Vida después de la muerte en los Tana Toraja. Perspectiva junguiana

Vida después de la muerte en los Tana Toraja. Perspectiva junguiana

Conferencia debate. Impartida por Mikel Garcia Garcia.  #psicoanalisisjunguiano #iravajra

Aforo limitado   Grupo mínimo 10. Conexión ZOOM. Conexión 19 a 21 Hora península España).

Inscripción: Rellena este formulario.

Encontrarás toda la explicación en el formulario y tienes este Tutorial navegación Aula Virtual

Contenido de la actividad en: 

Vida después de la muerte en los Tana Toraja. Perspectiva junguiana

Presentación de los rituales funerarios y mitología de la etnia Tana Toraja de Sulawesi (Indonesia) según su religión animista “Aluk Todolo”. Los Torajans tradicionalmente creen que la muerte no es un evento abrupto repentino, sino un proceso gradual hacia Puya que es la tierra de las almas, o más allá. Basado en los datos recogidos en mi viaje e investigación posterior. Estudio comparativo con otros animismos. Hipótesis junguianas sobre el sentido de los rituales.  Consultar términos relacionados en mi diccionario ideológico

Si no puedes acudir por fechas y para evaluación de la actividad puedes contestar esta encuesta

Pagos y procedimiento

Tarifa general: 25 €.

Los modos de pago están descritos en el Formulario de Inscripción. Siempre hay que inscribirse aunque pueda ser antes o después del pago

El pago ha de recibirse dos días antes del evento si es conferencia o 7 días antes si es curso, no se admite devolución salvo cancelación del mismo por la organización. Puede trasladarse de fecha si hay acuerdo

Antes del evento recibirá al correo electrónico el enlace para unirse al grupo de Skype.

También recibirá la clave para añadirse y poder ver documentos a la sección de la actividad en el Aula Virtual-Moodle 

Precio, modalidad, plazo de pago y acceso al evento

Tarifa general: 25 €. |

* Transferencia –> Cuenta Bancaria: IBAN:ES16-0128-0360-6601-0322-7645 SWIFT/BIC: BKBKESMM

*  PayPal Tarifa General: 25 €

1.- Pago en la sección de la actividad en el Aula Virtual-Moodle 

  Puede entrar como invitado. Necesitará claves de usuario para hacer pagos

2.- Pago directo https://www.paypal.me/MikelGarciaGarcia/25

Indicar en Asunto «Inscripción conferencia y NOMBRE de quien paga»
Enviar resguardo del pago a ibiltarinekyamikel@gmail.com

El pago ha de recibirse dos días antes del evento, no se admite devolución salvo cancelación del mismo por la organización.

El día antes del evento recibirá al correo electrónico el enlace para unirse al grupo de Skype.

También recibirá la clave para añadirse a la sección de la actividad en el Aula Virtual-Moodle 

Si no puedes acudir por fechas y para evaluación de la actividad puedes contestar esta encuesta


giphy (5)

Redes sociales            OSF:   https://osf.io/vg6nf/

Suscribirte a la lista de noticias de este blog-Ibiltarinekya

Si te suscribes en el mismo enlace puedes modificar tus datos o darte de baja más adelante

La conferencia comienza en:

Día(s)

:

Hora(s)

:

Minuto(s)

:

Segundo(s)

Conferencia: Vida después de la muerte en los Tana Toraja. Perspectiva junguiana.

Conferencia: Vida después de la muerte en los Tana Toraja. Perspectiva junguiana.

Presentación de los rituales funerarios y mitología de la etnia Tana Toraja de Sulawesi (Indonesia) según su religión animista “Aluk Todolo”. Datos recogidos en mi viaje e investigación posterior. Los Torajans tradicionalmente creen que la muerte no es un evento abrupto repentino, sino un proceso gradual hacia Puya que es la tierra de las almas, o más allá. Estudio comparativo con otros animismos. Hipótesis junguianas sobre el sentido de los rituales.

Impartida por Mikel Garcia. Médico. Psicólogo. Psicoanalista junguiano 

Lecturas: Viaje visita a los Tana Toraja     Reflexiones en mi blog

Libreria El Olor de la lluvia

 

Experiencia de viajeros por Indonesia con los Tana Toraja

Experiencia de viajeros por Indonesia con los Tana Toraja

Experiencia de viajeros por Indonesia con los Tana Toraja

Viaje en la región de los los Tana Toraja, en Sulawesi, para participar de sus rituales funerarios. Relato con reflexiones y comentarios personales que surgen estimulados por lo que observamos. Información de aspectos históricos, costumbres, ritos y mitos. Algunas consideraciones sobre la cosmovisión Tana Toraja en relación a la muerte.
Mikel Garcia Garcia y Carmen Rodriguez González Octubre 2015

Presentacion viaje setiembre 2015

En la planificación previa a nuestro viaje a Indonesia en septiembre-octubre 2015, repasamos las costumbres antropológicas buscando aquellas que antropólogos, psicoanalistas, historiadores, investigadores, habían descrito en esas zonas,… Es lo que hacemos habitualmente en los viajes ya que un objetivo transversal de los mismos es aprender algo más sobre el alma humana y sobre nosotros mismos. Buscamos guías nativos de cada lugar que hablaran suficientemente castellano e inglés, en un viaje bastante privado, para dos, que nos permitía ajustar los planes de un modo muy flexible a lo que surgiera sobre la marcha. Teníamos claros algunos objetivos. En Sulawesi la etnia Tana Toraja y su cosmovisión en relación a la muerte, la etnia bugi en relación a los estudios sobre “el tercer sexo” y “cinco géneros” y en Bali conectar con algún sanador con el que poder tener una entrevista en inglés. Robert Oostvogels: The Waria of Indonesia: A Traditional Third Gender Role, en Herdt (ed.), op cit., 1995. Sharyn Graham: «Sulawesi’s fifth gender», artículo en la revista Inside Indonesia, de abril-junio de 2001. Estos son makkunrai (hombres femeninos) y oroané (hombres masculinos), calabai (mujeres femeninas), calalai (mujeres masculinas) y bissú (sacerdotes con características masculinas y femeninas). Son dificilmente comparables a las ideas occidentales de género. Efectivamente recogimos impresiones sobre el tercer sexo y estuvimos 90 minutos con un sanador en Bali, pero este escrito se centra exclusivamente en los Tana Toraja. La redacción es personal, con partes más completadas por uno u otro de nosotros, trata de relatar el viaje, lo vivido, las experiencias, reflexiones que te van surgiendo. En ocasiones, no siempre, hemos personalizado algunos comentarios o reflexiones indicando a quién de nosotros pertenecen, aportando información de experiencias previas, citas de autores, o lo que nos haya sugerido la experiencia que estamos describiendo. Se documentan algunas partes con material gráfico propio. También tratamos de hacernos preguntas, formular hipótesis,.. Y dejar abiertas muchas cuestiones. Es un escrito inacabado y la primera vez que publicamos algo, así en relación a un viaje, y con ciertas libertades literarias inspiradas en otros relatos de viajeros. Quedará hacer un trabajo posterior de elaboración más a fondo.

 

Mikel García García y Carmen Rodríguez González 26 Octubre 2015
¿VIVIR POR Y PARA LA MUERTE?

La muerte, el principal modo de subsistencia de Tana Toraja, es su fuente de vida. Todo el movimiento en torno a un funeral activa la economía de la región, y la muerte no entiende de crisis. Las montañas las habitan los muertos y los árboles tienen pequeñas puertas que velan cadáveres de bebés fallecidos prematuramente. Las sangrías públicas son motivo de festejo y alegría y de los ataúdes cuelgan huesos y cráneos desvencijados. Una cultura tan lúgubre como hermosa, que se ha convertido en el reclamo turístico de Sulawesi. Flotan las casas y flotan las tumbas. Sarcófagos de madera colgados de cuevas, nichos esculpidos a golpe de cincel en las paredes rocosas en cementerios verticales en Lemo y Suaya, o ataúdes ocultos en las galerías relamidas por el tiempo en las entrañas de la tierra en Londa. Lo macabro de las cuevas llenas de calaveras peladas enmohecidas en contraste con la belleza de su entorno. Escenas idílicas de la vida cotidiana en el campo de Sulawesi: artesanos a pie de carretera trabajando la madera para unos ataúdes en forma de lágrima o los bustos de búfalo que adornarán las casas. Una fórmula constructiva, decorativa y formal, depurada y estilizada se puede repetir hasta el infinito sin cansar al personal. Y campos y bueyes pastando o embarrados hasta las cejas en los barrizales. Y tumbas cinceladas en gigantescas rocas al margen del camino como por casualidad. Gente que se desplaza, de un lugar a otro, montada en una moto…. Mujer de luto

 

El pueblo Toraja tiene uno de los rituales funerarios más complejos en el mundo Tana Toraja es una regencia de Sulawesi en Indonesia, una región montañosa pintoresca que es el hogar de un grupo indígena conocido como los Torajans. Para el pueblo Toraja, la vida gira en gran medida alrededor de la muerte, pero no en un sentido morboso. Para ellos, un funeral es una gran celebración de la vida, como una fiesta de despedida, y es una ocasión en la que toda la familia del fallecido, y todos los miembros del pueblo participan. Sus antiguas tradiciones implican costumbres funerarias que se han practicado durante muchos siglos y que se sabe que son las más complejas tradiciones funerarias en el mundo.

La población de la Toraja es de aproximadamente 650.000, de los cuales 450.000 viven todavía en la regencia de Tana Toraja («Tierra de Toraja»). La mayoría son cristianos, otros son musulmanes, y una minoría aún conservan las creencias locales conocidos como Aluk Todolo («Camino de los Ancestros»), que son más visibles durante las festividades funerarias y costumbres funerarias. Toraja es un vergel amable cuyo horizonte aparece moteado por el desparpajo de las cubiertas de sus poblados que asoman entre trozos de jungla. Casas -conocidas como Tongkonan- que flotan sobre pilotes de madera, adornadas con coloridos motivos geométricos figurativos que evocan al búfalo de agua -su animal totémico por excelencia-, con de techos gruesos de bambú, suspendidas a varios metros de altura sobre pilares, fachadas de marquetería pintada a mano con grecas, cenefas y motivos animales y un búfalo de madera que corona la entrada. Aquí conviven todos los miembros de la familia, incluso los difuntos. El búfalo jamás trabaja, se le alimenta y cuida, y tiene asignado una persona para que lo pasee.

Cuenta la leyenda que los Torajans fueron los primeros que se adentraron en Indonesia, antes llamada Bahasa Malayu (debajo de Malasia) en 1928 tomaron su nombre actual, Indonesia (indo de indochina y sia, significa muchas islas). Unas embarcaciones emigraron de Indochina rumbo al sur, tras su paso por las costas de Malasia se adentraron en Sumatra donde conocieron a la tribu de los Batak y decidieron que más tarde llegarían a la costa este de Sulawesi. Hace 25 generaciones venían desde la isla Pongo y remontando el rio Sungay y Sadan arribaron a las entrañas de esas tierras. Al no poder arribar con sus canoas Lembang tuvieron que dormir en sus embarcaciones con la quilla hacia arriba para protegerse. Desmontaron sus barcos y llevaron sus maderas tierra adentro hasta las tierras más fértiles, para más tarde convertir las maderas de sus embarcaciones en su nuevo hogar.

Antes del siglo XX, los Torajans vivían en aldeas autónomas, donde se practicaba el animismo, la visión del mundo en la que las entidades no humanas, incluidos los animales, las plantas, y muchas veces incluso objetos inanimados o fenómenos poseen una esencia espiritual.

Familia en caminata

Los primeros navegantes portugueses llegaron en 1511 a la actual Makasar: y denominaron el paraje como espada de hierro, Un enclave bien situado en la ruta de las especias. En 1596 Hoffman con un ejército holandés entró en Sulawesi.

Eran relativamente inmunes al mundo exterior hasta que los misioneros holandeses llegaron a intentar convertir a los montañeses toraja al cristianismo. Sin embargo, incluso los que siguen otras religiones en Tana Toraja, todavía convergen cuando se trata de antiguas costumbres funerarias. Así que lo típico hoy es ver iglesias junto a tongkonans. Y coexisten varios tipos de cementerios que recogen tradiciones animistas o cristianas.

Existió el canibalismo, buscaban la cabeza del guerreo para incorporar su esencia. También ha entrado la magia negra. A veces se roban huesos para utilizarlos en rituales de magia negra. Cuentan las leyendas que el poder de los huesos ha malogrado a muchos ladrones, en una creencia similar a las maldiciones de los profanadores de tumbas egipcias.

Cuernos bufalos

En 1941 Indonesia fue invadida por Japón y a lo largo de toda la ocupación, la población civil fue víctima de numerosas masacres. Cualquier intento o simple sospecha de sublevación ante los nipones era aplastada brutalmente, hubo numerosas ejecuciones y realizadas de manera muy cruel. Los japoneses, preocupados por la defensa militar del país, seleccionaban a jóvenes y niños que eran sacados de sus aldeas y forzados a trabajar. Eran los llamados “romusha“, trabajadores que vivían en condiciones de esclavos. Algunos de ellos seleccionados y deportados a Thailandia, Birmania, Malasia.

A pesar de lo intrincado de la historia reciente como la invasión japonesa en la segunda guerra mundial genocida en la zona, y la posterior recolonización por los holandeses tras la derrota japonesa, su cosmovisión de la muerte no solo no ha sido reducida sino reconocida. Según la UNESCO, la cosmología Torajan representa una antigua cosmología común a las comunidades del sudeste asiático pre-estatales que ahora está desapareciendo.

La independencia de los holandeses fue en 1949 creándose la nación Indonesia. La independencia fue orquestada por la unión entre diversas etnias, comunidades, el aporte del partido comunista indonesio, y del líder nacionalista, el general Sukarno, que se convirtió en su primer presidente.

Este gobierno sería destituido en 1965 cuando el general Suharto dio un golpe de estado y muchos de los miembros y simpatizantes del partido comunista fueron perseguidos y asesinados. El PKI era el mayor partido comunista aparte de los de la URSS y la República Popular China. Su creciente influencia incomodaba a Estados Unidos que propició una durísima represión.

A pesar de los años pasados, es un hecho histórico vigente en la memoria colectiva. Muy poca gente se atreve a hablar de ello por temor a represalias. Los verdugos y sus familias siguen disfrutando de cargos en el poder e incrementando su riqueza con todas las formas de delincuencia organizada, incluida la deforestación ilegal. Considerándoles responsables de la quema de tierras para el interés de sus actividades empresariales en el negocio de la madera y el aceite de palma.

Se asesinó a más de medio millón de personas. Estos hechos se recogen en los documentales de Joshua Oppenheimer “The Act of killing“ y “La Mirada del silencio“. En el primero, los verdaderos ejecutores describen los crímenes: cómo se llevaban a cabo las detenciones, torturas y muertes. Sorprende la manera en que estos improvisados actores, puerilmente, entre risas, escenifican las ejecuciones. En el segundo documental, el hermano de uno de los jóvenes perseguido y asesinado, recorre aldeas visitando a los asesinos y a sus jefes y aquellas personas que participaron en las muertes. El periplo resulta estéril respecto a su objetivo: recibir una disculpa. Podemos ver cómo estos líderes y miembros de los escuadrones de la muerte se defienden ante la cámara, algunos incluso profieren amenazas. Vemos que en sus familias, los integrantes masculinos, también niegan los hechos. Sólo dos mujeres piden perdón al protagonista reconociendo el sadismo y la brutalidad de lo que pasó.

Llama mucho la atención que sólo esa parte que representa lo femenino en esa sociedad se sienta conmovida ¿Sería esto un inicio de reconocimiento? Por el momento no se ha elaborado nada de lo que ocurrió. Podría volver a producirse. Existe el riesgo mientras no se confronte con la destructividad a la que se dejó rienda suelta. Sería necesario que cada individuo, con su familia, considerara su responsabilidad en lo ocurrido.

En los documentales, los asesinos cuentan que tras los asesinatos bebían la sangre de sus víctimas, lo cual es una forma de canibalismo. Lo justifican diciendo que esto los hacía más fuertes, incluso más longevos. Ellos dicen también que beben la sangre para no volverse locos. Lo que podría ser indicativo de una cierta conciencia de la maldad de sus actos, pero que no sólo no pueden reconocer sino que la niegan reforzando el acto mágico del canibalismo, ingieren a la víctima y “viviendo en ellos no la han matado”. Una grandiosidad “narcisismo maligno” destinada a ocultar y bloquear la vulnerabilidad, es decir, un acto psicopático, en el que la escisión niega la pérdida y el “otro” no existe. Seguramente el recurso al canibalismo indica que ya en la cultura existía la práctica, como hemos mencionado antes, y que el mecanismo psicopático lo ha utilizado como recurso.

¿Vivir por y para la muerte? Parece ser que sí, parece ser que en la tierra de los Toraja uno se pasa la vida como el faraón, pensando en el día que se muera y en todo lo que habrá que dejar dispuesto: el ataúd, la tumba, los preparativos, las estatuas, los sacrificios Pero a diferencia del faraón, el muerto queda en el espacio de la casa durante un período. Toda una vida pensando en la muerte de uno, y toda la vida pensando en la muerte de tus mayores a los que deberás honrar. En ahorrar la fortuna necesaria para que el funeral esté a la altura de la posición social de la familia.

La entrada al territorio Toraja está bien señalizada, una enorme construcción Tongkonan entre cuyos pilares transcurre la carretera marca la entrada. Esta puerta está precedida por un macizo montañoso escarpado, con acantilados y rocas totémicas, donde sobre todo se remarca el elemento de Montaña femenina Erotic Mountain” en el monte Buttukabobong, una formación rocosa cubierta de vegetal que remeda la forma de un gran vagina, que se muestra clara, sin pudor, a los ojos del viajero y para cuya mejor contemplación han construido un mirador enfrente.

Territorio Tana Toraja

“Polvo eres y en polvo te convertirás”. Si todo hubiera quedado así la cristiana Tana Toraja sería otra, pero no, todo allí gira en torno a la muerte y es fascinante el hecho de que estas aparentes sombrías costumbres florezcan precisamente en un entorno tan exuberante rodeado de colinas cubiertas de junglas, de bosques de bambú y de claros con terrazas de arroz escalonadas, salpicados de pedruscos oscuros volcánicos, que parecen “huevos fósiles” pues transmiten vida en potencia. Casas cuyas cubiertas se pliegan al cielo como las cornamentas de los búfalos o como la quilla de los barcos. Unas casas que lucen orgullosas en sus fachadas la colección familiar de cuernos de reses sacrificadas en el pasado como muestra de su estatus económico y de su prestigio social en la aldea.

Peñasco

CREENCIAS TORAJA
La religión animista politeísta, es Aluk Todolo. ALUK, o «el camino» (a veces traducido como «la ley»). En el mito de Toraja, los antepasados de los Torajans descendieron del cielo usando escaleras, que luego fueron utilizadas por éstos como medio de comunicación con Puang Matua, el Creador. Creen en tres deidades que se ocupan del orden del cosmos: Deata Tanganalari, dios en el cielo, el mundo superior del cosmos; Deata Kaparabana, dios en la tierra, el mundo del hombre (la tierra); y Deata Tanganapara, dios en el subsuelo, el inframundo. También creen en Tomepalipuan o las almas de los antepasados, que cuidan, atienden y bendicen a sus parientes. Al principio, cielo y la tierra se casaron, luego hubo una oscuridad, una separación, y finalmente la luz. Los Torajans tradicionalmente creen que la muerte no es un evento abrupto repentino, sino un proceso gradual hacia Puya (la tierra de las almas, o más allá). Otros dioses Toraja incluyen Pong Banggai di Rante, Indo ‘Ongon-Ongon (una diosa que puede causar terremotos), Pong Lalondong (dios de la muerte), y el Indo’ Belo Tumbang (diosa de la medicina); hay muchos más. Los animales viven en el mundo subterráneo, que está representado por espacio rectangular rodeado por pilares, la tierra es para la humanidad y el mundo celestial se encuentra por encima, cubierto con un techo en forma de silla de montar. El sistema de creencias Aluk Todolo todavía rige la vida de la sociedad, como lo demuestra la cosmología Toraja, ceremonias, arreglo de liquidación, las casas, las decoraciones, el papel del búfalo de agua, y por supuesto, las costumbres funerarias. Los Torajans consideran que cuando alguien muere, éste alcanza el paraíso y se convierte en semidios; después vuelve para proteger a su familia. Inculcan estos valores a los más pequeños, quienes tienen claro que deben ahorrar toda su vida para costear el funeral de sus padres, tener muchos hijos que les paguen el suyo propio y de esta forma proteger a la familia. Durante su vida, los Torajans trabajan muy duro para acumular riqueza. Pero a diferencia de otras sociedades, los Torajans no guardan su dinero para darse una buena vida. De hecho, son los funerales, no el de la boda, los que marca el estatus de un familiar. Las ceremonias fúnebres son increíblemente importantes para los Torajans y a menudo se llevan a cabo semanas, meses o incluso años después de la muerte de una persona para dar tiempo a la familia del fallecido a recaudar suficiente dinero para los gastos. Mucha gente se adeuda y no es raro que un joven, por miedo de ser acuciado por las deudas, pueda posponer o cancelar su matrimonio si uno de los abuelos de la chica que ama tiene edad suficiente para morir pronto. Los funerales son asuntos que involucran a toda la aldea y tradicionalmente duran días o incluso semanas. Un funeral refuerza el vínculo eterno entre los vivos y los muertos. Tumbas en roca La autoridad terrenal, cuyas palabras y acciones deben ser escuchadas tanto en la vida (agricultura) y la muerte (funerales), está centrada en Minaa (un sacerdote Aluk). Aluk no es sólo un sistema de creencias; es una combinación de la ley, la religión y la costumbre. Aluk rige la vida social, las prácticas agrícolas y rituales ancestrales. Los detalles de ALUK pueden variar de un pueblo a otro. Se discute sobre la etimología de Tana Toraja, los bugis, etnia de pescadores asentada en el sur de Sulawesi, la usaba para designar a “los hombres de arriba, de la montaña”. Nuestro guía, nativo Torajans, cristiano protestante practicante pero que era profundamente animista, trató de expresarnos el significado y nos dijo algo así: La tierra de la gente cuya cultura sigue el Aluk Todolo según el sol y la luna llena” Una ley común es el requisito de que se separen los rituales de muerte y de vida. Los Torajans creen que realizar los rituales de muerte podría arruinar sus cadáveres si se combina con los rituales de la vida. Los dos rituales son igualmente importantes pero cada uno en su sitio y separados. Durante la época de los misioneros holandeses, los Torajans cristianos tenían prohibido asistir o realizar rituales de la vida, pero se les permitió realizar rituales de muerte. En consecuencia, los rituales de la muerte de Toraja todavía se practican hoy en día, mientras que los rituales de la vida han disminuido. Pudimos participar de uno de estos.

COSTUMBRES FUNERARIAS ÚNICAS

INMEDIATAS A LA MUERTE, ANTES DEL FUNERAL

Cuando un Torajan muere, se requiere que los familiares de los fallecidos lleven a cabo una serie de ceremonias fúnebres, conocidos como Rambu Soloq, a lo largo de varios días. Durante este tiempo, el fallecido no está enterrado, pero es embalsamado, antes con preparados herbales, conservandolo con hielo o con nitrógeno y actualmente inyectando formol en sus venas. Antiguamente el cadáver era colocado en la cocina de la casa con una caña hueca clavada en el suelo atravesando su cuerpo a fin de que los fluidos corporales abandonaran esta lo antes posible. Estas técnicas requieren personas especializadas en esos menesteres. El cadáver se coloca vestido o envuelto con sudarios en una de las habitaciones de la casa tradicional bajo el mismo techo con su familia. Hasta que las ceremonias fúnebres se han completado, la persona no se considera realmente muerta sino que simplemente sufre una enfermedad. El pariente muerto se denomina «una persona que está enferma» o «el que está dormido». Sorprendentemente, esto incluso hasta pasados ​​varios años después de la muerte, dependiendo de cuánto tiempo le toma a la familia recaudar dinero. Durante este tiempo, el difunto está simbólicamente alimentado, cuidado y es una parte muy importante de la vida de su familia. Sigue “viviendo” y compartiendo espacio con el resto de la familia. Se sienta al lado en las comidas, presencia alguna boda e incluso duerme con el viudo o la viuda. Es costumbre cuando alguien acude de visita a la casa pasar también a saludar al difunto y despedirse de él al término de la reunión. Morir para los Toraja es pasar a existir a otro plano, distinto del nuestro pero en estrecho contacto: nadie se fue, todos siguen aquí. Están para quedarse y para influir –para bien o para mal- en la vida y los destinos de los vivos. De acuerdo con el antiguo sistema de creencias Toraja, el espíritu de una persona muerta debe regresar a su pueblo de origen. Así que si una persona murió en un viaje, la familia debería ir al lugar de la muerte y acompañar la vuelta a casa del difunto, caminando de vuelta a la aldea. Cuenta la leyenda, que los habitantes de Tana Toraja eran temerosos de morir lejos de su lugar natal, ya que la dificultad de los caminos obligaba a contratar a un mago que los resucitase para que ellos mismos anduviesen hasta su propia tumba.

FUNERAL TORAJA
Un funeral toraja puede llegar a costar 100.000 euros para las familias pudientes, pues se sacrifican como mínimo 24 búfalos. El funeral concreto está ligado a las castas de Toraja y a las edades y formas de muerte. Es una estructura muy compleja. La sociedad se divide en castas y esto determinará el tratamiento que ha de darse al difunto en su ritual funerario. Para las castas inferiores: Tanakarunun. Tana (casta) Karunum (palmera) la casta más baja o de los esclavos el funeral tendrá una duración de 1 día. Esta casta no mata animales. El grado menor ritual consiste en que en la procesión de enterramiento se colocan un grupo de cerdos cerca de un abrevadero, y se les golpea el lomo. En un nivel superior se entierran huevos de pato en la tierra, y no son recuperados para uso alimentario. No pudimos extraer una información más precisa de otras formas de ritual y en qué circunstancias se aplicaban. Sí que existe un sacrificio del dolor de apaleamiento de los cerdos o de la ofrenda de los huevos. La función de psicopompo de los animales muertos no está presente en esta casta. Para las castas medias: Tanabasi hierro o los nobles del nivel bajo el funeral será de entre 1 y 3 días y se sacrificarán de 10 a 14 búfalos. Para las castas superiores: Tanagulan oro o los nobles del nivel alto el funeral puede durar de 5 a 7 días y los búfalos sacrificados serán entre 14 y 24. Area ceremonia funeraria Las relaciones familiares estaban atadas estrechamente con la casta social. Había tres estratos: nobles altos, plebeyos o nobles bajos y esclavos. La esclavitud fue abolida en 1909 por el gobierno de las Indias Orientales Holandesas. Por lo que es de presumir que actualmente las castas forman parte de la identidad de los clanes, pero no tienen poder ejecutivo ni diferencias de derechos. La casta es heredada a través de la madre. Era tabú casarse con una mujer de clase baja. Por otra parte, casarse con una mujer de clase alta podría mejorar la situación de la siguiente generación. Los nobles, que se creían descendientes directos de la persona que bajó del cielo, vivían en tongkonans, mientras que los plebeyos vivían en casas (chozas de bambú llamadas Banua). Los esclavos vivían en pequeñas chozas, construidas alrededor del tongkonan de su propietario. Los esclavos en la sociedad Toraja eran propiedad de la familia. A veces un Torajan se convertía en esclavo por incurrir en una deuda, comprometiéndose a trabajar como pago. Pudiendo así comprar su libertad. Tardan un mínimo de dos meses en engalanar la aldea y construir casas provisionales para los invitados que llegan de lejos, un funeral Toraja dura al menos 4 días y tienen que estar cómodos. Familiares e invitados, llevaran regalos a la familia, cerdos, búfalos, cartones de tabaco, semillas…estos quedaran apuntados en un libro y la familia estará en deuda con ellos, deberá devolver el mismo regalo en un futuro funeral. Además las ofrendas que se hacen de cerdos y búfalos entre familias pasan a engrosar una especie de deuda que deberá ser saldada más adelante, incluso por los descendientes si fuera necesario, quedando todo debidamente anotado y registrado para la posteridad y las relaciones entre familias. Cada búfalo cuesta 13 millones de rupias indonesias y los cerdos 1,5 millones de rupias. Los búfalos: Estos animales son señal de riqueza y los familiares de los fallecidos buscan el más idóneo para dar sentido a la muerte. Suelen proceder de las islas de Borneo, Java o la más lejana Sumatra, aunque también los hay del norte de la misma Sulawesi. Los búfalos albinos son los más valiosos, pudiendo duplicar o triplicar el precio de un búfalo corriente de agua. Los búfalos se crían para este tipo de celebraciones. Durante la celebración también se sacrifican cientos de cerdos y gallinas y acude gente de pueblos lejanos. Las familias toraja son muy numerosas, ya que los hijos son los que se encargan de pagar el funeral de sus padres; muchos de ellos se van a trabajar fuera para ahorrar dinero durante toda su vida; no es de extrañar que el 75% de los ingresos de la región provenga de las familias que trabajan fuera. Visita regalos Existe un sistema de intercambio con el conjunto de regalos y sacrificios. Los familiares llevan animales de regalo para la ceremonia, los regalos se contabilizan, los animales se sacrifican y los anfitriones reparten la carne entre los asistentes. Cuando muera un familiar que ha acudido a un funeral, la familia sabrá qué regalos aportó y cuando vayan a su funeral llevarán los animales equivalentes para equilibrar los regalos.

“Un gasto enorme en cada ocasión, pero parece que existe un equilibrio apropiado en la distribución de la riqueza, teniendo en cuenta la dimensión temporal, los pudientes acumulan plusvalías económicas. La función que si cumple es la de mantener y reforzar su estatus al cual también están esclavizados. Dudo sobre si tanta carne de golpe no pueda suponer un exceso alimentario que genere problemas, pero quizás todo depende de hasta dónde se distribuya y qué le toque a cada uno. Hace décadas en nuestros caseríos se mataban cerdos cuya carne y grasa duraba y se repartía mucho sin producir acúmulos” (Mikel) “Y en la mayoría de pueblos españoles, cada año por San Martín, en casi todas las casas se mataba el cerdo, se repartía y servía de alimento para todo el año. Los famosos mantecados, en Estepa, un pueblo de Sevilla, tienen su origen en la intención de dar salida al excedente de manteca de cerdo, que se producía con la matanza de todos los inviernos.” (Carmen)

Lo que te venden los guías es que no puedes asistir a un funeral por tu cuenta. La realidad es que sí. Simplemente, mediante el hostal, la oficina de turismo o algún viajero te informas del lugar con celebraciones para los próximos días y al llegar a la plaza del pueblo, averiguas la familia anfitriona, le ofreces tu regalo generalmente azúcar o cigarrillos, y a cambio te invitarán a sentarte en la caseta VIP de bules (extranjeros blancos etimológicamente “albino”, no tiene un uso peyorativo) desde donde podrás ver todo lo que pasa en la plaza, te servirán té o café, dulces y algo de nasi campur (arroz con verduras, carne y/o pescado) de picoteo. Sin embargo todo se facilita si tienes un guía y, como en nuestro caso, un chófer que conocía a la familia anfitriona y sabía en qué día del funeral estaba la celebración. La ceremonia tiene cuatro períodos o días claves

  1. Primer día: Napalau
  2. Segundo día
  3. Tercer día
  4. Cuarto día. Enterramiento.
Primer día: Napalau
El primer día de ceremonia es quizás el menos impactante y más agradable. Procesión del funeral. Sobre las 9–10 h la familia cercana saca el ataúd y lleva el cadáver desde la casa a una construcción elevada una torre llamada Lakian, una especie de balcón, un altar orientado al norte donde vive el dios animista Puan Matua. El féretro se orienta con la cabeza del cadáver (Tomate) hacia el norte sobre una estructura abierta por los costados y de techo similar a los tongkonans, llamada Sarrigan o Buliang Tomate, que es la que se usa para transportar posteriormente el féretro en la procesión del cuarto día para la sepultura. Se coloca su foto frente al colorido ataúd de forma redondeada, que mira a todos y cada uno de los asistentes. Lakian La gente se sienta en diferentes zonas según su estatus social, los jefes en el centro. Algunos visten con una tela negra, pero todos ríen, beben y festejan la muerte. Empezarán a llegar los invitados y llegarán a sacrificar hasta un par de búfalos y media docena de cerdos. El difunto preside la escena desde lo alto.
Segundo día
El segundo día, fue el día en que asistimos nosotros en el funeral de Maoki, una anciana de la aldea Rembom, que falleció a los 71 años de edad, y permaneció 24 meses esperando. Desde lo alto de su Lakian el cuerpo de Maoki vigilaba su festejo mientras su alma deambula por el espacio ceremonial. Debajo del altar, el sacerdote, a izquierda y derecha los palcos donde se sentarán familiares e invitados y en frente de ellos los graneros reservados para las castas más altas. El segundo día es el día más concurrido en el que acuden todos los invitados, la familia extensa, vecinos, amigos y el día de la matanza del cerdo por excelencia, pudiendo llegar a matar cientos de cerdos. Algunos los cocinan, otros los despiezan repartiéndolos entre los invitados, hacen desfiles y cánticos y reparten vino de palma entre los que allí se reúnen. Comienza el funeral y el sacerdote ordena sacrificar primero una serie de cerdos para agasajar la memoria del fallecido y dar de comer a los cientos de invitados, llegados desde muy lejos. En la hora del submit sale a escena un búfalo, encadenado a través de una hebilla en el hocico, agarrado con una simple cuerda, comienza el  desfile dando vueltas en círculos en frente del féretro. Los familiares están obligados a sacrificar búfalos y cerdos, ya que creen que el espíritu del muerto vivirá en paz a partir de entonces, sin dejar de pastorear los búfalos que han venido a reunirse con él o ella. Comienza la matanza, el búfalo es ajusticiado con un firme machetazo en el cuello, los cerdos reciben una puñalada directa en el corazón. Fuimos invitados a pasar, el guía facilita todo, nos descalzamos, y nos sentarnos en uno de los galpones dispuestos para recibir a los invitados, donde comen, conversan y pasan el calor. Todos están descalzos y sonrientes en cubículos marcados con números, donde se asienta cada grupo familiar, hombres mujeres, niños,.. Hombre Hemos comprado unos paquetes de tabaco que regalamos al familiar presente. Es claro que los adultos mayores son los más respetados. Por razones obvias de barrera idiomática, no podemos mantener una fluida conversación, pero eso no evita que nos comuniquemos por gestos, sonrisas, nos demos la mano, nos faciliten a hacer fotos y vídeos y nos mantengan con comida y bebida en la mano. Pastelitos, arroz negro, café, agua, el zumo de aguacate con chocolate y la carne de cerdo. Esta última, en sate (brocheta) estupendísima, mientras que en su plato tradicional, cocinada en bambú (curanto), demasiado seca. El zumo de aguacate con chocolate, ¡exquisito! De una fruta enorme de árboles cercanos a Lemo llamada Pani, cortan su carne en tiras finas y se deja a secar (kaloco Pani) que se usa para condimentar carne o pescado, el hueso del Pani es negro, duro y dentro tiene una sustancia Pamarrasan que se deja secar al sol y se hace polvo, usándose como condimento que da un sabor agridulce y coloración negra a los guisos de carne de cerdo o pescado. El cerdo con Pamarrasan estaba delicioso. Gente en galpon Todos son bien recibidos al funeral, lo clave es transmitir una actitud de respeto. Favoreces con ello a conservar la armonía que subyace en cada acto de la ceremonia si vas vestido de negro, utilizando el Sorong negro cubriendo las piernas, aceptas su modo de estar, siendo espontáneo, fuera de encorsetamientos y comunicando alegría, satisfacción de participar y agradecimiento ante sus atenciones, en su idioma toraja: “kurre sumanga” significa gracias, y “pole paraya”, de nada. Es todo una fiesta. Sin duda la aceptación de lo que ocurre supone no estar escandalizado ante los sacrificios de animales, no se andan con monsergas, la carne tiene rostro y no se esconde tras el anonimato del celofán. Lo que en occidente ocultamos se muestra tal cual y no sorprende a nadie. El espectáculo de la muerte, que como la vida misma, es crudo e implacable. Llegaron al galpón 3 franceses, una madre con su hija y la pareja de ella. Hablamos, en francés, la madre y yo. Dijo que residía en Tailandia y que no podía soportar la brutalidad de las muertes porque era vegana. Esa inquietud le impidió estar y sobre todo relacionarse con la gente. Su hija llevaba un miniblusón corto, tan mini que al moverse se le veía el tanga o mejor dicho, las nalgas y las mujeres del habitáculo cruzaban entre ellas miradas interrogantes y compartían expresiones de disgusto. LLegada En medio de los aledaños de la plazoleta tiene lugar el sangriento sacrificio. Los gritos de los cerdos, colgados de la patas en palos de bambú, se entremezclan con el jolgorio de la fiesta. Los charcos de sangre riegan el contenido de los estómagos de los animales que yacen tendidos en el barro y riegan la tierra. El fuego omnipresente por todo lado. Hogueras solitarias salteadas con otras muy ocupadas, en las que templan cuchillos. Tal fuego aparece, en forma artística, como la abismal contradicción entre dilatación máxima de la fuerza analítica del intelecto y la voluntad de mirar el mundo con ‘ojo solar’, pero en lo pragmático usan lanzallamas conectadas a bombonas de gas, para quemar la piel del animal antes de descuartizarlo. Sacrificio Tras horas de matanza, el jefe con micrófono en mano, procede a repartir la carne entre todos los asistentes. Los niños corretean por medio de las pieles ensangrentadas y juegan a arrancarles el rabo a los animales descuartizados. En pequeñas montañas cárnicas separan los cuernos, que más tarde lucirán en la entrada de sus casas, los corazones, las patas, costillas, etc. Unos 25 ó 30 cerdos y no menos de cinco búfalos yacían en el epicentro de la fiesta. Otros tantos estaban siendo ya preparados para dar de comer a los invitados. Aperitivos, comida, bebida, te, de nuevo bebida, comida… Todo el mundo era bienvenido allí y los familiares y ayudantes desfilaban con cuanta comida, bebida y tabaco fuera necesario para agradecer la visita a los invitados. Los gritos de los agonizantes cerdos se ahogaban con las músicas de los “mabadongs” (cantos y danzas tradicionales interpretadas por hombres), componiendo una sinfonía sin terminar de entender si alcanzaba a disfrutar.

“La esencia secreta de la naturaleza no pertenece al arte. El poeta miente demasiado. El arte es, en Nietzsche, metáfora total del Anticristo. El arte que Zaratustra quiere es arte pagano. Este arte adora las apariencias, concibe a los dioses únicamente en su proceder en el mundo, por lo tanto, como felices azares o combinaciones, sujetos al cielo cósmico común. “Creería sólo en un dios que supiese danzar” está escrito en el Zaratustra” (Mikel).

Las matanzas de sacrificios. Esta parte de la tradición Toraja no deja de provocar sensaciones encontradas. Se puede apreciar la manera natural en que ellos lo viven. Los hombres son los encargados de la matanza, mientras las mujeres se dedican a cocinar y servir. Los búfalos son respetados y codiciados, siendo símbolo de opulencia. Están de pie, cogidos por un anillo en el hocico, esperando su turno, su posición es digna. Sin embargo, los cerdos son apelotonados a pleno sol, arrastrados, dejados en cunetas, sujetos a cañas de bambú, atados, sin poder moverse y muchas veces chillando. No vimos a nadie maltratarles pero estaban abandonados a su suerte en la espera, captándose su sufrimiento. Cerdos esperando

“Recordaba la época en que trabajé en una fábrica de embutidos. Los sábados matábamos 200 cerdos. En aquella época el maltrato animal no se tenía en cuenta, yo me lo pasaba mal. Sin embargo en esa escena Toraja no llegaba a sentir tanto malestar como en la fábrica. Sobre todo porque el momento concreto de la muerte era rápido y limpio, una puñalada directa en el corazón atestada por un solo hombre. En la fábrica había un trato más vejatorio. También es más ligero que en las matanzas en caseríos donde se sostiene al animal entre varios hombres, para que el matarife clave el cuchillo en la yugular y lo desangre. Hay mucha tensión previa, nerviosismo, temor a la reacción del animal que pudiera escaparse, la escena dura mucho y es tensa” (Mikel). “Ese contraste enorme entre la alegría de los humanos junto al sufrimiento de los animales, la vida que fluye en unos alimentada por la que se arrebata a otros, no me evoca crueldad ni nada parecido al vitoreo y aplauso de la plebe que presencia ajusticiamientos o quemas de brujas en hogueras, en esos casos todos los presentes están muriendo. Lo que nos toca del sufrimiento es su falta de sentido, lo que nos hace esclavos y mata es su sinsentido. Vivir implica ubicar el sufrimiento en su punto adecuado para el despliegue de la conciencia. El veneno es la ignorancia. ¿Incluir en el rito una mirada de agradecimiento al animal que va a ser sacrificado por su sacrificio no le daría aún más sentido? ¿O eso sería una irrupción rompedora de un estado de participación mística colectiva que no se pueden permitir en el rito? Disimuladamente, tras el objetivo de la cámara, pude mirar con ternura y agradecimiento a un cerdo en el momento de ser apuñalado” (Mikel). “¿Existe consideración hacia el animal en estos ritos? ¿Qué tipo de relación se mantiene con él desde que se le cría hasta que se le da muerte en el funeral? ¿Hay un reconocimiento hacia el animal y la colaboración que presta para el rito? ¿Podríamos comparar esta actitud con la que se tiene en occidente con los animales en las fiestas?” “No conocí en profundidad a los toraja, pero en los campos, se les veía comportarse de forma muy natural con los animales, en los funerales, no estoy segura de si llegan a preguntarse sobre si el animal sufre o no. Pero sí percibo algo distinto de lo nuestro, pues creo que se ha perdido el papel original que podía tener el animal, que servía a las tradiciones siendo respetado y que ahora se ha convertido, en general, en un deseo de triunfo humano sobre él, con intención de controlarlo y dominarlo.” “El animal, simbólicamente representa nuestro instinto y la manera en que nos relacionamos con él. En ocasiones cuando aparece en los sueños con un animal este deseo de control y dominio, expresa un complejo de poder, tras el cual existe una dificultad para escuchar y entablar relación con nuestro propio instinto. (Carmen)”

El alma de estos animales muertos en el funeral son psicopompos que llevarán en volandas la del fallecido a la vida eterna junto a todos los animales muertos en todos los días de la ceremonia funeral. La gente Toraja cree que la persona fallecida necesitará los búfalos para hacer el viaje a Puya, al mundo de las almas, así que los cadáveres de los búfalos, incluyendo sus cabezas, se alinean en espera a la persona fallecida para marchar al más allá. Hemos visto hacer lo mismo con las cabezas de los cerdos. Cabezas de cerdos El olor metálico de la sangre se huelo poco en medio de la cantidad de preparaciones que se realizan alrededor: bebidas con y sin alcohol, verduras, otras carnes. Pero inevitablemente se pisa al deambular por el terreno. La sangre copiosa y esparcida sin cortapisas, es omnipresente y también se puede beber en cañas de bambú para adquirir la fuerza de las bestias. Actualmente está función es más reservada a unos iniciados y al chamán oficiante, y se sustituye por otras bebidas. Allí nos ofrecieron “balok”, un fuerte vino de palma que probamos directamente en cañas de bambú. No estaba muy bueno, demasiado ácido, ¡si no se bebe en fresco se oxida y avinagra rápidamente! Pero seguramente no pretenden la calidad del brebaje sino medirse con la sangre de la palma. Y mientras tanto allí, desde lo alto de una estructura, el cuerpo del fallecido vigilando su festejo. Físicamente metido en su ataúd pero con el alma preparándose para caminar al cielo como ellos querían. Distribuye carne Apenas un par de metros más allá, la voz de un “speaker” salía a todo volumen por unos altavoces como si de una verbena de pueblo se tratara. El locutor gritaba nombres de invitados, su procedencia, obsequios que habían traído a la familia… Junto a él, en otra de las estructuras que la familia ha de construir para la fiesta, varias personas cortaban la carne de los animales ya sacrificados. Otros ayudantes chamuscaban la piel de los cerdos y preparaban la comida con la carne de cerdos y búfalos. Ataviadas con sus mejores galas, las mujeres de las distintas tribus llevan altos zapatos de cuña, a pesar de lo irregular del terreno. Muchas de ellas cargan cacerolas con exquisitas preparaciones que han traído desde sus aldeas, las que entregan a los familiares de los festejados en procesión. Si asomas por la cocina verás que no sólo es centro de trabajo, también punto de reunión sobre todo de mujeres, que hablan de sus cosas, hacen bromas y ríen. Te sientes bien observándolas en esta actitud abierta, sin recelos, rivalidades ni competencias. Eres extranjera pero te acogen de manera natural, te ofrecen dulces, rollitos de arroz envuelto en hojas. Puedes conversar con alguna de ellas en inglés, te preguntan por tu origen, dónde vives, si tienes marido, si tienes hijos. No parece un intencionado interrogatorio, es su manera de darte la bienvenida, te reciben y te incluyen como una más de sus relaciones. Más allá, los hombres, enfundados en sus sarong, realizan danzas tradicionales en un gran círculo y, a pesar del griterío que tienen los chanchos a punto de pasar a mejor vida, nada parece capaz de acallar los cánticos. Mujeres en Ceremonia Afuera, en los alrededores de cada actividad, siempre están los niños curiosos. Se acercan, exploran, quien jugar. Si los tocas, o haces cosquillas, se ríen, si juegas a perseguirles siguen el juego. Algunos con sus ropas de juego, otros con trajes ceremoniales para el desfile y las procesiones que hacen los visitantes. A los niños les gusta fotografiarse y, cada vez que pueden, se acercaban a mí y con señas me pedían que les hiciera a un retrato, que luego querrán ver en la pantalla de la cámara. Si lo haces acaban viniendo más y no se cansan de poner posturas,… cuando tienes que cortar tú, porque ya es suficiente, lo aceptan bien. No son pesados. Ningún adulto les ha frenado.

Todos los estímulos citados chocan mucho con lo apolíneo que es lo que nuestra cultura nos propone como lo adecuado. Shiva-Dionysos, sin embargo, ‘liberan’ las propias formas de la lógica del sentido. En este cosmos, del eterno retorno, del tiempo del funeral rito, el ritmo está totalmente al servicio del singular evento que nada esconde: ningún fundamento, sustancia, sujeto, o más allá del sujeto, y que a nada alude. Por eso es difícil de soportar y pone en crisis al espectador, al convocarle a dejar fluir lo escondido o a arrastrarle hacia ello quiera o no quiera. La idea del aforismo nietzscheano, de que la hegeliana muerte del arte apolíneo no es más que el efecto de la disolución del cosmos teofánico, transmutando la manifestación del dios en algo humano, o incluso, demasiado humano. (Mikel).

Niños

Tercer día
El tercero es el de más peso, es el día de la matanza de búfalos. Desde pronto en la mañana, recuentan los búfalos, seleccionan algunos para ser subastados, matan los búfalos al mismo tiempo y los descuartizan. La ceremonia comienza cuando los visitantes a los funerales asisten a un campo de búfalo-sacrificio. Antes de ser sacrificado de acuerdo con un procedimiento estrictamente definido, los animales participan en pruebas de fuerza conocida como silaga tedong. Bufalo muerto La sangre de los búfalos, a veces decenas, brotando a borbotones de gargantas o del corazón en el caso de los cerdos y empapando la tierra de color escarlata, en un ambiente que huele a muerte en un aire enrarecido por las nubes de moscas negras plañideras, una hecatombe al más puro estilo homérico. Los cuerpos sin vida de búfalos o cerdos, despellejados yacen sobre la hierba verde encharcada en sangre. Ojos sin párpado mirando al vacío, estupefactos, gargantas de búfalo abiertas a golpe de machete, cuelgan las cornamentas de estos animales sagrados para los Toraja. En una esquina se disponen a tratar las pieles para curtirlas. En las tribunas dispuestas alrededor de la explanada central esperan los vecinos de la aldea y los familiares llegados para la ocasión de toda Indonesia, o de otras regiones del mundo. Esto, a pesar de parecer una fiesta, no deja de ser un funeral. Como siempre comida, carne y alcohol de palma. Nos invitan a sentarnos con ellos. Cabeza bufalo Resulta impactante presenciar un espectáculo tan crudo rodeado de un ambiente de fiesta, con nenes jugando y corriendo y la gente mayor charlando y bebiendo, mientras los ojos de los búfalos siguen sin pestañear, clavando su mirada en la nada, como pillados por sorpresa. Al grito del maestro de ceremonias cuadrillas de hombres salen de sus tribunas y de disponen a trocear las piezas. Vísceras desparramadas sobre el césped, vientres abiertos en canal, intestinos reventados rebosantes de excrementos. Los búfalos son tan enormes que son necesarios hasta 4 adultos para darles la vuelta. Muchos golpes sordos de machete para trocearlas. Las cornamentas vestirán la casa del clan, las carnes y las pieles se distribuirán entre los invitados o se venderán en el mercado, y para el difunto quedará esta orgía de carne, sangre y fasto. Después del sacrificio, la carne se distribuye a los visitantes funerarios de acuerdo con sus posiciones en la comunidad, y el espíritu de los difuntos también tiene derecho a una porción de carne por lo que se colocan algunos trozos cerca de su féretro. Las cabezas de los búfalos se devuelven a lo que se conoce localmente como puya (un sitio para el alma o el espíritu de la persona muerta) y sus cuernos son colocados delante de la casa de los parientes. Cuantos más cuernos adornan el frente de la casa, más alto es el estado de la persona fallecida. En el viaje comprobamos que actualmente las iglesias protestantes cercanas también reciben una parte del reparto. Uno de los búfalos, un único superviviente, que mira los restos desparramados de sus compañeros con desconcierto, es perdonado y será donado a la iglesia, o es subastado para donar parte del dinero a la iglesia. Bufalo ceremonia
4 día o fase. Enterramiento. Tipos
Estas celebraciones pueden durar varios días, y terminan cuando llevan al difunto a su tumba. Una vez realizadas las anteriores ceremonias, queda la sepultura. Hay tres maneras diferentes de ser enterrado, si podemos designarlo literalmente así. Una es colgar el ataúd en una peña o acantilado, otra es dejar el ataúd en la oscuridad de una cueva o un hueco en las piedras o meter el féretro en una tumba de piedra tallada, en un árbol, o en una construcción de madera de estructura similar a los barcos. (Con la forma de los tongkonan). Transporte cuerpos El cuerpo no es enterrado hasta el undécimo día de la ceremonia, aunque no son técnicamente enterrados sino sepultados. El alma del difunto se cree que se queda por el pueblo hasta que se complete la ceremonia fúnebre, después de lo cual comienza su viaje a la tierra de las almas. Los toraja excavan, con martillos rudimentarios, las verticales rocas de cuevas o precipicios para introducir dentro al difunto. Sellan la entrada con una puerta de madera y visitan el lugar a menudo. Le llevan cigarrillos, paraguas, biblias e incluso ventiladores. Este tipo de tumbas en la roca vertical albergan varios miembros de la misma familia, a modo de panteón. Tumbas en roca Una efigie tallada en madera llamada tau tau, que reproduce la imagen de la persona muerta se coloca en el balcón de la tumba para representar a los muertos y vigilar sus restos. Son sus nuevos cuerpos: retratos esculpidos en madera, o más recientemente, en auténticas copias a escala de los antepasados. Tienen las dos manos extendidas: una recibiendo honores y ofrendas de los vivos y la otra dando bendiciones a cambio. Los descendientes vendrán al menos una vez al año a cambiar los ropajes que envuelven los esqueletos, y vendrán a charlar con sus antepasados, y les traerán cigarrillos. Por desgracia, muchas efigies tau tau han sido robadas para ser vendidas a los turistas. Gruta tau tauEn una región, conocida como Ke’te ‘kesu’, los muertos no son colocados en tumbas cavadas en los acantilados, sino en ataúdes de madera que cuelgan del lado de los acantilados. Los ataúdes están bellamente decorados con formas geométricas, pero con el tiempo la madera comienza a pudrirse y los huesos blanqueados del difunto quedarán al aire. Los ataúdes con forma de barco o búfalo quedan suspendidos y los sujetan con dos maderas; al cabo de los años los ataúdes caen contra el suelo y los huesos se desparraman. La tradición dice que en la parte más alta se ubica a los miembros de familias nobles; el resto del pueblo se acomoda donde sea, más cerca de la tierra. Hay cráneos y huesos humanos repartidos por todas partes, féretros abiertos, muchos de ellos acompañados aún de sus ofrendas, como cigarrillos o con las ropas ya arrugadas sobre los cuerpos que ya son sólo huesos. La respuesta a semejante desastre es que los ataúdes son dejados en donde puedan acomodarse, pero nada ni nadie garantiza que no se caerán. Si caen, pues allí se dejan. Huesos craneosEl más pequeño de los cementerios Toraja es el árbol Tarra o árbol de la vida donde se coloca al niño que muere antes de haber comenzado la dentición. Visitamos uno famoso en Kambira. El bebé está envuelto en un paño y se coloca en posición fetal dentro de un espacio excavado en el tronco de un árbol que crece, y tapado con una puerta de fibra de palma. Se cree que la savia blanca de este tipo de árbol, a modo de leche materna, alimenta a los pequeños y éstos siguen creciendo a pesar de estar muertos. La creencia es que a medida que el árbol empieza a sanar, la esencia del niño se convertirá en parte del árbol. Decenas de bebés pueden ser enterrados dentro de un solo árbol. Son devueltos a la naturaleza. En estos árboles de las Almas es donde reposan los cuerpos y los espíritus de los murieran demasiado pronto, y es desde allí que vuelven a la vida. La procesión de enterramiento es especial. Solo llevan el cadáver los hombres. Las mujeres se quedan en la casa. Este significativo hecho parece tener una explicación: el niño, al morir tempranamente, no ha cumplido el tiempo de separación de la madre, continúa formando parte de ella, simbiotizado, y, por extensión unido todavía a la madre naturaleza, sin haber entrado en el mundo de lo humano. El padre, al tener un papel y una función diferente a la de la madre en la relación con el niño, no participa de esta simbiosis, está libre de ella y se encuentra inscrito en la cultura. Es por esto que es el indicado para conducir y devolver al bebé a su primer estado para que pueda renovarse el ciclo, transformándose el cadáver en nueva vida. Arbol niños ¿Y qué pasa si el árbol muere? Nada, todo está en orden, ha cumplido su función. Sin embargo hacen lo que pueden para que el árbol esté cuidado y fuerte. El que vimos tenía más de 100 años, rodeado de una verja que le protegía y le daba una dimensión sagrada al espacio. Permanecerán sus espíritus dentro de los árboles y crecerán con ellos. Dentro de los grandes troncos morarán para siempre estas almas. ¿Se les protege de vagar eternamente por el limbo? ¿Es un modo de dejar que el cuerpo se disuelva y funda en el cuerpo del árbol? Parece que es exclusivo de esta circunstancia, niños inocentes. A partir de la dentición el cuerpo del muerto se conserva, embalsama se lo tiene presente, se hacen Tau Tau, también cuerpos de madera, que son sustitutos individuales aunque el enterramiento sea común. El árbol y el cuerpo de los bebés es uno, ¡un tótem! ¿Masculino-femenino?

“Un encuentro con una pareja de viajeros de Vitoria, frente al árbol que simboliza la fusión del lactante con la naturaleza viviendo en ella, evoca otro tótem: el Gernikako Arbola, roble que simboliza las libertades de los vascos. También es difícil situar este respecto a su masculinidad o feminidad. ¡Unas palabras con ellos y agur!” (Mikel)

Queda el desarrollo más a fondo de este tipo de enterramiento: árbol de la vida que haremos en el apartado reflexiones. Sólo unos pocos toraja, cinco familias, siguen la tradición de los rante. Se lleva a cabo el mismo procedimiento ceremonial: embalsamamiento, sacrificio y enterramiento; pero, además, se coloca un enorme megalito en la parte central del tongkonan: el rante. Al igual que los tau tau. Son panteones familiares y conllevan un sacrificio de hasta 537 búfalos por megalito, es por esta razón que solo los nobles tienen acceso a las tierras y hoy en día es una tradición que se está perdiendo.

Encuentro fortuito
No habíamos localizado una ceremonia en su cuarto día de enterramiento pero nos encontramos por el camino un funeral que estaba en su cuarto día. Lo encontramos cuando llevaban el cuerpo de una mujer en procesión en un palanquín para enterrarlo. Un hombre hacía de maestro de la ceremonia. A hombros de jóvenes, acompañados de músicos que tocaban un gong enorme, que corrían a veces, otras andaban zigzagueando, otras en línea recta, incluso retrocedían, chillaban cantaban y si te ponías cerca para fotografiarlos aceleraban el paso como jugando a pillarte de un modo muy divertido, subían por el monte hasta llegar al cementerio, visitando casas por el camino, parándose en algunas de ellas, cuando había alguien que quería despedirse y presenciamos momentos emotivos de mujeres abrazadas al féretro y cuyo llanto llenaba el espacio que el silencio de voces, gongs y otros sonidos de la naturaleza habían dejado. A la señal del maestro ceremonial se reanudaba la marcha, el ruido, la música, el juego, retomaban su turno y el féretro se arrancaba de las mujeres abrazadas que quedaban mirando cómo se alejaba. El colorido es la regla básica para un funeral Toraja en el que muy raramente se desprenden lágrimas. Sólo cuando el cadáver es transportado para ser depositado en alguna cueva cercana u otro tipo de enterramiento, las emociones de los familiares se parecen más a las que podemos sentir en la cultura occidental. Cuarto dia

“No podía evitar sentirme incómodo como extranjero fotografiando un ritual tan íntimo, pero comprobar la trivialidad con la que los asistentes abordaban el proceso, me hacía entender que no distorsionaba. Había personas ofreciendo cigarros y café a los presentes” (Mikel) “Llegamos a una colina donde había una construcción de madera en la que se iba a poner el féretro. Me acerque a una mujer, que se apartó al ver que quería fotografiar la foto de la difunta y que parecía un familiar cercano, para saludar y transmitirle el respeto a su ceremonia, y que más allá de fotografiar y documentar lo que pasaba, me hacía cargo de lo que estaba pasando. Era la hija de la difunta, vivía en Holanda y hablamos en inglés. Me contó que había muerto hacía 8 meses. Al decirle que soy médico me relató que era una mujer fuerte con malaria crónica y que se le diagnosticó un cáncer linfático. La hija trató de coordinar desde Holanda interconsultas médicas entre los médicos indonesios y los holandeses tratando de buscar tratamientos eficaces. Parece que el hígado no soportaba la situación por su degeneración por la malaria y que no se pudo hacer nada. Sin embargo me expresaba sus dudas sobre si habría hecho lo suficiente o pudiera haber hecho más. Da igual estar en una medio rural vasco, indonesio, nicaragüense, o en una gran cuidad de cualquier parte del mundo, ante la muerte, a los vivos se les mueven sus dudas, su psicología. Captaba en esta mujer una cierta culpabilidad quizás porque estaba lejos, en un estatus elevado en un país desarrollado, y pudiera querer compensar con su acción su falta de presencia física. Solo podía reforzarla en la convicción de que el diagnóstico, pronóstico y su actuación habían sido los correctos, y a eso me dedique un poco, dándole explicaciones convincentes, y mientras me escuchaba hablar pensaba “el fin justifica los medios, si hay que hacer un relato que llegue tiene que ser un logos que penetre investido de eros” y estaba atento a si el relato la calmaba. Pareció que sí y nos despedimos con el mamaste con la mano derecha en el corazón.

El encuentro con esa mujer me dejó pensativo sobre la efectividad de los ritos Toraja respecto a la resolución de los duelos. Desconozco si ella era cristiana y alejada del animismo Toraja. En mi experiencia con otras culturas animistas he visto formas más eficaces de resolverlo, los yanomami” (Mikel)

Ma'Nene
Habitualmente en agosto, tiene lugar un ritual llamado Ma’Nene (La ceremonia de Limpieza de los cadáveres) en el que se exhuman el cuerpo de los fallecidos que es lavado, peinado y vestido con ropa nueva, reponiéndose incluso lentes si las tuviera rotas. Cajas dañadas son arregladas o reemplazadas. Las momias son luego paseadas alrededor de la aldea, siguiendo un camino de líneas rectas, que es, quizá, la parte más importante de la ceremonia. Según el mito, estas líneas están conectadas con Hyang, una entidad espiritual con un poder sobrenatural. Como esta entidad sólo se mueve en línea recta, el alma del cuerpo del difunto debe seguir el camino de Hyang. Ma’Nene es un ritual funerario mucho menos popular y muy poco común. Momia femenina Si los cadáveres están encerrados en cuevas, los primeros días del ritual se dedicaban a la construcción de escaleras de bambú, obtenido en los bosques cercanos. A continuación, las familias exhuman cuidadosamente a sus familiares para limpiar los ataúdes por dentro y por fuera. A veces tenían que desechar por completo los ataúdes podridos y los sustituían por mortajas de tela con las que cubrían los decrépitos cuerpos. Al amanecer del último día del ritual, volvieron a cerrar las tumbas y retiraron las escaleras de bambú. Se sacrificaron varios animales para la comida. A continuación, para marcar el final del ritual, puede haber una competencia de Sisemba, una especie de combate tradicional a base de patadas. Momia Masculina
CEREMONIA INAUGURACIÓN DE UN NUEVO TONGKONANS

En la aldea Erodon. Es una ceremonia de la alegría, el polo opuesto al de la tristeza que es el de las ceremonias funerales. Se hace mucho menos. El tongkonans inaugurado era para uso de la comunidad.

Nuestro guía, cristiano, no podía asistir el mismo día a esta ceremonia de la casa y a una ceremonia funeraria, se lo impedía Aluk Todolo. Los misioneros holandeses toleraron las ceremonias funerarias y trataron de prohibir las de la alegría.

El ambiente era muy parecido al de la ceremonia de funeral, respecto a que también había muchos sacrificios, pero en esta solo de cerdos. Especialmente uno colocado en un palanquín que presidía la plazoleta, con un nombre escrito en el lomo con tiza blanca, era muy grande y viejo con colmillos bien desarrollados y retorcidos. El palanquín estaba adornado con flores.

Fue el primero de la matanza y luego se sacrificarían unos 100 más. Cerdo palanquin

La gente estaba más desinhibida que en la del funeral, muchas mujeres me pedían que les hiciera fotos y posaban con coquetería. Las mujeres mascan betel, los hombres fuman tabaco. Vestían ropa colorida y diversos adornos.

Sentado entre los familiares cercanos, un hombre anciano hojea un cuaderno apaisado y parece rememorar personas y anécdotas de la vida. En sus manos el árbol genealógico recoge detalladamente en anagramas a todos los miembros de la familia actual y sus antepasados.

A primera vista, como observadores externos, parecería que esta escena es un ejemplo de que la relación, y el vínculo, siempre están presentes, de que la conexión con el pasado que conforma el presente, la muerte y la vida permanecen en el espíritu de todos y trasciende a la realidad expresada en estas situaciones. Tendríamos que preguntarnos si esto es realmente así o es una apreciación provisional nuestra. (Carmen)

“Este es el único momento en el que se me impide acceder a lo que pasa. Me quiero relacionar, ver el libro, apreciar el árbol genealógico, pero se apartan, lo colocan de modo que no puedo observar las hojas, y me hacen sentir que sobro. No me echan ni emiten señales agresivas, lo hacen con delicadeza, con un mensaje diáfano. Siento que tienen en sus manos la esencia del clan, el linaje de sus sujetos, y lo protegen, ¿temen de algún modo que mi presencia distorsione algo? ¿Me viven como una amenaza, les cuesta integrar a otro vivo que no es igual que ellos?, ¿temen que les arrebate algo con mi mirada o mi objetivo fotográfico? ” (Mikel).

Gente alegria

Nos dieron de comer, de una variedad grande de platos. En gran parte de Indonesia el animal estrella es el ayam (pollo) y el ikan (pescado). En Sulawesi se come carne de lo más exótica, siendo el murciélago y por supuesto, el búfalo, los más típicos. No sabíamos que estábamos comiendo y era difícil reconocer los ingredientes por las especias. Pero todo estaba sabroso. Apareció una orquesta infantil de unos 35 niños y niñas de 9 a 12 años. Tocaban flautas de bambú caseras, les dirigía un adulto y eran acompañados por dos adultos más con instrumentos de percusión. Oqruesta Estaban por allí el gobernador y su mujer en campaña electoral, y colocaron al nieto para que cantara con la orquesta. Me encontré con cuatro viajeros de Pamplona que viajaban por su cuenta, dos parejas experimentadas en viajar por el mundo. ¡Una sorpresa! Charlamos y compartimos impresiones de lo que habíamos vivido en el viaje.

CAMINATA
Los caminos de un pueblo a otro son sencillamente extraordinarios, donde se alternan una arquitectura tradicional insólita con los preciosos paisajes de arrozales. Los “tongkonans” son de varios tipos: están los tradicionales y también otros van siendo readaptados para ser más funcionales, habitables, y baratos. El techo de bambú se sustituye por cinc. Los tejados alcanzan una altura realmente impresionante y tienen forma de barco (de silla de montar a caballo para otros). Los primeros sostienen su teoría afirmando que recuerdan la manera en que los toraja llegaron a la isla. Aldea caminata Su construcción lleva años y mucho dinero; es por eso que suele construirse entre varias familias. Su decoración, a pesar de su tamaño, es muy minuciosa. Bajo los techos, la madera tallada dibujando motivos religiosos se extiende hasta los pilares. No faltan los cuernos de búfalo por todos lados, animal decisivo para esta comunidad, tanto en vida como en el más allá. Los tongkonans son, en definitiva, el centro de la vida social de los toraja y, desde luego, la imagen más reconocible de su cultura. Encontramos cuevas y rocas donde los toraja hacen sus enterramientos definitivos, donde los familiares vuelven cada verano para adecentar a sus muertos. En ellos indistintamente hay huesos, calaveras decoradas, pequeños tongkonans como féretros y hasta balcones incrustados en roca donde se entierra a la realeza. Es costumbre para los toraja volver cada verano a los nichos y adecentar a sus muertos, decorarlos si es necesario y, por qué no, dejarles un cigarro metido en la boca. Desde luego, la muerte en esta parte del mundo se nos presenta en la más particular de sus versiones. Seguimos camino por Ketekesu, Lokomata, Batutumonga. Son pueblos de cuento, seguramente los más bonitos de cuantos vimos. Pero hay un lugar por encima de todos: el mirador de Tinimbayo. Una sola casa. Un solo bar en lo alto. La morada de los sueños de todo viajero, donde Sulawesi se abre a tus pies y tu mente sueña con el siguiente destino. Más allá de sus casas tradicionales, que ya son una obra de arte, los Toraja trabajan el arte del telar. Pudimos ver textiles hechos a mano con dos de sus técnicas, ikat –técnica de teñido por reserva sobre hebras antes de tejer la tela y tannun, técnica empleando hilo de la planta de la piña para tejer. Todavía hoy se encuentran mujeres en el norte y el oeste de Toraja que hilan a mano y tiñen con hojas, raíces y cortezas, pero desgraciadamente son menos. Niño escomdido Otra de la artesanía por excelencia de los Toraja es el tallado a mano en madera. El idioma toraja sólo se habla, no se escribe, por lo que para expresar conceptos sociales o religiosos tallan madera, llamándola Pa’ssura (el escrito) a menudo en forma de animales y plantas simbolizando alguna virtud o Tau Tau, pequeños clones de los difuntos con la función de vigilar su tumba. Inicialmente la caminata iba a ser de dos días durmiendo una noche en una vivienda local. Pero dado que teníamos un tiempo limitado lo redujimos a uno, bastante aprovechado y apretado, con la finalidad de poder asistir a la ceremonia de la alegría de la casa antes mencionada. El calentamiento global ha afectado este año un retraso en la época de lluvias y sobre todo un descenso notable de lluvia en los meses previos. La sequía era notable, los arrozales no iban a poder dar su segunda cosecha este año, salvo en los campos cercanos a las riberas de los ríos. El paisaje muy contrastado entre sequía, calvas verdes de arrozales, búfalos metidos en ciénagas para sacudirse el calor, halcones tratando de cazar manadas de los patos que se alimentan de los rastrojos… Paisaje El contraste entre polos antitéticos estaba muy marcado y le confería una singular belleza. Se palpaba la preocupación entre la gente. Era un día de celebración de los musulmanes por lo que la escuela estaba cerrada, lo mismo ocurre cuando otras religiones tienen una fiesta propia. Los niños estaban en las casas y pueblos. Eran casi los únicos que se acercaban, entre otras cosas porque el guía les anunciaba “Gula, Gula” que significa caramelos. Ellos se acercaban esperándolos. No nos resultó agradable este proceder. Es importante para nosotros que niños y grandes se puedan relacionar desde su espontaneidad, no motivados por el interés y menos movidos por una recompensa. Un grupo de adolescentes custodiaba un búfalo en un establo. Afirmaban que era un campeón en las luchas silaga tedong. El animal era imponente pero menos que su orgullo. También buscaban gula-gula y con mucha picardía trataban de obtener extras haciéndose los tontos, en un juego de risas, pues eran pillados. En un tongkonan, descansamos a la sombra, y se acercaron una adolescente que cuidaba un niño más pequeño y finalmente el padre. Este estaba interesado en conocer cómo vivíamos en nuestra casa, cómo era la crianza en nuestro país de origen, las expectativas de los hijos, la educación. Fue una conversación rica de intercambio de experiencias, de esas que te hacen constatar que todos los humanos nos preguntamos las mismas cosas. Familia CaminataEn una caminata similar que hicimos años antes en Nepal la relación con la gente fue más intensa, más fluida, el interés en contrastar, más manifiesto, te invitaban a tomar brebajes o probar alimentos que estaban cocinando. En Tana Toraja el paseo fue más paisajístico, más introvertido. Salvo la excepción del padre referido, la gente se escondía más, incluso cerraban cortinas o ventanas al extranjero.
ALGUNAS CONSECUENCIAS SOBRE LA MUERTE ENTRE LOS TORAJA
Todo lo opuesto que en occidente. Nada de susurros, nada de ceremonias rápidas ni funerales discretos. Todo a la luz del día, en comunidad y fiesta. Toda una vida por y para la muerte. En todas las fiestas de funeral nos sentimos bienvenidos e incluso, diríamos más, pudimos sentir el orgullo y agradecimiento hacia nosotros por parte de la familia por el simple hecho de habernos desplazado para asistir a su gran fiesta. Parece evitarse el contacto con la tierra en polvo. Se usan cuevas, se excavan rocas, se construyen edificaciones elevadas sobre el suelo. Dicen que eso servía para dejar libre la tierra para los cultivos. O los muertos están en casa viviendo con los vivos o en lugares donde no interfieren los cultivos. Esa explicación es muy simple aunque sea una verdad parcial. Los cuerpos no abonan los campos y también es evidente el intento de poner los muertos a salvo de los demonios del inframundo que deambulan por la tierra. El cuerpo dura mucho, su descomposición es lenta, aún después de “enterrado” ya que previamente fue momificado. Al sujeto se le entierra con las pertenencias que más apreciaba y es cuidado, hasta que sus vivos mueren y ya no pueden cuidarlos más, entonces, los huesos desbordan los féretros carcomidos de madera y aparecen visibles. Para entonces también los Tau Tau, nuevo cuerpo, están deteriorados aunque perduran más tiempo. Está relacionado con las creencias mitológicas del origen. Los antecesores de los Torajans descendieron del cielo por escaleras y volvieron a subir. El lugar celeste superior distinto de la tierra sin polvo y más eterno e inmutable es el que tratan de construir escavando rocas vivas para sepultar los cuerpos en nichos. No todo sujeto tiene un destino similar en el otro mundo y en función de su casta su funeral es más ostentoso, y tiene o no psicopompos para acompañar al alma en su viaje. Los que proceden a usar sistemas cristianos de enterramiento, sobre todo panteones, son criticados ya que los colocan en lugares visibles, cruces de caminos, y limitan la movilidad o el espacio de cultivo. En el apartado “reflexiones” del blog presentamos un estudio, a modo de ensayo, en el que formularemos unas hipótesis sobre el sentido de la muerte y sus rituales en esta etnia, de la que sentimos haber aprendido cosas aplicables en nuestro entorno.

Ver mapa de situación

<iframe src="https://www.google.com/maps/embed?pb=!1m14!1m8!1m3!1d3984.5546475674814!2d119.8836192!3d-2.943427!3m2!1i1024!2i768!4f13.1!3m3!1m2!1s0x0000000000000000%3A0x934bb354e5a14591!2sTongkonan+To'+Pa'lak+-+Tikala!5e0!3m2!1ses!2ses!4v1450368773540" width="800" height="450" frameborder="0" style="border:0" allowfullscreen></iframe>

Entradas relacionadas con este viaje

Convivencia con los yanomami

Convivencia con los yanomami

Convivencia con los yanomami.

Relato del viaje antropológico en 1992, que hicimos mi amigo Javier Castillo y yo, para visitar los yanomamis en el Alto Orinoco Superior del estado Amazonas de Venezuela. Se acompaña de reflexiones personales sobre lo observado.

Mikel Garcia Garcia octubre 2015

Presentación viaje año 1992

En 1992 mi amigo Javier Castillo y yo, organizamos una expedición antropológica para ir juntos a visitar esa etnia en el Alto Orinoco Superior del estado Amazonas de Venezuela que es la principal área geográfica de su hábitat; específicamente, desde la confluencia del río Casiquiare, La Esmeralda y las cabeceras del río Orinoco, hasta la sierra Parima y las cuencas de los ríos Casiquiare y Siapa. Para hacerlo he utilizado mis notas apuntadas en un cuaderno de viaje, mis archivos de voz grabados in situ, materiales gráficos y revisiones de estudios antropológicos. Las palabras que aparecen de la lengua yanomami son las que escuché en el viaje de las comunidades visitadas y tampoco estoy seguro sobre si su grafía es la correcta, además, el mismo concepto puede ser nombrado con otro nombre en otras comunidades, por lo que en este apartado hay falta de rigor académico. Me parece interesante empezar situando un resumen de las características principales de esta etnia, así el relato del viaje no tendrá que recurrir a descripciones ya anunciadas y se hará más ligero.

Etnia yanomami
En Venezuela, la población yanomami representa el 1,3% del total de los pueblos indígenas censados, es decir, unos 9.400 individuos que ocupan alrededor de 45.000 km² de extensión de tierras agrupados en 220 comunidades, pero es posible que sigan existiendo comunidades ni censadas ni conocidas. Habitan también en los estados brasileños de Amazonas y Roraima La etnia yanomami está dividida en tres grandes grupos: sanumá, yanomam y yanam. Se tuvo contacto con ellos en el año 1758. Aunque hablan dialectos diferentes, se entienden entre ellos. Fueron inicialmente conocidos como waika (o guaica), guaharibos, shamatari, shiriana, etc., antes de que fuera usada su propia auto-denominación. El término «yanomami» significa «ser humano», «la gente». Tienen una estatura pequeña y sólo se visten con un cinturón tubular los hombres y un pequeño fleco las mujeres. Las telas son de color rojo. Las mujeres se adornan atravesando con un palo de bambú su tabique nasal y las comisuras de los labios. Perforan los lóbulos de las orejas colocándose flores, plumas y hojas. Madre con lactante Utilizan también pinturas , principalmente rojo (obtenido del [itg-tooltip tooltip-content=»<p>significado del término</p>»]onoto[/itg-tooltip] y negro además se ponen collares, flores, y pendientes. Un hombre no lleva nada más que unas cuantas cuerdas de algodón en muñecas, tobillos y cintura, y el prepucio sujeto a la cuerda de esta última, se colocan plumas grandes en los brazos, y en ocasiones especiales plumones blancos en la cabeza y perforcorporalesan los lóbulos de las orejas colocándose plumas. También usan ramas enrolladas al cuerpo que tienen el nombre de guayuco. Los niños llevan collares con el fin de evitar enfermedades o acelerar el crecimiento. Y durante el primer año un guayuco que es un cordón umbilical simbólico. La etnia lleva siempre el mismo corte de pelo, con flequillo y la coronilla tonsurada (estilo capuchino). Para algunas fiestas se untan la piel de arcilla blanca. Pintura arcilla Las cicatrices son muestra de valor y madurez. Los yanomamis son nómadas. Estos desplazamientos están motivados por el corto periodo de la productividad de sus cultivos. Cultivan esencialmente plátano, ocumo, yuca dulce, caña de azúcar, maíz y batata. Siembran, también, cambur, aguacate, lechosa, pijiguao, tabaco y algodón; este último permite la manufactura de hamacas y de la indumentaria. Cazan regularmente animales todo el año, individualmente o en grupos, y utilizan el arco y la flecha y la cerbatana, pescan, con menos frecuencia y para pescar utilizan la flecha y el timbó, que es una especie de planta que sacuden en el agua para atontar a los peces, también recolectan productos de la selva. La miel es también un recurso natural muy apreciado por los yanomami. Un cultivo dura dos o tres años. Cuando la tierra se agota, el poblado crea una nueva plantación en otro lugar. También consumen epená o virola yopo, que es una sustancia enteógena que utilizan en rituales curativos por los shamanes (shapori) para comunicarse con los espíritus, se utiliza en poca cantidad y en polvo y se introduce en el shaman por medio de las fosas nasales con un palo hueco y se sopla. Una de las costumbres más curiosas es la práctica del canibalismo endogámico como ritual sagrado: en una colectiva ceremonia funeraria se comen las cenizas de los huesos de su pariente muerto. La vivienda es de tipo colectivo. Varias familias u hogares se reúnen para constituir una casa comunal o «shapono». Esta consiste en una serie de espacios abiertos cubiertos con palma que alberga, cada uno, varios hogares. Usan las hojas de una pequeña palma del género geonoma que trenzan entre bejucos paralelos para formar el techo. Estos espacios cubiertos están colocados en círculo; en tomo a una plaza central a cielo abierto. Las familias comparten con las otras familias de la comunidad los productos obtenidos de la caza, la pesca o la cosecha (dentro de cada shapono conviven varias familias como una comunidad). Cuando se reúnen alrededor de la hoguera que está en el centro del shapono, comen, conversan, fabrican su utillaje, explican sus historias, mitos, leyendas y enseñan a los niños sus tradiciones. Las familias pueden ser monógamas o polígamas, pero en este último caso cada esposa ocupa su propio fogón con sus hijos. Cuando se amplía la familia, se añade un fogón más cerca del cual el o los hijos mayores se instalan. El tamaño de las casas colectivas puede variar de menos de 20 personas a más de 200 personas. Las comunidades se escinden generalmente en dos o más cuando un conflicto de importancia se desarrolla en su seno. A los grupos de parientes los denominan con dos términos: Mashi y Yaiye. El primero lo identificamos como compañero el segundo no llegamos a entender que significaba. Los Nohi personas con las que hay relaciones buenas y amigables.

Viaje

Viaje

Hicimos un proyecto para obtener un aval de antropología de la universidad venezolana, y contratamos los servicios de una agencia de viajes ubicada en Puerto Ayacucho. El viaje iba a durar un mes.

El plan era navegar con una embarcación “Voladora” remontando el Orinoco hacía sus fuentes recorriendo el territorio de los Yanomami buscando sus asentamientos. Inicialmente nos decepcionó, de aluminio, de tamaño reducido, poco espaciosa para movernos. Era efectiva por la velocidad aunque pasábamos algo de frio. La embarcación transportaba los víveres necesarios, el combustible para el motor, toldos para protegernos de las lluvias diarias en la selva (tormentas intensas de breve duración como mucho una hora) y servía también de dormitorio cuando no era posible hacerlo en tierra. El guía, Henry, hablaba yanomami, tenía contactos con algunas comunidades a las que planeaba llevarnos, hacía de piloto y cocinero. La embarcación respondió bien durante todo el viaje, remontando los ríos y afluentes, Tomo, Tuparro, Bichara,caño Mañaven, Inipide, Guabiare, Rio Negro….Cuando los ríos eran estrechos nos desplazábamos con embarcaciones de madera más pequeñas y de remos. Bongos o Curiares.

Voladora

Era un viaje personal y de inclusión en su cultura como observadores participantes para entenderla de un modo empático y poder hacer inferencias sobre el alma humana. En mi caso, sabía que dejaría de viajar unos años por un proyecto próximo de paternidad, por lo que el viaje estaba investido de un modo especial para elaborar, la experiencia, en años futuros. Esperábamos interaccionar con los yanomamis, e ir penetrando en comunidades lo más alejadas posible de la civilización. Recoger información oral, fotográfica y de video. Llevábamos un equipo pesado, con bidones herméticos para protegerlo de la lluvia. Nunca tuvimos problemas para grabar o fotografiar en cualquier circunstancia en que convivimos con los yanomami. Parte del material se ha perdido y el que queda tiene la calidad de la época.

A diferencia de otros indígenas amazónicos cuyo patrón de asentamiento se caracterizó por la ubicación de sus comunidades a orillas de los grandes ríos y por la práctica de la navegación ribereña; los yanomami, en un principio, habitaban en las proximidades de la sierra Parima y su zona de influencia, alejados de los grandes cauces fluviales. Sin embargo en sus mitos hay referencias de que en un origen no fue así, y que hubo una retirada de los grandes cauces fluviales. Han sido esquivos, reacios a relacionarse, “los hombres invisibles”, y han sido objeto de matanzas efectuadas por buscadores de oro que exploran la selva. Los garimpeiros, descritos por los Yanomami como urihi wapopë (los comedores de la selva), siguen destruyendo sus territorios y provocando muertes y masacres como la ocurrida en Hashimu.

Partida

De Puerto Ayacucho nos desplazamos 70 kilómetros por tierra hasta el puerto de Samariapo, que es el puerto de invierno de Puerto Ayacucho. Desde Puerto Ayacucho a Samariapo el Orinoco tiene muchos rápidos no es navegable pero es apto para hacer rafting. Existe otro puerto “El venado” que es el de verano, en esa época el Orinoco baja casi 12 metros y muchas orillas se convierten en playas.

En cuatro horas llegamos a San Fernando de Atabapo, en la confluencia de los ríos Orinoco, Guaviare y Atabapo donde pensábamos repostar. Como estaba cerrado nos quedamos a dormir en el hostal “Los mineros”. Y por la noche asistimos a una fiesta de despedida de varios médicos pasantes que estaban en el centro de salud de San Fernando. Un enfermero Roberto nos habló de un chamán bastante conocido de 85 años, llamado Level, en Ocama. Había que llegar por el rio Paramo. También conocimos a un salesiano, Ramón, de padre navarro y madre gallega, que nos habló del esfuerzo que estaban haciendo para promocionar escuelas bilingües castellano yanomami, llevadas por maestros yanomamis.

El primer problema lo tuvimos para salir de esa localidad. Había un destacamento del ejército comandado por un teniente, Alex, que no quería dejarnos seguir. La razón que nos daba era el riesgo que corríamos ya que íbamos a navegar por cauces fluviales que delimitaban la frontera entre Venezuela y Colombia, infiltrada de laboratorios de narcotraficantes. La llamaban Narcolandia. Los laboratorios estaban protegidos por militares procedentes del M19, y se solían producir escaramuzas, y según Alex, había recibido órdenes de no dejar pasar a nadie. A esta razón subyacía que esperaba una mordida. A esto nos oponíamos y movimos los resortes posibles, entre otros la relación afectiva del teniente con su pareja Ana que era médico odontóloga del centro de salud de Puerto Ayacucho. También Henry movió sus contactos en Puerto Ayacucho. Finalmente pactamos con el teniente continuar y llevar con nosotros un militar que tenía que llegar a un puesto avanzado en la selva llamado Tamatama.

Llevarlo nosotros le ahorraba al teniente montarle un transporte. Este hombre era Francisco.

No nos imaginábamos lo positivo de tal pacto, al principio estábamos irritados, pero en cuanto la voladora tomó una curva del rio y ya no podíamos ser visibles, el militar se despojó de su uniforme y apareció un hombre encantado de viajar con nosotros, extrovertido, que nos contó como pasaba solo mucho tiempo en su puesto adelantado de vigilancia y se había relacionado mucho con los yanomami. Algo similar a la película de “bailando con lobos” de Kevin Costner. Y conocía tanto que superaba los recursos del guía y gracias a él pudimos llegar a comunidades muy escondidas en la selva.

El siguiente obstáculo llegó de manos de la iglesia. Informados por el guía de una misión donde había un salesiano Nelson de Estella (Navarra), pensamos que podía ser un buen informante y además era de mi tierra. Nos encontramos con un hombre que consideraba que los indios “eran suyos” y que nosotros solo los íbamos a molestar y alterar, yendo a vivir una aventurilla por la selva. De nada le servían nuestras explicaciones, ni nos reconocía como viajeros que no turistas. Yo me harté de él y me fui, Javier, más paciente siguió un rato más.

Más adelante veríamos el impacto que comunidades protestantes instaladas en zonas de la selva tenían sobre la cultura yanomami. Habían penetrado desde Colombia y eran sectas bastante integristas “Nuevas Tribus”, protestantes adventistas norteamericanos que estaban cerca de Tamatama. Como había comprobado en el tiempo que trabajé como médico en Nicaragua, el impacto de los protestantes era aún más nefasto que el de los católicos. En Tamatama estaba el principal asentamiento, la escuela donde estudiaban los hijos de los misioneros repartidos en 17 misiones, con casas, hierba, contrataban yanomanis que les vestían a lo occidental y les pagaban con productos que les hacían ser dependientes de ellos.

Con la Ley de Misiones de 1915, las comunidades indígenas de frontera del Amazonas estuvieron bajo la tutela de las misiones religiosas. La jurisdicción legal sobre las poblaciones y los territorios indígenas quedó en manos de estas congregaciones misioneras, entre ellas la orden salesiana, la cual firmó el convenio de la Misión del Alto Orinoco con el Estado venezolano en 1937. Así, las misiones religiosas fueron los agentes externos que tuvieron el mayor impacto al generar cambios culturales entre los Yanomami durante el periodo 1950 y 1985. Estas transformaciones culturales se dieron, primero, a través de las prácticas misioneras evangelizadoras y paternalistas, y luego con la implementación de programas educativos interculturales. Las misiones católicas salesianas han tenido mayor injerencia en las comunidades yanomami cercanas a los ríos Ocamo, Mavaca y Orinoco desde 1957, mientras que las Nuevas Tribus, misiones protestantes, se concentraron principalmente en la Sierra Parima a partir de 1968 hasta su expulsión del país en el 2005. Para los Yanomami, las misiones religiosas se convirtieron en centros de gran influencia al facilitarles la adquisición de bienes manufacturados (matohi) y el acceso a servicios médicos. Aunque para estos indígenas la presencia del napë era poderosa y llena de atractivos objetos (matohi) y conocimientos diferentes, también resultaba ajena, distinta y esencialmente marginal al mundo de las relaciones interpersonales y comunitarias que constituían la comunidad (shapono) y la selva (urihi).

Escena en Xapono

Primeros contactos con comunidades

La siguiente noche llegamos al Segal una comunidad yanomami en la que el maestro, Julian, nos acogió en la escuela para que pernoctáramos. Hablamos bastante con él y entre sus informaciones, las de Henry y las de Francisco íbamos perfilando la ruta a seguir. Francisco se las ingenió para intercambiar algunas provisiones nuestras con un asado de un roedor gigante, de tamaño cinco veces del de una rata, llamado Lapa, que comimos en la casa del Capitán, que tenía dos mujeres, que estuvieron todo el ratos tumbadas en sus chinchorros rodeando el fuego. Había tres o cuatro niños. Uno de ellos ceca de un año gateaba rápido y se movía yendo de un chinchorro a otro, cuando llegaba la mujer lo recogía y jugaba con él y el niño mamaba, después de un rato se iba al otro chinchorro y de nuevo era bien acogido por la otra mujer y también acababa mamando. La única luz era la del fuego, y en ese ambiente no podíamos distinguir si mamaba o solo chupaba los pezones. El asado estaba muy bueno.

Francisco iba contando historias de la zona. Habló de un personaje Bracho, residente en Mélida y médico. Parece que pilota una avioneta y consigue, filmar cosas, según Francisco hasta actos sexuales entre yanomamis, y peleas entre ellos que incluso el personaje propiciaba sembrando cizaña. Historias de caimanes, de los barbos, las comidas que hacen los yanomanis de gusanos (de sabor amargo), arañas, culebras…

A la mañana visitamos la aldea. Coexistían shaponos aislados con casas de doble vertiente. En los Shaponos lo habitual era ver a los yanomamis en sus chinchorros o cerca de ellos. Los hombres perfilando puntas de lanza, haciendo flautas… Todos los hombres tenían el labio inferior abultado porque entre su parte interna y la arcada dental tienen un cilindro de hoja de tabaco. A veces en un gesto de hospitalidad te pueden pasar su cilindro. A nosotros nunca nos lo ofrecieron. Mejor, pues nos daba mucho reparo y temíamos que vivieran como un desprecio nuestra negativa a aceptarlo. Las mujeres y las niñas tenían labios, nariz y orejas perforadas y atravesadas por palitos. Toda la mañana llovió y los mosquitos nos acribillaron.

No fue posible conectar con ningún shaman. Más adelante supimos que ya tenían costumbre de relacionarse con napes y que no aparecían si no estaba claro que se les iba a pagar algo. Pisamos una flauta que no vimos en el suelo y su dueño nos lo señaló con enfado. Tuvimos que pagarla, nos pedía 10 bolívares, le dimos 20 para que se quedara tranquilo.

Partimos hacia la Esmeralda con la idea de llegar hasta El Platanal una comunidad genuina que conocía Francisco pero Henry no.

El siguiente poblado yanomami que visitamos era Ocamo y en el residía Helena Valero a la que queríamos visitar pues conocíamos su historia. Ya era una anciana ciega y pobre.

Mikel, Helena Valero, Javier

Raptada por los Yanomami, cuando tenía trece años, recorrió con ellos miles de kilómetros a pie, cruzó las más altas cumbres del Amazonas y fue entregada a varios hombres, de los que tuvo dos hijos. A pesar de todo, siempre la llamaban napeyoma, “la que no es yanomami”. Veinticuatro años después, logra escapar con sus hijos y busca a su familia original. La encontró. Pero ellos no vieron a su Elena, sino a la madre de un yanomami, a la mujer de un yanomami. No la podían aceptar, pertenecía al bosque. Aquí también era ya una Napë. Volvió a la selva, “porque no hay sitio para mí en la ciudad. Me quedo contenta al lado de los indios, quiero enseñarles como pueden ser felices acá mismo y que en nuestra civilización no podrían estar mejor”.

Los raptos de mujeres eran una de las causas de guerras entre comunidades yanomami. Pudimos recoger información directa que informaba de la práctica de un infanticidio, de preferencia femenino, entre los yanomami, cuyo significado en aquel momento no comprendíamos, pero que podía provocar un desbalance en la proporción de individuos de ambos géneros.

En el camino hacia la Esmeralda paramos en una comunidad que conocía Henry, donde pensaba que podríamos participar de una fiesta.

Mikel con adolescente

La fiesta es un momento destacado de la vida de los Yanomami. Cuando todo está listo se envían a mensajeros (teshomomi) para avisar a los invitados. Uno o dos delegados de los huéspedes penetran en la vivienda y se hacen una serie de ritos. Se realiza el praiai o danza de presentación. En el haôhaômou se reafirma ceremoniosamente la amistad o se pone a prueba la valentía de los jóvenes. Consiste en sentarse frente a frente, pecho contra pecho y con las piernas entrelazadas. El wayamou empieza cuando cae la noche y finaliza al amanecer. Se lleva a cabo en cada visita. Es una especie de rito oratorio que opone turno a turno a cada visitante y uno de los anfitriones. Forma parte del sistema general de intercambios y reciprocidad. La música yanomami se basa en escalas pentatónicas y tritónicas.

Sin embargo al llegar les encontramos cabreados porque hacía un mes una comunidad vecina les había raptado una mujer y pensaban hacer la guerra. La guerra forma parte de sus vidas. La guerra trae consigo la obligación de vengarse. Un guerrero que ha matado a otro se somete al rito unokai. Está prohibido matar un águila porque para muchos guerreros en ella vive su doble animal, su otro yo. La víspera del ataque, en la misma vivienda o en la selva, acribillan a flechazos a un muñeco (no owë). Los guerreros deben estar atentos a los malos presagios. No estaba claro si finalmente guerrearían o llegarían a una negociación, pero el ambiente prebélico era evidente se les veían entrenar su puntería disparando sus arcos y había una excitación en el ambiente.

Preparación guerra

No hubo la fiesta que esperábamos e intervine médicamente. Un lactante con fiebre de 38,5º y diarreas en un grado leve de deshidratación, otros dos lactantes con sarna, y mucha gente con problemas en extremidades inferiores con linfedemas, varices, nódulos varicosas, nódulos indurados que me recordaban a las oncocercosis, problemas de la piel, paludismo, y problemas pulmonares, un sujeto me pareció que podría tener tuberculosis.

Vimos una reunión donde se repartían plumas para las flechas. Eran plumas de tamaños distintos, de aves de colores. Nos explicaron que las colocan en las flechas para dotarlas de una capacidad aerodinámica que las hace girar helicoidalmente a medida que avanzan, para que mantengan el rumbo sin desviarse. Las puntas de flecha son variadas. Para cazar aves utilizan una flecha ramificada en cinco puntas de modo que más que atravesar el ave le dan un mazazo que es mortal pero no la destroza internamente. No nos contaron nada sobre técnicas de flechas preparadas para la guerra.

La consideración de napë también la recibimos nosotros, no era peyorativa, comprendimos que para los yanomami el mundo era la selva, el borde del mundo era el borde de su selva, y nosotros que proveníamos de fuera no éramos del mundo. Géza Róheim, antropólogo y psicoanalista húngaro, en sus estudios de campo aplicó los principios freudianos al estudio de los mitos y el nivel de desarrollo de la cultura. Planteaba la pregunta de si etnias que no tenían una cultura que reprodujera el complejo de Edipo podían considerarse humanas o aún eran prehumanas.

Somos miembros de una cultura que se percibe la más evolucionada y que con un sesgo etnocentrista clasifica a otras como primitivas o no humanas, pero los yanomamis nos hacían sentir lo mismo, aunque no parecían sentirse superiores a nosotros, ni mostraban signos de querer incorporar nuestros avances tecnológicos. Hay una tribu de Indonesia que no utiliza las herramientas mecánicas en la recolección de las cosechas, porque dicen que el arroz hay que recógelo grano a grano ya que no hay que herir su alma.

¿Los yanomami nos consideraban humanos o éramos para ellos una especie de extraterrestres?

Niño 10 años

Lo más habitual era que al llegar a una comunidad nos recibiera el grupo, nos exploraran,.. No salía a recibirnos ninguna figura de autoridad, aunque a lo largo de horas de convivencia fuésemos conociéndolos. En general nos permitían colocar nuestros chinchorros en el perímetro externo a su shapono. Entre ellos y la selva. Intercambiábamos cosas, les dábamos regalos, anzuelos o telas, a veces parte de nuestras provisiones. Ellos podían invitarnos a alguna de sus comidas pero no era muy habitual. En cada comunidad podíamos estar dos o tres días en los que estábamos con la gente, salíamos a cazar con ellos, nos bañábamos en los ríos a la hora que lo hacían y junto a ellos para evitar las pirañas y cocodrilos. Pero no evitábamos las nubes de mosquitos, que también les picaban a ellos pero sin que sus cuerpos respondieran con reacciones serológicas. Participábamos en alguno de sus rituales. Y seguíamos el camino hacia otra comunidad, a veces los miembros de una nos llevaban a visitar a otra. Así llegamos hasta lugares recónditos donde era manifiesta la falta de familiaridad con los napes, y teníamos la sensación de haber regredido al paleolítico. Visitamos comunidades con poblaciones diversas. La mayor podría tener 80 individuos. La menor 10. Tengo que hacer mención especial a mi atención médica. Habitualmente en sus acercamientos buscaban nuestra atención para problemas que tenían, esperando que pudiésemos dar alguna respuesta. También aspectos sanitarios. La primera vez se acercó un hombre con una herida en una pantorrilla. Había sido mordido por un animal y estaba infectada. Llevábamos un botiquín bien dotado para estar tranquilos de atender incidencias que nos pasaran. También instrumental quirúrgico. Desbridé la herida, la limpié, y tape con antisépticos y cicatrizantes. Llevó un buen rato y el hombre aguantó estoicamente dejándome actuar sin quejarse no moverse. A partir de esta primera vez fue más frecuente tener pequeñas consultas. Esto nos daba un refuerzo para ser aceptados y era gratificante contribuir en algo a su bienestar ya que la relación que se crea así es mucho más cercana. Un intercambio en otro nivel más profundo que el de los regalos. Algunas consultas, como relataré más adelante fueron agridulces.

Punto inflexión en el viaje

En el Platanal, nos recibió Alfredo, el capitán, que parecía tener autoridad sobre varias comunidades. Culto, activista de los derechos yanomamis. Había viajado a Alemania para alguna reunión para la protección de los indígenas a nivel mundial.

En esta comunidad la exploración que hicieron de nosotros fue muy especial. Nos tocaban adultos y niños, la ropa, el pelo, las manos, se reían de lagunas cosas, de mis botas, de mi gorro, nos cogían objetos y se los pasaban entre ellos hasta que los perdíamos de vista sin saber si los recuperaríamos, aunque la cabo de tiempo, horas, siempre nos llegaban intactos,…Alfredo nos asignó un lugar para pernoctar en las afueras de la aldea. Nos trajeron tizones de fuego para que preparásemos nuestra comida, troncos de madera para que nos sentáramos, agua, observaban como hacíamos todos y lo comentaban entre ellos entre risas. Hicimos bastante arroz y salchichas y se las repartimos. A cambio se llevaron nuestros utensilios y nos los devolvieron limpios.

Hacia el Xapono

El inicio de la noche fue duro. Había luna llena y la selva se mostraba esplendorosa, exuberante en sonidos de insectos, de movimientos de ramajes que indicaban que animales pesados se desplazaban con velocidad, de crujidos cercanos que parecían indicar que se acercaban. Nuestros chinchorros estaban en el borde del poblado entre los yanomamis y la selva. Estábamos alertados. Y de pronto el shaman empezó a cantar. Su canto llenaba el espacio y aminoraba el ruido de la selva, nos calmaba y pudimos dormirnos, con esa nana que nos envolvía. Pero el canto ya se nos hizo pesado pues duró toda la noche y al amanecer se le unieron dos o tres personas más y los cánticos ya eran excesivos. La segunda noche no cantó, y echamos en falta su canto pues la selva nos invadía. ¿Había cantado la primera noche para ayudarnos a adaptarnos? ¡No!, preguntamos y nos enteramos que el día de luna llena cantaba en relación a un ritual dedicado a los difuntos recientes.

En el Pantanal había un enfermero, le acompañé y vi como ponía inyecciones de antibióticos, hacía tratamientos para el paludismo. No tuve que hacer nada médico.

Jacinto, era el hermano de Alfredo, trabajaba como maestro y desde hace un tiempo colabora con antropólogos informando de datos culturales y acompaña a gente que llega pensando hacer reportajes fotográficos, y nos dijo que el último que pasó, un suizo, le engañó y no le pagó nada. Nos contó como los capitanes (a veces llamados caciques) tienen que demostrar su valía, los capitanes tratan de que sus hijos estén bien preparados por lo que pueden ser objeto de elección, pero no es lo troncal el factor decisivo sino su valía.

Se produjo un hecho interesante. En el Platanal había muerto recientemente un hombre llamado Francisco, cuando nos oyeron llamar a Francisco, nuestro amigo militar, por su nombre, se alarmaron y nos dijeron que no le llamásemos así. O sea que a partir de ese momento a Francisco le llamábamos por su apellido: Bastida. Bastida nos dijo que Alfredo tenía fama de sanguinario, se decía que había matado a 9 personas en disputas diversas, y que por eso era bastante respetado. El nombre de un niño lo pone el shaman. A partir de que ya gatea se le lleva al shaman y según lo que este sueñe esa noche le pone un nombre. Sin embargo los niños de hasta tres años no dicen su nombre. Nos preguntan el nuestro pero no dicen el suyo. Si insistíamos mucho se nos acercan al oído y muy bajito pronuncian algo corto que seguramente es su nombre. Solo un niño pronunció su nombre en voz alta y después de que yo dijera el mío.

La única autoridad es el capitán que ejerce una autoridad flexible. Pero cuando toma una decisión es firme y acatada por todos.

Los hombres pueden tener más de una mujer conviviendo y los hijos del mismo hombre llaman madres a todas ellas. Los casamientos se arreglan entre familias. A veces ya las niñas tienen designado un esposo aunque sigan conviviendo con la familia hasta que tengan la regla y sean adolescentes. Se puede decir que aproximadamente la mitad de los casamientos que ocurren entre los miembros de una casa comunal se realizan dentro de la misma y la otra mitad en casas vecinas y/o casas aliadas más lejanas.

A partir de llegar al Platanal el viaje cambió radicalmente

Pactamos un precio para que celebrasen una representación de sus partidas de caza para filmarla; Presenciamos escenas de curaciones chamánicas; Participamos en un ritual de yopo; Participamos en un Reharo….

Desde el platanal nos adentramos a conectar con comunidades, mucho más recónditas: el cerrito, báquiro, caño platanal, guayaba. Con el bongo de Alfredo, y acompañados por este hicimos le viaje. Dejado el Bongo caminábamos por la selva, hasta el cerrito una hora. Esta comunidad tenía unos shaponos o malocas, auténticos, sin ningún tipo de mezclas extrañas a su cultura. Algunos se escapaban de que les hiciera fotos o filmara. Aceptaban telas rojas para sus guayucos. Había gente bastante abandonada, los viejos especialmente.

Anciana

En aquel momento ya conocíamos alguno de los mitos yanomamis, pero no la variedad y matices de los mismos. Como observadores participantes, tratábamos de entender la relación de sus mitos con la estructura social y sus relaciones. Intentábamos conversar directamente con ellos sirviéndonos de nuestro guía y del militar que se nos adhirió. Buscábamos recoger información de su cotidianidad y de su cosmovisión.

Desde el punto de vista simbólico, las cosmologías y mitologías tienen múltiples representaciones: pueden tener espacios concretos de origen como pueden tener diversos orígenes considerando las dimensiones horizontales y verticales del espacio cosmológico.

Esta plasticidad simbólica se reflejaba en la evocación de los espíritus (hekura) que hacen los chamanes (shapori), en la representación del universo donde se ubican los pueblos subterráneos, los seres humanos, los espíritus, los muertos en diferentes mundos superpuestos, y en la diversidad de los mismos relatos mitológicos, que parecen aportaciones específicas de diferentes comunidades, aunque se pueden encontrar estructuras básicas, mitologemas, comunes. Solo cito aquí algunos de los más importantes. «La sangre de la Luna y el nacimiento de los yanomamis» «El nacimiento de los gemelos y el origen de las aguas» «El mito del fuego» y algunos cuentos.

En unas comunidades experimentábamos más unos aspectos que otros y a medida que íbamos conviviendo se iban consolidando las ideas y reflexiones que relato a continuación.

Los Yanomami no tienen sentido de posesión o propiedad sobre un territorio específico aunque si de pertenencia al mismo. No poseen la tierra. La ocupan un tiempo. Construyen el shapono, el huerto en el que cultivan hasta 25 variedades de vegetales, siendo el tabaco y el plátano unas que nunca faltan. Desde esos asentamientos se dedican a sus actividades de subsistencia. Son cazadores recolectores. Estas actividades las realizan tanto cerca del shapono (rami) como lejos, al extenderse hasta un radio de unos 30 km para la cacería de larga duración (henimou) o la recolección cuando se internan en la selva por un período prolongado. Las mujeres y los niños pescan. Los hombres cazan con arcos y cerbatanas, muchas veces usando el curare en las puntas de flechas para paralizar a los animales. En este proceso no intervienen las mujeres; «se destemplaría» el veneno.

No trabajaban más que lo imprescindible para las tareas de subsistencia y mantenimiento. Unas 10 horas semanales. Al basar su economía en principios básicos de autoconsumo (elaboración de sus propias pertenencias los -cestas, garrotes, arcos y flechas), rompen los conceptos económicos de casi todo Occidente.

Tallando madera

A medida que se agotan los recursos de un área se mueven a otros emplazamientos. La introducción de escopetas de caza ha generado que los animales se alejen más que las expediciones de caza duren más días. Pero no había muchas armas de fuego en las comunidades que visitamos. Las misiones religiosas han influido en el sentido de disminuir la tendencia a los cambios de emplazamiento.

Los Yanomami distinguen, en un sentido amplio, el hábitat o espacio territorial entre: la selva (urihi), el lugar de residencia propia (theri), las otras comunidades circundantes de acuerdo a relaciones políticas (afines y enemigas), y los centros misioneros habitados por napë, es decir criollos.

La propiedad privada existe sólo sobre los objetos personales y los frutos de su conuco (huerto) que cada uno ha cultivado. Y cuando uno muere sus pertenencias se queman con el cadáver, no hay herencia.Cada comunidad o shapono es políticamente independiente y por lo general las decisiones que tienen que ver con las actividades de subsistencia, intercambios y ritos funerarios dependen de cada familia y de manera extensiva de toda la comunidad, que constituye una unidad residencial socio-económica relativamente igualitaria en lo político. Los jefes duran lo que su capacidad de poder les permite. Si son útiles para la comunidad siguen, cuando no son recambiados, no hay transmisión familiar del poder. La identidad de una persona está definida por su pertenencia a un grupo familiar, a un shapono y a una región geográfica, mientras que la noción de pertenencia a un pueblo o grupo étnico ha sido mucho menos significativa.

Las relaciones pacíficas intra-étnicas como las guerras, los conflictos y los antagonismos entre aldeas son cuidadosamente representados en sus cartografías mentales.

Adolescente con arco

Poco a poco íbamos entendiendo lo que los yanomamis repetían: por la selva sólo andan por caminos seguros. Al principio lo referíamos solo a un cierto sentimiento paranoide de poder ser atacados por malos espíritus, lo que les llevaba a hacer caminos seguros y protegidos. Pero efectivamente la selva es un lugar donde las especies sobreviven con un nivel de competitividad enorme. Aparentemente todo es exuberante, árboles enormes, mucha vida vegetal y animal,.. Pero el suelo es pobre, las raíces son poco profundas, tras la belleza de las flores que seducen y atraen, experimentas agresiones de estas lanzándote sustancias irritantes, o mordiendo,.. Las tarántulas se metían en las botas por la noche, buscando calor, y había que tener la precaución de sacarlas antes de ponértelas… Las serpientes coral muy bella pero venenosa, aunque por su pequeño tamaño no puede inocular demasiado veneno y no suele ser mortal. Pero la cuaimapiña que es una culebra aparentemente inocua persigue a su presa con tenacidad y es mortal.

Un día en que quise jugar con las lianas me lancé varias veces. Y en una ocasión empecé a sentir tanto dolor en el abdomen que me solté de golpe, caí desde unos metros de altura hasta aterrizar en el suelo, me levanté y empecé a quitar la ropa hasta descubrir que unas hormigas gigantes me clavaban sus mandíbulas en la piel. Al parecer debían estar andando por la liana, yo las había molestado y entraron por mi brazo, bajo la ropa, hasta el abdomen. Las tuve que arrancar una a una. Mientras los yanomami se partían de risa y decían “Napë moji”, que significa napë flojo. Su espontaneidad era manifiesta, cuando llegábamos a sus comunidades nos rodeaban, tocaban, se reían de algunas ropas que llevábamos, fueran adultos y niños pero sobre todo estos últimos.

Niños

En definitiva vas percibiendo la hostilidad, la peligrosidad latente por las especies y empiezas a preguntar a los yanomamis cual es el camino seguro para moverte por el mismo. Aunque las comunidades están esparcidas irregularmente en este extenso territorio, existen redes de caminos entre la selva que conectan muchas de estas comunidades. La utilización frecuente o no de estas rutas refleja los tipos e intensidad de las relaciones sociales, económicas y políticas que mantienen las aldeas. Si estos vínculos entre las comunidades se deterioran o se rompen totalmente, la selva irá cerrando estos caminos por falta de uso. Existe una clara correlación entre la apertura y mantenimiento de los caminos y los niveles de relación socio-política de cada comunidad o shapono.

Descripción de costumbres y aspectos relevantes de la cultura

Comida

No son sofisticados. Solo usan la tecnología necesaria para asegurarse que lo que comen les va a sentar bien. Como ejemplos cito lo siguiente. Vimos como se hacía el mañoco de la yuca. Primero hacían harina rayando, raspando y machacando en mortero y luego lo prensan para sacar un líquido que parece que es un poco venenoso o al menos sienta mal. La masa resultante la secan y toman con agua o gayuba.

En una expedición de caza en la que les acompañamos cazaron un mono araña con una cerbatana. Al llegar al poblado lo echaron tal cual en el fuego. Y asó lo asaron, dándole de vez en cuando la vuelta. Después nos lo comimos. Para ello lo trocearon y cada uno cogimos un pedazo que tenía su pelo más o menos chamuscado, y del que había que ir separando muchas partes no comestibles hasta llegar al músculo, que si era comestible. Y estaba demasiado seco. Nada sabroso.

En épocas de lluvia recolectan diversas especies de hongos comestibles, orugas, ranas, serpientes. En verano buscan huevos de tortuga entre las arenas de las playas. Comen diversas arañas, entre ellas tarántulas. Probamos una araña que tenía sabor a marisco.

Agresividad

Íbamos con la idea de que los yanomami eran feroces guerreros y había que tener cuidado con ellos.

Sin embargo no nos encontramos con situaciones en las que eso aparecía. Más bien lo contrario.

Juego

Ya he mencionado como se resolvió el incidente de romper una flauta que pisamos.

En una ocasión rocé el límite de que pasara algo temido. En una comunidad perdida se acercó un yanomami que traía una radio que no le funcionaba. Seguramente esperaba que se la arreglásemos. Enseguida capté lo que pasaba, trabajaba con la misión Nuevas Tribus, y le habían pagado en especies, con una radio para que escuchara los mensajes que la misión transmitía con su emisora. Las Nuevas Tribus desprecian los derechos, las costumbres, y las creencias religiosas con la excusa de “civilizarlos”. Les prohíben sus actividades tradicionales y culturales. Les inculcan que su cultura, su cosmovisión y sus ritos son pecaminosos y que sus prácticas los conducen a la maldición eterna. ¡Cuando se acabaron las pilas ya no funcionaba la radio! Yo cogí la radio, la tiré al suelo y pisoteé hasta destrozarla. Fue un acto impulsivo, poco pensado y generó tensión gélida en el ambiente, el yanomami me miró primero perplejo, después con mucha dureza, y, finalmente en vez de coger su arco y flecharme (que era lo que me temía) se empezó a reír, y yo también. Luego le di un montón de las cosas que llevábamos de regalo para ellos y que le eran realmente útiles sin crearle dependencias. Creo que distinguió perfectamente que mi acto violento no era contra él.

Cuando hay un conflicto siempre hay un juez en nuestras culturas. La recurrencia a una instancia superior no es necesario en los yanomamis. La delegación existe pero en un grado menor en esas otras culturas. No hay nadie representativo de nadie. Sin embargo los conflictos se dirimen ante espectadores: toda la comunidad, que es testigo.

El ofendido puede agredir al ofensor, estando uno delante del otro le pega. Lo habitual es un puñetazo en el pecho o un garrotazo en la cabeza. Esta variedad se suele hacer dejando caer sobre la cabeza un palo recio de cierta altura y consistencia. El ofensor espera estoicamente el golpe. Los yanomami se preparan fortaleciendo su tórax y abdomen para estas eventualidades, y tonsurando su cabeza, ya que las heridas se van a curar mejor sin pelo. El golpe debe ser el que repara el daño infringido: en su justa medida. Si el ofendido se propasa, lesiona más de lo apropiado a la falta, el ofensor es ahora ofendido y devuelve el golpe. Si se mata al ofensor, alguien de la familia de este le sustituye y sigue el juego agresivo, que solo para cuando los contrincantes entienden que se ha restaurado un equilibrio.

Parece brutal y, sin embargo, obliga a los contrincantes a ser muy conscientes de cuál es el punto adecuado. Se tienen que poner a prueba, no solo en aguantar el golpe sino, lo más difícil, en saber cómo agredir con justicia. En el Código de Hammurabi (Babilonia, siglo XVIII a. C.) el principio de reciprocidad exacta se utiliza con gran claridad «Si un mercader ha prestado grano o plata con interés sin testigos ni contrato perderá cuanto prestó». Un principio jurídico de justicia retributiva en el que se imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. El término «talión» deriva de la palabra latina talis o tale que significa «idéntico» o «semejante» de modo que no se refiere a una pena equivalente sino a una pena idéntica. Es un intento por establecer una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.

El mercader de Venecia, de Shakespeare aborda este tema. Shylock presta dinero bajo una condición: si la cantidad no es pagada el día fijado, tendrá derecho a tomarse una libra de carne del cuerpo de Antonio. Cuando llega el momento quiere cobrarse su derecho. Porcia intenta que ceje en su intento ofreciendo más dinero que la deuda, pero Shylock quiere vengarse. Entonces Porcia solicita que sea concedida la petición, pero le advierte que perderá su vida si derrama una sola gota de sangre, puesto que la obligación sólo le da derecho a la carne.

Muy distinto de nuestra expectativa de la justicia, que se representa con una mujer que lleva los ojos vendados, una balanza en una mano y una espada en la otra. «La justicia no mira a las personas, sino los hechos», es igual para todos, la objetividad debe ser impuesta. La balanza representa el juicio que determinará poniendo, a cada lado de la balanza, los argumentos y pruebas de cada lado. Un mito que ya aparece en Egipto a través de la diosa Maat, símbolo de la Verdad, la Justicia y la Armonía cósmica. La espada expresa que la justicia castigará con mano dura a los culpables. Algo que se vincula con la diosa griega Némesis (que aunque tiene la acepción de justicia retributiva también es la diosa de la venganza). Muchas veces cuando constatamos la impotencia, o complicidad, de los jueces ante la corrupción o el poder de la autoridad arbitraria que legisla a su interés y burla las leyes, nos damos cuenta que esa imagen que tenemos de la justicia es un mito, e intuimos que sería mejor una justicia directa donde el ofensor se enfrentara al ofendido. Seguro que sentiría algo muy distinto, que podría poner en marcha mecanismos humanos de culpa-reparación, cosa que no puede ocurrir cuando se esconde debajo de la toga de sus abogados, y el juego de la justicia se circunscribe a querer ser ciegos de los sujetos, poner en la balanza argucias astutas para confundir con una expectativa de venganza y de ganar el juego.

Crianza

Cuando están encinta las madres tienen ciertos métodos para adivinar el sexo de un niño. En la última etapa de la preñez las mujeres se quitan sus palitos. Los futuros padres tienen ciertos tabúes alimenticios. Las mujeres dan a luz en la selva o, si es de noche, en los alrededores de la vivienda. Practican el infanticidio cuando nacen niños deformes o gemelos, o cuando los nacimientos ocurren en un período muy corto, con preferencia si son niñas. Se envuelve la placenta para introducirla en la cavidad de un tronco, en el interior de alguna madriguera o para arrojarla al lecho de un río. Se envuelve el cordón umbilical con hilo de algodón. Cuando cae lo atan al chinchorro de la madre y luego lo amarran en un “árbol del aparecido”, alrededor del cual la madre da varias vueltas con su hijo en brazos para asegurarle una larga vida.

Recien mamado

Al niño le colocan un cordón de algodón alrededor de su cintura, que simboliza un cordón umbilical, y que lleva hasta que empieza a andar. Los niños duermen con su madre hasta que reciben su chinchorro personal al cumplir la edad de cinco años. Las mujeres llevan siempre a sus niños enganchados a una red que ellas mismas tejen. Las mujeres pueden amamantar a su hijo o al de otra mujer e incluso a un animal.

Sexo

Jacinto nos había comentado que son pudorosos en sus relaciones sexuales. Al ser el shapono muy abierto se suelen ir a la selva para tenerlas.

La primera menstruación de una joven da lugar a un encierro, luego del cual se hace una ceremonia. Se le construye un lugar de reclusión hecho con “hojas para la menstruación” (yipi kë henaki). Se le despoja de sus atavíos. Tiene tabúes alimenticios. A esta situación de aislamiento y las normas que lo rigen se aplica el término unokai. Si la joven está casada su marido debe someterse al mismo ritual.

En la comunidad del cerrito varias mujeres jóvenes nos llamaban desde sus chinchorros. Se mostraban eróticas, nos tocaban y se nos acercaban al oído para decirnos algo, no entendíamos el contenido pero era evidente el erotismo y la seducción. Y eso ocurría en el espacio abierto donde cualquier podía verlo, incluidos los hombres presentes. Era chocante.

Más aún cuando una de ellas empezó un juego en el que primero se tapó totalmente acercando los bordes del chinchorro para cubrirse y de golpe los separó mostrándose completamente desnuda abriendo las piernas y enseñando sus genitales. Expresando un juego, con mirada seductora, repetía esta intermitencia, al principio en intervalos cortos de desnudez, y luego cada vez más prolongados.

Yo la contemplaba desde mi sitio, al principio perplejo, desconcertado sobre la pertinencia de participar en un juego, manifiestamente erótico en una cultura que empezaba a conocer, y en la que esa situación chocaba frontalmente con lo que hasta entonces había vivido. Sentía temor e incertidumbre ya que ese juego tenía un significado y, seguro que también, un límite del que no se podía pasar. Y todo era desconocido. El temor no tenía que ver con el sentimiento de que usaba su cuerpo con una intencionalidad, como un acto de poder-dominio a partir del cual yo pudiera ser dañado. Por eso mientras ella hacía su juego yo le mantenía la mirada en una actitud de aceptación sin transmitir ningún juicio.

Finalmente ella paró el movimiento, se quedé tapada, dejó de mirarme y me fui. Javier había presenciado la escena desde un punto más alejado y hablamos de lo ocurrido. Nos preguntábamos si entre los yanomami podría estar presente la costumbre de otras etnias que buscan hombres extranjeros de fuera de sus comunidades para que sus mujeres tengan con ellos su primera relación sexual. Esos pueblos evitan intuitivamente los riesgos conocidos por los psicoanalistas de que en el primer coito se activen los procesos edípicos y se desplacen al compañero sexual elementos que tienen que ver con las figuras parentales: padre y madre. La misma función que ejercían las prostitutas y prostitutos sagrados de los templos dedicados a dioses en culturas del mediterráneo.

Pero no nos parecía que lo observado tuviera nada que ver con eso. Parecía más bien una manifestación de un poder femenino que nos desbordaba, por poco acostumbrados a verlo, y que nos producía un sentimiento ambivalente de atracción y temor.

Tuve una asociación con la historia de Judit y Holofernes, en un cuadro de Artemisia Gentileschi, lo que me conectaba con un cierto arte de la escena, pero opuesto al contenido del cuadro, pues era una manifestación de vida en el aleteo de una mariposa que presenta alternativamente la fase de crisálida en su capullo y después la eclosión del mismo mostrando su belleza, a diferencia del cuadro que representa la decapitación de Holofernes por Judit quien se ofreció sexualmente al general para matarlo y acabar con el asedio que este hacia al pueblo judío. Por eso fue “condecorada”.

Había alguna información de poliandria entre yanomamis. Esa información chocaba con una cultura que percibíamos más patriarcal y poligínica. ¿Lo que habíamos visto tendría relación?

El temor lo desplazábamos a preguntarnos qué hubiera pasado de tener una relación sexual, ¿Nos hubieran agredido? ¿Podríamos contagiarnos de alguna enfermedad venérea?

Hacernos esas preguntas ya era indicativo de algo que nos pasaba: ¡una estimulación de nuestros miedos a la castración!

Mikel Revisa Video

Muerte entre los yanomamis

El yanomami tiene sus propios rituales de [itg-tooltip tooltip-content=»<p>Constructo que incorrectamente se considera como universal y unitario, como miedo a la muerte, se ve que está formado por varios componentes siendo en cada persona distinto según su personalidad…</p>»]muerte[/itg-tooltip] , que deben completarse para cumplir el rito del pasaje del muerto al otro mundo. Cuando un hombre muere, se dice “ha caído una flecha”; cuando fallece una mujer se dice que “ha caído una hoja”. La mañana siguiente a la muerte, las mujeres de la tribu aparecen con las mejillas ennegrecidas, en señal de pena y comienzan las lamentaciones por el muerto. Cuando éstas terminan se queman las pertenencias del difunto junto con el cadáver. Cuando no se puede proceder de inmediato a la incineración, ponen el cadáver sobre una plataforma en la selva, protegiéndolo así contra los animales de rapiña. Si los rituales no se cumplen correctamente o el cuerpo no se quema completamente es por causa de que el muerto, en vida, realizó alguna mala acción. Los yanomami distinguen entre: el «incestuoso» que arderá mal en la pira funeraria; el «asesino» que podrá ser considerado como un héroe; el «avaricioso» al que no se le realizará la «Reaho» y no irá al cielo de los yanomami.

Los huesos que no han quedado calcinados son machacados hasta reducirlos a cenizas y estas se guardan. Esto lo hacen los hombres teniendo los brazos y las manos untados con ají, que tal vez equivale simbólicamente al fuego. En la mañana siguiente a la cremación se bañan en el río para purificarse.

Posteriormente la tribu vuelve a sus actividades normales. Hasta que se realiza la ceremonia de Reaho.

Participamos una de ellas a la que nos invitaron haciéndonos sentir que era una invitación excepcional. Recibimos una invitación formal (teshomomo) que nos autorizaba a participar. Creen que en los huesos reside la energía vital de la persona fallecida y que al ingerir sus cenizas la reintegran al grupo familiar. Transcurrido un mes de la muerte de algún miembro de la tribu, se organiza una comida funeraria en la que se comen las cenizas del muerto. Los familiares beben una sopa de plátano mezclada con las cenizas del muerto. En esta celebración se agasaja a los visitantes con, al menos, la sopa de plátano y si es posible con toda clase de alimentos y se establecen alianzas. Es una fiesta.

Fue llamativo ver el modo en que participaba toda la comunidad. Radicalmente distinto de la hipocresía de los ritos funerarios de nuestra cultura. En la zona central estaban los familiares de los difuntos, pues no solamente se celebraba de un sólo difunto sino de varios. Y para algunos de los difuntos, era la segunda o tercera vez en que sus familiares consumían sus cenizas. Ya que parece ser que las cenizas de cada uno pueden ser consumidas en una sola ocasión o en varias dependiendo de la disposición de los vivos. Los chamanes representaban escenas de la vida de los difuntos, parecía que les hiciesen un teatro resaltando algunas de sus características, y transmitían humor, pareciera que se reían de cómo era. Los familiares sí que tenían actitud de recogimiento y sollozo. En otras zonas de la explanada había grupos de adultos que conversaban, en otras de adolescentes. Todos están participando pero no había una homogeneidad, en cómo estaban, dependiendo de sus edades y géneros, más callados o charlando animadamente, riendo. No se captaba imposturas ni forzamientos falsos para estar dramáticamente. Nos sirvieron el jugo de plátano, todos y Javier y yo teníamos dudas sobre si pudieran hacernos participe de las cenizas. No ocurrió y lo preferimos. Pues no sabíamos lo que realmente significaba aquello. El único disonante era un yanomami vestido con camia y pantalón que se ponía a increpar a jóvenes que metían mucha bulla. Se notaba que debía de trabajar para alguna misión y ya le habían comido el coco. Sin embargo a él también le toleraban su actitud aunque nadie le hacía caso.

Xapono abierto

Es un rito que los antropólogos consideran derivado de un endocanibalismo simbólico, para incorporar fuerza o características del muerto. A mí me parece, que, además, también tiene un sentido regulador del duelo. Las cenizas de un difunto pueden consumirse en más de una ocasión según el criterio de los vivos. Y parece que eso depende de si ya han hecho suficientemente el duelo. Si es parcial consumen parte de las cenizas. En la última ocasión quizás los vivos sientan que ya han completado el duelo. Ingerir las cenizas es una forma de acabar con los restos materiales de los difuntos. En el duelo psicológico, de una manera simbólica, el que hace el duelo introyecta materiales que había proyectado en el otro que ha muerto, elabora las características de la relación (que es una forma de digerir), hace suyas mediante identificaciones algunas de las características del difunto, en definitiva es un acto de canibalismo simbólico. En nuestra cultura se suele decir que un muerto no muere del todo hasta que desaparece del recuerdo de los vivos, lo que va más allá de la función psicológica del duelo. Se culpa a los familiares que no mantienen viva de una forma activa esa memoria, con rituales que la constatan, las visitas a cementerios,… Claro muchas veces todo esto va ligado a las creencias religiosas, que niegan la muerte, y al uso del muerto al que se quiere obligar a que vele y cuide a los vivos familiares desde el otro lado. Por eso hay una resistencia a olvidar.

Ingerir las cenizas tiene el mismo sentido acentuado por el hecho de que acabar con los restos materiales del difunto le rompe cualquier atadura que pudiera tener con este mundo lo que le ayuda a seguir su camino hacia el otro mundo, quizás al cielo. El único pecado del difunto que no se le perdona es el que sea mezquino o avaricioso. En ese caso no se le hace ningún ritual. Se reniega de él.

Estas reflexiones sobre el canibalismo simbólico y el duelo, me condujeron a aplicar ciertas técnicas específicas en la psicoterapia individual de personas en duelo “normal” o “patológico” y en los talleres grupales para el trabajo de la muerte que realicé más adelante “Integración de la muerte. Pulsación de la vida”

Episodio relacionado con muerte infantil

Como ya he mencionado intervine médicamente con diferentes problemas que tenían algunos yanomamis. A veces les hacía pequeñas cirugías en heridas, desbridando tejidos que impedían la cicatrización que estaban infectados, tratando algunas diarreas,… En algunas comunidades ya sabían, antes de que llegásemos, que podían contar conmigo. En una ocasión sucedió algo que me conmovió mucho. Una mujer se acercó trayéndome un niño lactante de quizás unos nueve meses. Nunca he sentido una actitud tan reverencial por nadie que está sufriendo y espera que le puedas ayudar. Yo me sentía como su último recurso, tenía claro que le tenían que haber fallado todos los intentos anteriores, y la sentía acudir totalmente entregada esperando una respuesta casi milagrosa. Yo veía al niño muy mal, deshidratado, con hipotermia, de un color pálido cenizo, parecía un cuadro de sepsis, me recordaba a un niño mongólico que murió en el pueblo de Navarra en el que estuve trabajando como médico, pero aún estaba peor. Me sentí impotente y con una desesperación rabiosa de no poder hacer nada. Sentía muy profundamente que ese niño y aquella mujer se merecían transformar su sufrimiento. Otras veces he sentido que ya no podía hacer nada pero nunca con la intensidad de aquel momento. No nos pudimos comunicar hablando. Todo era lenguaje corporal y energético. Le hice ver que no había nada que hacer y ella lo entendió perfectamente. Se movió para irse y acurrucó a su hijo contra su pecho de una forma más amorosa. Se estaba moviendo hacia el centro del shapono donde estaba encendido el fuego y yo la acompañé. Se sentó y pareció disponerse a esperar la muerte. Estaba tranquila. Yo la sentía como en la tranquilidad de quien ha hecho todo lo posible y se da cuenta que ya no hay nada más que pueda hacer salvo estar cercana y acompañar de la mejor forma posible a quien muere. Fue muy impactante para mí y para Javier.

Esa noche tuve el siguiente sueño:

«Estaba haciendo un viaje por un país extranjero. Había llegado con otras tres personas a un alojamiento que parecía estar en una zona selvática. Éramos dos parejas. Mi pareja y yo nos quedamos en una habitación sencilla. La otra pareja iba a pernoctar en una habitación con bastantes camas. Era de noche y salí por los alrededores del campamento. Había una zona rocosa, que formaba como un farallón. Al acercarme me daba cuenta que había oquedades entre las rocas y que debajo de ellas parecía existir un sistema de cuevas. Notaba que había algunos cuerpos que se movían arrastrándose lentamente sobre la superficie del suelo en el umbral de esas cuevas y dirigiéndose hacia dentro. Pensaba que serían animales y por su lentitud y cuerpo pequeño, quizás tortugas. Al acercarme bastante más me di cuenta que eran cuerpos de bebés o humanos que presentaban deformaciones, heridas, les faltaban algunas partes, y aunque no trasmitían vitalidad sus movimientos eran parsimoniosos y con una cierta tenacidad se movían en esa dirección. Eran varios cuerpos y la imagen me conmovía. Me encontraba con otra persona, una mujer, investigando más a fondo el subsuelo de las cuevas. Aparecían unas estructuras arqueológicas que parecían bastante antiguas. Estábamos emocionados porque reconocíamos que aquello tenía importancia. Y en un momento yo contemplo con cierta distancia la escena en la que yo y la mujer hablábamos de la importancia del descubrimiento. Me daba cuenta que detrás de la estancia en la que estábamos hablando había una pared de piedra aparentemente muy sólida pero que en realidad era bastante delgada aunque fuera fuerte. Y detrás de la pared aparecía otro espacio que era luminoso con una luz rojiza oro y que todavía tenía una profundidad mayor. Yo sabía que se iban a entretener tiempo atendiendo a lo que ya estaban descubriendo, pero que tendrían que hacer algo mucho más radical para acceder al otro mundo que tenían al lado sin darse cuenta y que era mucho más rico y podría producir cambios mucho más significativos en el conocimiento”.

El sueño requiere bastante trabajo asociativo para entenderlo, proceso que inicié y me fue muy útil. Aquí quiero mencionar algo. La primera asociación que tuve fue la de cómo la emoción por el descubrimiento nos atrapaba en el sueño e impedía ir más allá, y eso me llevó a decidir un cambio de actitud en el estar con los yanomamis: dejar de lado esa actitud de investigar aplicando mi racionalidad a lo que observaba y me atrapaba emocionalmente, pues eso mismo podía impedir ir más allá. A partir de entonces observar, recoger, y preguntar era la actitud, parando el pensamiento analítico, dejándolo para después, fue mucho más efectivo. Un estado de conciencia de fluir, con el foco de conciencia reducido a la actividad misma, como describió Mihály Csíkszentmihályi en 1975.

Praxis chamánicas

El shapori se encarga de expulsar los malos espíritus que provocan la enfermedad en los miembros de la aldea. Son cuatro las causas que provocan la enfermedad: por embrujamiento de otro chamán; por el embrujamiento de otro hombre; por causa de los malos espíritus; por transmisión del dolor del animal que es el doble de la persona.

Puntas flecha

Vimos algunas prácticas de sanación de un chamán yanomami. Se hacía en público, la gente del poblado observaba y “el paciente” estaba en el centro al lado del chamán. Iban pasando de uno en uno.

Con un paciente el chamán hizo un ritual, aspirando al paciente y se sacó una piedra negra de la boca. La mostró señalando a todos los espectadores que era el mal o la enfermedad que había extraído del paciente y que este ya estaba curado.

Audio: Chaman aspirando

Efectivamente el paciente daba muestras de estar mejor. La gente mostraba regocijo, en un ambiente sugestivo histérico con el que el chamán también jugaba en sus comunicaciones. Bien pudiera ser que fuera un truco del chamán para sugestionar tanto al público como al propio paciente, generando una especie de efecto placebo inducido para que el paciente se sintiese seguro de que había sido curado y a partir de ahí que estuviese mejor. Está claro que muchas enfermedades son producidas por la inseguridad, la angustia, las propias ideas supersticiosas de ser poseídos, y que si un paciente es reasegurado en que se le ha quitado eso ya recupera su confianza y todo va bien.

Experiencias previas que ya había tenido sobre el campo energético de las personas, me sensibilizaron para poder ver fenómenos energéticos que se producen entre diferentes personas que interaccionan en grupo. Alguna persona puede recoger energías de otros y somatizar problemas físicos, siendo un proceso que se produce por ciertas leyes energéticas, de las cuales la persona no es consciente. Solo sufre las consecuencias. También otras formas de interacción energética. Los experimentos de Reich sobre la energía vital indicaban que el DOR puede materializarse en lo que Reich llamó Melanor una forma de materia arenosa negra, que puede estar depositada en ciertas partes del organismo.

Muchos chamanes dicen que absorben las energías negativas del enfermo y después vomitan. A veces incluso concentran esas energías en piedras (casi siempre negras) que sacan de su boca y luego las tiran. Puedo entender que tengan técnicas para hacerlo. En su cosmovisión dicen que están sacando espíritus negativos que han podido introducirse en los pacientes por descuido de estos o porque alguien les ha querido hacer daño (un brujo, un espíritu que ha perdido su rumbo…). Lo cierto es que pueden equilibrar las energías del cuerpo enfermo. Y que producen una potenciación de la salud de los enfermos. Quizás se puede explicar el proceso de un modo más abstracto: leyes energéticas. Pero el impacto sobre el sujeto va a ser mayor si toca su subjetividad, en un contexto cultural explicativo que le es familiar, y le reasegura en que algo ha cambiado y que puede estar tranquilo. El chamán es un “yo auxiliar”, un terapeuta, que frena los aspectos supersónicos del paciente y activa los recursos yoicos del mismo. Otra cosa es que esas intervenciones generen dependencia del sanador, pues el sujeto no es consciente de lo que sucede. Los mismos procesos mágicos y de dependencia de sanadores se dan en nuestra cultura.

Mientras estuve trabajando como médico rural en Navarra, había ocasiones en que los enfermos recurrían a mis servicios y simultáneamente al de sanadores-brujos. El caso más vistoso el de una persona que estaba en la UCI de un hospital y la familia acudió a un sanador que para poder acercarse al enfermo y hacer su ritual, tuvo que presentarse como familiar y así poder entrar en a UCI. También tenía que hacer autopsias, por orden de un juez, de personas fallecidas en circunstancias extrañas, o suicidios. Entonces no sabía del Melanor. En las autopsias te encuentras con hallazgos extraños, que no han sido las causas de la muerte, sí ví precipitados negros, pero como todo lo que ignoras, lo dejas de lado sin prestarle atención.

¿Pudo el chamán extraer el DOR y materializar una piedrita?

Ceremonia con Yopo

Se preparó una ceremonia con yopo, que relato a continuación. El vocablo yanomami es ebenamou (=toma colectiva de ebená y también grito característico de la grulla). Ebena (o epena) es el término genérico que designa a las varias sustancias psiquedélicas que usan los Yanomami, sustancias autóctonas y cuasi exclusivas que no coinciden exactamente con lo que comúnmente se llama yopo (Anadenanthera peregrina y Piptadenia peregrina) que, además, es confundido con el cebil El yopo es al menos usado por 55 tribus indígenas. La esnifada que preparan de las semillas se llama cohoba, se usa en contexto ritual. Con un tubo largo, se sopla la cohoba en la ventana nasal de otra persona. El ‘tubo de yopo’ o caña que se utiliza para insuflar los polvos es llamado mokohiro y se confecciona a partir de unas gramíneas del mismo nombre a las que se adhiere la semilla del árbol kareshi (Maximiliana regia o cucurito). El yopo causa dolor, una presión pesada, vértigo, vómitos, secreciones nasales, faríngeas, y dolor de cabeza comúnmente. La experiencia psiquedélica con una dosis pequeña de 3 semillas, dura más o menos 15 minutos, con leves efectos posteriores que continúan unos 2 o 3 cuartos de hora. Las semillas de A. peregrina contienen N,N-DMT, 5-MeO-DMT y 5-HO-DMT (= bufotenina).

Haciendo fuego

Participábamos, además de Javier y yo, tres jóvenes yanomamis. El yopo lo tenían en polvo y lo sacaron de unos saquitos que portaban los jóvenes. El anciano estaba todo el rato bailando emitiendo sonidos imitando pájaros y sus movimientos también eran similares a las aves. Yo dudaba si la ceremonia la habían preparado de una forma superficial recurriendo al anciano que tenían más a mano. El hombre era afable, se le notaba un saber estar y sabiduría, parecía débil y cansado pero demostraba tener energía para el baile, que aunque no era muy intenso, requería ritmo, armonía y fuerza.

El chamán era un anciano yanomami. No tenía una gran pinta de chamán. En nuestra sociedad se desplaza al geronte a un ritmo acelerado, con condiciones de marginalidad que le dificulta, aún más, el proceso de envejecer. Y, realmente muchos ancianos llevan mal su proceso, la esperanza de vida aumenta pero no su cultura y sabiduría. Yo estaba conectando con un prejuicio, y con una alarma interna, esperaba que el xapori fuese fuerte por si yo necesitaba su ayuda en la experiencia. En el fondo mi temor me llevaba a desear estar cuidado por alguien fuerte, y el xapori no me lo parecía.

Qué distinto en su cultura la valoración de ese anciano. Al darme cuenta, pude aceptar que el riesgo de mi experiencia lo asumía yo y que si necesitaba ayuda ya la pediría.

En un tubo largo de madera que está hueco y aproximadamente 1,5 m de longitud colocan el yopo en uno de los extremos y lo ponen al lado de la fosa nasal de la persona a la que van a soplar el yopo y en el otro se coloca uno de los participantes. Dos participantes sostienen el extremo con yopo al lado de la fosa nasal y en un momento el que está en el otro extremo sopla y el yopo se introduce en la fosa nasal. Yo lo sentí con un dolor enorme, como una puñalada que se te clava directamente en el cerebro y que produce un dolor tremendo que toda la mitad homolateral del cerebro. Nunca había sentido la mitad de mi cerebro en toda su región desde la zona frontal al occipital desde la parte superior inferior desde el centro hacia el extremo del lado correspondiente. Era muy doloroso y, sin embargo, quería que me lo hiciesen en el otro lado para equilibrar porque el desequilibrio del dolor era una sensación extraña y muy dolorosa. Con el otro lado sentí lo mismo, pero la situación mejoró porque por lo menos el dolor era uniforme y parecía que eso es un territorio más conocido y que angustia menos. Enseguida me fluyeron unas secreciones nasales, lacrimales y faríngeas enormes que me inundaban y tenía que sacarlas, escupiendo y tosiendo. Todo eso se producía en un ambiente de risa generalizada. Los participantes se reían de mis movimientos por el dolor, con las secreciones. Yo era consciente de la risa y de la comicidad de la situación a la vez que sentía el dolor. Había sido el primero en participar de la experiencia. Después Javier y le pasó lo mismo. Y después los demás participantes uno a uno. Al cabo de un rato largo de estar segregando, todos estábamos en lo mismo en quitarnos mocos escupir y la sensación era más cómica. También el chamán se reía y empezó a cantar.

Audio: Canto chaman

Empecé a sentir cansancio y me senté en el suelo. Antes de ello también había inquietud corporal, creo que los movimientos formaban parte de esa hiperestimulación. Al cesar el impulso motor y sentir el cansancio pude sentarme. Sentía mareo y me tumbe en el suelo. La experiencia la hicimos a la tarde, con plena luz solar. Me sentía bien con el calor del sol. Supongo que el yopo me habría llevado a una cierta hipotermia. En mi expectativa de la experiencia me imaginaba conexiones con animales tipo águila, posibilidades de visión desde arriba, de vuelos dónde viese la selva etcétera. Influido por la película “La Selva Esmeralda (1985), dirigida por John Boorman”. La realidad fue muy distinta. Al cabo de un rato de estar en el suelo me sentí raptado en un movimiento muy veloz de mi masa corporal. A una velocidad increíble y que me llevaba hacia la tierra, me veía acercarme y cada vez más velozmente de manera que no podía más que chocar contra la tierra y me angustiaba. No podía hacer nada para parar el movimiento. Y cuando ya estaba acercándome más y más cerca me di cuenta que a medida que me movía a esa velocidad mi masa corporal iba disminuyendo casi al mismo ritmo, estaba empequeñeciendo y aunque temía un choque inminente iba viendo que la tierra no era uniforme sino porosa. Había estructuras más prominentes como granos, y entre ellos había distancias espaciales, agujeros. Me iba acercando a esa velocidad enorme y dirigiendo hacia las bocas de los agujeros de manera que en vez de estrellarme, y dado mi encogimiento corporal, me iba introduciendo en ellos y descubriendo que había una estructura muy rica de ramificaciones tubulares, tipo túneles que recorrían todo el interior de la tierra. Ya no tenía miedo sino curiosidad. Me seguía moviendo una velocidad increíble pero me adaptaba perfectamente a las irregularidades de los túneles. A las curvas a los cambios de dirección de los mismos sin chocar en ningún momento. Era casi como estar en una montaña rusa infinitamente acelerada. Disfrute de la velocidad, de la textura, de la estructura de la tierra y de moverme por ella de esa forma. Había una luz suficiente como para ver todo el recorrido por donde yo pasaba. No vi ningún ser vivo, todo era tierra mineral. Y me sentía en calma, disfrutando del descubrimiento.

Después la visión cesó de golpe. Estaba bastante cansado. Y Javier y yo nos fuimos a descansar a un shapono.

Estaba claro que mi tarea primordial, en ese momento de mi vida y de desarrollo de mi conciencia, era el contacto con la tierra espiritualizada, trabajando mis miedos a la caída para descubrir que la simple materia inanimada es infinita y perderte en ella, disolviendo la identidad del yo-cuerpo, puede ser un estado de conciencia que trasciende lo ordinario y de disfrute. Fui forzado a hacerlo ya que buscaba otras cosas “más elevadas”. Es un ejemplo sobre cómo el inconsciente te lleva al trabajo con lo necesario en un equilibrio compensador y autorregulatorio de lo que está en la consciencia como expectativa. Estas expectativas responden a deseos, proyecciones del yo,.. Que no son más que despistes o defensas sobre el trabajo necesario a desarrollar.

Excursión nocturna de caza

Al anochecer vinieron unos yanomamis, entre los que estaban los compañeros del ritual, a invitarnos a una excursión nocturna de caza. Francisco nos indicó lo que querían con la invitación. Él no iba a ir y Javier estaba cansado y prefirió quedarse. Yo lo dudé, pero me sentía bien física y energéticamente y me apetecía explorar. Acepté ir.

La experiencia fue impactante. Yo estaba en un estado de conciencia no ordinaria. La sensorialidad abierta a la percepción de los ritmos, de los colores, con la empatía muy fina con los guerreros, y muy cercana. Navegábamos 12 personas en una canoa construida de un tronco al que habían vaciado el contenido. Estábamos todos sentados en línea en el centro y el agua llegaba casi hasta el borde de la canoa en ambos lados. Se necesitaba una armonía muy fina entre todos para que la canoa no se balanceara hacia uno u otro lado y entrase agua. Se sentía ese trabajo armónico entre todos. Yo no me podía comunicar verbalmente, todos lo sabíamos, lo que me permitía contemplar, y estar muy abierto a lo que pasaba.

Esperaba que desplegasen los arcos y cerbatanas que llevaban y que disparasen a algunos animales para cazarlos, fuesen terrestres o peces. Veíamos iluminados ojos de animales que estaban en los árboles, muchos ojos, y era un poco atemorizante. Es curioso ese efecto de ver el fondo de los ojos porque tienen la pupila muy dilatada en la noche, ves dos luces rojas que te miran. Resulta algo amenazador, porque no sabes de qué animales se trata. Para mi sorpresa un guerrero de un salto vertical de unos 2 metros, se introdujo en un ramaje y volvió a caer hacia la canoa con un ave que había cogido por el cuello y mientras caía le mordió el cuello y se lo retorció. Cuando llegó a la canoa se fue agachando hasta quedarse sentado con el animal muerto en su regazo. Fue todo tan rápido y tan coordinado que la barca ni se movió hacia ninguno de los lados. Yo estaba sorprendido. Así lo hicieron tres o cuatro veces más y siempre era con la misma limpieza y coordinación como la primera.

Había muchos insectos. Como siempre muchos ruidos de fondo de la selva de cantos de gruñidos de todo tipo de animales. Pero lo que fue espectacular consistió en un encuentro con unas mariposas enormes de un color azul vivo. Podrían tener unos 20 cm. Eran una maravilla, se acercaban a la barca revoloteaban entre nosotros. Eran de tal envergadura que se esperaría que hicieran mucho ruido pero eran totalmente silenciosas y eran tantas que podías sentir la armonía sincronizada de su vuelo.

En un momento los yanomami llegaron con la canoa a un espacio más abierto de vegetación donde la orilla era más prolongada y no había árboles, esa orilla ocuparía una superficie equivalente a dos o tres shaponos. Nos bajamos todos de la canoa, que dejaron sobre la tierra, y se fueron sin decirme nada, indicándome con gestos que me quedara esperando, y me quedé solo. Tuve la sensación de enorme extrañeza. Pensaba que igual se habrían ido a cazar, que yo les iba estorbar el proceso y, por eso, me habían dejado solo. Pero también sentía que era como una broma macabra.

Me sentía solo en esa ensenada. Perdido en la selva. Sin tener ni idea de qué tendría que hacer para tratar de volver al poblado si no volvían. Rodeado de la selva, de los fondos de ojos de los animales, de los sonidos, tenía zozobra y cierta angustia. El claro permitía ver el cielo como pocas veces ocurría en la selva por la noche, ya que habitualmente nos refugiamos en shaponos o cerca de ellos. La visión de las estrellas era espectacular, la luna estaba saliendo y aunque prácticamente llena su luminosidad no impedía el cielo negro profundo en muchas partes del firmamento, que permitía discriminar las unas de otras, ver texturas, colores, halos, la Vía Láctea se veía magnífica. Estaban Júpiter y Saturno. En la latitud norte cerca del Ecuador se podía ver sobre el horizonte en el sur la cruz del sur, el triángulo astral y con mayor declinación Alfa Centauri, y Antares. En el cenit la constelación de ofiuco, la serpiente, y el triángulo Vega, Altair y Arturo. Suelo buscar la constelación del delfín y esa noche se veía muy bie. Las estrellas me ayudaron a tranquilizarme pero tuve que hacer un esfuerzo para darme ánimos, mandarme pensamientos positivos para confiar en los yanomami,…. Mi afición y experiencia en astronomía fue útil, tanto para centrar mi atención en las estrellas, como para disfrutar de verlas de un modo tan nítido. Pudo pasar una media hora antes de que volvieran. Cuando lo hicieron no traían ningún animal nuevo, tampoco trataron de comunicarse conmigo de ninguna forma, salvo señalarme que montábamos en la canoa. Lo hicimos y volvimos al poblado.

Nunca supe el significado de dejarme solo. Tampoco lo pregunté, acepté ese misterio sin racionalizar, y finalmente tuve un sentimiento de agradecimiento a ese acto de abandonarme, me permitió continuar con el aterrizaje en la tierra, que la experiencia del yopo me había forzado.

Madre cuida niños

Comentario final

Las consecuencias del viaje fueron variadas.

La consolidación de la amistad con Javier, que ha ido enriqueciéndose con los viajes internos de cada uno y los periplos de la existencia.

Un cambio personal, el contacto con su cultura, los sueños que tuve, y mi experiencia con el yopo, tambalearon mi narcisismo. Me di cuenta de que estaba en un estado de “inflación del yo”, que se había consolidado con mi proceso terapéutico reichiano que equiparaba la salud a un “yo genital” que una vez alcanzado era el sumun posible del desarrollo de la conciencia. Mi conciencia estaba excesivamente atrapada en esa idealización y tenía que aterrizar en tierra, morir a ese estado inflacionario, y traspasar la puerta que me metía en el inframundo (el inconsciente profundo colectivo) como apuntaba el sueño. La inflación del yo era una resistencia para hacerlo. Una nueva oportunidad que de seguirla me llevaría a un conflicto con la escuela reichiana de terapeutas a la que pertenecía, como finalmente ocurrió, hasta que dimití de la misma pues la institución se mantenía en sus dogmas.

Los cambios personales integrando aspectos no desarrollados hasta entonces, me llevaron a modificar los procesos de psicoterapia con mis pacientes.

La convicción de tener que elaborar lo vivido. La comprensión de la cultura yanomami ha sido un proceso largo y aunque no creo tener más que alguna pequeña idea sí que ahora me parece que es coherente como para comunicarla esperando que pueda servir para un debate, con el riesgo que supone. El escepticismo inteligente es la base del pensamiento crítico.

«No hay obra que no se vuelva contra su autor: el poema aplastará al poeta, el sistema al filósofo, el acontecimiento al hombre de acción… solo se salva quien pueda reposarse en el ser…” “…!Publicar sus taras para divertir o exasperar! Una barbaridad para con nuestra intimidad, una profanación, una mancilla. Y una tentación…. “. (La tentación de existir. E. M. Cioran. Edit. Taurus. 1973)

Continuación de la elaboración

En otro texto de reflexiones, que colocaré en la sección del blog, expondré la relación entre los mitologemas y lo que vimos en su cotidianidad intentando hacer alguna hipótesis, y también abordaré de un modo más profundo el tema del sexo y géneros.

He realizado una recopilación de mitos, y cuentos yanomami de otros investigadores y que junto a la experiencia del viaje es lo que me ha permitido elaborar las reflexiones.  Para descargar en PDF Extracto Texto Completo en tienda 

Ver Mapa de Situación

Entradas relacionadas con este viaje