Culpa

La culpa como realidad arquetípica puede referirse a cuatro visiones distintas, aunque no por ello dejemos de mantener una visión integrativa en nuestro análisis que nos permita concebir a las cuatro como partes fundamentales de este complejo. Tanto el conflicto de la ambivalencia, a modo de expresión de la realidad instintiva del sujeto humano, como la posición de la consciencia heroica y el titanismo, representando la expresión de un desarrollo y posición cognoscitiva particular y la búsqueda de sentido, como expresión de las necesidades existenciales del sujeto humano, se convierten en cimientos sobre los que se construye el complejo de culpa como entendemos hoy en día.La culpa favorecería el retorno del padre en forma de animal totémico, imagen en la que se sustentarían las creencias religiosas en un Dios protector. En los ritos conmemorativos, como la eucaristía, se escenificaría el asesinato del padre y su posterior resurrección mediante la incorporación que implica su papel de alimento espiritual.El psicoanálisis freudiano toma como referencia fundamental este mito, constituyéndose como centro que justificaría los sedimentos sobre los que se construye el complejo de Edipo.Para la psicología analítica, durante el desarrollo de la consciencia del ser humano en general y del niño en particular ha tenido que ser constelado el arquetipo del héroe, arquetipo fundamental en la evolución, que permite desarrollar la capacidad de diferenciación, de manejo de voluntad, de responsabilidad y capacidad de lucha de nuestro yo. La culpa es uno de sus atributos. Pero la excesiva identificación al ideal heroico ha hecho que un proceso necesario se convierta en una alineación; la culpa potencia la fijación y clama porque se cumplan los ideales hercúleos.. Desde el titanismo podemos hablar de voluntad, sacrificio, capacidad de trabajo y de renuncia de forma totalmente desmedida y sin ningún tipo de sentido. Y también de una culpa y sufrimiento descomunal, como el de la Diosa Madre por sus hijos, sin que se dé la capacidad de situar, limitar y elaborar lo que esto entraña, por lo que se convierte en un sufrimiento estéril. Podríamos entender la culpa como un importante estímulo que nos recuerda la trascendencia que tiene para el sujeto humano el encontrar sentido a su vida, o lo que en otras palabras sería encontrar el mito que preside nuestras vidas. Este complejo sería parte integrante de una pulsión de búsqueda. La psicología arquetipal utiliza la expresión “hacer alma” para describir el desarrollo de una suerte de interioridad construida en el sujeto humano a partir de recibir éste, de forma amorosa, las imágenes arquetípicas que pueblan su psique inconsciente. Esta suerte de interioridad dotaría de profundidad y sentido a la existencia, un sentido muy diferente al punto de vista exclusivo del yo. Estaríamos hablando de una vuelta a la religiosidad politeísta. Desde esta óptica también la culpa podría ser una llamada de atención para “hacer alma”. La psicología analítica no buscaría los sedimentos de la culpa primigenia en un asesinato movido por impulsos instintivos (el asesinato del Padre) sino en una forma de desarrollar determinados procesos cognitivos, marcados por el desarrollo histórico de la consciencia (como es señalado por autores como Erich Neumann y Edward. C. Whitmont ). Desde esta perspectiva podríamos definir la culpa como un atributo de la “consciencia heroica” como conocemos en nuestros días.

Tabú familiar

Los tabúes son construíbles a partir del mito fundamental familiar. (El mito da a cada miembro un rol o definición que es aceptado por todos y su desafío se convierte en un verdadero tabú)

Tiresias

En la mitología griega, Tiresias fue un adivino ciego de la ciudad de Tebas y junto con Calcas, es uno de los dos adivinos más célebres de la mitología griega. Hijo de Everes —que a su vez era hijo del esparto Udeo— y de la ninfa Cariclo, Tiresias tuvo a su vez dos hijas: Manto y Dafne.

Tiresias es un adivino que aparece en todos los episodios mitológicos relacionados con Tebas, desde la época de Cadmo hasta la expedición de los Epígonos: fue él quien aconsejó que se entregara el trono de la ciudad al vencedor de la Esfinge y, más tarde, sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes. Tiresias también aparece en el canto XI de la Odisea: Odiseo irá a consultarlo al Hades para averiguar las circunstancias en que se desarrollará su regreso a Ítaca.

Tiresias era ciego desde joven. Según las versiones, su ceguera fue causada por la diosa Atenea —que lo castigó por haberla sorprendido mientras se bañaba— o por la diosa Hera —tras mediar en una disputa sobre el placer que tenía con Zeus—, aunque en ambos casos como compensación le fue concedido el don de ver el futuro. En la última versión, Tiresias sorprendió a dos serpientes apareándose y las habría separado, convirtiéndolo Hera en mujer. Siete años más tarde, volvió a ver a las serpientes en circunstancias similares y entonces Hera le hizo recobrar su sexo. Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a él como árbitro en una discusión sobre quién experimentaba más placer sexual. Cuando Tiresias afirmó que el hombre experimenta una décima parte del placer que la mujer, Hera, indignada, lo castigó dejándolo ciego. Zeus, sin embargo, le otorgó el don de la profecía y una larga vida.

El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador: gracias a sus dotes proféticas, media entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace entre hombres y mujeres; y por la excepcional duración de su vida, entre los vivos y los muertos.

El personaje reaparece en la literatura europea en su doble carácter de profeta y de andrógino desde el Edipo rey de Sófocles (425 a. C.) hasta nuestros días.

Con independencia de anécdotas y acontecimientos casuales, la figura mítica de Tiresias combina varios elementos arcaicos: los adivinos ciegos; la interrupción impía de un rito natural (el de una diosa bañándose o el del apareamiento de las serpientes); la relación entre las serpientes y las personas (ver el mito caduceo); la ambigüedad sexual, con la existencia de un hombre totalmente de dos géneros (shaman); la competición entre deidades.

El trasfondo de Tiresias era importante, tanto por sus profecías como por sus experiencias. Tiresias fue completamente varón y luego completamente hembra: de este modo, el regalo de la profecía era un regalo dado tanto a sacerdotes como a sacerdotisas. Tiresias sirvió tanto a Zeus como a Hera, y por ello obtuvo el don de la profecía. La forma en que tenía sus dotes proféticas variaba mucho según las versiones: a veces, como los oráculos, tenía visiones; otras veces, esperaba y escuchaba el canto de los pájaros; otras, interpretaba las figuras que entreveía en el humo de las ofrendas quemadas.

En la literatura griega, las declaraciones de Tiresias son siempre ciertas, nunca están equivocadas, aunque generalmente, como la mayoría de los oráculos, Tiresias es extremadamente renuente a ofrecer el conjunto de lo que él ve en sus visiones.

Como vidente, Tiresias fue «un título común para los adivinos que atraviesa la historia legendaria griega». A veces cuando su nombre se asocia a una profecía mítica, se introduce simplemente para proveer una personalidad al ejemplo genérico de un adivino, no porque exista alguna conexión inherente con el mito de Tiresias.