven, o para la individuación como acto político?

Mikel García. 9 marzo 2025

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Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

El texto “Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político” plantea que los rituales, más allá de ser repeticiones culturales o religiosas, son actos simbólicos fundamentales para la estructuración psíquica, la integración de la sombra y la transformación social. La autora o autor propone recuperar la ritualidad como herramienta de individuación —en el sentido junguiano— y como un acto político de resistencia y sentido, capaz de sanar la fragmentación contemporánea y reorientar la energía colectiva.

Desde el pensamiento simbólico (Jung, Eliade, Campbell), los rituales son lenguajes del inconsciente colectivo que permiten ordenar el caos interno y externo, integrando las fuerzas opuestas de la psique. Los antiguos ritos de paso marcaban las transiciones vitales (nacimiento, madurez, muerte), ayudando al individuo a asimilar los cambios. Su desaparición en la modernidad ha dejado vacíos psíquicos, generando crisis de identidad y sustitutos patológicos: adicciones, consumismo, o rituales digitales vacíos. Como señala Jung, “el ritual es un sueño colectivo hecho acción”, y cuando éstos desaparecen, el inconsciente crea dioses sustitutos —ideologías, fanatismos, influencers— para llenar el vacío simbólico.

En el plano neurológico, los rituales moldean la mente a través de la neuroplasticidad: al repetirse, generan orden y reducen la ansiedad. Los rituales cotidianos o de crisis (como encender una vela ante el dolor) activan circuitos de afrontamiento y cohesión emocional. Sin embargo, los “tecno-rituales” —como revisar compulsivamente el móvil— son formas degradadas de ritualidad: aportan estructura sin significado, aumentando la sensación de vacío existencial.

El texto enfatiza que el verdadero poder del ritual reside en su capacidad de integrar la Sombra. La individuación —proceso de unificación del yo y el inconsciente— requiere confrontar lo reprimido y convertirlo en conciencia. Así, rituales de purificación, arte simbólico o performances colectivas (como “Un violador en tu camino” o el movimiento #MeToo) se convierten en espacios catárticos donde la sombra personal y social se hace visible. Estos actos son tanto terapéuticos como políticos: canalizan el trauma y denuncian la violencia estructural.

El autor critica la crisis de ritualidad en la posmodernidad. La hiperconexión y el consumo han vaciado de sentido las prácticas tradicionales, sustituyéndolas por rituales líquidos y efímeros (gimnasios, unboxings, neochamanismos comerciales). Estos no transforman la conciencia, solo alivian momentáneamente el vacío. Jung advertía que cuando los rituales auténticos mueren, emergen formas demoníacas de colectividad: nacionalismos, sectas, algoritmos adictivos.

El texto también analiza los dilemas éticos de la ritualidad. Algunas tradiciones perpetúan violencia —sacrificios humanos, ablación, tauromaquia— y deben ser cuestionadas desde una ética del respeto a la vida. Como plantea Appiah, “las tradiciones que no soportan la crítica merecen perecer”. Frente a ello, surgen nuevas formas de ritualidad emancipadora: ceremonias feministas, ritos afrodiaspóricos o memoriales digitales para víctimas.

La muerte, señala el texto, es el territorio donde la ritualidad revela su sentido más profundo: ordenar el duelo, reconectar comunidad y trascendencia, y reconciliar vida y finitud. Hoy, la medicalización y mercantilización del duelo han vaciado este espacio sagrado.

Finalmente, se proponen rituales con sentido: actos intencionados, repetidos conscientemente, que integren opuestos, sanen heridas colectivas y promuevan comunidad. La ritualidad puede ser emancipadora o manipuladora, dependiendo de su propósito y de quién detente el poder simbólico (Foucault). Recuperarla como vía de individuación y acto político implica transformar los rituales vacíos del consumo o la red en espacios de conciencia, conexión y justicia simbólica.
La pregunta final interpela al lector: ¿para qué y para quién ritualizamos? ¿Liberamos o perpetuamos nuestras sombras?

Ensayo
La ritualidad, entendida como un sistema de actos simbólicos repetidos, es un eje estructurador de la psique y la conciencia humana desde tiempos ancestrales. Quizás los rituales de la muerte y la transmisión cultural de los logros creativos potenciaron el desarrollo de la psique. Desde el pensamiento simbólico —explorado por Jung, Eliade o Campbell—, los rituales no son meras formalidades, sino herramientas para ordenar el caos interno y externo, facilitando la individuación (proceso de integración del yo consciente e inconsciente).
El ritual es un puente entre el alma y el mundo. Joseph Campbell: «Los rituales son el piano donde la psique toca su melodía existencial». En un mundo fragmentado, redescubrir rituales auténticos —no como escapismo, sino como actos de coraje simbólico— es vital para:
Estructurar la psique: Dar orden al caos interno.
Facilitar la individuación: Integrar lo que hemos negado y desarrollar lo latente.
Sanar colectivamente: Tejer narrativas de sentido en la era del vacío.
1. La ritualidad como lenguaje del inconsciente colectivo (Jung)
Los rituales operan mediante símbolos que dialogan con el inconsciente colectivo, donde residen los arquetipos universales (el Héroe, la Madre, la Sombra).
Ritos de paso (nacimiento, pubertad, muerte): Marcaban transiciones vitales, ayudando a integrar cambios psíquicos. Hoy, su ausencia deja vacíos (ejemplo: crisis de identidad en adolescentes sin ceremonias que validen su madurez).
Mitologías enactuadas (que evidencia algo existente y determinante para el presente): Danzas o dramas rituales (como el teatro griego) permitían proyectar conflictos internos (miedos, deseos) en narrativas compartidas, facilitando su asimilación y digestión psicológica.
Jung: «El ritual es un sueño colectivo hecho acción». Sin ellos, la psique busca sustitutos patológicos (adicciones, obsesiones digitales).
2. Hábitos ritualizados y neuroplasticidad: La arquitectura de la mente
Los rituales, al repetirse, crean hábitos neuronales que moldean la percepción y la conducta.
Rituales cotidianos: ordenan el tiempo y reducen la ansiedad existencial.
Rituales de crisis: Encender velas en un duelo o escribir un diario ante el caos emocional activan la corteza prefrontal y el sentimiento de afrontamiento.
Tecno-rituales modernos: Deslizar el teléfono al despertar es un ritual vacío: da orden, pero sin significado simbólico, lo que genera vacío.
Aristóteles vincularía esto a su ética: Los rituales son hábitos virtuosos si se alinean con un propósito ético (ejemplo: meditación, imaginación activa vs. desplazamiento caótico de deslizar el dedo por las líneas de redes sociales.
3. Individuación a través del ritual: Integrar la Sombra
Para Jung, la individuación exige confrontar e integrar la Sombra (lo reprimido y lo no desarrollado) y los arquetipos. Los siguientes rituales son iniciáticos en el proceso de integración de la sombra. Para la mayoría de las culturas se interiorizan como fines en sí mismos para liberar el sufrimiento o lo negativo y llegar a la luz, una desintoxicación psíquica, pero sin integración posterior pueden crear dependencia de recurrir a ellos y caer en sistemas de explotación comercial. “la banalidad del bien” y el síndrome de polianna del pensamiento positivo.
Rituales de purificación: Baños o ayunos ceremoniales simbolizan soltar cargas emocionales. Escribir y quemar cartas de dolor replica este mecanismo.
Arte ritualístico: Pintar mandalas o tocar tambores permite expresar lo innombrable.
Rituales comunitarios: Carnavales o protestas sociales (ejemplo: performance feminista «Un violador en tu camino») destilan traumas colectivos en actos catárticos y abreactivos.
El #MeToo como ritual colectivo: al compartir historias de abuso, se rompió el tabú de aceptar la sombra del patriarcado.
4. Crisis de ritualidad en la posmodernidad: Caos y búsqueda
La hiperconexión ha vaciado de significado los rituales tradicionales, generando síntomas de desestructuración: Ansiedad, nihilismo, adicciones (sucedáneos de rituales fallidos).
Nuevos rituales líquidos: Desde el gimnasio como templo del cuerpo hasta el unboxing (desempaquetar) productos en redes: dan orden, pero son efímeros y consumistas.
Neochamanismos: Retorno a rituales ancestrales (ayahuasca, temazcales) como intento de reconexión con lo sagrado.
Jung: «Cuando los rituales auténticos mueren, el inconsciente inventa sus propios dioses, a menudo demoníacos» (ejemplo: fanatismos ideológicos o cultos a influencers).
5. Ritualidades que colocan ante dilemas morales.
La ritualidad, al entrelazarse con normas culturales, religiosas o sociales, a menudo coloca a las sociedades ante dilemas morales complejos. La antropóloga Mary Douglas, los rituales son «sistemas de símbolos que ordenan el caos». Sin embargo, cuando perpetúan jerarquías opresivas o daño irreversible, su preservación debe cuestionarse. La ética exige un equilibrio frágil: respetar la diversidad sin naturalizar la violencia. En palabras de Kwame Anthony Appiah, «Las tradiciones que no soportan la crítica merecen perecer».
Rituales que implican violencia hacia humanos: Sacrificios humanos; Sati (inmolación de viudas), …
Rituales de modificación corporal sin consentimiento pleno: Circuncisión masculina; Ablación del clítoris (MGF); Foot binding (Atrofiar los pies de las niñas para cumplir ideales de belleza y estatus. China imperial. Ya abolido).
Rituales que involucran violencia hacia animales. Tauromaquia; Sacrificios animales en religiones.
Rituales de autosacrificio y resistencia. Autoflagelación en el chiismo y cristianismo. Ayunos extremos.
Rituales posmodernos y dilemas emergentes. Hazing (iniciaciones universitarias); Turismo espiritual neochamánico.
6. Ritualidad y la muerte.
La ritualidad en torno a la muerte es un fenómeno universal que estructura la experiencia humana ante el misterio de la finitud. Estos rituales no solo honran al difunto, sino que también ordenan el caos emocional, refuerzan la cohesión social y ofrecen un marco simbólico para trascender el dolor. Desde las ceremonias funerarias más antiguas hasta los memoriales digitales contemporáneos, la muerte se entrelaza con prácticas rituales que revelan nuestra relación con lo sagrado, lo comunitario y lo existencial.
Rainer Maria Rilke: «La muerte es el lado de la vida que no está iluminado para nosotros». Los rituales son la antorcha que nos permite vislumbrarla sin quemarnos.
La muerte en la posmodernidad: Rituales líquidos y nuevas formas.
Crisis de los rituales tradicionales. Medicalización de la muerte: Morir en hospitales, lejos de la comunidad, vacía la experiencia de su dimensión ritual. Dar psicofármacos a los familiares como si el duelo fuera una enfermedad e impidiendo el duelo con su función psicológica.
Mercantilización del duelo. Industria funeraria; Turismo de muerte: Visitar cementerios famosos como experiencias «para compartir en redes». Legados digitales: avatares de IA que simulan interactuar con el difunto.
Ecología y muerte. Huella ambiental: Cremaciones emiten CO₂.
Claves simbólicas. La muerte como espejo cultural; Lo sagrado y lo profano: Los cementerios como axis mundi que conectan lo terrenal y lo trascendente.
7. Sugerencias para rituales con sentido: hacia una individuación consciente
Recuperar la ritualidad como herramienta de sanación exige:
Intencionalidad simbólica: Que el ritual refleje un conflicto o aspiración personal (ejemplo: plantar un árbol ante un nuevo inicio).
Repetición consciente: Convertirlo en hábito, pero evitando el automatismo (ejemplo: yoga diario con atención plena, no como mero ejercicio).
Integración de opuestos: Usar símbolos que unan Sombra y Luz (ejemplo: rituales de luna llena que honren lo femenino reprimido; mujeres indígenas recuperando ceremonias de siembra).
Conexión comunitaria: Crear ritos que sanen heridas colectivas (ejemplo: ceremonias por víctimas de violencia machista). Prácticas poscoloniales donde los rituales son resistencia (ejemplo: ceremonias afrodiaspóricas como el candomblé).
Ritos dirigidos por mujeres y hombres.
La IA puede ampliar la brecha de género por los sesgos históricos y culturales incrustados en los datos de su entrenamiento en los que se proyecta la sombra colectiva, produciendo respuestas que, al basarse en información del pasado, reproducen patrones discriminatorios perpetuando roles de género que la sociedad intenta superar. Estos sistemas funcionan como rituales digitales que refuerzan normas sociales (ejemplo: algoritmos de redes que priorizan contenidos sexistas). La potencia de la IA en redes supera a lo que grupos de personas combativas pueden lograr, entre otras cosas porque potencian la sombra de los usuarios y la proyección en chivos expiatorios.
Las plataformas digitales también pueden ser espacios de ritualidad innovadora (ejemplo: memoriales virtuales para víctimas de violencia, feminicidio).
Como señala Foucault, los rituales son dispositivos de poder: pueden liberar o oprimir según quién los controle. La ritualidad no es neutral: es un campo de batalla donde se juega la posibilidad de un destino colectivo más justo.
¿Eres consciente de que usas más rituales de lo que pensabas? ¿Cómo y para qué los usas tu? ¿Para quién? ¿Qué consecuencias tienen? ¿Es la ritualidad siempre emancipadora, o puede ser una cárcel simbólica?
¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.

¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.

¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.
Mikel Garcia 1 marzo 2025

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Descripción de la imagen
Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

El texto “¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia” analiza el auge de los neofascismos contemporáneos como síntoma de una profunda crisis civilizatoria. Estos movimientos reproducen rasgos del fascismo histórico —nacionalismo extremo, xenofobia, autoritarismo, intolerancia a la disidencia— y se nutren de nuevas formas de manipulación a través de la tecnología, la propaganda y la desinformación digital. En este contexto, el autor recupera el concepto de “estupidez” de Dietrich Bonhoeffer, no como falta de inteligencia, sino como una condición ética y social inducida por el poder: bajo la presión de la propaganda, las personas pierden su capacidad de juicio y se vuelven impermeables a la razón.

Esta “estupidocracia” describe un sistema en el que la ignorancia es funcional al poder. Los neofascismos prosperan cuando las masas, anestesiadas por la simplificación mediática y las emociones primarias, renuncian al pensamiento crítico. El autor vincula este fenómeno con estrategias populistas globales como el “Make America Great Again”, que explotan el miedo, la nostalgia y la polarización para obtener obediencia.

La inteligencia artificial (IA) amplifica estos mecanismos. Los algoritmos, bots y deepfakes pueden difundir mensajes extremistas o falsos a gran escala, erosionando la confianza pública y fragmentando el tejido social. Además, la IA puede ser utilizada para la vigilancia masiva, el control político y la manipulación electoral, reproduciendo lógicas de dominación similares a las del totalitarismo clásico, pero con medios tecnológicos más sofisticados. En este sentido, el autor compara su función con la antigua religión como instrumento de poder: una fe ciega en la “verdad” algorítmica que reemplaza la razón y legitima el control.

El texto identifica también una crisis del Estado de derecho y de la justicia, manifestada en fenómenos como el autoperdón, los indultos preventivos o la inviolabilidad de ciertas figuras políticas y monárquicas. Estas prácticas generan impunidad estructural, socavando la democracia y fomentando un clima propicio para el autoritarismo.

La figura de Donald Trump ejemplifica la mentalidad de escasez y manipulación moral de la política contemporánea. Su enfoque transaccional en el conflicto de Ucrania —reducido a un intercambio económico basado en recursos y “agradecimiento”— ilustra una ética pragmática carente de responsabilidad moral. El autor interpreta esta postura a través de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo: el “amo” busca reconocimiento mediante la coerción y el miedo, mientras el “esclavo”, forzado a aceptar una paz humillante, queda atrapado en la dependencia. Este modelo revela cómo las relaciones internacionales reproducen estructuras de dominación económica y simbólica.

Desde la psicología junguiana, el texto introduce la idea de la sombra colectiva, es decir, los aspectos reprimidos de una cultura que emergen como violencia, intolerancia o negación de la justicia. Cuando una sociedad evita confrontar sus sombras —la corrupción, la impunidad, la codicia—, éstas se proyectan en “enemigos externos” y alimentan dinámicas autoritarias.

El autor concluye que la combinación de impunidad institucional, manipulación tecnológica, moralismo religioso y negación de la sombra colectiva anuncia el fin de la era liberal y democrática moderna. Surge así una nueva forma de esclavitud simbólica, donde las cadenas son el miedo, la desinformación y la sumisión voluntaria.

Frente a la “estupidocracia”, propone una renovación ética y consciente, basada en la justicia, la rendición de cuentas y la integración de las sombras colectivas, antes de que estas terminen por dominar completamente el destino de la humanidad.

Ensayo
 
Paz, felicidad y salud en el espíritu de la Navidad y del Año Nuevo

Paz, felicidad y salud en el espíritu de la Navidad y del Año Nuevo

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Mikel Garcia 1 enero 2025

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Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

En el contexto de la posverdad y el ruido digital, donde las palabras se han convertido en armas y los idiomas en murallas, este texto propone una reflexión profunda sobre la comunicación humana, utilizando el espíritu de la Navidad y el Año Nuevo como vehículo.

La narración comienza con un saludo multilingüe, deseando paz, felicidad y salud en numerosas lenguas. Este gesto no es solo una felicitación, sino un símbolo de un deseo universal que trasciende fronteras, un primer intento de tejer un puente entre corazones.

La historia central es una parábola sobre Filara, la diosa Tejedora de las Lenguas. Ella creaba hermosos tapices lingüísticos, pero observó con tristeza cómo la humanidad usaba estos dones para dividirse en lugar de unirse. El texto critica ácidamente nuestra era, dominada por el espectáculo, los «newfakes» y el debate agresivo, donde prima la emoción sobre la razón y el diálogo ha sido reemplazado por duelos dialécticos. En este «circo» moderno, hemos olvidado que el verdadero propósito del lenguaje es la comprensión, el despliegue de la cultura y la elevación de la conciencia colectiva.

Ante este panorama desolador, que evoca la filosofía de pensadores como Nietzsche o Sartre sobre la condición humana absurda y contradictoria, Filara decide actuar. No teje un hechizo para unificar lenguas, sino algo más sutil y poderoso: un «Hilo de Unidad». Este hilo está impregnado de conceptos esenciales —Paz, Felicidad, Salud, Espíritu— que cualquier persona, sin importar su origen, puede comprender en lo más profundo de su ser.

El mensaje final es de esperanza. El tapiz de Filara, aunque frágil, no se ha roto. Persiste en los silencios del mundo, en las grietas de nuestras palabras rotas, como un susurro que puede convertirse en un grito. La conclusión es un llamado a recordar que, incluso en el caos, queda un rincón en el alma humana donde es posible reconectar, escuchar y transformar un simple hilo en un puente duradero de comprensión y paz, rescatando así el auténtico espíritu de comunión que representan estas fiestas.

Ensayo
Arquetipos y símbolos en la alquimia del proceso de individuación en psicoterapia

Arquetipos y símbolos en la alquimia del proceso de individuación en psicoterapia

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Montaje de Mikel García.

Foto auroras boreales Noruega. Macro micro cosmos es espejo, materia prima

Arquetipos y símbolos en la alquimia del proceso de individuación en psicoterapia

Mikel Garcia[1]

11 septiembre 2022

Contenido

Resumen. 

Presentación.

La materia prima.

El desarrollo del sujeto requiere siempre operaciones alquímicas. 

1.— En un proceso en condiciones suficientemente buenas. 

2.— Operaciones alquímicas en condiciones comunes. 

Bibliografía. 

Apéndice. 

Resumen

En esta actualidad histórica en la que priman en el mundo las Zachistka es más urgente reflexionar sobre el psicoanálisis junguiano, algo antitético a la violencia sistémica.

Agradecí la invitación de Andrea Lucas a presentar junto a David Sucre el libro de Edinger. Su lectura tiene enorme interés y el presentarlo acotándome en mi parte a aspectos que no fueran la psicoterapia, de los que David se iba a encargar, me ha permitido hacer un trabajo de integración evolutiva que presento en fase de construcción. Hacerlo de este modo es pedagógico, muestra un modo de articular la interacción entre lo arquetípico y el yo, y tiene interés clínico.

En la presentación fue explicado en parte.

He procurado dejar al lector referencias para que consulte en libro indicando las páginas en las que se encuentran y de este modo centrarme en los puntos que considero claves. Hay algunas notas a pie de página y otras finales en las que se amplía algún concepto.

 

Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reichiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Doctor Internacional en “Paz, Conflictos y Desarrollo” (Universitat Jaume I – UJI Castellón). Máster en “Astronomía y astrofísica”. Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual. Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta clínico y didacta en Arteterapia de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. https://bit.ly/mikelcurriculum   iratxomik@gmail.com

 

 

Revisión del concepto de autorregulación

Revisión del concepto de autorregulación

Revisión del concepto de autorregulación de W. Reich. Tras la experiencia como paciente, terapeuta y padre con experiencia real de “autorregulación” es evidente que hay que revisar el concepto y su aplicación real para hacer una verdadera prevención y promoción de la salud del sistema familia-educadores-niños implicado en las relaciones significativas del infante o animal humano.

Mikel Garcia Garcia 1996

 

Puntualizaciones 1996

Puntualizaciones 1996

La primera consideración es que el acceso a ese concepto y su aplicación la hice en el contexto de la EsTeR (escuela Española de Terapia Reichiana) de la que recibí la formación por didactas y en la que hice la psicoterapia con terapeutas de la misma.

La base epistemológica de la autorregulación está en la consideración del instinto sexual como regulador del desarrollo. La formación recibida hacía hincapié en que el instinto puede llevar la dirección del desarrollo y que la función de padres y educadores es la de canalizarlo hacia su fin, siendo la neurosis de estos el problema pues va a poner freno al instinto y generar un desarrollo patológico del infante.

…según la autorregulación: un niño sano, que viene con suficiente instinto sexual como para saber asegurarse todos los recursos necesarios para satisfacer su potencialidad,  va a saber elegir lo mejor de los padres, lo mejor del otro y del entorno para crecer de la mejor manera.

 

Cuando accedes de paciente a ser terapeuta de una escuela sin un período de asentamiento de la terapia se puede producir una idealización de la teoría en la medida que haya satisfacción de los logros terapéuticos. Si, además, la pertenencia es percibida como un acceso a la “casa de los padres sabios” quienes te consideran preparado y te invitan a pertenecer, hay un riesgo de aceptación de los axiomas de la doctrina con un acto de fe.

La realidad de la experiencia vivida y de los datos recogidos con el tiempo es bien distinta.

Las bases teóricas no están bien fundamentadas.

La aplicación general conduce a una exclusión de los padres, como si solo fuesen participantes que tienen que frenarse en no contaminar con su neurosis y solo observar cómo se despliega el instinto y acompañarlo.

Hay una desidealización de los logros terapéuticos pues estaban percibidos exageradamente como si acceder al yo genital fuese el logro final y definitivo del desarrollo individual. Este yo genital tampoco tiene una fundamentación teórica tan clara y el identificarse con el mismo era una inflación o complejo del yo que impedía el desarrollo. Uno se creía bien preparado para todo y la realidad ponía las cosas en su sitio.

El primer intento de debatir entre terapeutas lo que nos estaba sucediendo en las crianzas no resultó. No se constituyó un grupo. Había resistencias. Reconocer que no se hacía tan bien era difícil implicaba superar esa inflación del yo y ser agresivos rompiendo estructuras de dogmas aprendidos, rompiendo la asimetría de relación con los didactas quienes seguían manteniendo un rol de autoridad basada en una mayor sabiduría, cuando sus directrices eran el problema. Una organización endogámica no resuelve esa asimetría.

Lo paradógico es que formulándose la autorregulación como

“la capacidad de todo ser vivo de llegar a realizar sus potencialidades y satisfacer sus necesidades. Un elemento importante de la autorregulación es la agresividad, sin ella no hay vida. La hiperprotección (impedir la capacidad de búsqueda de agredir) es contraria la autorregulación porque deja pasivo y disminuye la pulsación (base del masoquismo ¡no puedo!)”

…y siendo los terapeutas de la escuela los que podían estar más preparados por su terapia “bien realizada” y su formación, no se ejercía la agresividad necesaria para cambiar las cosas. No ser agresivos denunciaba que estuviéramos autorregulados y que aceptásemos una posición masoquista de sometimiento a la norma o la autoridad.

Cada uno, en su responsabilidad individual, podía seguir su proceso personal y cambiar las expectativas en su trabajo, con sus pacientes y grupos sociales. Pero la institución seguía emanando una percepción de la autorregulación que afectaba a colectivos como grupos de crianza.

En mi caso continué con un trabajo junguiano y propugnando revisiones de concepto, sin éxito, en la institución. Propuse un artículo[1] para publicar en la revista de la EsTeR “energía, carácter y sociedad” (que yo maquetaba), en el hacía una revisión psicoanalítica y rebajaba expectativas, no se autorizó pues tenía que dársele el visto bueno de los didactas especialistas en el tema. Nunca recibí una corrección fundamentada a mi artículo. Adjunto, al final, el texto de dicho artículo tal como lo escribí aunque hoy cambiaría algunos conceptos.

Varias de las parejas de terapeutas que teníamos hijos/as que criábamos en autorregulación empezamos a entrar en crisis de pareja que culminaron en separaciones. ¡Nos habíamos dedicado a la crianza olvidando nuestras necesidades individuales y de pareja, en una colusión narcisista!

Empecé a recibir en terapia a algunas madres que entraban en crisis culpabilizadas de no ser capaces de llevar bien una crianza autorregulada. Muchas madres se identifican con un rol que les hace sentir un valor como ser humano que compensa su inseguridad o falta de valoración propia. La autorregulación se convierte en un imperativo superyoico del ideal del yo. A la culpa subyace rabia (no reconocida) al bebé que resulta cargante y a la crianza que aliena. Condiciones para que el bebé sea rechazado y se pueda propiciar una estructura borderline.

La idea propugnada por el dogma de que el niño/a deje la teta a su ritmo llevaba a muchas mujeres a no propiciar un desprendimiento del bebé por temor a frustrar su desarrollo. Una sobreprotección. Les imponiendo la presencia y el cuidado en más momentos de los que necesitan, evitando la diversidad que los hace realmente ser libres, con referencias que quieran (¿y si los otros son neuróticos?). La idealización del esquema de salud lo que genera es el apego del cuidador. Con la crianza los padres reabren sus vínculos histórico familiares habitualmente llenos de carencias y es una razón para apegarse a su hijo buscando compensaciones.

En el 92 en una expedición antropológica para visitar los yanomami en Venezuela, había observado pautas de crianza en las que la comunidad cuida a los pequeños, incluso siendo amamantados por madres distintas, experimentando la diversidad, y con conductas de las madres de  negarse a amamantar en ciertos momentos.

En la institución se hacían algunos movimientos correctores de las altas expectativas con las que se vivía el concepto. Por ejemplo al encontrar que se esperaba que todo niño/a expresase un instinto sexual activo e intenso, los educadores se quedaban perplejos cuando los niños no se mostraban así, y empezaban a culpabilizarse de estar haciéndolo mal. La corrección a esto fue incorporar lo genético, el temperamento, ¡no todo niño tiene la misma base constitucional genética! El efecto conseguido era disminuir la culpa del educador y fomentar una tolerancia mayor al niño sin exigirle más. Aunque introducir lo genético cuestionaba la teoría esta no se ponía en tela de juicio, sino al contrario, se intensificaba la necesidad del cuidador de ser más observador, y necesitar más formación, para detectar el estilo propio del niño.

Otro ejemplo, se transmitía que el bebé tiene que estar en contacto continuamente con la teta, pues más allá de la nutrición es su objeto sexual oral, y que si no así es señal de que algo no va bien. Corrección: hay bebes que no hacen tanta demanda o que son más tranquilos… Corolario: tener la capacidad de observar adecuadamente como él bebe demanda y permitir que sea, cosa adecuada si no fuese porque se interpreta como una exigencia mayor de hacerlo mejor.

…esa madre por ignorancia, falta de contacto, por pérdida de su propio instinto, bloqueos,…estaremos ahí para recordar subrayar y contemplar sus temores y sus dificultades para favorecer que su “ser” verdaderamente se exprese, con las dificultades o particularidades de cada cual, para que cambie y lo haga mejor.

En definitiva la propia teoría de la autorregulación se convertía en una imposición a lo que era esperable, observable, como señal de buen desarrollo. Es decir, las ideas o los deseos del educador se vierten en la relación y la condiciona. Como pasa siempre.

¿Porque no aceptar que eso es lo normal y saludable? El educador no puede hacer otra cosa que funcionar según es y si le importa el hijo/a y lo envuelve en un sentimiento amoroso lo va a condicionar. De hecho que los padres tengan los hijos porque los desean es condición necesaria para crear el vínculo. La relación es algo a crear y no puede concebirse que funcione si está determinada por el instinto del infante o por el deseo cosificante del educador (educastrador).

[1] “Consideraciones en torno a la autorregulación aplicada a los sistemas sociales” 1990.

 

Consideraciones en torno a la autorregulación 1992

Consideraciones en torno a la autorregulación aplicada a los sistemas sociales, 1992

             La autorregulación es un concepto fundamental en la epistemología Reichiana y post-reichiana. Sin embargo el concepto aun no estando suficientemente definido,  se lo considera un logro clave respecto a la diferenciación de Reich del movimiento psicoanalítico. Esto condiciona un uso algo ideológico del término, corriéndose el riesgo de una idealización, lo que se manifiesta con señales como son una cierta resistencia a su revisión y una “sacralización” del mismo. Siendo además un concepto de mucha aplicabilidad en la acción social reichiana, en la profilaxis, puede convertirse en un elemento que genere un efecto contrario al que se persigue que es el desarrollo saludable del animal humano, al plantear metas inalcanzables, un ideal que determine alienación y culpa, además del fracaso consecuente. Por ello creo conveniente desarrollar un estudio profundo, hermenéutico y práctico sobre el término, y presento este artículo para ello con la intención de generar debate. Adelanto que me acerco a las posiciones psicoanalíticas para fundamentar lo que expreso. También en esta comunicación voy a presentar unas reflexiones sobre los modos de estar desde la “autorregulación” en los contextos sociales.
            Propuesta de definición y situación del concepto autorregulación.
            Se puede definir la autorregulación como una autodeterminación en la resolución espontánea de las necesidades de la funcionalidad vital. Una capacidad innata experimentada como un empuje en el que los procesos energéticos vitales se orientan, funcional y espontáneamente, hacia la finalidad de la consecución de los procesos de desarrollo, crecimiento y maduración, desde el cigoto hasta la muerte-separación de la biomasa-disolución energética en el cosmos…
            La autorregulación es posible sólo en un ser humano, y sólo se es humano en cuanto que su propio desarrollo biopsicoafectivo se produce mediatizado en la relación con otro/s seres humanos que están inmersos en una cultura concreta. La autorregulación es el principio motivacional humano, y se construye, con el empuje de los instintos, en las relaciones objetales históricas del sujeto.
            La autorregulación no determina un modo concreto de ser del sujeto humano, pero un sujeto humano autorregulado funciona básicamente en función de sus propios determinantes internos en contacto consciente autoperceptivo con los mismos, y su sociabilidad genuina está basada en la moralidad natural, y en la motilidad gratificante y placentera. Hay una posición ética natural que regula esa moral.
La autorregulación es, en el pensamiento de Reich, equivalente a la conciencia de clase en Marx.
Nada tiene que ver el concepto con la homeostasis de los sistemas biológicos o sociales. Todo sistema se autorregula, en la acepción homeostática del término, buscando la estabilidad, el equilibrio entre la tendencia al mantenimiento de la estructura (morfostasis) y la tendencia al cambio de la estructura (morfogénesis). Esta homeostasis se regula con leyes propias: retro feed back positivo o negativo… etc.
            Relaciones objetales y autorregulación según definición propuesta.
            Las relaciones con el objeto se establecen básicamente por medio de los mecanismos de identificación. Aquí se inscribe la dialéctica entre el sujeto y el objeto. En el psicoanálisis se reconoce la identificación como una de las manifestaciones más tempranas del vínculo afectivo del bebé a otra persona. En los estadios tempranos de la urdimbre afectiva la identificación toma su base en la libido oral primitiva o primaria siendo, básicamente, una identificación introyectiva. El bebé incorpora al/os objeto/s con la mirada, con la boca, con las manos…, recreándose en el contacto. El buen pecho internalizado es la precondición para lograr un yo integrado y estable y unas buenas relaciones objetales. Condiciones necesarias para que la autorregulación sea funcional al poder abandonarse el sujeto en el dar, al mundo externo, proyectando líbido y partes buenas del self sin sentirse vaciado.
            El proceso de identificación introyectiva es parte de los procesos ocurrentes pues se producen, también, identificaciones proyectivas. La identificación proyectiva determina la relación de empatía con el otro y es la base psicológica de la comunicación; permite poder situarse en el lugar del otro comprendiendo sus sentimientos y resonando emocionalmente con lo que la situación del otro nos produce en el self. Los padres sonríen provocando sonrisas en el bebé, y a la inversa, observándose una circularidad comunicativa en la que no es posible puntuar, con un registro lineal, el origen de un acto comunicativo.
            La intensidad con que se producen estos fenómenos está determinada por la capacidad de pulsación orgonótica de los sujetos que interaccionan y de la luminación que se produce entre sus campos orgonóticos. Cuando la carga energética es mayor el contacto del bebé es más manifiesto, y, así mismo, su desarrollo biofísico se caracteriza por una maduración más integrada que se expresa en la adquisición más prematura de habilidades psicomotoras.
            El bebé se va integrando, por el maternaje que lo va configurando, un objeto bueno interno y una piel continente. La introyección de la piel continente permite la emergencia de un espacio dentro del self que contiene diversas partes que dentro de un continente quedan unidas, integradas. Se entiende piel como  límite, es decir, incluye, además del órgano corporal, el campo energético.
            El bebé necesita la disposición total del objeto para poder integrarse introyectando mediante identificaciones mediatizadas por el contacto piel-piel, boca-pezón, ocular…
            El objeto sólo es tal por la existencia del sujeto. Aunque un mismo objeto libidinal fuera deseado por varios sujetos de ninguna manera seria el mismo para todos sino que tendría una materialidad específica para cada uno de los mismos. Inicialmente para el bebé los objetos se caracterizan por ser en principio sustituibles, pero hay una clara selección de objetos en base a disposiciones energéticas, siendo el cuerpo de la madre, el pecho-piel, el objeto por excelencia. Más adelante el bebé va teniendo la experiencia de la constancia del objeto y la sustituibilidad de los objetos decrece. Si la atención de cuidados al bebé se dispersa entre varios adultos los fenómenos de identificación proyectiva se acrecientan por parte del bebé, y cuando este retorna a la madre se experimenta un proceso de proyección evacuativa del malestar, que se manifiesta en forma de llanto u otras formas de protesta, antes de poder conectar con esta. El proceso es simple: el bebé que todavía no ha adquirido la constancia del objeto y que tiene un buen nivel orgonótico, en situaciones de dispersión objetual incrementa sus mecanismos de identificación proyectiva evacuando partes buenas del self (sonrisas,…) cuya función es la de empatizar controlando a los objetos para que no sean peligrosos. Consecuentemente, va experimentando un vaciamiento, un malestar por el mismo y un desgaste energético, y en el reencuentro con el pecho-madre, el bebé necesita evacuar el malestar y sentirse llenado antes de poder restablecer el contacto. La intensidad de estos fenómenos va a depender de la carga orgonótica del bebé. Con menor carga la capacidad de identificación proyectiva es menor, el malestar mayor, y en el reencuentro con el pecho-madre la recuperación del contacto es más dificultosa aún cuando la intensidad de la protesta sea menor. En el bebé con poca carga energética los fenómenos son menos manifiestos, siendo menos problemático y más normalizado.
              Creo que el bagaje disposicional (“el proceso primario» y el cuantum energético) del bebé es tan potente que determina que el objeto se ponga a su servicio mediante una relación de seducción narcisística. Habitualmente acentuamos más el poder de la madre desvalorizando el poder del bebé en quien, mediante una identificación proyectiva, se proyecta la profunda indefensión y desvalimiento del adulto. Sin embargo creo que está más cerca de lo real el considerar que la tremenda necesidad de integración del bebé se proyecta y, mediante la identificación proyectiva, el objeto se pone a su servicio  estableciéndose entre ambos una relación de seducción narcisística vivida con mutua fascinación y con fantasías de omnipotencia. El objeto adulto se pierde en el fantasma de englobamiento y su realidad yoica, el simple placer de ser, queda relegada en el éxtasis del ideal del yo que se vivencia como un sobre-ser. De vez en cuando el sujeto adulto conecta con esa pérdida yoica y el cansancio que le produce la situación, pero son ramalazos que se disipan en la búsqueda de la mutua complacencia con el bebé.
            Sólo así, en una relación psicotizada, puede entenderse que pueda desarrollarse la autorregulación, sin ella los determinantes del objeto se impondrían al bebé orientándolo hacia una represión pulsional homeostática, que sería la alternativa de sobrevivencia para este. No toda madre puede soportar esta interacción, como mínimo necesita disponer de un carácter capaz de abandonarse a un estado excisivo sin que ello implique una amenaza para la integridad de la identidad, pues de modo contrario emergerían ansiedades psicóticas, con fantasías de desmembración-aniquilación y mecanismos defensivos esquizoparanoides, viviéndose al bebé como persecutorio.
            La base energética para estos procesos se entiende en la hipótesis  plausible de que el biosistema del bebé tiene un potencial orgonótico y una capacidad de pulsación mucho mayor que el de la madre, y produce un secuestro del campo energético de esta. Secuestro que, como en el embarazo, puede facilitar descargas de estasis libidinales en segmentos concretos de la coraza de la madre. Y esa menor coraza facilitaría una mayor receptividad al contacto y, por supuesto, a los mecanismos más psicóticos del proceso primario con su base biológica de modificación de la coraza y de los telereceptores. Es común observar una mayor receptividad en las madres, a pesar de sus estructuras caracteriales, que aparecen más flexibles que en otros momentos de la vida de la mujer. Pero en profilaxis hay que insistir en la necesidad de que la madre tenga sus espacios yoicos, fuera de la seducción narcisista. Si no lo esquizoparanoide puede surgir y, desplazándose a alguna justificación adaptativa (Tengo que empezar a trabajar…), cortarse la relación inicial.
            Creo que la hipótesis del instinto sexual del bebé, maternal o paternal no es sostenible. Los fenómenos de la maternidad-paternidad no son atribuibles a bagajes conductuales innatos sino a las masivas necesidades de integración del bebé, los mecanismos que estas determinan y los procesos energéticos  que se producen.
            Pero necesariamente y antes de nada es fundamental que haya una elección consciente, y con deseo, de la maternidad-paternidad. Sólo así, si el bebé es deseado, podrá establecerse la seducción narcisística. Los padres vehiculizarán en el deseo sus identificaciones proyectivas, las correspondientes a sus propios ideales yoicos, incluyéndose aquí diversas expectativas muy distintas según la individualidad de los padres, y entre ella cabe también la de que el bebé sea autorregulado. Las identificaciones proyectivas incluyen el fantasma narcisista de englobamiento, de prolongación en el otro, la fantasía de plenitud, la ruptura de la finitud temporal, la negación de la muerte…Uno de los momentos claves de la identificación proyectiva es el de nombrar, dar un nombre al bebé se inscribe en los procesos de simbolización de los padres. Nombrado el bebé es investido de realidad en el psiquismo parental, siendo el nombre el símbolo que condensa un conglomerado difuso de deseos, linajes, mitos familiares…El nombre da existencia y significa al bebé en la mente del deseante. De cualquier forma sin el deseo, y sus identificaciones proyectivas, no habría posibilidad de proceso estructurante, ni se podría sobrellevar el trabajo que implica la crianza.
            La dialéctica del deseo es paradójica, es simultáneamente condición sin equanon para la funcionalidad de la autorregulación, y límite para la misma en la medida en que el deseo es un determinante externo que, en parte, cosifica al otro. Cuanto mayor sea la catexis libidinal de la identificación proyectiva por parte de los padres más probable es un desarrollo del bebé en la línea de la homeostasis.
            Mediante estos procesos de identificaciones y los conflictos derivados de la integración y separación se va desarrollando la identidad yoica o sentimiento de individuación. «Yo soy yo», es una expresión representativa de la identidad e implica una clara percepción de los contenidos de la «representación del self» en el yo. El self tiene una dimensión temporal, y la percepción del self permite obtener una constante derivada de la multitud de transformaciones corporales, de conducta…etc que acontecen en la vida del sujeto. Identidad como resultado de un proceso complejo de relaciones objetales determinado por la dialéctica de las identificaciones y dinamizado por el empuje energético mediante modelos libidinales específicos del desarrollo psicosexual. Identidad que integra los aspectos psíquicos autoperceptivos y los biológicos: sistema inmunitario y sistema endocrino. Identidad suficientemente estructurada en la fase genital infantil.
            Reflexiones:
            ¿Autorregulación?
            Quizás no se pueda hablar de autorregulación, o al menos no sin refererirnos necesariamente a grados o niveles de la misma o asumiendo que el concepto incluye un cuantum de determinación externa que se internaliza y actúa posteriormente como determinante interno no natural.
            Autorregulación y terapia
            Me gustaría apuntar algo sobre el proceso psicoterapéutico y la autorregulación. Considero que también el terapeuta es un sujeto deseante, como mínimo desea un resultado de cura del paciente con el que empatiza mediante una identificación proyectiva facilitada, además, porque el propio terapeuta ha sido paciente. Difícilmente puede cumplirse, entonces, el objetivo de la vegetoterapia de que el paciente encuentre su propio ritmo. Además de los límites caracteriales de terapeutizado y terapeuta, habrá siempre una cierta sobredeterminación externa al paciente, y si esta es grande el paciente puede quedar atrapado en el deseo del terapeuta identificándose con su ideal del yo. Quizás esto explique, en parte, las dificultades finales del trabajo terapéutico y apoye la conveniencia de terminar el proceso con otro terapeuta distinto. De cualquier modo y aún tomando medidas dictadas por la necesidad pragmática, considero que el principio de autorregulación menos cabe en la psicoterapia cuando no lo ha sido tampoco en la crianza, y, como estoy hipotetizando, ni en las crianzas mejor desarrolladas.
            Acción y autorregulación en contextos sociales.
            La propia acción en lo social que implica una intención de actuar sobre el medio transformándolo aleja cualquier semejanza con la autorregulación.
            En educación. Transmisión de las ideas reichianas. La tendencia que se observa en las intervenciones sociales (esas redondas, conferencias,…) a presentar un “producto” muy refinado, muy compacto, muy útil, tanto del punto de vista hermenéutico como pragmático, comparándolo con otras hermenéuticas (psicoanalítica…) a las que se desvaloriza, podemos entenderla como formando parte de la necesidad de colocar la figura de Reich en el lugar que le corresponde (rescatarlo del supuesto ataque a su figura que presuponemos siempre y que nos hace hacer en una actitud paranoica), pero no deja de ser un “identificación masiva” con los contenidos, que genera idealización, reactividad, …. . Luego cuando observamos esa reactividad es fácil que digamos “lo ves aquí está la prueba de a no escucha caracterial, de la resistencia….”. Pero si eso ya lo sabemos, ¡existe el carácter!, ¿pero porqué necesitamos provocar su aparición? Creo que esta actitud es nefasta y dañina.
            En crianza. Pasa como en el apartado anterior. Poseemos verdades, tan sagradas que las ponemos como referencias inalcanzables, esto aboca a un fracaso casi seguro, y siempre nos queda el recurso de decir “esto es una prueba de la resitencia caracterial, de los obstáculos sociales,…”.
            Propuestas
            Revisión conceptual del concepto
            Estudio de lo que realmente ocurre en las crianzas. Padres y madres juntos desnudemos nuestra experiencia, compartamos las dificultades, con humildad. Estudiemos si nuestros hijos están o no en un desarrollo saludable, relacionemos los problemas con nuestra caracterialidad, con los problemas de la pareja, con el haber perdido (o diferido) o no nuestros proyectos personales para hacer una crianza “perfecta” sacrificándonos como sujetos (quizás buscando medallas, proyectando en nuestros hijos el que sean lo sanos que no somos nosotros…). Y estando todos de igual a igual, sin asimetrías, entre los participantes, pues aunque algunos tengan más rodaje, sean didactas, como sujetos no son más que nadie, y también se cae en el grupo en una jerarquización de la salud. El más viejo (en años de terapia) estará más sano y producirá salud y sus hijos serán los más sanos… etc. Esto es también una consecuencia del propio modelo que propugnamos.
            Hacer grupos por géneros. Padres juntos. Madres juntas. ¿Estamos exentos, libres de la actitud patriarcal imperante?, o tendremos que hacer como los alcohólicos, decir que somos machistas-patriarcalistas siempre, lo ejerzamos o no en un momento concreto, como modo de estar muy atentos a que no nos salga la vena. Por eso considero interesante la experiencia diferenciada por géneros.
            Modificar ya el discurso social, saliendo de la actitud en la que estamos.
            Hacer otras propuestas de acción cuando tengamos avanzado el estudio.