Rescatadores altruistas. Arquetipo Cuidador y Complejo de Salvador
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Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.
Autor
Mikel García García[i]
[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025).
Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum iratxomik@gmail.com
Resumen, contenido, palabras clave
Resumen
El texto explora la dinámica psicológica entre el Arquetipo Cuidador y el «Complejo del Salvador», este último entendido desde una perspectiva junguiana como la identificación patológica del ego con el arquetipo del Cuidador. El complejo se caracteriza por una inflación del ego donde el rescatador construye su identidad alrededor del acto de salvar, movido por motivaciones inconscientes como el deseo de reconocimiento, éxito o la proyección de sus propias heridas.
El documento analiza las raíces culturales y religiosas de este complejo, figuras como Cristo, el héroe cultural Prometeo, el chamán y el Bodhisattva, mostrando cómo estas representaciones colectivas pueden, por un lado, alimentar el complejo si hay identificación. Se enfatiza especialmente la figura del terapeuta, quien es particularmente vulnerable a caer en el rol de salvador debido a las proyecciones del paciente, riesgo que se mitiga con un trabajo personal profundo (la «nekyia» o descenso a los propios infiernos) que transforme al terapeuta en un testigo compasivo y un facilitador que «sostiene el espacio» de curación (temenos) sin dirigirlo.
La conclusión subraya que la verdadera sanación, ya sea en chamanes, bodhisattvas o terapeutas, requiere un viaje iniciático de autoconocimiento e integración de la sombra. De lo contrario, el complejo no solo lleva al agotamiento del cuidador, sino que puede perpetuar dinámicas de dependencia y convertirse en un lucrativo negocio que explota la necesidad de ser salvado, impidiendo procesos genuinos de individuación y sanación.
Palabras clave: Altruismo, Complejo de Salvador, Arquetipo del Cuidador, Jung, Individuación, Sombra, Inflación del Ego, Contratransferencia, Temenos, Chamanismo, Bodhisattva, Sanador Herido.
Summary
The text explores the psychological dynamic between the Caregiver Archetype and the «Savior Complex,» the latter understood from a Jungian perspective as the pathological identification of the ego with the Caregiver archetype. The complex is characterized by an ego inflation where the rescuer builds their identity around the act of saving, driven by unconscious motivations such as the desire for recognition, success, or the projection of their own wounds.
The document analyzes the cultural and religious roots of this complex through figures like Christ, the cultural hero Prometheus, the shaman, and the Bodhisattva, showing how these collective representations can, on one hand, fuel the complex if identification occurs. It places special emphasis on the figure of the therapist, who is particularly vulnerable to falling into the savior role due to patient projections—a risk mitigated only by deep personal work (the «nekyia» or descent into one’s own underworld) that transforms the therapist into a compassionate witness and a facilitator who «holds the space» for healing (temenos) without directing it.
The conclusion underscores that true healing, whether for shamans, bodhisattvas, or therapists, requires an initiatory journey of self-knowledge and shadow integration. Otherwise, the complex not only leads to caregiver burnout but can also perpetuate dependency dynamics and become a lucrative business that exploits the need to be saved, hindering genuine processes of individuation and healing.
Keywords: Altruism, Savior Complex, Caregiver Archetype, Jung, Individuation, Shadow, Ego Inflation, Countertransference, Temenos, Shamanism, Bodhisattva, Wounded Healer.
Laburpena
Testuak Zaindaritzaren Arkitektipoaren eta «Salbatzaile Konplexuaren» arteko dinamika psikologikoa aztertzen du, azken hau ikuspegi jungiarretik ulertuz egoaren eta Zaindaritzaren arkitektipoaren arteko identifikazio patologiko gisa. Konplexuak egoaren puztura ezaugarritzen du, non salbatzaileak bere identitatea salbatze-ekintzaren inguran eraikitzen duen, aitortzaren nahia, arrakasta edo bere zaurien proiekzioa bezalako motibazio inkontzienteek bultzatuta.
Dokumentuak konplexu honen sustrai kultural eta erlijiosoak aztertzen ditu, hala nola Kristo, Prometeo heroi kulturala, xamana eta Bodhisattva figurak erabiliz, erakutsiz nola errepresentazio kolektibo hauek, batetik, konplexua elika dezaketen identifikazioa gertatzen bada. Bereziki azpimarratzen da terapeutaaren figura, pazienteen proiekzioengatik salbatzailearen rola hartzeko oso sentikorra dena, arrisku hau gainditzeko lan pertsonal sakorra behar duena («nekyia» edo norberaren infernurako jaitsiera), terapeuta lekuko errukitsua eta erraztaile bihurtuz, sendaketa espazioa («temenos») eusten duena baina zuzendu gabe.
Ondorioak azpimarratzen du sendaketa benetakoak, xaman, bodhisattva nahiz terapeutentzat, autoezagutza eta itzalaren integraziorako bidaia iniziatikoa eskatzen duela. Bestela, konplexuak ez du zaintzailearen agortzea eragiten baizik eta mendekotasun-dinamikak iraunarazten ditu eta salbatu beharra ustiatzen duen negozio erakargarri bihur daiteke, norberatze eta sendaketa prozesu benetakoak oztopatuz.
Gako-hitzak: Altruismoa, Salbatzaile Konplexua, Zaindaritzaren Arkitektipoa, Jung, Norberatzea, Itzala, Egoaren Puztura, Kontratransferentzia, Temenos, Xamanismoa, Bodhisattva, Sendatzaile Zauritua.
Ensayo
Rescatadores y altruismo.
A contracorriente del clima social imperante, unos individuos salvan a otros. ¿Por qué? ¿Qué mueve a los rescatadores? Pudieron ser simples espectadores, o pudieron quedar atrapados en «la fatiga de la compasión» (Sennett, 2009), o despeñarse en la resignación del horror. ¿Qué los hizo pasar a rescatadores?
Samuel y Pearl Oliner (1992) manejan el concepto de personalidad altruista, esto es, «cierta predisposición de un individuo para actuar desinteresadamente por otros y esta característica se desarrolla tempranamente en la vida». Señalan que este es un elemento importante, pero «… el rescate requiere más que la predisposición al altruismo, requiere el reconocimiento de las responsabilidades hacia los demás, despertando hacia la acción bajo severas condiciones».
Es conveniente tener en cuenta que «la solicitud de ayuda» es a menudo citada como el factor crítico para que se produzca la respuesta de rescate. Es el momento cuando el rescatador define su accionar.
El altruismo se define por la noción de comportarse desinteresadamente sin expectativa de recompensa. Se puede manifestar en innumerables rasgos como la generosidad, la compasión, la nobleza y la filantropía.
El altruismo predice el éxito del apareamiento en los humanos. Psicólogos de la Universidad de Guelph y la Universidad de Nipissing (Arnocky et al., 2016) descubren vínculos fuertes entre altruismo y el éxito sexual mediante la realización de dos experimentos que analizaban las historias sexuales de los participantes junto con sus tendencias altruistas. En el primer experimento, los participantes que se valoraron positivamente en rasgos altruistas tenían mayor número de parejas sexuales ocasionales y tuvieron relaciones sexuales con mayor frecuencia. También fueron vistos como más deseables para el sexo opuesto. En el segundo estudio, se les preguntó a los participantes si estarían dispuestos a donar ganancias financieras ficticias a un tercero, aquellos que dijeron que donarían tenían más parejas sexuales. Se controlaron factores de personalidad (Big Five personality dimensions), narcisismo -Inventario de personalidad narcisista (NPI)- (Ames, Rose, & Anderson, 2006) y deseabilidad social (BIDR, Paulhus, 1988). Las dimensiones de la personalidad (Big Five personality dimensions), que se ha demostrado que se correlacionan con el altruismo (Johnson et al., 1989). Por ejemplo, la extraversión se ha relacionado consistentemente con el aumento del comportamiento sexual en muchas regiones del mundo (pero no en todas) (Schenk & Pfrang, 1986). El narcisismo puede inflar el altruismo autoinformado y la deseabilidad autoinformada.
Estos hallazgos respaldan investigaciones previas sobre diversas poblaciones de cazadores-recolectores, que muestra que los hombres que cazan y comparten carne, incluso con no parientes, disfrutan de un mayor éxito reproductivo (Hill & Kaplan, 1988; E. A. Smith, 2004). En las culturas industrializadas modernas, la investigación ha demostrado que los individuos informan sobre preferir compañeros altruistas (Barclay, 2010).
Es sugerente la propuesta acerca de los componentes instintivos de la reciprocidad (Suchak & de Waal, 2012) en la que los autores prueban que los monos capuchinos comprenden la ventaja de la reciprocidad y la actúan sin la carga cognitiva negativa (de muchos humanos) que la frena.
Charles R. Figley 1995 («compassion fatigue: coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat the traumatized»). Fatiga por compasión es el costo natural de cuidar a otros, un estrés traumático secundario que resulta de la exposición prolongada a personas traumatizadas. lo definió como un estado de agotamiento y perturbación biopsicosocial resultante de la ayuda prolongada a personas vulnerables o sufrientes.
Laurie Anne Pearlman y Karen W. Saakvitne en 1995 en su libro «trauma and the therapist: countertransference and vicarious traumatization in psychotherapy with incest survivors» acuñan el concepto trauma vicario, para describir la transformación profunda y permanente en la psicología del terapeuta como resultado de la exposición empática al material traumático de sus clientes. Se centra en cambios en la cosmovisión, las creencias y la identidad, como una pérdida de fe en la justicia o la seguridad en el mundo.
Beth H. Stamm en 2002 publica acerca de calidad de vida profesional y estrés traumático secundario. Integra tanto los aspectos positivos (satisfacción por compasión) como los negativos (fatiga por compasión) del trabajo de ayuda. su modelo conceptualiza la fatiga por compasión como la combinación de burnout y estrés traumático secundario. creó la escala ProQOL (Professional Quality of Life), una herramienta ampliamente utilizada para medir estos constructos. La versión más reciente es la ProQOL-5. Está diseñada como una herramienta de autocontrol para que los profesionales reflexionen sobre su bienestar y como una guía para iniciar conversaciones sobre el autocuidado.
Byung-Chul Han diagnostica nuestra era contemporánea como un cambio desde la «sociedad disciplinaria» de Michel Foucault (en Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, 2014) hacia lo que él llama la «sociedad del rendimiento» o «la sociedad del cansancio» (2012). En este nuevo paradigma, el problema principal ya no es la represión externa por un soberano, sino una presión internalizada para lograr constantemente más y optimizarnos a nosotros mismos. Del «deber» al «poder»: la antigua sociedad disciplinaria operaba con prohibiciones y mandatos de una autoridad externa («no debes», «debes»). En contraste, la sociedad del rendimiento opera a través de un mandato positivo e internalizado de «¡sí, puedo!». Nos impulsa la ilusión de la posibilidad ilimitada y el imperativo de realizar todo nuestro potencial.
El sujeto autoexplotado: en este sistema, el individuo se convierte a la vez en el explotador y el explotado. No somos forzados por un dueño de fábrica; nos explotamos a nosotros mismos de forma voluntaria y entusiasta, persiguiendo mayores logros, un mejor currículum y más «me gusta» en las redes sociales. Esto es lo que han llama «autoexplotación». Las patologías del rendimiento: esta constante autooptimización y la confrontación con nuestro propio potencial ilimitado conduce a dolencias psicológicas específicas. Han identifica la depresión, el burnout y el trastorno límite de la personalidad como las enfermedades características de nuestro tiempo. Describe famosamente la depresión como el «cansancio de ser uno mismo».
Arquetipo cuidador y complejo de salvador.
Desde psicoanálisis junguiano, el «Complejo del Salvador» puede entenderse como una manifestación poderosa, y a veces problemática, de un arquetipo activo en la psique: El Arquetipo del Cuidador.
1.- Cuidador y la sombra colectiva
El impulso de rescatar surge, en primer lugar, de la activación del arquetipo del Cuidador. Este es un patrón universal de comportamiento que impele a proteger, sanar y rescatar. En su forma más pura y genuina, se manifiesta como el altruismo descrito por Oliner: una «predisposición» que se desarrolla tempranamente y que responde a un reconocimiento profundo de la responsabilidad hacia el otro.
Sin embargo, Jung advirtió que cuando un arquetipo domina excesivamente la conciencia, puede inflarse el ego y dar lugar a un «complejo». El complejo salvador. El Complejo del Salvador es la captura de este impulso arquetípico por parte de un ego inflado que no ha reconocido su sombra.
El rescatador no solo actúa por el bien del otro, sino que su identidad se construye alrededor del acto de salvar. Aquí, el texto sobre el éxito reproductivo del altruismo es crucial.
Según entiendo yo diría que este comportamiento, aparentemente desinteresado, está cargado de energía psíquica (libido) que busca una realización, no necesariamente consciente. El estudio de Arnocky et al. (2016) revela la sombra del complejo: el impulso salvador puede estar teñido por motivaciones inconscientes de deseabilidad social, estatus, éxito de apareamiento y una forma de narcisismo que se alimenta de la gratitud y la admiración ajena. El rescatador, desde esta sombra, no solo salva a la víctima, sino que se salva a sí mismo de la insignificancia o de confrontar sus propias carencias.
- La proyección y la dinámica de la sombra.
Un mecanismo central en el complejo del salvador es la proyección. El rescatador proyecta su propio arquetipo de «víctima interior» o su «sombra vulnerable» en la persona que sufre. Al rescatar al otro, está simbólicamente intentando rescatar esa parte fragmentada y desvalida de su propia psique. La «solicitud de ayuda», citada como el factor crítico, es el gatillo que activa esta proyección: la psique del rescatador la interpreta como una llamada a sanar su propio conflicto interno.
La «fatiga de la compasión» de la que habla Sennett (2009) podría verse, desde una óptica junguiana, como el colapso del ego inflado. Cuando el rescatador se da cuenta de que no puede salvar a todos o de que su acción no produce la gratificación interna o externa que esperaba, el complejo se quiebra, llevándolo al agotamiento y la resignación.
- Individuación vs. inflación del ego
El verdadero trabajo del rescatador, en un camino junguiano, no es salvar a otros, sino integrar el impulso cuidador en su proceso de individuación. Esto significa:
Reconocer la sombra: Admitir las motivaciones inconscientes (deseo de reconocimiento, éxito sexual, poder) detrás del altruismo. El apartado sobre altruismo señala acertadamente que el narcisismo puede inflar el altruismo autoinformado.
Retirar la proyección. Comprender que, al salvar a otros, también está intentando salvarse a sí mismo. Debe enfrentar su propia vulnerabilidad y heridas internas directamente, sin proyectarlas en el mundo exterior.
Actuar desde el sí-mismo. Transformar el «complejo del salvador» en una expresión auténtica del arquetipo del cuidador. En lugar de actuar desde una inflación del ego («yo soy el salvador»), actúa desde una conexión con el sí-mismo, donde el acto de ayuda surge de una totalidad integrada y no de una necesidad neurótica. La acción deja de ser una búsqueda de recompensa (incluso evolutiva) para convertirse en un flujo natural de compasión.
La referencia final a los monos capuchinos que actúan con reciprocidad sin «la carga cognitiva negativa» que frena a los humanos es profundamente junguiana: esa «carga» es precisamente el conflicto interno, la sombra y la neurosis que complican el impulso humano de ayudar. La meta no es eliminar el impulso de rescatar, sino rescatar al propio impulso de las garras del complejo, permitiéndole convertirse en una fuerza de genuina curación tanto para el individuo como para la colectividad.
Raíces culturales y religiosas del complejo salvador. Héroes, redentores, chamanes, terapeutas.
1. El redentor cósmico: Cristo y el sacrificio expiatorio
La figura de Jesucristo es la expresión más pura y potente del complejo cultural del salvador en la cultura occidental, además se ser un héroe.
Proyección Colectiva. La historia de Cristo—el Hijo de Dios que desciende al mundo material (la encarnación), sufre y muere para redimir los pecados de la humanidad—es la proyección colectiva más clara del anhelo de la psique por ser salvada de su propia fragmentación y conflicto interno (la sombra). La religión enfatiza una lectura literal del mito sacrificial y acultura en esta línea, impidiendo la función del símbolo.
El Peligro del Complejo. El complejo del salvador se activa cuando el individuo, en lugar de ver a Cristo como un símbolo interno de transformación (el «Cristo interior»), se identifica con el arquetipo. Esto crea una inflación psicológica: la persona cree ser un redentor, cargando con los «pecados» (problemas, cargas) de los demás de manera masoquista y grandiosa. Se sacrifica no por amor, sino por una necesidad neurótica de cumplir un rol divino. El «salvador» puede ser destruido por la misma colectividad que busca salvar, o puede sentirse traicionado cuando su sacrificio no es apreciado.
2. El Héroe Cultural. El cuidador que trae el conocimiento.
Muchas mitologías, incluidas las indígenas, tienen figuras de héroes culturales que no mueren por los demás, sino que roban o traen un conocimiento para la comunidad (el fuego, las plantas sagradas, la agricultura). Prometeo es el ejemplo griego clásico.
Función Psicológica. Este héroe representa la capacidad del ego consciente (el héroe) de adentrarse en el inconsciente (el reino de los dioses) y traer a la conciencia un contenido valioso (un «complexio oppositorum», una unión de opuestos) que transforma la comunidad psíquica.
Alimentando el complejo salvador. La identificación con este arquetipo lleva a individuos a creer que son los «portadores de una verdad» que debe ser impuesta a los demás para «salvarlos» de su ignorancia. El misionero fanático, el gurú iluminado o el activista radical que no tolera otras visiones pueden actuar desde esta sombra del héroe.
3. El Chamán y las plantas sagradas. El cuidador como sanador mediador.
En las tradiciones indígenas, la figura del chamán es crucial para entender una expresión más integrada del arquetipo.
El viaje al Inframundo. A diferencia del redentor que muere una vez y para siempre, el chamán «muere» y «resucita» simbólicamente en cada trance. Su viaje al mundo de los espíritus (el inconsciente colectivo) guiado por plantas sagradas (enteógenos) no es para redimir a toda la humanidad, sino para restaurar un equilibrio perdido en un individuo o en la tribu. La Planta como Deidad y Puente. Las plantas sagradas (Ayahuasca, Peyote, Amanita Muscaria, Yopo, …) son vistas como deidades o espíritus maestros. Desde la perspectiva junguiana, son símbolos de transformación psíquica que facilitan un diálogo con los contenidos del inconsciente. El chamán no se identifica con el arquetipo del cuidador: es un mediador. Su poder no es propio, sino que lo recibe de las «plantas-deidad» y del mundo espiritual. Él canaliza la fuerza salvadora, no la personifica.
El riesgo de inflación. Incluso aquí existe el peligro del complejo. El chamán o el participante moderno en ceremonias de plantas medicinales puede inflarse, creyendo que el poder de la planta es suyo propio, convirtiéndose en un «gurú» que depende de la adoración de sus seguidores. La verdadera maestría chamánica, sin embargo, reside en la humildad y el servicio.
4.- El Bodhisattva como arquetipo del cuidador.
El Bodhisattva es un ser que ha generado el Bodhichitta (la mente del despertar) y pospone su propia entrada al Nirvana final (Parinirvana) por el compromiso de trabajar hasta que todos los seres sensibles estén liberados del sufrimiento (rueda del Samsara).
La Compasión (Karuna) y la Sabiduría (Prajna): Unión de Opuestos. Desde la visión junguiana, el Bodhisattva representa la síntesis perfecta de dos principios: El Anima (Compasión – Karuna). El principio de conexión, cuidado por todos los seres. Es el impulso emocional y relacional hacia el alivio del sufrimiento; El Espíritu (Sabiduría – Prajna). El principio de discernimiento, lucidez y comprensión de la naturaleza vacía de todos los fenómenos (Sunyata). Es la comprensión intelectual y experiencial de que no hay un «yo» separado que cuide a un «otro» separado.
La clave aquí es la integración. Un acto de compasión sin sabiduría cae en el apego y la identificación, que es la esencia del Complejo del Salvador (el «yo» soy el que salva «a otro»). Un acto de sabiduría sin compasión se vuelve frío, distante e indiferente. El Bodhisattva operaría desde la unión de ambos, lo que Jung llamaría una conjunción oppositorum. Actúa en el mundo con compasión intensa, pero desde la sabiduría de que no hay actor, ni acción, ni beneficiario inherentemente existente.
El camino del Bodhisattva es un proceso de desarrollo gradual a través de diez etapas (Bhumis). A lo largo de los Bhumis, el candidato a Bodhisattva debe enfrentar y transformar sus propios velos cognitivos y emocionales, trabaja con su propia oscuridad.
5.- El Terapeuta como salvador: La sombra en el témenos.
El paciente, en su dolor y desesperanza, proyecta naturalmente el complejo del salvador en el terapeuta, viéndolo como la persona que lo rescatará de su angustia. El peligro surge cuando el terapeuta, de manera inconsciente, se identifica con esta proyección. En lugar de ser un facilitador o un testigo compasivo, se convierte en el actor principal en el drama de la curación del paciente.
Señales de la Inflación. Necesidad de Resultados. La autoestima del terapeuta se vincula al «éxito» o «fracaso» del paciente. Si el paciente no mejora, el terapeuta se siente personalmente fracasado. Agotamiento y Fatiga de la Compasión (Sennett). Asume una carga emocional excesiva, creyendo que debe cargar con el dolor del otro para aliviarlo. Esto es insostenible y lleva al burnout. Salvar vs. Empoderar. En lugar de guiar al paciente para que encuentre sus propias respuestas y fortalezas internas, el terapeuta da consejos directivos, provee soluciones mágicas y fomenta la dependencia. Se posiciona como el «poseedor del conocimiento» que el paciente carece. Resentimiento Sutil. Si el paciente no sigue sus indicaciones o no muestra la gratitud esperada, el terapeuta puede sentir resentimiento, una clara señal de que su «altruismo» tenía expectativas ocultas de recompensa (como señalaban los estudios sobre narcisismo y deseabilidad social).
El Complejo del Salvador en el terapeuta es, casi siempre, un problema de contratransferencia no analizada. La contratransferencia, no es solo una reacción al paciente, sino una ventana a la propia psique del terapeuta. El terapeuta puede estar intentando salvar, a través de sus pacientes, a una figura de su pasado (un padre vulnerable, un yo infantil herido) o a esa parte de sí mismo que se siente dañada. Al «rescatar» al paciente, simbólicamente se está auto-curando. La intensa focalización en «salvar» al otro es un magnífico mecanismo de defensa para no enfrentar las propias fragilidades, conflictos y aspectos no integrados (la propia Sombra). El consultorio se convierte en un refugio donde se puede ser «fuerte» para otros, evitando la vulnerabilidad personal.
Cada paciente llega hasta donde haya llegado su terapeuta. El sí-mismo de paciente y terapeuta promueven, únicamente, la saliencia o emergencia de la información que el terapeuta puede escuchar. Lo no aceptable son terapeutas, semisordos, semiciegos … Tendrán pacientes en “puertas giratorias”, que se irán sin ser tocados y posiblemente iatrogenizados. En algunos casos, siendo optimista, considero que lo inconsciente del paciente los sacará del setting.
El Terapeuta Junguiano como Vaso Alquímico o Chamán, no como Salvador. La tarea principal del terapeuta es crear y mantener un espacio seguro y contenedor (el vas alquímico o temenos). Este es un espacio donde la Sombra del paciente puede emerger sin ser destruida, y donde las proyecciones pueden ser reconocidas y reintegradas. El terapeuta sostiene el espacio, no dirige la obra. Como el chamán que ha sanado sus propias heridas para poder guiar a otros, el terapeuta junguiano debe haber emprendido (y continuar) su propio análisis. El terapeuta es un testigo, un compañero de viaje y un intérprete de los símbolos que emergen del inconsciente del paciente.
La forja del ser terapeuta es ardua y compleja, no sobra conocer en propia carne la experiencia con entactógenos, siempre y cuando el terapeuta esté preparado para mantener un ojo observante en la experiencia, se relacione con el material emergente con buena capacidad dialógica, para dialogar con lo inconsciente, y dedique bastante tiempo a relacionarse con lo que ha emergido antes de repetir experiencias. Las experiencias en Estados no ordinarios de conciencia, se produzcan o de modo no buscado (raptos místicos, EMC, …) o buscados para integrar, facilitan el trabajo clínico.
Arquetipo del sanador herido
Se insiste en que en la relación terapéutica se activa el arquetipo del sanador herido, del que el mito del Centauro Quirón es una explicación simbólica. Se explica más profundamente en la pág. 31 en el artículo “La muerte del terapeuta junguiano. Palestra Junguiana. Revista SIDPaJ, 1(2), 12-36. García García, M. (2023). https://sidpaj.es/revista-palestra-junguiana/
En este punto voy a retomar el mito de Quirón, pues conviene recordar que la inmortalidad no es un bien tan interesante. De Quirón los junguianos hacemos saliente el arquetipo del sanador herido, corriendo el riesgo de ser reduccionistas pues mito es más complejo. Quirón fue hijo de la oceánide Filira. Perseguida por Cronos que la deseaba Filira se transforma en yegua para esconderse, no le sirve pues Cronos se transforma en caballo y la viola. Rea los persigue. Al ver Filira su retoño tras parir, no puede soportarlo pide ayuda y es transformada en Tilo. Quirón tiene un origen traumático y un abandono maternal. Apolo adopta a Quirón y le transmite sus conocimientos. Quirón, educa y enseña a muchos, también a Asclepio, quien pasa a ser dios de la medicina. Aquiles no hubiera nacido sin la colaboración “violadora” de Quirón. Quirón ayuda a Peleo a tomar por la fuerza a Tetis, con lo que reedita su origen traumático de hijo de una violación. ¿Inconscientemente? Tetis quiere hacer inmortal a Aquiles quemándolo y curando sus heridas con ambrosía. Peleo arrebata Aquiles a Tetis, cuando esta no le había “tratado” todavía el talón. Tetis abandona a Peleo quien encarga a Quirón su educación. La herida que Heracles inflige a Quirón con una flecha es incurable y le obliga a Quirón a tratarse todos los días. ¿Incurable? Quirón no puede curarla a pesar de su sabiduría, y sin embargo cura la de otro centauro herido. La flecha de Heracles es la llave que abre las heridas de Quirón, pero este se ocupa solo de la herida corporal manifiesta y no de las psíquicas desde su abandono, su trauma, sus veleidades de brujo colaborando con el mal, … Llega un momento que no puede soportar el dolor eterno por su inmortalidad. Experimenta la maldición de la inmortalidad. Es conocida la condición de Prometeo, un titán sufridor castigado por ser leal a su mandato de cuidar a la humanidad y para hacerlo ser traidor a su lealtad con Zeus entregando el fuego. Hércules, culpabilizado y compadecido, del sufrimiento de Quirón pidió a Zeus que le liberase de su inmortalidad y Quirón aceptó sustituir a Prometeo, pues el sufrimiento de Prometeo tenía más posibilidades de terminarse que el suyo propio. Prometeo fue liberado e inmortal. Cuando Quirón murió, Zeus lo inmortalizó elevándolo al cielo en la constelación austral de Centaurus.
Traicionar las lealtades impuestas por padres, sociedades o dioses, sean visibles o invisibles, es la condición para poder aceptar la mortalidad.
Los mitos de Quirón y Prometeo invitan a reflexionar acerca de muchos existenciarios que aparecen en la vida y en los procesos terapéuticos para resignificar las lecturas simplistas, reduccionistas, literales e idealizadas, todas carentes de simbolismo, que se hacen habitualmente. A Quirón se le asocia con la medicina y con cualidades positivas y benévolas, a diferencia de la mayoría de los centauros, cuya naturaleza era brutal y en algunas obras de arte aparece con piernas humanas obviando sus patas de caballo. Un asteroide ubicado entre Urano y Saturno descubierto en (1977) fue denominado Quirón. La astrología lo ha incorporado interpretando que el sujeto tiene una “herida” en el Signo y la Casa donde está posicionado en la carta astral. Quirón puede considerarse el talón de Aquiles del sujeto, donde hay expuesta una fragilidad y donde es necesaria una cura.
No es habitual tejer con distintos mitos para encontrar una significación profunda en sus intersecciones. Los mitos de Quirón y Prometeo, interseccionan en un área muy significativa, y, sólo posible por la historia de cada uno de los personajes y requiere algún conector, en este caso Hércules. ¿La psique los ha conectado para algo? Si Quirón hubiera sido rescatado por Marte los mensajes hubieran sido muy distintos.
La esencia de la relación de Quirón con Prometeo, su elixir alquímico, su simbolismo profundo, infiero que es la tesis: traicionar las lealtades impuestas por padres, sociedades o dioses, sean visibles o invisibles, es la condición para poder aceptar la mortalidad. La traición es condición de la individuación. Si el infante no traiciona las lealtades impuestas desde el deseo de los padres queda atrapado en complejos materno y paterno. El adolescente debe traicionar su lealtad al clan tribal. El adulto tiene otras tareas de traición. Quirón ni pudo traicionar a su padre Cronos (se identificó con su faceta de perpetrador violador), ni a su madre-padre sustituto: Apolo (se identificó con su sabiduría y mandato de servir).
El mito de Quirón hace saliente que uno solo no puede tratarse a sí mismo, como sostiene el psicoanálisis, pues uno no puede traspasar sus resistencias, se requiere otro-terapeuta. Hércules no es un terapeuta y si lo fuera actúa desde su necesidad de liberarse de la culpa, aunque actúe por compasión. La compasión ensalzada como virtud muchas veces contiene sombras. Hércules lo salva, pero Quirón no llega a ser consciente, y menos de que su “eutanasia” es un “suicidio encubierto” para descansar en la muerte. Cioran le diría a Quirón que siguiera su estrategia de escribir y reflexionado sobre sí mismo, para evadirse del sinsentido de la existencia, antes que la alternativa del suicido. En eso Cioran propone un desafío útil para los terapeutas como estrategia con sus pacientes suicidas. Queda evidencia de que las fuerzas de lo inconsciente colectivo, aunque actúen y rescaten, por si solas no conducen a la individuación, sino que, incluso congelan el desarrollo psíquico. Para la individuación se requiere el concurso de la consciencia.
Ética de los cuidados.
La psicoanalista y feminista Chodorow (1984) explica que el rol de cuidadora de la mujer se adquiere en la niña por identificación con su madre, que es el progenitor de su mismo sexo. Los niños al tener que separarse de la madre para construir su género no se identifican con el cuidar. La psicoanalista y feminista Reardon (1996), el niño, además, se siente vulnerable ante la madre y reacciona con un intento de dominio de lo femenino, que justifica el sexismo y la guerra, por el temor a perder el poder. Elisabeth Badinter (1991), desmonta el mito del instinto maternal como esencialista.
Carothers y Reis encuentran en un estudio (2013), con 109 hombres y 167 mujeres de edad media de 21.15 años (D= 7.68), que las construcciones de masculinidad, feminidad y orientación al cuidado son dimensionales, sin encontrar entre géneros diferencias significativas en el cuidado.
La capacidad de cuidar se adquiere en las relaciones con los sujetos cuidadores. Si el sujeto se siente cuidado aprende a cuidarse a sí mismo, condición necesaria para gestionar sus necesidades. Cuidar incluye cuidar las relaciones reciprocas en las que los otros, a su vez cuidan. Las dinámicas de cuidados son asimétricas, en circunstancias uno cuida al otro más que a uno mismo, con un cierto nivel de sacrificio. Los límites vienen dados por el punto de corte en que el sacrificio deteriore al cuidador y, siempre y cuando se tenga el sentimiento de que la relación de cuidados sea recíproca. Una de las consecuencias de una educación en la violencia es que la capacidad de cuidar no se adquiere y el sujeto es fácilmente inscrito en relaciones de explotación, que incluso tolera como mal menor, en una pseudo realización alienada y reificada.
El apego requiere comunicación colaboradora. El apego seguro se basa en que las señales emitidas por una persona reciben las respuestas directas y coherentes de la otra, es una comunicación contingente. Para Ainsworth consolidar un apego sano y seguro requiere que el cuidador posea la capacidad de percibir el estado mental del niño y de responder al mismo.
Los retoños tienen necesidades masivas, y mecanismos omnipotentes de seducción para conseguir que los padres respondan a sus necesidades y también tienen activadas informaciones arquetípicas que les condicionan en la relación objetiva con los padres y cuidadores. En las personas que han sufrido maltrato en la infancia el autoconocimiento es deficiente. Cuando los relatos que figuras significativas, como cuidadores, construyen acerca del niño, son diferentes de los que este tiene sobre si, se produce un déficit de mentalización, que, a su vez, tiene consecuencias negativas para la construcción de redes neurales en el cerebro. La construcción de la mente construye las redes neuronales.
En la etnia yanomami he encontrado un mejor equilibrio entre Justicia y Cuidados. Las afrentas que causan daño, sobre todo en las condiciones de cuidar a los otros y a la comunidad, se resuelven de un modo implacable, estando toda la comunidad presente y testigo, hasta encontrar un equilibrio reparativo al daño infringido (Cocco, 1987; García, 2010).
Mi investigación Experiencias tempranas de violencia. Desarrollo moral y actitudes hacia la paz para el doctorado internacional en Paz, Conflictos y Desarrollo la diseñé con el objetivo de encontrar estructuras coherentes que explicasen lo mejor posible las condiciones de los sujetos que les van a llevar a estar en dos posibles ejes 1.- Violencia temprana vivida (en fases precoces de la infancia)-trauma-un desarrollo moral heterónomo y una predisposición hacia la guerra ó 2.- Ausencia de violencia temprana y trauma-moralidad autónoma y predisposición hacia una Paz Resiliente. La hipótesis es que el eje 1 es donde se sitúa la mayoría de las personas.
Se ha analizado la escala del cuestionario sobre la espiritualidad “Cuidar a los demás” para ver si esa variable se acerca más al arquetipo de cuidador o al complejo salvador en esa muestra.
En la muestra no hay diferencias significativas entre géneros. En el análisis factorial exploratorio de las escalas de espiritualidad y estadios morales de Kohlberg se han encontrado tres factores. Encuentra que cuidar a los demás está asociada con actividades espirituales y ambas componen un factor latente que causa de disminución de paz.
La variable de personalidad Cordialidad correlaciona negativamente con cuidar a los demás y no tiene diferencias en los géneros.
Un análisis causal Unianova ha encontrado que cuidar a los demás está determinado por un desarrollo negativo de los sujetos basado en apegos inseguros y miedo a la muerte que explica un porcentaje importante de la varianza de cuidar a los demás (un 32%).
Se encuentra una relación causal significativa sobre cuidar a los demás que está condicionada por las siguientes variables: Miedo a la muerte, Asco a la muerte, Apego Evitante, Índice de trauma consciente, y Abusos sexuales.
Cuando se analiza la muestra con el discriminante de haber hecho o no psicoterapia en interacción con el apego evitante se reduce el impacto negativo lo que indica un efecto de mejora del modelo por la psicoterapia.
La conclusión es que en la mayor parte de los sujetos cuidar a los demás es una actitud derivada del complejo salvador. Si el sujeto se mueve cuidando a los demás desde su complejo esto determina que los cuidados realmente sean maltratados, pues el exceso de cuidados puede condicionar una hiperprotección, un atrapamiento de los cuidados en un complejo materno o paterno, en una simbiosis o peor aún en una psicosis.
Los sujetos que hacen psicoterapia modifican sus apegos lo que modifica el modo en que cuidan a los demás liberándolo del complejo salvador.
Integración: Byung-Chul Han, la perspectiva junguiana, la fatiga por compasión y el trauma vicario.
Estado del arte en la mayoría de los cuidadores
El sanador cuidador especialmente psicoterapeuta en la sociedad del rendimiento.
La autoexplotación del cuidador
El psicoterapeuta se convierte en un paradigma del sujeto autoexplotado. Su mandato profesional ya no se limita a aplicar técnicas, sino a optimizarse constantemente: debe ser un canal de compasión infinita, un contenedor de emociones sin límites y un profesional en permanente actualización. Este imperativo positivo de «tener que poder» escuchar, contener y sanar, sin quejarse y con una sonrisa de aceptación, genera una presión internalizada feroz. El agotamiento no se ve como un efecto colateral del sistema, sino como un fracaso personal en la gestión de la propia resiliencia. Así, la fatiga por compasión no es solo un agotamiento de recursos, sino la manifestación concreta de esta autoexplotación en el ámbito del cuidado. Es el colapso del «sí, puedo» aplicado a la esfera emocional.
La sombra del terapeuta: trauma vicario y heridas del alma.
El trabajo del terapeuta implica un encuentro constante no solo con el paciente, sino con su propia «sombra». La sombra alberga todo aquello que nuestra conciencia rechaza: nuestras vulnerabilidades, traumas no resueltos, impulsos oscuros y fragilidades. Al escuchar diariamente narrativas de dolor, abuso y trauma, el psicoterapeuta no solo se expone a un estrés secundario, sino que se ve confrontado con los contenidos de su propia sombra. El trauma ajeno resuena con el trauma latente en uno mismo.
El trauma vicario, entonces, puede entenderse como una «posesión» por parte de estos contenidos traumáticos, tanto personales como colectivos. El terapeuta no solo «aprende» sobre el horror, sino que este horror, al resonar con sus propias heridas arquetípicas, modifica su psique. Su visión del mundo se vuelve más sombría no por un sesgo cognitivo, sino porque ha sido iniciado forzosamente en los aspectos más oscuros de la existencia humana, aquellos que la sociedad del rendimiento ordena ignorar en pos de la positividad. La ingenuidad se pierde y, con ella, una cierta capa de protección psíquica. Aquí, el concepto junguiano del «médico herido» cobra fuerza: solo un terapeuta consciente de su propia herida puede servir de verdadero agente de transformación, pero es precisamente esa herida la que se ve exacerbada y reactivada constantemente por el trabajo.
La desconexión de lo numinoso y la pérdida del sentido.
La sociedad del rendimiento, al expulsar todo lo negativo y doloroso, también expulsa lo numinoso—lo sagrado, lo trascendente, el misterio profundo de la vida y la muerte. Todo debe ser transparente, positivo y productivo. Sin embargo, el trabajo terapéutico con el trauma se sitúa en el reino de lo numinoso: es un encuentro con el abismo, con el misterio del sufrimiento y la capacidad de resiliencia del alma.
El psicoterapeuta, atrapado en las exigencias de la autooptimización y agobiado por el peso de la sombra colectiva e individual, puede desconectarse de esta dimensión numinosa. Su trabajo se vuelve técnico, burocrático y desprovisto de sentido. Esta desconexión es un factor central en la fatiga por compasión. Ya no se siente parte de un proceso sanador y sagrado, sino un mero reparador de psiques rotas en una cadena de producción infinita. La «sociedad de la desesperanza» de han encuentra su eco en la desesperanza privada del terapeuta que ha perdido la conexión con el significado transpersonal de su labor.
De salvador a testigo compasivo y acompañante facilitador por haber recorrido un camino iniciático.
Hacia una ética del autocuidado radical.
Autocuidado como resistencia política: frente al mandato de la autoexplotación, el autocuidado tiene que ser un acto de resistencia consciente. Es decir «no» al «sí, puedo» omnipotente. Imponer límites, descansar y aceptar la finitud no es pereza, es una rebelión ética contra un sistema que cosifica al cuidador.
La Individuación —el camino hacia la totalidad psíquica—se vuelve esencial. El cuidador debe comprometerse de por vida con su propio análisis, no como un lujo, sino como una necesidad profesional. Integrar su sombra, dialogar con sus propias imágenes arquetípicas y conectar con el self (sí-mismo) es lo que le permitirá sostener el contacto con el dolor ajeno sin ser devorado por él. Es fortalecer el «vaso» interno para que no se rompa con el contenido corrosivo que debe contener.
Re-conectar con lo numinoso: es crucial que el cuidador cultive prácticas que le permitan reconectarse con el sentido sagrado de su trabajo. Esto puede ser a través del arte, la naturaleza, la meditación o el estudio de los mitos. Recuperar la perspectiva de que es un participante en un drama arquetípico mayor—el viaje del héroe de cuidad-sanar —puede transformar la carga en un servicio con propósito.
Los complejos culturales que alimentan el complejo salvador impidiendo la función sanadora del arquetipo cuidador son el ingrediente básico del vaso alquímico de la cultura.
Prácticamente todos los sujetos funcionan bajo el imperativo del complejo salvador. Por lo que es necesario que lo transformen en cuidadores de sí mismo, que, es a la vez, cuidar a los otros.
Vayan a ser chamanes, bodhisattvas o psicoterapeutas, si no hacen un trabajo real, profundo de descender a sus infiernos, en una nekyia, enfrentarse a sus demonios, y ascender en una catábasis integradora, su trabajo con otros estará contaminado con sus condicionantes y no podrán generar en quienes cuiden procesos reales de sanación.
La trampa del Complejo del Salvador es una de las sombras más insidiosas, difíciles de reconocer para un sanador, y como, además, resultan muy rentables ya que muchos sujetos acuden a ser salvados víctimas de sus complejos culturales, con ese panorama se puede hacer un negocio muy lucrativo manteniendo a los clientes atrapados en una red de dominación sin avanzar realmente en un camino de integración.
No puede ser terapeuta quien se identifica con el sufrimiento del paciente, proyecta su sombra, es un charlatán, un salvador altruista, o, que incluso, afirma que es un iniciador/a de los procesos del paciente, sean sexuales, espirituales, en definitiva, formas de vivir con sus pacientes lo que no vive en su vida … El terapeuta enamorado de sus propios poderes ilimitados, que se encarna, como Cristo, en lo carnal, débil y finito. La autocontención o enkráteia (Sócrates) es la madre de todas las virtudes del terapeuta. La enkráteia es semejante a la forma más madura del mecanismo psicoanalítico de la supresión: el terapeuta aparta, tanto de su consciencia como de su acción, el poder que le confiere la asimetría en los niveles de desarrollo entre su individuación y la del analizando. Los límites son borrosos y el terapeuta ético tiene que moverse en esa borrosidad teniendo clara su función exclusivamente hermenéutica. La obra de arte de la Paideia es el sujeto humano mismo, en la terapia terapeuta y paciente avanzan en su Paideia dando forma al acto mismo de vivir en de desarrollo de su ser: su individuación.
El testigo compasivo acompaña facilitando el proceso de quien cuida. En el caso del psicoanalista junguiano es ser un hermeneuta del sujeto que analiza. La verdad del sujeto que está en la individuación, es que está inmerso en un camino único de desarrollo y que es aquello que es en cada momento que se formule una pregunta autorreflexiva, y que camina siempre forjando aún más el alma y que será distinto en un futuro próximo. Es una verdad sencilla, humilde de barroquismos, que trasciende las verdades de desvelamiento (aletheia), antitética a los reduccionismos que predican que lo verdadero es que somos completos al nacer y que el destino humano es descubrir y constelar la misión que tiene para nosotros el sí-mismo. La individuación no es realizar aquello que ya éramos, —para lo que fuimos concebidos y hemos olvidado—, sino forjar el alma, desplegando potencialidades propias y adquiriendo nuevas en sintonía con lo inconsciente colectivo que también resulta transformado, modulado en informaciones arquetípicas previas y quizás sanado, por nuestra interacción.
Paracelso señaló que el hombre “es un profeta de la luz de la naturaleza” y aprende de ella a través de los sueños (von Franz, M. L., 1991).
Conclusiones
Conclusiones.
Doble naturaleza del impulso de ayudar. El texto establece una distinción crucial entre el Arquetipo Cuidador (basado en una predisposición temprana y un sentido de responsabilidad) y el Complejo del Salvador, entendido como una identificación patológica del ego con el Arquetipo del Cuidador contaminado con los problemas de la sombra. El segundo está impulsado por motivaciones inconscientes como la necesidad de reconocimiento, estatus, éxito reproductivo o la proyección de las propias heridas.
La Sombra del Salvador. El Complejo del Salvador surge cuando el ego se infla al capturar la energía del arquetipo, sin haber integrado la propia Sombra. El «rescatador» no solo ayuda al otro, sino que construye su identidad alrededor del acto de salvar, a menudo como un mecanismo para evitar confrontar sus propias carencias y vulnerabilidades internas. Esto lleva a dinámicas de dependencia, agotamiento («fatiga de la compasión») y resentimiento.
Raíces Arquetípicas y Culturales. El documento demuestra que este patrón no es solo individual, sino que está arraigado en la psique colectiva a través de figuras culturales como Cristo (el redentor sacrificial), el Héroe Cultural (como Prometeo), el Chamán y el Bodhisattva. Estas figuras representan la potencialidad del arquetipo, pero también encarnan el riesgo de que los individuos se identifiquen con él de manera inflada, creyéndose portadores exclusivos de la verdad o la salvación.
El Terapeuta en Riesgo. La profesión terapéutica es particularmente vulnerable al Complejo del Salvador. El terapeuta puede caer en la trampa de convertirse en el «salvador» del paciente debido a las proyecciones de este y a una contratransferencia no analizada. Las señales de esto incluyen una necesidad de resultados, agotamiento, dar consejos directivos (en lugar de empoderar) y un resentimiento sutil.
El Camino de la Integración. Del Salvador al Facilitador: La solución no es suprimir el impulso de cuidar, sino transformarlo a través de un proceso de individuación. Esto implica un viaje iniciático («nekyia») de autoconocimiento donde el sanador (terapeuta, chamán, etc.) debe descender a su propia «sombra», enfrentar sus demonios e integrarlos. Solo así puede pasar de ser un «salvador» a un testigo compasivo, un acompañante y un facilitador que crea un espacio seguro (témenos) para que el otro encuentre su propia individuación.
La Trampa Comercial. El documento concluye con una advertencia crítica: el Complejo del Salvador puede ser económicamente rentable. Un «sanador» no integrado puede, consciente o inconscientemente, mantener a sus clientes en un estado de dependencia dentro de una red de dominación que impide la verdadera sanación e integración, explotando los complejos culturales que impulsan la necesidad de ser «salvado».
En esencia, el texto argumenta que la verdadera maestría en el cuidado del otro—ya sea en la terapia, la espiritualidad o la acción social—requiere irremediablemente una maestría en el cuidado de uno mismo y un trabajo continuo de autoconocimiento e integración psicológica y espiritual.









