La maestra de alas doradas

La maestra de alas doradas

La maestra de alas doradas

Retomo parte de un cuento que escribí en mi adolescencia en el que Iratxo (un duende) tenía varios amigos animales. Entre ellos una mariposa llamada Pinpilipauxa. En aquel cuento subyacía la metamorfosis en una genealogía trágica. En este hay un proceso real de transformación.

Mikel García. 28 abril 2025.

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor

 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Cuento

La maestra de alas doradas

En un valle rodeado de montañas azules, vivía Iratxo, un niño de cinco años con ojos curiosos y manos siempre manchadas de tierra por buscar el corazón de las piedras . Su mejor amiga no era otro humano, sino Pin, una mariposa monarca cuyas alas brillaban como si guardaran astillas de sol en sus venas. Pin no era una mariposa cualquiera: hablaba en susurros que solo Iratxo entendía, y cada tarde, al caer el sol, se posaba en su hombro para darle una lección.

—Hoy aprenderás el secreto de las orugas —dijo Pin una tarde de otoño, mientras señalaba con sus antenas un capullo colgado de un roble.

—¿Por qué se esconden allí? —preguntó Iratxo, tocando la crisálida sedosa.

—Porque para volar, primero hay que desprenderse de todo lo que creías ser —respondió ella, y sus alas vibraron como campanillas de viento.

Primera lección: La piel que sobra.

Pin llevó a Iratxo a ver a una oruga que mordisqueaba una hoja con ansiedad.

—Ella cree que comerla la hará crecer para siempre —explicó Pin—. Pero pronto aprenderá que no se trata de acumular, sino de soltar.

Al día siguiente, la oruga había comenzado a tejer su capullo.

—¿Está muerta? —preguntó Iratxo, preocupado.

—Muerta para lo que fue, viva para lo que será —dijo Pin—. La muerte no es un final… es un umbral.

Segunda lección: El invierno que canta.

Cuando llegó el frío, las flores del valle se marchitaron. Iratxo lloró al ver los pétalos caídos. Pin, compasiva, lo llevó a un manzano viejo, cuyas ramas peladas guardaban brotes diminutos.

—Las raíces no duermen, Iratxo —susurró—. Solo esperan la canción secreta de la tierra para florecer de nuevo.

—¿Y tú? ¿Morirás cuando llegue la nieve? —preguntó él, abrazando su jersey.

—Mis alas se irán… pero no yo —respondió Pin, posándose en su corazón—. Lo esencial nunca se va.

Tercera lección: El vuelo que regresa.

Una mañana de primavera, Iratxo encontró a Pin inmóvil bajo el roble, sus alas doradas ahora opacas. Corrió hacia ella, gritando, hasta que una voz familiar resonó:

—¡Mi cuerpo era solo un traje prestado, pequeño guerrero! —era Pin, pero ahora su voz venía de todas partes: del viento, del río, del latido de su propio pecho.

—¿Dónde estás? —gritó Iratxo, entre lágrimas.

—Donde siempre: en el capullo que se abre, en la semilla que aguarda bajo la nieve, en tus risas nuevas cada vez que aprendes a perder sin miedo…

Esa noche, Iratxo soñó con un jardín de crisálidas brillantes. En el centro, una mariposa de luz pura, con los ojos de Pin, extendió sus alas como dos llamas suaves.

—El amor es la más bella y dolorosa de las lecciones —susurró Pin, y su voz resonó como un trueno cálido—. Para amar de verdad, debemos abrirnos a la posibilidad de sufrir. Vivir es atreverse a sostener ambas alas: la alegría y el dolor.

Iratxo miró sus manos pequeñas, recordando las lágrimas cuando Pin se fue.

—¿Por qué duele tanto? —preguntó.

—Porque el amor verdadero no teme a las grietas —respondió Pin, acercándose—. Así como el capullo debe romperse para que la mariposa nazca, el corazón debe aprender a latir incluso cuando se quiebra… Ese es el secreto para volar.

Al amanecer, Iratxo salió al valle. En el roble, una nueva mariposa —de alas azules como lágrimas secas— agitó sus antenas hacia él. Y aunque no hablaba, él supo que las lecciones continuaban.

A los dieciséis años, una noche de insomnio, Iratxo vio a Pin en sueños: sus alas doradas se deshacían como ceniza mientras el viento susurraba «Correrás hasta olvidar que las raíces necesitan lluvia«. Al despertar, encontró una pluma azul pegada a su ventana —¿casualidad o advertencia?—. La guardó en un cajón sin poder responderse.

Tras años sumergido en la «escuela de la vida cotidiana», Iratxo —ahora un joven de 24 años— aguijoneado por las exigencias de ocupar su «nicho» (estudios, trabajos precarios, relaciones fugaces, diagnósticos de su consultorio rural) se convirtió en un experto en correr, pero no en volar. Las grietas de sus desamores se endurecieron como cicatrices. Había enterrado las enseñanzas de Pin bajo capas de pragmatismo y el dolor lo convenció de que las mariposas solo existían en sus cuentos infantiles.

Llevaba un año trabajando de médico rural, vivía solo, y, para su trabajo, atemperando su soledad con la lectura de filósofos, psicoanalistas, … Solo estaba acompañado por sus sueños. Una noche, mientras limpiaba su habitación, Iratxo encontró un viejo frasco con alas de mariposa secas. Al abrir el frasco, un aroma a menta salvaje —el mismo que impregnaba el valle donde Pin enseñaba— le quemó las fosas nasales. Al tocar las alas, una voz susurró:

—»Las heridas no son jaulas, son raíces».

Era la voz de Pin, pero ahora sonaba lejana, como si hablara desde el fondo de un pozo. Esa misma noche soñó con un capullo negro atrapado en una telaraña. Dentro, algo forcejeaba por nacer.

Guiado por sueños recurrentes, Iratxo regresó al valle de su infancia. El roble donde Pin solía posarse estaba seco, pero bajo sus raíces descubrió una cueva oculta: el Jardín de las Crisálidas Olvidadas, un lugar donde yacían capullos abandonados por quienes temieron transformarse.

Allí, en la penumbra del jardín interior, una mariposa ciega le habló:

—Para sanar, debes tejer un nuevo capullo con los hilos rotos de tu pasado.

Iratxo, aún con el asombro tierno de quien cree que todo habla, masculló:

—¿Tejer con hilos rotos? Parece terapia de trauma… ¡Aquí está!

La mariposa se quedó quieta, como si sus alas vieran más de lo que sus ojos pudieran imaginar.

—Ahora acepta las pruebas de nuestra sabiduría, con sus cuatro claves de la metamorfosis —susurró.

La sombra del nicho

Un espejo de agua le mostró una figura inesperada -su sombra-, ya no el niño que soñaba mariposas, sino un hombre gris, encorvado bajo el peso de «éxitos» que sonaban huecos.

—¡Corriste tanto! por miedo a no ser suficiente!… ¿Qué huellas dejaste al pasar? —rugió la sombra.

Iratxo se quedó en silencio. Por primera vez, no respondió. No justificó, no huyó. Miró de frente a la sombra, no como enemiga, sino como parte olvidada de sí mismo. Y comprendió que no se trataba de dejar huella en la carrera, sino de caminar con alma.

El banquete de las lágrimas

En una mesa de piedra, Iratxo encontró los frutos amargos de sus desamores. Al comerlos, revivió cada herida, pero esta vez escuchó el mensaje oculto:

—El amor que duele es el que te enseña a soltar, no a poseer —susurró una voz que venía de dentro.

Iratxo tembló, pero entendió que la salada amargura no era enemiga del amor, sino su frontera. Si se atrevía a cruzarla, sin aferrarse, sin exigir, algo dentro de él podía transformarse. Y entonces, como una mariposa que deja atrás su capullo, supo que el verdadero amor no retiene, sino que acompaña el vuelo.

El vuelo de las alas rotas

Una mariposa con un ala fracturada lo condujo a un acantilado.

—Salta sin redes. Las cicatrices son mapas, no cadenas. Cuida tus heridas todos los días como yo hago con mi ala rota. Iratxo, ya no el niño, y aún no del todo hombre, dio el salto con la calma de quien confía en sus raíces, aunque tiemble el abismo.

El coro de las crisálidas

Voces ancestrales emergieron del fondo de la tierra:

—Te dimos miedo porque éramos espejos de tu propio potencial dormido.

Entonces Iratxo comprendió: no era el miedo en sí lo que lo paralizaba, sino el poder que ocultaba. Lo que más temía —su sombra, su grandeza, su sensibilidad— no eran monstruos ajenos, sino partes suyas no reconocidas. Las crisálidas no eran amenazas, sino guardianas de su potencia latente. Aprendió que solo enfrentando lo que lo asusta puede despertar lo que lo hace único. Y que cada miedo abrazado con coraje abre una puerta a su propia luz.

En el centro del jardín, Iratxo encontró un altar con dos velas. Una mostraba a Pin radiante; la otra, a Pin marchita.

—Elegirás ¿amor sin dolor o vida sin amor? —preguntó el viento.

Iratxo sopló ambas velas y declaró:

—Elijo amar, aunque duela, vivir, aunque muera mil veces.

De las cenizas emergió Pin renacida, ahora con alas de obsidiana y oro:

—La individuación no es llegar a ser perfecto, sino completo —le dijo.

Y entonces Iratxo supo que ser completo no era un destino, sino el arte de tejer y destejerse, como aquel capullo negro que una vez temió abrir. Las heridas en su pecho ya no eran grietas, sino ventanas por donde entraba el canto de las mariposas que había liberado en el jardín de las crisálidas olvidadas. Aunque seguía tropezando, ahora sabía que cada caída era un hilo más en el tapiz de su alma.

Una tarde, mientras caminaba por el bosque, encontró una mariposa de ojos velados posada en una piedra. Sus alas, de niebla de olvido, vibraban como un susurro ancestral:

—¿Recuerdas que la intuición no necesita ojos? —dijo la voz de Pin, ahora fundida con la suya.

Iratxo cerró los párpados y, por primera vez, vio el mundo no con la mirada, sino con el latido. Percibió el dolor de la tierra, la alegría de los ríos, y entendió que Pin era su ánima perdida, la guardiana de todos los olvidos.

En su siguiente desamor, Iratxo no huyó. En lugar de esconder las alas rotas, las exhibió como un estandarte. La mujer que lo dejó le dijo:

—Eres demasiado intenso, como un volcán en erupción.

Él sonrió, recordando las velas duales de luz y sombra:

—Los volcanes crean islas nuevas donde antes solo había mar.

Al cumplir treinta y tres años, Iratxo regresó al roble seco del valle. Con sus manos, cavó hasta encontrar las raíces, donde descubrió un nuevo capullo negro brillando como un astro enterrado. En lugar de temerle, lo acunó contra su pecho. Dentro, no había una crisálida, sino un espejo que reflejaba todas sus versiones: el niño que lloraba a Pin, el joven roto, el hombre que ahora abrazaba la paradoja de ser crisálida eterna.

—Florecer no es el fin —murmuró al viento—. Es aprender a marchitarse sin dejar de ser raíz. El viaje infinito del ser, donde cada muerte es un renacer en capas más profundas de autenticidad. La vida no es una carrera hacia la meta, sino un baile con las sombras.

Ser humano —escribió en su cuaderno de médico— es habitar la paradoja: crisálida que se sabe eterna, raíz que florece al pudrirse.

Bajo el velo de la noche, Iratxo fue visitado por un sueño que le trajo a Pin, con manos de bruma, mostrándole un enjambre de mariposas azules gigantes, criaturas de alas translúcidas que brillaban como fragmentos de cielo derramado sobre la oscuridad de la noche. Volaban entrelazando el aire, tejiendo un tapiz danzante, donde cada aleteo era un latido, cada espiral una nota en una sinfonía de luz y silencio de alas. Volaban en grupo. Sus cuerpos no seguían un compás externo: se afinaban unas a otras, sincronizando el aleteo con el eco sutil del viento generado por las demás. El viento, cómplice y guía, tejía una coreografía invisible, y el corazón de Iratxo, hechizado, comenzó a latir al ritmo de aquel código secreto del universo.

—Las hallarás en las entrañas de Sudamérica —susurró Pin, mientras las criaturas se fundían con el horizonte, dejando tras de sí un rastro de chispas de luz como polvo estelar disuelto en el aire.

Iratxo partió, llevando consigo el eco de aquel azul imposible. En Nicaragua, el Atlántico -tan bravo como antiguo-, rugió contra su piel en la playa de Peloponeso, devorándole el aliento en un abrazo líquido que casi le arranca la vida. Las mariposas, mudas, guardaron silencio incluso al contemplar que un delfín -como si recordara un pacto antiguo-, entregó el cuerpo de Iratxo a sus amigos.

Años más tarde, bajo la luna de sangre de Venezuela, la selva le entregó su último secreto. Allí, entre los Yanomami, donde la tierra canta con voces ancestrales, las mariposas azules aguardaban. En una noche de caza con los Yanomami, mientras el monte respiraba en sombras, le visitaron las mariposas. Volaban como en su sueño, tejiendo el aire en círculos vivos, sincronizando su aleteo con el corazón de Iratxo y el latido compartido de sus compañeros de caza.

Entonces, una de ellas, mensajera de un idioma anterior a las palabras, se posó sobre su hombro izquierdo. Una mariposa atrevida, mensajera de un idioma olvidado, se posó en su hombro izquierdo, Y en el dibujo de sus alas, Iratxo pudo leer cual es el precio de la belleza.

Pero esa… es otra historia.

Abundancia como ética planetaria: Trascendiendo la Escasez desde la Complejidad.

Abundancia como ética planetaria: Trascendiendo la Escasez desde la Complejidad.

Abundancia como ética planetaria: Trascendiendo la Escasez desde la Complejidad.

Mikel García. 5 abril 2025

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor

 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

El texto “Abundancia como ética planetaria: Trascendiendo la Escasez desde la Complejidad” propone una reflexión profunda sobre la abundancia como experiencia psicoespiritual, arquetípica y ecológica. Inspirado en Jung, en la ecología profunda y en la ética planetaria, el autor plantea que la abundancia no es una acumulación material, sino un estado de confianza interior y de relación armónica con la vida. En contraposición, la escasez se presenta como un complejo cultural, una herida psíquica colectiva que alimenta el miedo, el consumo, la violencia y el colapso ambiental.

Desde la psicología junguiana, la abundancia se asocia al arquetipo de la Gran Madre (GM), fuente primordial de nutrición, sostén y fertilidad. Cuando la madre real armoniza con este arquetipo, el niño internaliza la sensación de que el mundo es un lugar que provee lo necesario. Si, por el contrario, predomina la carencia afectiva o la inseguridad, la psique se organiza alrededor de una narrativa de escasez: el mundo es hostil, los recursos limitados, y solo sobreviven los fuertes o los sumisos. Así, el sentimiento de abundancia no es innato, sino una construcción afectiva y simbólica que puede interrumpirse por traumas tempranos.

El autor contrapone dos cosmovisiones:

  • La abundancia auténtica, que surge de un yo conectado con el Sí-Mismo, confía en la vida, practica la gratitud y la generosidad, y no teme compartir porque entiende que dar no empobrece.

  • La escasez constelada, que fija a la psique en un juego de suma cero (“si otro gana, yo pierdo”), promoviendo ansiedad, competencia y dependencia de figuras salvadoras.

En este sentido, las religiones han contribuido ambivalentemente a la experiencia de la abundancia. Aunque ofrecen imágenes maternales (María, Guanyin, Shekinah, Tonantzin, Kali) que encarnan el principio nutricia del cosmos, también han desplazado la abundancia al más allá, condicionándola a la obediencia o al sacrificio. El cristianismo, por ejemplo, glorifica la renuncia terrenal prometiendo plenitud celestial, lo que perpetúa la desconexión con el presente.

El autor critica las falacias del pensamiento positivo y la “inteligencia espiritual” contemporánea, que suelen disfrazar la escasez con optimismo forzado. Bajo la idea de que “atraemos lo que creemos”, estas corrientes culpan al individuo de su sufrimiento, ignorando los condicionamientos inconscientes y las estructuras sociales de opresión, especialmente hacia las mujeres. Este “espiritualismo patriarcal” reitera la narrativa sacrificial femenina —amar al maltratador o redimirse sufriendo— como ideal de virtud, ocultando su raíz en el trauma y la dependencia afectiva.

La verdadera abundancia psicológica, sostiene el texto, no puede separarse de la justicia ecológica. Implica descolonizar la mente de la idea de que la Tierra y los cuerpos son recursos explotables, y adoptar políticas de suficiencia (renta básica, impuestos al carbono, educación emocional). Desde esta perspectiva, la visión de Donald Trump simboliza el polo opuesto: una mentalidad de escasez, extractivismo y aislamiento nacionalista que niega la interdependencia global.

En conclusión, la abundancia es una ética planetaria que integra la psique y la ecología. Supone aceptar los límites reales sin caer en el miedo ni en la codicia, cultivar la confianza en la vida y la cooperación como fuerzas evolutivas. Trascender la escasez —individual y cultural— requiere integrar la sombra colectiva y sanar la herida arquetípica que nos separa de la Tierra como Gran Madre. Solo así podrá emerger una civilización de la suficiencia, la reciprocidad y la plenitud consciente.

Ensayo
«La abundancia está en saber qué es suficiente». Wendell Berry
El texto aborda la «abundancia» desde una perspectiva compleja, integrando conceptos junguianos, religiosos, culturales y ecológicos, mientras critica narrativas de escasez y sus manifestaciones en la violencia de género, la inteligencia espiritual y las políticas contemporáneas (como la de Donald Trump) opuestas a una ética planetaria. La palabra «trascendiendo» subraya el carácter transformador que el autor propone, mientras que «desde la complejidad» reconoce la perspectiva multifacética del análisis.
La abundancia, en términos psicológicos, es un estado interno de plenitud arraigado en la confianza en la vida y la apertura a sus posibilidades. Surge cuando percibimos que existen recursos suficientes (afecto, tiempo, oportunidades) para crecer y compartir sin temor al vaciamiento. No es un mero optimismo, sino una construcción psicoafectiva con raíces en la historia individual y colectiva.
Raíces junguianas: Arquetipos y desarrollo temprano
Desde la perspectiva junguiana, la abundancia se vincula al arquetipo de la Gran Madre (GM), símbolo de fertilidad, provisión inagotable y sostén vital. Para que el infante internalice este sentimiento, es crucial que la figura materna real armonice con el arquetipo: solo así el niño experimenta el mundo como un lugar que nutre sus necesidades físicas y emocionales.
El sentimiento de abundancia, como todo sentimiento, se construye. Tiene una historia que muchas veces está mitificada. Este proceso de construcción se inicia en la fase oral (confianza básica madre-arquetipo GM), pero su consolidación depende de cómo se integren otros arquetipos en etapas posteriores.
Por ejemplo, la relación con la figura paterna (vinculada al arquetipo del Padre, ordenador de límites y proveedor de seguridad) debe reforzar la sensación de que el mundo responde a sus demandas. Si en estas dinámicas primarias hay carencias (amor condicional, desatención), la psique es forjada con una narrativa de escasez: el mundo es un lugar hostil donde los recursos deben atesorarse.
Abundancia vs. Escasez: Dos cosmovisiones en pugna.
Sentimiento de abundancia auténtico:
Se sustenta en un yo conectado al arquetipo del sí-mismo que confiere un “locus de control interno” (creencia y confianza en que es agente capaz de acciones que impactan constructivamente en la realidad y la cambian).
Implica gratitud activa (valorar lo que se tiene) y generosidad sin miedo (compartir desde la certeza de que el dar no empobrece).
No es estática: el verdadero sentimiento de abundancia no se basa solo en tener, sino en la confianza en la propia capacidad de generar, crear y regenerarse, confiando en que siempre puede construir nuevas oportunidades para ello.
Escasez constelada:
El sentimiento de abundancia descrito es difícil de tener. En el desarrollo psicoafectivo de la mayoría de los infantes hay carencias, sentimientos de vacío, con anhelos de ser llenado, buscando figuras que den lo no recibido: amor, seguridad material y emocional, … Para la mayoría de las personas el sentimiento que se constela es el de la escasez: heridas tempranas que suponen traumas.
En el sentimiento de escasez, la psique se fija en un juego de suma cero: «Si otro gana, yo pierdo». Predomina la ansiedad, la competencia deshumanizante y la nostalgia tóxica.
Se externaliza la culpa («el mundo es avaro») y se idealizan figuras salvadoras (mesías, líderes autoritarios), perpetuando la dependencia.
Religiones y la promesa de abundancia condicionada.
Las religiones suelen ofrecer narrativas de abundancia futura («paraíso»), pero bajo códigos morales restrictivos que, paradójicamente, refuerzan la escasez en el presente:
El catolicismo glorifica la renuncia instintiva (castidad, pobreza) y propone figuras mediadoras (Virgen María como «Madre nutricia idealizada»), sublimando la carencia terrenal en esperanza ultraterrena. La Virgen María no es una deidad, es una humana venerada como madre de Dios (Theotokos).
Este mecanismo puede perpetuar la desconexión del aquí y ahora, desplazando la abundancia a un futuro inalcanzable, salvo por la obediencia.
En el budismo Guanyin/Kannon que originalmente era un bodhisattva masculino (Avalokiteshvara), que se transformó en una figura femenina, está asociada a la misericordia y protección, similar a María.
En el Corán, Maryam es venerada como mujer pura y elegida por Dios. No se le atribuye divinidad, su papel como madre de un profeta y su ejemplo de devoción la acercan a la figura mariana.
En el judaísmo, la Shekinah representa el aspecto maternal y compasivo de Dios, asociado a su presencia en el mundo. Algunas interpretaciones feministas la vinculan con la protección y la sabiduría, roles atribuidos a María.
Tonantzin (Azteca): Diosa madre asociada a la tierra y la fertilidad. Tras la colonización, su culto se sincretizó con la Virgen de Guadalupe en México, fusionando símbolos indígenas y cristianos.
Estas figuras religiosas son representaciones del arquetipo GM en su lado luminoso.
En el hinduismo, a Kali se la representa con rasgos terroríficos porque simboliza la energía creativa y destructiva de la madre universal (Shakti). Protege a sus devotos con intensidad, comparándose con el aspecto protector de María. En Kali hay una integración entre el lado luminoso y la sombra del arquetipo de la GM.
En el devenir histórico se observa una mitologización cambiante de representaciones del arquetipo de la Gran Madre, desde el lado femenino de dios, pasando por deidades femeninas hasta figuras humanas, como he señalado en los ejemplos.
Falacias pre-trans y pensamiento positivo
Es frecuente apelar a la inteligencia espiritual como herramienta asociada a un método de pensamiento positivo para trascender las heridas de la escasez y “atraer” la abundancia. La paradoja es que esa actitud está basada en el sentimiento de escasez del que se quiere salir usando una herramienta inflada e hipervalorada “inteligencia espiritual” que se basa en la creencia que lo espiritual puede sanar lo personal, y en que para recibir primero hay que dar. Esa inteligencia espiritual es un ejemplo del sentimiento de escasez (suma cero que he citado). En la clínica lo observamos bastante especialmente en mujeres que se refugian en las creencias espirituales para mitigar el profundo dolor que el maltrato patriarcal les ha infringido y que en muchas ocasiones las lleva a elegir relaciones de maltrato. Dar amor al maltratador es una falta de inteligencia (emocional – espiritual), pues no se va a recibir amor de este, sino más maltrato. Historias como la “Bella y la Bestia” refuerzan esa introyección cultural del sacrificio espiritual amoroso de las mujeres. Las representaciones religiosas luminosas del arquetipo Gran Madre hacen flaco favor a la individuación y a construir un verdadero sentimiento de abundancia. La Virgen María sufrió, pero fue “recompensada” llevada al cielo y venerada. Muchas mujeres que están educadas en sacrificarse (confundiendo sacrificio con amor buscan ser amadas) acaban muertas por sus maltratadores. Además, en bastantes ocasiones, se apela a una culpabilidad cuando alguien no se decide a pensar en positivo, pues entonces se mantiene en la escasez y, por lo tanto, es su culpa (o su Karma) estar como están. No deja de ser un aspecto sádico de ideologías reduccionistas que pretenden ayudar y que parten de la ignorancia que supone no entender los mecanismos de defensa, las resistencias a mirar y ver, y el miedo a la libertad que imperan en muchos sujetos, y les limitan a crecer. Solo incrementan su sombra personal y la colectiva, generando mecanismos de fanatismo, chivos expiatorios, genocidios…
La verdadera abundancia psicológica en el siglo XXI no puede separarse de la justicia ecológica.
Abundancia como ética planetaria: Descolonizar la mente de la idea de que los recursos existen para ser explotados; Reconectar con ciclos naturales: Ver la Tierra como la Gran Madre que da vida, pero tiene límites; Políticas de suficiencia: Impuestos al carbono, renta básica universal, y educación emocional para valorar lo intangible.
Donald Trump y su impacto en la ética planetaria desde la mentalidad de escasez.
La visión política de Donald Trump, centrada en el «America First» y la explotación desregulada de recursos, ejemplifica una mentalidad de escasez que contrasta radicalmente con los principios de una ética planetaria basada en la abundancia sostenible.
Negacionismo climático y explotación de recursos. Trump ha promovido políticas que ignoran los límites ecológicos del planeta, como el retiro del Acuerdo de París y la desregulación de industrias contaminantes. Esto refleja una visión de abundancia ilusoria, donde los recursos se consideran infinitos y la Tierra como un espacio recuperable ante cualquier daño.
Aislacionismo y proteccionismo comercial. Su política de aranceles y «Made in America» refuerza la idea de que los recursos son un juego de suma cero, donde el beneficio de un país implica la pérdida de otro. Esto socava la cooperación global necesaria para abordar crisis compartidas, como el calentamiento global
Ética del «self-interest» vs. solidaridad global. Trump prioriza el interés nacional inmediato sobre el bien común planetario, una postura que Leonardo Boff y otros críticos han señalado como contraria a un «nuevo pacto ético de la humanidad»
Legado de división y cortoplacismo. Las políticas de Trump han polarizado la acción climática y debilitado instituciones internacionales.
La mentalidad de escasez de Trump, arraigada en el nacionalismo económico y el negacionismo ecológico, actúa como un obstáculo estructural para una ética planetaria basada en la abundancia sostenible.
Conclusión
La verdadera abundancia psicológica no niega las limitaciones reales, pero trasciende la lógica de supervivencia basada en los recursos materiales que sí son limitados. Es un sentimiento revolucionario en un mundo que mercantiliza la carencia y hace plusvalía de ella para negocios mundanos que enriquecen a empresas laicas o religiosas llenando vacíos en este mundo (consumismo) o con la venta de mundos eternos tras la muerte.
Lo que impera es el sentimiento de escasez, cuyo origen es una herida traumática, que genera formaciones reactivas ideológicas para salir del dolor, y, que son, las que van a causar un colapso, retorno de la sombra, miseria.
Como junguiano entiendo que el sentimiento de escasez tiene las suficientes dinámicas como para considerarlo parte del “Complejo Cultural de la Escasez”. Me queda la tarea de definirlo y estructurarlo.

 

Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político

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Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político

¿Usamos los rituales para repetir patrones, para crear nuevos mitos que nos salven, o para la individuación como acto político?

Mikel García. 9 marzo 2025

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Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

El texto “Ritualidad para la sombra, para el deseo salvífico, o para la individuación como acto político” plantea que los rituales, más allá de ser repeticiones culturales o religiosas, son actos simbólicos fundamentales para la estructuración psíquica, la integración de la sombra y la transformación social. La autora o autor propone recuperar la ritualidad como herramienta de individuación —en el sentido junguiano— y como un acto político de resistencia y sentido, capaz de sanar la fragmentación contemporánea y reorientar la energía colectiva.

Desde el pensamiento simbólico (Jung, Eliade, Campbell), los rituales son lenguajes del inconsciente colectivo que permiten ordenar el caos interno y externo, integrando las fuerzas opuestas de la psique. Los antiguos ritos de paso marcaban las transiciones vitales (nacimiento, madurez, muerte), ayudando al individuo a asimilar los cambios. Su desaparición en la modernidad ha dejado vacíos psíquicos, generando crisis de identidad y sustitutos patológicos: adicciones, consumismo, o rituales digitales vacíos. Como señala Jung, “el ritual es un sueño colectivo hecho acción”, y cuando éstos desaparecen, el inconsciente crea dioses sustitutos —ideologías, fanatismos, influencers— para llenar el vacío simbólico.

En el plano neurológico, los rituales moldean la mente a través de la neuroplasticidad: al repetirse, generan orden y reducen la ansiedad. Los rituales cotidianos o de crisis (como encender una vela ante el dolor) activan circuitos de afrontamiento y cohesión emocional. Sin embargo, los “tecno-rituales” —como revisar compulsivamente el móvil— son formas degradadas de ritualidad: aportan estructura sin significado, aumentando la sensación de vacío existencial.

El texto enfatiza que el verdadero poder del ritual reside en su capacidad de integrar la Sombra. La individuación —proceso de unificación del yo y el inconsciente— requiere confrontar lo reprimido y convertirlo en conciencia. Así, rituales de purificación, arte simbólico o performances colectivas (como “Un violador en tu camino” o el movimiento #MeToo) se convierten en espacios catárticos donde la sombra personal y social se hace visible. Estos actos son tanto terapéuticos como políticos: canalizan el trauma y denuncian la violencia estructural.

El autor critica la crisis de ritualidad en la posmodernidad. La hiperconexión y el consumo han vaciado de sentido las prácticas tradicionales, sustituyéndolas por rituales líquidos y efímeros (gimnasios, unboxings, neochamanismos comerciales). Estos no transforman la conciencia, solo alivian momentáneamente el vacío. Jung advertía que cuando los rituales auténticos mueren, emergen formas demoníacas de colectividad: nacionalismos, sectas, algoritmos adictivos.

El texto también analiza los dilemas éticos de la ritualidad. Algunas tradiciones perpetúan violencia —sacrificios humanos, ablación, tauromaquia— y deben ser cuestionadas desde una ética del respeto a la vida. Como plantea Appiah, “las tradiciones que no soportan la crítica merecen perecer”. Frente a ello, surgen nuevas formas de ritualidad emancipadora: ceremonias feministas, ritos afrodiaspóricos o memoriales digitales para víctimas.

La muerte, señala el texto, es el territorio donde la ritualidad revela su sentido más profundo: ordenar el duelo, reconectar comunidad y trascendencia, y reconciliar vida y finitud. Hoy, la medicalización y mercantilización del duelo han vaciado este espacio sagrado.

Finalmente, se proponen rituales con sentido: actos intencionados, repetidos conscientemente, que integren opuestos, sanen heridas colectivas y promuevan comunidad. La ritualidad puede ser emancipadora o manipuladora, dependiendo de su propósito y de quién detente el poder simbólico (Foucault). Recuperarla como vía de individuación y acto político implica transformar los rituales vacíos del consumo o la red en espacios de conciencia, conexión y justicia simbólica.
La pregunta final interpela al lector: ¿para qué y para quién ritualizamos? ¿Liberamos o perpetuamos nuestras sombras?

Ensayo
La ritualidad, entendida como un sistema de actos simbólicos repetidos, es un eje estructurador de la psique y la conciencia humana desde tiempos ancestrales. Quizás los rituales de la muerte y la transmisión cultural de los logros creativos potenciaron el desarrollo de la psique. Desde el pensamiento simbólico —explorado por Jung, Eliade o Campbell—, los rituales no son meras formalidades, sino herramientas para ordenar el caos interno y externo, facilitando la individuación (proceso de integración del yo consciente e inconsciente).
El ritual es un puente entre el alma y el mundo. Joseph Campbell: «Los rituales son el piano donde la psique toca su melodía existencial». En un mundo fragmentado, redescubrir rituales auténticos —no como escapismo, sino como actos de coraje simbólico— es vital para:
Estructurar la psique: Dar orden al caos interno.
Facilitar la individuación: Integrar lo que hemos negado y desarrollar lo latente.
Sanar colectivamente: Tejer narrativas de sentido en la era del vacío.
1. La ritualidad como lenguaje del inconsciente colectivo (Jung)
Los rituales operan mediante símbolos que dialogan con el inconsciente colectivo, donde residen los arquetipos universales (el Héroe, la Madre, la Sombra).
Ritos de paso (nacimiento, pubertad, muerte): Marcaban transiciones vitales, ayudando a integrar cambios psíquicos. Hoy, su ausencia deja vacíos (ejemplo: crisis de identidad en adolescentes sin ceremonias que validen su madurez).
Mitologías enactuadas (que evidencia algo existente y determinante para el presente): Danzas o dramas rituales (como el teatro griego) permitían proyectar conflictos internos (miedos, deseos) en narrativas compartidas, facilitando su asimilación y digestión psicológica.
Jung: «El ritual es un sueño colectivo hecho acción». Sin ellos, la psique busca sustitutos patológicos (adicciones, obsesiones digitales).
2. Hábitos ritualizados y neuroplasticidad: La arquitectura de la mente
Los rituales, al repetirse, crean hábitos neuronales que moldean la percepción y la conducta.
Rituales cotidianos: ordenan el tiempo y reducen la ansiedad existencial.
Rituales de crisis: Encender velas en un duelo o escribir un diario ante el caos emocional activan la corteza prefrontal y el sentimiento de afrontamiento.
Tecno-rituales modernos: Deslizar el teléfono al despertar es un ritual vacío: da orden, pero sin significado simbólico, lo que genera vacío.
Aristóteles vincularía esto a su ética: Los rituales son hábitos virtuosos si se alinean con un propósito ético (ejemplo: meditación, imaginación activa vs. desplazamiento caótico de deslizar el dedo por las líneas de redes sociales.
3. Individuación a través del ritual: Integrar la Sombra
Para Jung, la individuación exige confrontar e integrar la Sombra (lo reprimido y lo no desarrollado) y los arquetipos. Los siguientes rituales son iniciáticos en el proceso de integración de la sombra. Para la mayoría de las culturas se interiorizan como fines en sí mismos para liberar el sufrimiento o lo negativo y llegar a la luz, una desintoxicación psíquica, pero sin integración posterior pueden crear dependencia de recurrir a ellos y caer en sistemas de explotación comercial. “la banalidad del bien” y el síndrome de polianna del pensamiento positivo.
Rituales de purificación: Baños o ayunos ceremoniales simbolizan soltar cargas emocionales. Escribir y quemar cartas de dolor replica este mecanismo.
Arte ritualístico: Pintar mandalas o tocar tambores permite expresar lo innombrable.
Rituales comunitarios: Carnavales o protestas sociales (ejemplo: performance feminista «Un violador en tu camino») destilan traumas colectivos en actos catárticos y abreactivos.
El #MeToo como ritual colectivo: al compartir historias de abuso, se rompió el tabú de aceptar la sombra del patriarcado.
4. Crisis de ritualidad en la posmodernidad: Caos y búsqueda
La hiperconexión ha vaciado de significado los rituales tradicionales, generando síntomas de desestructuración: Ansiedad, nihilismo, adicciones (sucedáneos de rituales fallidos).
Nuevos rituales líquidos: Desde el gimnasio como templo del cuerpo hasta el unboxing (desempaquetar) productos en redes: dan orden, pero son efímeros y consumistas.
Neochamanismos: Retorno a rituales ancestrales (ayahuasca, temazcales) como intento de reconexión con lo sagrado.
Jung: «Cuando los rituales auténticos mueren, el inconsciente inventa sus propios dioses, a menudo demoníacos» (ejemplo: fanatismos ideológicos o cultos a influencers).
5. Ritualidades que colocan ante dilemas morales.
La ritualidad, al entrelazarse con normas culturales, religiosas o sociales, a menudo coloca a las sociedades ante dilemas morales complejos. La antropóloga Mary Douglas, los rituales son «sistemas de símbolos que ordenan el caos». Sin embargo, cuando perpetúan jerarquías opresivas o daño irreversible, su preservación debe cuestionarse. La ética exige un equilibrio frágil: respetar la diversidad sin naturalizar la violencia. En palabras de Kwame Anthony Appiah, «Las tradiciones que no soportan la crítica merecen perecer».
Rituales que implican violencia hacia humanos: Sacrificios humanos; Sati (inmolación de viudas), …
Rituales de modificación corporal sin consentimiento pleno: Circuncisión masculina; Ablación del clítoris (MGF); Foot binding (Atrofiar los pies de las niñas para cumplir ideales de belleza y estatus. China imperial. Ya abolido).
Rituales que involucran violencia hacia animales. Tauromaquia; Sacrificios animales en religiones.
Rituales de autosacrificio y resistencia. Autoflagelación en el chiismo y cristianismo. Ayunos extremos.
Rituales posmodernos y dilemas emergentes. Hazing (iniciaciones universitarias); Turismo espiritual neochamánico.
6. Ritualidad y la muerte.
La ritualidad en torno a la muerte es un fenómeno universal que estructura la experiencia humana ante el misterio de la finitud. Estos rituales no solo honran al difunto, sino que también ordenan el caos emocional, refuerzan la cohesión social y ofrecen un marco simbólico para trascender el dolor. Desde las ceremonias funerarias más antiguas hasta los memoriales digitales contemporáneos, la muerte se entrelaza con prácticas rituales que revelan nuestra relación con lo sagrado, lo comunitario y lo existencial.
Rainer Maria Rilke: «La muerte es el lado de la vida que no está iluminado para nosotros». Los rituales son la antorcha que nos permite vislumbrarla sin quemarnos.
La muerte en la posmodernidad: Rituales líquidos y nuevas formas.
Crisis de los rituales tradicionales. Medicalización de la muerte: Morir en hospitales, lejos de la comunidad, vacía la experiencia de su dimensión ritual. Dar psicofármacos a los familiares como si el duelo fuera una enfermedad e impidiendo el duelo con su función psicológica.
Mercantilización del duelo. Industria funeraria; Turismo de muerte: Visitar cementerios famosos como experiencias «para compartir en redes». Legados digitales: avatares de IA que simulan interactuar con el difunto.
Ecología y muerte. Huella ambiental: Cremaciones emiten CO₂.
Claves simbólicas. La muerte como espejo cultural; Lo sagrado y lo profano: Los cementerios como axis mundi que conectan lo terrenal y lo trascendente.
7. Sugerencias para rituales con sentido: hacia una individuación consciente
Recuperar la ritualidad como herramienta de sanación exige:
Intencionalidad simbólica: Que el ritual refleje un conflicto o aspiración personal (ejemplo: plantar un árbol ante un nuevo inicio).
Repetición consciente: Convertirlo en hábito, pero evitando el automatismo (ejemplo: yoga diario con atención plena, no como mero ejercicio).
Integración de opuestos: Usar símbolos que unan Sombra y Luz (ejemplo: rituales de luna llena que honren lo femenino reprimido; mujeres indígenas recuperando ceremonias de siembra).
Conexión comunitaria: Crear ritos que sanen heridas colectivas (ejemplo: ceremonias por víctimas de violencia machista). Prácticas poscoloniales donde los rituales son resistencia (ejemplo: ceremonias afrodiaspóricas como el candomblé).
Ritos dirigidos por mujeres y hombres.
La IA puede ampliar la brecha de género por los sesgos históricos y culturales incrustados en los datos de su entrenamiento en los que se proyecta la sombra colectiva, produciendo respuestas que, al basarse en información del pasado, reproducen patrones discriminatorios perpetuando roles de género que la sociedad intenta superar. Estos sistemas funcionan como rituales digitales que refuerzan normas sociales (ejemplo: algoritmos de redes que priorizan contenidos sexistas). La potencia de la IA en redes supera a lo que grupos de personas combativas pueden lograr, entre otras cosas porque potencian la sombra de los usuarios y la proyección en chivos expiatorios.
Las plataformas digitales también pueden ser espacios de ritualidad innovadora (ejemplo: memoriales virtuales para víctimas de violencia, feminicidio).
Como señala Foucault, los rituales son dispositivos de poder: pueden liberar o oprimir según quién los controle. La ritualidad no es neutral: es un campo de batalla donde se juega la posibilidad de un destino colectivo más justo.
¿Eres consciente de que usas más rituales de lo que pensabas? ¿Cómo y para qué los usas tu? ¿Para quién? ¿Qué consecuencias tienen? ¿Es la ritualidad siempre emancipadora, o puede ser una cárcel simbólica?
¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.

¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.

¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia.
Mikel Garcia 1 marzo 2025

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Descripción de la imagen
Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

El texto “¿Estamos al final de una era civilizatoria? Reflexiones anti estupidocracia” analiza el auge de los neofascismos contemporáneos como síntoma de una profunda crisis civilizatoria. Estos movimientos reproducen rasgos del fascismo histórico —nacionalismo extremo, xenofobia, autoritarismo, intolerancia a la disidencia— y se nutren de nuevas formas de manipulación a través de la tecnología, la propaganda y la desinformación digital. En este contexto, el autor recupera el concepto de “estupidez” de Dietrich Bonhoeffer, no como falta de inteligencia, sino como una condición ética y social inducida por el poder: bajo la presión de la propaganda, las personas pierden su capacidad de juicio y se vuelven impermeables a la razón.

Esta “estupidocracia” describe un sistema en el que la ignorancia es funcional al poder. Los neofascismos prosperan cuando las masas, anestesiadas por la simplificación mediática y las emociones primarias, renuncian al pensamiento crítico. El autor vincula este fenómeno con estrategias populistas globales como el “Make America Great Again”, que explotan el miedo, la nostalgia y la polarización para obtener obediencia.

La inteligencia artificial (IA) amplifica estos mecanismos. Los algoritmos, bots y deepfakes pueden difundir mensajes extremistas o falsos a gran escala, erosionando la confianza pública y fragmentando el tejido social. Además, la IA puede ser utilizada para la vigilancia masiva, el control político y la manipulación electoral, reproduciendo lógicas de dominación similares a las del totalitarismo clásico, pero con medios tecnológicos más sofisticados. En este sentido, el autor compara su función con la antigua religión como instrumento de poder: una fe ciega en la “verdad” algorítmica que reemplaza la razón y legitima el control.

El texto identifica también una crisis del Estado de derecho y de la justicia, manifestada en fenómenos como el autoperdón, los indultos preventivos o la inviolabilidad de ciertas figuras políticas y monárquicas. Estas prácticas generan impunidad estructural, socavando la democracia y fomentando un clima propicio para el autoritarismo.

La figura de Donald Trump ejemplifica la mentalidad de escasez y manipulación moral de la política contemporánea. Su enfoque transaccional en el conflicto de Ucrania —reducido a un intercambio económico basado en recursos y “agradecimiento”— ilustra una ética pragmática carente de responsabilidad moral. El autor interpreta esta postura a través de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo: el “amo” busca reconocimiento mediante la coerción y el miedo, mientras el “esclavo”, forzado a aceptar una paz humillante, queda atrapado en la dependencia. Este modelo revela cómo las relaciones internacionales reproducen estructuras de dominación económica y simbólica.

Desde la psicología junguiana, el texto introduce la idea de la sombra colectiva, es decir, los aspectos reprimidos de una cultura que emergen como violencia, intolerancia o negación de la justicia. Cuando una sociedad evita confrontar sus sombras —la corrupción, la impunidad, la codicia—, éstas se proyectan en “enemigos externos” y alimentan dinámicas autoritarias.

El autor concluye que la combinación de impunidad institucional, manipulación tecnológica, moralismo religioso y negación de la sombra colectiva anuncia el fin de la era liberal y democrática moderna. Surge así una nueva forma de esclavitud simbólica, donde las cadenas son el miedo, la desinformación y la sumisión voluntaria.

Frente a la “estupidocracia”, propone una renovación ética y consciente, basada en la justicia, la rendición de cuentas y la integración de las sombras colectivas, antes de que estas terminen por dominar completamente el destino de la humanidad.

Ensayo
 
Paz, felicidad y salud en el espíritu de la Navidad y del Año Nuevo

Paz, felicidad y salud en el espíritu de la Navidad y del Año Nuevo

Paz, felicidad y salud en el espíritu de la Navidad y del Año Nuevo
Mikel Garcia 1 enero 2025

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Descripción de la imagen

Trabajando con inteligencia artificial. Por Mikel García.

 

Autor
 

Mikel García García[i]

[i] Médico y cirujano (Universidad Navarra, 1975). Psicólogo (Universidad San Sebastián, 1982). Psicoanalista junguiano. Formación experiencial y teórica en: Psicoanálisis, Terapia Sistémica Familiar, Psicoanálisis Reihiano (vegetoterapia), Psicología Analítica Junguiana, Psicoterapia Transpersonal. Experiencia de Muerte Cercana a los 33 años. Máster en “Astronomía y astrofísica” VIU (Universidad Valencia, 2014). Doctor Internacional en «Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo», Universitat Jaume I (UJI Castellón, 2020). Máster en Fotografía Artística y Narrativa Visual (Universidad Internacional de la Rioja, 2022). Máster en Inteligencia Artificial (BIG SCHOOL, Madrid 2024) y Máster en Inteligencia Artificial (Universidad Isabel I, Madrid 2025). 

Colaborador con ONG médicas de intervención internacional, y en programas de formación a personal sanitario de atención Primaria; SIDA; maltrato infantil; muerte digna y a docentes. Especializado en maltrato infantil, trauma, duelo, tanatología, acompañamiento al muriente, integración de sistemas, estados de trance y místicos. Terapeuta de “Grupos de Duelo Online Ventana a ventana” desde confinamiento COVID-19. Psiconauta, antropólogo investigador del alma en la clínica médica y psicoterapéutica y trabajos de campo antropológicos cualitativos y cuantitativos, con énfasis en la Acción Participativa, docencia y divulgación psicopolítica de los hallazgos. Promotor de acciones participativas para el despertar del desierto interior y para la transformación social. Didacta  de la Sociedad Internacional Para el Desarrollo del Psicoanálisis Junguiano (SIDPaJ). Fotógrafo. Buceador. Alquimista. Hilozoísta. Hijo de Hermes. Creador herido. https://bit.ly/mikelcurriculum  iratxomik@gmail.com

Presentación y contenido

En el contexto de la posverdad y el ruido digital, donde las palabras se han convertido en armas y los idiomas en murallas, este texto propone una reflexión profunda sobre la comunicación humana, utilizando el espíritu de la Navidad y el Año Nuevo como vehículo.

La narración comienza con un saludo multilingüe, deseando paz, felicidad y salud en numerosas lenguas. Este gesto no es solo una felicitación, sino un símbolo de un deseo universal que trasciende fronteras, un primer intento de tejer un puente entre corazones.

La historia central es una parábola sobre Filara, la diosa Tejedora de las Lenguas. Ella creaba hermosos tapices lingüísticos, pero observó con tristeza cómo la humanidad usaba estos dones para dividirse en lugar de unirse. El texto critica ácidamente nuestra era, dominada por el espectáculo, los «newfakes» y el debate agresivo, donde prima la emoción sobre la razón y el diálogo ha sido reemplazado por duelos dialécticos. En este «circo» moderno, hemos olvidado que el verdadero propósito del lenguaje es la comprensión, el despliegue de la cultura y la elevación de la conciencia colectiva.

Ante este panorama desolador, que evoca la filosofía de pensadores como Nietzsche o Sartre sobre la condición humana absurda y contradictoria, Filara decide actuar. No teje un hechizo para unificar lenguas, sino algo más sutil y poderoso: un «Hilo de Unidad». Este hilo está impregnado de conceptos esenciales —Paz, Felicidad, Salud, Espíritu— que cualquier persona, sin importar su origen, puede comprender en lo más profundo de su ser.

El mensaje final es de esperanza. El tapiz de Filara, aunque frágil, no se ha roto. Persiste en los silencios del mundo, en las grietas de nuestras palabras rotas, como un susurro que puede convertirse en un grito. La conclusión es un llamado a recordar que, incluso en el caos, queda un rincón en el alma humana donde es posible reconectar, escuchar y transformar un simple hilo en un puente duradero de comprensión y paz, rescatando así el auténtico espíritu de comunión que representan estas fiestas.

Ensayo