Proceso de Individuación y la soledad radical del ser.

Proceso de Individuación y la soledad radical del ser.

Proceso de Individuación y la soledad radical del ser.

 Mikel Garcia Garcia  31 octubre 2025

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Resumen

Resumen:

El proceso de individuación, concepto central de la psicología analítica de Carl Gustav Jung, representa el camino hacia la realización plena del ser humano mediante la integración de los aspectos conscientes e inconscientes de la psique. No se trata de un mero ajuste social o la ausencia de síntomas, sino de un desarrollo activo hacia la totalidad psíquica. En un contexto contemporáneo de identidades fragmentadas y sobreestimulación, la individuación surge como una llamada a la autenticidad y al autoconocimiento profundo.

El proceso se sustenta en la dinámica entre el inconsciente personal y el inconsciente colectivo, este último constituido por arquetipos. Los arquetipos son patrones psíquicos universales e innatos, formas vacías que se manifiestan a través de imágenes, símbolos y mitos comunes a toda la humanidad. No son contenidos heredados, sino predisposiciones para experimentar la realidad de ciertas maneras. El texto explora en profundidad el arquetipo de la Creación, postulando cómo la herramienta de la «creatividad» se fue construyendo evolutivamente como respuesta a la tensión humana con la realidad, hasta cristalizar como un organizador psíquico.

La interacción del sujeto con estos contenidos arquetípicos da lugar a las imágenes y, mediante la capacidad de simbolización, a los símbolos. El símbolo actúa como un puente (función trascendente) que reconcilia opuestos conscientes e inconscientes, impulsando el desarrollo. La imaginación activa se presenta como una técnica crucial para dialogar conscientemente con estas imágenes emergentes, diferenciándose de la mera fantasía.

La individuación es descrita como un opus alquímico, un trabajo interior de transformación donde el «yo» (ego) establece una relación dinámica con el «sí-mismo» hasta consolidar un eje yp/sí-mismo. Este proceso no es lineal, sino rizomático y espiral, e implica integrar progresivamente la sombra (aspectos reprimidos de la personalidad), el ánima/animus (principio femenino/masculino interno) y otros complejos. El conflicto entre polaridades psíquicas no es un obstáculo, sino el fuego necesario para la transmutación.

Un destino inherente a este camino es la «soledad radical del ser». A medida que el individuo se desprende de las identificaciones colectivas (la Persona) y de las proyecciones en los demás, emerge una soledad ontológica. Esta soledad no es un vacío patológico, sino la condición de la autenticidad y la responsabilidad única sobre la propia existencia. Paradójicamente, en la profundidad de esta soledad, el individuo descubre una conexión más genuina con lo transpersonal y el inconsciente colectivo, sintiéndose parte de una red psíquica universal.

El texto concluye reflexionando que la individuación es un proceso que trasciende la vida biológica, continúa tras la muerte, y tiene una dimensión ética ineludible. No se limita a realizar un potencial preexistente, sino que implica forjar activamente el alma en diálogo con lo colectivo, transformando tanto al individuo como a los propios arquetipos a través de la interacción. La verdadera salud es, en esencia, la fidelidad a este viaje de individuación.

Palabras clave:

Individuación, Arquetipos, Inconsciente Colectivo, Símbolos, Sí-mismo, Creatividad, Sombra, Alquimia, Soledad Radical, Función Trascendente, Imaginación Activa, Complejo, Ética, Teleología

 

Contenido

Ensayo

 

Individuación, salud mental y vigencia actual

El proceso de individuación propuesto por Carl Gustav Jung es un concepto fundamental de la psicología analítica.

En nuestra época de ansiedad, identidades fragmentadas y líquidas, sociedad del cansancio y de pérdida de autenticidad, el concepto de individuación es más vigente que nunca. En la era de las redes sociales, donde la «persona» (la máscara social) puede hiperdesarrollarse, la individuación es un llamado a conectar con la autenticidad. La individuación nos recuerda que la salud no es un destino final, sino un viaje continuo de autoconocimiento y crecimiento. Esto es empoderador, ya que normaliza las crisis y los periodos de dificultad como partes necesarias del desarrollo. En una cultura excesivamente racional y materialista, la individuación valora el mundo de los sueños, la fantasía, el arte y lo simbólico como fuentes vitales de conocimiento y curación.

Jung comenzó como alienista este era el término para lo que hoy conocemos como psiquiatra. Un alienista se dedicaba al estudio y tratamiento de las «enfermedades mentales» o «alienación mental». Jung comenzó su carrera en el prestigioso Hospital Psiquiátrico Burghölzli en Zúrich, bajo la dirección de Eugen Bleuler, otro gran nombre de la psiquiatría (fue Bleuler quien acuñó el término «esquizofrenia»). Como alienista, Jung no veía los delirios y alucinaciones de sus pacientes simplemente como síntomas de una enfermedad cerebral degenerativa (la visión predominante de la época). Para él, estos fenómenos tenían un significado psicológico. Eran intentos desesperados de la psique por comunicar algo y autorregularse. Esta idea de que los contenidos psíquicos, incluso los más caóticos, son simbólicos y significativos, es la piedra angular de su obra posterior. Fue su reputación como brillante alienista e investigador de las asociaciones de palabras y los complejos lo que llamó la atención de Sigmund Freud. Al principio, Freud vio en Jung a su «heredero» ideal, ya que Jung aportaba el respaldo de la psiquiatría académica a las ideas del psicoanálisis, que en sus inicios era visto con recelo. Al escuchar a sus pacientes psicóticos, Jung notó que en sus delirios y fantasías aparecían motivos mitológicos y símbolos que ellos no podían conocer. Esto lo llevó a postular que debía existir un sustrato psíquico común a toda la humanidad: el inconsciente colectivo.

Jung contribuyó a la redefinición del concepto mismo de «salud mental». La salud no es simplemente la ausencia de síntomas patológicos, sino un proceso activo, positivo y de desarrollo hacia la totalidad psíquica. En la visión tradicional la salud mental a menudo se equipara con la capacidad de adaptarse a la sociedad y funcionar sin problemas en ella. En la visión junguiana, la adaptación es solo el primer paso. La verdadera salud implica convertirse en un individuo único e irrepetible con un funcionamiento armónico y libre.

Contenidos de lo inconsciente colectivo.

Jung descubrió que el inconsciente dinámico no era sólo la sede de instintos sexuales y agresivos y deseos reprimidos. A través de su trabajo con la prueba de asociación de palabras, el estudio de mitos y cuentos de hadas, y de productos de fantasía de pacientes psicóticos, Jung llegó a la conclusión de que había una capa del inconsciente que contiene imágenes, patrones de comportamiento y modos de percepción accesibles a toda la especie humana (y al mundo animal, también).

Arquetipos.

Los contenidos del inconsciente colectivo son el corazón de la psicología analítica de Jung y lo que la distingue radicalmente de otras escuelas. A diferencia del inconsciente personal (que contiene los recuerdos reprimidos, complejos y vivencias individuales), el inconsciente colectivo es universal e impersonal.

Sus contenidos no son recuerdos, sino tendencias psíquicas innatas que organizan la experiencia humana. Jung los denominó Arquetipos.

El arquetipo (C. G. Jung, 1934) se refiere a aquellas informaciones que originadas en un momento histórico arcaico[1], sobreviven en lo inconsciente colectivo. Las experiencias colectivas importantes de la vida de ancestros prehumanos y humanos, constituyen núcleos informativos, campos de significación, presentes en todas las culturas. Prefiguran “tendencias” o “motivaciones” organizadoras de las expresiones del inconsciente de los individuos, norteando su desarrollo evolutivo.

«Nada pertenece al pasado, ni siquiera los pactos de sangre con el diablo. Hacia fuera tal vez se haya olvidado, pero hacia dentro, no. […] Hacia fuera se es una especie de hombre civilizado, y por dentro, primitivo. En el hombre hay una parte que no está dispuesta a desprenderse realmente de los comienzos, y otra que cree haber superado hace tiempo todo eso en todos los aspectos» (C. G. Jung, 2002a, p. 254).

 

No son imágenes o recuerdos heredados, sino «formas vacías» (Jung, 1968, p. 79, par. 155)[2], patrones de funcionamiento psíquico, predisposiciones innatas a experimentar y representar la realidad de ciertas maneras universales, «una posibilidad de representación dada a priori»(Ibd, p. 79, párr. 155). En este sentido, Jung creía que el arquetipo es incognoscible e «irrepresentable» (Jung, C.G. 1969, p. 213, párr. 417)[3]; más bien, afecta a la conciencia principalmente por su «capacidad de organizar imágenes e ideas» (Ibd., p. 231, párr. 440). En opinión de Jung, el arquetipo «puede ser nombrado y tiene un núcleo invariable de significado, pero siempre únicamente en principio» (Jung, 1968., p. 80, par. 155). Todo lo que decimos sobre el arquetipo sigue siendo una visualización que es posible por el estado actual de la conciencia en un momento dado. Los arquetipos para Jung son numinosos (es decir, muy cargados emocionalmente) y están asociados con fuertes respuestas afectivas. Además, Jung pensó que el arquetipo tenía una «naturaleza psicoide» (Jung, 1969., p. 215, par. 419), que describió de la siguiente manera: «el arquetipo describe un campo que no exhibe ninguna de las peculiaridades de lo fisiológico y, sin embargo, en el último análisis, ya no puede ser considerado como psíquico, aunque se manifiesta psíquicamente» Jung, 1969., p. 215. En otras palabras, como conceptualizado por Jung, los arquetipos-como-tales mientras que son universales son inconocibles o inconscientes, pero pueden tener un profundo impacto en la conciencia y la vida del individuo. No pertenecen sólo a la esfera psíquica y parecen ser dados a priori como una posibilidad o como una forma sin contenido.

Se ha observado que el relato de Jung sobre arquetipos es multifacético. Por ejemplo, Roesler (2010)[4] señaló que podemos hablar de al menos cuatro definiciones diferentes del arquetipo en la escritura de Jung. La primera es una definición biológica, según la cual el arquetipo fue considerado como un patrón de percepción y comportamiento. La segunda definición es empírica-estadística basada en el trabajo de Jung con la palabra prueba de asociación, según la cual el arquetipo es el núcleo de las categorías de complejos señaladas por él en diferentes individuos. Una tercera definición considera que los arquetipos trascienden cualquier momento, lugar o individuo en particular y cuya naturaleza real nunca puede llegar a ser consciente. Por último, existe una comprensión cultural-psicológica del arquetipo que diferencia entre el arquetipo-como-tal y sus manifestaciones concretas que están culturalmente determinadas [Ibd].

Los arquetipos tienen, en parte, relación con el instinto de un pájaro para construir un nido. El patrón del nido (redondo, con materiales suaves) es el arquetipo. La forma específica que construye cada pájaro con ramitas y barro de su entorno es la imagen arquetípica (la manifestación consciente del arquetipo). Son impersonales. No pertenecen al individuo, sino que él participa de ellos. Son como los cauces por los que fluye el agua de la vida psíquica.

Los arquetipos actúan como los «órganos de la psique», estructurando nuestra experiencia de la realidad y guiando, a través de sus símbolos, el proceso de convertirse en un individuo completo y único: la Individuación.

Los arquetipos equivalen a categorías organizadoras del modo de pensar de lo inconsciente colectivo. “El arquetipo es la forma, introspectivamente discernible, de un ordenamiento psíquico a priori.” (C. G. Jung, 1994, p. 121). Las “imágenes arquetípicas”, surgen de un proceso de “encarnar” las informaciones arquetípicas, desde un sujeto vivo que las anima, vivifica e incorpora a la psique subjetiva dándoles significación. Sin esa acción las informaciones arquetípicas conforman un campo mórfico a la espera de ser activadas. El pensamiento inconsciente opera con las imágenes arquetípicas que son las unidades gramaticales más básicas del lenguaje. La imagen (imago) se experimenta como un numen -objeto con qualia subjetiva mágica- espiritual (numinosa), y emocional, cargada libidinalmente, que manifiesta en la psique la apariencia de un objeto real (i. perceptivas) o imaginario (i. mentales).

Así se explicaría que lo inconsciente pueda asociar, combinar, y elaborar “juicios”. El proceso de ese pensar llega al consciente como intuiciones, «(…) la intuición, considerada a la luz de la psicología, no es más que la brusca entrada en la conciencia de un proceso de reflexión hasta entonces inconsciente.» (Lukács, 1958, p. 39). Las intuiciones ligadas a imágenes requieren ser contempladas desde una mirada capaz de explorar más allá de la apariencia para que desplieguen su poder simbólico.

La imagen arquetípica deviene símbolo cuando interviene la acción de un sujeto con una consciencia que, teniendo capacidad de simbolización, trata de hallar en esa imagen un sentido no aparente. Jung menciona el caso del místico suizo Nicolas de Flue (siglo XVI) (C. G. Jung, 2002a, p. 10), para explicar la confrontación de la consciencia con la imagen bruta y su elaboración hasta su transformación en símbolo, en el caso del místico integrando su visión con el símbolo religioso colectivo de la Trinidad. Lo que Nicolas concluye tiene relación con su cosmovisión, pero ni agota el poder simbólico de su experiencia ni es la única conclusión posible de la misma.

Los arquetipos en sí son intangibles, pero se manifiestan a la conciencia a través de imágenes, símbolos, figuras y motivos recurrentes en los sueños, mitos, religiones, arte y fantasías de toda la humanidad.

No son directamente accesibles en estado normal. Se manifiestan a través de:

Los Sueños. Una «vía regia». Los sueños arquetípicos tienen una cualidad numinosa, sagrada y son extremadamente vívidos.

La Imaginación Activa. Técnica junguiana para dialogar conscientemente con las imágenes y figuras que emergen del inconsciente.

Las Visiones y Experiencias Cumbres. En estados amplificados de conciencia o de gran intensidad emocional.

El Estudio de los Mitos, el Arte y la Religión Comparada. Jung descubrió que los mismos motivos aparecían en culturas separadas en el tiempo y el espacio, lo que probaba para él su origen común en la psique humana.

Los arquetipos son informaciones abstractas, objetivas, impersonales, mientras que la mente humana que es mitopoyética, los recoge en imágenes, les da vida y les pone alma, llegando, por ejemplo, al mito Hera. Como toda personalización, la del arquetipo lo humaniza con el riesgo de confundir lo arquetípico con lo mítico. Fenómeno que se agrava con la dialéctica cultural de los mitos prevalentes por estar ligados a las culturas hegemónicas dominantes.

Hera es un mito de una cultura patriarcal, hegemónica y dominante. Se impone a los mitos de culturas dominadas en ocasiones matrilineales. El analista junguiano no puede dejarse cegar por la luz de Zeus y dejar de buscar los mitos de las culturas originarias en donde reside (Euskal Herria, México, Venezuela, Bali, …). En la jungpisteme se mantiene que, incluso desapareciendo una cultura por genocidio, su impronta en lo inconsciente colectivo permanece y actúa en los sujetos vivos. Las tensiones que generan cosmovisiones polares en sujetos mestizos son enormes, y pueden explicar conflictos sociales y complejos culturales, que resultan de identificaciones con los de la cultura dominadora en el proceso de identificación con el agresor, cuyo correlato es el desprecio de lo que queda de las culturas originarias. En Colombia pude verificar esta hipótesis.

La información arquetípica objetiva impersonal llega al sujeto subjetivo personal y dependiendo de las capacidades de este, especialmente de su capacidad simbólica, vierten su información y se mantienen como entidades vivas con las que dialogar y seguir incorporando información o, como es lo más común, constelizan una estructura -el complejo- que contiene parte de la información arquetípica y partes de resistencias, negaciones, …

El complejo es un constructo defensivo que funciona en la psique como una subpersonalidad autónoma con la que no se puede dialogar, sino que se impone al sujeto determinando su praxis y conducta. Esto sucede tanto en el sujeto como en la cultura. Hay complejos personales y complejos culturales. El complejo salvador, es un constructo autónomo, que contiene parte del arquetipo Cuidador, parte del complejo cultural crístico y partes de la personalidad del sujeto: narcisismo, salvar a otros para salvarse a sí,

Producto de cierta arquetipitis, se llega a proponer como arquetipo junguiano el Patriarcado o la Histeria o la Psicopatía. Otra cosa sería hablar de complejo cultural Patriarcado como hace Silvana Serafín (2008) en un interesante trabajo La piel del cielo: desestructuración del arquetipo femenino patriarcal.

Origen de los arquetipos.

Las experiencias de seres vivientes en relación a existenciarios fundamentales: Ciclidad (vida/muerte, estaciones, orbita solar terrestre, …), dos sexos diferenciados opuestos y complementarios, respuesta a la vulnerabilidad, códigos de acuerdos éticos … Generan una información que queda fijada en la naturaleza.

Presento una hipótesis acerca de como la necesidad de crear para sobrevivir pudo ir creando la experiencia subjetiva de la creatividad (encarnada, viva en los sujetos vivientes) y el arquetipo Creación (objetivo, impersonal, …) que orienta la creatividad de un nuevo ser humano.

Epigénesis del arquetipo de la creación.

La conciencia humana es virtual y está en tensión permanente, insoportable y abrumadora, con “la realidad”. Sentimos, intuimos la realidad, pero no sabemos qué es. “Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”[i]. Calderón de la Barca.

La creatividad y la búsqueda de significado (Espiritualidad) tratan de resolver esta tensión. La creatividad es el motor principal de la cultura humana, de la conciencia humana y de la individuación de los sujetos.

La conciencia humana es virtual -ya que solamente existe de forma aparente y no es real- su materia es inmaterial “el fantasma”, el cuerpo humano “animal” es la materia construida por los sentidos y nos confiere un sentimiento de realidad tangible, pero que sigue siendo virtual.

Sentimos lo real-materia, e intuimos que existe una realidad, pero no sabemos qué es lo real. Esta incertidumbre es abrumadora e insoportable. “La insoportable levedad del ser” (M. Kundera).

La estructura corporal condiciona cómo nos representamos lo real. Las águilas, como todas las aves, tienen una excelente visión del color. Ven los colores mucho más vívidamente que los humanos. También ven la luz ultravioleta, lo que les permite detectar senderos de orina de presas pequeñas. El águila tiene un éxito muy alto en sus intentos de caza.

Esta tensión es fuente, motor, de vida humana, y la herramienta para soportarla es la capacidad creativa que la trasciende. Esta capacidad fue adquirida en la evolución de los antecesores humanos, mediante varios saltos evolutivos. Iniciada en los rudimentos de exploración de la utilidad de herramientas materiales (piedras) hasta la capacidad de imaginar (jugar con las imágenes anticipando escenarios) y terminó por consolidarse en forma de información instinto-virtual: arquetipo.

Una tarea primordial de la capacidad creativa es construir una significación a la tensión de “la realidad”, requiere un proceso de búsqueda de significado. Este es el rudimento originario de la construcción de la dimensión espiritual humana. Para ser humanos la creatividad es la herramienta fundamental, la que confiere la libertad del ser.

Cuando se logra contemplar lo fenoménico con una mirada que escrudiña dos vertientes, la más inmediata y la más oculta, se ha adquirido la capacidad de simbolización.

Probablemente la creatividad es lo que más distingue a los animales humanos de sus antecesores en la cadena evolutiva. Hasta unos niveles de desarrollo los seres vivos se adaptan a un sistema ecológico y se conforman con un equilibrio interactivo y multi sistémico. Mientras dure ese orden el sistema está en equilibrio morfostático y puede permanecer en él mucho tiempo. Todos los miembros del sistema se necesitan para mantener el equilibrio. Los depredadores que matan e ingieren herbívoros, los herbívoros que matan e ingieren vegetales, los carroñeros ingieren animales o vegetales muertos, los que descomponen las cadenas orgánicas hasta su mínima expresión para convertirla en mínimos nutrientes, abono, para ser incorporados en el metabolismo de seres vivos.

El ciclo de destrucción, construcción, es continuo. Ambas facetas se necesitan. Para evitar ser iconoclastas podemos sustituir construcción por de-construcción así puede que seamos más civilizados, pero estamos hablando de lo mismo, aunque tenga una presencia menos agresiva o más amorosa.

El equilibrio morfostático de un sistema es precario, susceptible de ser alterado por diferentes factores que pueden provenir de algo externo (movimientos telúricos, cambios en el plasma solar, …) o interno (mutaciones en alguna especie, herencia genética de habilidades adquiridas por alguna especie o por miembros de la misma, …). El ecosistema entra en una fase caótica, de movimientos bruscos buscando una readaptación hasta un nuevo equilibrio. Dependiendo de la capacidad morfogenética, es decir de poder modificar el equilibrio inicial a otro distinto tras una fase caótica, el sistema podrá reequilibrarse en un nuevo “ser vivo” o morir.

El caos es la materia prima de la que surge la vida. La organización de cualquier sistema vivo es compleja y antitética a un equilibrio de morfostasis “quasi eterna”. Un sistema planetario, una galaxia, son “seres vivos” en un nivel de “eterno” de dimensión temporal. Un sujeto humano es antientrópico, consume una ingente cantidad de energía sólo para seguir vivo, experimenta una infinidad de fenómenos lineales y cíclicos (cada reacción de respiración celular, cada reacción química, …) infinitamente superiores a los fenómenos que puedan producirse en el sistema solar. Eso se queda corto si consideramos los miles de millones de humanos vivientes y los que han vivido anteriormente.

El humano es el ser vivo más antagónico a lo inorgánico que conocemos en nuestro planeta. Parece difícil imaginar que haya algún otro más antagónico en el sistema solar, en la galaxia, en el universo que conocemos o en los posibles multiuniversos hipotetizados.

El humano dispone de la herramienta más sofisticada para evadirse de la morfostasis inorgánica: la creatividad.

Con esta herramienta puede saltarse las normas de juego del equilibrio de morfostasis, y transformar los sistemas en los que participa el humano.

Crear permite al humano salir de la necesidad ineludible de estar en un lugar cosificado del ecosistema moviéndose solo en un rango de acciones que mantengan su equilibrio. Crear permite modificar, transformar el ecosistema adaptándolo a su necesidad o deseo.

La vida humana no lo es sin cultura y esta cultura es la mayor expresión de posición de ruptura de los equilibrios naturales, que el humano siente como amenazantes (por su vulnerabilidad) y que quiere dominar para sobrevivir: Las fuerzas de la naturaleza son inconmensurables y “malas”.

La herramienta “creatividad” se fue construyendo en el desarrollo evolutivo.

Probablemente los homínidos antecesores fueron probando por ensayo y error alternativas para mejorar su adaptación a sus sistemas, utilizando herramientas tomadas de la propia naturaleza como por ejemplo una piedra afilada para abrir la cáscara de una fruta. También lo vemos en animales.

La adquisición de una cierta conciencia de que crear instrumentos que resolviesen problemas e hiciesen la vida más fácil, era una necesidad de supervivencia, especialmente por la vulnerabilidad frente a otros depredadores, pudo ser una adquisición que se heredara.

La fragilidad, la vulnerabilidad la muerte, pudieron ser estímulos convergentes para el desarrollo de la cultura que necesitaba herramientas de creación en el seno del grupo. La creación fue subjetivizada en una significación que daba sentido al sujeto como humano, la facultad creativa, la creatividad.

Una facultad transmaterial, de alma, incorporada a la espiritualidad como función humana que busca dar significación a la propiedad existencia y a las vicisitudes existenciales. Los sujetos creativos, construían cultura, vida y continuidad de la comunidad.

El valor de la creatividad no se circunscribía sólo a la resolución de problemas que surgían en el presente sino a la anticipación imaginativa de los que pudiesen ocurrir en un futuro. Esto supone un nuevo salto, el segundo estadio evolutivo: el aplicar la función creativa a sucesos imaginarios pero previsibles.

El tercer salto evolutivo es más radical. La creatividad se puede utilizar para adaptar los sistemas a las necesidades o deseos humanos. La dominación, la jerarquía, la explotación, son modalidades que se pueden ejercer a partir de este tercer salto evolutivo de la conciencia creativa.

Una aplicación de este tercer salto es referir la capacidad creativa al dominio del grupo humano de pertenencia, a parte del mismo (dominio ejercido por los hombres contra las mujeres) o de otros grupos humanos.

A nadie se le escapa que la guerra, la violencia, son fuentes para la activación de la creatividad humana.

“Una de las nociones medulares en Heráclito es el concepto de logos, entendido no solo como su discurso sino también como una ley objetiva del devenir. Heráclito cree que detrás de la multiplicidad, subyace una unidad, una conexión armónica que constituye la verdadera naturaleza de la realidad. Esta idea de la unidad de la multiplicidad ya había sido sostenida por los milesios, pero la originalidad de Heráclito reside en que esta unidad o armonía es producto del conflicto. De ahí que “guerra” sea otro nombre para lógos pues, así como en B1 Heráclito subraya que “todo sucede de acuerdo con el lógos” (katà tòn lógon), en B80 dirá que “todo sucede de acuerdo con lucha” (kat’ érin) y que “la justicia es lucha” (díken érin). La imagen de la guerra es adecuada en tanto sugiere conflicto, oposición, antítesis. Lejos de entender la justicia como la resolución del conflicto, Heráclito piensa que lo que asegura la unidad y la cohesión es la oposición.” Silvana Di Camillo[5]

 

En algún momento del camino la interiorización de la necesidad de creaciones y de tener bien desarrollada una capacidad creativa para poder crear, se convirtió en arquetipo: el arquetipo de la creación.

La creatividad, la creación, funcionan como “fulcros”, “organizadores de la evolución y desarrollo psíquico” del individuo y de la especie.

Los arquetipos representan, primariamente, las unidades de actividad en las cuales se manifiesta la energía psíquica.[6]

En acontecimientos preconscientes los arquetipos se materializan determinadas imágenes. Así, los arquetipos se vuelven secundariamente perceptibles de un modo introspectivo como «psíquicos».[7] Lo que los arquetipos son en sí mismos, es decir, antes de nuestra percepción introspectiva, no lo podemos saber. Pero, como ordenadores, deben poseer, a causa de la existencia de los fenómenos de sincronicidad, un aspecto no-psíquico, (pero que, apenas los contenidos ordenados devienen conscientes, deja de manifestarse en fenómenos de sincronicidad marginales).[8] Este aspecto psicoide de los arquetipos (ordenadores) se manifiesta, así, no sólo como fenómeno psíquico, sino también como un fenómeno físico-energético.[9]

Esa fuerza instintiva, adquirida primero como preconciencia, heredada en la cultura y en la constitución del sujeto, que es libidinal (objetivamente cuantificable en pulsión y resultados), surge y arrastra como instinto motor de vida: arquetipo. es el arquetipo. Una vez generado el arquetipo de la creación, llega a concienciarse como creador (cada sujeto individual).

En última instancia es la energía física[10] el sustrato común de la materia y la psique. Es observable y medible científicamente en la realidad objetiva, y observable y medible introspectivamente como «intensidad» según la mayor o menor «impresión» sentimental o emocional que nos hace sentir o en síntomas, signos o señales que se pueden medir en la materia corporal aunque los sujetos no lo perciban. Es el concepto antiguo de manaLibido, más reciente, tiene un sorprendente parentezco espiritual con el mana primitivo, aunque se diferencia del concepto físico de energía por el hecho, de que no es cuantitativa sino principalmente cualitativa, qualia. En lugar de la medición exacta de cantidades, la psique efectúa una determinación estimativa de las intensidades, para lo cual es utilizada la función del sentimiento (evaluación).[11] Pero estas intensidades están más o menos graduadas lo que señala, como Jung enfatiza, a una, «por así decirlo, energética, física, latente» en los fenómenos psíquicos.[12]

Para Wilhelm Reich es importante el nivel objetivo de carga energética física de un sujeto y especialmente sus dinámicas de flujo, pulsación.

Basándose en los estudios previos de Pierre Janet, Jung definió la psique como un terreno de realidad que se encuentra, a modo de un espectro, entre el polo «infrarrojo» de las reacciones materio-corporales por un lado y, por el otro, el polo «ultravioleta» de los ordenadores formales, que Jung llama arquetipos.

Los números como configuraciones isomorfas de movimiento de la energía psíquica y física. El número tiene que ver con el aspecto latentemente material de la psique y también con el aspecto latentemente psíquico de la materia y los ritmos.

El número es una llave que da acceso al misterio, el enigma del número natural, porque es, justamente, tan descubierto, como inventado. Es cantidad e, igualmente, también significado.

A partir de los cinco meses los animales humanos ya son capaces de realizar funciones de adicción al aumentar las cantidades de un mismo objeto presentado visualmente; y a los seis meses pueden discriminar visual o auditivamente cantidades de forma abstracta (Wynn, 2000)[13]. Se postula que existe un sistema matemático básico a nivel biológico, que permite manipular cantidades con sumas y restas elementales, aspecto que se ha visto compartido con otros animales a los cuales se les puede entrenar para dar resultados similares (Coolidge & Wynn, 2018)[14].

Se ha llegado a afirmar que el proceso del conteo en humanos surge inicialmente de forma asociado a su posición corporal (orientación) y el control de acciones y representación del cuerpo (número de dedos empleados para contar) asociado al desarrollo del lóbulo parietal izquierdo (Butterworth, 1999)[15].

El lenguaje supone una “revolución” para las matemáticas, a medida que surge y domina el vocabulario aparece la aritmética simbólica, en el cual se basa el cálculo, gracias al lenguaje se produciría una transición de la aritmética concreta-perceptual a una abstracta-simbólica, aspecto que se ha comprobado cómo ya desde los 4 años van a provocar una activación en el surco intraparietal (Cantlon, Brannon, Carter, & Pelphrey, 2006)[16], es decir, ya está preparado para este desarrollo abstracto.

Cada cultura se explica esa fuerza preconsciente con diferentes mitos. La construcción de los mitos depende de las características estructurales de la cultural que los produce. Responden a estructuras de poder que los modulan en su literalidad, son referentes para la aculturación que interioriza la cosmovisión y sirven para mantener y justificar tanto la cosmovisión y las estructuras de poder que la gestionan. Los mitos de creación matrilineales son distintos de los patriarcales. Las sociedades con religiones monoteístas tienen mitos de creación distintos de las sociedades animistas.

Todo mito de creación recoge una medida, un número cualitativo que mide unidades temporales, eones. La creación en siete dias… Lo mismo que en otros arquetipos que tienen cualidades aritméticas. El del sí-mismo (mónada, microcosmo, etc.) con variantes del Cuatro entre una de sus múltiples manifestaciones numéricas.

La capacidad creativa, es inmaterial, subjetiva, pero es sentida como “tangible”, como todo fenómeno subjetivo. La mínima expresión de la materia es la energía. Todo fenómeno subjetivo tiene energía biológica percibible por los sentidos como objetivamente cuantificable (electromagnética, cuántica, …) y con un sentido psicológico: “líbido”. La capacidad creativa es libidinal (objetivamente cuantificable en pulsión y resultados).

 

Estudios académicos sobre arquetipos

Las nociones de arquetipos y el inconsciente colectivo, que son fundamentales para la psicología analítica, generalmente han permanecido fuera del ámbito de la investigación de la psicología académica convencional. Sin embargo, hay esfuerzos emergentes para integrar ideas de la psicología analítica y de la psicología cognitiva, la neurociencia e incluso la física, por ejemplo, etc. Hasta la fecha, estos esfuerzos se han dirigido en gran medida a una integración teórica o conceptual. Los intentos de poner en práctica o probar empíricamente las ideas de la psicología analítica son hasta bastante poco comunes.

Por lo tanto, cabe destacar dos estudios que buscaban proporcionar una prueba empírica de la noción de arquetipos. Rosen et al.[17]encontró que los participantes no podían identificar de manera confiable el significado asociado propuesto de símbolos considerados arquetípicos cuando dependían sólo de los recursos disponibles para la conciencia. Sin embargo, cuando a los participantes se les presentaron pares de símbolos y significados que debían aprender en un procedimiento de recuperación de asociados emparejados, mostraban una recuperación significativamente mejor de aquellos pares en los que los símbolos arquetípicos coincidían con sus significados arquetípicos asociados que aquellos en los que el significado asociado no se correlacionaba con el significado arquetípico. Al interpretar sus resultados, los autores teorizaron que la presentación del símbolo y el significado asociado movilizaban asociaciones anteriores e implícitas codificadas en la memoria que en condiciones normales no están disponibles para la memoria consciente. Los resultados de este estudio inicial fueron posteriormente replicados por Huston[18] y Bradshaw y Storm[19].

Rosen y sus colegas argumentaron que una extensión natural de los primeros estudios de Jung con la Prueba de Asociación de Palabras sería el estudio de asociaciones sobre la base de symbols. Desarrollaron un inventario de cuarenta símbolos y cuarenta palabras asociadas que estaban destinadas a corresponder a los significados arquetípicos del símbolo: el inventario de símbolos arquetípicos (ASI). Además, diseñaron un paradigma psicológico cognitivo para probar la hipótesis de que los símbolos arquetípicos estaban fuertemente asociados a estos significados subyacentes propuestos y que la asociación está más allá de la recuperación consciente en condiciones normales.

Rosen et al. llevó a cabo una serie de tres experimentos con estudiantes de pregrado en psicología en una gran universidad en el suroeste de los EE.UU. Los dos primeros experimentos probaron el conocimiento consciente de los participantes sobre los símbolos y sus significados. Cuando se les mostró cada uno de los símbolos ASI, y se le pidió que adivinara el significado de cada símbolo, los participantes estadounidenses no podían llegar al significado designado de los símbolos. Aún más sorprendentemente, cuando se les dieron los 40 símbolos ASI con una lista ordenada al azar de los significados, los participantes fueron incapaces para hacer coincidir los símbolos con sus significados correctos por encima del nivel de oportunidad. Estos resultados muestran que los participantes no eran conscientes de los significados de los símbolos.

El tercer experimento fue una tarea de aprendizaje de asociados en pareja en la que los estudiantes (divididos en dos grupos) se mostraron por primera vez los cuarenta símbolos. A cada grupo se le dio la mitad de los símbolos emparejados con los significados asociados propuestos y la otra mitad con símbolos y significados no coincidentes (los emparejamientos particulares se contrarrestan a través de los dos grupos). Después de un minuto de descanso, a los participantes se les mostró sólo los símbolos y se les pidió que recordaran y escribieran la palabra que inicialmente vieron emparejadas con el símbolo. Se encontró que los estudiantes aprendieron y recordaron significativamente mejor las palabras cuyos significados correspondían a los significados propuestos de los símbolos arquetípicos que los que no estaban relacionados con el supuesto significado de los símbolos.

De la literatura de investigación de aprendizaje de listas se sabe que los pares de palabras fuertemente asociadas se aprenden mejor que los pares menos asociados. Esto dio lugar a los autores del estudio para concluir que los símbolos arquetípicos están fuertemente asociados a los significados relacionados propuestos y que la asociación es inconsciente.

Milena Sotirova-Kohli[20] realiza una investigación con 402 sujetos. Symbol/Meaning Paired-Associate Recall: An “Archetypal Memory” Advantage? Símbolo/Significado de la recuperación del asociado emparejado: ¿Una ventaja de «memoria arquetípica»?

Concluye que presentar símbolos emparejados con sus significados aceptados ejerce un efecto estadísticamente significativo en el aprendizaje y la memoria independientemente del idioma y la cultura, a pesar de que los participantes carecen de conciencia consciente de las asociaciones. Esto replica los hallazgos iniciales de Rosen et al., Efectivamente hay una «ventaja de memoria arquetípica». Sin embargo, es necesario seguir trabajando experimentalmente para poder responder a muchas de las preguntas relativas a la naturaleza del arquetipo y el inconsciente colectivo. Sería de interés llevar a cabo el experimento con pacientes que tienen amnesia, como sugieren Huston, Rosen y Smith

 

Dinamismos entre contenidos de lo inconsciente colectivo y el sujeto personal.

 

Del arquetipo al mito, y retorno.

La ilustración 1 la vamos a explicar con una imagen arquetípica presente en todas las culturas: el círculo, que, siendo una imagen simple, tiene un enorme potencial simbólico, un atractor promueve buscarle una significación. Esta es la función religiosa de re-ligare, reunir la imagen con el sentido que porta. ¿Qué experiencias impactaron a los ancestros para constelizar informaciones que se representen con la imagen círculo? Probablemente fuentes múltiples convergentes. El primer círculo que empieza a discriminar un infante es el iris de quien lo mira amorosamente cuidándole. Iris pulsante, entre miótico ó midriático, en función de la luz, la focalización de la mirada y las emociones de quien mira. La propiocepción de nuestras propias células dota al círculo de frontera entre continente convexo y contenido cóncavo. Posteriormente se asocian los fenómenos importantes de la naturaleza, el horizonte, el sol, la luna. El círculo es una abstracción mental, la geometría euclidiana, en la naturaleza sólo existen aproximaciones a lo circular. El círculo es un significante de relación. El nuevo lactante mediado por el arquetipo puede reconocer en el iris el círculo y esto le inscribe en la relación y la consolida, junto con los elementos personales, los instintos, el olor, el miedo, el placer. Más adelante el infante garabateará, con la arena, con un tizón, con un lápiz, … e irá experimentado circularidades y líneas cóncavo-convexas, espirales, la relación con el espacio, el vacío, lo lleno… El garabato como precursor artístico está formulado por Winnicot (Gaspariño & Loné, 2016; Lacruz Navas, J., 2010; Martínez Loné, 2017; Nagel, 1995).

La formación de símbolos es un proceso de juntar e integrar lo interior con lo exterior, el sujeto con el objeto. Los símbolos creados primero internamente, pueden luego re-proyectarse hacia el mundo exterior en una zona intermedia de experiencia, entre la realidad interior y la vida exterior, poblada de objetos y fenómenos transicionales, que van perdiendo significación y van dando lugar al juego y a la actividad creadora.

La apropiación es de naturaleza física y sirve de soporte para los despliegues posteriores de naturaleza simbólica. Es iniciada con la lactancia (sin y con dientes), en de una dinámica antropofágica, boca, labios y las manos (su satélite cognitivo).

Las funciones corporales son el esqueleto que predetermina los símbolos que finalmente representarán dimensiones humanas existenciales. La columna vertebral vertical -en la bipedestación- se trasladará al axis mundi representado por el árbol de la vida que conecta la tierra con el cielo.

De la apropiación física a la simbólica del cuerpo del OTRO hay un trayecto bastante corto y metonímico. La apropiación del espacio, del tiempo y sus atributos, de las mentes, del OTRO no es cuerpo a cuerpo, pasa por un proceso de mediación por las imágenes simbólicas. Y tiene su esqueleto en los procesos de separación del cuerpo de la madrfe.

 

Ilustración 1 Esquema en espiral expandida del arquetipo al mito. Fuente: Mikel Garcia

 

El infante a medida que consolida su capacidad de simbolización captará el sentido simbólico de las intuiciones que le llegan acerca del círculo, la relación del sí-mismo con el cosmos, mediada por la relación con los otros humanos, construirá Crómlech en sus juegos simbólicos y experimentará con las relaciones. Irá creando sus propios relatos con las historias del juego y sus círculos, y un observador podrá reconocer mitologemas. El círculo muta de mándala a yantra. Interiorizará yantras culturales conectados con relatos mitológicos colectivos “aculturarándose”. Algunos yantras mantendrán la conexión con la función re-ligare del arquetipo círculo, otros le abducirán conduciéndolo a terrenos ideológicos de las religiones. El yantra puede ser una mandorla, que se enfatiza la entronización del demiurgo y su poder sobre la humanidad, el nimbo de los santos, … Se justifican jerarquías, privilegios y moralidad normativa sancionadora deontológica. Las ideologías que activan lo arquetípico al servicio de falacias fascinan y reducen el grupo a masa sometida (Hitler). «Para Jung el arquetipo lleva ínsito tanto el lado oscuro como el luminoso» (Jacobi, 2019, p. 61).

La realidad realmente importante para el humano tiene la estructura de un acontecimiento, no la de un contenido objetivo, y puede expresarse únicamente, como diría Aristóteles, en una práxeos mímesis, en la representación de una acción, es decir, en una «historia». Esto es el fundamento de la construcción de los mitos. Cada arquetipo es el núcleo de una experiencia histórica ancestral que se explica, en lo actual, con una historia que reconstruye el tiempo original, constituyendo una unidad funcional, un mitologema (C. G. Jung & Kerényi, 2004). Los mitologemas tienden a articularse en historias más complejas, resultando un relato mítico completo con mitologemas articulados de modo que tengan una coherencia interna que resulte comprensible. El mitologema inviste un tipo arquetípico enriquecido con un mínimo de elementos propios de una cultura, siendo el mitema (Lévi-Strauss, 2002) una porción irreducible de un mito, un elemento constante, que se repite en varios mitologemas.

Para Malinowski (1948) el mito cumple una función esencial al codificar los conocimientos y las prácticas sociales, morales y religiosas de cuyos restos arqueológicos e históricos da cuenta. Para Eliade (1999) el mito es una estructura de lo real que escapa a una aprehensión empírico-racionalista, siendo más bien un “encarnamiento” que quizá tenga que ver con nuestros más inconfesables deseos y temores.

Para Dumézil (1974), la función de los mitos es expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener conscientes no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y estructura, los elementos, los vínculos, las tensiones que la constituyen. El sentido oculto de los mitos es de naturaleza histórico social para justificar las reglas y las prácticas tradicionales sin las cuales toda la estructura se dispersaría.

La función del mito como aculturizador es una de las principales características del mito en las sociedades humanas. El mito es un medio para transmitir valores, normas y conocimientos de una generación a otra, y es utilizado por las culturas para enseñar a los individuos cómo comportarse y cómo interactuar con su entorno.

Pero ¿qué pasa con los mitos en la sociedad moderna? ¿Siguen siendo relevantes? En la actualidad, se desprecian los mitos como algo irracional, arcaico, contraponiéndolo a la ciencia del logos. La psique humana es mitopoyética, construye relatos míticos para explicar las realidades existenciales. Hasta la ciencia construye mitos para explicar sus hallazgos y logros. Muchas personas se sienten desconectadas de las tradiciones y mitos antiguos, y buscan nuevas formas de encontrar sentido y propósito en sus vidas. Aquí es donde hay espacio para que surjan los mitos modernos: historias y símbolos que reflejan las preocupaciones y aspiraciones de la sociedad actual. El riesgo es que los mitos sean construidos por “el poder” como una forma de dominación al adoctrinar a los sujetos necesitados con ideologías que les dan sentido a sus vidas a base de consumir productos opioides.

En mi artículo Los mitos modernos, filogénesis, función y trabajo de consciencia (García García, 2023),  reflexiono sobre la función de los mitos, presentando diversos ejemplos en ciertas áreas que podemos entender como mitemas (sacrificio, amor incondicional, …) los cuales forman parte del núcleo de mitos concretos. Los mitos explican uno o varios mitemas con particularidades diversas dependiendo de la cultura. El recorrido del artículo llega hasta la presentación de un listado de mitos modernos, que se nutren de los mitos antiguos adaptados a mensajes modernos. Enfatizan la función de aculturación de dar sentido a la existencia, pero, en muchas ocasiones, esos mitos quedan despojados de su poder simbólico originario, convertidos en signos-creencias que adoctrinan y mutan a los sujetos en consumidores de productos opioides que adormecen la conciencia. En el epílogo se invita a reflexionar (un proceso de desmembramiento) sobre qué mitos nos están poseyendo e impidiendo la evolución para poder recuperar la creatividad mitológica y la disposición a la paz resiliente.

 

Imagen, imaginación, realidad.

La imaginación es la facultad humana, la capacidad de la mente para generar representaciones —escenas, historias, sensaciones— de cosas que no están presentes en la realidad inmediata. No surge de la nada; su materia prima son los elementos previamente percibidos y almacenados en la memoria, que son recombinados y transformados para crear nuevas realidades psíquicas. Por ello, la imaginación es un proceso creativo superior, ya que es el taller donde se forja lo novedoso.

Una imagen (imago) es mucho más que una copia mental. Es un numen: un objeto psíquico cargado de una cualidad subjetiva y poderosa (qualia), una esencia mágica o espiritual (mana) que la convierte en una hierofanía, es decir, una manifestación de lo sagrado. Esta carga emocional y simbólica es lo que llamamos qualia: la cualidad subjetiva e intransferible de una experiencia, tanto individual como colectiva.

Desde una perspectiva antropológica y arqueológica, la imagen surgió en el «hueco dejado por los muertos». Los primeros retratos y efigies actuaron como sustitutos de los cuerpos ausentes. La imagen, por tanto, responde a una ausencia y se convierte en la «criatura fantasmática» del cuerpo desaparecido, un fantasma que habla por quien ya no está (de ahí la idea de un «lenguaje de los muertos»). La imagen responde por la ausencia. Las imágenes son las criaturas fantasmáticas de los cuerpos.

La realidad que moldea y da sentido a la subjetividad humana no es la fría realidad objetiva de los hechos, sino la realidad tejida en forma de relato. Construimos nuestro mundo a través de historias, mitos y narraciones. Esta es una «realidad específica de especie», para la cual el proceso creativo es fundamental, pues es el mecanismo con el que construimos ese relato significativo.

Las imágenes sean endógenas o exógenas, sin nuestra mirada (sin nuestra conciencia) serían absolutamente nada. Observar imágenes significa animarlas.

Lo “imaginario” (sólo existe en la imaginación: amigo imaginario; números imaginarios… imaginaria militar)

Lo “imaginario” funciona mayoritariamente como el espacio de los sueños muertos de la humanidad, sustitutivos de la imaginación. Relato-mito-compensatorio. Imaginación Fantástica, juego de pensamiento sin fundamento en la naturaleza: “la piedra angular de los locos”. “nada se crea, todo se copia” en las máquinas de imágenes.

En la “órbita de lo imaginario” las imágenes no tienen memoria de sus raíces, perdidos los vínculos con su origen son autosuficientes y autorreferentes.

La fuerza de la Imaginación Vera (Paracelso – Alquimistas) con su impronta de rebelión creativa, traspasa la resistencia de las imágenes, las torna en ventanas que permite el acceso a los “materiales que representan”.

En este contexto, la creatividad puede entenderse como una herramienta del Eros (en el sentido junguiano del principio de conexión, relación y vida). Su función es articular, unificar y otorgar un sentido coherente al producto del proceso creativo. Así, la creatividad se revela como una facultad indispensable para el desarrollo psíquico, la integración de los opuestos y el proceso de individuación (el llegar a ser uno mismo).

Para que una obra original o un hecho novedoso trascienda la mera rareza y adquiera profundidad, necesita estar imbuido de un sentido de «religare» (del latín, «vuelta a unir» o «conectar»). Este término, raíz de la palabra «religión», aquí simboliza la capacidad de una creación de re-ligar al individuo con algo trascendente: con su propio self, con la comunidad o con el arquetipo. Sin esta conexión significativa, las supuestas originalidades son meros «significantes vacíos»: formas novedosas pero carentes de un contenido profundo que resuene en la psique.

Sin embargo, incluso estos «significantes vacíos» pueden tener un valor. Al ser percibidos por otros, pueden actuar como estímulos o catalizadores que despierten en ellos un auténtico proceso creativo, llenándolos de un significado nuevo y personal.

Totalitarismo de las imágenes fantásticas.

Nuestra época produce tantas imágenes que abruman y rompen el ritmo de la imaginación arrastrando a los sujetos a una dependencia de los mensajes que esas imágenes signos fetiches contienen.

El tanto devorar imágenes nos lleva a que ellas nos devoren a nosotros y que acabemos queriendo tenerlas para llenar los vacíos y ser ser como ellas, identificándonos.

Además de una indigestión icónica, una iconoadicción narcotizante de las imágenes, se produce una colonización del alma como un gran outsider tanático.

Da igual que las busquemos fuera o las busquemos dentro, da igual que nos las impongan desde fuera que nos las impongan desde dentro. Desde la propaganda subliminar tardocapitalista o desde el inconsciente psicoide de la república de los arquetipos.

Para evitar enfermedades iconofágicas, primero es conveniente disminuir la ingesta, ponerse a dieta de las imágenes durante días o semanas para alcanzar cierta paz interior. Pero ¿Cómo podríamos defecar la enorme cantidad de imágenes que consumimos iconofágicamente? ¿Cuál sería el proceso de iconorrea?

 

Imaginación activa

Hay que distinguir entre la actividad imaginativa ordinaria, como la fantasía, y la imaginación activa:

Una fantasía es más o menos la invención de un individuo y permanece en la superficie de las cosas personales y las expectativas conscientes. Pero la imaginación activa significa, tal como indica el término, que las imágenes tienen vida propia y que los acontecimientos simbólicos se desarrollan de acuerdo con su propia lógica (suponiendo, por supuesto, que tu razón consciente no interfiera). (Jung 1935, “Las conferencias Tavistock”, párr. 397) citado por (Schaverien, 2005).

La actividad imaginativa, como el simple ensueño y el fantasear, «permanece en la superficie de las cosas personales»; por lo tanto, está más cerca de la experiencia consciente. La imaginación activa requiere una atención dirigida y una suspensión de la

incredulidad, lo que permite que fluyan imágenes previamente inconscientes y que el

material más profundo pueda manifestarse

Imaginación activa (IA) versus estar activo para imaginar. Se confunde mucho que una actitud de estar activo para imaginar es lo mismo que usar la herramienta Junguiana imaginación activa. Para hacer IA se necesita tener un yo bien estructurado para no confundir los contenidos que se presentan en la psique con esa herramienta de IA.

Imaginación activa (IA) versus estar activo para imaginar. Se confunde mucho que una actitud de estar activo para imaginar es lo mismo que usar la herramienta junguiana imaginación activa. La IA tampoco es Inteligencia Artificial, como aplicación tecnológica derivada de los conocimientos de la neurociencia para llegar a la mente y modular la conciencia (Cognotecnología). Salvador Dalí (1904-1989) con su método paranoico-crítico, encontraba interesante la paranoia como habilidad para percibir enlaces entre objetos que racional o aparentemente no se hallan conectados. André Bretón (1896-1966) afirmó que constituía «un instrumento de primera importancia» y que «se había mostrado perfectamente aplicable lo mismo a la pintura que a la poesía, el cine, la elaboración de objetos surrealistas, la moda, la escultura, la historia del arte, e incluso, de ser necesario, a cualquier tipo de exégesis». Dalí describía el método paranoico-crítico como un «método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes autorreferentes». La diferencia con estar en la paranoia de trastornos mentales es el uso crítico de los contenidos delirantes autorreferenciales. Para hacer IA se necesita tener un yo bien estructurado para no confundir los contenidos que se presentan en la psique con esa herramienta de IA.

 

 

 

Ensayos imaginativos

La ficción hace simulacros sobre diversas distopías sociales, derivadas de transformaciones más o menos catastróficas (virus que transforman a la población en zombies, o porque son creados artificialmente, o activados por radiaciones, o salen del interior de las células humanas para hacernos conscientes de algo: “El virus como Hermes”) o descubrimientos científicos (se puede condensar la conciencia en un dispositivo e irla pasando a diversas fundas corporales, a modo de inmortalidad, como en la serie de Netflix Altered Carbon), o de regulaciones morales (una noche se pueden actuar con permiso las pulsiones criminales: The Purge, la noche de la bestia).

Las distopías atraen, las utopías aburren. Las distopías podrían hacer evidente o consciente lo que es probable y mover las conciencias a evitarlo, pero no lo hacen, funcionan como catarsis en las que se interioriza la banalidad del mal (en el sentido de Arendt). Además, refuerzan la confusión entre realidad y virtualidad.

Cuando llega el coronavirus no se distingue hasta qué punto es ficción o si de ser real será bueno realizar las distopías vistas en la ficción. Algunos piensan que con el coronavirus alguien está haciendo simulacros. Otros que el baño de realidad podrá activar la empatía al vivir realmente una distopía y que esto provocará cambios de fondo.

Ante acontecimientos percibidos como catástrofes es común reaccionar reforzando aún más esa forma en que habitamos la realidad física: Negamos lo real, sus circunstancias, y las consecuencias de nuestros actos en lo real.

La desrealización es una alteración pasajera de la percepción o de la experiencia del mundo exterior del individuo de forma que aquel se presenta como extraño o irreal.  Entre otros síntomas se incluyen las sensaciones de que el entorno del sujeto carece de espontaneidad, de profundidad o de matices emocionales. Muchas personas tienen una experiencia pasajera de despersonalización o desrealización en algún momento de sus vidas. Sin embargo, cuando estas sensaciones siguen apareciendo o nunca desaparecen del todo y afectan tu capacidad de desenvolverte, se considera que padecen un trastorno de despersonalización-desrealización. Este trastorno es más frecuente en personas que han atravesado experiencias traumáticas.

Cuerpo humano

El cuerpo actual tampoco es un mediador útil para relacionarse con la realidad, no está habitado, se huye de él o porque se lo vive como una carcasa transitoria o fuente de pecado por los instintos y deseos erótico sexuales, y, precisamente por ello objeto de castigo, sea conscientemente con cilicios o inconscientemente sufriendo por distintas enfermedades psicosomáticas, entre ellas, las autoinmunes.

La ficción recoge mitologías anteriores de inmortalidad en nuevos mitos colectivos que toman fuerza simbólica: zombies, muertos vivientes, que van más allá de otros mitos que siguen existiendo como los vampiros inmortales.

La ciencia ficción, orientadora de la ciencia, adelanta que la reencarnación será posible recopilando la consciencia de un sujeto y pasándola a un nuevo cuerpo, siempre que te lo puedas pagar. También hay “pagos” o pasaportes para las inmortalidades que proponen algunas religiones, …

Los humanos somos una especie social. La supervivencia humana depende de la co-regulación de nuestro estado neurofisiológico a través de la interacción social. La teoría polivagal denomina a este proceso espontaneo como neurocepción (Porges, 2003, 2007). Ante la presencia física de otro, mientras participa activamente en interacciones espontaneas cara a cara, nuestro sistema nervioso detecta estas señales de forma intuitiva y rápida sin darse cuenta de manera consciente. Es un proceso neuronal que ocurre sin conciencia y que evalúa constantemente y desencadena respuestas fisiológicas adaptativas. Particularmente activo ante el riesgo, según las características particulares de seguridad, peligro o amenaza a la vida.

Mientras se juega y también muestras se realizan videoconferencias se pierden las referencias habituales y se asimilan otras. El uso excesivo de pantallas limita la capacidad natural de exploración del mundo real, reduce el espacio íntimo de la persona e impide que se desarrolle de forma amplia. Se necesita un sobreesfuerzo para resintonizar nuestro sistema nervioso para ser más conscientes de la expresión facial, la entonación vocal y el gesto de la cabeza, el lenguaje corporal cambia sus referencias.

Puede darse el «síndrome del astronauta». La persona pierde las coordenadas temporales y espaciales, siente que flota perdiendo su sentido de orientación y produciéndose olvidos que comprometen el contacto con sus afectos y afectando su capacidad de imaginación. El sentimiento de desrealización está, aunque sea inconsciente. Y se ponen en marcha mecanismos adaptativos. Las «orejeras tecnológicas» comprometen e involucran una acotación de la perspectiva y de la visión horizontal por una permanente fijación del campo visual y del movimiento de la cabeza restringiendo la capacidad natural de exploración. El movimiento arriba-abajo del espacio reducido de la pantalla produce una adaptación artificial del espacio y del movimiento horizontal. De ahí que se produzca la verticalización del cerebro y de la identidad.

 

Consideraciones sobre los símbolos.

El fenómeno psíquico investigado por la psicología analítica es el símbolo, que constituye la única llave posible para el conocimiento, pues como dice Jung «siempre expresamos a través de símbolos las cosas que no conocemos».

La imagen arquetípica deviene símbolo cuando interviene la acción de un sujeto con una consciencia que, teniendo capacidad de simbolización, trata de hallar en esa imagen un sentido no aparente. Jung menciona el caso del místico suizo Nicolas de Flue (siglo XVI) (C. G. Jung, 2002a, p. 10), para explicar la confrontación de la consciencia con la imagen bruta y su elaboración hasta su transformación en símbolo, en el caso del místico integrando su visión con el símbolo religioso colectivo de la Trinidad. Lo que Nicolas concluye tiene relación con su cosmovisión, pero ni agota el poder simbólico de su experiencia ni es la única conclusión posible de la misma.

La capacidad de simbolización la desarrolla el sujeto, con la experiencia y el entrenamiento, es contingente a las vicisitudes existenciales de su desarrollo evolutivo.

Lo mismo ocurre con la capacidad de diferenciación entre el origen imaginario o externo de la imagen y sus dinamismos. Sin capacidad de simbolización el potencial simbólico de la imagen no se despliega y la imagen funciona únicamente como signo para los dinamismos de la imaginación fantástica. Un psicótico no puede separarse de la imagen, contemplarla e interaccionar con ella buscando un sentido más allá de lo aparente, no tiene capacidad de simbolización, ni puede discernir el origen interno o externo de la imagen. Un ejemplo de incapacidad de simbolización es Nicodemo[21].

El símbolo contiene un componente colectivo, que le dota de un matiz hermético, con la información de las experiencias culturales de nuestros ancestros. «El monstruo egipcio, feminizado en el mundo griego, no es sino una «masa de libido incestuosa» (frase de Jung en Metamorfosis y símbolos de la libido) que se rinde a la astucia del héroe» (Durand, 1992, p. 74)

Herbert Blumer (1982), acuña el término interaccionismo simbólico. Las personas actúan sobre los objetos de su mundo e interactúan con otras personas a partir de los significados que los objetos y las personas tienen para ellas. Es decir, a partir de los símbolos. El símbolo permite, además, trascender el ámbito del estímulo sensorial y de lo inmediato, ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y facilitar la imaginación vera. Los significados son producto de la interacción social. Las personas seleccionan, organizan, reproducen y transforman los significados en los procesos interpretativos en función de sus expectativas y propósitos. «El símbolo sólo puede ser motivado por los comportamientos elementales del psiquismo humano» (Durand, G., 2000). La simbolización permite ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y facilitar la imaginación, la fantasía y la creatividad.

El símbolo presupone una función psíquica que lo crea y una función que lo comprende, a la cual denominó «pensamiento simbólico o entendimiento simbólico» que es coordinado por el yo y realiza la trasformación del material inconsciente en material consciente. La capacidad de la psique de formar símbolos es una función compleja, operada por la psique por medio del mecanismo de auto-regulación, que une los pares de opuestos en una síntesis y crea una comunicación entre consciente e inconsciente.

Es decir, es una consecuencia de la llamada función trascedente. El símbolo creado en un momento histórico no puede per se, transformar a un sujeto que no haya consolidado una capacidad simbólica para explorar que hay detrás de la manifestación aparente del símbolo. Sin esa capacidad simbólica en símbolo es signo.

Llegar a entender la Cruz como unión de opuestos cuaternarios, coniunctio, es distinto de entenderla como signo de vencer la muerte en una resurrección.

El azar y el eterno retorno de Nietzsche son sinónimos de la sincronicidad y la función trascendente de Jung. Ambos afirman la necesidad de amar lo múltiple y cambiante del devenir heracliteano, en el que el conflicto (tensión) entre polos opuestos (se suele mal-leer como guerra) es permanente, necesario y el motor de la transformación. Intuyo que esto inspira a Hillman en Un terrible amor por la guerra[22]. Amar el devenir es arriesgarse, jugar a los dados en una sola jugada, pues somos un ser para la muerte. Cada acción es mortal y eso es origen de la vida del viviente. La existencia es mortal y eso es el origen de otras existencias. Ahí radica la creatividad como facultad humana para soportar vivir en la incertidumbre caótica del ciclo inmanente de la muerte-vida, y destilar la tensión en acciones en dos tiempos: matar (destruir- deconstruir) y dar vida (crear-animar-dar significación). La herramienta “creatividad” se fue construyendo en el desarrollo evolutivo de la especie humana, en varias fases hasta generarse el arquetipo “creación”. La capacidad creativa, es inmaterial, sentida como “tangible” por el quantum de energía biológica que la sustenta y que es objetivamente cuantificable (electromagnética, cuántica, …) y subjetivada como: “líbido”.

Jung subrayó en su trabajo Símbolos de la Transformación, «todos los procesos psíquicos emocionales, esto es, cargados de energía, muestran una tendencia muy notable a manifestarse ritmicamente». La ritmización de la energía psíquica fue, probablemente, el primer paso hacia su plasmarse culturalmente y, con esto, hacia su espiritualización.

Este es el sendero de la individuación, tarea en fases, cuya función no es separar al sujeto del colectivo, sino reintegrarlo a una tensión entre la intersubjetividad compartida y la soledad radical del ser. No hay ni resonancias en paralelo ni sujetos separados, sino la constitución de una única y combinada subjetividad que incluye también lo inanimado. “Somos extranjeros donde sea que estemos” (Fernando Pessoa). Amar el devenir implica saber jugar y bailar. Aquel que juega reactivamente querrá tirar varias veces hasta que los dados den la combinación deseada. El juego de los dados, las tabas, el I Ching, se pueden usar como herramientas de individuación o como herramientas reactivas de la sombra.

El filósofo Nagel (1995)[23] contempla el psicoanálisis como una extensión de lo que él llama “psicología del sentido común”. Algo que el tránsito por la individuación consolida y a lo que la psicoterapia enseña a utilizarlo adecuadamente. Matar las inflaciones, sacar a la sombra de la cárcel, descolonizar las mentes, … en movimiento rizomático y espiral (baile) para acercarse al estado de simplicidad en el seno de la complejidad. Un simple gesto puede trasformar la cultura cuando el colectivo está receptivo. ¿Qué impulsa a Héctor a quitarse el casco, ponerlo en el suelo, para abrazar al niño?[24] Amar el devenir permite que el eterno retomo actúe como principio ético. Un principio cuasi kantiano pero que lo trasciende al incorporar lo inconciente colectivo. La individuación no lo es sin la mirada ética. Mirada que hay que develar, deconstruyendo primero la moral del rebaño -grabada a fuego- hasta tener, a veces, que “realizar el dios oscuro”.

Cuando las palabras empiezan a hacerse musicales nos estamos acercando a lo reprimido. En su relato breve El silencio de las sirenas, Kafka, hace patente la paradoja de Ulises atrapado entre canto y silencio (Kafka, 1981, p. 150).[25]

Los símbolos, dice Theodor Abt (2005)[26] “siempre apuntan hacia aquello que aún es desconocido para la persona y así puede plasmarse en textos y pinturas la naturaleza simbólica del trasfondo inconsciente que necesita ser expresada en ambas formas: en palabras e imágenes”.

Simbología del Sol Negro.

El sol negro a los ojos de los alquimistas es la materia prima. Lo inconsciente en estado elemental. Para los mayas el sol negro se representa en forma de jaguar. Sol negro es el sol en su recorrido nocturno, cuando deja este mundo para iluminar otro. Los aztecas lo representan llevados sobre la espalda por el Dios de los infiernos. Antítesis del sol de mediodía, como lo absoluto maléfico y devorador de la muerte.

Para el analista el sol negro es lo inconsciente en su estado más elemental.

Los mismos símbolos pueden tener lecturas distintas en las culturas. En el misticismo nazi. El Sol Negro formaba parte de una serie de creencias englobadas en una corriente ocultista iniciática -ocultismo nazi- UMBRA NATURA.

Este movimiento quiso sentar las bases de una corriente doctrinal pseudo religiosa-política fundada (o «reconstruida» según los intereses del Reich)

Heinrich Himmler líder de las SS se tenía por gran ocultista e iniciado en las artes esotéricas y las corrientes del presunto “misticismo ario ancestral”.

¿Símbolos y mitos, son expresiones de arquetipos?

            No. El arquetipo[27] es su fuente de instinto psíquico, el símbolo es una subjetivación y el mito una subjetivación todavía más elaborada, una historia compleja que articula diversos símbolos y arquetipos en un lenguaje gramatical generativo. La psique humana es mitopoyética, no puede dejar de construir historias. Llamar arquetipo a un mito es un error bastante frecuente en algunas corrientes junguianas, diría que es un exceso de eros sobre el logos. Desequilibrio que es vivido por sujetos como referencias ideales, muchas veces de una cultura idealizada, desde la que se hacen juicios -soy Atenea, me falta Hestia- que refuerzan identificaciones, con ideales, coartando el proceso de amplificación histórica de la propia mitología interna.

Imagen arquetípica que simboliza el sí-mismo y la Individuación: Los mándalas son los símbolos más primarios de la humanidad y son el término técnico que Jung usa para referirse a las figuras circulares, cuadradas o con forma de cruz o estrella. La palabra sánscrita mándala significa «círculo mágico». Simboliza el acabamiento, la redondez, la unión de los opuestos que hacen un todo, la transformación y el renacimiento. La creación o renovación del sí-mismo y su integración en el yo para formar el eje yo/sí-mismo, que es el objetivo de la individuación, puede ser empujada por los mándalas. El sujeto va a construir una narrativa, un relato, una historia, el rudimento del mándala se transforma en un yantra.

La mayoría de lo que nombramos como mandalas son yantras.

 

Interacción sujeto -vivo- con información arquetípica -muerta.

En las secciones mecánica cuántica y arquetipos del artículo El Susurro del Cosmos y el Microscopio: Magia y Ciencia en el Umbral de la Conciencia, se explican las hipótesis de la interacción. (García García, 2025c)

En el apartado El proceso de individuación es un opus alquímico de este artículo se describe esa interacción aplicada al desarrollo psíquico.

La interacción entre arquetipo Creación y la subjetividad, tiene como resultado de ese proceso epigenético o una creatividad al servicio de la individuación o un complejo[28] de creatividad que mantiene al sujeto fijado en falacias pre-trans (Ken Wilberg). El complejo de creatividad funciona como una modalidad del “mal”, lo que no es banal (Arendt, 1993) pues se adscribe a la sombra[29] y condiciona las creaciones y las decisiones éticas de los sujetos. Me parece oportuno traer esta cita que combate implacablemente cualquier refugio en la defensa de la banalidad.

 

Sincronicidad

En «Myterium Coniunctionis»[30] escribe Jung que el mandala es la correspondencia intrapsíquica del Unus-Mundus, el fenómeno de sincronicidad, en cambio, la correspondencia parapsicológica. Este es un enunciado muy importante.

Von Franz lo desarrolla más. Es el pensamiento de las correspondencias de Parménides: macrocosmos, microcosmos.

Marie Luise Von Franz, en tiempo y número habla sobre el I Ching

«Hellmuth Wilhelm ha descubierto un interesante paralelo chino del concepto occidental del Unus Mundus. Se encuentra en la obra del filósofo Wang Fu Ch‘ih (1619-1692), que hizo el intento de aclarar filosóficamente el funcionamiento tan misterioso del libro de las mutaciones, el I Ching.[31]

Según su entender, es toda existencia, en última instancia, un continuo que abarca todo y que en sí mismo está regularmente ordenado. «Sin embargo, prescinde en sí de la manifestación fenomenológica» y por eso no es inmediatamente accesible a la percepción sensorial. (Esta idea corresponde casi completamente con aquella de Jung de un transfondo psicofísico del mundo irrepresentable y, por esto, invisible.) Según el punto de vista de Wang Fu Ch‘ih, se diferencían, a causa de la dinánica inherente a este continuo universal, ciertas imágenes, las cuales, en su estructura y en su posición, participan en el Continuo y sus leyes.[32] Porque estas imágens están ordenadas en sí mismas y porque por esto tienen un carácter regular participan en el mundo del número y pueden ser aprehendidas por un procedimiento numérico, es decir, entran en el campo de juego del número y pueden ser, como objetos de teoría condicionados por leyes, numéricamente estructuradas y ordenadas. Estas imágenes, en efecto, pueden también ser aprehendidas directa, emocional y vivencialmente sin ningún procedimiento numérico; el número, por el contrario, abre un acceso teórico-especulativo a las situaciones de estas imágenes.

Esta idea de Wang Fu Ch‘ih de las dos posibilidades de acceso a las imágenes me parece muy significativa: un acceso es puramente cualitativo, intrapsíquico y vivencial, el otro es más técnico-racional y está más relacionado con el orden de la estructura que con el contenido de las imágenes. Sin embargo los dos accesos conducen al mismo fin, o sea a la aprehencion de una «constelación» perteneciente a un momento determinado en el mundo de este transfondo psicofísico.

De este transfondo fluyen las imágenes arquetípicas y era, efectivamente, la presuposición del I Ching, que ésto se llevase a cabo en un cierto orden y sucesión. «El I Ching, dice Jung,[33] es un sistema significativo que intenta ordenar, en cierta manera, y hacer legible el juego de los arquetipos.“ »

En su artículo sobre el principio de sincronicidad[34] Jung lanza también la pregunta, de si los fenómenos de sincronicidad no pudieran ser, en última instancia, sólo casos especiales de un principio de la naturaleza concebido de un modo mucho más amplio. Jung desigan a este principio como un estar-ordenado sin causa.

Los sucesos de sincronicidad sólo casos especiales respectivos, en los cuales el observador se encuentra en la situación de reconocer el tertium comparationis, es decir, una igualdad de sentido.“[35] El estar-ordenado que se expresa visiblemente en el suceso de sincronicidad, «se distingue del estar-ordenado de las propiedades de los números enteros o de las discontinuidades en la física en que estos últimos se encuentran desde siempre y  regularmente, mientras que los primeros representan actos de creación en el tiempo», actos de creación en el sentido de una «creatio continua». Estos no serían solamente concebidos como una serie de actos de creación sucesivos, sino también como la «eterna presencia» del acto de creación único.[36] El contingente sería en este sentido, dice Jung, por una parte algo general existente desde siempre, por otra parte la suma de muchos actos de creación individuales que suceden en el tiempo.[37]

Así los «actos de creación individuales» de los fenómenos de sincronicidad no estarían fuera de todo orden reconocible, sino que tienen lugar dentro de ciertos «campos de probabilidad del estar-ordenado sin causa,» y estos últimos no parecen sustraerse del todo de la determinabilidad o predictibilidad.

En mi artículo El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide se profundiza sobre la sincronicidad (García García, 2025b).

Un equipo de físicos teóricos de la Academia Polaca de Ciencias acaba de demostrar que la no localidad cuántica, una propiedad que Einstein consideraba inquietante, puede surgir simplemente del hecho de que las partículas son idénticas entre sí. El trabajo, publicado en npj Quantum Information[38], no se limita a una interpretación teórica, pues ofrece un criterio claro y experimentos viables para detectar este tipo de no localidad, incluso con medios ópticos simples como espejos y divisores de haz.

En la física clásica, dos objetos que nunca han interactuado no deberían tener ningún tipo de relación entre ellos. Pero en la mecánica cuántica, las reglas cambian. Desde hace décadas sabemos que el entrelazamiento cuántico puede generar correlaciones entre partículas incluso cuando están separadas por grandes distancias. Este fenómeno ha sido verificado en múltiples experimentos, como las pruebas de las desigualdades de Bell, que descartan cualquier explicación puramente local.

Sin embargo, estas pruebas suelen requerir partículas distintas que hayan sido preparadas juntas. Lo que propone este nuevo trabajo es aún más radical: la mera identidad de las partículas podría generar esas correlaciones no locales, incluso sin que hayan estado en contacto antes. Tal como explican los autores, “el estado cuántico puede ser considerado un recurso genuinamente no local si es capaz de manifestar comportamiento no local en algún experimento óptico lineal pasivo”.

La idea desafía los límites de lo que consideramos «interacción». Aquí, las partículas no necesitan tocarse ni compartir una historia común. Lo que importa es su naturaleza compartida.

Esta visión tiene implicaciones de gran alcance. Si el entrelazamiento puede surgir de la pura identidad, entonces el universo mismo podría estar lleno de conexiones ocultas entre partículas que jamás se han tocado. Un tipo de red subyacente tejida por la naturaleza cuántica de la materia.

Sincronicidad y creación.

La noción de sincronicidad es tan radical que puede usarse para conceptualizar fenómenos que implican la influencia de la psique en la materia:

Creación de Figuras o personajes. La sincronicidad permitiría hablar de la aparición de figuras que no están sustentadas en la física clásica, pero que sí lo están en la física cuántica, como los tulpas (seres creados desde la psique en el budismo) o los ovnis.

Necesidad y Realidad. Estas figuras surgen porque responden a la necesidad de alguien individual o colectivo. Si el individuo necesita una representación del sí-mismo para descubrir algo, la figura puede crearse o aparecer en la realidad material.

La sincronicidad es como un eco cósmico: si la consciencia está estancada en un problema profundo, el universo material resuena con ese conflicto interno a través de una coincidencia significativa, obligando al individuo a escuchar el mensaje de su propia alma para encontrar el camino de vuelta a la totalidad.

El proceso creativo

Es el proceso por excelencia en que se movilizan cualidades contradictorias, pero mutuamente recíprocas: actividad y pasividad, receptividad y productividad, conciencia e inconsciencia. Las etapas del proceso creativo identificadas por la mayoría de los artistas e investigadores:

  1. Preparación: un individuo se enfrasca en un problema y cae en una fase de lucha confusa pero consciente. Para mantener la fe en esta etapa, la persona necesita ser humilde pero perseverante; no puede rehuir el conocimiento y la información.
  2. Incubación: etapa que el filósofo Whitehead definió como un estado de “confuso suspenso”. En este punto, el individuo suelta su problema, se aleja de él. Está desconcertado y confundido. No puede encontrar una solución y, por así decirlo, admite su ignorancia, su derrota.
  3. Iluminación o inspiración: etapa que puede “sucederle”, si tiene suerte. De pronto ve un destello de luz, se inspira, se le ocurre una idea brillante. Esta etapa, exuberante y a menudo extática, tiende a ser inesperada, repentina, y estar marcada por una sensación de certeza. Se produce en un estado mental que Harold Rugg (1963) describió como de “vacío creativo”, el cual suele ir acompañado de una sensación de haber sido pasivo, un mero observador de lo ocurrido.
  4. Verificación: etapa de evaluación crítica en que se necesita comprobar, organizar, desarrollar y formular las ideas generadas en el período de inspiración.

El proceso creativo depende de la capacidad de una persona para utilizar las funciones de su ego consciente, ya que éstas predominan en la primera etapa, cuando se requiere conocimiento y destreza y cuando se plantea el problema y desafía a luchar; y en la cuarta etapa, cuando la “iluminación” exige evaluación crítica. En la segunda y tercera etapa, se requiere el sometimiento de las funciones del ego, porque estas fases dependen de lo que Ehrenzweig (1967) llamó capacidad de “desdiferenciación” o exploración inconsciente; están supeditadas a la capacidad de ser humilde, soportar la duda, la angustia, el no saber, el no controlar, y a la capacidad de experimentar un “asombro sagrado”. Por consiguiente, el proceso creativo parece exigir que una persona sea capaz de oscilar libremente entre el control y la obediencia y entre períodos de trabajo consciente y períodos de aceptación pasiva.

La segunda etapa, la de incubación, es una de las más difíciles de soportar, pues implica esperar que el proceso “de nacimiento” ocurra en su propio tiempo orgánico.

La inspiración puede ser el momento más excitante, más extático. Pero ya que la experiencia de éxtasis implica apartarse de las funciones racionales y críticas, la cuarta etapa, la de evaluación crítica, es necesaria porque conlleva la reutilización de nuestras destrezas y conocimientos. Pero suele exponerlo a uno a la decepción, insatisfacción y melancolía, al darnos cuenta de que existe una discrepancia entre concepción y realización, entre experiencia subjetiva y realidad objetiva.

En otras palabras, el proceso de creación no sólo está lleno de gozo y excitación, sino que también conlleva muchísima angustia, incluso agonía, y la capacidad para tolerarla.[39]

Claramente, si uno se expone a tales angustias, dolores y dudas, es porque existe una necesidad casi desesperada de crear.

La Personalidad Creativa

La personalidad creativa emerge de la interacción entre el empuje arquetípico y el desarrollo del yo.

El aspecto de la creación como arquetipo ya se ha explicado.

Ha continuación voy a citar dos autores psicoanalíticos que convergen con las hipótesis junguianas.

Bion, por ejemplo, escribe sobre los preconceptos arquetípicos que, “al igual que los “bebés nonatos” de Wordsworth o el “prisionero” de Miguel Ángel, luchan y rezan por el advenimiento de las experiencias que puedan liberarlos de su mármol inmemorial para nacer. Es como si todas nuestras creaciones fueran meros redescubrimientos que libera la experiencia” (Grotstein, 1981, p.30).

Así, como expone Grotstein (1981), caminamos a la sombra de nuestra potencial y trascendental grandeza cósmica, pero estamos condenados a obtener sólo vistazos ocasionales de ella a través de oleadas epifánicas a medida que maduramos (p. 30).

La tesis de Meltzer pone en primer plano la necesidad básica del ser humano por la estética y su eterna búsqueda de lo bello. ¿La apercepción que tiene el bebé de la belleza de su madre no es lo que podríamos llamar una “imagen arquetípica” que debe ser modificada y ajustada a la realidad de la madre humana real? Esta hipótesis de la primera percepción —o sea, arquetípica— del bebé de la belleza absoluta de la madre, que inevitablemente es moderada por la realidad de la madre real, lleva a Meltzer a postular que esta confrontación de lo que podríamos denominar lo “arquetípico” con lo “real” causa la primerísima depresión, porque implica sacrificar “la luz, la belleza y la perfección”.

Cabe recordar que la belleza, lo estético, es más que un simple placer sensual; lleva intrínsecamente, en su esencia misma, el significado y la experiencia de lo trascendental.

Balint, en su libro La falta básica (1968), sugiere que en el ser humano existen tres áreas: el área del complejo de Edipo, donde el conflicto se caracteriza por la presencia de al menos dos personas, aparte del sujeto; el área de la falta básica, que corresponde exclusivamente a la relación de dos personas: madre e hijo; y el área donde no hay un objeto externo presente. En esta última área, el sujeto actúa sin la ayuda de nadie y la principal preocupación es producir algo de uno mismo. Balint lo llama el nivel de creación, que es cuando nos aproximamos a esta área en que el silencio y la no interpretación son más relevantes.

Bion, con su concepto de “prejuicio”, y Meltzer, con su tesis de la percepción estética del recién nacido, aseveran que estos procesos psicológicos no se forman por experiencias reales, sino que esperan algún encuentro relevante antes de poder evidenciarse. Ambos afirman que estas preconcepciones necesitan ser parcialmente saturadas por la experiencia para conducir a la introspección y toma de conciencia y así quedar disponibles para la imaginación y la fantasía. “En otras palabras”, escribe Bion, “son disposiciones mentales innatas para recibir un tipo de experiencia de lo que es fundamentalmente incognoscible”.

Estas citas muestran la semejanza que existe entre algunos postfreudianos y junguianos (sabemos que Bion, por ejemplo, estaba presente cuando Jung dio las Conferencias Tavistock).

El acompañamiento de arquetipos ánima/animus para conectar el yo con el sí-mismo lo conocemos en varias obras literarias. En muchos casos apareciendo el ánima con un sujeto masculino. Quiero citar otro mito poco nombrado y que se circunscribe a animus y sujeto femenino.

En el mito sumerio del “Descenso de la Diosa Inanna a los Infiernos”, Inanna es acompañada hasta las puertas del inframundo por Ninsubur, a quien describe como su “constante apoyo”, su “sirviente de favorables palabras”. Pero cuando llegan a las puertas del averno, Inanna debe seguir adelante sola:

Abre la casa, Neti, la casa

Que estaré sola

Ninsubur, quien se encarga de celebrar los ritos fúnebres, va donde los cuatro dioses principales a rogarles que ayuden a Inanna si no regresa en tres días. Así, él es su vínculo con el mundo superior, el mundo de la vida, de la realidad.

 

Rasgos del sujeto con creatividad para la individuación

  • Fineza de percepción (espejo)
  • Capacidad Intuitiva (intuición trascendente)
  • Imaginación vera, no fantástica.
  • Capacidad Crítica (anticastración, exilio del incesto urobórico y genital)

.  Rebeldía con causa: eficiente y final.

  • Curiosidad Intelectual (impulso epistemofílico)
  • Capacidad simbólica con empatía libidinal
  • Compasión (cum pathos)
  • Soltura y libertad
  • Entusiasmo, alegría de vivir. Eudaimonia.
  • Profundidad (inmersión en lo IC)
  • Tenacidad
  • Magia trascendente
  • Memoria eidética
  • Navegar entre estados de conciencia (ordinaria, no ordinaria, onírica)

. Contacto con lo IC en espiritualidad “re-ligare”

  • Pensamiento lateral o divergente

. Equilibrio de funciones y actitudes

. Integración de la sombra reprimida y liberación de la sombra de oro.

. Despliegue de potencialidades contenidas.

. Equilibrio hermético entre la actitud constructiva -cooperativa, de paz- y la malicia.

. Realización del “dios oscuro”. Ética.

. Frónesis. Sabiduría práctica: tekné.

. Caminante sin retorno, autoexiliado de espacios a los aceptará no retornar (útero, paraíso, complejo materno, paterno…), haciendo duelos de nostalgias y añoranzas.

. El movimiento creativo parte del artista, inspirado por sus dinámicas inconscientes, que produce un acto en el que se incluye al OTRO que lo contempla. Un círculo mandálico que genera historia en espiral.

. Diferencia el sesgo teleológico y las pareidolias, de la función teleológica de lo IC.

 

Voy a extenderme en este: Capacidad simbólica con empatía libidinal. Además de tener capacidad simbólica se requiere empatizar con el símbolo para poder establecer relaciones cooperativas y desplegar su significado. Frente a la serpiente, por ejemplo, la capacidad   simbólica permite entender que más allá de la apariencia hay un significado que no se comprende y si hay la disposición epistemofílica de querer conocer el proceso se inicia. Pero es necesario poder empatizar con el símbolo, si, por ejemplo, si la serpiente despierta elementos paranoides, se huye de su contacto y no se puede simbolizar, literalizando, aunque tengamos capacidad simbólica, la serpiente puede ser sentida como representante del diablo. Esto ocurrió en un caso que traté al aparecer la serpiente en un sueño. El análisis condujo a desvelar la asociación entre la serpiente y el falo de un sacerdote-diablo perpetrador, período de su vida del que era inconsciente, hasta que la serpiente irrumpió en su conciencia en un témenos apropiado.

Se sobre entiende que un sujeto que pudiera disponer de todas esas características no es real, y que estar con una creatividad totalmente liberada del complejo es muy poco común. Por lo tanto, se infiere que la mayoría de los sujetos tendrán un complejo de creatividad. Incluso es aceptable pensar que nadie está más allá del complejo creatividad, habiendo niveles del mismo, de forma que algunos estarán sobredeterminados por un complejo más patológico que otros. También es legítimo sostener que habrá sujetos con poca estructura de ese complejo porque están prácticamente poseídos por el arquetipo, como sucede en el arte de estructuras psicóticas clínicas.

La palabra eidética viene del vocablo griego εἶδος (eidos), que significa «forma». La palabra fue acuñada por Mario López (1929). ​ Se trata de un tipo de memoria de carácter casi sensorial, cuyo tiempo de permanencia ronda en milésimas de segundos. Precede a la memoria a corto plazo.

La memoria eidética es la habilidad de recordar imágenes con niveles de detalle muy precisos, sin necesidad de usar mnemotecnia. Se presenta en un reducido grupo de niños y, en adultos, es muy escasa o inexistente. ​Se ha comprobado que, la gente que posee esta memoria, mueve los ojos lateralmente, como si estuviesen escaneando una imagen, cuando se esfuerzan por recordar una imagen al milímetro.

En psicología, las personas con hipertrofia de la memoria eidética pueden recordar cualquier cosa que hayan visto u oído, incluso aunque lo hayan percibido una sola vez y de forma fugaz, si bien en general los recuerdos son menos claros y detallados que las percepciones.

Un reciente estudio (Lacaux et al., 2019) encuentra una la relación entre el pensamiento creativo y los estados de narcolepsia. En estos últimos el sujeto está muy frecuentemente cerca de los materiales oníricos y símbolos. Compara los resultados en creatividad, medida como pensamiento abstracto divergente entre sujetos con narcolepsia y sanos. La narcolepsia se caracteriza por entrar directamente en el sueño REM, pasando de la conciencia ordinaria a la onírica, con movimientos oculares rápidos. Son estados de vigilia disociada y sueño con movimientos oculares rápidos (alucinaciones hipnagógicas, parálisis del sueño, y sueño lúcido) y tienen una alta frecuencia de recuerdo del sueño. Concluye que los sujetos con narcolepsia con más creativos. La narcolepsia es un problema de desconexión brusca de la conciencia ordinaria, pero resulta útil para controlar el impacto, del tener sueños en fase REM y recordarlos, sobre la creatividad. Los terapeutas somos testigos de que relacionarse con los sueños y elaborar sus contenidos desarrolla el pensamiento divergente abstracto y creativo.

Un estudio (Gray, Anderson, Chen, 2019)[40], relaciona la asociación libre del pensamiento con la creatividad. Encuentran que la creatividad está asociada a un flujo de pensamiento libre “hacia adelante”. Ante el estímulo de una palabra se responde con otra nueva con un nexo asociativo. El criterio de creatividad es que las nuevas palabras que van apareciendo, en la cadena asociativa, se distancian bastante de las palabras precedentes sin ser aberrantes.

De los dos estudios siguientes se infiere la necesidad de una acción prosocial de los cuidadores en edades tempranas y el riesgo que los niños pequeños no identifiquen y respondan a los adultos con comportamientos opuestos. Aportan datos sobre lo delicado del desarrollo de actitudes para la moralidad y la paz.

En el primero (Cowell, y Decety, 2015)[41], en 73 bebés y niños pequeños (12-24 meses) se investigan los precursores de la moralidad como una interacción compleja entre, ambiente social envolvente, conductas de los bebés y respuesta neuronal. Concluye que la atención de los niños se centra en los adultos prosociales, no en sus beneficiarios, ni tampoco en los adultos con acciones negativas, que se refleja un compromiso neuronal aumentado en respuesta a interacciones sociales positivas.

Otro reciente estudio en neurociencia (Decety, Meidenbauer, y Cowell, 2018)[42] concluye 1.- que el cerebro de los niños pequeños (N=30, 12 niñas y 18 niños, entre 3,5 y 5 años) se activa discriminando adecuadamente los estímulos que provocan dolor de los que no lo provocan, 2.- que las acciones pro sociales de los niños se predicen mejor cuando en el cerebro aparecen respuestas más grandes al dolor en la empatía cognitiva, y 3.- que la preocupación empática de los padres predice positivamente el comportamiento prosocial de los niños.

Lo que se conoce sobre el pensamiento divergente inspira intervenciones para desarrollar la paz. Un trabajo experimental con grupos de discusión y participantes del conflicto palestino- israelí, aplicando el pensamiento paradógico, tuvo resultados transformadores en los participantes (Hameiri, Porat, Bar-Tal, Bieler, & Halperin, 2014), traspasando los fanatismos concretos de los participantes en actitudes hacia la paz.

Toda creación artística implica traducir una experiencia, inmaterial o no material, a algo material. Necesitamos hacer o encontrar una “forma” para experimentar lo numinoso y comunicarlo a los demás y a nosotros mismos. “Nosotros, los poetas, luchamos con el No Ser para forzarlo a Ser”, escribe un poeta chino. Y Archibald MacLeish señala (citado en May, 1976):

La labor del poeta es luchar contra el sinsentido y el silencio del mundo hasta obligarlo a tener sentido; hasta convertir el silencio en respuesta y el No Ser en Ser (p. 89).

Toda creación artística implica traducir una experiencia, inmaterial o no material, a algo material. Necesitamos hacer o encontrar una “forma” para experimentar lo numinoso y comunicarlo a los demás y a nosotros mismos. “Nosotros, los poetas, luchamos con el No Ser para forzarlo a Ser”, escribe un poeta chino. Y Archibald MacLeish señala (citado en May, 1976):

La labor del poeta es luchar contra el sinsentido y el silencio del mundo hasta obligarlo a tener sentido; hasta convertir el silencio en respuesta y el No Ser en Ser (p. 89).

Tylor, distingue 5 Niveles de la Creatividad:

1) La creatividad expresiva. Dibujo de un niño-espontaneidad –libertad desprovista de aptitudes especiales.

2) La creatividad productiva. Se dispone de aptitudes y habilidades para dar forma a sentimientos y fantasías. El individuo se mide con la realidad.

3) La creatividad inventiva. Se opera con componentes propios, que se relacionan de modo nuevo, hasta ese momento no usual -inventos, descubrimientos. Se basan en la elaboración de relaciones novedosas gracias a la flexibilidad. Se pueden descubrir nuevas maneras de ver viejas cosas.

4) La creatividad innovadora. Dominio de los principios fundamentales del campo de actuación. Los productos ya no se miden en el nivel individual sino en ámbitos culturales.

5) La creatividad emergente. Se destacan las ideas de las nuevas escuelas. Los nuevos paradigmas. Hay un elevado grado de reestructuración de lo existente.

Las vicisitudes en el desarrollo constelizan el arquetipo creación en complejo creatividad. Esto sucede en la mayoría de los sujetos.

La personalidad creativa puede producir obra muy estética y apreciada sin estar desarrollando su individuación.

Reproduciendo conflictos infantiles o traumas desde la infancia, o desde un momento vital.

Producción del arte en las relaciones como un modo de búsqueda de amor realizando el deseo de padres que les estimulan a producir el arte que ellos no pueden

A su vez, la creatividad ha podido ser frenada por represión parental a las producciones artísticas de los niños (fase anal…).

O por las frustraciones de los hijos cuando han producido arte que regalan y son reprimidos.

La creatividad queda en la sombra, y empuja a construcciones sutiles de lo siniestro, lo sádico, ….

Es común hablar del genio del artista como un don otorgado o por la genética o de origen espiritual. Una imagen poderosamente sugestiva de la que hay que desprenderse.

“… existe una sombra del don, todos los personajes tienen una carga, no son sujetos libres, el don se les impone y les da un valor por el que son apreciados e idealizados.” Entrevista a Mikel García acerca de la película Encanto producida por la factoría Disney en la que a las mujeres de la familia Madrigal se les otorga un don (García, 2022b).

 

Sobre el complejo de creatividad y la personalidad creativa cuento con los decires de pacientes que he tratado y de los participantes de una investigación de campo sobre Creatividad[43] (57: 34 mujeres y 23 hombres).

Lo prioritario es la subjetividad, el aspecto cualitativo, pero los datos también tienen mucha importancia pues son la “materia” del proceso alquímico hermenéutico, siendo lo destilado una nueva significación cualitativa: un proceso creativo.

Los números extraídos de investigaciones de campo son medidas que ordenan la estructura del significado oculto, latente en la investigación.

Con los datos se modela una materia que puede ser visible y siempre es artística. Es decir, será una materia con más forma o más informe con más arte o menos arte con más cercanía a la comprensión de lo que se estudia o menos. Como ocurre en cualquier obra alquímica.

Resultados investigación de campo

 

 

 

Menciono a Baruch Spinoza (1632-1677) porque su posición ética y política, es una muestra de funcionamiento cercano a características citadas como pilares fundamentales de la creatividad.

Se ganaba la vida puliendo lentes destinadas a la fabricación de instrumentos ópticos. No vivió de impartir clases. Incluso rechazó el ofrecimiento de una plaza en la Universidad de Heidelberg a cambio de conservar la libertad de su pensamiento rebelde y libre. Prefirió morir pobre a los 44 años, tuberculoso e intoxicado por partículas de sustancias que usaba para pulir lentes. Mientras pulía, trabajo alquímico meditativo, filosofaba. Escribió tratados sobre ética entre ellos Ética demostrada según el orden geométrico (1677). Quizás la geometría de los cristales le inspiró para su ensayo filosófico. La geometría es sagrada para muchas culturas, representa un modo de ordenar el campo arquetipal, el círculo mandálico es una geometría esencial. Fue expulsado de la comunidad judía sefardí por hereje en un proceso inquisitorial y también de su ciudad natal. Calificado durante más de un siglo como «sacrílego y ateo», sólo a partir del 1800 fue reconocido como importante filósofo. Jorge Luis Borges (1899-1986), escribió en 1976 dos sonetos en su homenaje.

 

¿Lo inconsciente colectivo -arquetipo, símbolo, mito- transforma per se?

Conviene situar adecuadamente la afirmación de Jung «El mito, en virtud de su numinosidad, produce un efecto directo en lo inconsciente, haya sido comprendido conscientemente o no» (C. G. Jung, 2002a, p. 252). De un modo reductivo-idealista se afirma que el efecto numinoso por sí mismo, se entienda o no conscientemente, desarrolla la individuación. El material dinamiza y produce un efecto, pero si el sujeto no puede mirarlo y elaborarlo, la consecuencia puede ser una regresión frenando la individuación.

«Solemos tomar demasiado concretamente los símbolos mitológicos y a cada paso nos extrañamos de las infinitas contradicciones de los mitos. Y siempre olvidamos que es la energía inconscientemente activa la que se viste con imágenes. Por lo tanto, si leemos: “su madre es una maga perversa” es preciso traducir: el hijo es incapaz de apartar la energía de la imago materna, de la madre; encuentra resistencia porque está fijado en la madre» (C. G. Jung, 1912, p. 235).

 

Conviene situar adecuadamente la afirmación de Emma Jung y Marie-Louise von Franz  (1999).

“Cuando se da vida a un mito en una ceremonia ritual o… cuando se escucha un cuento de hadas, sus poderes de sanación actúan sobre quienes hayan sentido genuino interés, dejándose conmover, y a través de esta participación (él o ella) entrarán en contacto con la representación arquetípica de la situación, logrando así restaurar el ‘orden’”

 

Dar vida a un mito, encarnarlo, es un proceso dinamizador difícil de realizar cuando los sujetos tienen “complejos” que los poseen. En un sentido idealista-reduccionista se confunde “dar vida” con experimentar algún sentimiento, incluso numinoso. El orden final es el inicial reforzado por la experiencia catárquica.

¿La imagen, el símbolo, tienen poder de transformar al sujeto aun sin que sea consciente?

No, entendiendo transformación como un proceso de avance en la individuación.  Siempre tienen efecto de movilizar temporalmente, pero, que incluso puede ser un arrastre involutivo. Si el sujeto no tiene capacidad de simbolización, el poder numinoso, fascinador de la imagen simbólica puede llevar al sujeto a un estado místico gratificante, -en el que se siente, en lo verdadero, en la luz-, sobre todo en fenómenos colectivos, muchas veces dirigidos por líderes psicopáticos. La sombra, escindida en el estado de luz, retorna después, más virulenta. Las bendiciones antes de las batallas, la toma de psicoestimulantes disociativos en el ritual místico se acompaña muchas veces en las guerras antiguas y en las modernas. Las promesas de cielos-recompensa (retorno al paraíso perdido, del cuerpo muerto en los úteros de las patrias, y del espíritu en útero cósmico) suelen acompañarse para garantizar la voluntariedad de los guerreros. La película comercial Avatar (James Cameron, 2009), se acompañó de aumento de depresiones y suicidios, los espectadores no toleraban volver a lo cotidiano después de experimentar un trance místico en la peli, de comunión con los buenos-todos los seres la madre tierra, frente a los malos -explotadores, en la que todo es posible, también abandonar la carcasa corporal deficiente y vivir en un nuevo cuerpo espiritualizado. Comer el maná -también la numinosidad estética del arte- calma el hambre humana, y el humano shockeado puede quedarse sin estímulo para desplegar su creatividad para encontrar alimentos. Parafraseando a Machado: con el barro de la tierra, haz una futa para que coma tu hermano, o mejor enséñale a hacerla. Haciéndola podrá entender que tiene que moverse a buscar la fruta que necesita.

¿Lo IC es creativo?

Jung considera el inconsciente como una fuente inagotable de creatividad y basándose en la diferenciación del inconsciente personal y colectivo, categoriza el arte como:

Arte Psicológico, asociado al inconsciente personal, donde la producción artística es el resultado de la decisión consciente del artista-

Arte Visionario, asociado al inconsciente colectivo. En este caso “está visto que es el Sí mismo o Ser de las profundidades quien emerge a través de la obra artística provista de las fuerzas del inconsciente colectivo.” (Hernández-Mella et al., 2020)

Entonces, ¿lo Inconsciente Colectivo es creativo? No. Es potencia, el huevo arquetípico. Es lo mismo que sucede con el código genético del ADN, no es creativo, es potencia. “El acto concreto depende de las vicisitudes del desarrollo de sujeto que le llevan a una estructura corporal, a unas capacidades, entre ellas la creatividad.” (García, 2022a). Algunos actos dejan marca infranqueable (los niños ferales no llegan a integrar completamente un idioma), otros son plásticos y pueden desplegarse (psicoterapia).

 

La individuación es el marco de la salud más profunda y plena.

La individuación no es una «cura» rápida para un síntoma específico (aunque puede aliviarlos al abordar su raíz), sino la actualización del potencial inherente de la psique para auto-regularse, encontrar equilibrio y buscar la totalidad. Es un movimiento más allá de la máscara de la «persona» (el yo social) hacia una integración de todos los aspectos de la psique. Para Jung, la salud implicaba conectar con una realidad psíquica que va más allá del ego. Esto no es necesariamente religioso en un sentido dogmático, sino una experiencia de sentirse parte de algo más grande, a menudo a través de los símbolos y la creatividad. Jung (1937) describió la creatividad como uno de los cinco instintos básicos del ser humano.

¿Asintomáticos enfermos?

La salud y la enfermedad son parte integral de la vida, del proceso biológico y de las interacciones medio ambientales y sociales. Generalmente, se entiende a la enfermedad como la pérdida de la salud, cuyo efecto negativo es consecuencia de una alteración estructural o funcional de un órgano a cualquier nivel y de la globalidad biológica y psíquica del sujeto. Alteración leve o grave del funcionamiento normal de un organismo o de alguna de sus partes debida a una causa interna o externa. Cosa que perturba o daña a una persona en lo moral o en lo espiritual y que es difícil de combatir o eliminar.

El término enfermedad viene del latín infirmitas, que significa literalmente «falto de firmeza». La definición de enfermedad según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la de «Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible»

Pero ¿puede estar enfermo alguien sano?

Si el proceso natural de la individuación es la salud, su interrupción, bloqueo, fijación, no es en sí mismo una enfermedad asintomática dada la merma de las potencialidades de salud.

Aristóteles define el movimiento, lo dinámico, como la realización (acto) de una capacidad o posibilidad de ser (potencia). Si estoy sentado (acto) y tengo la posibilidad (potencia) de estar de pie, el movimiento consistirá en el paso de la posibilidad (potencia de estar de pie) al hecho de estar de pie (acto). El movimiento acaba cuando ya estoy de pie (acto).

En la salud mental podemos hablar de neuróticos (o borderline o psicóticos) sin síntomas manifiestos (ansiedad, depresión, …). Su “ser estructural” neurótico (o borderline o psicótico) es sí un síntoma que se mantiene en equilibrio, pero que condiciona de modo determinante el modo de estar en el mundo y relacionarse. Su estructura-síntoma es un parón en el desarrollo, una fijación que limita facultades humanas y la individuación. Pasar de ser asintomáticos sin síntomas floridos a tener esos síntomas depende de estímulos internos (procedentes de lo inconsciente) o externos (procedentes de la realidad) que puedan romper el equilibrio. La mirada común sólo habla de enfermedades cuando hay síntomas floridos, la mirada experta detecta estructuras y desequilibrios en potencia.

En las enfermedades orgánicas es lo mismo. Un fumador es un canceroso en potencia. También hay estructuras psicológicas que son cancerosas en potencia. El fumar ya es un síntoma que puede regular otros (ser ansiolítico) consecuencia de enfermedades estructurales.

Hay enfermedades orgánicas con síntomas floridos cuya causa remota es una estructura de dominación social. Un ejemplo citado es que los negros americanos tienen índices de hipertensión superiores a los blancos americanos y a los negros africanos. La causa remota: la esclavitud y trata de negros llevados en barcos como ganado, mal alimentados. Sobrevivieron más los que tenían resistencia a la deshidratación, una “selección natural adaptativa”. Posiblemente por tener altos índices de la hormona aldosterona. Sus descendientes son más propensos a tener hipertensión con dosis pequeñas de sal.

Uno puede decidir ponerse de pie o no, pero el destino más común de las enfermedades estructurales (potencia) es llegar a ser enfermedades floridas (acto).

Algunos sujetos se mantienen en la potencia y mueren sin haber llegado al acto. ¿A qué precio? Las crisis son oportunidades de vida, casi siempre perdidas.

¡Se puede morir sin haber vivido! ¡Quien muere antes de morir no muere cuando muere!

«Dentro de veinte años lamentarás más las cosas que no hiciste que las que hiciste. Así que suelta amarras y abandona el Puerto seguro… Atrapa los vientos en tus velas… Explora… Sueña… Descubre» Mark Twain.

«»Conócete a ti mismo» y conocerás el Universo y los Dioses”»

“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

No hace falta tomar enteógenos entactógenos, aunque ayude a traspasar barreras, para saber que los dioses solo están dentro y fuera solo están las proyecciones internas.

 

«No podemos determinar si la divinidad y lo inconsciente son dos magnitudes distintas… La imagen de Dios no coincide con el inconsciente en cuan­to tal, sino con un contenido inconsciente muy específico: el arquetipo del sí-mismo. De este es de quien propiamente ya no podemos distinguir empíricamente la imagen de Dios» (C. G. Jung, 2016).

 

La individuación es un proceso que se corresponde con el transcurrir natural de una vida.

Jung enfatizó que es un proceso natural que ocurre con o sin terapia. Desde la perspectiva junguiana, una persona que no está en este camino, aunque parezca «adaptada» externamente, podría estar viviendo una vida empobrecida, inconsciente de sus motivos ocultos y desconectada de sus potencialidades. Por lo tanto, la individuación no es un lujo para unos pocos, sino la esencia misma de una vida psicológicamente sana y significativa.

«… dice Carl Jung, no ser consciente cuando se tiene la posibilidad de hacerlo es el peor pecado. […] si alguien no vive su posibilidad interior, se vuelve destructiva. Por eso Jung también dice que una de las fuerzas destructivas más crueles, psicológicamente hablando, es el poder creativo no usado. (…) si alguien tiene un don creativo y por pereza o alguna otra razón no lo utiliza, esa energía psíquica gira puro veneno. La negativa de un desarrollo más alto o una conciencia mayor es, una de las cosas más destructivas que existen. Entre otras cosas, esto hace que automáticamente estas personas busquen tirar hacia atrás todas aquellas que intentan desarrollarse. Quien tiene creatividad no vivida, intenta destruir la creatividad ajena; la persona con posibilidades no vividas de la conciencia intenta confundir o hacer incierto el esfuerzo de otro en ese sentido. (…) el deseo de prevenir que otras personas se conviertan en conscientes porque alguien no quiere despertar a sí mismo, es realmente destructivo» Marie Louis Von Franz

La individuación requiere un proceso de integración progresiva.

De las diferentes dimensiones que constituyen el sujeto a medida que se desarrolla desde la primera infancia, y, en caso de que el desarrollo infantil haya sido bloqueado por traumas -lo habitual en la mayoría de los humanos-, se requiere también una integración progresiva de partes de la personalidad que se habían dejado de lado o se habían reprimido, o proyectado o que nunca se habían desarrollado. Esta integración tras la patología algunos sujetos -neuróticos más sanos- la pueden hacer con trabajo propio, acudiendo a técnicas, sin necesidad de acompañamiento terapéutico, pero la mayoría de los sujetos sobre todo si son borderline o psicóticos necesitarán acompañamiento terapéutico.

Los traumas pueden manifestarse en sueños. El sueño del Hombre de los lobos, de un paciente tratado por Freud contiene lobos blancos que lo observaban desde el árbol frente a su ventana. La interpretación de Freud de este sueño sostenía que era el resultado de haber sido testigo a una edad muy joven, de una «escena primigenia»: que sus padres practicaran el sexo a tergo («desde atrás» o «estilo perrito») «como lobos”.  Para la perspectiva de la teoría del apego los sueños a menudo incorporan experiencias de ansiedad, reflejando aspectos disociados de la psique, a menudo originados en traumas no procesados, y ese miedo a los depredadores simplemente puede ser eso.

La intensidad de las imágenes comunes a los sueños y los flashbacks intrusivos que caracterizan el trastorno de estrés postraumático.

Los traumas pueden manifestarse en actos. A la ocurrencia de automutilación genital como consecuencia de delusiones o alucinaciones de contenido religioso se le conoce como “síndrome de Klingsor” –por un personaje de la ópera de Richard Wagner, Parsifal- (17,18). Estos pacientes interpretan, debido a su pensamiento precategorial, de forma concreta – literal, los pasajes bíblicos del Evangelio de Mateo (5:29-30 “Por eso, si tu ojo derecho es ocasión de pecado para ti, sácatelo y tíralo lejos; porque es más provechoso para ti perder una parte de tu cuerpo y no seas arrojado entero al infierno.”.

La experiencia traumática afecta tanto a la codificación como a la recuperación de los recuerdos asociados a ella. Perry señala que «un patrón de información sensorial entrante puede ser interpretado como peligro y recibir una reacción en el tallo cerebral, el mesencéfalo y el tálamo varios milisegundos antes de que llegue a la corteza cerebral para ser interpretado como inocuo» (Perry, 1999, p. 18). Peter Levine (1997) ha descrito como en situaciones extremas el sentimiento, la sensación, la conducta, la imagen y el significado llegan a disociarse unos de otros. Sidoli afirma que estos pacientes usan su cuerpo como «contenedor y significante, en el cual puede escenificarse e incluso volverse a vivir el dolor físico no sentido» (Sidoli, 2000, p. 97). La memoria implícita (no declarativa) no requiere conciencia para ser almacenada ni para activarse, y se expresa como comportamiento, sensaciones somáticas, emociones. Es difícil de poder verbalizarse y sus contenidos pueblan un inconsciente precoz y no reprimido (Mancia, 2007). «Hay contenidos psíquicos, resultantes de experiencias nucleares, que nunca tuvieron expresión verbal, que no pueden ser recordados ni olvidados y que requieren un arte terapéutico para ser reconocidos e integrados» (Gerson, 2004). LeDoux (2015) afirma que la mayor parte de nuestras memorias son implícitas. El trauma complejo tiene que ver con esa memoria corporeizada. Fonagy et al. (2004, p. 435) señalan que “los afectos son estados mentales que pueden ser experimentados subjetivamente o de forma inconsciente”. La «vigilancia inconsciente» es un estado de sensibilidad a estímulos afectivos que puedan ser alarmantes, sean o no intencionales. El proceso funciona debajo del umbral de la conciencia (Holbrook et al., 2011) para servir a una función de alivio de la ansiedad «defensiva» o «compensatoria» y mejorar las respuestas de comportamiento a los estímulos ambientales relevantes. La memoria explícita da cuenta del inconsciente dinámico derivado de la represión por la vía del recuerdo.

Recordar trasciende los recuerdos personales, un epistrophé, una regresión en el tiempo a los orígenes colectivos. Mnemósine, es la diosa memoria, patrona del conocer y reconocer, consorte de Zeus y madre de las nueve musas, y estas, en su inspiración al humano le brindan la oportunidad de crear, integrando los orígenes de lo colectivo y las dinámicas personales del yo en el acto creativo, su opus alquímico que es su individuación, y alguna que otra de arte concreta.

En el psicoanálisis junguiano se espera que el analista haya logrado en su terapia, y pueda, por lo tanto, acompañar a sus analizandos, integrar las siguientes dimensiones que señalan una suficiente individuación como estado del ser: La integración de natura y cultura: el cultivo del alma. La integración de la psique y el cuerpo: el cuerpo espiritual. La integración del pensamiento y la sensibilidad: la conciencia ética. La integración de la lógica y la creatividad: el proceso terciario. La iluminación mística profana. La dialéctica entre el sí-mismo y el complejo del yo, que es el opus alquímico. La terapia en sí misma recorre las fases de la alquimia. Para muchos sujetos, como describe Cioran en Silogismos de amargura (1952), “vivir es una maldición”. En la fase nigredo de la terapia, en su interminable crepúsculo de noche oscura del alma, Dios florece en la enfermedad y el miedo.

La Individuación, por tanto, es un proceso de lograr salud o de recuperarla si el desarrollo ha generado patología, fijación o interrupción del flujo natural de desarrollo. La terapia solo es necesaria para restaurar el libre flujo de lo inconsciente e integrarlo cuando el desarrollo ha sido bloqueado. La psicoterapia no cura, activa el proceso de individuación hasta que el sujeto puede caminar por si solo en su camino.

El camino de individuación obliga a confrontar e integrar los elementos reprimidos, partes que se integran en el concepto de sombra. Al hacer consciente la sombra, le quitamos poder destructivo sobre nosotros (como las proyecciones, los acting-out, las compulsiones) y recuperamos nuestra energía vital. Integrar la sombra no es «volverse malo», sino volverse completo y, por tanto, más consciente y responsable.

La individuación desde la filosofía y la ciencia.

Es un concepto que se ha tratado desde Aristóteles y que enriquece profundamente la lectura del concepto junguiano al proporcionarle un sustrato histórico-filosófico, clarificar su significado profundo y establecer un diálogo de ideas.

El principio de individuación (en latín, principium individuationis, de individuare, que a su vez proviene de individuus: indivisible) designa aquello que condiciona y posibilita la individualidad y concreción de cada ente y que explica la pluralidad y diferenciación de los individuos, que se abstrae especialmente frente a la concepción del mundo, la realidad o el universo como un todo indiviso. Designa la particularización de lo universal, unitario, en el ser singular y el proceso de autorrealización del humano (el devenir «yo» en “sí mismo”), en el curso del cual se forma la conciencia de individualidad propia y su carácter distintivo ante la alienación.

¿Qué es preeminente, lo universal o lo singular?

Si lo principal es lo universal: ¿Qué hay que añadir en el objeto a lo universal para que se vuelva individual?

Platón (la idea, lo universal, es lo que particularizado en el ser lo diferencia, estando lo universal separado de lo singular: materia).

Aristóteles (devuelve lo universal a los entes en la categoría de Forma, la individuación proviene de la materia unida a esa Forma en una espacie de Syolon: hileomorfismo).

Avicena, concreta lo aristotélico. La materia que además es la potencia que se genera por el movimiento.

Si lo principal es lo singular: ¿Qué hay que añadir en el objeto a lo singular para que se vuelva universal? ¿Qué nos autoriza a hablar de los objetos, en principio individuales, bajo la forma de la universalidad? La individuación es de lo singular.

“La particularización de lo universal… en el ser singular» refleja el proceso junguiano de encarnar los arquetipos universales (lo colectivo) en la vida singular de una persona. No se trata de convertirse en un «hombre genérico», sino en la persona específica que uno va construyendo, actualizando lo universal de forma única.

La propuesta de Leibniz: Cada individuo se individualiza por su entidad total. En realidad, sólo existen individuos, y uno no busca el fundamento de la individuación en alguna parte de las cosas, sino que se consideran los objetos como individualizados en razón de su entidad conjunta. Su principio, pues, rezaba: «Cada individuo se individualiza por su entidad total». Es semejante a lo que busca la psicología junguiana. La individuación no es potenciar una sola parte (el ego, la razón, la intuición), sino integrar toda la entidad psíquica: consciente e inconsciente, luz y sombra, aspectos masculinos y femeninos, lo personal y lo arquetípico, y otras polaridades. El individuo se vuelve único no por una característica aislada, sino por la configuración total e irrepetible de su psique.

Kant critica la doctrina de Leibniz expresada en el principio de identidad de los indiscernibles, según la cual de la identidad de las determinaciones conceptuales se sigue la identidad en el ser. Para Kant basta la diferente posición en el espacio y el tiempo para afirmar la diferencia de los seres. De este modo, Kant devolvía a la intuición o percepción las prerrogativas que el intelectualismo leibniziano le había quitado.

Schopenhauer, siguiendo a Kant recuperó, en su obra El mundo como voluntad y representación (1818), el término escolástico principium individuationis desde un nuevo enfoque para designar a esas dos formas puras que condicionan todo el mundo intuitivo (fenoménico).  He aquí el modo como se introduce el término en la obra de 1818:

Schopenhauer, siguiendo a Kant recuperó, en su obra El mundo como voluntad y representación (1818), el término escolástico el principium individuationis que identifica con el tiempo y el espacio. Son estas formas de percepción las que nos hacen vernos como seres separados y diferentes. Ahora bien, la auténtica novedad introducida por Schopenhauer consiste en que da un nuevo giro al problema al insertar el principio de individuación en un contexto ético. Para Schopenhauer, la virtud suprema (la compasión o Mitleid) surge de ver más allá de este principio, reconociendo la unidad esencial detrás de la apariencia de separación. El egoísmo, en cambio, es aferrarse a ese principium individuationis y tratar de someter a los demás fenómenos (incluidas las otras personas) a la propia voluntad. Este egoísmo en el terreno práctico se relaciona con lo que Schopenhauer llama «egoísmo teórico» (solipsismo), en el cual el sujeto se considera lo único en el mundo que posee auténtica realidad, mientras que todo lo demás son meros fantasmas.

El proceso junguiano implica, en un nivel superior, una trascendencia similar del ego (el centro de la conciencia individual) para conectar con el sí-mismo (que tiene un carácter transpersonal). Esto no disuelve al ego, pero lo relativiza y lo sitúa en una relación con algo que le trasciende y lo conecta con lo colectivo. Al igual que en Schopenhauer, el individuo realizado junguianamente no es un egoísta ensimismado. Al conectar con lo universal en su interior (el inconsciente colectivo), desarrolla una relación más compasiva y comprensiva con el mundo exterior, superando la ilusión de separación radical. La individuación conduce a una mayor sensación de unidad con la vida y los demás, no al aislamiento, y a una ética más exigente que otras, pues incorpora la pertenencia al colectivo (humanos y de otras especies vivientes …) como parte integral de uno mismo.

En el camino de la individuación, los analizandos van modificando su actitud ética. Realicé una investigación de la que se publicó un artículo en valenciano en Anuari de Psicología (¿La psicoteràpia transforma la praxis moral?, García, 2017). En la investigación se concluye que hay cambios significativos en la dimensión ética en los analizandos. De ello también hablé al explicar un caso clínico en una comunicación en FAPyMPE y en su posterior publicación en la revista Intersubjetivo (Resignificar la psicoterapia en el cáncer., García, 2019). A la dimensión ética pocos analistas le prestan atención en los análisis y, desde mi punto de vista, es crucial como señal de individuación y posición política transformadora. Tampoco es una dimensión que se cuide en las relaciones colectivas institucionales, ni siquiera en su acepción de ética de los cuidados. Concepto introducido por Carol Gilligan en 1982 como respuesta a lo que ella definió como modelo de moral masculina imperante que llevaba a Polvera (ética de la justicia) a proponer como universal la ética masculina. En mi tesis doctoral (García García, 2020) discuto sobre las medidas de ética en la muestra y sus diferencias de género, pero en esta comunicación lo traigo a colación por la falta habitual de esta ética en las relaciones institucionales, lo cual no es admisible en analistas.

«Está ligado al mal todo aquel que ha visto y no ha actuado; todo aquel que ha desviado la mirada porque no quiso ver; todo aquel que no ha visto, aunque hubiese podido ver; pero también aquel cuyos ojos no han podido ver»

Esta cita está en la pág. 9 del libro Psicología profunda y nueva ética. (Neumann, 2007). La utilizo a menudo, es relevante en mi texto “Reintegrar la dimensión religiosa en sujetos que han sufrido abusos sexuales por perpetradores sagrados”. (García, 2020).

La cita sugiere que la ligazón con el mal no solo reside en actuar de manera directa, sino también en:

La omisión: «ha visto y no ha actuado».

La evasión consciente: «ha desviado la mirada porque no quiso ver».

La ignorancia voluntaria: «no ha visto, aunque hubiese podido ver».

La incapacidad involuntaria: «cuyos ojos no han podido ver».

 

En mi artículo Está ligado al mal todo aquel que no actúa (García García, 2025d), profundizo sobre esta afirmación de Neumann.

Ockham y los nominalistas consideraban el principio de individuación como una «especulación vacía e innecesaria». Para ellos, solo existe lo individual y concreto, y lo universal es una mera construcción mental (un «nombre»). La «navaja de Ockham» busca eliminar entidades innecesarias. Jung, en cambio, opera desde una perspectiva realista de los universales psíquicos. Para él, los arquetipos (lo universal) son reales y poderosos, con una existencia autónoma en el inconsciente colectivo. El proceso de individuación no es «eliminar entidades» (como haría Ockham), sino integrar y relacionarse con esas entidades universales (la sombra, el ánima/animus, el viejo sabio, etc.) para lograr la totalidad. Esto nos ayuda a ver que la psicología junguiana no es «económica» o «parsimoniosa» como la ciencia clásica. Es una psicología de la complejidad y la profundidad, que valora la riqueza de lo simbólico y lo arquetípico por encima de la simpleza explicativa.

 

Motores de la individuación

El conflicto es inherente al proceso de individuación.

El conflicto es el fuego del alquimista: así como el alquimista medieval usaba el fuego para transmutar el plomo en oro, el individuo en proceso de individuación usa el fuego del conflicto interno para transmutar los aspectos crudos y fragmentados de su psique en la «oro» de la totalidad y el sentido.

La psique se estructura en polaridades opuestas en se mantienen en conflicto: Consciente e inconsciente, …

Según Jung, “cada conflicto, incluso el de los neuróticos, es parte del destino del hombre” (1912, párr. 252). Lo que distingue al neurótico son sus intentos de evitar conflictos, y cuando no puede, se siente enojado y en desventaja. En consecuencia, para él, el conflicto es una lucha y no una danza.

Polaridad psíquica. Al principio era la unidad y se separa en dos partes que se necesitan, oponen y complementan. Platón presenta en «El Banquete» un mito creado por Aristófanes (uno de los personajes del diálogo) para explicar la naturaleza del Amor (Eros). Uno de los seres originales de lo humano esférico y completo era el andrógino, con dos caras opuestas en una cabeza redonda, cuatro brazos, cuatro piernas y dos conjuntos de órganos sexuales. Estos seres eran tremendamente poderosos y rápidos (se desplazaban rodando). Llenos de orgullo, intentaron escalar el Olimpo para desafiar a los dioses. Zeus, para castigarlos sin destruirlos (porque quería seguir recibiendo sus ofrendas), decidió partirlos por la mitad con un rayo. Desde entonces, cada ser humano es solo «una mitad» de su ser original. Las mitades separadas vagaron desesperadas, abrazándose y muriendo de inanición porque no querían separarse. Zeus, compadecido, les dio la capacidad de reproducirse sexualmente (reubicando sus órganos genitales) para que pudieran encontrar un alivio temporal en la unión física. Según el mito, el amor es el anhelo desesperado de encontrar nuestra otra mitad original para restaurar nuestra antigua unidad y completud. La búsqueda de nuestra «media naranja» es, en realidad, la búsqueda de esa totalidad perdida.

El mito inspira una película fantástica y de terror del 2025 “Together”. Una pareja con problemas en su relación se muda al campo, donde descubren una cueva con una fuerza sobrenatural. Al beber agua de la cueva, comienzan a experimentar transformaciones físicas y emocionales que reflejan su codependencia.

El mito platónico del andrógino es una poderosa metáfora arquetípica que precede y confirma la visión junguiana. Muestra que la sensación de fragmentación y el anhelo de unidad son inherentes a la condición humana.

Mientras que el mito de Aristófanes en «El Banquete» coloca la solución en el encuentro con un tú externo, Jung profundiza y corrige ligeramente la dirección: la verdadera sanación y completud se encuentran en el encuentro con el sí-mismo interno. El amor por otro es el símbolo y el estímulo, pero la individuación es el proceso que realiza la metáfora en la psique individual.

El andrógino original es el símbolo de la totalidad de la que hay que separarse, salir de la fusión, para volver a un andrógino resultante de la unión de los opuestos, que representa la superación de las dualidades: consciente/inconsciente, masculino/femenino, racional/emocional.

El mito explica por qué nos enamoramos apasionadamente («flechazo»): es el reconocimiento de nuestra propia mitad perdida proyectada en otra persona. Jung diría que proyectamos nuestro Ánima o Animus en la pareja.

El camino de la individuación nos pide retirar esa proyección y darnos cuenta de que la completud que buscamos está en nuestro interior. La relación de pareja madura se convierte entonces en un encuentro entre dos seres que ya están en camino a su propia totalidad, no en dos mitades que se necesitan para existir.

La oposición de las polaridades nutre el conflicto psíquico (angustia, depresión, ansiedad) que no es un síntoma a eliminar, sino una señal de que algo en la psique está desequilibrado y pide a gritos ser atendido. Es el equivalente a un dolor físico que nos indica una enfermedad. Sin conflicto, no hay movimiento. Una persona que reprime todos sus conflictos o vive en una adaptación superficial puede parecer «funcional», pero su psique está estancada. El conflicto rompe esa estasis y fuerza al ego a moverse, a buscar soluciones, a crecer.

La individuación no consiste en elegir un polo y eliminar el otro (ej.: ser solo «bueno» y reprimir toda la «maldad»). El proceso consiste en sostener la tensión entre los opuestos sin colapsar hacia un lado. De esta tensión sostenida conscientemente, surge una tercera cosa, una solución nueva y simbólica que no era previsible para el ego. Jung llamaba a esto la «tercera posición trascendente» o la «función trascendente«. No es un compromiso, sino una nueva perspectiva superior que integra la energía de ambos polos.

La función transcendente es el proceso natural psíquico creador de símbolos que median entre los opuestos, representándolos. Es una manifestación de la energía que procede de la tensión entre los opuestos. Permite al individuo trascender su actitud psicológica presente, posibilitando una nueva actitud futura y potenciando el crecimiento psicológico. El Símbolo como Puente. La simbolización es un desarrollo de orden superior que permite a la psique formar y relacionarse con símbolos que actúan como puentes entre pares de opuestos (consciente e inconsciente, lo extraño y lo familiar, el fragmento y el todo).

El dominio unilateralidad de un polo sobre otro es equivalente a la relación amo-esclavo hegeliana. Los polos en oposición mantienen la tensión hasta la emergencia de la función trascendente esta función es un tercero que se incluye en la tensión amo-esclavo y que complejiza la relación. Ya no se necesita la rebelión del esclavo como en Hegel, ambos -amo y esclavo- son trascendidos en un acto creativo que unifica e integra los polos. Evitar el conflicto es evitar la individuación. La meta no es una vida sin problemas, sino desarrollar la capacidad de metabolizar psíquicamente el conflicto para extraer de él su potencial transformador.

La dinámica entre lo masculino y lo femenino, simbolizada en la unión de los padres, es un acto creativo fundamental. En su encuentro, impulsado por la líbido (energía psíquica vital), no solo se cocrea placer y, potencialmente, la descendencia biológica, sino también una «participación mística». Esta unión representa en la psique la función trascendente, donde los opuestos se reconcilian para generar una nueva realidad. El tercero, el hijo, se incorpora a la díada, creando el rudimento de un arquetipo de trinidad, en la que lo masculino y lo femenino están presentes.

A nivel arquetípico, este proceso se refleja en el mito cristiano de la encarnación. El Espíritu Santo (la Paloma), desciende para unir lo divino con lo humano (encarnado en la figura de la Virgen María), dando a luz a una nueva conciencia (Jesús). Esa tríada también tiene presente lo masculino y lo femenino. Este es el modelo de una creación que nace de la integración de lo espiritual y lo material.

Sin embargo, la deidad cristiana es un complejo de la Trinidad representa una estructura de conciencia tripartita pero que en su formulación cristiana, es intrínsecamente patriarcal. En ella, lo femenino es excluido. Y en el caso de la encarnación es elevado a una virginidad intangible (María), pero no integrado como un principio divino en igualdad. La Trinidad ya contiene en sí el germen de un «tercero» reconciliador (el Espíritu Santo), pero permanece en un plano puramente masculino y espiritual, lo que la convierte en una figura psicológicamente incompleta.

Conflicto entre el caos y el orden.

El relato de la creación en siete días es una metáfora del surgimiento de la conciencia a partir del caos indiferenciado. El acto primordial de discernir la luz de la oscuridad es el primer destello de la conciencia que se separa para conocer el mundo y a sí misma. Todos los símbolos de la creación, desde los mitos hasta los sueños, son expresiones de este dinamismo psíquico.

El proceso de individuación no se «construye» con la voluntad, sino que se recibe al sintonizar con este dinamismo profundo de los campos arquetipales. Las imágenes arquetípicas que emergen en sueños y visiones—como los mándalas o las configuraciones trinitarias y tetrádicas—son respuestas de la psique a la resonancia arquetípica. Actúan como transformadores de energía psíquica y cumplen la función trascendente: unir los opuestos consciente-inconsciente para dar a luz una nueva tarea de integración.

En este marco, el Espíritu Santo puede ser comprendido psicológicamente como un símbolo del devenir fáctico de la función trascendente, es decir, el momento vivo y experiencial en que la totalidad psíquica se manifiesta y conecta lo humano con lo arquetípico.

Añadir un cuarto elemento (la Cuaternidad) como «lo femenino» puede ser un artilugio que no resuelve la raíz del problema. La verdadera integración no es cuantitativa, sino cualitativa. Implica la transformación de toda la estructura para incluir lo femenino, lo corporal, lo inconsciente y lo oscuro en una relación de paridad.

Hoy, incluso podemos contar con la Inteligencia Artificial como un nuevo «tercero» o herramienta simbólica que refleja esta búsqueda humana de patrones y conexiones.

El arquetipo de la Trinidad es una estructura observable en la psique. Su lectura y creencia teológica, es una derivada. Parece que a Jung pudo influirle en la consideración de los dinamismos entre las cuatro funciones psíquicas.  Afirma que en los sujetos una ellas una es la inferior, la menos desarrolla y funciona en un bloque separado de las otras tres en la que una es dominante y las otras dos auxiliares de la dominante. Afirma que la inferior, es la que hace mejor de puente entre lo consciente y lo inconsciente. La integración de este «cuarto excluido», es la primera tarea de la individuación e inicia el proceso de armonía entre las funciones hasta la cuaternidad, símbolo de la psique completa. La función inferior es inconsciente, difícilmente un sujeto solo la puede integrar, en la epistemología de la psicoterapia hay una focalización en esa integración.

 

Función teleológica de la psique y líbido.

Jung tomó el concepto de líbido de Freud y lo expandió radicalmente. Para Jung, la líbido no es solo la energía de la pulsión sexual, sino la energía vital total de la psique, la fuerza que impulsa todos nuestros procesos psicológicos: pensar, sentir, crear, soñar y buscar significado.

Su naturaleza es teleológica por definición. La líbido no es un mero impulso ciego, sino una energía que fluye con una dirección y una intencionalidad. Siempre está orientada hacia un fin: el crecimiento, la completitud y la autorrealización. La líbido sigue siendo un instinto con un fin, que no es la descarga de la tensión, como en el sexual, sino la integración en la totalidad.

La líbido es el combustible y lo inconsciente colectivo proporciona el mapa.

Atracción e inversión de Líbido.  Cuando la actitud consciente se estanca o se vuelve unilateral (por ejemplo, una persona es excesivamente racional y reprimida emocionalmente), la líbido se retira de la conciencia y «refluye» al inconsciente. Este es un movimiento teleológico, pues busca rectificar el desequilibrio.

Activación de arquetipos. Esta afluencia de líbido «carga» al sujeto y lo activa para que por resonancia mórfica active los arquetipos relevantes en el inconsciente colectivo. Estos se manifiestan en la conciencia a través de sueños, fantasías, visiones, imágenes arquetípicas y símbolos numinosos, que la psique del sujeto construye como mediador de la información arquetípica.

Estos materiales actúan como un imán, atraen la líbido del estado estancado hacia una nueva posibilidad, representan un objetivo psíquico que la conciencia aún no comprende, pero que es necesario para el desarrollo, unen los opuestos (consciente/inconsciente, mente/cuerpo, masculino/femenino) mediante la función trascendente, creando una nueva potencialidad que es más compleja y completa y que el sujeto tiene que integrar en su consciencia para que pase de potencia acto y transmute el estado previo a uno nuevo.

 

La individuación junguiana es la realización del humano completo.

Hay dos tareas fundamentales tanto en el caso de un desarrollo infantil saludable como en el caso de necesitar autoterapia o psicoterapia con un terapeuta: liberar al sujeto, en su sí-mismo, de las falsas envolturas de la persona (la máscara social), y los complejos, y liberar al sujeto de la fuerza sugestiva de las imágenes del inconsciente. No se trata de egoísmo o individualismo, sino de realizar la singularidad inherente del ser humano. La individuación es el proceso mediante el cual el ego (la conciencia de sí mismo) establece y consolida una relación con el sí-mismo (el arquetipo[ii] central de la totalidad y el potencial último del individuo): El eje yo/sí-mismo. Este proceso genera un sentido de dirección, propósito y significado profundo.

En el proceso de Individuación se integran: la sombra personal (contiene todo aquello que el individuo rechaza o no quiere ser, cargado de culpa o vergüenza, y también lo que está en potencia para desarrollarse y ha quedado congelado); los arquetipos ánima o ánimus. El ánima (el principio femenino en el hombre) y el ánimus (el principio masculino en la mujer); Se opera la diferenciación entre el yo psicológico y el rol público o máscara social (La Persona); se produce una desidentificación con los complejos culturales (salvador, …); se integran, resignifican y equilibran las funciones (pensamiento, sensación, juicio e intuición) y actitudes (introversión, extroversión); la sombra colectiva, que contine lo que la sociedad y proyecta rechaza en los chivos expiatorios, implica enfrentar el trauma y la proyección de aspectos negados en el «enemigo»; se desarrolla una acción consciente con límites éticos claros: La lucha contra la injusticia es necesaria, constelar el «Dios Oscuro» debe ser un último recurso, un concepto manejado con extremo cuidado y siempre subordinado al objetivo final de rescatar al «Ánima» (la humanidad, la compasión, la comunidad).

Ilustración 3  Funciones y actitudes junguianas. Esquema dinámico. Fuente: Mikel García

 

 

La paz resiliente no es un estado final que se alcanza, sino un proceso continuo de individuación colectiva. Es la capacidad constante de una sociedad de reconocer sus propias patologías, integrar sus aspectos negados y elegir conscientemente el camino de la complejidad y la conexión sobre el de la simplificación y la destrucción. Para un hombre, su «mitad femenina perdida» interna es el arquetipo del Ánima. Para una mujer, es el Animus. La «mitad del mismo sexo» representa la sombra (los aspectos ocultos y a menudo rechazados de nuestra propia personalidad).

 

“De modo que la individuación sólo puede significar un proceso de evolución psicológica que realiza las determinaciones individuales dadas, o, en otras palabras, constituye al ser humano como ese ente singular que es. No por ello viene a hacerse «egoísta», sino que simplemente realiza su singularidad, lo cual, como queda dicho, está a distancia astronómica del egoísmo o del individualismo. (…) Ahora bien, el objetivo de la individuación no es otro que libertar el sí-mismo, por una parte, de las falsas envolturas de la persona y, por otra, de la fuerza sugestiva que ejercen las imágenes del inconsciente”. (C. G. Jung, 1928, p. 101).

 

La individuación es un proceso de incremento de autoconsciencia y holismo.

Hasta una conciencia terciaria, no solo como autoconocimiento sino también como praxis sociopolítica.

Conciencia de sí, ente permanentemente responsable de todo lo que hace, y de lo que deja por hacer, en conexión sinérgica con la humana labor de evolución (trascendencia sincrónica). Ser comprometido históricamente (vida en evolución), con el derecho-deber de contribuir a ese proceso (trascendencia diacrónica), con la mira puesta en las generaciones venideras.

Los estados parciales de la conciencia (de vigilia, onírica, visionaria, amplificada, propioperceptiva, …) pierden sus fronteras rígidas. La conciencia está presente de modo global, se puede soñar y tener visiones en la vigilia, tener sueños lúcidos, … y puede elegir donde focalizarse.

La «conciencia terciaria» es un concepto desarrollado por el psiquiatra Silvano Arietti (1914-1981), en su obra maestra Interpretación de la Esquizofrenia (1974), por la que ganó el National Book Award.

Arietti propuso que la mente humana opera en tres niveles cognitivos principales.

Conciencia Primaria (Nivel Proto-mental). Es el nivel más básico, pre-verbal y pre-lógico. Gobernado por procesos primarios (como en la teoría freudiana): condensación, desplazamiento, simbolización primitiva. Es concreto, emocional, mágico y no sigue las leyes de la lógica o la causalidad. La cognición de un niño pequeño, los sueños, y el pensamiento psicótico.

Conciencia Secundaria (Nivel lógico-verbal). Es el nivel de la cognición adulta, normal y adaptativa. Gobernado por procesos secundarios: lógica aristotélica, pensamiento causal, lenguaje gramatical y conceptual. Es abstracto, racional, orientado a la realidad y la eficiencia. El pensamiento que usamos para trabajar, planificar el día y mantener una conversación coherente.

Conciencia Terciaria (Nivel Creativo-Simbólico). Este es el nivel superior e integrador. No reemplaza a los otros dos, sino que los sintetiza y trasciende.

Características de la Conciencia Terciaria.

Integración de lo Primario y lo Secundario: Es la característica definitoria. La conciencia terciaria no suprime el pensamiento primario (imaginativo, simbólico, emocional), sino que lo canaliza y moldea utilizando las herramientas del pensamiento secundario (lógica, estructura, lenguaje). Es la «alianza» entre la locura potencial de lo primario y el orden de lo secundario.

Generación de Novedad y Creatividad. Es el sustrato de la creatividad genuina, no solo artística, sino también científica y filosófica. Permite la formación de «conexiones nuevas entre contenidos mentales previamente no relacionados». El pensamiento primario proporciona el material imaginativo y simbólico inusual, y el pensamiento secundario le da forma y lo hace comprensible y útil.

Pensamiento Simbólico y Analógico Avanzado. Va más allá del símbolo primitivo de la conciencia primaria. El símbolo en este nivel es rico, tiene múltiples significados y puede ser explorado conscientemente para descubrir nuevas capas de significado. Es la base de las grandes metáforas en el arte y los modelos teóricos en la ciencia.

Tolerancia a la Ambigüedad y la Paradoja. A diferencia del pensamiento secundario, que busca la claridad y la no-contradicción, la conciencia terciaria puede sostener y trabajar con conceptos aparentemente opuestos o ambiguos, encontrando una síntesis superior. Esto es fundamental en el proceso creativo, donde a menudo se debe navegar por fases de caos e incertidumbre.

Acceso a lo Arquetípico y lo Inconsciente. Arietti, influenciado por Jung, veía este nivel como la puerta de acceso a contenidos profundos del inconsciente (símbolos universales, arquetipos) de una manera que no es abrumadora (como en la psicosis), sino enriquecedora y dirigida a un fin.

Estado de «Flow» o Experiencia Cumbre: La inmersión en un acto creativo intenso, donde el tiempo parece detenerse y la acción fluye sin esfuerzo, es una manifestación de la conciencia terciaria en funcionamiento.

Un científico. Formula una nueva teoría (proceso secundario) a partir de una intuición o una imagen onírica (proceso primario). La famosa anécdota de Kekulé descubriendo la estructura del benceno soñando con una serpiente que se muerde la cola es un ejemplo perfecto.

Análisis de la relación entre la conciencia terciaria (Arietti), la individuación (Jung) y los estados ampliados de conciencia con enteógenos.

  1. Punto de Convergencia Central. La Integración de los Opuestos

Los tres conceptos giran en torno a la superación de dicotomías psíquicas y la creación de una nueva síntesis

Conciencia Terciaria (Arietti). Integra el pensamiento primario (inconsciente, simbólico, mágico) con el pensamiento secundario (consciente, lógico, verbal). Es la alianza creativa entre la locura potencial y el orden racional.

Individuación (Jung). Integra el consciente con el inconsciente, la Persona con la Sombra, lo masculino con lo femenino (Ánima/Animus). El objetivo es la emergencia del sí-mismo, la totalidad psíquica que trasciende al ego.

Estados Ampliados de Conciencia (Enteógenos). Disuelven temporalmente los límites rígidos entre el ego y el inconsciente, permitiendo una inundación de contenidos arquetípicos, emociones primarias y percepciones no ordinarias. La experiencia suele describirse como una disolución de la dualidad.

 

  1. Los Enteógenos como Catalizador del Estado Terciario y del Proceso de Individuación.

Pueden actuar como un «acelerador» o «revelador» de estos procesos.

Facilitan el Acceso a lo Primario. Al reducir la actividad de la «Red Neuronal por Defecto» (asociada con el ego narrativo), los enteógenos permiten que los contenidos del inconsciente personal y colectivo (pensamiento primario, arquetipos) emerjan a la conciencia con una intensidad inusual. Esto es similar a forzar un estado temporal de «conciencia primaria» potenciada.

Posibilidad de Integración (Estado Terciario). La experiencia no es solo caótica. En un contexto adecuado («set and setting»), la mente consciente (pensamiento secundario) puede observar, dialogar y dar significado a este torrente de contenidos primarios. Este acto de integrar la experiencia numinosa y a menudo caótica en una narrativa personal significativa es un ejemplo perfecto de la conciencia terciaria en acción: el ego no es disuelto por completo, sino que se expande para contener y dar forma a lo inconsciente.

Activación del Proceso de Individuación. Al proporcionar un acceso directo a los arquetipos (encuentro con la Sombra, diálogo con el Ánima/Animus, visiones del Sí-mismo simbolizado en mandalas), los enteógenos pueden poner en marcha o profundizar dramáticamente el proceso de individuación. La persona se ve confrontada con los aspectos de su psique que necesitan ser integrados para lograr la totalidad.

  1. El Riesgo: Regresión a lo Primario vs. Avance a lo Terciario

Resultado Positivo (Conciencia Terciaria/Individuación). Ocurre cuando el ego es lo suficientemente fuerte para mantener un punto de observación y luego integrar la experiencia. El contenido primario es asimilado, dando lugar a insights creativos, curación emocional y una sensación de unidad y significado (experiencia de Sí-mismo). Es un estado terciario transitorio.

Resultado Negativo (Regresión/Psicosis). Si el ego es inundado y abrumado por el inconsciente sin poder procesarlo, la experiencia se parece más a una regresión patológica a la conciencia primaria (como describe Arietti en la esquizofrenia). El resultado puede ser confusión, paranoia, despersonalización y la incapacidad de reintegrar la experiencia a la vida normal. Es un «mal viaje» en el sentido clínico.

Metáfora de la Ola

El Enteógeno es como una ola gigante que levanta al surfista (el ego) y lo lleva a mar abierto (el inconsciente colectivo).

La Regresión a lo Primario es como ahogarse: el surfista es superado por la ola, se traga agua y entra en pánico.

La Conciencia Terciaria y la Individuación es como surfear la ola: el surfista (ego) utiliza su habilidad y equilibrio para cabalgar la poderosa fuerza de la ola (inconsciente), experimentando una unidad con ella y llegando a un nuevo lugar, ileso y transformado por la experiencia.

Conclusión Sintética

La relación es, por tanto, de potenciación y riesgo.

Los enteógenos pueden inducir un estado que, en su fenomenología, se asemeja a la conciencia primaria de Arietti (acceso a lo simbólico, lo arquetípico, lo emocional crudo).

El resultado final de la experiencia depende de la capacidad del individuo para, durante y después de la ingesta, ejercer una función terciaria: integrar ese material primario en la estructura de su conciencia secundaria (ego), dándole significado y orden.

Este proceso de integración de contenidos inconscientes amplificados por el enteógeno es, en esencia, un acto acelerado de individuación. Es un viaje simbólico al centro de la psique que, si se integra correctamente, puede conducir a una mayor totalidad, creatividad y sentido de unidad, que son los frutos tanto de la conciencia terciaria como del sí-mismo junguiano.

En resumen, los enteógenos no crean por sí solos la conciencia terciaria o la individuación, sino que proveen la materia prima experiencial (el «caos primario») que la conciencia estructurada debe luego ordenar en una «nueva complejidad» (el «cosmos terciario»), avanzando así en el camino de convertirse en un individuo completo.

El proceso de individuación es un opus alquímico.

La alquimia es un trabajo individual, pues la obra es personal y se hace en profunda soledad y en secreto que, además, está prohibido revelar. Se hace en soledad, aunque uno esté acompañado por un terapeuta. Nacemos, vivimos y morimos solos, aunque estemos acompañados.

El opus parece ir contra-natura, pero realmente es hacer lo que la Naturaleza inconsciente no puede hacer por sí mima. La obra es amarga como lo es la sal, sin sal no se llega a la sabiduría.

Decía Sócrates citado en el Banquete de Platón (2007), sobre necesidad y deseo de sabiduría:

“Ninguno de los dioses desea la sabiduría ni necesita ser sabio, porque ya lo son, como tampoco desea la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría, ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que ya lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar».

 

El fin del opus es la coniunctio mayor entre dos polos opuestos del sujeto: el complejo yo (representante de la materia real) y el sí-mismo (arquetipo representante de lo inconciente colectivo). El proceso requiere que los polos primero tienen que estar bien diferenciados y separados, para poder reunirse.

Una imagen simbólica de esta coniunctio mayor es el matrimonio, que requiere relaciones sexuales, entre el Sol y la Luna o entre alguna personificación de los opuestos.

Las imágenes de unión no siempre son señal de un desarrollo saludable. Ken Wilber ya advirtió de los efectos de las falacias pre trans, que tienen su correspondencia en el concepto junguiano de inflación de un yo inmaduro.

La alquimia es un arte espagírico del uso de la materia para llegar a una medicina, un elixir o tintura, el Lapis. El arte se aprende y los maestros lo enseñan a los neófitos que se inician para que separen lo que no sirve e integren lo que sirve.

El Lapis, integra dos opuestos: Piedra, como representante de una materia sólida y firme, y Filosofía -amor a la sabiduría-, como representante de un alma conectada con el espíritu.

Una vez creada la Piedra Filosofal, se infiere que tiene poderosos efectos contagiadores y transformadores por ella misma, ya que es autónoma del alquimista. Su poder se refleja en las operaciones de proiectio y multiplicatio o augmentatio. El elixir tiene el poder de unificar en acción de reciprocidad y cocreación a los dos polos de modo que yo y sí-mismo se van transformando.

El trabajo del alquimista podrá ser un elixir que ayude a transformar otras consciencias y otras inconsciencias, por ejemplo, podrá ser medicina para sanar sombras de lo inconsciente colectivo. Pero su poder es limitado ya que requiere que a quien toque esté abierto y receptivo.

La materia prima. Los alquimistas toman este concepto fundamental de los presocráticos. ¿Pero cuál es la materia prima inicial en el desarrollo humano?

Es la indiferenciación del cachorro humano. Esta es la materia prima virginal y caótica, sin límites ni formas, el ápeiron, del pleroma, del increatum, que requerirá un orden en la acción del Logos.

 

El desarrollo del sujeto requiere siempre operaciones alquímicas.

El desarrollo del cachorro humano ocurre por los impulsos a la individuación promovidos por el arquetipo del sí-mismo y del potencial genético biológico, en el contexto de relaciones humanas de la crianza.

Voy a considerar varios contenidos de los campos arquetipales como arquetipos principales que intervienen en el proceso alquímico a modo de explicación pedagógica: sí-mismo, individuación, creación, y eros. Intervienen desde el inicio y permanecen con mayor o menor presencia en todo el proceso. Pero los arquetipos necesitan ser intermediados o personalizados a través de las relaciones humanas, si no es así el sujeto es inundado o poseído por ellos, como pasa en el sujeto psicótico, quien no ha podido desarrollar un yo, ni diferenciarse del no-yo, y de los otros.

Voy a describir las operaciones en secuencia rizomática y tratando de explicar y articular los componentes que intervienen.

1.- En un proceso en condiciones suficientemente buenas.

Primera operación. La coagulatio. Es tomar tierra, construir el cuerpo material, la realidad, el yo … Desde el punto de vista alquímico la coagulatio requiere acción y el concurso de tres agentes: la magnesita, el azufre y el plomo. La magnesita señala que el proceso será imperfecto. El plomo indica que el espíritu mercurial libre tiene que adaptarse a la dura realidad y las limitaciones, deprimiéndose. El azufre, el sulfur, es el factor impulsor, el fuego, el deseo, la búsqueda del placer y el poder personal. El deseo no solo es carnal, es de encarnación. Es interesante mencionar que, en El libro tibetano de los muertos, se cita que cuando un alma se reencarna, tiene visiones de cópulas, deseo por el otro sexo y aversión al mismo sexo (Edipo Primario de Melani Klein).

Están activos los arquetipos: Eros. Se supone en el deseo de los padres de serlo y tener un hijo/a, pero es seguro en el deseo del neonato de encarnarse, de tener placer de vivir; Individuación; sí-mismo.

Segunda operación. Solutio-separatio.

Nacimiento. Se activa el arquetipo Thánatos.

Es la separatio de la fusión del neonato con lo Inconsciente Colectivo y la vida intrauterina.

Esta separación se relaciona con la Culpa existencial ampliamente citada por los existencialistas como antecedente de culpabilidades posteriores. Jung explica que esta culpa procede de traicionar-abandonar lo IC, saliendo de la Participación mística fusional en la que se estaba en el Paraíso perdido, de lo IC y la vida uterina, y se acompaña del síntoma depresión existencial. El inicio de activación del arquetipo gran Madre ayuda en el proceso, siempre y cuando el cuidador real actúe en consonancia

Clásicamente esta separatio radical se consideró necesaria para construir el yo, para, después, en la segunda mitad de la vida retornar a lo inconsciente colectivo. En La función Trascendente, 1916, Jung afirma la direccionalidad de la conciencia como un logro de la humanidad que ha permitido la aparición de la civilización y la cultura, a un alto precio para el ser humano, que se separa así de su origen instintivo en el gran inconsciente colectivo.

Esta inicial separatio siendo necesaria, no requiere que sea radical, basta con un alejamiento parcial.

Sin embargo, lo habitual es la excisión, o separación total, por causas varias: la falta de preparación de los padres, la represión, la focalización de la atención en lograr satisfacer los deseos de los padres para, así, obtener su amor.

Nueva Coagulatio.

Relación objeto parcial madre. Teta. Proyección del arquetipo gran Madre en la madre.

Nueva Solutio-separatio. Activación del arquetipo del extraño. Frustración de la teta, rabia. Esquizoparanoide-Culpa primaria/ Depresión primaria- reparación. Extraño en la fase del espejo, reintroyección de la imagen, salida del narcisismo primario, constitución de lo real (Lacan).

Nueva Coagulatio. Relación objeto total madre. Fusión del Arquetipo Gran madre y la madre real. Amor incestuoso urobórico. Activación del arquetipo puer-puella, niño-niña.

Nueva Solutio-separatio. Activación del arquetipo héroe. Muerte de la madre. Matar al dragón. Nigredo. Depresión. “Calcinatio”.

Nueva Coagulatio. Activación arquetipo ánima ánimus. Un estado de albedo o leukosis tras la nigredo. En la niña su ánimus se dirige a su madre -Amor homoerótico- y se proyecta al padre. En el niño su ánima se proyecta a la madre y se dirige al padre -Amor homoerótico-. La líbido genital se funde con las proyecciones de ánima y ánimus, de modo que en la niña el objeto genital va siendo el padre, con lo que cambia de objeto, mientras que en el niño sigue siendo la madre.

Nueva Solutio-separatio. Se reintroyecta el ánima o ánimus. De modo que cesan las modalidades homoeróticas, se realiza una coniunctio menor y se produce un refuerzo yoico de la autoestima y de la identidad sexual. Se activa el arquetipo del Falo, que en ambos géneros consolida el poder personal, la confianza en la acción, la confrontación con los conflictos. La líbido genital es más intensa. El pensamiento concreto mágico aún permanece coagulado en tierra. Un símbolo que lo representa es la Serpiente mercurial clavada en la cruz, coagulado-fijado (190).

Nueva coagulatio. El Edipo-Electra secundario. Es el clásico directo descrito por Freud, siempre precedido por el edipo inverso homoerótico descrito antes.

Nueva Solutio-separatio. Salida del Edipo-Electra. Nigredo. Mortificatio (castración). Se activa el arquetipo del sanador-herido. El infante se puede centrar en sanar sus heridas y en elaborar el duelo de lo perdido-abandonado, con un mayor nivel de coniunctio con el ánima ánimus y búsqueda deseante de las relaciones con los iguales.

Nueva coagulatio. El yo y sus dinamismos se van consolidando. El arquetipo persona está muy activo, junto a las modalidades del superyó. La confrontación con las frustraciones va consolidando la capacidad de resiliencia. El pensamiento, en sublimatio, se separa de la tierra y puede empezar a ser abstracto, ser aire.

Nueva Solutio-separatio. El sí-mismo está siempre presente percibido como acompañante misterioso, aunque la consciencia se ha focalizado más en la construcción del yo. Se requiere experimentar una muerte simbólica de la preeminencia del yo, separándose de la identificación. Período de profunda Nigredo. Noche oscura del alma.

Nueva coagulatio. En la consolidación del Eje sí-mismo/complejo yo. Es la Piedra filosofal, una Coniunctio mayor. Ambos polos quedan separados y unidos. Es el estado de rubedo, de sangre humana.  La Sublimatio se consolida en pensamiento lógico formal abstracto, más preparado para la muerte. Existe libre Circulatio, entre los distintos niveles de consciencia, que pueden experimentarse simultáneamente, en sentimiento de filius macrocosmi. Jung dice en Estudios sobre representaciones alquímicas, «La intención del alquimista apunta, pues, no a su redención por la gracia de Dios, sino a la liberación de Dios de las tinieblas de la materia». Dios es entendido como el arquetipo sí-mismo.

En un texto gnóstico se dice que el hombre perfecto el Anthropos es llamado cadáver, porque está enterrado como una momia en un monumento fúnebre. La carne descompuesta de los cadáveres en especial la de los ajusticiados (mumis patibuli) se creía que gozaba de propiedades curativas maravillosas. Anthropos es entendido como el arquetipo sí-mismo, y que su descomposición aporta el agua permanens de los fluidos cadavéricos, que nutre el desarrollo del individuo.

Siguiendo con las buenas condiciones, los arquetipos se reintroyectan de las proyecciones humanas. En su aspecto introvertido mantienen un diálogo con el yo y en su aspecto extrovertido se asocian a elementos de la realidad cotidiana. Asociación no es proyección. Ánima mundi, Umbra mundi, están asociadas con el alma del sujeto en una relación de participación mística interactiva, en la que el yo puede ser motor de transformación.

El arquetipo Gran Madre se reintroyecta de la madre real al mundo interno en su aspecto introvertido, para uno ser su cuidador, y en su aspecto extrovertido se asocian a la naturaleza, y el planeta. Insisto en asociación sin proyección (Gaia-Gea).

El arquetipo Creación empuja al desarrollo de la creatividad subjetiva que aglutina fases del desarrollo oral (impulso epistemofílico de Melani Kein), anal, fálico y genital.

El arquetipo Falo se reintroyecta del padre, a su aspecto introvertido en poder personal, y se asocia a las estructuras de poder político social. Poder personal poder y político no están disociados.

La leyenda del sexto grabado en madera del Rosarium Philosophorum dice: «Aquí el rey y la reina yacen muertos / en gran angustia, el alma se acelera». Jung reconoce el tema de la muerte en este grabado al señalar que la cuenca de la fuente ahora forma un ataúd para el Rey y la Reina.

Él escribe,

“Después de la conniunctio opositorum, reina la quietud mortal» ya que el Rey y la Reina están muertos y se han fusionado para formar un ser con dos cabezas. Se produce una quietud después de la unificación de los opuestos cuando la energía de la tensión se detiene y «la imagen representa la putrefacción, la corrupción, la descomposición de una criatura que alguna vez vivió» «Corruptio unius generatio est alterius«, lo que significa que la corrupción de uno es la génesis del otro. La muerte de la unificación del Rey y la Reina «es una etapa provisional a la que debe seguir una nueva vida “. Como resultado, el ego anterior muere de la unión con el anima o animus inconsciente y se forma una nueva personalidad (representada como hermafrodita). La nueva personalidad no es un «punto medio entre lo consciente y lo inconsciente, sino ambos juntos. Como trasciende la conciencia, ya no se le puede llamar ‘ego’ sino que se le debe dar el nombre de ‘yo’” (C. G. Jung, 2002b).

Ya que el Rey y la Reina están muertos y se han fusionado para formar un ser con dos cabezas. Se produce una quietud después de la unificación de los opuestos cuando la energía de la tensión se detiene y «la imagen representa la putrefacción, la corrupción, la descomposición de una criatura que alguna vez vivió». Jung muestra que el texto de la xilografía dice «Corruptio unius generatio est alterius», lo que significa que la corrupción de uno es la génesis del otro. El cadáver en el grabado en madera es un hermafrodita porque simboliza que el comienzo de una nueva vida está comenzando.

Jung argumenta que cada humano posee características del sexo opuesto en su inconsciente, que llega a la conciencia, del carácter femenino de un hombre o el carácter masculino de una mujer y, por lo tanto, el autoconocimiento. Con la integración de las proyecciones, la personalidad / conciencia se amplía enormemente y esto resulta en la disminución de la unilateralidad del ego. La nueva personalidad no es un «punto medio entre lo consciente y lo inconsciente, sino ambos juntos. Como trasciende la conciencia, ya no se le puede llamar ‘ego’ sino que se le debe dar el nombre de ‘yo’”

De acuerdo al planteamiento alquímico la pareja senex/puer está unida en esencia pues el senex de alguna forma se convierte en el puer en el proceso de transformación.

En la adolescencia el puer, figura que manifiesta como mana creativo, emoción y símbolo de la renovación de la vida o la reunión de los opuestos separados, un símbolo renovado y más completo del sí mismo (en comparación con el senex en su aspecto de rey viejo) puede brillar con su aspecto luminoso, pero si se identifica con el arquetipo, sin separarlo como un no-yo el puer se vuelve nada menos que un demonio de la muerte. Respecto al senex en su aspecto positivo representa la sabiduría, el conocimiento. En relación al ciclo vital se asociaría a la vejez o a cualquier momento de la vida en que se hace necesaria una transformación (muerte y renacimiento).

Von Franz menciona que Jung en Mysterium coniunctionis comenta detalladamente la figura del viejo rey, que representa la sustancia transformadora y, por lo general es retratado por los alquimistas al comienzo de la obra como defectuoso, no redimido, rígido, enfermo o incluso maligno.

 

Operaciones alquímicas en condiciones comunes.

Un desarrollo patológico fija a los sujetos, se estructuran la sombra reprimida y los complejos: huérfano, inválido, materno, paterno, de poder, de inferioridad, de salvador, ….

Lo habitual en el desarrollo humano es que no se logre la coniunctio mayor, y que existan modos de fusión, identificación entre los polos. Identificaciones del yo con la sombra, ánimus/ánima, sí-mismo, relaciones objetales, …

Unos padres humanos no alquimistas, no individuados, difícilmente van a modelar esa materia prima adecuadamente, por lo que se entiende que la mayoría de las crianzas fijan el desarrollo en estructuras patológicas que van a ser la “materia contaminada” de la que haya que partir para volver a hacer un opus.

Psicosis. Borderline. Neurosis, son construcciones “contaminadas” que si no son reducidos a su materia prima no pueden ser transformados. Este es el trabajo del opus alquímico que parte de una materia prima malograda respecto a la finalidad de la individuación. Ese es el proceso de regresión de la psicoterapia. No es fácil encontrar la materia prima. En muchas ocasiones la materia primera para el trabajo iniciático es la sombra. La imagen de un niño en un sueño puede simbolizar la materia prima ya algo desarrollada y aún inocente.

Habrá, pues, que realizar operaciones alquímicas: mortificatio, disolutio, separatio, calcinatio, solutio, sublimatio, etc. para separar los polos de sus contaminaciones, para llegar a la coagulatio de la coniunctio mayor.

Las operaciones alquímicas en la terapia constelan los momentos de origen de la contaminación y activan arquetipos de las fases infantiles del desarrollo. Por ejemplificar el trabajo con el complejo materno. En el proceso terapéutico podemos esperar que el paciente establezca un intenso vínculo y/o transferencia, representando el terapeuta una madre buena omnipotente de la que se espera que consiga una sanación “mágica”. El terapeuta, en esta fase oral, inicialmente sostiene el vínculo sin analizarlo para que se constele el complejo especialmente si el paciente es psicótico o borderline. Salir del complejo implica elaborar los sentimientos de ambivalencia, ansiedad de abandono, y activar el arquetipo héroe-heroína que acepta el viaje a la Nekya, sufrimientos y sacrificios.

“Integración de los demonios con ayuda del sí-mismo, que es el único capaz, no lo es el yo”. L’individuation Dans Les Contes De Feés. Marie Louise Von Franz. Pág 150. “Las personas tocadas por la psicología de las profundidades y que después de algún tiempo se han alejado, rechazando esto que la vida les pide, se vuelven diabólicamente crueles, enferman o mueren. Sólo si discernimos suficientemente qué pasa en el sí-mismo podemos escapar de volvernos neuróticos. No debemos azuzar a aquel que tenga resistencias a entrar en análisis, nadie puede tomar esa responsabilidad por otro.” Ibd. Pág. 182.

¿Qué ente es el creativo? ¿Qué o quién es objeto de lo creativo? ¿El arte mata? ¿Puede haber arte más allá del infierno?

La lucha contra el demonio (título original en alemán «Der Kampf mit dem Dämon») es un libro escrito por Stefan Zweig, Greenboks Editore, donde describe la vida de tres individuos peculiares: Friedrich Hölderlin, un gran poeta maldito, que acabó sus días en el manicomio; Heinrich von Kleist, un escritor sin fortuna, que acabó suicidándose con 34 años tras buscar, con sus obras maestras, un éxito que se le negó; y Nietzsche, el filósofo que pregonaba que Dios había muerto creando así una futura revolución filosófica, y que también acabó sus días recluido por una enfermedad nerviosa en una casa de locos.

Es reduccionista y de enorme simplicidad elevar a universal la realidad de que el infierno personal es una fuente para la creación, lo mismo que equiparar artista y arte, creación y creatividad, o excluir del arte la ciencia y la investigación.

El proceso de individuación se asemeja a un alquimista trabajando en su laboratorio interior. El yo consciente es el alquimista que debe tomar los ingredientes brutos (los complejos y la sombra) y las fuerzas etéreas (el ánima y el ánimus) que están separadas o en conflicto dentro del crisol de la psique. A través de la confrontación interna (la «cocción» o el «sacrificio») y el uso de símbolos (la función trascendente), el alquimista no busca destruir los elementos, sino integrarlos y transmutarlos para crear la piedra filosofal un nuevo ser más completo, único y auténtico, aunque siempre imperfecto.

La psicología de la transferencia.

La transferencia es un modo de relación con base en relaciones objetales internas (psíquicas), que se proyectan en el mundo exterior sobre diversos sujetos que son investidos con lo proyectado. Ese fenómeno vincula a ambos sujetos por un hilo invisible y los hace codependientes. La transferencia en el proceso de individuación del análisis psicoterapéutico es un fenómeno importante pues lo transferido puede hacerse consciente y el analizando puede liberarse de condicionantes. La transferencia es esencial para el desarrollo del proceso de simbolización y la función trascendente.

En la terapia, al internalizar nuevos modos de relación, el individuo puede cambiar los anteriores, transformando una relación exterior en una interior, un proceso llamado «internalización transmutadora».

En La Psicología de la Transferencia (Die Psychologie der Übertragung) esctita por Jung en 1946 y publicada por Paidós (muy probablemente en su colección «Biblioteca de Psicología Profunda») en 1966, Jung hace un análisis de los grabados del Rosarium Philosophorum, y en concreto la escena de la muerte del Rey y la Reina en el ataúd/bañera tras la coniunctio, es el tema central de este libro. En este trabajo, Jung utiliza los símbolos alquímicos de la unión del Rey y la Reina (la coniunctio) como una analogía arquetípica del proceso de transferencia y contratransferencia en la relación terapéutica, así como de la dinámica interna de la individuación.

La leyenda del sexto grabado en madera del Rosarium Philosophorum dice: «Aquí el rey y la reina yacen muertos / en gran angustia, el alma se acelera» (Jung, 1966, p.256). Jung reconoce el tema de la muerte en este grabado en madera al señalar que la cuenca de la fuente ahora forma un ataúd para el Rey y la Reina. Él escribe, «después de la coniunctio opositorum, reina la quietud mortal» (Jung, 1966, p.256) ya que el Rey y la Reina están muertos y se han fusionado para formar un ser con dos cabezas.

Se produce una quietud después de la unificación de los opuestos cuando la energía de la tensión se detiene y «la imagen representa la putrefacción, la corrupción, la descomposición de una criatura que alguna vez vivió» (Jung, 1966, p.256). Jung muestra que el texto de la xilografía dice «Corruptio unius generatio est alterius», lo que significa que la corrupción de uno es la génesis del otro.

Como resultado, interpreta que esto significa que la muerte de la unificación del Rey y la Reina «es una etapa provisional a la que debe seguir una nueva vida» (Jung, 1966, p.256). Esto lleva a Jung a comprender por qué el cadáver en el grabado en madera es un hermafrodita porque simboliza que el comienzo de una nueva vida está comenzando. En consecuencia, el descenso al inconsciente parece haber llegado a su fin.

Aunque el grabado en madera representa el final del descenso al inconsciente, también hay signos de que el cambio continuará, dada la imagen de la unificación del Rey y la Reina como hermafrodita. Jung argumenta que cada humano posee características del sexo opuesto en su inconsciente. Un objetivo importante de la psicoterapia es la comprensión consciente (no ocultamiento) de esta parte proyectada del inconsciente. Este objetivo progresivamente da como resultado la conciencia del carácter femenino de un hombre o el carácter masculino de una mujer y, por lo tanto, el autoconocimiento. Con la integración de las proyecciones, la personalidad / conciencia se amplía enormemente y esto resulta en la disminución de la unilateralidad del ego.

La muerte en el sexto grabado en madera representa este cambio para el ego. En consecuencia, Jung dice que la muerte en el sexto grabado en madera es psicológicamente explicable como la integración del inconsciente, que implica una grave lesión del ego: «la alquimia expresa esto a través de los símbolos de muerte, mutilación o envenenamiento» (Jung, 1966, p.263). Como resultado, el ego anterior muere de la unión con el anima o animus inconsciente y se forma una nueva personalidad (representada como hermafrodita). La nueva personalidad no es un «punto medio entre lo consciente y lo inconsciente, sino ambos juntos. Como trasciende la conciencia, ya no se le puede llamar ‘ego’ sino que se le debe dar el nombre de ‘yo’” (Jung, 1966, p.264).

El análisis de los materiales en psicoanálisis junguiano se hace amplificando. Se trata de responder a las preguntas con preguntas o respuestas abiertas, entendiendo que nuestra materia prima, en psicoterapia, puede abordarse con los parámetros del método científico de las ciencias específicas de estado (Tart, 1971) del empirismo interno. La validez del conocimiento específico de estado se basa en el acuerdo intersubjetivo de observadores debidamente preparados (Tart, 1983). De ahí la importancia de un acuerdo consensuado y para ello es fundamental el debate tras la comunicación de trabajos. El método científico se basa tanto en el arte de hacer las preguntas adecuadas, como en tener una actitud abierta y capacidad de soportar la incertidumbre sin querer respuestas rápidas y cerradas. Si no se formula la pregunta adecuada se corre el riesgo de perder años como le ocurre a Perceval en la búsqueda del Grial (Rauschenbach & von Franz, 1999). Formular la pregunta adecuada convoca daimones que participan junto a los yoes en la construcción de la respuesta siempre provisional e hipotética.

“… es estrictamente prohibido actuar como un chamán hasta que el momento de la indicación haya terminado y el iniciado haya sanado de su enfermedad iniciática.“ En Psicoterapia. La experiencia práctica (von Franz, 1985)

El trabajo de consciencia transforma la estructura cerebral y la capacita para seguir creciendo en ese trabajo, un ejemplo de la plasticidad neuronal en la etapa adulta. En un estudio (Jonathan Greenberg et al., 2019)[44], se asignó al azar a 79 participantes a un programa de capacitación de 4 semanas basado en la atención de la mente o a un programa de control activo de escritura creativa estructurado de manera similar. El grupo de atención plena mostró tasas de interferencia proactivas más bajas en comparación con el grupo de control activo después del entrenamiento. El entrenamiento de la atención plena minimiza la distracción de los pensamientos y recuerdos, mejora la memoria de trabajo y aumenta la densidad del hipocampo con aumento de volumen en el hipocampo izquierdo. Un estudio realizado en China (Jiang et al., 2019), tenía el objetivo de aclarar si los correlatos neurobiológicos de la inteligencia difieren entre hombres y mujeres. Lo hace de un modo más complejo que otras investigaciones que basan en técnicas univariadas en masa o una modalidad de neuroimagen. Utiliza el modelado predictivo basado en conectoma (CPM). Encuentra que el coeficiente intelectual masculino demostró correlaciones más altas con el grosor cortical en el lóbulo parietal inferior izquierdo y con la conectividad funcional en la red con predominio del hipocampo izquierdo, regiones implicadas en la cognición espacial y el pensamiento lógico. En contraste, el coeficiente intelectual femenino se correlacionó más con el grosor cortical en el lóbulo parietal inferior derecho, y con conectividad funcional en el putamen y redes cerebelosas, regiones implicadas en el aprendizaje verbal y la memoria de elementos.

Los dos estudios son más complejos de lo habitual, y sus resultados pueden tener lecturas distintas. El de Jiang et al., podría leerse como fundamentación de un innatismo diferencial entre géneros que nos capacita para especializaciones diferenciadas. También puede entenderse que es una radiografía de la realidad actual diferenciada de los géneros, pero entendida como consecuencia del modelado por el aprendizaje social desde el nacimiento que modula áreas y redes concretas. La segunda lectura parece más plausible después de los resultados del estudio de Greenberg et al.

Panksepp defiende que el sueño REM permite el procesamiento de información por medio del cual los almacenamientos de memoria transitorios llegan a integrarse en los hábitos de comportamiento subconscientes, añadiendo que «quizá las teorías sobre los sueños de Freud y Jung, que sugerían que los sueños reflejan fuerzas emocionales inconscientes y simbólicas que afectan a la persona sigan conservando alguna verdad fundamental» (Panksepp, 1998, p. 129).

Durante el sueño se produce la integración y consolidación de las memorias, mediante el intercambio de información entre el hipocampo y el córtex cerebral (Schretlen & Shapiro, 2003). De esta forma, los conocimientos episódicos se trasladan desde el hipocampo al córtex prefrontal, una vez que se ha extraído su significado y se ha integrado en una de las múltiples redes de conocimiento. Los movimientos oculares rápidos de la fase REM, y la activación amigdalina conjunta, se han relacionado con la formación y consolidación de las memorias emocionales, frente al sueño no REM, más implicado en la consolidación de memorias explícitas o declarativas (Wagner, Gais, & Born, 2011). Hobson describe los sueños como «la exposición transparente de las asociaciones cognitivas del individuo con la ansiedad y sus formas de afrontarla» (Hobson, 1999, p. 170). Kaplan-Solms y Solms (2000) definen las tres áreas que al ser dañadas traerían consigo la pérdida de la capacidad de soñar. Las lesiones del lóbulo parietal izquierdo afectan a la capacidad de abstracción, la formación de conceptos y simbolización, y llevan a una pérdida de la capacidad de soñar.

Varios estudios basados en tomografías TEP revelan, de hecho, el patrón de activación regional del cerebro altamente selectivo durante el sueño REM. Importantes grupos de investigadores señalan que en el sueño REM el sistema límbico, especialmente la amígdala, se activa, mientras que se desactivan las áreas frontales o ejecutivas del cerebro. Por ello conceden al sueño REM un papel importante en el procesamiento de las emociones. Para los analistas los sueños son el vehículo de la mente para procesar los estados emocionales, especialmente el miedo, la ira, la ansiedad o la euforia, que tanto destacan en los sueños, las pasiones a los que necesitaría prestar atención.

 

Fases en el proceso de Individuación

Tradicionalmente Jung habla de dos fases en la individuación, una primera en el que el sujeto construye un yo personal, necesitando para ello separarse de lo inconsciente colectivo, y social y la Persona, y otra en la que se retoma la conexión con lo inconsciente colectivo. Entre medio está la crisis de la mediana edad. Esto implica aceptar, como Freud lo hizo con su “represión primordial” un separarse de la totalidad. Desde mi punto de vista eso es cuestionable como necesidad universal constituyente. Es más, la consecuencia de culturas concretas como la patriarcal. Si las pautas de crianza se hacen con adultos integrados sus retoños no se separan de lo colectivo. Y en todo caso si se ha producido una separación la reintegración no requiere necesariamente una crisis de la mediana edad.

Este proceso de Individuación, sin embargo, es una Ítaca a la que nunca se llega en vida, ya que el individuo siempre conserva aspectos inconscientes y lo inconsciente colectivo -su sí-mismo- también está en transformación continua por el sujeto.

Podemos inferir que, tras la muerte, y en el período en el que la conciencia del sujeto está revisando la vida, haciendo balance y llegando, o no, a la reconciliación y a la paz de la muerte, el sujeto pueda terminar su individuación. La cuestión es hasta donde ha llegado en ese proceso. Podemos inferir que en ese período algunos sujetos podrán acelerar las tareas que la individuación implica. Estas inferencias proceden del análisis de sujetos que han tenido experiencias de muerte cercana (EMC) y han llegado a la psicoterapia. En los períodos postmortem hay sujetos que se resisten a aceptar que están muriendo e interpretan que sus estados ampliados de conciencia son como sueños lúcidos. Los médicos tibetanos de la muerte desarrollaron prácticas de acompañamiento a los recién muertos para ayudarles a reconocer que lo que experimentan son fases de la muerte.

 

Ilustración 4 Despliegue individuación. Crecimiento yo/ sí-mismo y cambio en Inconsciente Colectivo. Fuente: Mikel García

 

Soledad radical del ser Individuado.

El Proceso de Individuación en la psicología junguiana y la soledad radical del ser son dos caras de la misma moneda: un viaje paradójico donde la profundización en la propia singularidad conduce, al mismo tiempo, a una sensación de aislamiento existencial y a una conexión última con lo universal.

  1. La Individuación como Camino hacia la Propia Singularidad

El proceso de individuación es, por definición, un «separarse de la manada». Implica: Dejar atrás las identificaciones automáticas con la familia, la cultura, las normas sociales y la Persona (la máscara social) para descubrir quién se es más allá de esos roles.

Confrontar los aspectos negados y inaceptables de uno mismo. Este es un acto íntimo y a menudo solitario, ya que debe hacerse en la honestidad más cruda consigo mismo.

Dejar de creer que uno es sus pensamientos, sus emociones o sus roles. Este distanciamiento consciente puede generar una profunda sensación de soledad, pues ya no se habita cómodamente en las identificaciones previas.

En esta fase, la soledad es el precio de la autenticidad.

  1. La Emergencia de la «Soledad Radical»

A medida que el individuo avanza, topa con una soledad que no es meramente social o emocional, sino ontológica:

Incomunicabilidad de la Experiencia. La vivencia interna del sí-mismo, los símbolos arquetípicos y los sueños profundos son intransferibles en su totalidad. Nadie puede vivir o comprender plenamente el proceso interno de otro.

Responsabilidad única. Moral autónoma y ética participativa en los ecosistemas y el cosmos. El individuo se da cuenta de que es el único responsable último de su vida, sus decisiones y su sentido. Esta carga de libertad y responsabilidad puede ser abrumadoramente solitaria.

  1. La Paradoja. En la Profundidad de la Soledad se Encuentra la Unidad

La soledad radical no es el punto final, sino el crisol para una conexión más auténtica con el OTRO.

Superación de la Proyección. Al integrar el Ánima/Animus y la Sombra, se deja de proyectar en los demás la imagen de la pareja ideal o del enemigo. Esto termina con la «proyección mágica» que falsamente nos conectaba a los otros, pero permite relaciones basadas en la realidad del otro como un individuo separado, no como un vehículo para nuestras necesidades inconscientes. La conexión es menos ilusoria, pero más real y respetuosa.

Conexión con lo Transpersonal. Al conectar con el Sí-mismo y el inconsciente colectivo, el individuo ya no se experimenta solo como una unidad aislada, sino como una expresión singular de una psique universal. La soledad del ego se ve transformada por la comunión con lo arquetípico. Ya no estás «solo», sino en diálogo con la humanidad misma, con los mitos y con la fuente de la vida. Es la soledad del átomo que descubre que es parte de una molécula mayor.

La soledad fecunda. No es la soledad patológica (el aislamiento) si no  un estado de plenitud y creatividad. El individuo realizado puede estar solo sin sentirse solo, porque habita un universo interior rico y significativo.

El proceso de individuación no busca eliminar la soledad radical, sino abrazarla y transformar su significado.

La soledad inicial es el dolor de separarse de lo colectivo.

La soledad radical es la conciencia de la propia e irrepetible singularidad.

La soledad final es la condición para una relación auténtica: con uno mismo, con los demás y con el cosmos.

Es en el corazón de esta soledad donde el ser descubre que su ser más profundo no es una fortaleza aislada, sino un nodo único en la red invisible de la vida y la psique universal. La soledad se revela, entonces, no como ausencia de conexión, sino como la forma más profunda de pertenencia al misterio de la existencia.

Diferencias entre la soledad de la Individuación y otros autores.

Diferencia con la Perspectiva Psicoanalítica Clásica (Freud)

Para Freud y el psicoanálisis clásico, la soledad es primariamente una señal de patología o regresión. Se origina en la pérdida del objeto de amor (como el pecho materno) o en fijaciones de etapas tempranas del desarrollo. La soledad es, en esencia, la consecuencia de una conexión libidinal frustrada o interrumpida. La meta terapéutica sería, por tanto, restablecer esos vínculos de objeto y superar el estado de desamparo a través de nuevas relaciones.

En cambio, la Individuación, la soledad no es un fracaso, sino un componente necesario y positivo del desarrollo psíquico. Surge no de una pérdida, sino de una separación consciente de la psique colectiva y de la inmersión en el proceso de individuación. Lejos de ser un vacío a llenar con objetos externos, la soledad es el espacio fecundo donde el individuo establece una relación con el sí-mismo. Mientras Freud ve la soledad como un problema a resolver mediante la relación con los demás, Jung la ve como una condición a transitar para lograr una relación más auténtica consigo mismo y, desde allí, con el mundo.

Diferencia con los Existencialistas (Sartre, Camus)

Los existencialistas coinciden con Jung en diagnosticar una «soledad radical» en el ser humano. Para Sartre y Camus, esta soledad es de naturaleza metafísica: el hombre está «arrojado» a un universo absurdo e indiferente, sin una esencia o un Dios que le predefina un propósito. Esta constatación genera angustia, al cargar con el peso de una libertad y una responsabilidad absolutas. La conclusión existencialista es una rebelión frente al absurdo o la asunción de una autenticidad sin red.

 

Jung, si bien reconoce este aspecto de singularidad irreductible, la soledad no conduce al absurdo, sino a la totalidad; no es un vacío que angustia, sino un silencio que habla.

Diferencia con la Psicología Humanista (Fromm, May)

Autores humanistas como Erich Fromm y Rollo May analizan la soledad desde un ángulo sociocultural. Fromm la vincula a la enajenación producida por la sociedad moderna y al «miedo a la libertad» que conlleva escapar de los vínculos tradicionales. May la ve como un síntoma del vacío existencial de la era contemporánea. Para ellos, la soledad es un riesgo inherente a la individuación y la libertad, un riesgo que debe contrarrestarse con el «amor productivo» (Fromm) o el «coraje para crear» (May), siempre en busca de un equilibrio entre la autorrealización individual y una conexión social solidaria.

La perspectiva de Jung es más arquetípica y espiritual. No niega la dimensión social, pero sitúa el origen y la solución de la soledad en un plano intrapsíquico más profundo. La cura para la soledad no es simplemente la conexión con otros, sino primero la conexión con la totalidad interna. Una vez lograda esta, las relaciones externas se vuelven más auténticas, pues dejan de ser una proyección de necesidades inconscientes.

Diferencia con Arthur Schopenhauer.

Schopenhauer y Jung comparten una visión pesimista de la conciencia ordinaria y creen en una realidad subyacente (la Voluntad/el Inconsciente Colectivo). Sin embargo, sus caminos se separan radicalmente.

La Soledad como Escape de la Voluntad. El mundo es un sufrimiento insaciable impulsado por la «Voluntad» ciega y cósmica. El principium individuationis (el velo de Maya que nos hace creer que somos individuos separados) es la fuente de todo conflicto y egoísmo. La verdadera soledad (o más bien, el estado del sabio) es la negación de la Voluntad. Es un retiro ascético del mundo y de sus deseos. La compasión (Mitleid) surge al ver más allá del principio de individuación y reconocer la misma Voluntad sufriente en todos. Meta Final: Silenciar la Voluntad, alcanzar un estado de nirvana donde el yo individual y sus apetitos se disuelven en la nada. La soledad es la antesala de la aniquilación del deseo. Para Schopenhauer, la soledad del sabio es un «no» a la vida y al deseo de existir.

Diferencia con Friedrich Nietzsche.

La influencia de Nietzsche en Jung es enorme, pero Jung mismo señaló que donde Nietzsche «identificaba», él «diferenciaba». Esta es la clave de su divergencia.

Nietzsche: La Soledad del Superhombre y la Voluntad de Poder. El individuo debe romper los valores de la «manada» (la moral cristiana, el rebaño) a través de un acto de voluntad heroico y a menudo despiadado. Es un camino ascendente y vertical, un «devenir quien se es» mediante la auto-superación. Es la soledad del héroe en la cima de la montaña. Es una soledad áspera, gloriosa y terrible. El individuo se separa de los débiles y carga con el peso de crear sus propios valores. Es una soledad de lucha y conquista, donde el hombre es un puente tensado hacia el Superhombre. El Peligro: La hybris, el desprecio por lo humano ordinario y la identificación con el arquetipo del Héroe o del Dios sin integrar su sombra. Jung veía en la vida de Nietzsche una advertencia: él se convirtió en Zaratustra, fue poseído por el arquetipo, y esto lo destruyó. La soledad de Nietzsche es trágica y heroica: el individuo se erige contra el mundo.

La individuación no es solo un camino ascendente, sino también descendente, hacia las profundidades. No se trata solo de superar, sino de integrar la sombra, lo inferior, lo reprimido. Es un proceso de diálogo, no de imposición. Es la soledad del alquimista en su laboratorio, mezclando pacientemente los opuestos. No es la soledad del que está por encima de los demás, sino del que está en su propio centro, trabajando consigo mismo. Incluye la vulnerabilidad y la aceptación de la propia fragilidad (la sombra), no solo la fuerza. El Peligro: La inflación psíquica (creerse un dios por contactar un arquetipo) o perderse en el inconsciente (psicosis). La defensa contra esto es mantener la relación entre el ego y el sí-mismo, sin identificarse con él.

La soledad de la individuación es alquímica e integradora: el individuo se sumerge en su mundo interior para reconciliar sus contradicciones y, desde ahí, relacionarse de manera más auténtica con el mundo exterior.

Diferencia con Byung-Chul Han.

El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han ofrece un diagnóstico de la soledad en la «sociedad del rendimiento». Para Han, la soledad actual es una soledad negativa de «enjambre»: un aislamiento masificado en medio de la hiperconectividad digital. Es un síntoma de una sociedad enferma, donde el individuo se autoexplota y el «Otro» ha desaparecido, dejándolo solo consigo mismo de manera patológica. La solución que sugiere implica una vuelta a la comunidad y a la experiencia del Otro.

Jung, escribiendo en un contexto anterior a la era digital, no aborda este fenómeno sociológico específico, pero su concepto de «solitariedad fecunda» sirve como un contrapunto esencial. Mientras Han describe una soledad impuesta y patológica, Jung defiende una soledad elegida y positiva. La soledad que surge de la individuación no es el resultado del colapso social, sino una condición voluntaria para el autoconocimiento. Para Jung, el verdadero peligro no es estar solo, sino no poder estarlo; la patología no es la soledad en sí, sino la incapacidad de habitarla de manera creativa.

 

 

Reflexiones propias sobre la individuación.

En todo el texto he aportado mi visión particular, pero en este apartado voy a incidir de un modo más claro.

En la individuación junguiana predomina lo universal para los nuevos entes que nacen, que traen el bagaje de lo universal del inconsciente colectivo, y de la genética en lo biológico. Esos universales resultaron de las experiencias de los antecesores humanos y de cómo estos han asimilado la de seres vivientes precedentes (son arquetipos). Lo singular del ser se va realizando por etapas, en la primera construye un yo, en interacción con los cuidadores humanos. La función teleológica de lo inconsciente empuja orientando el desarrollo hacia una finalidad, que es llegar a ser indivisible. El camino se realiza integrando materia y sustancia universal en una interacción tipo Avicena (recoge el synolon aristotelinao) en la que la función trascendente resulta una herramienta clave para generar saltos evolutivos en ciclos de muerte nueva vida. La individuación junguiana es la del ser para la muerte. El Dasein subjetivo que interacciona con los objetos externos e internos (psique objetiva) y sus representaciones.

 

Esquema explicativo de formas de entender el proceso de individuación.

Adscribirse a una línea u otra, genera una epistemología distinta que se manifiesta en posiciones diversas en la práctica clínica.

 

 

Ilustración 5 Proceso de individuación: relación dinámica entre lo IC y el yo.  Fuente Mikel García (García, 2021)

En la primera línea de la ilustración se recoge una lectura en la que lo IC colectivo es la totalidad y el yo-ego solo debe encontrar la misión que se tiene pare él y realizarla. Se suele acompañar con los asertos de que el sí-mismo es el yo verdadero y que nacemos completos. Una posición teológica, común con las religiones.

En la última línea de la ilustración se recoge una lectura en la que el sujeto en su desarrollo no desconecta de lo IC (represión primordial) y va llegando a una totalidad trans-mística en la que existe un sistema interactivo entre el yo y el sí-mismo y el sujeto puede transformar lo IC.

Esta última es bastante radical respecto al consenso en el ecosistema junguiano. Esta es la que sostengo.

Recoge a Jung en su consideración del yo al que se refiere Jung en la cita precedente, y concuerda con él en que la psicología es intrínsecamente religiosa, en tanto que está relacionada, en cada una de sus fases, con el proceso de individuación, que se dirige hacia un estado de conciencia que puede ser descrito como místico y deja claro que esta consciencia es a la vez el objetivo de la madurez y la salud psicológica. Es un proceso, no un estado, nunca se completa, por lo tanto, es un concepto de referencia, un ideal, una ítaca.

Discrepa de Jung -de acuerdo parcialmente con posiciones de Neumann, Fordham, Warburg, Samuels- de su posición cuando mantiene que en la primera mitad de la vida el ego heroico lucha por liberarse de la madre y establecer su independencia, esto lleva a una inevitable parcialidad que la psique buscará corregir. Y afirma que la tarea en la segunda mitad de la vida es ir más allá de la diferenciación del ego y de la identidad personal, para enfocarse en el significado y los valores suprapersonales. La individuación sería un proceso de la segunda fase de la vida. Y su dinámica depende la consideración de que la individuación es impulsada por un arquetipo, un instinto psíquico, lo que asegura que se impondrá, lo consienta o no el sujeto, y empujará la individuación sea o no consciente el sujeto.

Utilizo el término trans-místico para señalar que concibo ese estado de un modo distinto a Jung cuando afirma que el místico es alguien que ha tenido una experiencia particularmente viva de los procesos de lo inconsciente colectivo. El estado trans-místico supone la integración consciente en la cotidianidad de una relación recíproca entre los procesos de lo IC y el Yo, pudiéndose transformar, desplegar y sanar aspectos de lo IC.

En el proceso de individuación se articulan operaciones alquímicas distintas si el sujeto evoluciona sin corte primordial con lo IC o si esta se produce (prácticamente siempre). En cualquier caso, el logro de la aglutinatio de la coniuctionis, es el punto de inflexión a partir del cual un sujeto está en la individuación con las características que propongo, y a partir de entonces el sujeto la sigue enriqueciendo, incluso, hasta después de la muerte. Mi experiencia clínica y personal en EMC[45] me permite afirmar que al menos hasta 3 días tras la muerte los sujetos siguen su proceso de individuación, e incluso, en ese estado no ordinario la lucidez de la consciencia acelera etapas.

El proceso de individuación sin corte con lo IC para desarrollar el ego –complejo yo– también se sustenta en fenómenos clínicos que denominamos defensas del self. En situaciones excepcionales en las que el sujeto está viviendo en lo personal riesgos extremos, hemos encontrado en la clínica movimientos del sí-mismo, que rescatan al sujeto de una muerte psíquica e incluso física. Sin embargo, la consecuencia de ese movimiento es una congelación de la psique en un nivel de complejo del self en el que la parte arquetípica tiene el mayor peso. Esta conceptualización de las defensas enriquece la epistemología psicoanalítica de las defensas. En la clínica he tratado tres casos de complejos del self. A diferencia de lo que observamos en otros complejos, que pueden irrumpir y poseer la conciencia del sujeto, en momentos temporales breves, los complejos del self determinan de un modo continuo la persona y cosmovisión del sujeto siendo mucho más inconscientes, pues su origen traumático es profundamente amnésico. En dos de los casos los sujetos se sentían acompañados de musas internas que les permitían crear. Es una modalidad de complejo de creatividad.

Hillman discrepa de la idea del sí-mismo entendido como un “mapa de la vida” que hay que seguir para crecer de forma apropiada. Argumenta que el sí-mismo, en familias junguianas, y en el mismo Jung, se convirtió, como en las religiones monoteístas, en una deidad superior rectora, en un jerarca omnipresente que reunía, ordenaba y era capaz de dar cuenta de todo. Sin embargo, en su obra El Código del Alma (1998), propone “la teoría de la bellota del alma”. E insiste que basta con desplegar las posibilidades que ya se traen, y que lo epigenético de las relaciones humanas, los padres, enreda y construye un yo obstáculo para desplegar lo genuino verdadero. López Pedraza tenía dificultad de pensar en el sí-mismo como una instancia reguladora cuya función predeterminada era inducir a la armonía y a la totalidad.

Las posiciones teístas acerca de la naturaleza del sí-mismo determinan afirmaciones más teológicas que clínicas. Algunos ejemplos clínicos: El paciente es el único responsable de su proceso, llegar hasta donde considere, abandonar la terapia, cambiar de terapeuta o simultanear con varios terapeutas, o son pacientes eternos, … El teísmo clínico es analizable. En muchos casos es una posición cómoda, en otros de falta de ética respecto a la responsabilidad del terapeuta, en, al menos, no iatrogenizar al paciente. Algunos ejemplos ecosistémicos: El Ánima mundi, o la umbra mundi, genera movimientos regulatorios para terminar con el cáncer que es el Homo colossus para el planeta tierra: coronavirus, … Este teísmo también es analizable, y retroalimenta el teísmo clínico. Algunos ejemplos en el arte: Lo inconsciente es creativo. La propuesta de psicoanálisis junguiano es una tekné que evita los teísmos también gracias a la profunda formación psicoanalítica que se requiere para ser terapeuta.

Comparto la des-deificación del sí-mismo hipostasiado y expongo la siguiente posición que inspira la bitácora del encuadre clínico que operativizo.

Von Franz consideró que «el lado oscuro del sí-mismo es el más peligroso de todos, precisamente porque el sí-mismo es el mayor poder en la psique y puede hacer que la gente «gire las fantasías megalómanas u otras fantasías que las alcancen». De modo que la víctima «piensa con creciente excitación que ha captado los grandes enigmas cósmicos, por lo que pierde todo contacto con la realidad humana”.

 

 

Ilustración 6 Vieje del arquetipo Héroe/heroína. Fuente Mikel García

 

Los complejos culturales

Actualmente está de moda un complejo cultural: quien no es creativo-emprendedor no tiene valor. Es un modo de reduccionismo no banal pues fomenta la autoexploración sin poder combatir a los jefes. Del panóptico de Foucault a la psicoinmunología de Byung-Chul Han. Como decía E. Fromm, refiriéndose al homo consumens, se puede consumir creatividad como un “lactante eterno”, solitario, aburrido y ansioso, como un hombre-organización peligrosamente obediente. Añadiría que este consumo de creatividad incentivado por -bonus track o pista adicional reforzadores- le saca del aburrimiento y le da un estatus, y del estado depresivo y frustrante de quien se siente no creativo -estado que ha desplazado y ocupado el lugar de feo/a-.

 

Individuación y verdad

La verdad es profética y casi siempre se anuncia anticipadamente, pues ella es el despliegue de unas potencias que se van transformando en actos. Las potencias —genéticas— no determinan el resultado del acto, sino que este se construye integrando lo genético con lo epigenético. Podemos incluir los campos arquetipales, el espíritu, en la categoría de genético. En la psicología junguiana lo que se llama arquetipal pertenece a la naturaleza. En Símbolos de transformación, Jung afirma que el espíritu (Geist) proviene de un inconsciente colectivo y aparece como arquetipos, tanto como “imágenes primordiales” y “formas primarias” (Jung & von Franz, 1964, p. 413).

Hay una relación muy estrecha entre verdad y poder. Para Nietzsche la verdad se encuentra en la voluntad de poder, que es la fuerza de la vida eyectada hacia un horizonte en el que confiamos encontrar y obtener lo que deseamos. La voluntad de poder sucumbe en los traumas, no hay ni resiliencia ni amor espiritual ni sexual genital (el seductor monstruo arranca el corazón de la doncella y estalla su pelvis). Recuperar la voluntad de poder permite transformar el mundo, vitalizarlo, habitar lo inhabitado: el propio cuerpo espiritualizado. Cobra un sentido más profundo el término empoderar, antiguo verbo español (curiosamente se dejó de usar) entendido hoy en términos más políticos: Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido.

“… La verdad más bella no sirve de nada si no se ha convertido en la experiencia más íntima del individuo. Toda respuesta unívoca, ‘clara’, permanece estancada en el cerebro y penetra sólo en casos muy raros hasta el corazón. No nos urge ‘saber’ la verdad, sino ‘experimentarla’.” Carl G. Jung

 

La verdad del sujeto que está en la individuación es que está inmerso en un camino único de desarrollo y que es aquello que es en cada momento que se formule una pregunta autorreflexiva, y que camina siempre forjando aún más el alma y que será distinto en un futuro próximo. Es una verdad sencilla, humilde de barroquismos, que trasciende las verdades de desvelamiento (aletheia), antitética a los reduccionismos que predican que lo verdadero es que somos completos al nacer y que el destino humano es descubrir y constelar la misión que tiene para nosotros el sí-mismo. La individuación no es realizar aquello que ya éramos, —para lo que fuimos concebidos y hemos olvidado—, sino forjar el alma, desplegando potencialidades propias y adquiriendo nuevas en sintonía con lo inconsciente colectivo que también resulta transformado, modulado en informaciones arquetípicas previas y quizás sanado, por nuestra interacción.

Paracelso señaló que el hombre “es un profeta de la luz de la naturaleza” y aprende de ella a través de los sueños (von Franz, M. L., 1991).

La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca es una obra de género teatral escrita en el año 1635, su protagonista, el príncipe Segismundo, se cuestiona sobre el sentido de la vida mientras se encuentra en cautiverio.

El tema de la dualidad entre la realidad y el sueño se refleja en el uso de la luz y la sombra, característico de la época barroca, en los escenarios.

Segismundo se cuestiona qué es la realidad frente a los sueños, ya que nunca conoció una vida fuera del sueño al encontrarse encerrado desde que nació. Cuando a Segismundo, sin saberlo, le es concedido un día en la realidad, esto parece más bien un sueño, haciendo al protagonista cuestionar la vida en su famoso segundo monólogo.

“’Es en el sueño’, dice Jenofonte, ‘cuando el alma (psykhé) muestra mejor su naturaleza divina; es en el sueño cuando goza de una cierta penetración para el futuro, y es así, sin duda, porque es en el sueño cuando es más libre’”. Los griegos y lo irracional (Dodds, 1994, p. 139)

El crecimiento de la conciencia es un milagro de continuo pecar —un opus contra natura— que termina integrando natura y cultura. Milagro que puede ser considerado posibilidad mortal o realización libertaria, en unificación o matrimonio interior. Una de las razones de que la alquimia haya sido considerada herética y sus adeptos herejes, viene del hecho de que ellos consideraban que mediante su arte ayudaban a perfeccionar la obra de Dios, quien la había hecho imperfecta. Por esta razón, se equiparaban con Dios en tanto co-artífices de la creación. El psicoanalista junguiano es un alquimista que opera en la clínica con la materia prima del analizando y lo puede hacer porque ya lo inició en su vida personal con su propia materia prima.

 

Las Violencias del Alma de la Paz.

La individuación no lo es sin la mirada ética.

Mirada que hay que develar, deconstruyendo primero la moral del rebaño -grabada a fuego con interiorización superyoica y propuestas deontologistas- hasta tener, que “realizar el dios oscuro” como sostiene Barbara Hanna citando a Jung (2010, p. 31). En una investigación se constata como la psicoterapia trasforma la ética (García, 2017).

Este es el sendero de la individuación, tarea en fases, cuya función es reintegrarlo a una tensión entre la intersubjetividad compartida y la soledad radical del ser. En una primera fase de construcción del yo, hay una separación de la totalidad de lo inconsciente colectivo constelado en el sí-mismo del sujeto, que impacta afectivamente con una “culpabilidad ontológica”. «El mundo surge cuando el hombre lo descubre y lo descubre cuando renuncia a permanecer envuelto en la madre originaria, esto es, cuando sacrifica el estado inicial inconsciente» (C. G. Jung, 1912, p. 414). No hay ni resonancias en paralelo ni sujetos aislados, sino la constitución de una única y combinada subjetividad que incluye también lo inanimado. “Somos extranjeros donde sea que estemos” (Fernando Pessoa).

Podemos incluir el alma en lo epigenético. El alma se forja en las relaciones humanas, que, en última instancia, se nutren del espíritu de la naturaleza mediado por los humanos: el alma constela la cultura. Estas reflexiones me condujeron a proponer la sustitución de espíritu de los tiempos por alma de los tiempos.

Cada acción es mortal y eso es origen de la vida del viviente.

Que la violencia provenga del alma sugiere un pensamiento que a priori no reduce todo a conflictos personales, sino que está abier­to a un entendimiento simbólico. Al indagar sobre la abundancia de motivos de actos violentos en los mitos y los rituales culturales parece que una violencia va más allá de los conflictos personales.

Una de las mayores contribuciones de C.G. Jung fue señalar que la característica principal de la psicología es ser psicología con alma. Los fenómenos psicológicos son acontecimientos de significado. Y ser acontecimientos de significado es su naturaleza. También podríamos decir que “tienen la cualidad de consciencia” (CW 8 § 658). Jung utilizó esta frase con una intención crítica, res­tringiendo esta visión a las “psicologías sin alma”, las cuales rechazó como meras “psicologías de la consciencia, para las cuales una vida inconsciente simplemente no existe” (CW 8 § 658).

Para el sentido de significado, sirve como ilus­tración la formulación contenida en el título de una de las Meditaciones intempestivas de Nietzsche: “Sobre el uso y la desventaja de la historia para la vida”. El mismo hecho de que haya un deseo de “significado” muestra que hoy interesa algo totalmente dis­tinto de lo que significaría el significado entendido propiamente. La necesidad o el deseo de significado tiene como correlato la provisión de significados ofrecidos en el mercado por distintos proveedores, las iglesias, las diversas sectas, todo tipo de escuelas psicológicas y gurús individuales.

El alma es autónoma. “hay cosas de la psique que no provienen del yo, sino que se producen por sí mismas, tienen una vida propia”[46] escribió Jung acerca de la realidad del alma. La actividad anímica es un pro­ceso autosuficiente, es el movimiento interior, viviente e implícito en cada fenómeno que se presenta.

James Hillman defendió una psicología basada en lo imaginal, y subrayó que el alma tiene una relación especial con la muerte y el inframundo, e introdujo el término hacer-alma y la idea de “patologizar” como hacer-alma. ­ El concepto de hacer-alma, acerca del alma como acto, acto lógico y vida lógica. El espacio psíquico relativamente permanente se haya creado, necesita actos lógicos, cada vez de nuevo, para mantener su conexión con la realidad y para adquirir realidad para sí, porque de lo contrario, si se declara independiente, se transformará cada vez más en una burbuja de imágenes, una especie de Juego de abalorios. Un recordatorio de esta necesidad es la alquimia, que es concebida como un opus. Esta palabra está conectada con operari, la cual, como la palabra griega rézein, fue una vez el término normal para el sacrificio como acto o acción kat’ exochen. Para los alquimistas, el vinculum era el alma como una naturaleza intermedia (anima media natura). De manera similar, a la psicología arquetipal le gusta referirse a la metaxy platónica, el entre-medio que tiene una posición intermedia entre cielo y tierra, espíritu y cuerpo. En tanto que con estas ideas el alma y su posición son representadas de manera meramente pictórica y no pensadas, uno puede dejar en paz estas ideas e imágenes.

Wolfgang Giegerich, critica que ambos optaron explícitamente por pensar “de una manera como-si”, en la relación del alma con la muerte, fuera inherente que el alma fuese meramente pasiva, y la muerte fuese algo que se padece. Wolfgang Giegerich sostiene que el alma no es inocua ni inocente, que es clara la relación activa del alma con la muerte, meramente pasiva y que esta relación especial se debe al origen del alma en el acto intenciona­do de la matanza ritual sacrificial de la caza y los sacrificios humanos.

Con ese acto de matanza se violó la inocencia de la vida y la afirmación consciente, incluso celebración, de que esta grave ofensa es la nueva fundación de la existencia, la existencia humana. Se rompe la idea, firmemente consolidada, de que el alma, como realidad psicológica, es agradable y dulce, además de moralmente buena, bella y verdadera (tener buenas inten­ciones, deseos o voluntad), hecho que refleja cómo se proyecta en el alma una imagen narcisísticamente distorsionada. El alma tiene su propia autonomía, que no es el reflejo prístino del ser humano, el alma no es inofensiva y puede llegar a ser incluso peligrosa

La capacidad de hacer del advenimiento de la muerte, el estallido de la consciencia y su establecimiento por encima de la Naturaleza, es el hito fundacional y primordial del alma. Hegel ya lo anticipó afirmando que “la muerte del animal es el devenir de la consciencia”,[47] hallazgo que parece retomar aquí Wolfgang Giegerich llevándolo más allá, mostrando que el acto sangriento de arrebatar la vida biológica, dio lugar al primer destello del alma, el reconocimiento de la muerte que encendió las hermosas chispas de la vida consciente.

En el animal cazado o inmolado el hombre se conoce a sí mismo. Mediante la matanza del animal (o de un humano, en el caso de sacrificios humanos), el hombre adquiría su autoconocimiento ini­cial, su primera consciencia de sí mismo, un autoconocimiento que más tarde se articularía en sus imágenes e historias de dioses.

Uno de los actos principales de la religión es el derramamiento de sangre, la matanza, con el subsiguiente esparcimiento de sangre fresca sobre el altar, la quema de ciertas partes desmembradas del animal y el festín comunal de la congregación. En su libro de importancia fundamental sobre los ritos sacrificiales griegos, Walter Burkert escribe:

No era solo en la conducta devota, ni en la oración, ni en el canto y la danza donde el dios se experimentaba más poderosamente, sino también en el golpe mortal del hacha, en la sangre goteando, y en la quema de los muslos. … La experiencia fundamental de lo “sagrado” es la matanza sacrificial. … Porque esta matanza es “acción” pura y simple, rézein, operan, a partir de la cual se deriva la palabra [alemana] “Opfer”, una designación que oculta eufemísticamente el núcleo de esta acción”.[48]

 

La matanza fue el principal acto en el cual se dio la primera nega­ción del entorno del animal, e ipso facto la apertura primordial de lo que llamamos el mundo del hombre.

Sin esta matanza, la muerte no podría haber sido experimentada en su significado humano, metafísico. Morir es un proceso natural, bio­lógico. Como sucesos naturales, el nacimiento y la muerte son parte del curso eterno de los acontecimientos, de forma muy parecida a la alternancia de mareas altas y bajas, al cambio del día a la noche, o el acontecer de las estaciones. El cuerpo muerto de una persona fallecida de forma natural no produce per se la experiencia humana de la muerte. Solamente a través del acto de la matanza la muerte recibe por primera vez el carácter de un momento elevado por encima del mero flujo de los acontecimientos y, dentro de este flujo, sienta un principio o un final “absolutos”, que instituye la separación de un “antes” y un “después”, de “este mundo” y del “más allá”.

En segundo lugar, la transición a la caza no puede explicarse en términos de razones prácticas obvias, concretamente, de necesidades de supervivencia. Georg Baudler mantiene que no era el hambre o la falta de comida lo que obligó a dar el paso a adoptar un comporta­miento de bestia cazadora. Porque incluso las especies pitecántropas del Australopithecus y del Homo habilis, que no practicaban la caza, se multiplicaron considerablemente. Y en cualquier caso, la caza de grandes presas no habría sido necesaria: la carroña y los animales pequeños, se supone, hubieran sido completamente suficientes para ciento de la dieta.[49]

Por medio de la lanza más antigua conocida,22 la de Lehringen, cuya antigüedad estimada es de 150.000 años, Gehrts ha mostrado que el arma de caza no es simplemente un instrumento para uso práctico sino, sobre todo, un utensilio ceremonial y portador de significado. Más que eso, también era un ser vivo. En ella, en la lanza, el macho tenía su sí mismo [50] (¡el sí mismo por lo tanto no estaba en la propia persona!). De modo semejante, el derramamiento de sangre en la caza no era me­ramente el jugo biológico de la vida. Más bien, la sangre sacrificial del animal cazado era reunida en un cesto (forrado de barro) por las mu­jeres (en el cual ellas tenían sus sí mismos) y llevada a su pueblo, para que a partir de ahí los habitantes pudieran “compartir la plenitud de poder, compartir la bendición sacrificial”.[51] También sabemos que, para el cazador primitivo, el animal cazado no era tampoco un animal bioló­gico, mera provisión de carne, sino el pariente cercano del hombre, su “hermano” o su “padre”, de hecho, el dios.

 

Re-imagino la autorregulación de la psique.

Re-imagino la autorregulación de la psique como una función para propiciar la aceptación de las fases existenciales.

En la primera y dependientes de eros, a) el placer sexual[52], goce, como “compensación-regalo” de la vida para que soportemos seguir viviendo en relaciones complicadas y frustrantes, y b) las sincronías como “compensación-regalo” de la psique objetiva para que soportemos seguir en la individuación del viaje heroico.

En la segunda y dependiente de tánatos. La saliencia de la muerte como descanso de una vida azarosa. El descanso de la salida de la rueda del samsara, el nirvana.

Ambas fases no tienen fronteras infranqueables sino límites borrosos, el placer sexual y las sincronías también están en la segunda y la muerte también en la primera, pero con matices e intensidades distintas.

No muere quien al morir ya estaba muerto. Es impensable morir como descanso sin haber vivido una vida suficientemente plena y digna.

Son numerosas las autorregulaciones fantasiosas. La muerte es solo un tránsito para abandonar la carcasa del cuerpo de pecado, hay otro más allá una oportunidad para vivir lo no vivido, …

Es una re-imaginación sesgada e incompleta, arriesgada sin duda, pero que puede estimular el debate sobre lo que se puede crear desde el complejo de creatividad.

Otro ejemplo para poder debatir los límites entre niveles de complejo de creatividad es la descripción que hace Toni protagonista de la novela Los Vencejos (Aramburu, 2021), acerca de cómo su padre les hacía bañarse juntos a los dos hermanos con él en una cabina estrecha. Toni relata cómo le impresionaba el miembro viril imponente del padre y cómo en una ocasión el padre señalándoselo les dijo de aquí salisteis y en agradecimiento debéis besarlo, cosa que hicieron reverencialmente.

El arte confesional de Louise Bourgeois (1911-2010), ha suscitado controversias, psicoanalíticas, sobre si el arte escultórico de la apodada mujer araña, es una vía de conocimiento constructivista en el sentido vygotskyano clásico -su vida es su obra y viceversa-, con un punto de partida traumatógeno pero que evoluciona hacia la salud o no.

Es evidente que sólo la clínica, estando con el sujeto, permite saber si su producción artística corresponde a una u otra modalidad, y que se requieren terapeutas experimentados para discernirlo. Los indicios, las señales que llegan, de sujetos con los que no se tiene relación clínica, también depende de la experiencia para diagnosticarlas, pero siempre será un acercamiento salvaje, lo mismo que para distinguir la diferencia entre que unos síntomas psicóticos se correspondan a una esquizofrenia o a un estado místico. El diagnóstico preciso conlleva herramientas adecuadas de intervención, en clínica, evitando etiquetas estigmatizantes, iatrogenia, y cronificaciones.

La creación artística es un acto de transformación que construye algo nuevo, aunque para ello tenga que deconstruir o destruir algo previo, y que siempre enriquece el desarrollo del ser esencial. “El proceso creativo es el que expresa el desarrollo en sí de la persona, un sentido del ser que en términos junguianos se entiende como individuación.” (Hernández-Mella et al., 2020)

¿Las vanguardias artísticas son “médiums” de empujes de la función teleológica de lo inconsciente colectivo?

Es sugerente. Se basa la autorregulación de la psique, en el supuesto de que lo IC trata de compensar el espíritu de nuestro tiempo, anticipando cambios que son mediados por los artistas sensibles a lo IC que producen un arte para el cambio de ese espíritu de los tiempos. El supuesto incluye aceptar que en lo consciente los artistas pueden atribuir su movimiento de vanguardia a otros fenómenos. Por ejemplo, artistas del surrealismo Bretón Dalí, al psicoanálisis, ya que no conocen lo IC y aunque el empuje proceda de lo IC. Es un fenómeno que requiere investigación, logos, para discernir diversas multicausalidades. Hay que incluir en la investigación una perspectiva amplia, rescatarlo de la axiología del primus boni. Porque de ser médiums ¿Será de la luz o de la sombra de lo IC? ¿Cuál es el Zeitgeist de nuestro tiempo? Quizás la conspiparanoia, quizás en encarnizamiento moral. ¿Esta propiciado por la sombra de lo IC para compensar el derrumbe anterior de los contenedores morales religiosos? En la exposición de arte en el Met Breuer de NY “Everything is connected: Art and Conspirancy” (2018), se analizaba con 70 obras de 30 artistas el imaginario colectivo de la conspiparanoia. ¿No toca ya otro empujito para dar la vuelta a la tortilla?

 

Algunas lecturas complementarias

 

Análisis político simbólico y ética de la individuación para la transformación social. (García García, 2025a)

Traición en la individuación. Arquetipo traición. (García García, 2025f)

Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político. (García García, 2025e)

[1] Diferenciado del literalismo de considerar como Evémero (Messina, 330 a. C) que los dioses serían personajes históricos reales deificados. En esa hipótesis Dionisio pudiera ser Alejandro Magno deificado.

[2] Jung, C.G. (1968). The Psychological Aspects of the Mother Archetype. In The Collected Works of C.G. Jung, 2nd ed.; Read, H., Fordham, M., Adler, G., McGuire, W., Eds.; Princeton University Press: Princeton, NJ, USA; Volume 9-I.

[3] Jung, C.G. (1969). On the Nature of the Psyche. In The Collected Works of C.G. Jung, 2nd ed.; Read, H., Fordham, M., Adler, G., McGuire, W., Eds.; Princeton University Press: Princeton, NJ, USA; Volume 8.

[4] Roesler, C. (2010). Analythische Psychologie Heute: Der Aktuelle Stand der Forschung zur Psychologie

 

[5]La guerra es justicia”: lógos y oposición en Heráclito. Silvana Di Camillo. Universidad de Buenos Aires Instituto de Filosofía Buenos Aires Argentina (UBA)

[6] Cf. ib., p. 601. [Análogo al cuanto de energía, o cuanto de acción. N. del T.]

[7] Ib., p. 602.

[8] Cf. ib., p. 603.

[9] El suceso de sincronicidad.

[10] Por ejemplo, dice Pauli (Aufsätze, l.c., p. 101) que, uno de los resultados empíricos de la física, que está más seguramente confirmado, es la estructura atómica de la carga eléctrica. Los valores de la carga son múltiplos enteros de un número de base del cuanto eléctrico elemental e, del cuanto de energía h y de la velocidad de la luz c, de este número básico se puede formar un número sin dimensión hc/e2 = 137, 034; pero no podemos ni explicar ni entender el número dicho.

[11] C. G. Jung, Von den Wurzeln des Bewusstseins, l.c., p. 605/6.

[12] Ib., p. 607.

[13] Wynn, K. (2000). Findings of Addition and Subtraction in Infants Are Robust and Consistent: Reply to Wakeley, Rivera, and Langer. Child Development, 71(6), 1535–1536. https://doi.org/10.1111/1467-

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[21] «Jesús explica que para entrar en el Reino de Dios hay que nacer de nuevo (Juan 3:2, 3). “¿Cómo puede alguien nacer cuando es viejo? —pregunta Nicodemo—. No puede meterse en la matriz de su madre y nacer por segunda vez, ¿verdad?” (Juan 3:4).»

[22] Hillman, J. (2010). Un terrible amor por la guerra. Sexto Piso España, S.L.

 

[23] Nagel, T.  (1995). Other minds: critical essays. Oxford: oxford university press.

[24] Zoja, L. (2018). El gesto de Héctor: Historia cultural y psicológica de la paternidad. Taurus. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.

[25] Kafka, F. (1981). Relatos completos II. (Trad. Francisco Zanutigh Núñez). Buenos Aires: Losada.

[26] Abt, T. (2005), Introducción a la interpretación de pinturas de acuerdo a C.G. Jung, México: Fata Morgana.

[27] El arquetipo puede entenderse como perteneciente a la misma categoría genética el código genético biológico. Ambos operan como potencias orientadoras del desarrollo, cada uno en su ámbito principal de acción, la materia corporal y el alma. Arquetipo y ADN interactúan, de modo cuántico, con sinergias convergencias y coherencias. El ADN es locus de la información genética. El locus de lo arquetípico es la física cuántica.

[28] Los complejos tienen su origen en una síntesis entre arquetipos y la psique personal de los sujetos. Equivalente a una formación reactiva psicoanalítica, en cuya génesis han participado el sujeto que crea el complejo, como resultado de las relaciones objetales con los progenitores (y otros humanos) y los arquetipos de todos los participantes. Muchas veces como consecuencia del trauma. Funcionan como partes autónomas de la psique como subpersonalidades. Interfieren con las intenciones de la voluntad y perturban la actuación consciente; producen alteraciones de la memoria y bloqueos en el flujo de asociaciones; aparecen y desaparecen según sus propias leyes; pueden obsesionar temporalmente la conciencia o influir de manera inconsciente sobre el lenguaje y la acción.

 

[29] La sombra individual es el aspecto inconsciente de la personalidad caracterizado por rasgos y actitudes que el yo consciente no reconoce como propios, o porque los ha rechazado o reprimido (equivalente al inconsciente personal freudiano) o porque no se han desarrollado lo suficiente para integrarse en la consciencia. Los arquetipos también tienen sombra (la “sombra de oro” del sí-mismo). Las sombras se personalizan como aspectos del mal. La sombra colectiva condiciona los desarrollos individuales y sociales. Integrar las sombras a la conciencia (personales, del sí-mismo, y arquetípicas), re-introyectar las proyectadas en otros, es un trabajo nada fácil, que no se realiza automáticamente, e imprescindible para la individuación.

[30] l.c., Bd. II, p. 232.

[31] H. Wilhelm, Der Zeitbegriff im Buch der Wandlungen, Eranos Jahrbuch, Bd. XX, 1951, p. 333 ss. Cf. también idem, Change, Eight lectures on the I Ching, London 1960, p. 97 ss.

[32] Se refiere a las 64 imágenes de situaciones del I Ching. Estas „imágenes“ corresponden al concepto de la imagen arquetípica de Jung. La suma de estas „imágenes“ representaría el Unus Mundus.

[33] Myterium Coniunctiones, Bd. II, p. 41. Mis cursivas.

[34] Sincronicidad, l.c., p. 103 ss.

[35] Cf. id., p. 104.

[36] Cf. id., p. 103 ss., 106, nota 1.

[37] id., p. 107. Cf. también M.-L. von Franz, Time and Synchronicity in Analitical Psychology, in: The voices of Time, ed. por J. T. Fraser, New York 1966. Cf. además, también sobre el significado psicológico del número: Gardner Murphy, Pythagoraean Number Theory and its Implications for Psychology, The American Psychologist, Juni 1967, p. 423 ss. Murphy subraya, con razón, que la abstracción del cálculo de probabilidades no hace justicia al fenómeno psíquico y que deberíamos poner de nuevo más atención a los „tipos“ discontinuos, a los que pertenecen los números naturales. Agradezco el conocimiento de este artículo a la amabilidad del Sr. William Kennedy.

[38] Pawel Blasiak, Marcin Markiewicz. Identical particles as a genuine non-local resource. npj Quantum Information. 2025. https://doi.org/10.1038/s41534-025-01086-x.

[39] La potencial aflicción, e incluso agonía, que suele acompañar al proceso creativo, es descrita en forma conmovedora por James Lord, quien había aceptado posar para Giacometti. Recuerda que a menudo cuando llegaba a la sesión, Giacometti, desconsolado, primero se ocupaba de hacer una y otra cosa; parecía literal y visiblemente temeroso de empezar a pintar. A veces comenzaba a respirar con dificultad y patear el suelo. Sacaba un pañuelo del bolsillo, lo miraba como si no supiera lo que era y después lo tiraba al suelo con un quejido. Lord reconocía su constante angustia, resultado de su convicción de no poder representar en la tela lo que veía ante él, y suponía (citado en May, 1976) que tal estado de angustia se relaciona con la brecha entre la visión ideal que el artista trata de pintar y los resultados objetivos. Esta angustia a menudo estalla en forma de melancólicos suspiros, furiosos improperios y ansiosos gritos de rabia y/o desesperación. Él sufre… (p. 45).

[40] Gray, K., Anderson, S., Chen, E. E., Kelly, J. M., Christian, M. S., Patrick, J., Huang, L., Kenett, Y. N., & Lewis, K. (2019). “Forward flow”: A new measure to quantify free thought and predict creativity. American Psychologist. https://doi.org/10.1037/amp0000391

[41] Cowell, J. M., & Decety, J. (2015). Precursors to morality in development as a complex interplay between neural, socioenvironmental, and behavioral facets. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112(41), 12657-12662. https://doi.org/10.1073/pnas.1508832112

[42] Decety, J., Meidenbauer, K. L., & Cowell, J. M. (2018). The development of cognitive empathy and concern in preschool children: A behavioral neuroscience investigation. Developmental Science, 21(3), e12570. https://doi.org/10.1111/desc.12570

[43] Investigador: Mikel García. Iniciada en diciembre 2019. Recogida datos Formularios online. Muestreo no aleatorio, procedimiento “bola de nieve”. Investigación consiliente y participativa enemiga de los reduccionismos polares: la negación del interés de los datos y la cuantofrenia.

[44] Greenberg, J., Romero, V. L., Elkin-Frankston, S., Bezdek, M. A., Schumacher, E. H., & Lazar, S. W. (2019). Reduced interference in working memory following mindfulness training is associated with increases in hippocampal volume. Brain Imaging and Behavior, 13(2), 366-376. https://link.springer.com/article/10.1007/s11682-018-9858-4

 

[45] Experiencias cercanas a la muerte

[46] Carl Gustav Jung, Meinories, Dreains, Reflections, (New York, Vintage Books 1989) p.183

[47] Georg Wilhelm F. Hegel. Lecciones de Jena de 1805-1806 (JS III. 160: 2-3) FR 14. Alexandre Kojéve. Introducción a la lectura de Hegel, (Madrid. Editorial Trotta. 2013)p.613.

[48] Walter Burkert. Homo necans: Interpretationen altgriechischer Opferriten und Mythen (Berlín, New York: de Gruyter, 1972), p. 9 s.

[49] Georg Baudler, ErlSsung vom Stiergott (Munich: Kosel, y Stuttgart: Calwer, 1989), p. 103.

[50] Gehrts, «Vom Wesen des Speeres”. p. 72 s.

[51] Ibíd, p. 95 s.

[52] Este aserto procede de Wilhelm Reich quien también espiritualiza la sexualidad humana, aunque utiliza otro lenguaje se aproximan a lo junguiano. Jung afirma que la mayor parte de los contenidos reprimidos del inconsciente tienen que ver con el fenómeno de la sexualidad «velada, como en secreto, y sin embargo, es una importante función psíquica que se expresa físicamente y de diversas formas. De ella depende todo el futuro de la humanidad». Guggenbuhl-Craig se refiere a la sexualidad como un símbolo de algo que se relaciona con el sentido de nuestra vida, con nuestro esfuerzo y anhelo de alcanzar lo divino y, por tanto, es crucial para el proceso de individuación. El acto sexual se convierte en un símbolo vivo del Mysteryum conniunctionis, el objetivo del camino de la individuación (Guggenbühl-Craig, 1977, p. 91). En Sexualidad y transpersonalidad (García, 2001) recorro el proceso sexual de un modo integrativo. Es un texto anticuado en su segunda parte.

 

 

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Lévi-Strauss, C. (2002). Mito y significado. Madrid: Alianza.

Lukács, G. (1958). La crisis de la filosofía burguesa. México: Siglo XX.

Malinowski, B. (1948). Magia, ciencia, religión (A. Pérez-Ramos, Trad.). Barcelona: Ariel (1974).

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El Susurro del Cosmos y el Microscopio: Magia y Ciencia en el Umbral de la Conciencia

El Susurro del Cosmos y el Microscopio: Magia y Ciencia en el Umbral de la Conciencia

El Susurro del Cosmos y el Microscopio: Magia y Ciencia en el Umbral de la Conciencia

Mikel Garcia Garcia 18 de octubre 2025

Cada apartado se abre desplegándolo

Resumen y contenido

Resumen

El ensayo «El Susurro del Cosmos y el Microscopio: Magia y Ciencia en el Umbral de la Conciencia» de Mikel Garcia Garcia explora la relación simbiótica entre estas dos formas de conocimiento, argumentando que no son polos opuestos, sino expresiones complementarias de la curiosidad humana. El pensamiento mágico, lejos de ser una fase superada, es un precursor necesario y un sustrato permanente de la ciencia. Actúa como un andamio cognitivo que permite la manipulación de símbolos y la formulación de hipótesis, como demuestra el caso de Kekulé y su descubrimiento de la estructura del benceno a través de un sueño.

El antagonismo surge solo cuando cualquiera de las dos se dogmatiza: el cientificismo convierte la ciencia en una ideología irracional, mientras que la literalización de la magia la degrada a superstición. Frente a esto, se propone el modelo de la conciencia integral (Jean Gebser), que integra las estructuras anteriores (arcaica, mágica, mítica y mental) sin descartarlas, superando así la crisis de significado y fragmentación de la racionalidad pura.

La psicología de Carl G. Jung es central en este marco. Su concepto de sincronicidad —coincidencias acausales cargadas de significado— postula un puente entre la psique y la materia. Este principio se sustenta en el inconsciente psicoide, un sustrato común donde mente y mundo físico son aún indivisibles. La física cuántica, con sus fenómenos de no-localidad y entrelazamiento, ofrece un paralelismo científico para comprender estas conexiones.

Un pilar crucial del pensamiento junguiano es la integración de la sombra. Jung critica la doctrina de la Privatio Boni, que define el mal como mera ausencia de bien, por considerarla una escisión peligrosa. La verdadera individuación, simbolizada por el dios gnóstico Abraxas, requiere confrontar e integrar la propia potencialidad para el mal, completando así el sí-mismo. Esta integración tiene aplicaciones prácticas en la psicoterapia, donde se observa el desarrollo de una moralidad autónoma, una mayor creatividad y actitudes resilientes hacia la paz.

La investigación empírica del autor en su tesis doctoral, utilizando modelado de ecuaciones estructurales (SEM), logró definir un constructo latente de «Paz». El hallazgo del modelo óptimo en el primer intento, tras un proceso de diálogo con las variables, sugiere un componente sincronístico, mostrando cómo lo acausal puede manifestarse dentro de un método causal.

Finalmente, el texto examina la muerte, la astrología y las experiencias cercanas a la muerte (EMC) desde esta perspectiva integradora. La muerte puede ser afrontada con terror o con serenidad, dependiendo de si se activa un complejo paterno punitivo o una espiritualidad más integrada. La astrología se reinterpreta no como determinismo, sino como un sistema simbólico donde los movimientos astrales activan arquetipos en el inconsciente colectivo, influyendo en la psique individual a través de la resonancia cuántica.

En conclusión, magia y ciencia son dos lenguajes para un mismo misterio. La madurez intelectual y espiritual consiste en honrar ambos, permitiendo que el rigor científico y la profundidad simbólica se fertilicen mutuamente en el camino hacia una conciencia integral.

Palabras clave: Pensamiento Mágico, Conciencia Integral, Sincronicidad, Individuación, Inconsciente Colectivo, Sombra, Cientifismo; Arquetipos; Inconsciente Psicoide; Abraxas; Psicoanálisis Junguiana, Muerte, Experiencias de muerte cercana.

Summary

The essay «The Whisper of the Cosmos and the Microscope: Magic and Science on the Threshold of Consciousness» by Mikel Garcia Garcia explores the symbiotic relationship between these two forms of knowledge, arguing that they are not opposing poles, but complementary expressions of human curiosity. Magical thinking, far from being an outdated phase, is a necessary precursor and a permanent substrate of science. It acts as a cognitive scaffold that allows for the manipulation of symbols and the formulation of hypotheses, as demonstrated by the case of Kekulé and his discovery of the benzene structure through a dream.

 

Antagonism arises only when either becomes dogmatic: scientism turns science into an irrational ideology, while the literalization of magic degrades it into superstition. In response, the model of integral consciousness (Jean Gebser) is proposed, which integrates previous structures (archaic, magical, mythical, and mental) without discarding them, thereby overcoming the crisis of meaning and fragmentation of pure rationality.

The psychology of Carl G. Jung is central to this framework. His concept of synchronicity—acausal coincidences laden with meaning—postulates a bridge between the psyche and matter. This principle is supported by the psychoid unconscious, a common substrate where mind and physical world are still indivisible. Quantum physics, with its phenomena of non-locality and entanglement, offers a scientific parallel for understanding these connections.

A crucial pillar of Jungian thought is the integration of the shadow. Jung criticizes the doctrine of Privatio Boni, which defines evil as a mere absence of good, considering it a dangerous split. True individuation, symbolized by the Gnostic god Abraxas, requires confronting and integrating one’s own potential for evil, thus completing the self. This integration has practical applications in psychotherapy, where the development of autonomous morality, increased creativity, and resilient attitudes towards peace are observed.

The author’s empirical research in his doctoral thesis, using structural equation modeling (SEM), managed to define a latent construct of «Peace». The finding of the optimal model on the first attempt, after a process of dialogue with the variables, suggests a synchronicity component, showing how the acausal can manifest within a causal method.

Finally, the text examines death, astrology, and near-death experiences (NDE) from this integrative perspective. Death can be faced with terror or serenity, depending on whether a punitive paternal complex or a more integrated spirituality is activated. Astrology is reinterpreted not as determinism, but as a symbolic system where astral movements activate archetypes in the collective unconscious, influencing the individual psyche through quantum resonance.

In conclusion, magic and science are two languages for the same mystery. Intellectual and spiritual maturity consists of honoring both, allowing scientific rigor and symbolic depth to mutually fertilize each other on the path to an integral consciousness.

Keywords

Magical Thinking, Integral Consciousness, Synchronicity, Individuation, Collective Unconscious, Shadow, Scientism, Archetypes, Psychoid Unconscious, Abraxas, Jungian Psychoanalysis, Death, Near-Death Experiences

 

Laburpena

«Kosmosaren Xuxurla eta Mikroskopioa: Magia eta Zientzia Kontzientziaren Atarian» saiakerak, Mikel Garcia Garciak idatzia, ezagutza mota bien arteko harreman sinbiotikoa aztertzen du, eta argudiatzen du ez direla aurkako poloak, baizik eta giza jakin-minaren adierazpen osagarriak. Pentsamendu magikoa, fase zaharkitu bat izateaz gain, zientziaren aurrekari beharrezkoa eta substratu iraunkorra da. Andamio kognitibo gisa jokatzen du, sinboloak manipulatu eta hipotesiak formulatzea ahalbidetzen duena, Kekulék benzenoaren egitura amets baten bidez deskubritu zuen kasuak erakusten duen bezala.

Antagonismoa bakarrik sortzen da bata edo besta dogmatizatzen denean: zientifismoak zientzia ideologia irrazional bihurtzen du, eta magiaren literalizazioak superstizio bihurtzen du. Horren aurrean, kontzientzia integralaren eredua (Jean Gebser) proposatzen da, aurreko egiturak (arkaikoa, magikoa, mitikoa eta mentala) integratzen dituena, baztertu gabe, eta horrela zentzuaren krisia eta arrazionalitate hutsaren zatiketa gaindituz.

Carl G. Jung-en psikologia ardatz da marko honetan. Sinkronizitatearen kontzeptuak —zentzuz kargatutako koinzidentzia akausalek— psikearen eta materiaren arteko zubia postulatzen du. Printzipio hori inkontziente psikoidean oinarritzen da, oinarri komun batean, non adimena eta mundu fisikoa oraindik banatuezinak diren. Fisika kuantikoak, bere ez-lokalitate eta korapilatze fenomenoekin, paralelismo zientifiko bat eskaintzen du konexio hauek ulertzeko.

Jungiar pentsamenduko zutabe garrantzitsua da itzala integratzea. Jung-ek Privatio Boni doktrina kritikatzen du, gaiztakeriaren definizioa onaren absentzia huts gisa, arriskutsua den zatiketa bat dela kontsideratuz. Benetako indibiduazioa, Abraxas jainko gnostikoaren sinboloak irudikatua, norberaren gaiztakeriaren potentzialitatea aurre egin eta integratzea eskatzen du, horrela norberaren burua osatuz. Integrazio horrek aplikazio praktikoak ditu psikoterapian, non moral autonomoaren garapena, sormen handiagoa eta bakerako jarrerak erresistenteak behatzen diren.

Egilearen ikerketa enpirikoa, tesi doktoralean, ekuazio estrukturalen modelatzea (SEM) erabiliz, «Bakea» konstruktu latente bat definitzeko lortu zuen. Modelo optimoaren aurkikuntza lehen saiakeran, aldagaiekin elkarrizketa prozesu baten ondoren, osagai sinkroniko baten iradokitzen du, nola akausala kausal metodo baten barruan ager daitekeen erakutsiz.

Azkenik, testuak heriotza, astrologia eta heriotza hurbileko esperientziak (HHE) aztertzen ditu ikuspegi integratzaile honetatik. Heriotza izuarekin edo lasaitasunez aurre daiteke, konplexu aitar puntitibo bat aktibatzen den ala espiritualitate integratuago bat aktibatzen denaren arabera. Astrologia ez da determinismo gisa berinterpretatzen, baizik eta sistema sinboliko gisa non mugimendu astralek arketipoak aktibatzen dituzten inkontziente kolektiboan, psike indibidualean eraginez erresonantzia kuantiko bidez.

Ondorioz, magia eta zientzia misterio berarentzat bi hizkuntza dira. Heltze intelektuala eta espirituala biak ohoratzean datza, zorroztasun zientifikoak eta sinbolikoaren sakontasunak bata bestea elkar ernaltzen uztean kontzientzia integralerako bidean.

Gako-hitzak

Pentsamendu Magikoa, Kontzientzia Integrala, Sinkronizitatea, Indibiduazioa, Inkontziente Kolektiboa, Itzala, Zientifismoa, Arketipoak, Inkontziente Psikoidea, Abraxas, Jungiar Psikoanalisia, Heriotza, Heriotza Hurbileko Esperientziak

Presentación

Presentación

La relación entre magia y ciencia la abordo con una perspectiva propia, basándome en las fuentes que iré citando, que tienen cosmovisiones profundamente contrastantes, que van desde la crítica religiosa y a la soberbia intelectual hasta la confrontación psicológica entre la racionalidad (Logos) y las fuerzas primordiales del inconsciente (Magia/instinto).

Este texto no es solo un análisis, sino un viaje. Un viaje que recorre los paisajes internos y externos de la magia y la ciencia, explorando sus tensiones, sus encuentros y la posibilidad de una reconciliación profunda. A través de un diálogo constante entre la rigurosidad científica y la profundidad simbólica, se invita al lector a trascender la aparente dicotomía. Desde los fundamentos del pensamiento mágico en la infancia hasta las fronteras de la física cuántica y la psicología junguiana, se traza un mapa de cómo ambas dimensiones –la causal y la acausal, la medible y la significativa– son expresiones complementarias de la insaciable curiosidad humana. Este ensayo es, en esencia, una indagación sobre la posibilidad de una conciencia integral, capaz de honrar tanto el dato verificable como el misterio numinoso, integrando la vara negra de la magia creativa con el microscopio de la ciencia, no como enemigos, sino como aliados en la gran aventura de comprender(se).

Magia, y ciencia, convergencia, oposición, verdad

¿Magia y ciencia son polos opuestos?

No. El pensamiento mágico es un precursor necesario para la ciencia. Sin esa fase de «causalidad mágica», no se desarrollaría la fuerza motriz para buscar «causalidad lógica» y diferenciarla de fenómenos sincronísticos -acausales pero con un significado para el sujeto-. Es el primer borrador, lleno de errores, pero también de una creatividad prodigiosa, a partir del cual se reescribirá el tratado preciso y riguroso del pensamiento científico. La ciencia no niega la magia, va allá de los errores del pensamiento mágico.  Pero en cada acto de ciencia se parte de la magia.

El concepto junguiano de sincronicidad es una versión más refinada y moderna del pensamiento conexionador mágico.

Para Jean Piaget, el pensamiento mágico es un sustrato cognitivo natural. El niño no puede comprender conceptos complejos como la gravedad, la electricidad o la meteorología. El pensamiento mágico actúa como un «andamio» cognitivo que le permite construir una representación del mundo manejable y coherente con sus estructuras mentales en ese momento.

El pensamiento mágico opera a través de símbolos y representaciones. Un palo puede ser una espada, una palabra puede tener poder. Hay una personificación del cosmos para hacerlo más comprensible. Esta capacidad de manipular símbolos y crear representaciones internas de la realidad es absolutamente esencial para la ciencia. Las matemáticas, las fórmulas químicas y los modelos físicos son sistemas simbólicos complejos. El pensamiento mágico es la cantera donde se talla esta capacidad.

A medida que el niño crece y madura, este andamio se enriquece, para dar paso a estructuras más complejas: pensamiento concreto y operaciones concretas y formales.

En los adultos, la magia no desaparece. En la ciencia la magia se sublima en la capacidad de formular hipótesis, de imaginar realidades no observables (como un electrón) y de tener «corazonadas» creativas. En el arte y la espiritualidad la magia es fuente de simbolismo, mito y experiencia trascendente.

Jean Gebser (1905-1973) fue un filósofo y poeta alemán, conocido por su obra magna «El Origen Siempre Presente». En ella, propone una teoría de la evolución de la conciencia humana, donde identifica cinco estructuras o mutaciones de la conciencia que han surgido a lo largo de la historia: Arcaica; Mágica; Mítica; Mental (o Racional); Integral (la emergente en nuestra era)

Es crucial entender que para Gebser, estas estructuras no son etapas que se superan y desechan, sino que se van acumulando y superponiendo. Una persona y una cultura pueden operar desde una estructura predominante, pero las anteriores permanecen como «subsuelo» o potencialidades latentes.

La conciencia mágica es la segunda estructura en el modelo de Gebser y representa un salto fundamental desde la indiferenciación arcaica. Gebser la sitúa en la prehistoria, en las culturas de cazadores-recolectores y en la etapa del pensamiento mágico de Piaget.

El individuo no se experimenta como un «yo» separado del mundo que lo rodea. Existe una identidad participativa y una sensación de unidad profunda con la naturaleza, el clan y el cosmos. No hay una distinción clara entre el sujeto (quien observa) y el objeto (lo observado). El mundo interior y el exterior se funden. No hay un «centro» de perspectiva fijo. La conciencia no está localizada en un punto (como la cabeza). Es como una red o un campo de fuerza que se extiende e impregna todo. La identidad es colectiva y grupal («yo» es «nosotros»). El tiempo no es lineal (pasado-presente-futuro). Es una serie de «puntos» o «ahoras» desconectados entre sí. Cada momento es un presente eterno y autónomo. No hay una narrativa que una los eventos. La famosa ley del antropólogo James Frazer, «similia similibus curantur» (lo similar cura lo similar), es un ejemplo perfecto. Si un hechicero realiza un ritual con una muñeca que se parece a una persona, cree que puede afectar a esa persona. La conexión no es física, sino mágica, basada en la semejanza, la proximidad o el símbolo.  Esto se conoce como «participación mística» (término de Lucien Lévy-Bruhl). En este estado, la palabra (el canto, el conjuro) y el gesto no describen la realidad, la crean y la afectan directamente. Pronunciar el nombre de algo es convocar su esencia y tener poder sobre ello. El ritual no representa un deseo; es el acto que lo hace realidad. La estructura mágica se expresa a través del ritual colectivo, la danza, el trance y el chamanismo primitivo. El chamán es la personificación de esta conciencia: es quien puede navegar este mundo de conexiones invisibles e influir en él para el bien del grupo.

La magia, en su esencia, nos habla de la necesidad humana de asombro, de conexión y de encontrar un significado que trascienda lo puramente material. Magia y ciencia son, en el fondo, expresiones de la insaciable curiosidad humana y de la necesidad de crear para superar la enorme vulnerabilidad de la especie. Como dijo el astrónomo Carl Sagan: «La ciencia no sólo es compatible con la espiritualidad: es una fuente profunda de espiritualidad.» La magia sería, entonces, el lenguaje poético de esa espiritualidad. El alma humana es científica, con un método científico basado en observar los estados subjetivos de conciencia, relacionarlos con lo que acontece internamente y en las relaciones con el cosmos, descartar los errores, elegir lo que es verificable, y aceptarlo como adecuado pero provisional hasta que la experiencia encuentre otra explicación u otro significado. La magia se fundamenta en la confianza, el simbolismo y la experiencia personal subjetiva. Sus afirmaciones son, por lo general, infalsables (no se pueden probar ni refutar de manera concluyente). Su ámbito es lo privado, subjetivo y cualitativo.

El lado oscuro de la magia es cuando esta se literaliza, entonces pierde su poder simbólico y creativo, y se convierte en reforzador de los complejos, las supersticiones, las falacias del mundo justo -aparentemente consolador-, o, al contrario, las conspiparanoica en las que se cree que el universo conspira contra nosotros y conducen a la búsqueda de salvadores. Gebser insiste en que la conciencia mágica oscura se manifiesta en varias formas. En supersticiones, amuletos de la suerte, la creencia de que «pensar mucho en algo malo puede hacer que suceda». La idea de que poseer un determinado objeto (un coche, un perfume) nos transformará mágicamente en una persona más deseable, poderosa o feliz. El fanatismo deportivo o político, donde la identidad individual se disuelve en la del grupo («somos el mejor equipo»). En ciertas enfermedades mentales, como las fobias o la histeria, una «irrupción» de la estructura mágica desintegrada, donde un estímulo puntual desencadena una respuesta emocional desproporcionada y «mágica».

La participación mística, le permite al sujeto sentirse perteneciente a un sistema amplio de seres vivos e inorgánicos que forman parte de un ecosistema. La pertenencia aumenta la confianza en ser parte de un todo coordinado y la responsabilidad de esa cooperación. Esto es la base para la relación ecosistémica responsable con el planeta, que el sujeto podrá tener en su futuro de adulto. En muchas ocasiones esta pertenencia es un clavo ardiente al que se agarran infantes que no sienten que pertenecen a su sistema familiar. Entonces la conciencia mágica se fija, y los seres de ese mundo imaginal, se literalizan: hadas, brujas, dioses, diablos, con los que se mantiene una relación paranoide o salvífica. El sujeto queda anclado y si la tierra la vive persecutoria no la cuidará, yo hará menos si cree que la compensación de la salida del paraíso fue dominar la tierra y a los animales pues esa creencia justificará su rabia vengativa.

La ciencia avanza no solo con datos, sino con «saltos imaginativos», como los llamaba Einstein. La capacidad de imaginar realidades alternativas, de conectar ideas aparentemente dispares, se ejercita en el jardín del pensamiento mágico. Muchos de los grandes científicos (como Newton o Kepler) combinaron un razonamiento riguroso con una imaginación desbordante, a menudo con rasgos de pensamiento mágico o místico en sus hipótesis más audaces.

La figura del mago-científico es histórica: Isaac Newton dedicó más tiempo a la alquimia que a la física; Paracelso era médico y alquimista; y Giordano Bruno era un filósofo hermético. Los alquimistas consideraban a la imaginación como Sofía, la sabiduría femenina.

Kekulé relató dos momentos clave de inspiración onírica. Primer sueño (1855). Trabajando en Londres, soñó con átomos danzando y uniéndose en cadenas. Esto lo llevó a la idea de que el carbono podía formar estructuras enlazadas largas, base de la teoría estructural en química orgánica. El sueño clave del benceno (1862). Kekulé contaba que, en Gante (Bélgica), estaba trabajando en el problema del benceno sin éxito. Cansado, se durmió frente a la chimenea y soñó lo siguiente:

 

Soñé con átomos que giraban y se movían. Vi cómo se unían formando estructuras más grandes, cómo serpenteaban y se movían con un movimiento de serpiente.

De repente, una de las serpientes se mordió la cola y giró burlonamente ante mis ojos.

Como por un destello de luz, desperté.

 

Esa imagen de la serpiente que se muerde la cola (símbolo antiguo del uroboros) le dio la clave: El benceno debía ser un anillo cerrado de átomos de carbono.

 

Kekulé propuso en 1865 que los 6 carbonos del benceno formaban un hexágono, con enlaces simples y dobles alternados, y cada carbono unido a un hidrógeno. Aunque hoy sabemos que los electrones están deslocalizados (teoría de resonancia, propuesta después por Linus Pauling), la idea del anillo aromático revolucionó la química orgánica y permitió entender toda una familia de compuestos.

¿Mito o realidad? Algunos historiadores sugieren que Kekulé pudo haber embellecido la historia para hacerla más memorable, pero él mismo la contó en un discurso en 1890 en honor a su jubilación. Sea literalmente cierta o no, la anécdota refleja un proceso real de incubación creativa: el cerebro sigue trabajando en un problema incluso cuando la atención consciente descansa.

 

¿Cuándo magia y ciencia se vuelven antagónicas?

1.- Cuando la ciencia -que se basa en la comprobación empírica, la falsabilidad (Popper), la medición, la revisión por pares y la reproducibilidad, de modo que una teoría científica debe poder ser puesta a prueba y, potencialmente, refutada, pues su ámbito es lo público, objetivo y cuantificable- se autoafirma como la única posición verdadera. Esa posición no es ciencia es cientifismo. En esta posición la magia es una pseudociencia y/o una estafa. 2.- Cuando la magia interpreta la ciencia como una amenaza y se autoafirma como la única posición verdadera. En esta posición la ciencia es un racionalismo que castra lo humano y relega lo verdadero.

¿La verdad se desvela o se construye?

Como dijo el filósofo Maurice Merleau-Ponty: «No somos los que poseemos las verdades últimas, somos los que tenemos las mejores preguntas.» La verdad, por tanto, es un horizonte hacia el que nos movemos, desvelando capas de la realidad a través de las construcciones siempre provisionales, pero cada vez más refinadas, de nuestra razón y nuestra experiencia.

Construimos los andamios (teorías, modelos, lenguajes) a través de los cuales desvelamos aspectos de una realidad que es independiente de nosotros y que antes de los andamios se explicaba con magia formulada en mitologías. Y los humanos podemos empezar a construir nuevas realidades.

¿Qué fija el pensamiento mágico impidiendo su evolución?

¿Qué fija el pensamiento mágico impidiendo su evolución?

La violencia familiar en la crianza. La traumatización. Los infantes intentan explicar el sinsentido de lo que experimentan y construyen mitos personales a los que se aferran para sobrevivir.

Los ataques al pensamiento lógico que suponen los dogmas que obligan a creer por fe y a los que se aferran los sujetos para no ser rechazados o castigados. Si un infante pregunta se le responde que no piense, que obedezca y crea (que no moleste). Si pregunta cuando le dicen que Jesús y la Virgen están en el cielo con su cuerpo ¿Cómo comen? Le responden que no piense. Cuestionan la suficiencia y el valor del conocimiento puramente racional o científico ante la verdad profunda y la salvación.

El texto Imitación de Cristo (Thomas de Kempis) argumenta que la ciencia no aprovecha sin el temor de Dios. Se considera que el rústico humilde que sirve a Dios es mejor que el soberbio filósofo que estudia el curso del cielo sin conocerse a sí mismo. Se advierte contra el deseo de saber ya que es un «grande estorbo y engaño», y se tacha de locura la curiosidad por las cosas oscuras y ocultas. En el Día del Juicio, no se preguntará qué se leyó o cuán bien se habló, sino qué se hizo y cuán religiosamente se vivió.

Dilemas éticos:

¿El temor a Dios podría haber frenado la construcción de la bomba atómica con su finalidad destructiva? Los creyentes en Yahvé no tendrían contradicciones, ya que es un dios que alienta la guerra.

¿Los científicos deben limitar ciertos avances cuando hay un riesgo elevado que se usen contra la humanidad en su conjunto o generen relaciones todavía más desiguales, injustas y de poder?

¿Se le puede exigir a la ciencia que sea más ética que las propias religiones?

Yahvé- para los Gnósticos de los primeros siglos de nuestra era (como las ofitas o los valentinianos), no era el Dios Verdadero, supremo, trascendente e incognoscible. Ellos identificaban a Yahvé con el Demiurgo (Yaldabaoth): un ser inferior que había creado el mundo material. Este Demiurgo era el resultado de una «caída» o un error en el mundo espiritual (Pleroma). Era arrogante, ignorante de la existencia del Dios superior y creía ser el único dios. Sus características. Celoso: «Porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso…» (Éxodo 20:5). Ira y Venganza: Ordena guerras, genocidios y castigos colectivos.

Moisés y el monoteísmo, es una obra de Freud compuesta por tres ensayos escritos entre 1934 y 1938 y publicada por primera vez en forma de libro en Ámsterdam en 1939, siendo esta la última gran obra publicada en vida del autor. En ella, Freud sostiene que Moisés no era judío, sino un noble egipcio que transmitió a los judíos el monoteísmo del faraón Akenatón (culto al dios solar Atón). Los judíos, tras asesinar a Moisés y reprimir el episodio, acabaron volviendo a abrazar el monoteísmo impulsados por una culpa colectiva, lo que forjó la identidad del pueblo judío y su religión. Durante la redacción, Freud se encontraba en una situación precaria. En 1938, aún en Viena, dependía de la protección de la Iglesia católica y temía que el texto ofendiera a la institución, por lo que trabajó casi en secreto. Tras la invasión nazi de Austria, huyó a Londres, donde completó la obra. Aunque sus tesis —como la egipticidad de Moisés o el origen egipcio del judaísmo— han sido criticadas por su escasa evidencia y argumentación forzada, el libro sigue siendo debatido por su audacia y originalidad. Freud aborda varios temas que articulan el núcleo psicoanalítico de la obra. A grandes rasgos. 1. La religión como neurosis colectiva. Freud retoma la idea ya expuesta en El porvenir de una ilusión (1927). La religión es un “error” histórico que cumple la función de aplacar la angustia infantil frente a la omnipotencia de la naturaleza y de los padres. En la versión mosaica, la culpa parricida reprimida se convierte en motor de la conciencia moral y de la sumisión a un Dios único y exigente. 2. El retorno del reprimido a escala histórica. El asesinato de Moisés —hecho olvidado y luego “recordado” deformado— funciona como un trauma colectivo que retorna en forma de ley, ritual y culpa. El texto anticipa la noción de “transmisión mnémica” (herencia de recursos psíquicos sin transmisión genética explícita), que Freud contrasta con la simple tradición cultural. 3.            Progreso intelectual vs. pulsión de muerte. El monoteísmo mosaico se presenta como un avance de la “voluntad de saber” (impulso a desmitificar) frente a la tendencia narcisista-paleolítica de retornar a estados fusionales. Sin embargo, el avance intelectual se ve continuamente saboteado por pulsiones destructivas (el parricidio), lo que genera un conflicto irresoluble. 4. Antisemitismo y culpa cristiana. Freud insinúa que el antisemitismo cristiano tiene su raíz en la reprochable “primacía” judía: los cristianos deben el propio Dios a los judíos y, al mismo tiempo, lo mataron (en la figura de Jesús). La hostilidad sería una forma de negar esa deuda. 6. Las etapas del desarrollo religioso. Fase animista-mágica. Fase politeísta y totémica (padre asesinado y devorado). Fase monoteísta abstracta (Dios incorpóreo e inaccesible). Cada fase responde a un modo de manejar la angustia y la culpa. 7. El papel de la escritura y la tradición. Freud reflexiona sobre cómo los textos sagrados —la Biblia, sobre todo— son palimpsestos donde el material traumático se oculta y a la vez se preserva. El análisis freudiano busca leer esas huellas inconscientes en la superficie histórica. Sigmund Freud vincula el monoteísmo con la represión violenta de tradiciones anteriores. El monoteísmo judío surge de la imposición de creencias mediante la fuerza, generando un legado de culpa y conflicto.

Peter Sloterdijk, argumenta que la unidad divina monoteísta es intrínsecamente intolerante: «Quien dice dos, dice uno de más» (Secundum non datur). Esta lógica excluyente alimenta fanatismos históricos (cruzadas, yihad). Señala que el cristianismo practicó «implacabilidad y terror» pese a su discurso de amor, evidenciando la ambivalencia violenta del monoteísmo.

Emmanuel Levinas cuestiona la instrumentalización de Dios para justificar violencia. Propone que la relación con lo divino debe priorizar el «rostro del otro» como encuentro ético que trasciende dogmas.

Sobre Yahvé Jung abordó este tema desde una perspectiva psicológica y arquetípica. Su análisis más famoso está en su libro «Respuesta a Job». Jung no hablaba de la existencia literal de Dios, sino de la imagen de Dios en la psique humana. Para él, la figura de Yahvé en el Antiguo Testamento representa un arquetipo de poder primordial, inconsciente y no diferenciado. Es creador y destructor, benévolo y vengativo, moral y amoral. No tiene una moral consistente porque representa la totalidad inconsciente, que incluye tanto la luz como la sombra. Es «inconsciente» en el sentido de que no es plenamente consciente de sus propias contradicciones. Su trato con Job es el ejemplo máximo: permite el sufrimiento de un hombre justo por una apuesta con Satán, demostrando una falta de conciencia moral desarrollada. Para Jung, el evento de Cristo es crucial. Representa el momento en que este arquetipo de Dios se hace hombre y, por lo tanto, se hace consciente del sufrimiento humano. Es un paso en la «evolución de Dios» en la psique colectiva, donde la divinidad integra su lado sombrío y desarrolla la compasión.

La Privatio Boni es una doctrina teológica, desarrollada principalmente por San Agustín y Santo Tomás de Aquino, que define el mal no como una fuerza sustancial o positiva en sí misma, sino como una ausencia, una corrupción o una privación del bien. Así como la «oscuridad» no es una sustancia, sino la ausencia de luz, o el «frío» es la ausencia de calor, el mal sería simplemente la ausencia de bien.

Este dogma sirvió para resolver un problema filosófico: si Dios es el summum bonum (el Bien Supremo) y creador de todo, ¿cómo puede existir el mal? La respuesta: Dios no creó el mal. El mal es un accidente, una deficiencia en la creación, un fallo en la voluntad de las criaturas (como el pecado de Lucifer o Adán). Jung señala los errores de esta doctrina y sus consecuencias.

¿Qué fija el pensamiento científico negando la magia?

¿Qué fija el pensamiento científico negando la magia?

La perspectiva científica racionalista. Es la reacción ante el oscurantismo, la arbitrariedad, la persecución a la ciencia de las instituciones religiosas, la inquisición, … Científicos alquimistas que tuvieron que ocultarse, negar sus descubrimientos (Newton) o fueron quemados (Miguel Servet, G. Bruno, …).

En la historia, sustancias como los hongos alucinógenos (enteógenos) fueron prohibidas por la Inquisición porque ofrecían una experiencia mística tan directa que eran vistas como competencia para la fe cristiana. El despertar de la conciencia puede estar relacionado con este tipo de experiencias.

La Ilustración no fue un mero movimiento intelectual. Fue una respuesta visceral y fundamentada a siglos de intolerancia, guerras religiosas, quema de «brujas» y herejes, y supresión del pensamiento libre. Kant: «¡Sapere aude!» («¡Atrévete a saber!»). Este fue el lema de la Ilustración. Era un llamado a atreverse a usar la propia razón sin la guía de otro, es decir, sin la tutela de la Iglesia o el Estado absolutista. Frente al Derecho Divino de los Reyes (que justificaba el poder absoluto del monarca por mandato de Dios), Rousseau propuso que el poder reside en el pueblo y que el gobierno es un «contrato social» con los ciudadanos. En su obra «El Espíritu de las Leyes», propuso dividir el poder del Estado en legislativo, ejecutivo y judicial para evitar la tiranía, una idea directamente opuesta a la concentración de poder de las monarquías absolutas, a menudo aliadas con la Iglesia. Frente a un mundo que veía la vida como un «valle de lágrimas» para ganarse el cielo, los ilustrados creían que, mediante la razón, la educación (como muestra la «Enciclopedia» de Diderot y D’Alembert) y la ciencia, la humanidad podía mejorar su condición en este mundo. La Enciclopedia fue el arma principal: su objetivo era «reunir todos los conocimientos dispersos por la Tierra» y difundirlos para que cualquier persona educada pudiera acceder a ellos, arrebatándole el monopolio del saber a las instituciones religiosas. En esencia, la Ilustración fue el intento de construir una sociedad no sobre la fe revelada, sino sobre los cimientos de la razón, la libertad y la dignidad humana, como antídotos directos contra el oscurantismo y la persecución. Sentó las bases ideológicas de las Revoluciones Americana y Francesa, con sus declaraciones de derechos humanos.  Instauró la tolerancia religiosa como un valor fundamental. Estableció la ciencia y el escepticismo metodológico como la forma privilegiada de acceder al conocimiento.

Richard Dawkins, desde la ciencia, critica la fe como antítesis de la razón. Fe vs. Razón. La ciencia constantemente anula los mitos religiosos. Dawkins sostiene que la fe es irracional y socava la ciencia. La religión proporciona respuestas fáciles, en última instancia insatisfactorias, y los textos sagrados coartan la curiosidad. Se argumenta que la ciencia, al buscar explicaciones reales, revela la verdadera majestad de nuestro mundo en toda su complejidad.

La conciencia racional emerge como una mutación desde la conciencia mítica, aproximadamente alrededor del primer milenio antes de Cristo en lo que Karl Jaspers llamó el «Eje Axial». Su surgimiento está ligado a figuras como Sócrates, Platón, Aristóteles en Grecia, y a los filósofos y científicos que comenzaron a buscar explicaciones basadas en la causa y el efecto, en lugar de en los dioses y los mitos. Gebser la considera una estructura perspectivista, centrada en el ego y en la tridimensionalidad.

Esta estructura mental o racional, se instaura en esta época histórica de la Ilustración como una mutación necesaria para seguir la evolución sacudiéndose el oscurantismo medieval que la había frenado, anulando incluso descubrimientos científicos ya realizados anteriormente.

La estructura mental desarrolló la ciencia, la lógica y el individuo, y la libertad personal. Sin embargo, su exacerbación nos ha llevado a una crisis de significado, conexión y espiritualidad, también condujo a la dualidad (sujeto/objeto), el desencantamiento del mundo (Weber) y crisis como el nihilismo, la fragmentación y la alienación. La tendencia a medir y cuantificar todo (el éxito por el PIB, la educación por notas, la vida por la productividad) vacía a la existencia de su cualidad vivida y significativa. El ego se experimenta a sí mismo como un vacío separado que necesita llenarse constantemente con posesiones, logros y poder, generando insatisfacción existencial. Y los sujetos son carne para los beneficios del capitalismo ecogenocida.

Disfunciones

¿Es posible tener un pensamiento profundo mágico y ser científico dogmático de la ciencia y que juzga la magia como pseudociencia o farsa?

La respuesta es sí, es totalmente posible, y, de hecho, es una contradicción muy común en la psique humana. Esta paradoja se explica a través de varios mecanismos psicológicos y cognitivos. La mente humana tiene una capacidad notable para mantener creencias contradictorias en «compartimentos» separados, evitando que se comuniquen entre sí. Es como tener dos archivos en una computadora que contienen información opuesta, pero que nunca se abren al mismo tiempo.

La persona deposita en «La Ciencia» una fe similar a la religiosa, creyendo que es una entidad omnisciente y monolítica que posee todas las respuestas. Este es un acto de fe, no un escepticismo genuino. Juzga la magia ajena desde el altar de su propia «magia de la objetividad». Irónicamente, un cientificismo dogmático (diferente de la ciencia misma) puede convertirse en una especie de «pensamiento mágico» sobre la Ciencia. Públicamente se muestra como un dogmático de la ciencia, un «escéptico» militante que ridiculiza cualquier cosa que huela a pseudociencia, a menudo con un tono de superioridad moral e intelectual. Un astrofísico que estudia la muerte fría del universo basada en leyes termodinámicas puede, al mismo tiempo, encontrar un consuelo profundo y «mágico» en la idea de que el alma de su ser querido está «en las estrellas». En el laboratorio, la primera creencia es un hecho; en el funeral, la segunda es una verdad experiencial. No se juzgan entre sí. Esta contradicción señala una sombra junguiana en la psique moderna: hemos exiliado lo mágico, lo simbólico y lo numinoso en nombre de la razón, pero no se puede erradicar por su propia base humana. Solo lo hemos empujado a lo subterráneo, donde emerge de formas a veces torpes o contradictorias.

Que sea posible es una muestra de la supervivencia humana con sus contradicciones, pero un sujeto así no podrá ser realmente creativo, tendrá un complejo de creatividad, sus producciones podrán ser técnicamente buenas incluso ingeniosas y aportar datos de interés para la ciencia, pero no será creativo.

La verdadera madurez intelectual no consiste en erradicar el pensamiento mágico, sino en integrarlo de manera consciente, reconociendo su dominio legítimo (el significado, la psique, el símbolo) dejando que fertilice la creatividad, pero sin permitirle negar el método de la ciencia (el mecanismo, el mundo físico, la medicina).

 

Ciencia y ocultismo desde la perspectiva mágica.

La magia blanca busca curar, y la redención del mundo. La magia negra implica la manipulación de las fuerzas y la alteración de las leyes de la naturaleza con un fin negativo, éticamente problemático.

Regímenes autoritarios como los nazis o el caso del cabalista marroquí Corintio Asa con Franco usaron las místicas, incluso judías de la cábala para sus genocidios a través de símbolos, como el Viktor que diseñó Corintio Asa para Franco. Los nazis, en particular, distorsionaron el ocultismo de la Cábala, vinculando sus secretos de redención con teorías de dominación conspiranoica.

Un ejemplo reciente de esta instrumentalización de lo oculto lo encontramos en la guerra entre Rusia y Ucrania, donde medios de comunicación estatales rusos han acusado a las fuerzas ucranianas de utilizar «magia negra» y símbolos satánicos para intentar detener la invasión, presentando supuestos hallazgos de «sellos mágicos» en puestos de mando abandonados como parte de su narrativa bélica.

Esta distinción entre bien y mal está relacionada con lo paranoico. Magia negra al servicio de la ciencia de la guerra.

Magos brujos en indígenas: ejemplos, tensiones y distorsiones

En muchas culturas indígenas de América, la figura del brujo, hechicero o chamán cumple un papel complejo que mezcla lo espiritual, lo social y lo terapéutico. El término calcu, usado entre los mapuches, designa al brujo malo que provoca daño espiritual o físico, y se contrapone a las machis, quienes sanan y equilibran.

Durante la colonización, la brujería indígena fue valorada como una amenaza al orden impuesto, asociándose con hechicería diabólica, oscurantismo o superstición, lo que justificó persecuciones, juicios y castigos severos.

En muchos casos esas prácticas se fusionaron con creencias africanas y con rituales propios de los pueblos originarios, dando lugar a formas híbridas de ocultismo arraigadas en lo cotidiano.

Ese terreno ambivalente —entre sanación y amenaza— se presta para que regímenes autoritarios o elites políticas utilicen símbolos, mística o prácticas rituales indígenas como instrumentos de control, legitimación o propaganda, deformando el sentido original de esos saberes.

La tensión entre ciencia y ocultismo, cuando toca la magia indígena, revela que el poder no solo se ejerce con armas y leyes, sino también con significados. Reconocer la dimensión simbólica de lo mágico obliga a entender que no todo ritual es superstición, ni toda creencia es ingenuidad, sino a veces resistencia, identidad y cosmovisión. Para evitar que la magia sea deformada como herramienta de dominación, es necesario restituir su sentido: escuchar a las comunidades, descolonizar los saberes, cuidar que su práctica no sea objeto del miedo ni del uso político, y afirmar el derecho colectivo a diferenciar entre magia blanca y magia negra según los valores de quienes la viven.

El desafío de la magia para la conciencia integral.

El desafío de la magia para la conciencia integral.

La conciencia integral es la mutación que responde a la crisis de la conciencia mental-racional.  El «ego» de la estructura mental, que se veía como un centro aislado, se disuelve o se reconceptualiza como un nodo dentro de una red de relaciones más amplia (la humanidad, la biosfera, el cosmos). Surge un sentido de identidad transpersonal o integral, donde el bien individual y el colectivo se ven como interdependientes. La teoría de la relatividad de Einstein introduce la relatividad del espacio y el tiempo, fundiéndolos en un continuo espacio-tiempo, superando la dualidad. La física cuántica revela un mundo de interconexiones y potencialidades donde el observador y lo observado no están separados, resonando con la unidad arcaica y mágica, pero descrita con el rigor mental.

Carl Jung fue forjado en el pensamiento científico. En sus Libros Negros describe sus diálogos con figuras de su inconsciente en un período de profunda crisis existencial que le llevaría a ir elaborando sus teorías.

En su relato del día 22 enero de 1914.

El alma le exige a la consciencia de Jung que debe superar su ciencia por el bien de la magia. Superar la ciencia es necesario para entender la magia, lo cual es descrito como un concepto «extraño y amenazador». El alma le aconseja a la consciencia que deje a un lado su juicio ciego y su gesto crítico.

En el diálogo interior de C.G. Jung, la Magia no es un mero conocimiento oculto, sino una fuerza transformadora ligada a la aceptación de lo sombrío.

Magia como fuerza creativa. La magia se relaciona con la capacidad de operar transformación de internas a través de símbolos. Se le presenta a Jung en la imagen de una vara negra tallada como una serpiente con ojos de perla, un objeto descrito como «sólido como el hierro y tan frío como la muerte,» pero que a su vez es la suma de toda la misteriosa fuerza creativa.

La transformación simbólica. Esta vara negra (símbolo del poder mágico) promete traer tanto mal tiempo, tormentas, frío, trueno y relámpago, como fructificar los campos y bendecir los cuerpos de las mujeres embarazadas.

El sacrificio necesario. La magia exige un sacrificio crucial: el consuelo. El consuelo debe ser sacrificado, tanto el que se da a otros como el que se recibe. Sacrificar el consuelo significa la pérdida de una parte de la humanidad y el ingreso en una soledad esencial, donde el único acompañamiento es la presencia. Esto es necesario porque el consuelo, aunque alivia, no es transformador. A menudo es un pañito tibio que tapa el proceso de cambio e impide la incorporación del dolor profundo.

Jung relata como eso le consterna, lo duro que le resulta aceptar desprenderse de la ciencia y aceptar la fuerza creativa de la magia que le impele que abandone también sentimientos muy humanos pero que impiden elaborar el dolor como el consuelo.

La frase “El hierro negro (la vara de la serpiente) en mi corazón me da un poder secreto. Es como desafío y como desprecio por los hombres”, es relevante. El hierro asociado muchas veces a la guerra, a las armas, al dolor, y con la magia de la serpiente. Metido en el corazón, que es el órgano que identificamos con el amor, con la humanidad. Es el Corazón de las tinieblas la novela de Joseph Conrad un descenso a los infiernos del colonialismo. Que inspiró Apocalipsis Now. El libro cuenta el viaje que el protagonista, Marlow, hace por un río del Congo en busca de Kurtz, un agente comercial que al parecer se ha vuelto loco, ya que cruza la débil línea de sombra que separa el bien del mal y se entrega con placer a las más terribles atrocidades. Integrar el mal en el corazón que parece el órgano del amor incondicional, parece inhumano, es un sacrificio de consuelo, le coloca al amor en el punto humano de poner límites al otro y deshumanizarle de humanidades falsas, fantasmagóricas de la Persona. Eso lleva a la radical soledad que supone la individuación.

Figuras buenas cono Jesús o la Virgen son representadas con corazones atravesados por espadas. Es una metáfora del dolor que se va a tener por amar a alguien que sufre. Eso no tiene nada que ver con integrar el mal. Es magia que fertiliza con el símbolo, y enseña el camino de la individuación.

 

Aportaciones de Jung tras sus viajes iniciáticos.

Aportaciones de Jung tras sus viajes iniciáticos.

Para Jung, un Dios que es todo bondad es un arquetipo incompleto. La imagen de Dios en la psique humana debe abarcar la totalidad, lo luminoso y lo tenebroso, la creación y la destrucción. La Privatio Boni crea una imagen de Dios unilateralmente buena, lo que psicológicamente es insostenible y conduce a una religiosidad ingenua y vulnerable. Al definir el mal como una mera privación, la teología cristiana no lo integraba, sino que lo escindía (lo cortaba, lo separaba) y lo proyectaba. Al negar la sustancialidad del mal, este no desaparece; por el contrario, es reprimido al inconsciente colectivo, donde se fortalece y emerge de forma más violenta y arquetípica (ej: las Cruzadas, la caza de brujas, los totalitarismos del siglo XX). En el drama de la Pasión, el mal es tratado como algo totalmente externo a Cristo. Los fariseos, Judas el Diablo, son las fuerzas del mal que atacan y crucifican al Bien inocente. El mal no es integrado, sino combatido y aparentemente vencido desde fuera. Para Jung, este drama cósmico no resolvió el problema del mal, sino que lo dejó en un estado de suspenso. Al encarnar solo el bien, Dios en Cristo no se hizo cargo de su propia sombra, de su propia potencialidad para el mal. Jesús tuvo un episodio de echar a latigazos a los mercaderes del templo, es un episodio importante pero no suficiente para pensar que integraba el mal. El mal queda como una fuerza autónoma y no reconciliada (personificada en la figura de Satán, que para Jung es la sombra arquetípica de Yahvé).

En su obra «Aion», Jung lo expone claramente. Para Jung, la solución no era la victoria del bien sobre el mal, sino la integración de la sombra a nivel individual y colectivo. Faltaba un paso en la evolución religiosa, que Jung vislumbraba en símbolos como la Santísima Trinidad dando paso a un Cuaternario (incluyendo al Diablo o a la Materia), o en el dogma de la Asunción de María (elevando lo femenino y lo material). Este paso lo tiene que dar la humanidad, completando la obra que Cristo dejó a medias: Conscientemente reconocer, enfrentar e integrar la realidad del mal, no como una mera ausencia, sino como un aspecto potente de la totalidad psíquica, incluida la imagen de Dios. Lo que se escinde no se elimina, sino que se condena a reaparecer con más fuerza en la sombra inconsciente de la humanidad, impidiendo la verdadera redención que solo puede llegar con la aceptación de la totalidad.

¿El dios de la individuación junguiana es Abraxas el dios del pleroma gnóstico?

Jung afirmaba que la imagen de Dios es una expresión proyectada del arquetipo del sí-mismo. Cuando una persona se relaciona con Dios, psicológicamente está interactuando con su propio potencial de totalidad. El proceso de individuación requiere integrar la Sombra (lo que negamos de nosotros mismos) y reconciliar los opuestos (consciente/inconsciente, masculino/femenino, bien/mal). El sí-mismo resultante es, por tanto, una figura que contiene y trasciende estos opuestos. Jung estaba profundamente fascinado por Abraxas y lo menciona en su «Sermones a los Muertos» y en el «Libro Rojo». Abraxas es la personificación mitológica perfecta del arquetipo del sí-mismo porque ambos representan la misma realidad psicológica: la totalidad que incluye y reconcilia todos los opuestos.

Dibujo de Jung a lápiz con colores entre su manuscrito. «Systema Mundi Totius». Tomo 5 de sus Libros Negros. 1916

Se observa el nombre de ABRAXAS

 

Mientras que el Dios de la religión cristiana a menudo exige la represión de la sombra, Abraxas y el sí-mismo exigen su reconocimiento y transformación. Es un camino más peligroso y exigente, pero, para Jung es el único que conduce a la auténtica liberación y totalidad.

Consecuentemente Jung afirma que hay que realizar el dios oscuro. Es decir, hacer el mal de modo consciente.

“… Dios a veces demanda de nosotros el mal y que entonces cueste lo que cueste debemos obedecer. Hacer el mal – o el bien, para el caso es lo mismo— a la ligera, sin hacer el mínimo esfuerzo por asegurar el Kairós, lo que pertenece al momento justo o el momento oportuno, es en realidad sólo destructivo; pero hacer el mal de forma consciente – tal como Jung llevó aquel pensamiento blasfemo hasta el final— puede ser puramente creativo” El viaje interior (Hannah, 2010, p. 31).

Sin ese paso el mal no se integra. ¿Cómo lo tiene que hacer cada sujeto en su individuación? Es un misterio que cada uno tiene que resolver y lo sabrá cuando le llegue el momento.

¿Tiene relación el dios de la individuación (eje yo/sí-mismo) con el dios supremo de los gnósticos?

En el gnosticismo (especialmente en sistemas como el de Basílides), Abraxas no era el Dios supremo e incognoscible (el Bythos o el Uno), sino una deidad inferior pero crucial que gobernaba el Pleroma, la plenitud del mundo divino. Abraxas era un dios duplex, que unía en sí mismo tanto lo divino como lo terrenal, la luz y la oscuridad, lo espiritual y lo material. Su nombre mismo, según algunas interpretaciones, suma 365, el número de días del año, simbolizando la totalidad del ciclo temporal. A diferencia del Demiurgo malvado (Yaldabaoth), que solo crea el mundo material imperfecto, Abraxas es una fuerza que engloba toda la creación y la destrucción. Es un dios terrible y benéfico a la vez.

Del Dios supremo surgen, como rayos de luz del sol, una serie de entidades divinas cada vez más densas y lejanas de la fuente, llamadas Eones (Sophia -Sabiduría- es un Eón clave).

Para el gnóstico, el mal no proviene del Dios supremo, sino de un error dentro de la cadena de emanación. El proceso, simplificado, es el siguiente. La caída de un Eón (Sophia). El Eón Sophia, en un acto de deseo o presunción (hybris), intenta conocer al Padre Inefable por sí misma, sin su pareja divina. Este acto de «pasión irracional» rompe la armonía del Pleroma. El nacimiento del Demiurgo. Como resultado de este error, Sophia da a luz a una entidad deforme, ignorante y arrogante: Yaldabaoth o el Demiurgo (del griego demiourgos, «artesano»). El Demiurgo crea el mundo material. Ignorante por completo del Pleroma y del Dios verdadero, el Demiurgo proclama: «Yo soy Dios y no hay otro Dios fuera de mí». Lleno de este orgullo, utiliza la sustancia psíquica y material de su madre Sophia para crear el Kosmos (el universo material) y el Arjé (el alma animal del mundo). El mundo material es una prisión. El universo físico, con sus leyes rígidas (heimarmene o destino), el ciclo de nacimiento y muerte, y el sufrimiento, es visto como una cárcel imperfecta y maligna.

La chispa divina atrapada. Durante su creación, el Demiurgo y sus Arcontes (gobernantes) atrapan involuntariamente en los cuerpos humanos la «chispa divina» (pneuma), el residuo de luz del Pleroma que Sophia había dejado en su sustancia.

En el gnosticismo, el mal no es un problema moral en el sentido tradicional (hacer cosas malas), sino un problema ontológico y cognitivo: estar atrapado en la ignorancia y la materia. El «Pecado» no es la desobediencia a la ley del Demiurgo, sino la ignorancia de nuestra propia naturaleza divina. La Salvación no viene por la fe o las obras, sino por el conocimiento (gnosis) revelado por un enviado del Pleroma (como Cristo). Cristo, para los cristianos gnósticos, es un Eón enviado del Pleroma para despertar a la humanidad. No pudo tener un cuerpo material real (eso sería contaminarse), por lo que su cuerpo era una apariencia (docetismo), y su mensaje era: «Conócete a ti mismo, y sabrás de dónde vienes y a dónde regresarás».

El sistema gnóstico implica también una Privatio Boni cósmica. Pero a diferencia de la versión agustiniana, que es un artificio teológico para salvar la responsabilidad de Dios, la gnóstica es un diagnóstico trágico de la condición humana. Por eso la salvación gnóstica no es ser «perdonado» por un pecado moral, sino ser curado de la enfermedad de la existencia material a través de la gnosis: el reconocimiento de la chispa divina (el pneuma) que, dentro de nosotros, es la única porción del Pleroma que no está «privada» de sí mismo.

 

¿Qué magia ciencia en la conciencia integral?

El Anarquismo Metodológico

El Anarquismo Metodológico

Paul Feyerabend. Si Kuhn abrió la puerta a la relatividad, Feyerabend la derribó. En su obra más famosa, «Contra el Método» (1975), argumenta: «Todo Vale». No existe una metodología científica única y racional que haya guiado siempre el progreso. Las reglas metodológicas (falsacionismo, etc.) a menudo obstaculizan la ciencia. Contrainducción: Para avanzar, a veces es necesario proponer hipótesis que contradigan la evidencia establecida y las teorías aceptadas. Esto impide que una teoría se vuelva dogmática. Proliferación de Teorías: Cuantas más teorías rivales existan, mejor para la ciencia, ya que permite una comparación crítica y evita el estancamiento. Feyerabend argumentaba que la ciencia moderna había devenido en una ideología rígida y dogmática, que excluía otras formas de conocimiento por considerarlas «no científicas». Veía este racionalismo como una camisa de fuerza que limitaba la comprensión humana.

La ciencia no es especial. Feyerabend elimina la distinción entre ciencia, mito y religión. Argumenta que la ciencia se ha convertido en una ideología opresiva y que debería ser separada del Estado, como la religión. Para Feyerabend, la ciencia es esencialmente una actividad anárquica y creativa, más cercana al arte que a la lógica.

El debate entre Kuhn, Feyerabend, Popper y otros marcó un «giro histórico» en la filosofía de la ciencia. Demostró que la ciencia es una empresa humana, compleja, donde la lógica, la historia, la sociología y la psicología se entrelazan. Lejos de ser un proceso frío y puramente racional, el pensamiento científico es dinámico, a veces revolucionario y, como argumentaría Feyerabend, sorprendentemente desordenado.

En su autobiografía, «Matando el Tiempo» (1995), Feyerabend revela su profundo interés y estudio personal de la psicología junguiana. Tras una serie de crisis personales y existenciales, encontró en las ideas de Jung un marco para entender las profundidades de la experiencia humana que la filosofía científica tradicional ignoraba por completo. Llegó a someterse a análisis con un psicoterapeuta de línea junguiana.

Feyerabend no solo estudió a Jung, sino que incorporó la dimensión del inconsciente como un argumento epistemológico. Si gran parte de nuestra mente y nuestros procesos creativos son inconscientes e irracionales, entonces cualquier metodología científica que se base únicamente en reglas conscientes y racionales (como el falsacionismo popperiano) está fundamentalmente incompleta y es engañosa. La ciencia, como actividad humana, está impregnada de influencias inconscientes.

Mecánica cuántica

Mecánica cuántica.

Jung intuyó que la información cuántica (mecánica cuántica) podía explicar sus descubrimientos de lo inconsciente colectivo, y que tuvo su consolidación en su relación con el físico Ernst Pauli, quien aportó lo que se denominó el principio de exclusión de Pauli (no podían existir dos electrones en el mismo estado cuántico, identificado por cuatro números cuánticos, incluido su nuevo grado de libertad de dos valores), que inspiró a otros investigadores. Pauli anticipó la necesidad de una partícula que finalmente fue confirmada y llamada neutrino y anticipó también la estadística del spin (partículas con espín medio entero son fermiones, mientras que las partículas con espín entero son bosones).

Biología cuántica.

Sabemos, antes por experiencia empírica, y ahora ya por la neurociencia que los sistemas biológicos humanos tienen estructuras que producen fenómenos cuánticos. Es uno de los campos más fascinantes y emergentes de la ciencia, donde la biología, la física y la química se funden: la biología cuántica.

Teoría de Orch-OR 1996, (Roger Penrose y Stuart Hameroff), propone que los microtúbulos (estructuras proteicas dentro de las neuronas) son capaces de mantener estados cuánticos coherentes y que el colapso de la función de onda en estos estados genera «momentos de conciencia». Es una teoría fascinante pero muy criticada y con poca evidencia experimental. La mayoría de los neurocientíficos argumentan que el cerebro es «demasiado caliente, húmedo y ruidoso» para mantener coherencias cuánticas delicadas ni es necesario para la mayoría de las funciones fisiológicas que con la química y la electrofisiología clásicas parecen tener explicaciones suficientes. Pero si es importante en la intersección entre la física cuántica, la neurociencia y la filosofía de la conciencia. En el 2014, Penrose y Hameroff publicaron una revisión y actualización importante de la teoría en la revista Physics of Life Reviews, titulada «Consciousness in the universe: A review of the ‘Orch OR’ theory», en la que respondían a muchas críticas y presentaban nueva evidencia y argumentos, como la posible existencia de vibraciones cuánticas en los microtúbulos. En el 2022, Penrose fue galardonado con el Premio Nobel de Física por su trabajo sobre los agujeros negros y las singularidades. Es crucial aclarar que el Nobel no fue por la teoría Orch-OR, pero el galardón renovó el interés del público en todas sus ideas, incluyendo esta polémica teoría sobre la conciencia.

El ADN (ácido desoxirribonucleico) se propone como clave en el intercambio de información entre el cuerpo biológico y la conciencia no local.

La propia escalera de caracol del ADN es un producto de interacciones gobernadas por la química cuántica. Los enlaces de hidrógeno. Las bases nitrogenadas (A-T, G-C) que forman los «peldaños» de la escalera se unen mediante enlaces de hidrógeno. La fuerza, dirección y energía de estos enlaces son puramente fenómenos cuánticos, resultantes de la distribución de la nube de electrones y la atracción entre dipolos. El apilamiento de las bases. Las bases apiladas en el interior de la hélice interactúan entre sí mediante fuerzas de Van der Waals. Estas fuerzas, débiles pero cruciales, surgen de fluctuaciones cuánticas momentáneas en la densidad electrónica de las moléculas. Sin este «efecto túnel» de los electrones creando dipolos instantáneos, la hélice sería mucho menos estable. La doble hélice como aislamiento cuántico. La estructura helicoidal, con las bases hidrofóbicas apiladas en el interior y el esqueleto cargado (de fosfatos) en el exterior, crea un entorno relativamente protegido. Esto es crucial para potenciales efectos cuánticos coherentes, ya que aísla a las bases del «ruido» y la disipación del agua circundante. El reconocimiento molecular no es como un bloque de Lego. La forma de las moléculas está definida por sus orbitales electrónicos (cuánticos), y el emparejamiento específico ocurre porque la nube de electrones de la adenina encaja energéticamente con la de la timina de una manera que no lo hace con la citosina. Es un ajuste de funciones de onda, no solo de formas geométricas. La doble hélice, con su sistema de orbitales π apilados de las bases, puede facilitar el salto de electrones lo largo de la molécula. Este es un fenómeno de efecto túnel cuántico: el electrón «tunela» a través de las barreras energéticas entre una base y la siguiente. Las bases nitrogenadas pueden existir en diferentes formas estructurales llamadas tautómeros. Por ejemplo, la guanina normalmente tiene un protón en una posición específica, pero por efecto túnel cuántico, ese protón puede saltar a otra posición, cambiando la forma de la base. Si este salto tautomérico ocurre en el momento justo de la replicación del ADN, la base «equivocada» puede emparejarse. Por ejemplo, una G tautomérica podría emparejarse con una T en lugar de una C. Esto es una mutación puntual. El protón no «salta» clásicamente sobre una barrera de energía; tunela a través de ella. Esto significa que incluso a temperatura biológica, hay una probabilidad finita (y significativa) de que ocurran estas mutaciones espontáneas. Es un mecanismo propuesto ya en los años 50 por Watson y Crick, y evidenciado experimentalmente en décadas recientes. Algunos investigadores proponen que la estructura ordenada y aislada de la doble hélice podría permitir que vibraciones colectivas (fonones) o estados electrónicos mantuvieran coherencia cuántica durante tiempos lo suficientemente largos como para influir en procesos como la búsqueda de secuencias complementarias durante la transcripción o la reparación.

Las células vivas emiten una luz coherente palpitante en forma de biofotones, de miles de fotones por seg/cm2. Esta luz coherente y de intensidad muy tenue («láser biológico»), tiene origen en el ADN, transmite bioinformación vinculada a la comunicación intracelular, necesaria para organizar funciones biológicas como el crecimiento, la diferenciación y la división celular, de este modo se constela la morfogénesis.

Según esta hipótesis, el ADN contiene en sí mismo más que el material hereditario, y además, posee la capacidad no local de recibir información hereditaria y morfogenética.

Según el premio Nobel y biólogo molecular Joshua Lederberg, las diferencias funcionales no son desde luego una consecuencia de la estructura hereditaria del ADN, sino el resultado de factores ambientales externos al ADN. La epigenética se ocupa del estudio de los cambios en la función de los genes que se producen sin que se altere la secuencia de ADN en el núcleo de la célula. Esto quiere decir que cambia la función del ADN, pero su estructura no lo hace y que los cambios pueden ser reversibles en función de cambios ambientales.

Schródinger teoriza que el ADN de los organismos vivos tiene potencial «receptor» o «de resonancia» para recibir y descodificar información recibida del espacio no local. El físico y científico informático Peter Marcer cree igualmente que un organismo vivo puede obtener su información no local y holográfica únicamente a través del ADN.

Simón Berkovich, experto en ordenadores, propone que el noventa y cinco por ciento del ADN cuya función no ha sido aún identificada, el ADN basura o intrón, podría utilizarse para estos propósitos que llegan a constituir una identidad en el sujeto.

Jung estaba convencido de que los arquetipos están genéticamente impresos y transmitidos de una generación a otra a través de vías biológicas. Esta hipótesis no puede apoyarse por los conocimientos actuales de biología, genética, psicología del desarrollo, etc. Pero las hipótesis del mediador DNA con los fenómenos no locales de la conciencia y la epigenética encuentran una convergencia más científica con las intuiciones de Jung.

Algunos neurocientíficos (Edelman y Tononi, 2002) sostienen que el ser humano está predispuesto a generar ciertas conexiones neuronales y no otras. Y esta predisposición dependería de una bioinformación, previa a la experiencia del sujeto vivo, que orienta su desarrollo biológico. Estas afirmaciones sostienen la idea de arquetipo y su impronta para “genética” no ligada al código biológico del DNA, aunque el DNA resulte ser el hermeneuta y transcriptor de la bioinformación.

La teoría tradicional del olfato dice que una molécula olorosa encaja en un receptor nasal como una llave en una cerradura. Pero hay moléculas con formas casi idénticas que huelen completamente diferente, y viceversa. La Teoría Cuántica (propuesta por Luca Turin), sugiere que los receptores olfativos no solo detectan la forma, sino las vibraciones cuánticas de los enlaces de la molécula. El mecanismo propuesto es el Efecto Túnel de los Electrones Inelásticos. Un electrón «tunela» cuánticamente a través del receptor, pero solo si puede ceder su energía a la molécula olorosa, haciendo vibrar un enlace específico. Este mecanismo explicaría por qué moléculas con la misma forma, pero diferentes vibraciones (debido a isótopos, por ejemplo) huelen distinto. Aunque es polémica, la teoría tiene evidencia experimental a su favor. Esto abre la posibilidad de la información cuántica asociada a experiencias vitales del sujeto en un órgano tan primario como el olfato que está muy activo al nacer de modo que los lactantes reconocen la madre por el olor. Traumas afectivos anclados en el olfato desencadenan reacciones emocionales de posesión de complejos ante estímulos que conectan con el trauma.

Las enzimas son catalizadores biológicos que aceleran reacciones químicas millones de veces. ¿Cómo lo logran con tanta precisión? El Efecto Túnel Cuántico permite que partículas como protones o electrones «se teleporten» a través de barreras de energía que clásicamente serían infranqueables. Se ha demostrado que enzimas como la hidrogenasa utilizan este efecto para transferir protones e hidruros entre moléculas a velocidades increíbles. La reacción ocurre mucho más rápido de lo que permitiría la química clásica, haciendo posible la vida y que esta se adapte a condiciones muy cambiantes de temperatura y presión.

Arquetipos.

Arquetipos.

Epigénesis y funciones del arquetipo. Los antepasados que tuvieron experiencias significativas generaron una información de esas experiencias que “construyó” un arquetipo. Esas experiencias se redujeron a su mínima expresión con signos con enorme potencialidad simbólica. El signo se asemeja a la experiencia de lo real, pero se va alejando primero por metonimia de su concreción a la materia, y se aleja aún más cuando va adquiriendo información compleja de la experiencia humana: el símbolo es un signo espiritualizado por el alma humana.

¿Cómo llegan esas experiencias a dejar huella en lo inconsciente colectivo?

Al ser los humanos sistemas cuánticos sus experiencias intensas resuenan en el estado cuántico circundante que recoge esta información y la guarda. La resonancia se puede entender como efecto no local de campos cuánticos que interaccionan.

¿Cómo se activa una información arquetípica?

Los arquetipos son núcleos de significado que portan información cognitiva y emocional. Los arquetipos tienen resonancia con los momentos vitales del sujeto, activando en este un proceso numinoso, que mueve un quantum de energía -libido- que catectiza los procesos psíquicos y aporta un sentimiento de confianza en que hay salida en los cruces, que es posible una elección porque los antepasados ya la han hecho.

Algunos neurocientíficos (Edelman y Tononi, 2002) sostienen que el ser humano está predispuesto a generar ciertas conexiones neuronales y no otras. Y esta predisposición dependería de una bioinformación, previa a la experiencia del sujeto vivo, que orienta su desarrollo biológico. Estas afirmaciones sostienen la idea de arquetipo y su impronta “epi-genética” no ligada al código biológico del DNA, aunque el DNA resulte ser el hermeneuta transcriptor de la bioinformación. La idea de coordinación celular a través de un campo fue propuesta por Whilhem Reich (Energía Orgónica en Biopatía del cáncer, 1942), por Rupert Sheldrake (Campos morfogenéticos, 1990) entre otros. El matemático Emile Pinel (1906-1985) predijo matemáticamente la existencia de un campo global de nueve componentes como organizador de la vida de las células.

La resonancia con informaciones arquetípicas puede partir de experiencias emocionales del sujeto que activan el sistema arquetipal en aquellos arquetipos que portan información equivalente a la experiencia emocional del sujeto. De este modo la primera activación es en un momento inicial de la existencia, en la gestación, y el feto empieza a constelar un rudimento de información cuántica que configura un arquetipo estructural: el sí-mismo. Puede entenderse que es el núcleo originario para el inicio de la construcción del alma del sujeto.

Es interesante esto último ya que la humanidad siempre se ha preguntado cuando un infante es humano. Hay una sensación de que ser humano es algo más que tener una apariencia humana, se necesita una chispa que dé el salto. Algunas culturas como los Tana Torajans consideran que el momento es cuando el lactante ya tiene dientes y puede morder el pezón, lo hará o no, pero esa capacidad de poder hacer daño ya lo inscribe en la cultura. Es muy interesante porque coincide con el paso de la fase esquizoparanoide a la depresiva según Melani Klein, y digamos, según Jung, que el sí-mismo ya puede mostrar también su lado sombrío. Otras culturas que escinden bien y mal como la cristiana esperan recibir de dios un alma pura y buena para ser humanos, un soplo. Hildegarda de Bingen, naturalista, médico, teóloga, Doctora de la Iglesia, músico, abadesa, mística, y escritora alemana (1098-1179), dibujó una de sus visiones representando la recepción del alma que le enviaba Dios como un feto en su útero que tenía un cordón umbilical conectado con la divinidad. Este rudimento de información colectiva que es el sí-mismo puede sentirse como algo anterior a la existencia de uno, y lo es, ya que porta información de los ancestros, de la especie. Esto puede llevar a fantasías de vidas pasadas que uno ha vivido realmente.

El sí-mismo es el arquetipo propio de cada sujeto que consteliza la información del campo arquetipal de lo inconsciente colectivo, es mediador, un Hermes que transmite la información y orienta el desarrollo del sujeto humano en el que se consteliza. Un mediador que transmite la memoria de generaciones anteriores en una información que llega al sujeto en forma de imágenes arquetípicas simples (como la cruz). Un dios interno, un abraxas, que media entre el mundo espiritual de lo inconsciente colectivo y la materia del cuerpo, facilitando la activación de informaciones arquetípicas adecuadas al momento existencial del sujeto.

En los estadios iniciales del infante, se activan arquetipos del apego-eros (materno, …) lo que facilita el desarrollo. Al principio la mediación activa los arquetipos del cuidador, gran madre y el infante se ve envuelto en una complejidad entre esas informaciones y lo que recibe de la relación real con sus cuidadores. En Evolutionary Psychiatry. A new beginning, Stevens y Price, 2015, los autores citan esos sistemas arquetipales de apego. La portada del libro muestra las imágenes de un gorila, de un reloj y de Darwin.

Cuando el sujeto, más avanzado en su desarrollo, tiene capacidad simbólica (un yo suficientemente sólido), recibe el impacto de la imagen simbólica y su impacto numinoso (con emoción) lo que le induce a buscar un significado más allá de la imagen simple y puede acabar de reconstruir el sentido originario que le dio la humanidad con un sentimiento de recuerdo (reminiscencia platónica). En ese caso le ayudará al sujeto en su desarrollo y en su individuación. Esta es la integración de la ecuación sí-mismo/complejo yo, que señala el psicoanálisis junguiano y para lo cual implementa herramientas clínicas.

También la resonancia cuántica entre los campos colectivos y el sujeto puede partir de una intensidad elevada en la información cuántica procedente de procesos colectivos humanos, guerras, catástrofes, genocidios, y activar al sujeto en procesos equivalentes a la información arquetipal activada.

Un arquetipo importante es Tánatos. No es equivalente a la pulsión de muerte freudiana, si no que integra el ciclo de muerte-vida, de alternancia con eros, eros-logos. Tánatos se activa en momentos en que el sujeto conecta con la muerte -se hace saliente-.

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

I.- Parte académica

  1. Introducción: del paradigma causal al principio de sentido.

La historia de la ciencia occidental ha estado sostenida por el principio de causalidad: todo fenómeno tiene una causa que lo explica dentro de una cadena lineal de determinaciones. Sin embargo, el siglo XX introdujo una fisura profunda en esta visión: la física cuántica mostró que el comportamiento de la materia no siempre puede describirse mediante relaciones causales. A esta crisis del determinismo se sumó, desde el ámbito de la psicología profunda, la propuesta de Carl Gustav Jung del principio de sincronicidad, una forma de conexión acausal entre eventos psíquicos y materiales unidos por un significado común.

El principio fue desarrollado en estrecha colaboración con el físico Wolfgang Pauli, quien reconocía en los procesos subatómicos una dimensión no causal análoga a la que Jung observaba en el psiquismo. Ambos intentaron, con lenguajes distintos, articular una visión unitaria de la realidad donde mente y materia no se excluyeran, sino que se reflejaran mutuamente.

  1. La sincronicidad en Jung: una conexión acausal de sentido

Jung definió la sincronicidad como “la coincidencia temporal de dos o más sucesos no relacionados causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante”. En otras palabras, un acontecimiento psíquico interno —un sueño, una intuición o un presentimiento— coincide con un hecho externo de manera acausal, pero con un sentido compartido.

Para explicar este tipo de conexión, Jung recurrió a la noción de inconsciente psicoide: una zona liminar entre la psique y la materia, un fondo de realidad común donde ambas se encuentran antes de diferenciarse. El inconsciente psicoide no pertenece estrictamente al mundo interior ni al exterior, sino que constituye el sustrato unificador que posibilita la emergencia simultánea de fenómenos mentales y físicos correlativos.

Desde este punto de vista, la sincronicidad no sería un “milagro” ni una superstición, sino una manifestación estructural del inconsciente psicoide. En ella, el significado actúa como principio organizador de la realidad, tal como la causalidad organiza los procesos físicos.

III. El trasfondo alquímico y místico: el unus mundus

La idea de un fondo unitario entre espíritu y materia tiene raíces antiguas. La alquimia medieval, a la que Jung dedicó extensos estudios, concebía el cosmos como un organismo animado por un principio común, el spiritus mundi. Los alquimistas buscaban la coniunctio oppositorum, la unión de los contrarios —fuego y agua, sol y luna, alma y cuerpo— como símbolo de la totalidad.

Jung reinterpretó esta tradición en términos psicológicos: la coniunctio corresponde al proceso de individuación, y la materia alquímica a las imágenes del inconsciente. En este marco, el inconsciente psicoide cumple la función del spiritus mercurialis: mediador entre lo visible y lo invisible, entre la mente consciente y el mundo material.

Cuando un fenómeno sincronístico ocurre, el unus mundus —la realidad una e indivisible— se hace momentáneamente visible. La sincronicidad es, así, una epifanía de la unidad subyacente del ser, una grieta en la percepción dualista que separa al sujeto del mundo.

La “coincidencia significativa” es un momento de coniunctio —la unión de opuestos— donde la realidad se muestra como totalidad indivisible.

Por eso Jung consideraba la sincronicidad no solo un fenómeno psicológico, sino un acto de creación en el tiempo, es decir, una irrupción del orden invisible en la trama de los acontecimientos.

  1. Correspondencias cuánticas: acausalidad y totalidad

La física cuántica ha introducido un modo de pensar que resuena con la intuición junguiana y permiten reinterpretar la sincronicidad desde un lenguaje científico actual (sin reducirla). Entrelazamiento cuántico y la no-localidad como analogías del vínculo acausal: Dos partículas entrelazadas mantienen correlaciones instantáneas sin mediación causal, incluso separadas por grandes distancias. Esta “no-localidad” recuerda la acausalidad jungiana. Si se considera que mente y materia emergen de un mismo campo fundamental, las sincronicidades podrían verse como resonancias cuántico-arquetípicas entre niveles distintos de ese campo. Este fenómeno, descrito por Einstein como “acción fantasmagórica a distancia”, sugiere un tipo de orden no local que trasciende el espacio y el tiempo.

Campo unificado / información cuántica: David Bohm, en su interpretación del “orden implicado”, propuso que las partículas no son entidades separadas, sino manifestaciones desplegadas de una totalidad subyacente. Esa totalidad —el campo cuántico— contendría implícitamente toda la información del universo. En un sentido profundo, el inconsciente psicoide junguiano podría entenderse como análogo psicológico de ese orden implicado: un campo de potencialidad donde lo mental y lo material coexisten en estado de latencia. Ervin Laszlo (campo akáshico) ofrece también un marco para pensar la sincronicidad como manifestación de un orden subyacente de información que conecta todos los sistemas. Jung intuía algo similar cuando afirmaba que la sincronicidad implicaba un “saber absoluto” o “sentido trascendental”.

Asimismo, la noción de “colapso de la función de onda” introduce la idea de que el acto de observación participa en la configuración de la realidad. En una sincronicidad, el sujeto no es un espectador pasivo, sino parte del sistema total que genera el evento. La conciencia y el mundo se codeterminan en un mismo acto de revelación de sentido. En la mecánica cuántica, el acto de observación no es pasivo; el observador participa en la configuración del fenómeno. De modo análogo, en la sincronicidad, la conciencia del observador es parte del sistema: el acontecimiento externo cobra sentido solo en relación con su estado interno.

  1. Neurociencia, emoción y coherencia del significado

El fenómeno sincronístico podría confundirse con el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia del cerebro a reconocer patrones que confirmen creencias previas. El sesgo de confirmación puede confundir coincidencias ordinarias con sincronicidades. Lo mismo que lo mismo que el sesgo teleológico creyendo que todo lo que sucede tiene un sentido para quien lo observa.

Sin embargo, Jung subraya que la sincronicidad no es una mera coincidencia interpretada subjetivamente: se distingue por su carga afectiva intensa y por el carácter transformador de la experiencia. El sujeto que experimenta el fenómeno necesita tener una capacidad simbólica para aprovecharlo en una ampliación del yo y la conciencia. En ocasiones el fenómeno puede regredir al sujeto a un estado disfuncional, en sus relaciones, mundo interno e incluso generando enfermedades somáticas en su cuerpo o alteraciones graves en sus relaciones o personas vinculadas, a veces esto se denomina sincronía negativa.

Las neurociencias actuales sugieren que los estados de alta significación emocional se asocian a picos de coherencia neuronal entre regiones corticales y límbicas. Esto podría corresponder a momentos en los que la mente alcanza un estado de resonancia simbólica con el entorno. En tal estado, el inconsciente psicoide podría funcionar como un “campo de coherencia” donde las configuraciones internas y externas se sincronizan bajo un mismo patrón informacional.

  1. Hacia una ciencia del sentido.

La sincronicidad desafía el paradigma científico tradicional porque introduce el significado como principio organizador de los fenómenos. No se trata de negar la causalidad, sino de ampliarla. Mientras la causalidad explica cómo las cosas ocurren, la sincronicidad se pregunta por qué adquieren sentido. La realidad no se reduce a causalidad lineal, sino que incluye dimensiones de resonancia de significado.

Autores contemporáneos como Ervin Laszlo o Rupert Sheldrake han propuesto teorías del campo informacional o campos mórficos que podrían servir de puente entre la mente y la materia. En estos modelos, la información o el sentido actúan como un principio estructurante no local, semejante al inconsciente psicoide junguiano. La psique y la materia no son entidades separadas, sino expresiones complementarias de un campo unificado.

La integración de estos enfoques apunta hacia una física de la mente, donde la realidad es concebida como una red de procesos informacionales interdependientes, y donde los símbolos y las experiencias de sentido poseen eficacia ontológica.

Los fenómenos sincronísticos serían momentos en los que la totalidad se autorrefleja, permitiendo que el individuo perciba el tejido invisible que lo conecta con el cosmos.

En lenguaje actual, podríamos decir que la sincronicidad revela un orden cuántico de la conciencia, donde la información y la materia son intercambiables, y donde el símbolo actúa como puente operativo entre niveles de realidad.

VII. La tétrada del mundo

Jung propuso que el mundo no puede comprenderse plenamente mediante la tríada clásica de espacio, tiempo y causalidad. Es necesario añadir un cuarto elemento: la sincronicidad, como principio acausal de conexión significativa. Con esta ampliación, el universo se presenta como una tétrada viva, donde cada fenómeno puede ser leído tanto causal como simbólicamente. Una propuesta consiliente, antitética al reduccionismo, que enfatiza la complejidad.

La clave está en la noción de inconsciente psicoide, una forma intermedia entre lo psíquico y lo material, que tiene la propiedad de la Transgresividad (paso de información de una a otra parte). Este inconsciente psicoide es un arquetipo, ha sido percibido por pensadores anteriores a Jung, con explicaciones coherentes a estadios de la conciencia arcaica o mágica.  También estructura la realidad objetiva, operando como patrón de organización simbólica en ambos planos.

En este sentido, el fenómeno sincronístico sería una manifestación del inconsciente colectivo en el mundo físico: una “concordancia significativa” que revela que ambos planos —mente y materia— son expresiones distintas de una misma totalidad.

El inconsciente psicoide representa el fondo común del que emergen ambos modos de conexión. Es el ámbito preformal donde la psique y la materia son aún inseparables. Las sincronicidades serían entonces actos de creación en el tiempo, momentos en que la totalidad se autorrefleja a través de la conciencia humana.

En un plano epistemológico, el principio de sincronicidad nos invita a trascender la fragmentación entre ciencia y espíritu, razón y mito, sujeto y objeto. En un plano existencial, nos recuerda que cada experiencia significativa es también una participación en el tejido invisible del cosmos.

  1. Parte simbólico-poética

 

El hilo invisible: sincronicidad y el inconsciente psicoide

 

Hay momentos en que el mundo se inclina hacia nosotros,

como si respondiera a una pregunta que nunca dijimos en voz alta.

Un pensamiento, un sueño, una imagen interior…

y entonces, una señal externa, un suceso, un gesto del azar

que resuena en la misma frecuencia de sentido.

Eso que Jung llamó sincronicidad —la coincidencia significativa sin causa—

es una grieta luminosa en la continuidad del tiempo,

un espejo donde el alma reconoce que también es materia.

 

El inconsciente psicoide: raíz común de todas las formas

 

Para Jung, la sincronicidad no era un capricho del azar,

sino la huella de una unidad más profunda entre el mundo interno y el externo.

En el fondo de ambos palpita un mismo tejido:

el inconsciente psicoide,

una dimensión anterior a toda separación,

donde la psique y la materia aún no se distinguen.

 

Desde allí emergen las imágenes que soñamos

y los sucesos que parecen responder a nuestros sueños.

No como causa y efecto,

sino como dos reflejos simultáneos de una misma corriente.

El sentido no es producto del pensamiento,

sino el modo en que el universo se reconoce a sí mismo en nosotros.

 

El lenguaje del símbolo y la alquimia del encuentro

 

En la alquimia, el mercurio era el espíritu que mediaba

entre el fuego y la tierra, entre lo volátil y lo sólido.

Así actúa el inconsciente psicoide:

como un mercurio interior que une las orillas del alma y del cosmos.

 

Cada sincronicidad es una coniunctio,

una unión de opuestos donde el sujeto y el mundo se funden.

Durante un instante, el unus mundus —el mundo uno—

se revela a través de una coincidencia que no puede explicarse,

solo experimentarse.

 

El símbolo es su lenguaje.

No describe: enlaza.

Es un puente que traduce lo invisible en forma,

la emoción en materia,

el arquetipo en acontecimiento.

 

Resonancias cuánticas: la materia que piensa

 

Las nuevas físicas han empezado a hablar en susurros alquímicos.

El entrelazamiento cuántico une partículas separadas por años luz,

como si recordaran su origen común.

En el fondo, la materia se comporta como si supiera algo de sí misma.

David Bohm la llamó “orden implicado”:

un océano invisible donde todo está ya conectado

antes de desplegarse en la forma.

 

Quizás el inconsciente psicoide sea eso mismo en la psique:

un campo profundo de coherencia,

un orden implícito donde pensamiento y materia son una sola onda.

Cuando ocurre una sincronicidad,

ese orden invisible se pliega momentáneamente hacia la superficie,

y la realidad se organiza no por causa,

sino por significado.

 

La emoción como brújula del sentido

 

No toda coincidencia es una sincronicidad.

Solo aquellas que nos tocan el corazón,

que producen una vibración de asombro o certeza interior,

pertenecen a ese orden acausal.

 

La emoción no es un error cognitivo,

sino el órgano del alma para reconocer el sentido.

En el instante sincronístico,

la mente y el mundo laten al unísono:

una coherencia viva entre el ritmo del pensamiento

y la música secreta de las cosas.

 

La ciencia del alma y la estética del cosmos

 

Jung y Pauli imaginaron una ciencia que no expulsara al espíritu,

ni una mística que negara la razón.

La sincronicidad era para ellos la puerta hacia una nueva epistemología,

donde el conocimiento se produce en la relación, no en la distancia.

 

En el laboratorio del alma, el observador y lo observado se transforman mutuamente.

El símbolo es la materia prima de esa alquimia:

no explica, sino que une.

En el arte, como en la sincronicidad,

el sentido aparece cuando algo invisible se hace forma

y algo íntimo se hace mundo.

 

El cuarto elemento

 

Durante siglos pensamos la realidad como una tríada:

espacio, tiempo y causalidad.

Jung añadió un cuarto principio: la sincronicidad,

la dimensión del sentido.

 

En esa tétrada, el inconsciente psicoide ocupa el centro,

como matriz del ser.

Desde allí brotan tanto las leyes del cosmos como los sueños humanos.

Y quizás, cuando una sincronicidad ocurre,

no sea el universo el que nos responde,

sino la totalidad que, por un instante,

se ve a sí misma a través de nuestros ojos.

 

Epílogo: arte como sincronicidad

 

Toda obra de arte es una forma de sincronicidad:

una materia que se deja habitar por el espíritu,

una imagen que revela una correspondencia invisible.

 

El artista no inventa, sintoniza.

Escucha el murmullo del inconsciente psicoide,

ese campo donde el tiempo y el alma aún no se han separado,

y traduce su vibración en forma, color o sonido.

 

La creación —como la sincronicidad—

es un acto en el que el universo se sueña a sí mismo.

Magia y ciencia ante la muerte

Magia y ciencia ante la muerte.

Acompañando murientes.

Una reflexión que me hice frecuentemente sobre la activación del complejo paterno en pacientes católicos que traté en su fase final cuando era médico rural en los 80s.

Creían en una vida tras la muerte, en la que se encontrarían con el juicio de un Dios patriarcal. Muchos elegían conscientemente vivir su muerte sin cuidados paliativos pues creían que su ser doliente acompañaría (en un viaje en el tiempo) a Cristo en el dolor de su pasión y que eso era, a su vez, un mecanismo de redención que expiaría sus pecados y les permitiría salir victoriosos del juicio y vencer la muerte terminando en el cielo. El dolor también era un modo de saltar el purgatorio que en aquel tiempo era popular.

Sin embargo, al estar en una comunidad euskaldun -más matrilineal con la diosa Mari- también hubo murientes que no vivián ese Dios de un modo patriarcal sino más femenino y acorde a las leyes de la naturaleza en las que los humanos se compadecen de animales que van a morir y los sacrifican para que no sufran. Los que entraban en esta consideración aceptaban con naturalidad tratamientos paliativos, morfina, …

Incluso como un caso que, he relatado en varios foros y escritos, me pidió una eutanasia, cosa que me sorprendió y me costó entenderle, y le dije que su religión le prohibía ese acto -era en parte que fuese consciente para protegerle de un mal mayor y en parte mi resistencia a hacer una eutanasia a pesar de que ideológicamente lo aceptaba- y me contestó que había sido lo suficientemente bueno en su vida y que Dios le acogería a pesar de la eutanasia. Me dijo no se lo digas ni a mi mujer ni al cura cuando llegue el momento estate conmigo hasta el final.

Fue mi primera eutanasia y aquel anciano me enseñó mucho sobre la espiritualidad profunda, la culpa-redención ligada al patriarcado, la realidad de que el patriarcado tampoco somete a todas las personas totalmente, … y que el complejo paterno no siempre se activa en la muerte, depende de los sujetos, y aunque lo haga, depende de los sujetos como lo constelizan.

He acompañado murientes que han hecho un trabajo de integración en su proceso. Ese hecho anima a apoyar esa posibilidad, pero hay que dejar claro que realmente la mayoría no mueren haciendo trabajos de integración sino aferrándose a los clavos ardientes. Otra cosa es de lo que se enteren tras la muerte clínica y antes de que la conciencia se diluya (alrededor de tres días después).

Se pueden leer algunas intervenciones con pacientes en mi artículo Vida Consciente Más Allá de la Muerte. © Journal of Transpersonal Research, 14 (1), 41-60.

https://ibiltarinekya.com/project/vidatrasmuertejtr/

 

Mi EMC.

En varios foros he hablado de mi EMC. Se puede leer en el artículo citado en el párrafo anterior.

En este articulo centrado en magia y ciencia puedo compartir una pregunta que me hice hace mucho tiempo, y que después de bastante más tiempo llegué a una conclusión afirmativa.

Esta pregunta ¿Es posible que el propio sí-mismo me propusiera un rescate o me invitase a un nuevo proyecto de vivir, y que, cuando fue atendido por mí y respondiese afirmativamente, produjese un impacto sincronístico en la realidad material e hiciera que la propia corriente de agua se invirtiera y me condujese a la orilla sin que se necesitase un delfín, ni el dios del mar?

No regresé igual, volví con la conciencia expandida, con una relación distinta con la muerte, con un sentimiento de misterio y una transformación en la percepción del riesgo y del valor de la vida.

Todo ello responde a lo que Jung denominó el proceso de individuación, pero aquí ocurrido bajo una forma extrema de experiencia liminal: un encuentro directo con el inconsciente psicoide, donde el alma se reconoce como parte del orden total del ser. Lo experienciado tenia que consolidarse.

La búsqueda de comprensión, la investigación científica, la psicoterapia, la exploración simbólica— posterior fue el esfuerzo de integrar la experiencia acausal en la biografía causal. En el lenguaje del principio de sincronicidad, esto equivale a anclar el sentido revelado en la materia viva, a traducir la iluminación en acción.

Cada intento de comprensión posterior —desde las regresiones hasta el acompañamiento a moribundos— puede verse como sincronías secundarias: resonancias del mismo núcleo de sentido que se desplegó en 1981. Una de las vías fue la exploración de conciencia expandida con trabajo con psicodélicos en rituales chamánicos con ingesta de plantas sagradas y con ketamina.

En estados de EMC extremos en los que el cerebro no está anestesiado hay activación de la glándula pineal y liberación de DMT endógeno similar al de la ayahuasca. Los trabajos con estos entactógenos fueron más clarificadores que experiencias de regresión hipnótica.

 

Sufrimiento existencial.

Miguel de Unamuno fue un hombre tocado por la muerte, tocado por la sombra colectiva. Se puede leer

“La agonía del sí-mismo: Unamuno, Jung y la sombra invisible que nos somete”. https://ibiltarinekya.com/project/agonia-si-mismo

Magia y ciencia en mis investigaciones

Primera. Dietas escolares

Primera. Dietas escolares

La magia era en esta investigación diseñar unas dietas en los comedores escolares del pueblo donde trabajaba como médico, con el objetivo de mejorar la salud de los escolares, lo que se manifestaría en lo físico y en lo cognitivo, en mejor rendimiento escolar. Sabía que comían mal. Había desnutrición sobre todo en los escolares de familias pobres. Aunque la escuela era obligatoria (los 70s) había absentismo escolar. Los comedores estaban subvencionados. Diseñe un proyecto alimentario bien proporcionado a partir del cual sugería que cenar en las casas intentando que la dieta estuviese planificada en todos los días. Tomé medidas antropológicas: peso, talla, índices de grasa corporal, … y realicé el test psicológico de Lauretta Bender (1938). Este se puede aplicar a partir de 4 años, los niños lo toleran bien, consiste en que copien 9 figuras en un papel en blanco. Útil para detectar la inteligencia, desordenes afectivos, deterioros neurológicos, autismo, … Al cabo de un año se evaluó. Las familias estaban satisfechas, se sentían bien orientadas, los niños comían a gusto, disminuyó el absentismo escolar. El estudio comparativo de las medidas antropométricas y del test de Bender se hizo con estadísticas no paramétricas usando como grupo de control el comedor escolar de un pueblo cercano que no participaba en la experiencia.

Usé una calculadora estadística, una Casio que todavía conservo como una reliquia. Todos los datos a mano en una calculadora menor que un teléfono móvil. Programar los análisis estadísticos. Muchas horas de paciencia.

Los resultados fueron estadísticamente significativos. Los que habían entrado en el programa mejoraron física y cognitivamente, y con diferencia con el grupo control.

Presenté la investigación en el gobierno de Navarra. Se propuso extenderla a todos los municipios que quisieran participar.

Investigar de un modo aplicado a la salud es un instrumento muy apropiado. La gente ve la magia de las cosas, niñxs más altos, más sanos, y eso prueba la necesidad de comer bien. Previene enfermedades.

A mi me lanzó a investigar de modo continuo como médico y como psicólogo. El gobierno de Navarra me becó dos proyectos de investigación, que también resultaron muy útiles pero aplicar sus conclusiones requerían políticas de salud muy complicadas.

La investigación de las dietas estaba en el campo de la comunidad que podía abarcar en su totalidad como médico de familia.

Magia y ciencia en mi tesis doctoral

Magia y ciencia en mi tesis doctoral

Motivación investigación

Mi experiencia clínica con pacientes demostraba que su individuación les conducía a una moralidad distinta, a modificar su miedo a la muerte, a incrementar la creatividad y a cambiar sus actitudes hacia la guerra mutándolas en actitudes hacia la paz. Realicé algunas investigaciones que apuntalaban cambios importantes.

García, M. (2017). ¿La psicoteràpia transforma la praxis moral? Anuari de Psicologia, 18(2 Monogràfic: L. Kohlberg i D. Kahneman), Article 2 Monogràfic: L. Kohlberg i D. Kahneman. https://doi.org/10.7203/anuari.psicologia.18.2.89

García, M., Elipe Miravet, M., Pinazo, D., & Rosel, J. (2020). Ensayo clínico para reducir la ansiedad y miedo a la muerte. © Journal of Transpersonal Research, En Prensa, 25-42.

García, M. (2017). Confrontar la Muerte, Impacto en la Dimensión Transpersonal y Actitudes Para la Paz Positiva. © Journal of Transpersonal Research, 9 (2), 13-25.

Decidí realizar un trabajo extensivo en una tesis doctoral internacional en Paz, Conflictos y Desarrollo: Experiencias tempranas de violencia. Desarrollo moral y actitudes hacia la paz  (García García, 2020). Se puede consultar en http://hdl.handle.net/10803/668537

Agradezco a todas y todos mis pacientes por el privilegio de compartir el largo viaje iniciático de la relación terapéutica, en el que hemos crecido juntos, y de quienes más he aprendido sobre la realidad de los cambios y mutación de violencia en agresividad y paz. Con ellas y ellos, siento una profunda deuda por haber depositado en mí su confianza. Esta deuda ha sido una motivación para realizar esta investigación. Y agradezco a todos los que participaron en la investigación en España y Colombia.

La investigación era exigente en el sentido de encontrar estructuras latentes que explicasen la complejidad. La diseñé con el objetivo de encontrar estructuras coherentes que explicasen lo mejor posible las condiciones de los sujetos que les van a llevar a estar en dos posibles ejes 1.- Violencia temprana vivida (en fases precoces de la infancia)-trauma-un desarrollo moral heterónomo y una predisposición hacia la guerra ó 2.- Ausencia de violencia temprana y trauma-moralidad autónoma y predisposición hacia una Paz Resiliente. La hipótesis es que el eje 1 es donde se sitúa la mayoría de las personas.

Un análisis de correlación mide la fuerza y dirección de la relación lineal entre dos variables observadas, pero no explica por qué están relacionadas ni qué variable influye sobre cuál, ni permite incluir variables latentes (constructos teóricos no observables directamente). Si correlacionamos autoestima con depresión (medidas por cuestionarios), y obtendremos un r = -0.65 (alta correlación negativa), sabemos que están fuertemente asociadas y que cuando una variable aumenta la otra disminuye. Pero el análisis no nos dice si la baja autoestima causa depresión, o si la depresión reduce la autoestima, ni si ambas están influenciadas por otra variable (p. ej., experiencias de rechazo).

El modelado de ecuaciones estructurales (SEM), de estadística avanzada, permite ir mucho más allá. Incluye la correlación combinada con análisis factorial confirmatorio (para validar constructos latentes) y modelos de regresión múltiple (para estimar relaciones causales). Permite modelar relaciones directas e indirectas entre múltiples variables, observadas y descubre latentes no observadas ni medidas. Además, evalúa el ajuste global del modelo (índices como RMSEA) para comprobar si los datos empíricos sostienen la teoría propuesta. Y también permite controlar errores de medición en las variables observadas.

Imagina que quieres entender por qué los árboles crecen más o menos en un bosque. Un análisis de correlación entre la lluvia y el crecimiento de los árboles encuentra correlación positiva: cuando llueve más, los árboles crecen más. Pero no sabes por qué ni si hay otros factores influyendo. En cambio, un modelo de ecuaciones estructurales te permite dibujar todo el ecosistema: La lluvia afecta la humedad del suelo. La humedad influye en la absorción de nutrientes. Y eso, a su vez, en el crecimiento de los árboles. Así, no solo ves que las cosas están relacionadas, sino cómo se relacionan y en qué dirección, e incluso cuánto contribuye cada una al resultado final.

Disponía de más de 200 variables en una muestra de 540 sujetos. El primer desafío era encontrar un modelo coherente para explicar Paz, como variable latente no observada, seleccionando un grupo de variables que por mi experiencia clínica y la revisión de mucha literatura científica estuviesen relacionadas con Paz. Si se encontraba un modelo coherente, como resultado final, se podrían estudiar los sujetos que encajaban en cada uno de los ejes y cuales habían sido sus condiciones de desarrollo que lo explicaban (apego, empatía, resiliencia, …). Este análisis requería ecuaciones estructurales (SEM).

Método de análisis. Resultado: ¿Sincronicidad?

Estuve una semana relacionándome con las variables, haciendo imaginación activa, dialogando con ellas. Parto de la formación junguiana y en concreto de los estudios de M.L. Von Franz sobre los números como arquetipos. Emergieron 21 variables como fundamentales. Las introduje en el análisis SEM y el modelo resultó coherente con índices estadísticos buenos y además de encontrar esa variable latente (Paz) encontré una dimensión no esperada. En mis hipótesis habría tres dimensiones de la paz: una dimensión interna del sujeto, otra del sujeto relacionándose con los otros y la tercera una dimensión espiritual. La cuarta no la esperaba y era una dimensión acerca de cómo el sujeto se imaginaba que iba a ser la relación con los otros. Esta dimensión tenía más importancia que la dimensión de relación real con los otros.

La sorpresa fue todavía mayor cuando pensando en mejorar la coherencia del modelo y sus índices estadísticos hice varias combinaciones con 8 variables más de las que 4 era probable que influyen positivamente en la paz y cuatro que negativamente. Además, también iba quitando de las 21 originales aquellas que tenían menos peso en el modelo. Todas las combinaciones probadas daban modelos de peor coherencia e índices estadísticos. Estaba asombrado de que las 21 variables escogidas en primera instancia eran las más adecuadas para explicar la Paz.

Claro la pregunta era clara ¿Se había producido alguna interacción sincronística?

¿Qué probabilidad había de elegir la primera la mejor habiendo probado bastantes combinaciones? Muy pequeña. Desde la probabilidad se afirma que las agrupaciones o series de causalidades han de ser consideradas causales mientras no se sobrepasen los límites de la probabilidad. Si así se demostrara implicaría un principio acausal o conexión transversal de sentido.

El diseño SEM busca relaciones causales explicativas, parece antitético a la acausalidad sincronística.

Sin embargo, se dan las circunstancias de un método intensamente emocional de preguntar a lo inconsciente una respuesta a una pregunta -como se entiende la paz- de la que como investigador tenía una imagen vaga e incierta. Esa imagen es reflejada y respondida en una concordancia acausal de significado, sin duda se usa la herramienta científica del análisis estadístico SEM, pero ese es un mediador necesario. La respuesta no es lineal, muestra una complejidad de informaciones entrelazadas, y produjo un impacto emocional y simbólico, una alegría ante el misterio de un acto de creación, que unifica la causalidad y la acausalidad, en la tétrada que he anticipado al hablar de sincronicidad. No se produjo un sesgo de confirmación pues el resultado no era el esperado en la hipótesis de tres dimensiones. Tampoco un sesgo teleológico pues no interpreté que el misterio me respondía a mi como sujeto personal sino a un experimentador que busca una respuesta.

El resto del trabajo de la tesis fue laborioso y fue confirmando varias hipótesis y descartando otras.

A partir de las variables de este constructo de paz se pudieron encontrar más ecuaciones estructurales que fueron aportando una comprensión más compleja. Como aparece en este gráfico también resultado de ecuaciones estructurales.

En este gráfico se ve como variables como miedo a la muerte y moral deontológica forman parte de un modelo SEM en el que aparecen variables que miden aspectos de la muerte, arquetipos como huérfano, gobernante y Thánatos, la paranoia y el self.

Actitudes y funciones junguianas

Las actitudes y funciones son junto a la sombra y los complejos conceptos fundamentales en el paradigma junguiano.

Con el concepto sombra Jung se refiere al material psíquico que no acceda a la consciencia o porque es rechazado o porque no ha sido atendido y desplegado. En su acepción de rechazado se asemeja a lo reprimido del inconsciente personal freudiano. En su acepción no desplegado se refiere a potencialidades del infante que han sido desatendidas en el desarrollo psicoafectivo. La genialidad de Jung al utilizar sombra es múltiple. 1.- Evoca imágenes corporeizadas y manejables más fácilmente que la abstracción del inconsciente reprimido, una imagen alquímica, 2.- Se aprehende el sentido de la proyección psíquica, mejor que en el marco del psicoanálisis clásico. La sombra, lo rechazado, se proyecta en otros. 3.- Se comprenden mejor fenómenos colectivos como el chivo expiatorio, el fanatismo, derivados de una proyección de las sombras personales en lo colectivo, lo que genera una sombra colectiva, que llega a tener una autonomía más allá de los sujetos. Esta sombra colectiva se personifica como el mal absoluto, que deviene arquetipo, que predispone a constelar un complejo de sombra en el sujeto al fusionarse con lo rechazado-reprimid por la consciencia. 4.- Se comprende que el trabajo de reintegrar la sombra proyectada consiste en reconocer la proyección en individuos y colectivos. Ese trabajo de identificar lo proyectado facilita el desarrollo en los sujetos de sus capacidades de cooperación y de paz resiliente. 5.- La integración de la sombra reprimida favorece el despliegue de las potencialidades no desarrolladas, lo que incrementa la creatividad.

Para el estudio de las actitudes y funciones suelo utilizar el cuestionario Myers-Brings (MBTI).

En la siguiente gráfica puede verse la media de las actitudes y funciones tanto en el total de la muestra como en una submuestra de 18 pacientes que he tratado y que hicieron el test en la fase de alta terapéutica.

No voy a detallar los resultados sino un único hecho, el mayor equilibrio entre las actitudes y funciones, además de la mayor puntuación de todas.

Este fenómeno apunta la hipótesis de que la psicoterapia desarrolla funciones secundarias y la inferior y que rebaja el uso prevalente de la función superior. Los sujetos pueden valerse más de una u otra función dependiendo de la tarea a resolver. Aunque la muestra es pequeña es importante este hallazgo, que, además, objetiva lo que ya observamos en la clínica. Sabemos que en la terapia es importante partir de la función inferior y desarrollarla, es un objetivo, y comprobamos que eso dinamiza un equilibrio de todas las funciones.

 

Fumar la pipa de la paz

Después de defender mi tesis ante el tribunal y que este me hubiese dado la calificación les invité a fumar conmigo mi pipa de la paz. Una que me dio un chamán después de participar en varios ritos iniciáticos.

Era bastante coherente y los miembros del tribunal lo aceptaron con sorpresa y agrado y en el aula de la universidad la fumamos con los que habían acudido de público al acto.

En este video puedes ver el rito https://vimeo.com/504021902?fl=pl&fe=sh

Magia y ciencia en la astrología

Magia y ciencia en la astrología

Cuando hago una interpretación astrológica lo que busco es una hermenéutica global haciendo una destilación alquímica al contemplar la relación simbólica entre los movimientos de los astros. Como también soy astrónomo aficionado y he hecho observaciones de campo con telescopios amateurs y también de grandes observatorios, visualizo esos movimientos con imágenes que tengo de los cuerpos a la vez que veo la carta astral de este momento en mi zona geográfica. No es una foto estática, se mueve un poco en 3D. No interpreto para para un signo zodiacal. No es una astrología adivinatoria que condicione o determine.

Mi concepción de la astrología parte de considerar que el movimiento de los astros (física relativista: espacio tiempo, gravedad) tiene una influencia en la información cuántica (mecánica cuántica) que Jung intuyó que podía explicar sus descubrimientos de lo inconsciente colectivo.

Esta información cuántica como queda asociada al movimiento físico de los astros y sus posibles influencias mutuas en el espacio tiempo relativista (gravedad).

¿Qué tiene que ver la mecánica cuántica, con lo inconsciente colectivo en general y con la astrología en particular? Ahí voy.

La experiencia de generaciones humanas que han interpretado el movimiento de los astros (en muchas culturas) deja huella de información cuántica, si el sol y venus son hermanos (en México) o la luna es masculina (en Mesopotamia, en los yanomami), si hay luna de luz y luna de sombra, si se necesitan nueve planetas para entender una totalidad, o tantas otras interpretaciones simbólicas de los astros y su movimiento, todo eso deja huella en lo inconsciente colectivo.

Es el mismo proceso que la idea junguiana de origen de los arquetipos. Provienen de la experiencia humana de generaciones anteriores que han tenido que resolver dilemas existenciales fundamentales: ciclo de vida muerte vida, …. Sin duda que los astros, con sus movimientos, sus influencias en las estaciones, el clima, el bienestar o sufrimientos, los eclipses, los meteoritos que llegan del cielo y destruyen (extinciones masivas, quizás una causa de una futura extinción de la humanidad) o dejan señales que los hacen sagrados -se construyen espadas con metales desconocidos que están en los meteoritos o están en el centro de peregrinaciones religiosas (la Piedra Negra, ubicada en una esquina de la Kaaba en La Meca)-. Ahora se sabe que los meteoritos contribuyen mucho a la vida, tanto, que incluso pudiera ser que la vida en nuestro planeta tenga un origen alienígena.

Conocer el movimiento de los astros ha permitido elegir el momento de las siembras, simbolizarlo de muchas formas como que el sol masculino fecunda la tierra femenina (lo común en culturas solares patriarcales) o de un modo diverso que el sol femenino ilumina los falos de la madre tierra y allí donde termina la sombra de esos falos la tierra se fertiliza. Es la creencia de una cultura antigua, probablemente Muiscas, que construyeron el parque arqueológico de Monquirá, lleno de falos de piedra, orientados astronómicamente, en Leyva, Boyacá, Colombia. Fueron los conquistadores españoles quienes, al ver las hileras de columnas y los monolitos fálicos, no comprendieron su propósito astronómico y sagrado. Al asociar estos símbolos de fertilidad con algo pagano y diabólico, le dieron el apodo de «El Infiernito».

La astrología simbólica ha dejado huella profunda, de modo que cuando los astros se mueven (física relativista) activan la información cuántica, -aún está por comprenderse cómo-, pero esto llega a dinamizar lo inconsciente colectivo y así llega a poder influir en cada sujeto. ¿Cómo? Ya he mencionado que los organismos vivos humanos tienen también una biología cuántica. Un movimiento en la información cuántica colectiva puede, por resonancia mórfica, activar la vibración cuántica de los sujetos que se podrá manifestar en tener activación inconsciente, soñar, vivir experiencias distintas e incluso sincronicidades. La activación en función de los condicionantes del sujeto que le permiten o no ser receptivo a los movimientos simbólicos podrá promover un cierto despertar si el sujeto tiene capacidad simbólica y un grado suficiente de individuación. Pero estos dinamismos pueden llevarle a hipercarga, malestar, activación de la sombra y enfermedades cuando el sujeto tiene un nivel de individuación bajo y una patología alta.

Esta posición de astrología simbólica no tiene nada que ver con la idea de seguidores de la astrología que hablan de determinismos sobre los sujetos, que literalizan, convirtiendo lo simbólico en signos: si has nacido en un signo quedas marcado de una manera por ello, la situación en la que se encuentren los astros hoy te va a condicionar lo que te va a pasar. Sin duda hay muy pocos astrólogos totalmente deterministas pues en general se entiende que, si sabes, y si lo sabes porque conoces tu carta natal y la actual, o consultas a un experto astrólogo, puedes moverte con inteligencia para saber cómo comportarte en el momento más propicio.

Conocer los movimientos astrológicos da poder cuando se pueden usar para aprovechar la influencia simbólica en quien los interpreta. Cristóbal Colon utilizó un almanaque para «predecir» el eclipse lunar del 29 febrero 1505 y convencer a indígenas jamaicanos de que su Dios estaba enojado, asegurando, de esta forma, provisiones para su tripulación. Alejandro Magno aprovechó el eclipse lunar que ocurrió el 20 septiembre de 331 a.C, 11 días antes de la batalla de Gaugamela. Según los relatos del historiador Plutarco, el eclipse fue interpretado por los adivinos de Alejandro como un signo extremadamente favorable: La luna representaba a los persas. El sol (que causaba el eclipse al interponerse) representaba a los macedonios. Por lo tanto, la luna siendo ocultada y enrojecida (tomando el color rojizo típico de un eclipse lunar) significaba la inminente derrota de «sangre» del poder persa. La importancia del evento fue psicológica y religiosa. Mejoró la moral de sus tropas, que vieron en el eclipse una señal divina de victoria. También aterrorizó al ejército persa, para el cual los fenómenos celestes también eran presagios cruciales: un eclipse lunar era generalmente visto como un mal presagio para el gobernante. La estrategia de Alejandro en Gaugamela fue puramente militar y genial, el eclipse fue el espectacular prólogo celestial que supo aprovechar y que la historia añadió a su leyenda.

En un período de tiempo hacía cartas astrológicas de mis pacientes. La natal. La que coincidía con el inicio de su psicoterapia y la que coincidía con el alta psicoterapéutica. Si se estudian los cambios y se consideran que los tres momentos son nacimientos, y los pacientes pueden ver en estos momentos el trabajo realizado y se intensifica la relación con lo simbólico. El segundo nacimiento es el de un viaje iniciático que deconstruye y reconstruye al sujeto y el tercero un viaje a vivir sin ninguna tutela, ni la de los padres, ni la de lo inconsciente colectivo, ni la de los dioses, ni la del terapeuta, la consolidación de una individuación que será un viaje sin mapas para moverse, pero con la confianza de que la nave se podrá llevar con el concurso entre el timonel y las dimensiones mistéricas con las que dialogue en un viaje hacia ninguna Ítaca.

 

Cuando hice la siguiente lectura astrológica me pareció oportuno elegir la fecha de la publicación de este artículo sobre Magia y Ciencia en el día de hoy.

Mañana bajo el velo plateado de la Luna en Virgo, el cosmos teje con hilos de tierra y razón. No es un hechizo, sino una geometría sagrada para el alma, donde Mercurio—mensajero de lo no-dicho—y Marte—guerrero de la verdad—se encuentran en la encrucijada de lo cotidiano, bendecidos por el soplo expansivo de Júpiter. Este gigante benévolo no aplasta, sino que oxigena la psique: convierte el detalle en visión, el gesto pequeño en un lenguaje de confianza, el espacio personal en un territorio de crecimiento mutuo. La psique susurra a través de gestos mínimos y palabras que son puentes, no muros. Es la gracia de lo sencillo que desactiva el drama, amplificada por una confianza sutil en que el entendimiento es posible si lo trabajamos. Júpiter en esta trama es el que susurra: «habla, que el mundo no se acabará». Es la posibilidad de que una charla pendiente no solo ocurra, sino que reconfigure el paisaje afectivo, encontrando no solo un tono justo, sino una amplitud inesperada. Saturno, -que está en oposición- desde su trono de sombras, no viene a castigar, sino a recordar que el amor es un organismo vivo que requiere un esqueleto. Sus anillos no son cadenas, sino círculos de contención que permiten que la emoción no inunde ni evapore el vínculo.

Y es aquí donde Júpiter y Saturno dialogan, no se oponen: Júpiter expande el corazón, Saturno le da la forma para que no estalle. La oposición no es una batalla, sino un equilibrio: la intimidad que no ahoga, la soledad que no aísla, el crecimiento que requiere un soporte por donde enredarse.

Aprovecha este día para bordar con hilos de conciencia esos espacios que habitas. Deja que Júpiter te recuerde la generosidad del tiempo invertido en lo que amas, y que Saturno te enseñe a cercar ese tiempo como un jardín sagrado. Observa cómo el afecto, cuando acepta su estructura, se vuelve resiliente: puede guardar silencios sin volverse hielo, y decir «no» sin renunciar al «sí», porque Júpiter asegura que habrá más oportunidades para el «sí». Se trata, al fin, de la psicología de la respiración cósmica: Inspirar: recibir al otro, con la confianza jupiteriana de que hay abundancia. Pausa: el instante saturnino de quietud donde se digiere la emoción y se honra el límite. Espirar: soltar lo que ya no es tuyo cargar, con la confianza de que el universo es un lugar que sostiene. Se trata, en el fondo, del ritmo esencial de todo lo vivo: inspirar, pausar, espirar. Solo así lo que amamos no expira: se expande. Solo así el amor no muere de asfixia ni de inanición: crece en los intervalos, en los pactos conscientes, en el coraje de habitarte primero, de amarte profundamente, para luego acoger—con las manos abiertas a ….. algún otro caminante que sepa tejer el mismo kilim y quiera hacerlo contigo.  Mikel 17 octubre 2025

Conclusiones

Conclusiones.

Conclusiones.

  1. Magia y Ciencia: una relación dialéctica, no de oposición

La investigación concluye de manera robusta que magia y ciencia no son polos opuestos, sino fases de un mismo proceso cognitivo y evolutivo. El pensamiento mágico actúa como un precursor necesario y un sustrato permanente de la ciencia. Es el «primer borrador» de la realidad, lleno de creatividad y errores, que permite la posterior construcción de modelos científicos rigurosos. La ciencia, por tanto, no anula la magia, sino que la sublima, integrando su capacidad simbólica e imaginativa en la formulación de hipótesis y los saltos creativos, como ilustra el célebre sueño de Kekulé con la estructura del benceno.

  1. El peligro del dogmatismo: cientifismo y literalización mágica

El antagonismo surge no de las esencias de la magia y la ciencia, sino de sus dogmatizaciones. Por un lado, el cientificismo convierte a la ciencia en una ideología rígida que descalifica cualquier otra forma de conocimiento, cayendo en una fe dogmática irónicamente similar al pensamiento mágico que critica. Por otro lado, la literalización de la magia la convierte en superstición, perdiendo su poder simbólico y transformador para reforzar complejos, paranoias y la búsqueda de salvadores externos. Ambas posturas son expresiones inmaduras que niegan la complejidad de la experiencia humana.

  1. Hacia una conciencia integral: la visión de Gebser y Jung

El modelo de Jean Gebser sobre las estructuras de la conciencia (arcaica, mágica, mítica, mental e integral) resulta fundamental. La propuesta es que la evolución no consiste en descartar etapas anteriores, sino en integrarlas. La crisis de la conciencia mental-racional (con su desencantamiento del mundo, fragmentación y nihilismo) exige el surgimiento de una conciencia integral. Esta nueva estructura es capaz de operar con la racionalidad sin negar la unidad participativa de lo mágico, el significado profundo de lo mítico y la perspectiva múltiple. Carl Jung es un faro en este camino, mostrando cómo la psique humana requiere integrar los opuestos (consciente/inconsciente, bien/mal, razón/símbolo) a través del proceso de individuación.

  1. El Inconsciente Psicoide y la Sincronicidad: el puente entre mente y materia

Uno de los aportes más significativos es la profundización en el principio de sincronicidad junguiano. Este no es un mero fenómeno de coincidencia, sino una «coincidencia significativa acausal» que revela una unidad subyacente entre psique y materia. El concepto de inconsciente psicoide actúa como sustrato común, un ámbito preformal donde mente y mundo físico no están separados. Las resonancias con la física cuántica (no-localidad, entrelazamiento, campo unificado) ofrecen un lenguaje científico moderno para comprender estos fenómenos, sugiriendo que el significado puede ser un principio organizador de la realidad tan válido como la causalidad.

  1. La sombra y la individuación: la necesidad de integrar el mal

La obra de Jung, especialmente en «Respuesta a Job», lleva a una conclusión crucial: la necesidad de integrar la sombra. La doctrina teológica de la Privatio Boni (el mal como ausencia de bien) es psicológicamente insostenible. Al escindir el mal y proyectarlo, se fortalece en el inconsciente colectivo y emerge con violencia redoblada (cruzadas, totalitarismos). La verdadera individuación, simbolizada por la figura de Abraxas, exige reconocer y transformar conscientemente la propia potencialidad para el mal, no para actuar con maldad, sino para integrar la totalidad del sí-mismo. Esto representa un paso evolutivo pendiente en la conciencia humana.

  1. Aplicaciones prácticas: psicoterapia, investigación y muerte

El texto demuestra que estos principios no son solo teóricos. En la psicoterapia, la integración de la sombra y el desarrollo de las funciones psicológicas inferiores conducen a una moralidad autónoma, una creatividad incrementada y actitudes resilientes hacia la paz. La investigación doctoral del autor, utilizando modelado de ecuaciones estructurales (SEM), evidencia empíricamente cómo variables psicoespirituales pueden configurar un constructo latente de «Paz». El posible componente sincronístico en el hallazgo del modelo óptimo sugiere la interpenetración de lo acausal en la metodología científica. Finalmente, la perspectiva ante la muerte se transforma: la integración permite afrontar el fin de la vida sin el miedo paralizante a un dios patriarcal juzgador, abriendo la puerta a una espiritualidad más profunda y compasiva.

  1. Magia y Ciencia en el Siglo XXI: una nueva alianza

La conclusión global es un llamado a una nueva alianza. La magia, entendida como la capacidad de operar con símbolos y encontrar significado trascendente, y la ciencia, como el método para comprender los mecanismos del mundo físico, son ambas indispensables. La biología cuántica, la epigenética y las teorías sobre los campos mórficos o la información cuántica (como en la teoría Orch-OR de Penrose y Hameroff) abren puentes concretos donde lo «mágico» y lo «científico» pueden converger. La astrología, por ejemplo, puede reinterpretarse no como un determinismo, sino como un sistema simbólico que, a través de la resonancia con arquetipos colectivos, puede influir en la psique individual.

En definitiva, el texto postula que la madurez de nuestra especie reside en abrazar una «tétrada del mundo» que incluya espacio, tiempo, causalidad y sincronicidad. Solo así podremos sanar la fractura entre el alma y el cosmos, entre el dato y el símbolo, avanzando hacia una existencia más plena, creativa y consciente en un universo que es, a la vez, mecanismo y misterio.

 

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

El Principio de Sincronicidad: entre la psique, la materia y el inconsciente psicoide.

Mikel García García. 16 de octubre 2025

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor

 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Resumen, contenido, palabras clave

Resumen

La Parte B desarrolla una visión actualizada del principio de sincronicidad, integrando perspectivas académicas y simbólico-poéticas. Se propone la sincronicidad como un cuarto principio estructural de la realidad, complementario al espacio, tiempo y causalidad, donde el sentido actúa como conexión acausal entre psique y materia. Esta conexión se fundamenta en el inconsciente psicoide, un sustrato unificador previo a la distinción entre lo interno y externo, lo mental y lo físico.

Desde el enfoque académico, se establece un diálogo entre la psicología junguiana, la física cuántica y la alquimia. La no-localidad y el entrelazamiento cuántico ofrecen un paralelismo con la acausalidad sincronística, sugiriendo un orden implicado (Bohm) o campo unificado donde mente y materia coexisten como expresiones de una misma totalidad. La emoción se identifica como el factor que distingue una sincronicidad auténtica de una mera coincidencia, actuando como resonancia interna que confirma el significado compartido entre evento psíquico y físico.

En la parte simbólico-poética, la sincronicidad se presenta como un acto estético donde el universo se autorrevela a través de coincidencias significativas. El símbolo funciona como lenguaje mediador, traduciendo lo invisible en forma tangible, en una coniunctio oppositorum que une los planos interno y externo. El arte se equipara a la sincronicidad: ambos son manifestaciones de un mismo principio creador donde la totalidad se expresa a través de la conciencia humana.

La propuesta culmina con la tétrada del mundo (espacio, tiempo, causalidad y sincronicidad), invitando a una ciencia del sentido que supere la fragmentación entre sujeto y objeto, razón y espíritu. La sincronicidad, así entendida, no es un fenómeno paranormal, sino la huella de una unidad profunda que se manifiesta cuando la conciencia participa activamente en la revelación de un orden significativo en el cosmos.

 Palabras clave:

  1. Sincronicidad

  2. Inconsciente psicoide

  3. Sentido

  4. Acausalidad

  5. Unus mundus

  6. Coniunctio oppositorum

  7. No-localidad

  8. Entrelazamiento cuántico

  9. Orden implicado

  10. Emoción

  11. Símbolo

  12. Tétrada

Ensayo

Presentación.

El presente trabajo se estructura en dos grandes partes —una revisión teórica y una elaboración propia— con el propósito de actualizar y expandir el principio de sincronicidad formulado por C. G. Jung en diálogo con el físico Wolfgang Pauli.

  1. Revisión del estado del arte

Esta sección revisa los fundamentos conceptuales del principio de sincronicidad según los textos originales de Jung (1952) y su contexto histórico-científico. Y con ideas principales extraídas a modo de apuntes.

Este apartado constituye el estado del arte sobre el concepto, y establece el marco desde el cual se desarrolla la interpretación posterior.

  1. Elaboración.

B.1. Parte académica

En esta parte se propone una lectura actualizada del principio de sincronicidad como un cuarto eje de la realidad —junto a espacio, tiempo y causalidad— que introduce el sentido como principio estructurante.

El texto articula un diálogo entre la psicología analítica, la alquimia, la física cuántica y la neurociencia, proponiendo la sincronicidad como fenómeno de coherencia entre la conciencia humana y el orden del cosmos.

En este marco, se plantea la idea de una posible “ciencia del sentido”, capaz de integrar causalidad y acausalidad, materia y significado, dentro de una comprensión ampliada del ser.

B.2. Parte simbólico-poética.

La segunda parte traduce el contenido teórico en un lenguaje poético y curatorial.
Aquí la sincronicidad se presenta como acto estético y revelación del inconsciente psicoide: un momento en que el alma y el mundo se reflejan mutuamente.
El texto se despliega como una meditación visual y sonora, donde la alquimia, el arte y la física se entrelazan en un mismo gesto creador.

Cada sincronicidad se interpreta como una obra de arte del universo, una resonancia entre el símbolo y la materia, una forma en la que el cosmos se contempla a sí mismo a través de la conciencia humana.

Sentido global del documento.

El conjunto del trabajo propone una visión unitaria del ser donde psique, materia y sentido no se oponen, sino que forman una totalidad dinámica.

La sincronicidad es aquí entendida como la puerta de entrada a esa unidad, un fenómeno liminar donde el inconsciente psicoide manifiesta su poder creador tanto en la ciencia como en el arte.

En su doble vertiente —académica y poética—, el documento busca tender un puente entre el conocimiento racional y la experiencia simbólica, ofreciendo un marco contemporáneo para pensar la relación entre conciencia, cosmos y significado.

Un puente que sirva para comprender y aplicar en la propia individuación y en el trabajo clínico.

A.- Revisión del estado del arte.

Mediante el Principio de sincronicidad (sin- del griego συν-, unión, y χρόνος, tiempo), C. G. Jung intenta dar cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto.

Jung describe casos clínicos en los que se da el fenómeno y precisamente por el asombro de estos eventos empieza a formular el principio.

Será a través de dos de sus escritos de 1952 como expondrá el concepto de sincronicidad:

  • Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.
  • Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son «concordancias significativas acausales».

Para Jung, la sincronicidad es, «la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante…». «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de manera acausal». «Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar».

No puede tratarse en definitiva de causa y efecto, «sino de una coincidencia en el tiempo, de una especie de simultaneidad», de ahí el término sincronicidad. Se describe la sincronicidad «como una relación entre tiempo y espacio psíquicamente condicionada.

Para evitarse malentendidos «lo diferenciaré del término sincronismo, que constituye la mera simultaneidad de dos sucesos».

La acausalidad es esperable cuando parece impensable la causalidad. Ante la causalidad solo resulta viable la evaluación numérica o el método estadístico. Las agrupaciones o series de causalidades han de ser consideradas causales mientras no se sobrepasen los límites de la probabilidad. Si así se demostrara implicaría un principio acausal o conexión transversal de sentido.

Pero esta posibilidad se da solo cuando la psique se observa a sí misma, es decir, a partir de la manifestación de lo inconsciente, de los arquetipos de lo inconsciente colectivo caracterizado como psicoide que tiene la propiedad de Transgresividad.

 

Los casos de coincidencias de sentido parecen sustentarse en una base arquetípica:

  1. El factor emocional resulta ser altamente significativo. La afectividad está basada en el arquetipo.
  2. A su vez existe como característica común cierta imposibilidad.

Constaría así mismo de dos factores:

1.Una imagen inconsciente accede a la consciencia directamente o simbolizada como sueño, ocurrencia o presentimiento.

2.Una situación objetiva en la realidad material coincide con dicho contenido psíquico.

 

Jung aborda ciertos métodos intuitivos (mánticos) de larga tradición: el I Ching oriental y la Geomancia occidental. Dirigirá entonces su interés hacia la Astrología, llevando a cabo un extenso experimento astrológico.

 

La sincronicidad constituye en sí misma «una magnitud sumamente abstracta e inmaterializable». Representa un criterio de comportamiento al igual que el espacio, el tiempo y la causalidad.

Se renunciaría así a la hipótesis de una conciencia asociada a un cerebro vivo, el factor formal sería ajeno a una actividad cerebral. De ahí que se plantee la pregunta de si todo proceso psicofísico tendría como fundamento la sincronicidad y no la causalidad. De esta última se deducen dos posibilidades que ponen en entredicho la experiencia y el entendimiento:

1.Procesos físicos generan la psique.

2.Psique inmaterial que determina procesos físicos.

 

De este modo, la sincronicidad, o disposición acausal o con sentido, representaría una posibilidad de esclarecimiento de la encrucijada cuerpo-alma o paralelismo psicofísico. En esta dirección apunta el «saber absoluto», o sentido absoluto, implícito al fenómeno, caracterizado de trascendental al hallarse en un espacio psíquicamente relativo o continuum espacio-temporal irrepresentable.

 

En conclusión, la clásica imagen física tríadica del mundo compuesta de espacio, tiempo y causalidad se convertiría en una tétrada o cuaternio al unírsele la sincronicidad. Ello posibilitaría un juicio global que se aproximaría a un concepto unitario del ser eliminándose la incompatibilidad entre sujeto y objeto.

 

«La sincronicidad en sentido estricto sólo es un caso especial de un orden general acausal que da lugar a actos de creación en el tiempo»

 

Debe evitarse interpretar toda situación aparentemente sin causa como acausal. La sincronicidad solo acontece cuando ni siquiera es pensable una causa. Es decir, dicha «falta de explicación» incluye:

  1. Una causa desconocida.
  2. Dicha causa no es pensable intelectualmente.

 

Todo fenómeno sincronístico puede clasificarse en tres categorías:

  1. Coincidencia psíquica simultánea del observador con un acontecimiento exterior que se corresponde con dicho estado psíquico sin que medie entre ambos ninguna vinculación causal.
  2. Coincidencia psíquica más o menos simultánea con un acontecimiento exterior distante en el espacio y verificable a posteriori.
  3. Coincidencia psíquica con un acontecimiento distante en el tiempo y verificable a posteriori.

 

En psicología y ciencia cognitiva, el sesgo de confirmación es una tendencia a buscar o interpretar nueva información de manera que confirme las ideas preconcebidas propias y evite información e interpretaciones que contradigan creencias previas. Es un tipo de sesgo cognitivo y representa un error de inferencia inductiva, o como una forma de sesgo de selección hacia la confirmación de la hipótesis bajo estudio o refutación de una hipótesis alternativa. El sesgo de confirmación es relevante en la enseñanza del pensamiento crítico, pues este se ejecuta incorrectamente si un escrutinio crítico riguroso es aplicado sólo para evidenciar el desafío de una idea preconcebida, pero no para evidenciar lo que la apoya.

Wolfgang Pauli fue severamente crítico con el sesgo de confirmación, emprendió algún esfuerzo en investigar el fenómeno, siendo coautor con Jung de una obra sobre el tema. Algunas pruebas que Pauli citó eran que ideas que se producían en sus sueños tendrían analogías sincronísticas en la correspondencia posterior con colaboradores distantes.

Se ha afirmado que la teoría de la sincronicidad de la psicología analítica de Jung es equivalente a la intuición intelectual.

 

Precursores de la sincronicidad, en modos de conciencia mágica.

  1. Filosofía china: el Tao o sentido, Lao-Tsé: Tao Te King. Ch´uang-Tsé. La nada que ordena el mundo sensorial, concepción taoísta de la totalidad, teoría filosófico-natural medieval de la correspondencia, la simpatía de todas las cosas.
  2. Filón de Alejandría: el hombre como microcosmos que contiene las imágenes de las naturalezas de las estrellas.
  3. Plotino: almas individuales procedentes de una única alma universal
  4. Agrippa de Nettesheim: «Omnia plena diis esse»: todo está lleno de dioses. El alma del mundo como espíritu que todo lo penetra.
  5. Johann Kepler cita a Aristóteles: el mundo inferior unido al cielo, sus fuerzas gobernadas desde arriba. Correspondencia fundamentada en la tierra, animada por el anima telluris.
  6. Leibniz: armonía preestablecida o sincronismo absoluto entre sucesos psíquicos y físicos (mónadas).

B.- Elaboración de Mikel Garcia

B.1.- Parte académica

  1. Introducción: del paradigma causal al principio de sentido.

La historia de la ciencia occidental ha estado sostenida por el principio de causalidad: todo fenómeno tiene una causa que lo explica dentro de una cadena lineal de determinaciones. Sin embargo, el siglo XX introdujo una fisura profunda en esta visión: la física cuántica mostró que el comportamiento de la materia no siempre puede describirse mediante relaciones causales. A esta crisis del determinismo se sumó, desde el ámbito de la psicología profunda, la propuesta de Carl Gustav Jung del principio de sincronicidad, una forma de conexión acausal entre eventos psíquicos y materiales unidos por un significado común.

El principio fue desarrollado en estrecha colaboración con el físico Wolfgang Pauli, quien reconocía en los procesos subatómicos una dimensión no causal análoga a la que Jung observaba en el psiquismo. Ambos intentaron, con lenguajes distintos, articular una visión unitaria de la realidad donde mente y materia no se excluyeran, sino que se reflejaran mutuamente.

  1. La sincronicidad en Jung: una conexión acausal de sentido

Jung definió la sincronicidad como “la coincidencia temporal de dos o más sucesos no relacionados causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante”. En otras palabras, un acontecimiento psíquico interno —un sueño, una intuición o un presentimiento— coincide con un hecho externo de manera acausal, pero con un sentido compartido.

Para explicar este tipo de conexión, Jung recurrió a la noción de inconsciente psicoide: una zona liminar entre la psique y la materia, un fondo de realidad común donde ambas se encuentran antes de diferenciarse. El inconsciente psicoide no pertenece estrictamente al mundo interior ni al exterior, sino que constituye el sustrato unificador que posibilita la emergencia simultánea de fenómenos mentales y físicos correlativos.

Desde este punto de vista, la sincronicidad no sería un “milagro” ni una superstición, sino una manifestación estructural del inconsciente psicoide. En ella, el significado actúa como principio organizador de la realidad, tal como la causalidad organiza los procesos físicos.

III. El trasfondo alquímico y místico: el unus mundus

La idea de un fondo unitario entre espíritu y materia tiene raíces antiguas. La alquimia medieval, a la que Jung dedicó extensos estudios, concebía el cosmos como un organismo animado por un principio común, el spiritus mundi. Los alquimistas buscaban la coniunctio oppositorum, la unión de los contrarios —fuego y agua, sol y luna, alma y cuerpo— como símbolo de la totalidad.

Jung reinterpretó esta tradición en términos psicológicos: la coniunctio corresponde al proceso de individuación, y la materia alquímica a las imágenes del inconsciente. En este marco, el inconsciente psicoide cumple la función del spiritus mercurialis: mediador entre lo visible y lo invisible, entre la mente consciente y el mundo material.

Cuando un fenómeno sincronístico ocurre, el unus mundus —la realidad una e indivisible— se hace momentáneamente visible. La sincronicidad es, así, una epifanía de la unidad subyacente del ser, una grieta en la percepción dualista que separa al sujeto del mundo.

La “coincidencia significativa” es un momento de coniunctio —la unión de opuestos— donde la realidad se muestra como totalidad indivisible.

Por eso Jung consideraba la sincronicidad no solo un fenómeno psicológico, sino un acto de creación en el tiempo, es decir, una irrupción del orden invisible en la trama de los acontecimientos.

  1. Correspondencias cuánticas: acausalidad y totalidad

La física cuántica ha introducido un modo de pensar que resuena con la intuición junguiana y permiten reinterpretar la sincronicidad desde un lenguaje científico actual (sin reducirla). Entrelazamiento cuántico y la no-localidad como analogías del vínculo acausal: Dos partículas entrelazadas mantienen correlaciones instantáneas sin mediación causal, incluso separadas por grandes distancias. Esta “no-localidad” recuerda la acausalidad jungiana. Si se considera que mente y materia emergen de un mismo campo fundamental, las sincronicidades podrían verse como resonancias cuántico-arquetípicas entre niveles distintos de ese campo. Este fenómeno, descrito por Einstein como “acción fantasmagórica a distancia”, sugiere un tipo de orden no local que trasciende el espacio y el tiempo.

Campo unificado / información cuántica: David Bohm, en su interpretación del “orden implicado”, propuso que las partículas no son entidades separadas, sino manifestaciones desplegadas de una totalidad subyacente. Esa totalidad —el campo cuántico— contendría implícitamente toda la información del universo. En un sentido profundo, el inconsciente psicoide junguiano podría entenderse como análogo psicológico de ese orden implicado: un campo de potencialidad donde lo mental y lo material coexisten en estado de latencia. Ervin Laszlo (campo akáshico) ofrece también un marco para pensar la sincronicidad como manifestación de un orden subyacente de información que conecta todos los sistemas. Jung intuía algo similar cuando afirmaba que la sincronicidad implicaba un “saber absoluto” o “sentido trascendental”.

Asimismo, la noción de “colapso de la función de onda” introduce la idea de que el acto de observación participa en la configuración de la realidad. En una sincronicidad, el sujeto no es un espectador pasivo, sino parte del sistema total que genera el evento. La conciencia y el mundo se codeterminan en un mismo acto de revelación de sentido. En la mecánica cuántica, el acto de observación no es pasivo; el observador participa en la configuración del fenómeno. De modo análogo, en la sincronicidad, la conciencia del observador es parte del sistema: el acontecimiento externo cobra sentido solo en relación con su estado interno.

  1. Neurociencia, emoción y coherencia del significado

El fenómeno sincronístico podría confundirse con el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia del cerebro a reconocer patrones que confirmen creencias previas. El sesgo de confirmación puede confundir coincidencias ordinarias con sincronicidades. Lo mismo que lo mismo que el sesgo teleológico creyendo que todo lo que sucede tiene un sentido para quien lo observa.

Sin embargo, Jung subraya que la sincronicidad no es una mera coincidencia interpretada subjetivamente: se distingue por su carga afectiva intensa y por el carácter transformador de la experiencia. El sujeto que experimenta el fenómeno necesita tener una capacidad simbólica para aprovecharlo en una ampliación del yo y la conciencia. En ocasiones el fenómeno puede regredir al sujeto a un estado disfuncional, en sus relaciones, mundo interno e incluso generando enfermedades somáticas en su cuerpo o alteraciones graves en sus relaciones o personas vinculadas, a veces esto se denomina sincronía negativa.

Las neurociencias actuales sugieren que los estados de alta significación emocional se asocian a picos de coherencia neuronal entre regiones corticales y límbicas. Esto podría corresponder a momentos en los que la mente alcanza un estado de resonancia simbólica con el entorno. En tal estado, el inconsciente psicoide podría funcionar como un “campo de coherencia” donde las configuraciones internas y externas se sincronizan bajo un mismo patrón informacional.

  1. Hacia una ciencia del sentido.

La sincronicidad desafía el paradigma científico tradicional porque introduce el significado como principio organizador de los fenómenos. No se trata de negar la causalidad, sino de ampliarla. Mientras la causalidad explica cómo las cosas ocurren, la sincronicidad se pregunta por qué adquieren sentido. La realidad no se reduce a causalidad lineal, sino que incluye dimensiones de resonancia de significado.

Autores contemporáneos como Ervin Laszlo o Rupert Sheldrake han propuesto teorías del campo informacional o campos mórficos que podrían servir de puente entre la mente y la materia. En estos modelos, la información o el sentido actúan como un principio estructurante no local, semejante al inconsciente psicoide junguiano. La psique y la materia no son entidades separadas, sino expresiones complementarias de un campo unificado.

La integración de estos enfoques apunta hacia una física de la mente, donde la realidad es concebida como una red de procesos informacionales interdependientes, y donde los símbolos y las experiencias de sentido poseen eficacia ontológica.

Los fenómenos sincronísticos serían momentos en los que la totalidad se autorrefleja, permitiendo que el individuo perciba el tejido invisible que lo conecta con el cosmos.

En lenguaje actual, podríamos decir que la sincronicidad revela un orden cuántico de la conciencia, donde la información y la materia son intercambiables, y donde el símbolo actúa como puente operativo entre niveles de realidad.

VII. La tétrada del mundo

Jung propuso que el mundo no puede comprenderse plenamente mediante la tríada clásica de espacio, tiempo y causalidad. Es necesario añadir un cuarto elemento: la sincronicidad, como principio acausal de conexión significativa. Con esta ampliación, el universo se presenta como una tétrada viva, donde cada fenómeno puede ser leído tanto causal como simbólicamente. Una propuesta consiliente, antitética al reduccionismo, que enfatiza la complejidad.

La clave está en la noción de inconsciente psicoide, una forma intermedia entre lo psíquico y lo material, que tiene la propiedad de la Transgresividad (paso de información de una a otra parte). Este inconsciente psicoide es un arquetipo, ha sido percibido por pensadores anteriores a Jung, con explicaciones coherentes a estadios de la conciencia arcaica o mágica.  También estructura la realidad objetiva, operando como patrón de organización simbólica en ambos planos.

En este sentido, el fenómeno sincronístico sería una manifestación del inconsciente colectivo en el mundo físico: una “concordancia significativa” que revela que ambos planos —mente y materia— son expresiones distintas de una misma totalidad.

El inconsciente psicoide representa el fondo común del que emergen ambos modos de conexión. Es el ámbito preformal donde la psique y la materia son aún inseparables. Las sincronicidades serían entonces actos de creación en el tiempo, momentos en que la totalidad se autorrefleja a través de la conciencia humana.

En un plano epistemológico, el principio de sincronicidad nos invita a trascender la fragmentación entre ciencia y espíritu, razón y mito, sujeto y objeto. En un plano existencial, nos recuerda que cada experiencia significativa es también una participación en el tejido invisible del cosmos.

 

B.2. Parte simbólico-poética

 

El hilo invisible: sincronicidad y el inconsciente psicoide

 

Hay momentos en que el mundo se inclina hacia nosotros,

como si respondiera a una pregunta que nunca dijimos en voz alta.

Un pensamiento, un sueño, una imagen interior…

y entonces, una señal externa, un suceso, un gesto del azar

que resuena en la misma frecuencia de sentido.

Eso que Jung llamó sincronicidad —la coincidencia significativa sin causa—

es una grieta luminosa en la continuidad del tiempo,

un espejo donde el alma reconoce que también es materia.

 

El inconsciente psicoide: raíz común de todas las formas

 

Para Jung, la sincronicidad no era un capricho del azar,

sino la huella de una unidad más profunda entre el mundo interno y el externo.

En el fondo de ambos palpita un mismo tejido:

el inconsciente psicoide,

una dimensión anterior a toda separación,

donde la psique y la materia aún no se distinguen.

 

Desde allí emergen las imágenes que soñamos

y los sucesos que parecen responder a nuestros sueños.

No como causa y efecto,

sino como dos reflejos simultáneos de una misma corriente.

El sentido no es producto del pensamiento,

sino el modo en que el universo se reconoce a sí mismo en nosotros.

 

El lenguaje del símbolo y la alquimia del encuentro

 

En la alquimia, el mercurio era el espíritu que mediaba

entre el fuego y la tierra, entre lo volátil y lo sólido.

Así actúa el inconsciente psicoide:

como un mercurio interior que une las orillas del alma y del cosmos.

 

Cada sincronicidad es una coniunctio,

una unión de opuestos donde el sujeto y el mundo se funden.

Durante un instante, el unus mundus —el mundo uno—

se revela a través de una coincidencia que no puede explicarse,

solo experimentarse.

 

El símbolo es su lenguaje.

No describe: enlaza.

Es un puente que traduce lo invisible en forma,

la emoción en materia,

el arquetipo en acontecimiento.

 

Resonancias cuánticas: la materia que piensa

 

Las nuevas físicas han empezado a hablar en susurros alquímicos.

El entrelazamiento cuántico une partículas separadas por años luz,

como si recordaran su origen común.

En el fondo, la materia se comporta como si supiera algo de sí misma.

David Bohm la llamó “orden implicado”:

un océano invisible donde todo está ya conectado

antes de desplegarse en la forma.

 

Quizás el inconsciente psicoide sea eso mismo en la psique:

un campo profundo de coherencia,

un orden implícito donde pensamiento y materia son una sola onda.

Cuando ocurre una sincronicidad,

ese orden invisible se pliega momentáneamente hacia la superficie,

y la realidad se organiza no por causa,

sino por significado.

 

La emoción como brújula del sentido

 

No toda coincidencia es una sincronicidad.

Solo aquellas que nos tocan el corazón,

que producen una vibración de asombro o certeza interior,

pertenecen a ese orden acausal.

 

La emoción no es un error cognitivo,

sino el órgano del alma para reconocer el sentido.

En el instante sincronístico,

la mente y el mundo laten al unísono:

una coherencia viva entre el ritmo del pensamiento

y la música secreta de las cosas.

 

La ciencia del alma y la estética del cosmos

 

Jung y Pauli imaginaron una ciencia que no expulsara al espíritu,

ni una mística que negara la razón.

La sincronicidad era para ellos la puerta hacia una nueva epistemología,

donde el conocimiento se produce en la relación, no en la distancia.

 

En el laboratorio del alma, el observador y lo observado se transforman mutuamente.

El símbolo es la materia prima de esa alquimia:

no explica, sino que une.

En el arte, como en la sincronicidad,

el sentido aparece cuando algo invisible se hace forma

y algo íntimo se hace mundo.

 

El cuarto elemento

 

Durante siglos pensamos la realidad como una tríada:

espacio, tiempo y causalidad.

Jung añadió un cuarto principio: la sincronicidad,

la dimensión del sentido.

 

En esa tétrada, el inconsciente psicoide ocupa el centro,

como matriz del ser.

Desde allí brotan tanto las leyes del cosmos como los sueños humanos.

Y quizás, cuando una sincronicidad ocurre,

no sea el universo el que nos responde,

sino la totalidad que, por un instante,

se ve a sí misma a través de nuestros ojos.

 

Epílogo: arte como sincronicidad

 

Toda obra de arte es una forma de sincronicidad:

una materia que se deja habitar por el espíritu,

una imagen que revela una correspondencia invisible.

 

El artista no inventa, sintoniza.

Escucha el murmullo del inconsciente psicoide,

ese campo donde el tiempo y el alma aún no se han separado,

y traduce su vibración en forma, color o sonido.

 

La creación —como la sincronicidad—

es un acto en el que el universo se sueña a sí mismo.

Conclusiones

Conclusiones.

Hacia una Ciencia del Sentido

  1. La sincronicidad como cuarto principio: Se consolida como un pilar ontológico complementario al espacio, tiempo y causalidad, permitiendo una comprensión integral de la realidad donde el significado organiza conexiones acausales.
  2. Naturaleza del inconsciente psicoide: Este sustrato transgresor actúa como campo unificado previo a la distinción mente-materia, explicando cómo los arquetipos se manifiestan simultáneamente en lo psíquico y lo físico.
  3. Integración ciencia-espiritualidad: La física cuántica (no-localidad, entrelazamiento) y la alquimia (unus mundus) proporcionan marcos coherentes para entender la sincronicidad sin reduccionismos, validando su base en un orden implicado de la realidad.
  4. La emoción como validador: La carga afectiva intensa diferencia las sincronicidades auténticas de las coincidencias banales, funcionando como un órgano de percepción simbólica que certifica la resonancia de significado significado.
  5. Epistemología de la participación: El observador es parte activa del fenómeno sincronístico, en un diálogo co-creativo donde conciencia y mundo se reconfiguran mutuamente.
  6. Manifestación artística: El arte y la sincronicidad comparten esencia: ambos son actos de traducción de lo invisible a lo visible, donde el símbolo media entre el espíritu y la materia.
  7. Trascendencia de opuestos: La sincronicidad opera como coniunctio oppositorum, disolviendo las dicotomías sujeto-objeto y razón-espíritu hacia una visión unitaria del ser.
  8. Aplicabilidad transformadora: Reconocer este principio permite trabajar con las sincronicidades como herramientas de individuación e indicadores de coherencia psico-cósmica en el desarrollo humano.
Rescatadores altruistas. Arquetipo Cuidador y Complejo de Salvador

Rescatadores altruistas. Arquetipo Cuidador y Complejo de Salvador

Rescatadores altruistas. Arquetipo Cuidador y Complejo de Salvador

Mikel García García. 15 de octubre 2025

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Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

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Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Resumen, contenido, palabras clave

Resumen

El texto explora la dinámica psicológica entre el Arquetipo Cuidador y el «Complejo del Salvador», este último entendido desde una perspectiva junguiana como la identificación patológica del ego con el arquetipo del Cuidador. El complejo se caracteriza por una inflación del ego donde el rescatador construye su identidad alrededor del acto de salvar, movido por motivaciones inconscientes como el deseo de reconocimiento, éxito o la proyección de sus propias heridas.

El documento analiza las raíces culturales y religiosas de este complejo, figuras como Cristo, el héroe cultural Prometeo, el chamán y el Bodhisattva, mostrando cómo estas representaciones colectivas pueden, por un lado, alimentar el complejo si hay identificación. Se enfatiza especialmente la figura del terapeuta, quien es particularmente vulnerable a caer en el rol de salvador debido a las proyecciones del paciente, riesgo que se mitiga con un trabajo personal profundo (la «nekyia» o descenso a los propios infiernos) que transforme al terapeuta en un testigo compasivo y un facilitador que «sostiene el espacio» de curación (temenos) sin dirigirlo.

La conclusión subraya que la verdadera sanación, ya sea en chamanes, bodhisattvas o terapeutas, requiere un viaje iniciático de autoconocimiento e integración de la sombra. De lo contrario, el complejo no solo lleva al agotamiento del cuidador, sino que puede perpetuar dinámicas de dependencia y convertirse en un lucrativo negocio que explota la necesidad de ser salvado, impidiendo procesos genuinos de individuación y sanación.

 Palabras clave: Altruismo, Complejo de Salvador, Arquetipo del Cuidador, Jung, Individuación, Sombra, Inflación del Ego, Contratransferencia, Temenos, Chamanismo, Bodhisattva, Sanador Herido.

Summary

The text explores the psychological dynamic between the Caregiver Archetype and the «Savior Complex,» the latter understood from a Jungian perspective as the pathological identification of the ego with the Caregiver archetype. The complex is characterized by an ego inflation where the rescuer builds their identity around the act of saving, driven by unconscious motivations such as the desire for recognition, success, or the projection of their own wounds.

The document analyzes the cultural and religious roots of this complex through figures like Christ, the cultural hero Prometheus, the shaman, and the Bodhisattva, showing how these collective representations can, on one hand, fuel the complex if identification occurs. It places special emphasis on the figure of the therapist, who is particularly vulnerable to falling into the savior role due to patient projections—a risk mitigated only by deep personal work (the «nekyia» or descent into one’s own underworld) that transforms the therapist into a compassionate witness and a facilitator who «holds the space» for healing (temenos) without directing it.

The conclusion underscores that true healing, whether for shamans, bodhisattvas, or therapists, requires an initiatory journey of self-knowledge and shadow integration. Otherwise, the complex not only leads to caregiver burnout but can also perpetuate dependency dynamics and become a lucrative business that exploits the need to be saved, hindering genuine processes of individuation and healing.

 

Keywords: Altruism, Savior Complex, Caregiver Archetype, Jung, Individuation, Shadow, Ego Inflation, Countertransference, Temenos, Shamanism, Bodhisattva, Wounded Healer.

Laburpena

 

Testuak Zaindaritzaren Arkitektipoaren eta «Salbatzaile Konplexuaren» arteko dinamika psikologikoa aztertzen du, azken hau ikuspegi jungiarretik ulertuz egoaren eta Zaindaritzaren arkitektipoaren arteko identifikazio patologiko gisa. Konplexuak egoaren puztura ezaugarritzen du, non salbatzaileak bere identitatea salbatze-ekintzaren inguran eraikitzen duen, aitortzaren nahia, arrakasta edo bere zaurien proiekzioa bezalako motibazio inkontzienteek bultzatuta.

 

Dokumentuak konplexu honen sustrai kultural eta erlijiosoak aztertzen ditu, hala nola Kristo, Prometeo heroi kulturala, xamana eta Bodhisattva figurak erabiliz, erakutsiz nola errepresentazio kolektibo hauek, batetik, konplexua elika dezaketen identifikazioa gertatzen bada. Bereziki azpimarratzen da terapeutaaren figura, pazienteen proiekzioengatik salbatzailearen rola hartzeko oso sentikorra dena, arrisku hau gainditzeko lan pertsonal sakorra behar duena («nekyia» edo norberaren infernurako jaitsiera), terapeuta lekuko errukitsua eta erraztaile bihurtuz, sendaketa espazioa («temenos») eusten duena baina zuzendu gabe.

 

Ondorioak azpimarratzen du sendaketa benetakoak, xaman, bodhisattva nahiz terapeutentzat, autoezagutza eta itzalaren integraziorako bidaia iniziatikoa eskatzen duela. Bestela, konplexuak ez du zaintzailearen agortzea eragiten baizik eta mendekotasun-dinamikak iraunarazten ditu eta salbatu beharra ustiatzen duen negozio erakargarri bihur daiteke, norberatze eta sendaketa prozesu benetakoak oztopatuz.

 

 

Gako-hitzak: Altruismoa, Salbatzaile Konplexua, Zaindaritzaren Arkitektipoa, Jung, Norberatzea, Itzala, Egoaren Puztura, Kontratransferentzia, Temenos, Xamanismoa, Bodhisattva, Sendatzaile Zauritua.

Ensayo

Rescatadores y altruismo.

A contracorriente del clima social imperante, unos individuos salvan a otros. ¿Por qué? ¿Qué mueve a los rescatadores? Pudieron ser simples espectadores, o pudieron quedar atrapados en «la fatiga de la compasión» (Sennett, 2009), o despeñarse en la resignación del horror. ¿Qué los hizo pasar a rescatadores?

Samuel y Pearl Oliner (1992) manejan el concepto de personalidad altruista, esto es, «cierta predisposición de un individuo para actuar desinteresadamente por otros y esta característica se desarrolla tempranamente en la vida». Señalan que este es un elemento importante, pero «… el rescate requiere más que la predisposición al altruismo, requiere el reconocimiento de las responsabilidades hacia los demás, despertando hacia la acción bajo severas condiciones».

Es conveniente tener en cuenta que «la solicitud de ayuda» es a menudo citada como el factor crítico para que se produzca la respuesta de rescate. Es el momento cuando el rescatador define su accionar.

El altruismo se define por la noción de comportarse desinteresadamente sin expectativa de recompensa. Se puede manifestar en innumerables rasgos como la generosidad, la compasión, la nobleza y la filantropía.

El altruismo predice el éxito del apareamiento en los humanos. Psicólogos de la Universidad de Guelph y la Universidad de Nipissing (Arnocky et al., 2016) descubren vínculos fuertes entre altruismo y el éxito sexual mediante la realización de dos experimentos que analizaban las historias sexuales de los participantes junto con sus tendencias altruistas. En el primer experimento, los participantes que se valoraron positivamente en rasgos altruistas tenían mayor número de parejas sexuales ocasionales y tuvieron relaciones sexuales con mayor frecuencia. También fueron vistos como más deseables para el sexo opuesto. En el segundo estudio, se les preguntó a los participantes si estarían dispuestos a donar ganancias financieras ficticias a un tercero, aquellos que dijeron que donarían tenían más parejas sexuales. Se controlaron factores de personalidad (Big Five personality dimensions), narcisismo -Inventario de personalidad narcisista (NPI)- (Ames, Rose, & Anderson, 2006) y deseabilidad social (BIDR, Paulhus, 1988). Las dimensiones de la personalidad (Big Five personality dimensions), que se ha demostrado que se correlacionan con el altruismo (Johnson et al., 1989). Por ejemplo, la extraversión se ha relacionado consistentemente con el aumento del comportamiento sexual en muchas regiones del mundo (pero no en todas) (Schenk & Pfrang, 1986). El narcisismo puede inflar el altruismo autoinformado y la deseabilidad autoinformada.

Estos hallazgos respaldan investigaciones previas sobre diversas poblaciones de cazadores-recolectores, que muestra que los hombres que cazan y comparten carne, incluso con no parientes, disfrutan de un mayor éxito reproductivo (Hill & Kaplan, 1988; E. A. Smith, 2004). En las culturas industrializadas modernas, la investigación ha demostrado que los individuos informan sobre preferir compañeros altruistas (Barclay, 2010).

Es sugerente la propuesta acerca de los componentes instintivos de la reciprocidad (Suchak & de Waal, 2012) en la que los autores prueban que los monos capuchinos comprenden la ventaja de la reciprocidad y la actúan sin la carga cognitiva negativa (de muchos humanos) que la frena.

Charles R. Figley 1995 («compassion fatigue: coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat the traumatized»). Fatiga por compasión es el costo natural de cuidar a otros, un estrés traumático secundario que resulta de la exposición prolongada a personas traumatizadas. lo definió como un estado de agotamiento y perturbación biopsicosocial resultante de la ayuda prolongada a personas vulnerables o sufrientes.

Laurie Anne Pearlman y Karen W. Saakvitne en 1995 en su libro «trauma and the therapist: countertransference and vicarious traumatization in psychotherapy with incest survivors» acuñan el concepto trauma vicario, para describir la transformación profunda y permanente en la psicología del terapeuta como resultado de la exposición empática al material traumático de sus clientes. Se centra en cambios en la cosmovisión, las creencias y la identidad, como una pérdida de fe en la justicia o la seguridad en el mundo.

Beth H. Stamm en 2002 publica acerca de calidad de vida profesional y estrés traumático secundario. Integra tanto los aspectos positivos (satisfacción por compasión) como los negativos (fatiga por compasión) del trabajo de ayuda. su modelo conceptualiza la fatiga por compasión como la combinación de burnout y estrés traumático secundario. creó la escala ProQOL (Professional Quality of Life), una herramienta ampliamente utilizada para medir estos constructos. La versión más reciente es la ProQOL-5. Está diseñada como una herramienta de autocontrol para que los profesionales reflexionen sobre su bienestar y como una guía para iniciar conversaciones sobre el autocuidado.

Byung-Chul Han diagnostica nuestra era contemporánea como un cambio desde la «sociedad disciplinaria» de Michel Foucault (en Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, 2014) hacia lo que él llama la «sociedad del rendimiento» o «la sociedad del cansancio» (2012). En este nuevo paradigma, el problema principal ya no es la represión externa por un soberano, sino una presión internalizada para lograr constantemente más y optimizarnos a nosotros mismos. Del «deber» al «poder»: la antigua sociedad disciplinaria operaba con prohibiciones y mandatos de una autoridad externa («no debes», «debes»). En contraste, la sociedad del rendimiento opera a través de un mandato positivo e internalizado de «¡sí, puedo!». Nos impulsa la ilusión de la posibilidad ilimitada y el imperativo de realizar todo nuestro potencial.

El sujeto autoexplotado: en este sistema, el individuo se convierte a la vez en el explotador y el explotado. No somos forzados por un dueño de fábrica; nos explotamos a nosotros mismos de forma voluntaria y entusiasta, persiguiendo mayores logros, un mejor currículum y más «me gusta» en las redes sociales. Esto es lo que han llama «autoexplotación». Las patologías del rendimiento: esta constante autooptimización y la confrontación con nuestro propio potencial ilimitado conduce a dolencias psicológicas específicas. Han identifica la depresión, el burnout y el trastorno límite de la personalidad como las enfermedades características de nuestro tiempo. Describe famosamente la depresión como el «cansancio de ser uno mismo».

Arquetipo cuidador y complejo de salvador.

Desde psicoanálisis junguiano, el «Complejo del Salvador» puede entenderse como una manifestación poderosa, y a veces problemática, de un arquetipo activo en la psique: El Arquetipo del Cuidador.

1.- Cuidador y la sombra colectiva

El impulso de rescatar surge, en primer lugar, de la activación del arquetipo del Cuidador. Este es un patrón universal de comportamiento que impele a proteger, sanar y rescatar. En su forma más pura y genuina, se manifiesta como el altruismo descrito por Oliner: una «predisposición» que se desarrolla tempranamente y que responde a un reconocimiento profundo de la responsabilidad hacia el otro.

Sin embargo, Jung advirtió que cuando un arquetipo domina excesivamente la conciencia, puede inflarse el ego y dar lugar a un «complejo». El complejo salvador. El Complejo del Salvador es la captura de este impulso arquetípico por parte de un ego inflado que no ha reconocido su sombra.

El rescatador no solo actúa por el bien del otro, sino que su identidad se construye alrededor del acto de salvar. Aquí, el texto sobre el éxito reproductivo del altruismo es crucial.

Según entiendo yo diría que este comportamiento, aparentemente desinteresado, está cargado de energía psíquica (libido) que busca una realización, no necesariamente consciente. El estudio de Arnocky et al. (2016) revela la sombra del complejo: el impulso salvador puede estar teñido por motivaciones inconscientes de deseabilidad social, estatus, éxito de apareamiento y una forma de narcisismo que se alimenta de la gratitud y la admiración ajena. El rescatador, desde esta sombra, no solo salva a la víctima, sino que se salva a sí mismo de la insignificancia o de confrontar sus propias carencias.

  1. La proyección y la dinámica de la sombra.

Un mecanismo central en el complejo del salvador es la proyección. El rescatador proyecta su propio arquetipo de «víctima interior» o su «sombra vulnerable» en la persona que sufre. Al rescatar al otro, está simbólicamente intentando rescatar esa parte fragmentada y desvalida de su propia psique. La «solicitud de ayuda», citada como el factor crítico, es el gatillo que activa esta proyección: la psique del rescatador la interpreta como una llamada a sanar su propio conflicto interno.

La «fatiga de la compasión» de la que habla Sennett (2009) podría verse, desde una óptica junguiana, como el colapso del ego inflado. Cuando el rescatador se da cuenta de que no puede salvar a todos o de que su acción no produce la gratificación interna o externa que esperaba, el complejo se quiebra, llevándolo al agotamiento y la resignación.

  1. Individuación vs. inflación del ego

El verdadero trabajo del rescatador, en un camino junguiano, no es salvar a otros, sino integrar el impulso cuidador en su proceso de individuación. Esto significa:

Reconocer la sombra: Admitir las motivaciones inconscientes (deseo de reconocimiento, éxito sexual, poder) detrás del altruismo. El apartado sobre altruismo señala acertadamente que el narcisismo puede inflar el altruismo autoinformado.

Retirar la proyección. Comprender que, al salvar a otros, también está intentando salvarse a sí mismo. Debe enfrentar su propia vulnerabilidad y heridas internas directamente, sin proyectarlas en el mundo exterior.

Actuar desde el sí-mismo. Transformar el «complejo del salvador» en una expresión auténtica del arquetipo del cuidador. En lugar de actuar desde una inflación del ego («yo soy el salvador»), actúa desde una conexión con el sí-mismo, donde el acto de ayuda surge de una totalidad integrada y no de una necesidad neurótica. La acción deja de ser una búsqueda de recompensa (incluso evolutiva) para convertirse en un flujo natural de compasión.

La referencia final a los monos capuchinos que actúan con reciprocidad sin «la carga cognitiva negativa» que frena a los humanos es profundamente junguiana: esa «carga» es precisamente el conflicto interno, la sombra y la neurosis que complican el impulso humano de ayudar. La meta no es eliminar el impulso de rescatar, sino rescatar al propio impulso de las garras del complejo, permitiéndole convertirse en una fuerza de genuina curación tanto para el individuo como para la colectividad.

Raíces culturales y religiosas del complejo salvador. Héroes, redentores, chamanes, terapeutas.

1. El redentor cósmico: Cristo y el sacrificio expiatorio

La figura de Jesucristo es la expresión más pura y potente del complejo cultural del salvador en la cultura occidental, además se ser un héroe.

Proyección Colectiva. La historia de Cristo—el Hijo de Dios que desciende al mundo material (la encarnación), sufre y muere para redimir los pecados de la humanidad—es la proyección colectiva más clara del anhelo de la psique por ser salvada de su propia fragmentación y conflicto interno (la sombra). La religión enfatiza una lectura literal del mito sacrificial y acultura en esta línea, impidiendo la función del símbolo.

El Peligro del Complejo. El complejo del salvador se activa cuando el individuo, en lugar de ver a Cristo como un símbolo interno de transformación (el «Cristo interior»), se identifica con el arquetipo. Esto crea una inflación psicológica: la persona cree ser un redentor, cargando con los «pecados» (problemas, cargas) de los demás de manera masoquista y grandiosa. Se sacrifica no por amor, sino por una necesidad neurótica de cumplir un rol divino. El «salvador» puede ser destruido por la misma colectividad que busca salvar, o puede sentirse traicionado cuando su sacrificio no es apreciado.

2. El Héroe Cultural. El cuidador que trae el conocimiento.

Muchas mitologías, incluidas las indígenas, tienen figuras de héroes culturales que no mueren por los demás, sino que roban o traen un conocimiento para la comunidad (el fuego, las plantas sagradas, la agricultura). Prometeo es el ejemplo griego clásico.

Función Psicológica. Este héroe representa la capacidad del ego consciente (el héroe) de adentrarse en el inconsciente (el reino de los dioses) y traer a la conciencia un contenido valioso (un «complexio oppositorum», una unión de opuestos) que transforma la comunidad psíquica.

Alimentando el complejo salvador. La identificación con este arquetipo lleva a individuos a creer que son los «portadores de una verdad» que debe ser impuesta a los demás para «salvarlos» de su ignorancia. El misionero fanático, el gurú iluminado o el activista radical que no tolera otras visiones pueden actuar desde esta sombra del héroe.

3. El Chamán y las plantas sagradas. El cuidador como sanador mediador.

En las tradiciones indígenas, la figura del chamán es crucial para entender una expresión más integrada del arquetipo.

El viaje al Inframundo. A diferencia del redentor que muere una vez y para siempre, el chamán «muere» y «resucita» simbólicamente en cada trance. Su viaje al mundo de los espíritus (el inconsciente colectivo) guiado por plantas sagradas (enteógenos) no es para redimir a toda la humanidad, sino para restaurar un equilibrio perdido en un individuo o en la tribu. La Planta como Deidad y Puente. Las plantas sagradas (Ayahuasca, Peyote, Amanita Muscaria, Yopo, …) son vistas como deidades o espíritus maestros. Desde la perspectiva junguiana, son símbolos de transformación psíquica que facilitan un diálogo con los contenidos del inconsciente. El chamán no se identifica con el arquetipo del cuidador: es un mediador. Su poder no es propio, sino que lo recibe de las «plantas-deidad» y del mundo espiritual. Él canaliza la fuerza salvadora, no la personifica.

El riesgo de inflación. Incluso aquí existe el peligro del complejo. El chamán o el participante moderno en ceremonias de plantas medicinales puede inflarse, creyendo que el poder de la planta es suyo propio, convirtiéndose en un «gurú» que depende de la adoración de sus seguidores. La verdadera maestría chamánica, sin embargo, reside en la humildad y el servicio.

4.- El Bodhisattva como arquetipo del cuidador.

El Bodhisattva es un ser que ha generado el Bodhichitta (la mente del despertar) y pospone su propia entrada al Nirvana final (Parinirvana) por el compromiso de trabajar hasta que todos los seres sensibles estén liberados del sufrimiento (rueda del Samsara).

La Compasión (Karuna) y la Sabiduría (Prajna): Unión de Opuestos. Desde la visión junguiana, el Bodhisattva representa la síntesis perfecta de dos principios: El Anima (Compasión – Karuna). El principio de conexión, cuidado por todos los seres. Es el impulso emocional y relacional hacia el alivio del sufrimiento; El Espíritu (Sabiduría – Prajna). El principio de discernimiento, lucidez y comprensión de la naturaleza vacía de todos los fenómenos (Sunyata). Es la comprensión intelectual y experiencial de que no hay un «yo» separado que cuide a un «otro» separado.

La clave aquí es la integración. Un acto de compasión sin sabiduría cae en el apego y la identificación, que es la esencia del Complejo del Salvador (el «yo» soy el que salva «a otro»). Un acto de sabiduría sin compasión se vuelve frío, distante e indiferente. El Bodhisattva operaría desde la unión de ambos, lo que Jung llamaría una conjunción oppositorum. Actúa en el mundo con compasión intensa, pero desde la sabiduría de que no hay actor, ni acción, ni beneficiario inherentemente existente.

El camino del Bodhisattva es un proceso de desarrollo gradual a través de diez etapas (Bhumis). A lo largo de los Bhumis, el candidato a Bodhisattva debe enfrentar y transformar sus propios velos cognitivos y emocionales, trabaja con su propia oscuridad.

5.- El Terapeuta como salvador: La sombra en el témenos.

El paciente, en su dolor y desesperanza, proyecta naturalmente el complejo del salvador en el terapeuta, viéndolo como la persona que lo rescatará de su angustia. El peligro surge cuando el terapeuta, de manera inconsciente, se identifica con esta proyección. En lugar de ser un facilitador o un testigo compasivo, se convierte en el actor principal en el drama de la curación del paciente.

Señales de la Inflación. Necesidad de Resultados. La autoestima del terapeuta se vincula al «éxito» o «fracaso» del paciente. Si el paciente no mejora, el terapeuta se siente personalmente fracasado. Agotamiento y Fatiga de la Compasión (Sennett). Asume una carga emocional excesiva, creyendo que debe cargar con el dolor del otro para aliviarlo. Esto es insostenible y lleva al burnout. Salvar vs. Empoderar. En lugar de guiar al paciente para que encuentre sus propias respuestas y fortalezas internas, el terapeuta da consejos directivos, provee soluciones mágicas y fomenta la dependencia. Se posiciona como el «poseedor del conocimiento» que el paciente carece. Resentimiento Sutil. Si el paciente no sigue sus indicaciones o no muestra la gratitud esperada, el terapeuta puede sentir resentimiento, una clara señal de que su «altruismo» tenía expectativas ocultas de recompensa (como señalaban los estudios sobre narcisismo y deseabilidad social).

El Complejo del Salvador en el terapeuta es, casi siempre, un problema de contratransferencia no analizada. La contratransferencia, no es solo una reacción al paciente, sino una ventana a la propia psique del terapeuta. El terapeuta puede estar intentando salvar, a través de sus pacientes, a una figura de su pasado (un padre vulnerable, un yo infantil herido) o a esa parte de sí mismo que se siente dañada. Al «rescatar» al paciente, simbólicamente se está auto-curando. La intensa focalización en «salvar» al otro es un magnífico mecanismo de defensa para no enfrentar las propias fragilidades, conflictos y aspectos no integrados (la propia Sombra). El consultorio se convierte en un refugio donde se puede ser «fuerte» para otros, evitando la vulnerabilidad personal.

Cada paciente llega hasta donde haya llegado su terapeuta. El sí-mismo de paciente y terapeuta promueven, únicamente, la saliencia o emergencia de la información que el terapeuta puede escuchar. Lo no aceptable son terapeutas, semisordos, semiciegos … Tendrán pacientes en “puertas giratorias”, que se irán sin ser tocados y posiblemente iatrogenizados. En algunos casos, siendo optimista, considero que lo inconsciente del paciente los sacará del setting.

El Terapeuta Junguiano como Vaso Alquímico o Chamán, no como Salvador. La tarea principal del terapeuta es crear y mantener un espacio seguro y contenedor (el vas alquímico o temenos). Este es un espacio donde la Sombra del paciente puede emerger sin ser destruida, y donde las proyecciones pueden ser reconocidas y reintegradas. El terapeuta sostiene el espacio, no dirige la obra. Como el chamán que ha sanado sus propias heridas para poder guiar a otros, el terapeuta junguiano debe haber emprendido (y continuar) su propio análisis. El terapeuta es un testigo, un compañero de viaje y un intérprete de los símbolos que emergen del inconsciente del paciente.

La forja del ser terapeuta es ardua y compleja, no sobra conocer en propia carne la experiencia con entactógenos, siempre y cuando el terapeuta esté preparado para mantener un ojo observante en la experiencia, se relacione con el material emergente con buena capacidad dialógica, para dialogar con lo inconsciente, y dedique bastante tiempo a relacionarse con lo que ha emergido antes de repetir experiencias. Las experiencias en Estados no ordinarios de conciencia, se produzcan o de modo no buscado (raptos místicos, EMC, …) o buscados para integrar, facilitan el trabajo clínico.

Arquetipo del sanador herido

Se insiste en que en la relación terapéutica se activa el arquetipo del sanador herido, del que el mito del Centauro Quirón es una explicación simbólica. Se explica más profundamente en la pág. 31 en el artículo “La muerte del terapeuta junguiano. Palestra Junguiana. Revista SIDPaJ, 1(2), 12-36. García García, M. (2023).  https://sidpaj.es/revista-palestra-junguiana/

En este punto voy a retomar el mito de Quirón, pues conviene recordar que la inmortalidad no es un bien tan interesante. De Quirón los junguianos hacemos saliente el arquetipo del sanador herido, corriendo el riesgo de ser reduccionistas pues mito es más complejo. Quirón fue hijo de la oceánide Filira. Perseguida por Cronos que la deseaba Filira se transforma en yegua para esconderse, no le sirve pues Cronos se transforma en caballo y la viola. Rea los persigue. Al ver Filira su retoño tras parir, no puede soportarlo pide ayuda y es transformada en Tilo. Quirón tiene un origen traumático y un abandono maternal. Apolo adopta a Quirón y le transmite sus conocimientos. Quirón, educa y enseña a muchos, también a Asclepio, quien pasa a ser dios de la medicina. Aquiles no hubiera nacido sin la colaboración “violadora” de Quirón. Quirón ayuda a Peleo a tomar por la fuerza a Tetis, con lo que reedita su origen traumático de hijo de una violación. ¿Inconscientemente? Tetis quiere hacer inmortal a Aquiles quemándolo y curando sus heridas con ambrosía. Peleo arrebata Aquiles a Tetis, cuando esta no le había “tratado” todavía el talón. Tetis abandona a Peleo quien encarga a Quirón su educación. La herida que Heracles inflige a Quirón con una flecha es incurable y le obliga a Quirón a tratarse todos los días. ¿Incurable? Quirón no puede curarla a pesar de su sabiduría, y sin embargo cura la de otro centauro herido.  La flecha de Heracles es la llave que abre las heridas de Quirón, pero este se ocupa solo de la herida corporal manifiesta y no de las psíquicas desde su abandono, su trauma, sus veleidades de brujo colaborando con el mal, … Llega un momento que no puede soportar el dolor eterno por su inmortalidad. Experimenta la maldición de la inmortalidad. Es conocida la condición de Prometeo, un titán sufridor castigado por ser leal a su mandato de cuidar a la humanidad y para hacerlo ser traidor a su lealtad con Zeus entregando el fuego. Hércules, culpabilizado y compadecido, del sufrimiento de Quirón pidió a Zeus que le liberase de su inmortalidad y Quirón aceptó sustituir a Prometeo, pues el sufrimiento de Prometeo tenía más posibilidades de terminarse que el suyo propio. Prometeo fue liberado e inmortal. Cuando Quirón murió, Zeus lo inmortalizó elevándolo al cielo en la constelación austral de Centaurus.

Traicionar las lealtades impuestas por padres, sociedades o dioses, sean visibles o invisibles, es la condición para poder aceptar la mortalidad.

Los mitos de Quirón y Prometeo invitan a reflexionar acerca de muchos existenciarios que aparecen en la vida y en los procesos terapéuticos para resignificar las lecturas simplistas, reduccionistas, literales e idealizadas, todas carentes de simbolismo, que se hacen habitualmente. A Quirón se le asocia con la medicina y con cualidades positivas y benévolas, a diferencia de la mayoría de los centauros, cuya naturaleza era brutal y en algunas obras de arte aparece con piernas humanas obviando sus patas de caballo. Un asteroide ubicado entre Urano y Saturno descubierto en (1977) fue denominado Quirón. La astrología lo ha incorporado interpretando que el sujeto tiene una “herida” en el Signo y la Casa donde está posicionado en la carta astral. Quirón puede considerarse el talón de Aquiles del sujeto, donde hay expuesta una fragilidad y donde es necesaria una cura.

No es habitual tejer con distintos mitos para encontrar una significación profunda en sus intersecciones. Los mitos de Quirón y Prometeo, interseccionan en un área muy significativa, y, sólo posible por la historia de cada uno de los personajes y requiere algún conector, en este caso Hércules. ¿La psique los ha conectado para algo? Si Quirón hubiera sido rescatado por Marte los mensajes hubieran sido muy distintos.

La esencia de la relación de Quirón con Prometeo, su elixir alquímico, su simbolismo profundo, infiero que es la tesis: traicionar las lealtades impuestas por padres, sociedades o dioses, sean visibles o invisibles, es la condición para poder aceptar la mortalidad. La traición es condición de la individuación. Si el infante no traiciona las lealtades impuestas desde el deseo de los padres queda atrapado en complejos materno y paterno. El adolescente debe traicionar su lealtad al clan tribal. El adulto tiene otras tareas de traición. Quirón ni pudo traicionar a su padre Cronos (se identificó con su faceta de perpetrador violador), ni a su madre-padre sustituto: Apolo (se identificó con su sabiduría y mandato de servir).

El mito de Quirón hace saliente que uno solo no puede tratarse a sí mismo, como sostiene el psicoanálisis, pues uno no puede traspasar sus resistencias, se requiere otro-terapeuta. Hércules no es un terapeuta y si lo fuera actúa desde su necesidad de liberarse de la culpa, aunque actúe por compasión. La compasión ensalzada como virtud muchas veces contiene sombras. Hércules lo salva, pero Quirón no llega a ser consciente, y menos de que su “eutanasia” es un “suicidio encubierto” para descansar en la muerte. Cioran le diría a Quirón que siguiera su estrategia de escribir y reflexionado sobre sí mismo, para evadirse del sinsentido de la existencia, antes que la alternativa del suicido. En eso Cioran propone un desafío útil para los terapeutas como estrategia con sus pacientes suicidas. Queda evidencia de que las fuerzas de lo inconsciente colectivo, aunque actúen y rescaten, por si solas no conducen a la individuación, sino que, incluso congelan el desarrollo psíquico. Para la individuación se requiere el concurso de la consciencia.

Ética de los cuidados.

La psicoanalista y feminista Chodorow (1984) explica que el rol de cuidadora de la mujer se adquiere en la niña por identificación con su madre, que es el progenitor de su mismo sexo. Los niños al tener que separarse de la madre para construir su género no se identifican con el cuidar. La psicoanalista y feminista Reardon (1996), el niño, además, se siente vulnerable ante la madre y reacciona con un intento de dominio de lo femenino, que justifica el sexismo y la guerra, por el temor a perder el poder. Elisabeth Badinter (1991), desmonta el mito del instinto maternal como esencialista.

Carothers y Reis encuentran en un estudio (2013), con 109 hombres y 167 mujeres de edad media de 21.15 años (D= 7.68), que las construcciones de masculinidad, feminidad y orientación al cuidado son dimensionales, sin encontrar entre géneros diferencias significativas en el cuidado.

La capacidad de cuidar se adquiere en las relaciones con los sujetos cuidadores. Si el sujeto se siente cuidado aprende a cuidarse a sí mismo, condición necesaria para gestionar sus necesidades. Cuidar incluye cuidar las relaciones reciprocas en las que los otros, a su vez cuidan. Las dinámicas de cuidados son asimétricas, en circunstancias uno cuida al otro más que a uno mismo, con un cierto nivel de sacrificio. Los límites vienen dados por el punto de corte en que el sacrificio deteriore al cuidador y, siempre y cuando se tenga el sentimiento de que la relación de cuidados sea recíproca. Una de las consecuencias de una educación en la violencia es que la capacidad de cuidar no se adquiere y el sujeto es fácilmente inscrito en relaciones de explotación, que incluso tolera como mal menor, en una pseudo realización alienada y reificada.

El apego requiere comunicación colaboradora. El apego seguro se basa en que las señales emitidas por una persona reciben las respuestas directas y coherentes de la otra, es una comunicación contingente. Para Ainsworth consolidar un apego sano y seguro requiere que el cuidador posea la capacidad de percibir el estado mental del niño y de responder al mismo.

Los retoños tienen necesidades masivas, y mecanismos omnipotentes de seducción para conseguir que los padres respondan a sus necesidades y también tienen activadas informaciones arquetípicas que les condicionan en la relación objetiva con los padres y cuidadores. En las personas que han sufrido maltrato en la infancia el autoconocimiento es deficiente. Cuando los relatos que figuras significativas, como cuidadores, construyen acerca del niño, son diferentes de los que este tiene sobre si, se produce un déficit de mentalización, que, a su vez, tiene consecuencias negativas para la construcción de redes neurales en el cerebro. La construcción de la mente construye las redes neuronales.

En la etnia yanomami he encontrado un mejor equilibrio entre Justicia y Cuidados. Las afrentas que causan daño, sobre todo en las condiciones de cuidar a los otros y a la comunidad, se resuelven de un modo implacable, estando toda la comunidad presente y testigo, hasta encontrar un equilibrio reparativo al daño infringido (Cocco, 1987; García, 2010).

Mi investigación Experiencias tempranas de violencia. Desarrollo moral y actitudes hacia la paz para el doctorado internacional en Paz, Conflictos y Desarrollo la diseñé con el objetivo de encontrar estructuras coherentes que explicasen lo mejor posible las condiciones de los sujetos que les van a llevar a estar en dos posibles ejes 1.- Violencia temprana vivida (en fases precoces de la infancia)-trauma-un desarrollo moral heterónomo y una predisposición hacia la guerra ó 2.- Ausencia de violencia temprana y trauma-moralidad autónoma y predisposición hacia una Paz Resiliente. La hipótesis es que el eje 1 es donde se sitúa la mayoría de las personas.

Se ha analizado la escala del cuestionario sobre la espiritualidad “Cuidar a los demás” para ver si esa variable se acerca más al arquetipo de cuidador o al complejo salvador en esa muestra.

En la muestra no hay diferencias significativas entre géneros. En el análisis factorial exploratorio de las escalas de espiritualidad y estadios morales de Kohlberg se han encontrado tres factores. Encuentra que cuidar a los demás está asociada con actividades espirituales y ambas componen un factor latente que causa de disminución de paz.

La variable de personalidad Cordialidad correlaciona negativamente con cuidar a los demás y no tiene diferencias en los géneros.

Un análisis causal Unianova ha encontrado que cuidar a los demás está determinado por un desarrollo negativo de los sujetos basado en apegos inseguros y miedo a la muerte que explica un porcentaje importante de la varianza de cuidar a los demás (un 32%).

Se encuentra una relación causal significativa sobre cuidar a los demás que está condicionada por las siguientes variables: Miedo a la muerte, Asco a la muerte, Apego Evitante, Índice de trauma consciente, y Abusos sexuales.

Cuando se analiza la muestra con el discriminante de haber hecho o no psicoterapia en interacción con el apego evitante se reduce el impacto negativo lo que indica un efecto de mejora del modelo por la psicoterapia.

La conclusión es que en la mayor parte de los sujetos cuidar a los demás es una actitud derivada del complejo salvador. Si el sujeto se mueve cuidando a los demás desde su complejo esto determina que los cuidados realmente sean maltratados, pues el exceso de cuidados puede condicionar una hiperprotección, un atrapamiento de los cuidados en un complejo materno o paterno, en una simbiosis o peor aún en una psicosis.

Los sujetos que hacen psicoterapia modifican sus apegos lo que modifica el modo en que cuidan a los demás liberándolo del complejo salvador.

Integración: Byung-Chul Han, la perspectiva junguiana, la fatiga por compasión y el trauma vicario.

Estado del arte en la mayoría de los cuidadores

El sanador cuidador especialmente psicoterapeuta en la sociedad del rendimiento.

La autoexplotación del cuidador

El psicoterapeuta se convierte en un paradigma del sujeto autoexplotado. Su mandato profesional ya no se limita a aplicar técnicas, sino a optimizarse constantemente: debe ser un canal de compasión infinita, un contenedor de emociones sin límites y un profesional en permanente actualización. Este imperativo positivo de «tener que poder» escuchar, contener y sanar, sin quejarse y con una sonrisa de aceptación, genera una presión internalizada feroz. El agotamiento no se ve como un efecto colateral del sistema, sino como un fracaso personal en la gestión de la propia resiliencia. Así, la fatiga por compasión no es solo un agotamiento de recursos, sino la manifestación concreta de esta autoexplotación en el ámbito del cuidado. Es el colapso del «sí, puedo» aplicado a la esfera emocional.

La sombra del terapeuta: trauma vicario y heridas del alma.

El trabajo del terapeuta implica un encuentro constante no solo con el paciente, sino con su propia «sombra». La sombra alberga todo aquello que nuestra conciencia rechaza: nuestras vulnerabilidades, traumas no resueltos, impulsos oscuros y fragilidades. Al escuchar diariamente narrativas de dolor, abuso y trauma, el psicoterapeuta no solo se expone a un estrés secundario, sino que se ve confrontado con los contenidos de su propia sombra. El trauma ajeno resuena con el trauma latente en uno mismo.

El trauma vicario, entonces, puede entenderse como una «posesión» por parte de estos contenidos traumáticos, tanto personales como colectivos. El terapeuta no solo «aprende» sobre el horror, sino que este horror, al resonar con sus propias heridas arquetípicas, modifica su psique. Su visión del mundo se vuelve más sombría no por un sesgo cognitivo, sino porque ha sido iniciado forzosamente en los aspectos más oscuros de la existencia humana, aquellos que la sociedad del rendimiento ordena ignorar en pos de la positividad. La ingenuidad se pierde y, con ella, una cierta capa de protección psíquica. Aquí, el concepto junguiano del «médico herido» cobra fuerza: solo un terapeuta consciente de su propia herida puede servir de verdadero agente de transformación, pero es precisamente esa herida la que se ve exacerbada y reactivada constantemente por el trabajo.

La desconexión de lo numinoso y la pérdida del sentido.

La sociedad del rendimiento, al expulsar todo lo negativo y doloroso, también expulsa lo numinoso—lo sagrado, lo trascendente, el misterio profundo de la vida y la muerte. Todo debe ser transparente, positivo y productivo. Sin embargo, el trabajo terapéutico con el trauma se sitúa en el reino de lo numinoso: es un encuentro con el abismo, con el misterio del sufrimiento y la capacidad de resiliencia del alma.

El psicoterapeuta, atrapado en las exigencias de la autooptimización y agobiado por el peso de la sombra colectiva e individual, puede desconectarse de esta dimensión numinosa. Su trabajo se vuelve técnico, burocrático y desprovisto de sentido. Esta desconexión es un factor central en la fatiga por compasión. Ya no se siente parte de un proceso sanador y sagrado, sino un mero reparador de psiques rotas en una cadena de producción infinita. La «sociedad de la desesperanza» de han encuentra su eco en la desesperanza privada del terapeuta que ha perdido la conexión con el significado transpersonal de su labor.

De salvador a testigo compasivo y acompañante facilitador por haber recorrido un camino iniciático.

Hacia una ética del autocuidado radical.

Autocuidado como resistencia política: frente al mandato de la autoexplotación, el autocuidado tiene que ser un acto de resistencia consciente. Es decir «no» al «sí, puedo» omnipotente. Imponer límites, descansar y aceptar la finitud no es pereza, es una rebelión ética contra un sistema que cosifica al cuidador.

La Individuación —el camino hacia la totalidad psíquica—se vuelve esencial. El cuidador debe comprometerse de por vida con su propio análisis, no como un lujo, sino como una necesidad profesional. Integrar su sombra, dialogar con sus propias imágenes arquetípicas y conectar con el self (sí-mismo) es lo que le permitirá sostener el contacto con el dolor ajeno sin ser devorado por él. Es fortalecer el «vaso» interno para que no se rompa con el contenido corrosivo que debe contener.

Re-conectar con lo numinoso: es crucial que el cuidador cultive prácticas que le permitan reconectarse con el sentido sagrado de su trabajo. Esto puede ser a través del arte, la naturaleza, la meditación o el estudio de los mitos. Recuperar la perspectiva de que es un participante en un drama arquetípico mayor—el viaje del héroe de cuidad-sanar —puede transformar la carga en un servicio con propósito.

Los complejos culturales que alimentan el complejo salvador impidiendo la función sanadora del arquetipo cuidador son el ingrediente básico del vaso alquímico de la cultura.

Prácticamente todos los sujetos funcionan bajo el imperativo del complejo salvador. Por lo que es necesario que lo transformen en cuidadores de sí mismo, que, es a la vez, cuidar a los otros.

Vayan a ser chamanes, bodhisattvas o psicoterapeutas, si no hacen un trabajo real, profundo de descender a sus infiernos, en una nekyia, enfrentarse a sus demonios, y ascender en una catábasis integradora, su trabajo con otros estará contaminado con sus condicionantes y no podrán generar en quienes cuiden procesos reales de sanación.

La trampa del Complejo del Salvador es una de las sombras más insidiosas, difíciles de reconocer para un sanador, y como, además, resultan muy rentables ya que muchos sujetos acuden a ser salvados víctimas de sus complejos culturales, con ese panorama se puede hacer un negocio muy lucrativo manteniendo a los clientes atrapados en una red de dominación sin avanzar realmente en un camino de integración.

No puede ser terapeuta quien se identifica con el sufrimiento del paciente, proyecta su sombra, es un charlatán, un salvador altruista, o, que incluso, afirma que es un iniciador/a de los procesos del paciente, sean sexuales, espirituales, en definitiva, formas de vivir con sus pacientes lo que no vive en su vida … El terapeuta enamorado de sus propios poderes ilimitados, que se encarna, como Cristo, en lo carnal, débil y finito. La autocontención o enkráteia (Sócrates) es la madre de todas las virtudes del terapeuta. La enkráteia es semejante a la forma más madura del mecanismo psicoanalítico de la supresión: el terapeuta aparta, tanto de su consciencia como de su acción, el poder que le confiere la asimetría en los niveles de desarrollo entre su individuación y la del analizando. Los límites son borrosos y el terapeuta ético tiene que moverse en esa borrosidad teniendo clara su función exclusivamente hermenéutica. La obra de arte de la Paideia es el sujeto humano mismo, en la terapia terapeuta y paciente avanzan en su Paideia dando forma al acto mismo de vivir en de desarrollo de su ser: su individuación.

El testigo compasivo acompaña facilitando el proceso de quien cuida. En el caso del psicoanalista junguiano es ser un hermeneuta del sujeto que analiza. La verdad del sujeto que está en la individuación, es que está inmerso en un camino único de desarrollo y que es aquello que es en cada momento que se formule una pregunta autorreflexiva, y que camina siempre forjando aún más el alma y que será distinto en un futuro próximo. Es una verdad sencilla, humilde de barroquismos, que trasciende las verdades de desvelamiento (aletheia), antitética a los reduccionismos que predican que lo verdadero es que somos completos al nacer y que el destino humano es descubrir y constelar la misión que tiene para nosotros el sí-mismo. La individuación no es realizar aquello que ya éramos, —para lo que fuimos concebidos y hemos olvidado—, sino forjar el alma, desplegando potencialidades propias y adquiriendo nuevas en sintonía con lo inconsciente colectivo que también resulta transformado, modulado en informaciones arquetípicas previas y quizás sanado, por nuestra interacción.

Paracelso señaló que el hombre “es un profeta de la luz de la naturaleza” y aprende de ella a través de los sueños (von Franz, M. L., 1991).

Conclusiones

Conclusiones.

Doble naturaleza del impulso de ayudar. El texto establece una distinción crucial entre el Arquetipo Cuidador (basado en una predisposición temprana y un sentido de responsabilidad) y el Complejo del Salvador, entendido como una identificación patológica del ego con el Arquetipo del Cuidador contaminado con los problemas de la sombra. El segundo está impulsado por motivaciones inconscientes como la necesidad de reconocimiento, estatus, éxito reproductivo o la proyección de las propias heridas.

La Sombra del Salvador. El Complejo del Salvador surge cuando el ego se infla al capturar la energía del arquetipo, sin haber integrado la propia Sombra. El «rescatador» no solo ayuda al otro, sino que construye su identidad alrededor del acto de salvar, a menudo como un mecanismo para evitar confrontar sus propias carencias y vulnerabilidades internas. Esto lleva a dinámicas de dependencia, agotamiento («fatiga de la compasión») y resentimiento.

Raíces Arquetípicas y Culturales. El documento demuestra que este patrón no es solo individual, sino que está arraigado en la psique colectiva a través de figuras culturales como Cristo (el redentor sacrificial), el Héroe Cultural (como Prometeo), el Chamán y el Bodhisattva. Estas figuras representan la potencialidad del arquetipo, pero también encarnan el riesgo de que los individuos se identifiquen con él de manera inflada, creyéndose portadores exclusivos de la verdad o la salvación.

El Terapeuta en Riesgo. La profesión terapéutica es particularmente vulnerable al Complejo del Salvador. El terapeuta puede caer en la trampa de convertirse en el «salvador» del paciente debido a las proyecciones de este y a una contratransferencia no analizada. Las señales de esto incluyen una necesidad de resultados, agotamiento, dar consejos directivos (en lugar de empoderar) y un resentimiento sutil.

El Camino de la Integración. Del Salvador al Facilitador: La solución no es suprimir el impulso de cuidar, sino transformarlo a través de un proceso de individuación. Esto implica un viaje iniciático («nekyia») de autoconocimiento donde el sanador (terapeuta, chamán, etc.) debe descender a su propia «sombra», enfrentar sus demonios e integrarlos. Solo así puede pasar de ser un «salvador» a un testigo compasivo, un acompañante y un facilitador que crea un espacio seguro (témenos) para que el otro encuentre su propia individuación.

La Trampa Comercial. El documento concluye con una advertencia crítica: el Complejo del Salvador puede ser económicamente rentable. Un «sanador» no integrado puede, consciente o inconscientemente, mantener a sus clientes en un estado de dependencia dentro de una red de dominación que impide la verdadera sanación e integración, explotando los complejos culturales que impulsan la necesidad de ser «salvado».

En esencia, el texto argumenta que la verdadera maestría en el cuidado del otro—ya sea en la terapia, la espiritualidad o la acción social—requiere irremediablemente una maestría en el cuidado de uno mismo y un trabajo continuo de autoconocimiento e integración psicológica y espiritual.

Traición en la individuación. Arquetipo traición.

Traición en la individuación. Arquetipo traición.

Traición en la individuación. Arquetipo traición.

 Mikel García García  14 octubre 2025

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor

 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Resumen, contenido, palabras clave

El texto explora el concepto de la «traición» no como un acto meramente negativo, sino como un arquetipo fundamental y necesario para el proceso de individuación. Se propone que este arquetipo se activa cuando hay una resonancia entre la experiencia personal y la información arquetípica.

El desarrollo se estructura en torno a una cadena de traiciones esenciales. La primera traición ocurre en la infancia, cuando el niño percibe que el amor de la madre no es completamente altruista, sino que sirve a sus propias necesidades y proyecciones. Traicionar estas «lealtades invisibles» es un dilema doloroso pero necesario para lograr autonomía, aunque conlleva culpa y la experiencia del vacío. Una resolución favorable permite un amor más real y saludable. La segunda traición sigue una dinámica similar con la figura del padre. La tercera y más difícil traición es la del «sí-mismo», específicamente la identificación con figuras arquetípicas como el ánima/ánimus, lo que consolida la individuación consciente. La Función Trascendente de Jung es presentada como el mecanismo que resuelve las tensiones de estos dilemas, generando una nueva síntesis.

El ensayo extiende esta dinámica al ámbito colectivo. Las instituciones (Estado, corporaciones, religiones) actúan como el dios Tláloc de la mitología mexica, ofreciendo pertenencia y sentido a cambio del sacrificio de la autonomía individual. El monstruo Ahuíztol personifica este mecanismo traicionero: atrae con señuelos, captura con lealtades invisibles y exige el sacrificio de la individualidad. Por lo tanto, «traicionar» a la institución—sus dogmas y mandatos heterónomos—se convierte en un acto de salud psíquica y de fidelidad al sí-mismo, equivalente a la traición infantil liberadora. Esta idea se analiza también a través de la dialéctica amo-esclavo de Hegel, donde el individuo (el esclavo) debe dejar de reconocer a la institución (el amo) como fuente absoluta de valor para forjar su propia autoconciencia y libertad.

Finalmente, el texto contrasta los sistemas sanos—caracterizados por su capacidad de autocrítica, desprendimiento y autoconciencia orientada a la evolución humana—con los sistemas distópicos, que se resisten al cambio y sacrifican la individualidad por su propia preservación. La historia de Lucía Joyce, hija de James Joyce, se presenta como un ejemplo trágico de un sistema familiar distópico y de una persona que, poseída por lo arquetípico, no pudo realizar las traiciones necesarias para su individuación, «ahogándose» en el inconsciente en el que su padre «nadaba» para crear su arte. El ensayo concluye con un poema que reflexiona sobre la necesidad de dejar morir ciertas estructuras (relaciones, instituciones) para permitir un renacimiento auténtico.

 

Summary

The text explores the concept of «betrayal» not as a merely negative act, but as a fundamental and necessary archetype for the process of individuation. It is proposed that this archetype activates when there is a resonance between personal experience and archetypal information.

Development is structured around a chain of essential betrayals. The first betrayal occurs in infancy, when the child perceives that the mother’s love is not entirely altruistic but serves her own needs and projections. Betraying these «invisible loyalties» is a painful but necessary dilemma to achieve autonomy, though it entails guilt and the experience of emptiness. A favorable resolution allows for a more real and healthy love. The second betrayal follows a similar dynamic with the father figure. The third and most difficult betrayal is that of the «Self,» specifically the identification with archetypal figures like the anima/animus, which consolidates conscious individuation. Jung’s Transcendent Function is presented as the mechanism that resolves the tensions of these dilemmas, generating a new synthesis.

The essay extends this dynamic to the collective realm. Institutions (State, corporations, religions) act like the Mexica god Tlaloc, offering belonging and meaning in exchange for the sacrifice of individual autonomy. The monster Ahuizotl personifies this treacherous mechanism: it lures with decoys, captures with invisible loyalties, and demands the sacrifice of individuality. Therefore, «betraying» the institution—its dogmas and heteronomous mandates—becomes an act of psychic health and fidelity to the Self, equivalent to the liberating infantile betrayal. This idea is also analyzed through Hegel’s master-slave dialectic, where the individual (the slave) must stop recognizing the institution (the master) as the absolute source of value to forge their own self-consciousness and freedom.

Finally, the text contrasts healthy systems—characterized by their capacity for self-criticism, detachment, and self-awareness oriented toward human evolution—with dystopian systems, which resist change and sacrifice individuality for their own preservation. The story of Lucia Joyce, daughter of James Joyce, is presented as a tragic example of a dystopian family system and of a person who, possessed by the archetypal, could not perform the necessary betrayals for her individuation, «drowning» in the unconscious in which her father «swam» to create his art. The essay concludes with a poem reflecting on the need to let certain structures (relationships, institutions) die to allow for an authentic rebirth.

 

Laburpena

Testuak «trakizio» kontzeptua aztertzen du, ez ekintza negatibo gisa soilik, baizik eta indibiduazio prozesurako (Norbera egiteteko prozesurako) funtsezko eta beharrezko arketipo gisa. Arketipo hau pertsonaren esperientzia eta arketypeko informazioaren arteko erresonantzia dagoenean aktibatzen dela proposatzen da.

Garapena traizio esentzialen kate baten inguruan egituratzen da. Lehen traizioa haurtzaroan gertatzen da, umeak amaren amodioa ez dela erabat altruista nabaritzen duenean, baizik eta bere behar eta proiekzioetarako dela. «Leialtasun ikusezin» hauek traizionatzea autonomia lortzeko dilema mingarria baina beharrezkoa da, nahiz eta errua eta hutsaren esperientzia ekarri. Ebazpen egoki batek amodio errealago eta osasuntsuagoa ahalbidetzen du. Bigarren traizioak aita figurarekin dinamika antzekoa jarraitzen du. Hirugarren eta zailena, «Norberaren» traizioa da, zehazki anima/animus bezalako figurekin identifikatzea, kontzientezko indibiduazioa sendotzen duena. Jungen Funtzio Transzendentea dilema horien tentsioak ebazten dituen mekanismo gisa aurkezten da, sintesi berri bat sortuz.

Saiakerak dinamika hau eremu kolektibora hedatzen du. Erakundeek (Estatua, enpresak, erlijioak) Mexikako Tlaloc jainkoaren papera jokatzen dute, pertenentzia eta zentzua eskainiz autonomia indibidualaren sakrifizioaren truke. Ahuizotl munstroak mekanismo traizetsu hau pertsonifikatzen du: amuekin erakartzen du, leialtasun ikusezinekin harrapatzen du eta indibidualitatearen sakrifizioa eskatzen du. Beraz, erakundea traizionatzea—bere dogmak eta agindu heteronomoak—osasun psikikoaren ekintza eta Norberarekiko fideltasuna bihurtzen da, haurraren traizio askatzailearen baliokidea. Ideia hau Hegelek Maisu-esklaboen dialektikaren bidez ere aztertzen da, non banakoak (esklaboak) erakundearen (maisuaren) aitorpena balio iturri absolututzat uzteari utzi behar dion bere buru-kontzientzia eta askatasuna forjatzeko.

Azkenean, testuak sistema osasuntsuak—autokritikarako gaitasuna, desprendimendua eta gizakiaren eboluziora bideratutako buru-kontzientzia ezaugarritzat dituztenak— sistema distopikoekin kontrajartzen ditu, zeinak aldaketari aurre egiten dioten eta indibidualitatea sakrifikatzen duten beren preservazioagatik. Lucia Joyceren istoria, James Joycen alaba, sistema familiar distopiko baten adibide tragiko gisa aurkezten da, eta pertsona batenarena, arketypekoaren menpe egonda, ezin izan zituena bere indibiduaziorako beharrezkoak ziren traizioak burutu, bere aitak bere artea sortzeko «igeri egiten» zuen inkonszientean «itoaz». Saiakerak poema batekin amaitzen da, egitura jakin batzuk (harremanak, erakundeak) hil uzteko beharrari buruz hausnartuz, berpizte autentikoa ahalbidetzeko.

 

 

 

Palabras Clave / Keywords / Gako-hitzak

  1. Traición / Betrayal / Traizioa
  2. Individuación / Individuation / Indibiduazioa
  3. Arquetipo / Archetype / Arketipoa
  4. Sí-mismo / Self / Norbera
  5. Lealtades invisibles / Invisible loyalties / Leialtasun ikusezinak
  6. Complejo / Complex / Konplexua
  7. Función Trascendente / Transcendent Function / Funtzio Transzendentea
  8. Institución / Institution / Erakundea
  9. Tláloc / Tlaloc / Tlaloc
  10. Ahuíztol / Ahuizotl / Ahuizotl
  11. Dialéctica amo-esclavo / Master-slave dialectic / Maisu-esklaboen dialektika
  12. Sistema distópico / Dystopian system / Sistema distopikoa
Ensayo

Traición. Dinámicas para la individuación

La traición es una experiencia humana profunda que deja huella en los campos arquetipales. Es percibida muchas veces como la forma más intensa del mal, resulta difícil de tolerar y es traumatógena. La traición es tratada en muchos mitos que exploran diferentes existenciarios cuando los hombres o las mujeres son agentes de traición, y es una fuente inspiradora para el arte.

Se puede proponer un arquetipo de traición que es un recurso para la individuación y que se activa en momentos en los que hay una resonancia cuántica entre la experiencia viva del sujeto y la información arquetípica.

¿Cuándo? En un sistema de traiciones en cadena en la que cada eslabón condiciona la operatividad del conjunto.

Primera traición. Cuando el infante tiene una suficiente diferenciación y empieza a vivenciar que el supuesto amor de la madre hacia él es un engaño, pues es un amor que sirve a los intereses de la madre más que a los suyos propios, y que además él es un objeto de proyección de las expectativas y deseos de la madre. Entonces se activa el arquetipo traición vivificado (resucitado en la información que porta) por la experiencia humana que lo despliega, y el rudimento de la propia experiencia es vivificado por la información arquetipal y el infante empieza a reconocer que ha sido traicionado por su madre, lo que es una experiencia del mal-daño, y que tiene que traicionar las lealtades invisibles que le atan, hacen dependiente y esclavo de una ilusión y mantienen un sentimiento de confianza que resulta tanático, “sabe” que al traicionarla va a hacer daño a la madre, y que de algún modo eso es constelar el dios oscuro que menciona Jung. Las lealtades invisibles están fuertemente ligadas a explicaciones morales que las sostienen, justifican, y son dictadas por la moral heterónoma de las instancias dominantes en la cultura. Moralidad que se inscribe en la instancia superyó. Sin duda el infante no tiene consciencia completa de esta complejidad, pero si en el nivel suficiente como para experimentar un tremendo dilema: si no traiciona se queda como esclavo, si traiciona consolida un grado de libertad. La traición lo aboca, al menos, a dos dimensiones difíciles de soportar: al vacío de la pérdida de la relación y a la culpa de hacer daño a la madre. Traicionar no resulta sencillo, aunque sea necesario. Un infante traumatizado no podrá no podrá elaborar la culpa llegando a la reparación resiliente, no podrá soportar el vacío de la orfandad, quizás ni siquiera llegue a iniciar el proceso de traición y quedará atrapado en el complejo materno con particulares modos de complejo traición (aferramiento celotípico, venganza oral, masoquismo-sadismo oral, ideal fusional del yo). Esto es lo frecuente en la experiencia humana como vemos en la clínica, en los mitos, en el arte que produce tanto en relación a la traición. Si la madre no exige tantas lealtades, una madre algo neurótica, el proceso será más fácil que se produzca, e incluso será una oportunidad para la madre. Sentirse traicionada le va a doler, pues es evidente que ha puesto mucho en la crianza, se ha sacrificado en lo personal aparcando muchas de sus necesidades, se experimenta la traición con injusticia que no se merece, pero será una oportunidad para conocer mejor su sombra, elaborarla e integrarla, además de que en ella también se activará el arquetipo de traición y podrá iluminarla acerca de su tarea a desarrollar. Alrededor de la traición también se convocan los arquetipos contrasexuales, ánima, ánimus, dotando al proceso de particularidades según los sujetos de la diada: madre-hija (dos ánimus), madre hijo (ánimus-ánima).

El lector puede ir sintiendo la complejidad y la dificultad de comprender los fenómenos con las simplezas dogmáticas de axiomas reduccionistas, que impiden el despliegue de la creatividad y el proceso de construir-hacer alma. Podrá ir entendiendo que alrededor de un momento crítico en el desarrollo el proceso convoca bastantes dimensiones. Desde el inicio de la hipótesis en la que solo se mencionaba el arquetipo traición se han ido convocando otros como los contrasexuales, pero también se activan los arquetipos sombra y paranoia, los cuales en el infante tendrán un componente mayor de lo colectivo que de lo personal, pero en la madre ya serán más complejos personales y culturales que arquetipos.

Los padres sabemos en carne algo que se dice en general: que la crianza es una oportunidad de desarrollo para los padres. De esa forma, en el mejor de los escenarios madre e hijx, mediante la traición, podrán dar un paso importante en la reconstrucción o construcción de un sentimiento amoroso real y saludable. En este escenario más favorable la traición no tendrá tintes tan trágicos como en los escenarios desfavorables. El desarrollo saludable tiene una mesostés más cercana al polo de la calma trágica con cierta alegría de vivir y más alejada del polo trágico con mayúsculas de mal profundo, dolor insoportable y aniquilación.

Sin traición no hay limpieza de un amor y una confianza reificadas, de una moral heterónoma deontologista, y no hay libertad. La traición forja el alma humana al canibalizar (ingerir) los restos cadavéricos que la putrefactan.

Segunda traición. La misma dinámica con el padre. Freud asoció la traición con la fase edípica, donde el niño «traiciona» a un padre para afirmar su independencia.

Tercera traición. La misma dinámica con el sí-mismo. Pero también con otras figuras arquetípicas.

«El ánima es algo diferente del yo. Cuando uno se identifica con el ánima, tiene un problema, es un neurótico» (en El Zaratustra de Nietzsche, Madrid: Trotta 2021. Jung, 1934, p. 283)

 

Se necesita negar para crear y crecer. La única fidelidad verdadera, por elección des-investida de moralidad, es aquella que atraviesa la traición. El infante necesita negar-traicionar 2 veces a los imperativos: de la madre, del padre y, en ocasiones excepcionales en las que el desarrollo se hace en suficientes buenas condiciones, la última traición: al sí-mimo, para afirmarse sin estar atrapado en complejos. Pero la cadena de negaciones no es infinita. La Función Trascendente ilumina, resuelve en salto cuántico, las tensiones, generando una síntesis entre los polos tesis y antítesis, lo que permite salir del samsara de las negaciones y elegir estados de vida, con cierta estabilidad (una mesostés), hasta que se requiera cambiarla. La función trascendente se experimenta con la emergencia de imágenes, símbolos, ideas, insights, en la conciencia de vigilia, en visiones o en la conciencia onírica. Estas emergencias se perciben numinosas, artísticas, se intuye que portan significado que hay que entender porque resuelve algo que necesita integrarse en la consciencia, ya que sin ese proceso de integración el movimiento de la función trascendente es estéril para el progreso del desarrollo o peor aún puede generar una respuesta de regresión patológica.

Resolver la primera traición aumenta la confianza y el amor para poder abordar la segunda, que en una cultura patriarcal es muy potente. El dolor de la traición activa un proceso de individuación—reconocer la propia sombra—y abre a la compasión auténtica.

Resolver las dos primeras permite abordar la tercera traición. Esta es más difícil todavía. Con las tres traiciones, instaura el rudimento de la individuación consciente en la que se constituye el rizoma del eje -sí-mismo/complejo yo-, que experimentamos con la imagen del árbol vertical que procede de personalizar el árbol con la proyección de nuestro eje que percibimos propioceptivamente y que es fundamental en el desarrollo de la Hominidad: la columna vertebral. La bipedestación es un hito evolutivo que acelera el proceso evolutivo hasta llegar al homo sapiens sapiens. Hay que señalar que hoy sabemos que algunas ramas evolutivas potencialmente humanas se extinguieron.

Este planteamiento señala también la dificultad existencial de los dilemas, la enorme tensión entre los polos y la dificultad para resolverlos. Especialmente en los dilemas morales.

Sin una adecuada resolución de la traición no hay, integración de lo femenino, de lo masculino, de eros, logos, … No hay resiliencia y los dilemas potencialmente traumatógenos se resuelven con más trauma y retraumatización.

Este planteamiento resignifica las posiciones en las que traicionarse es traicionar el yo verdadero que es el sí-mismo o el alma.

Este planteamiento está en proceso de verificación. No resuelve todavía algunos argumentos como el de Hillman con su afirmación de que la traición permite integrar el principio femenino como afirma. Entiendo que se refiere solo a una parte del proceso de la cadena de traiciones.

Caín experimenta la traición cuando siente el engaño del amor de Yahvé que prefiere las ofrendas en holocausto de animales que hace Abel a las suyas: un holocausto vegetal. Complejo traición, celotipia, venganza, mata a Abel como venganza contra el padre. El padre no lo mata, le pone una señal en la frente, para hacerlo intocable, nadie lo puede matar. Y le encarga el desarrollo de las ciudades. Mito de mayor complejidad que el reduccionismo que se narra. Y que señala que el desarrollo del alma humana requiere un nivel de violencia y de quitar vidas -animales- como señala Wolfgang Giegerich en Violencia del alma: (Giegerich, 2021).

La capacidad de hacer del advenimiento de la muerte, el estallido de la consciencia y su establecimiento por encima de la Naturaleza, es el hito fundacional y primordial del alma. Hegel ya lo anticipó afirmando que “la muerte del animal es el devenir de la consciencia”, hallazgo que parece retomar aquí Wolfgang Giegerich llevándolo más allá, mostrando que el acto sangriento de arrebatar la vida biológica dio lugar al primer destello del alma, el reconocimiento de la muerte que encendió las hermosas chispas de la vida consciente. En el animal cazado o inmolado el hombre se conoce a sí mismo. Mediante la matanza del animal (o de un humano, en el caso de sacrificios humanos), el hombre adquiría su autoconocimiento ini­cial, su primera consciencia de sí mismo, un autoconocimiento que más tarde se articularía en sus imágenes e historias de dioses.

Una paciente mía tuvo un sueño extraño con animales y en una sesión de imaginación activa “Intento hacer un ejercicio de IA y les pregunto a los animales quién son, qué hacen aquí. Me despiertan una especie de impulso asesino. Me dan ganas de matarlos. Me viene a la cabeza la imagen de una especie de cuchillo doble, que cojo con fuerza y clavo, una y otra vez, en la carne de los animales animal. Oigo el ruido, como en las películas.”

La palabra griega para mártir, martus, significa simplemente “testigo”, pero en el contexto específico de los mártires cristianos significa Blutzeuge (testigo-de-sangre). ¿Podríamos imaginar que la semilla de la verdad cristiana pudiese haber brotado como lo hizo si no hubiese estado nutrida por la sangre de sus primeros creyentes? Esta sangre autenticó y materializó la verdad cristiana tanto como esta verdad, a su vez, capacitó y empoderó a los mártires para dar su sangre por ella. Pero la sangre de la nube de testigos es doblemente secundaria. Es en sí misma dependiente del sacrificio sangriento de Cristo, el cual a su vez es de alguna manera la culminación de la historia milenaria de la matanza sacrificial.

Penélope y Telémaco, no pueden traicionar la lealtad invisible al padre. Ambos dan nombre particular a la no resolución de la traición: complejo de Penélope, complejo de Telémaco. La llegada de Odiseo en varias versiones del mito no acaba bien para Penélope que es asesinada por Odiseo quien llega a interpretar de modo paranoico su fidelidad.

Resolver el sistema traición es condición para dilemas muy extremos que nos acontecen en la vida. Los judíos que se traicionaban a sí mismos “colaborando” con sus carceleros por ejemplo trasladando los cadáveres de sus familiares desde la cámara de gas a la fosa común, como modo extremo de sobrevivir. ¿Qué harías tú? ¿te lo puedes imaginar? La película El superviviente de Auschwitz (Barry Levinson, 2021) explora este dilema.

Lo habitual es que solo los pacientes en psicoanálisis junguiano, además de traicionar a padres y salgan de complejos materno y paterno, lleguen a traicionar al sí-mismo. Pero necesitan una cuarta traición: a su terapeuta y a la institución que representa la propia díada terapéutica, con sus rituales, sus contenidos teóricos, …

El terapeuta junguiano, primero fue paciente y se supone que ya traicionó tres veces. Muchas veces los terapeutas pasan un período de identificación con los paradigmas en los que se han formado. Un tiempo para asentar su confianza. Pero finalmente necesitan traicionar sus lealtades al propio paradigma o episteme junguiano y al mismo Jung que no quería se hiciese religión con sus propuestas. La traición permite desplegar la creatividad y seguir profundizando en la comprensión de la complejidad. Con esa actitud el terapeuta puede temer el vacío del abandono de los vínculos con otros colegas y no romper las lealtades, pero entonces no desplegaría el conocimiento.

He planteado una revisión de la intencionalidad de lo inconsciente colectivo en relación a la función teleológica que es un axioma central para comprender la individuación. Propongo que no es necesario recurrir a la intencionalidad y que la física cuántica, como explico en Vida consciente más allá de la muerte (García, M, 2022), puede explicar la concurrencia sinérgica entre lo arquetípico y lo personal, e invierto el orden, enfatizando el desarrollo personal como núcleo que activa el cadáver del arquetipo vivificándolo resucitándolo, dotándolo de alma, cuyo resultado es que en el proceso se vivifican con reciprocidad sistémica tanto el propio eje si-mismo/yo como sus dos polos. Esta propuesta es novedosa, apropiada para evitar el riesgo del sesgo teísta de la intencionalidad, pero desafía la tendencia natural de la psique a personalizar. La redacción de este apartado acerca de la traición está hecha coherente con esta hipótesis.

Traición en y a las instituciones.

Los grupos humanos se institucionalizan en un grado variable desde grupos de amigos hasta instituciones muy estructuradas con objetivos muy diversos.

En los grupos humanos se reproducen las lealtades invisibles, juegos sucios, que se han interiorizado en las familias de origen de los componentes del grupo, de un modo que desborda y posee a los sujetos, dejando las razones conscientes de la función de los grupos en un segundo plano. Se experimentan movimientos, alianzas, creación de chivos expiatorios, narcisismos de las pequeñas diferencias (Freud), … y traiciones destructivas.

Žižek, inspirado en Kierkegaard, distingue tres modalidades de traición.

Traición estética. Movida por intereses egoístas (placer, venganza, orgullo). Ejemplo: la traición de Medea, quien asesina a sus hijos para castigar a Jasón, combinando despecho y reafirmación de su identidad herida. La traición puede nacer de un sentimiento de envidia o minusvalía, buscando “igualar” o vengarse simbólicamente del otro. El traidor actúa movido por contenidos inconscientes rechazados -la sombra- (ira, codicia) que proyecta sobre la víctima.

Traición ética. Justificada en nombre de un principio universal. Como el lema «Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad», donde se sacrifica una relación por un ideal superior. Hay aquí una necesidad kierkegaardiana superior: traicionar la propia universalidad (ética). Para los románticos, traicionar convenciones sociales (como en Werther de Goethe) era un acto de libertad radical. La traición se vincula con la búsqueda de autenticidad. Kant calificaría la traición de violación absoluta del deber moral universal. Machiavelo, en cambio, la ve como instrumento político lícito si asegura el poder.

Traición religiosa. Acto paradójico de fidelidad a través de la ruptura. Según Žižek, Judas traiciona a Jesús para cumplir un designio divino, donde la traición se convierte en «última forma de fidelidad» Te traiciono y luego, cuando estas abatido, destruido por mi traición, intercambiamos miradas – si entiendes mi acto de traición, y solo si lo haces, eres un verdadero héroe. Todo verdadero líder, religioso, político o filosófico, tiene que provocar una traición así entre sus discípulos más cercanos. Así hay que leer la dirección de las últimas proclamas públicas de Lacan: a los que me aman, es decir, que me aman lo suficiente como para traicionarme.

La mayoría de estas traiciones no son la traición necesaria para la individuación sino complejos traición.

En la psicología profunda, Judas representa el lado oscuro de la lealtad. La traición surge no por falta de amor, sino por un exceso de identificación con el objeto amado. Jung identifica en Judas la parte de nosotros que sabe, teme y finalmente traiciona al “Cristo interior”, el sí-mismo. (la vocación ética o espiritual).

Mito Ahuíztol

El Ahuíztol, que comúnmente es emparentado con la nutria o el perro de agua, es un terrible monstruo de la mitología mexica. De acuerdo con las narraciones, era del tamaño de un coyote y se asemejaba a éste, sin embargo, poseía características únicas. El Ahuízotl tenía un pelo gris y resbaladizo, pero que fuera del agua se volvía duro y puntiagudo, asimismo tenía manos y pies de mono. El monstruo servía a las divinidades acuáticas, por lo que se desplazaba de un lado a otro a través del agua y podía aparecer en las charcas o cuerpos de agua. No era posible advertir cuando el Ahuízotl iba a aparecer, sin embargo, podía causar remolinos que arrojaban ranas y peces fuera del agua. La principal forma de ataque de la bestia era su cola, la cual poseía un mano con la que arrastraba a la víctima hasta el fondo del agua.

En Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México, México.

Las víctimas de Ahuízotl, elegidos de Tláloc. Se dice que el Ahuízotl atraía a sus víctimas llorando desconsoladamente como un bebé o imitando el movimiento de los peces para atraer a los pescadores, luego de lo cual atacaba. Las víctimas de la bestia se diferenciaban de los simples ahogados porque su cuerpo era hallado tres días después. En muchas ocasiones carecían de ojos, uñas y dientes, pues el monstruo se los arrancaba antes de liberar sus restos mortales. A los cuerpos de las víctimas se les honraba especialmente, pues se consideraban elegidos de Tláloc y Chalchitlicue, y residentes del Tlalocan.

Las instituciones traicionan, como Tláloc a los sujetos pertenecientes a ellas requieren su sacrificio.

La dinámica arquetípica de la traición no se limita al núcleo familiar. Se proyecta y repite a escala macro en las instituciones (el Estado, las corporaciones, los sistemas educativos, las religiones organizadas e incluso los mismos paradigmas científicos o terapéuticos). Estas funcionan como un Tláloc colectivo: un dios que ofrece pertenencia, identidad, seguridad y un sentido de orden (la lluvia que fecunda), pero que exige, a cambio, un sacrificio

El Ahuíztol, como brazo ejecutor de Tláloc, es la personificación perfecta del mecanismo institucional traicionero:

Atrae con un señuelo. Llora como un bebé, imita el movimiento de los peces. Las instituciones ofrecen progreso, comunidad, verdad o salvación, apelando a nuestras necesidades más profundas e infantiles de protección y significado.

Captura al fiel. Una vez el individuo ha confiado y se ha sumergido en las aguas de la institución, la «mano en la cola» del monstruo se activa. Son las lealtades invisibles institucionales, los contratos no escritos, las doctrinas inflexibles y la promesa de un lugar en el «Tlalocan» (el paraíso prometido por el sistema) lo que ata al sujeto.

Exige el sacrificio. La traición institucional se consuma cuando se revela que la pertenencia tiene un costo: la abdicación de la autonomía crítica, la renuncia a partes del sí-mismo (los «ojos» para ver por uno mismo, las «uñas» para defenderse, los «dientes» para morder la realidad). El individuo es «arrastrado al fondo» para ahogar su individualidad en pos de la preservación del sistema. Aquel que cuestiona es señalado como un traidor, aun cuando sea la institución la que ha traicionado primero su promesa de bienestar integral.

El «cuerpo» del individuo que logra escapar o ser expulsado de estas aguas institucionales aparece, simbólicamente, tres días después: tras un proceso de crisis (la noche oscura del alma), emerge transformado. Le han sido arrancadas las partes con las que antes se identificaba ciegamente con la institución, pero este despojo, aunque doloroso, es un honor. Es la señal de que ha sido «elegido» no para la sumisión, sino para la consciencia. Ha sobrevivido a la traición del sistema y, al hacerlo, ha iniciado su propia individuación a un nivel colectivo.

Por lo tanto, traicionar a la institución (sus dogmas, sus inercias, sus mandatos heterónomos) se convierte, en este marco, en un acto de salud psíquica y de fidelidad al sí-mismo. Es el equivalente adulto y colectivo de la primera traición del infante a la madre. El terapeuta que debe traicionar el paradigma junguiano para ser fiel al espíritu de Jung, tal como se menciona en el texto, es un ejemplo perfecto: debe sacrificar la lealtad ciega a la «institución» teórica para que el conocimiento siga vivo y creativo.

Quien no realiza esta traición, permanece como Penélope o Telémaco, eternamente esperando el regreso de un «padre» institucional que solucione su existencia, o como uno de los prisioneros en la caverna de Platón, confundiendo las sombras con la realidad. La traición a la institución es, en última instancia, el acto de canibalizar los restos cadavéricos de una identidad prestada para forjar un alma propia y soberana, capaz de relacionarse con los arquetipos y las instituciones desde la libertad, y no desde la esclavitud.

Una lectura desde la dialéctica amo-esclavo

La dinámica arquetípica de la traición no se limita al núcleo familiar. Se proyecta y repite a escala macro en las instituciones (el Estado, las corporaciones, los sistemas educativos, las religiones organizadas), las cuales funcionan como un Tláloc colectivo. Este dios institucional ofrece pertenencia, identidad y orden (la lluvia que fecunda), pero exige, a cambio, un sacrificio de la autoconciencia individual.

Es aquí donde la dialéctica amo-eslavo de Hegel ilumina el mecanismo psíquico de esta traición. La institución se erige en la posición del Amo. Su existencia y poder dependen del reconocimiento que le otorgan los individuos (los esclavos), quienes, a cambio de protección y sentido, le ceden su autonomía y le rinden pleitesía. Inicialmente, este pacto parece estable: el Amo (la institución) domina y el esclavo (el individuo) trabaja y obedece para él.

El Ahuíztol, como brazo ejecutor de Tláloc, personifica la violencia sutil de este sistema. Atrae con señuelos (llora como un bebé), igual que la institución seduce con promesas de seguridad y significado. Una vez el individuo se sumerge en sus aguas, la «mano en la cola» del monstruo—las lealtades invisibles, los dogmas, los mandatos heterónomos—lo atrapa.

El momento de la traición necesaria es el punto de inflexión hegeliano. El esclavo, en su trabajo para el Amo, comienza a ver que su propia esencia ha sido puesta en lo otro (la institución). Teme a la muerte simbólica que supondría romper el vínculo, pero ese mismo temor a la muerte (el vacío, la orfandad) es lo que debe enfrentar. Al experimentar la traición institucional—la revelación de que su sacrificio sostiene un sistema que no le reconoce como un ser autónomo—se enfrenta a la elección crucial:

Permanecer como esclavo. Seguir aceptando la traición institucional, sacrificando su potencial individual a cambio de una falsa seguridad. Es el «complejo de Telémaco» o de «Penélope» a escala colectiva: una lealtad infantil que impide la madurez.

Arriesgarse a la lucha por el reconocimiento: «Traicionar» al Amo institucional. Esto implica dejar de reconocer a la institución como la fuente absoluta de verdad y valor, y arriesgarse a la lucha—interna y externa—por su propia autonomía. Es el equivalente al infante que traiciona a la madre para dejar de ser su objeto.

Este acto de traición liberadora es un viaje al fondo de las aguas del Ahuíztol. Quien emerge, «tres días después», es un sujeto transformado. La institución (el Amo) le ha arrancado sus «ojos, uñas y dientes», pero este despojo, aunque doloroso, es la condición de su libertad. Al igual que el esclavo hegeliano que, a través del trabajo y la confrontación con el miedo, forja su propia conciencia, el individuo que sobrevive a la traición institucional ya no depende del reconocimiento del Amo para existir.

Ha descubierto que, en realidad, la institución depende de su reconocimiento. El poder del Tláloc institucional se evapora cuando los «elegidos» dejan de consentir su propio sacrificio.

Por lo tanto, la traición a la institución es el acto dialéctico por excelencia en el plano colectivo. Es la negación (la antítesis) necesaria para superar la relación de dependencia patológica. De esta lucha no emerge la destrucción de toda institución, sino la posibilidad de una síntesis superior: una nueva relación con lo colectivo, donde el individuo, ahora consciente de su valor y autonomía, puede participar en las instituciones sin ser devorado por ellas, co-creándolas desde una lealtad crítica, no desde una lealtad invisible y esclavizante. Como en el nigredo, la “oscuridad del alma” tras la traición permite, mediante reflexión consciente, la purificación (albedo) y recomposición (rubedo) de la propia identidad en formas más auténticas.

La Función Trascendente, en este contexto, sería el «insight» que resuelve la tensión entre la tesis (la sumisión al Amo) y la antítesis (la traición rebelde), generando una nueva síntesis consciente: la de un individuo que, habiéndose liberado de la necesidad de un Amo, puede relacionarse con las estructuras colectivas desde la libertad y la responsabilidad de quien ya no es un esclavo. Un liberto quien recupera los ojos, uñas y dientes antiguos en unos nuevos capaces de mirar viendo con los ojos cerrados, de usar sus uñas como zarpas cuando sea necesario y sus dientes como armas que mastican cualquier atisbo de poder y abuso de quien quiera erigirse en amo.

 

Sistemas sanos. Una utopía

Desde mi punto de vista, hay cuatro condiciones necesarias para considerar a un sistema, sano o con buen rendimiento, lo que incluye ser consciente de contribuir significativamente a la realización de la paradoja de humanizar los sistemas formados por personas, orientándolos a la mayor evolución del de los pertenecientes al sistema humano, y, por extensión, a toda la humanidad.

 

Capacidad de percibir disfunciones del propio sistema y de rectificarlas

No hay peor alienación que no percatarse de que se está alienado. Para ello es preciso disponer de una cierta altura en receptividad, humildad, inteligencia y capacidad de adaptación general y de readaptación a la situación modificada, desde las cuales se pueda observar el propio error y, en consecuencia, pueda desarrollarse el cambio, la innovación, la sustitución, la reorganización o la desegotización destinada a la recuperación del equilibrio perdido.

Esta capacidad incluye la posibilidad de que el sistema, en cuanto tal, para los casos extremos, tenga disponible y prevista la facultad de su autoanulación funcional, su reorientación global, su cambio radical o incluso su autodisolución como sistema (autoanulación o suicidio sistémico), porque su equifinalidad o alguna de sus repercusiones secundarias pudieran perjudicar la evolución humana en general, a costa del interés particular de algún elemento o parte del sistema, o de todo el sistema. Hay que recordar, en este sentido, alguna idea básica del evolucionismo de H. Bergson (1859-1941), quien, a propósito de lo que denominaba «moral cerrada» expuso, entre otras, la imagen de la sociedad, en función de cuyo interés general sus células se subordinaban sinérgicamente, hasta alcanzar el sacrificio de alguna de sus partes o elementos. No obstante, tal requisito, antes de poder proceder de tal manera, es preciso que el ego de sistema sea secundario respecto a la conciencia de evolución o al sentimiento activo de universalidad, y que después se actúe coherentemente a lo que dictan las ideas. Lo esencial de este aspecto es enunciado por B. Russell (1956) así: «Actualmente, el mundo está lleno de grupos centrados en sí mismos, incapaces de mirar la vida humana en conjunto y dispuestos a destruir la civilización antes de retroceder una pulgada»

Capacidad de reconocimiento de la autoimagen del sistema

No tanto respecto a sus coordenadas internas sino en cuanto a su relación con su entorno físico, su circunstancia histórica y su función dentro del proceso general de evolución humana.

Capacidad de desprendimiento y desinterés

Ha de entenderse en un sentido complementario a la primera cualidad, como tendencia al funcionamiento, aunque el sistema no fuera rentable para sí mismo, pero sí resultara altamente favorable y coherente con el proceso de evolución del ser humano. Probablemente en estos casos, precisaría la ayuda o el aporte necesario de otros suprasistemas o sistemas más potentes que, evidentemente, reunieran esta misma condición. O, en casos extremos, la renuncia de algún sistema, o partes y elementos de sistemas, a favor de la continuidad de otros, más convenientes para el interés evolucionista de la mayoría. Un sistema superior, dotado de una gran conciencia de humanización, no necesariamente ligaría el porvenir a «su» porvenir; así, el mejor porvenir del sistema debería ser el porvenir de todos.

Autoconciencia

En tanto que conciencia de sí, como ente sin límites reales, permanentemente responsable de todo lo que hace, por nimio que sea, y de lo que deja por hacer, quiérase o no, en conexión sinérgica con la humana labor de evolución (trascendencia sincrónica). En consecuencia, como ser comprometido históricamente con el derecho-deber de contribuir a ese proceso (trascendencia diacrónica), siempre con la mira puesta generosa y naturalmente en las generaciones venideras, cuyo imperativo deberá ser dar un paso más en el mismo sentido (vida en evolución), que no hay otro.

Sistemas distópicos

Esta totalidad no es ni puede ser solamente una referencia sistémica. Ha de ser equivalente al interés de la promoción de la condición humana, desplegado, transformado y representado extensivamente por el sistema social o humano en evolución. Evidentemente, un sistema incluido dentro del ámbito educativo ha de trabajar a la vanguardia, y debe ocuparse de recordar, formar y estimular para que el resto de los sistemas sociales trabaje al servicio de la evolución hacia la madurez del grupo humano, y jamás permitirse hipotecar esa capacidad.

Utopía es un «no-lugar» (su significado etimológico del griego ou-topos) que sirve para juzgar el «aquí y ahora». Al imaginar una sociedad perfecta, se revelan, por contraste, las imperfecciones de la sociedad real. Simboliza la confianza en el progreso y la perfectibilidad humana, pues los problemas sociales (guerra, pobreza, injusticia) no son naturales ni inevitables, sino que pueden ser superados mediante una praxis coherente.

Utopía no es distopía. En Nosotros de Yevgueni Zamiatin (1921) o Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932), la utopía se revela como una distopía. El símbolo del «Estado Único» o la «World State» representa un orden tan perfecto que es inhumano, suprimiendo el amor, el arte y la libertad individual por la estabilidad. El mito de la Edad de Oro o el Paraíso Perdido son utopías retrospectivas. Simbolizan un estado que existió en el pasado y que hemos perdido. Cuando se han experimentado (vida intrauterina) fundamentan la motivación en la acción para lograr la utopía. Como motor de aspiración, pone atención a la imperfección del presente tratando de corregirla.

Pero lo común es que sea un objeto de nostalgia más que de planificación futura. Y que la utopía se convierta en una distopía. Por los que la mayor parte de los sistemas humanos e instituciones son distópicas.

Un sistema distópico no querrá morir. No querrá asumir la oportunidad de crecer y cooperar con la transformación del mundo. No asumirá la responsabilidad de las acciones particulares y grupales.

Podrá ser visto como un barco que declara su naufragio mientras la tripulación, aún en cubierta, sigue izando las velas hacia un horizonte que ya no existe, y mientras su capitán sigue apoyándose en la esperanza de sangre fresca y vientos y lluvia fertilizante.

Un sistema distópico en el arte. Joyce Jung.

James Joyce le dijo a Carl Jung, que era el terapeuta de su hija, que sus novelas no eran tan diferentes a los delirios de su hija. Jung respondió: es cierto, pero mientras usted nada en ellos, su hija se ahoga.

Jung está de acuerdo en que tanto el artista como la persona con psicosis exploran el mismo territorio: el inconsciente. Ambos acceden a un mundo de símbolos, arquetipos, conexiones no lineales y realidades alternativas que están más allá de la lógica consciente. Joyce, en su escritura, buceaba deliberadamente en ese océano para extraer material creativo. «… pero mientras usted nada en ellos, su hija se ahoga.» Nadar (Joyce): Implica control, voluntad y maestría. El artista se sumerge en el inconsciente, pero puede salir a la superficie. Utiliza el ego y la técnica para dar forma a ese caos, transformándolo en una obra de arte estructurada y comunicable. Es una inmersión con un propósito, un viaje de ida y vuelta. El arte es, para Jung, una forma de canalizar sanamente las fuerzas del inconsciente. Ahogarse (Lucia): Implica ser superado, perder el control y sucumbir. La persona con psicosis no «nada» en el inconsciente; es arrastrada por él. El inconsciente la inunda, rompe los diques de la conciencia y la desconecta de la realidad consensuada. No hay capacidad de darle un sentido o una forma ordenada; solo hay caos y sufrimiento. En definitiva, Jung le dice a Joyce: «Usted es el buzo que explora las profundidades y vuelve con tesoros. Su hija es la víctima de un naufragio que se está hundiendo». Es una forma profundamente humana y precisa de validar el genio de Joyce sin minimizar la tragedia de su hija.

Es un ejemplo tanto de un sistema familiar distópico como de lo que entiendo sobre la relación entre el artista y el arte, que suelo denominar como complejo creatividad. Además, hay una profunda reflexión que suscita el diálogo y es hasta qué punto Joyce mismo estaba equilibrado y su efecto en su hija. Su hija tenía una psicosis clínica, diagnosticada de esquizofrenia. Si no es un problema genético, que no lo creo, ¿cuál es el origen de la psicosis de Lucía? El origen familiar de una psicosis en padres desequilibrados es patente, además Joyce reconoce similitud entre los contenidos de su obra y los delirios de Lucía. ¿Una excesiva identificación edípica de una hija a la que los padres no han sabido ayudar en su desarrollo y que se convierte en una musa-ánima de su padre?  Lucía tuvo una fatal atracción por uno de los protegidos del padre, Samuel Beckett, y por su profesor de dibujo, Alexander Calder. Jung en la anécdota no se mete en esto, quizás por delicadeza, y quizás, esperando que Joyce capte un mensaje más profundo.

James Joyce no era un «loco» en el sentido coloquial clínico y cultural. Era un hombre con una constitución psicológica extremadamente frágil y una neurosis profunda, que incluía ansiedad debilitante, fobias y una alta dependencia del alcohol. Sin embargo, poseía una voluntad férrea y un genio disciplinado que le permitieron utilizar su propio sufrimiento y su rico mundo interior como material crudo para su arte. En esencia, su salud mental fue el campo de batalla donde se libró su creatividad. Sus demonios personales—el miedo, la paranoia, las obsesiones—fueron también los ladrillos con los que construyó sus obras maestras. Él, como le dijo Jung, «nadaba» en las aguas profundas del inconsciente, mientras que su hija, trágicamente, se «ahogaba» en ellas. De la madre de Lucía Joyce, Nora Barnacle, no hay indicios de que padeciera ningún trastorno de salud mental clínico. Nora era una mujer de origen humilde de Galway, con una educación formal limitada, pero con una inteligencia práctica y un carácter excepcionalmente fuerte. Mientras Joyce se consumía en ataques de ansiedad, celos paranoicos y crisis creativas, Nora era el pilar de estabilidad en la familia. Ella era la que gestionaba las finanzas (a menudo desastrosas), criaba a los hijos y mantenía un sentido de la realidad cotidiana en medio del caos que Joyce generaba. Nora no entendía ni le interesaba la obra literaria de su marido. Famosa es la anécdota de que, cuando le preguntaron por qué no leía «Ulises», ella respondió: «¿Para qué? Ya vivo con él». Esta distancia le permitía no verse arrastrada por las tormentas intelectuales y psicológicas de Joyce. Joyce veía la condición de Lucia como un misterio artístico, un fuego creativo similar al suyo. Nora, desde su sentido común, veía la realidad: su hija estaba gravemente enferma y necesitaba ayuda profesional. Esta divergencia causó gran tensión en su matrimonio. Esas tensiones se pueden entender desde la teoría de sistemas familiares junto a la psicoanalítica, como detonante de la psicosis de Lucía. El hermano mayor de Lucía era Giorgio, tuvo una vida difícil, marcada por la sombra de su famoso padre. Aspiró a ser cantante, pero no logró el éxito esperado. Se casó con Helen Fleischman, una mujer diez años mayor que él y adinerada, lo que generó cierto escándalo. Al igual que su padre, luchó contra el alcoholismo durante gran parte de su vida. Lucia mostró un talento temprano para la danza y fue una prometedora artista en ese campo. Sin embargo, a medida que crecía, su comportamiento se volvió cada vez más errático e inestable. Después de ser diagnosticada con esquizofrenia, pasó la mayor parte de su vida adulta, desde los 25 años hasta su muerte a los 75, internada en diferentes sanatorios psiquiátricos.

La vida de Lucía es narrada por Sofía G. Buzali en el libro Mi nombre es Lucía Joyce.    Sofía G. Buzali leyó la biografía de James Joyce escrita por Richard Ellmann y la biografía de Lucía Joyce escrita por Carol Loeb Schloss. Esta última abarca desde el nacimiento hasta su internamiento psiquiátrico en un hospital psiquiátrico francés (en Ivry). Os bombardeos nazis condicionaron que los internos de Ivry fuesen trasladados al Hospital Psiquiátrico de Charmettes, en Pornichet. Los padres de Lucia huyeron de Francia y a Zurich, donde moriría Joyce en 1941. Lucía es abandonada y se queda a la deriva. La albacea de Lucía, que era la mecenas de Joyce, se llamaba Miss Weaver, una solterona que toda su vida ayudó a Joyce, la rescató al Hospital Psiquiátrico St. Andrew’s, donde pasaría el resto de sus días. su mayor obsesión es escapar. Volar en busca de su padre, enterrado en el cementerio de Fluntern, en Zúrich, y de quien nunca pudo despedirse. La biógrafa decía que Lucía sentía que le habían quitado su alma a través de todos los distintos medicamentos que debía ingerir en el hospital, incluso le daban un tipo de medicamento que le hacía que le creciera la barba, se le pusiera el pelo blanco, que olvidara.

Lucía no pudo hacer ninguna de las tres traiciones básicas, ni siquiera entrar en la denominación complejo paterno, complejo materno, ya que probablemente era una mujer de estructura psicótica poseída por lo arquetípico que no podía entender ni situar pero que inspiraba a su padre.

 

Metamorfosis del alma de nuestra casa

No toda muerte es pérdida.
A veces, morir es dejar de sangrar
por una herida que no cierra.

Nos dimos cuerpo, nombre y voz,
y en la voz se fue el aliento.
Nos reunimos para pensar el alma,
y el alma quedó atrapada
entre papeles, demandas y silencios.

Una sombra se instaló en la puerta,
la casa se llenó de ecos,
y el fuego que encendimos para alumbrar
comenzó a arder hacia adentro,
devorando la fuerza, el sueño,
la fe del trabajo compartido.

Hoy elegimos morir despiertos,
cerrar los ojos de esta forma viva,
que ya no respira,
y ofrecer sus restos al suelo fértil
de lo que aún puede nacer.

No es rendición,
es el gesto sabio del otoño:
dejar caer la hoja
para que el árbol no se pudra.

El cansancio tiene nombre,
la justicia se volvió un laberinto,
y nuestros días, antes consagrados al sentido,
se consumieron en la defensa del aire.
Por eso decimos: basta.
Por eso decimos: hasta aquí.

Que se disuelva esta estructura
como un cuerpo que regresa al río,
para que el río vuelva a fluir.
Que el nombre que fuimos
se borre sin rencor,
que el dolor se haga aprendizaje
y el aprendizaje semilla.

De los restos nacerán otros círculos,
más ligeros, más vivos,
sin la carga del miedo ni del sello.
Seguiremos reuniéndonos,
pero ya no bajo el peso de una sigla,
sino bajo la luz que nos llamó al principio.

Así muere lo que amamos —con dignidad—
para que la vida,
la verdadera,
pueda volver a entrar.

Mikel García.  5 octubre 2025

Conclusiones

 

Conclusiones

El análisis presentado revela que la traición es un fenómeno radicalmente ambivalente, lejos de ser una simple ruptura moral o un acto de perfidia. Se erige como una categoría existencial, un arquetipo, que interpela los fundamentos de la identidad, la ética y la trascendencia, desplegándose en múltiples dimensiones.

La tipología de Žižek—inspirada en Kierkegaard—nos permite desagregar la traición en tres modalidades esenciales: la traición estética (movida por el interés egoísta), la traición ética (justificada por un principio superior) y la traición religiosa (un acto paradójico de fidelidad última). Esta última, ejemplificada en la figura de Judas, constituye el núcleo de una profunda paradoja: a veces, la fidelidad más radical exige la ruptura aparente. Judas no es un mero villano, sino un instrumento necesario en la economía divina, encarnando la idea de que «Dios pide que lo traicionen». Esto expone una lógica dialéctica donde el mal se integra en un plan superior de bien, y donde la traición se convierte en un acto fundacional.

Estas traiciones literales con complejo traición a diferencia del arquetipo traición que opera en fases evolutivas: a la madre, al padre, al sí-mismo y a las instituciones en grupos humanos.

Psicológicamente, Judas representa el arquetipo del traidor interno, la sombra que todos cargamos y que nos tienta a traicionar nuestro «Cristo interior» o vocación más elevada. Lejos de ser solo una falta, esta traición puede surgir de un exceso de identificación con el objeto amado, o de la necesidad de discernir la singularidad del Otro más allá de sus atributos universales.

La traición, por tanto, no tiene un desenlace unívoco. Puede sumirnos en la oscuridad del resentimiento y la venganza, como ilustra trágicamente Medea, iniciando ciclos de destrucción. Sin embargo, también puede operar una transformación alquímica en la psique.

Al igual que en el nigredo, la experiencia del dolor y la ruptura puede devenir en un proceso de purificación (albedo) y recomposición (rubedo) de la identidad, actuando como un catalizador para la individuación y una compasión más auténtica.

Finalmente, la reflexión se extiende al ámbito socio-político. La traición no es solo un drama individual, sino un motor histórico. La lectura de Žižek sugiere que el cristianismo institucionalizó la traición para mantener su hegemonía, una dinámica que se repite en la política cuando la «fidelidad a la causa» exige traicionar dogmas caducos. Esta lógica encuentra un eco distópico en el llamado «thanacapitalismo» o capitalismo mortuorio, donde el sistema se alimenta del espectáculo de la muerte y el sufrimiento ajenos, traicionando la base misma de la comunidad humana al fomentar un narcisismo que se reafirma mediante la exclusión.

En definitiva, la traición se nos presenta como un espejo de las contradicciones más profundas de la condición humana. Lejos de ser solo un tema literario o teológico, es una fuerza liminal que, al cuestionar nuestras lealtades más arraigadas, nos confronta con la posibilidad de caer en el nihilismo o, por el contrario, de acceder a una forma de libertad y creatividad más profunda y veraz. La única fidelidad que perdura sugiere este análisis, es aquella que tiene el coraje de atravesar la traición.