Alter ego

Alter ego

Alter ego[1]

 

Para evadirse de la zozobra que le poseía, re-lanzó otra fugaz mirada a la portada del semanario que su vecina de viaje no soltaba en toda la mañana, ¡menuda puta! sabía que ansiaba leerlo, le atraía la frase “Manejos del corona-virus” bajo la foto del rey emérito de España, pero cuando más inquieto se mostraba él más incrementaba ella su parsimonia. En realidad, le importaba un bledo la información solo necesitaba un distractor al que asirse, y a falta de carnaza el juego con la puta, al menos, lo mantenía ocupado.

El juego dio su fruto, y una imagen le abdujo y le arrancó el alma de sus goznes haciendo tal estrépito que temió morir en ese instante. Allí estaba Gerard Yantil, su sombra, con sus zapatillas rosas en primer plano, cogido por la cintura por el emperador japonés y, de fondo, la torre-dragón de Marie-Louise Von Franz. ¡Qué humillación! Comprensión y rabia cabalgaron juntas desde las tripas hacia la garganta. Comprensión tomó la bifurcación hacia el cerebro. Pero antes de que llegara, Gerard sabía no solo el porqué de las incesantes miradas, portadoras de desprecio, que se habían clavado en él toda la mañana sino el destino que le esperaba. Rabia cerró la garganta y pintó la piel de rojo carmín. El espejo del vagón le escupía imágenes trepidantes a un ritmo más veloz a medida que el calor de su faz aumentaba, tras el reflejo parecía la pantalla de un ordenador buscando histéricamente rostros en una base de datos.

Su analista le insistía que mirar crea la realidad o era que ¿la desvela? Nunca pudo ni entender ni adivinar que le quería decir su analista en este punto, ni tampoco entendía la pregunta de Marie-Louise von Franz “¿Uno se cura por su trabajo con el analista, poniendo voluntad en ello o se cura cuando el sí-mismo y el inconsciente deciden?”. ¡Tonterías! El calor se había congelado, el movimiento se había enlentecido. El espejo mostraba una única imagen estática, la de un enorme glande. Gerard ensayó movimientos con el rostro y el glande los imitaba, unos ojos muy abiertos le hacían vibrar al son de una tristeza profunda.

Despertó de súbito del agridulce juego, en que estaba ensimismado, con un flashback de la imagen del wáter donde había follado. Ni en sus más atrevidas fantasías sexuales pudo esperar una situación como la que vivió en aquel wáter, sin embargo, todo sucedió muy rápido y su alma no habitó en el templo de su cuerpo, ¡ni siquiera fue un objeto sexual elegido!, fue tomado por error, y su orgasmo fue tan intenso como frío. ¡No había follado desde hacía tiempo y algo es algo! Ella pareció disfrutar ¿Quién llenaba su vacío de acompañamiento? Gerard se sentía como la estatua de Príamo con el pene inhiesto siendo usado por ella, ¡dos criaturas que disipan la promesa del tesoro que tienen en sus sexos! Realmente nada extraño hoy en día pensó. Ahora se sentía violado por aquella ánima desconocida del wáter con más vergüenza que culpa y con rabia contra él mismo. Gerard se daba cuenta de que no había pasado nada distinto a su relación anterior, en aquella también era pasivo y ambos cabalgaron en una espiral autodestructiva hasta que ella se buscó una mujer para romper el ciclo. Había jurado no volver a emparejarse, mantenerse soltero y usar el sexo como arma de venganza. Era tanta la rabia que no podía sino canalizarla en fantasías. En la realidad le asustaba que se le pudiera escapar su pulsión y se comportaba como un tímido contenido sobre todo cuando empezaba algo de química como con la mujer del autobús.

Gerard intuía que se estaban dando señales inequívocas para replantearse las cosas: El viaje en bus a Madrid, la violación, el emperador, su último dibujo que tituló “DEANXIT-202002072051-AF” … todo le sacaba de su pasividad mortal y le forzaba a reaccionar. En DEANXIT… Gerard pensaba que había constelizado un aspecto de la relación con su ánima, solícita e implacable señalando algo que Gerard contempla con melancolía.

¡No podía seguir siendo un puer aeternus! La lucidez comienza el día que dejamos de creer en el ratoncito Pérez y en la factoría Disney. Así es cómo se las arreglan para controlarnos, nos cuentan que en la oscuridad hay dragones.

Recordó haber leído en algún sitio que ML Von Franz afirmó que lo que escribió acerca del puer aeternus era la superficie del complejo materno, y que Hamlet era la profundidad más oscura e insondable de este complejo. ¿Qué quiso decir Von Franz? Hamlet, sumido en sus reflexiones, recita uno de los monólogos más famosos de la historia, en la frontera difusa del “Ser o no ser”. La dicotomía del campeón de la duda se refiere a si es mejor la resignación o la lucha, encontrándose con las dualidades dicotómicas esenciales: justicia y venganza; razón y locura; destino y azar; realidad y ficción; honradez y maldad; responsabilidad y libertad. ¿El fantasma del padre asesinado es lo insondable del complejo materno?  ¿Será que tengo que matar al emperador japonés? Su invitación le turbaba, sentía temor ¿no querrá violarme también? Al menos el emperador parecía interesarse por su sombra a pesar del ridículo de las zapatillas. ¡Sin duda!, al llegar a Barcelona tendría que tomar decisiones.

Gerard se percató de que estaba solo en el vagón. ¿Cómo había pasado?  ¿Se habría ido la gente al confinamiento? ¿Era él el único negacionista del vagón? Tenía que admitir que no estaba atento a lo que ocurría en lo real lo que, al menos, era una forma de negación por negligencia. Pero, ¿por qué había sucedido? ¿Se habría acordado Felipe VI de los sacrificios que Mitridates Eupâtor ofreciô a Zeus Estratio, y habría pensado que sacrificándome-se basta para salir bien parado? ¿O sería el propio coronavirus motu proprio o mandado por Gaia quien lo habría provocado? Es evidente que el coronavirus es muy inteligente, muta con rapidez, está en el inconsciente psicoide intrínsecamente conectado a las fuentes arquetípicas. Si sigue así el proceso, pronto el coronavirus se hará autoconsciente, ¿y qué hará entonces? Algunos ingenuos bienintencionados creen que el coronavirus nos puede enseñar algo sobre la hibris humana, que aprenderemos sobre el cáncer del antropocentrismo, el neoliberalismo y la tecnolatría. ¡Basta de conspiranoias! En la oscuridad hay libertad cuando alguien la alumbra.

Se levantó inquieto a explorar el tren y fue consciente de que tampoco había nadie en el pasillo y de que, de un modo muy extraño, el tren circulaba a mucha velocidad por un paisaje ralentizado, insonoro, e impersonal que le recordaba al Paramo Rabanal en Colombia. ¡Se había pasado de su última estación! Mientras el sol recorría el último tramo antes de entrar en la Duat, sintió una suerte de identificación mística entre el tren y la barca solar y para no perderse en las ansiógenas caleidoscópicas imágenes desplegadas en su mente se aferró a su ritual preferido de recorrer lentamente la escala de números, uno, dos, … Un eterno instante bastó para iluminarle y disipar las dudas sobre lo que pasaba, una mueca sardónica se apoderó de su rostro, cogió la petaba del whisky y se la bebió de un trago en su último aliento.

Su conciencia clara, lúcida y fría, contempló los acontecimientos, su cuerpo inerte, el túnel, … No duró mucho el divorcio de los sentimientos. El alma se le encogió de avergonzante fracaso mientras se separaba del cuerpo. Una ola de rabia iluminó su conciencia y en la amargura del último pálpito supo que aún podía ganar y cuando sintió un tremendo empuje tuvo la certeza de que pronto iba a saberlo. ¿Qué sucede? ¿De dónde ha salido ese lirio?  ¡No puedo! ¡Tengo tanto frío! ¿Qué desea de mí esta bella sami?

 

En memoria de mi expaciente Ikertxo del que me llegó este relato en una carta fechada después de su muerte.

 

P.D. No puedo dejar de compartir que ayer mientras paseaba en el crepúsculo matutino mi calma quedó varada en la arena al contemplar la imagen de la foto mientras la imagen de Ikertxo surgía de súbito desde mis profundidades. Sigo tratando de dar sentido a la imagen, aunque mi tristeza intuyo es la de tantos seres que son forzados a existir y contemplar el ecocidio sintiéndose cómplices.  

[1] Relato de Gartxot.  

 

Mikel García García

 

Agosto 2020  

Alter ego

Alter ego

Mikel García Garcia 2010

Ejercicio escitura creativa

Para evadirse de la zozobra que le poseía, lanzó una fugaz mirada a la portada del periódico que su vecina de viaje no soltaba en toda la mañana, ¡menuda puta! sabía que ansiaba leerlo y cuando él se mostraba más inquieto ella incrementaba su parsimonia. No le importaba la información solo necesitaba un distractor al que asirse.

Una imagen arrancó su alma de sus goznes haciendo tal estrépito que temió morir en ese instante. Allí estaba su alter ego Gerard Yantil con el emperador japonés y sus zapatillas rosas en primer plano. ¡Qué humillación! Comprensión y rabia cabalgaron juntas desde las tripas hacia la garganta. Comprensión tomó la bifurcación hacia el cerebro. Pero antes de que llegara, Gerad sabía no solo el porqué de las incesantes miradas, portadoras de desprecio, que se habían clavado en el toda la mañana sino el destino que le esperaba. Rabia cerró la garganta y pintó la piel de rojo carmín.

El espejo del vagón le devolvía una imagen que trepidaba más veloz a medida que el calor su de rostro aumentaba, parecía la pantalla de un ordenador buscando rostros en una base de datos.  Se estabilizó en la imagen estática de un enorme glande. Gerard ensayó movimientos con el rostro y el glande los imitaba. Ensimismado en el juego acabó la imagen de su rostro en el wáter donde había follado. El calor se había congelado, el movimiento enlentecido, unos ojos muy abiertos le hacía vibrar al son de una tristeza profunda.  Ni en sus más atrevidas fantasías sexuales pudo esperar una situación como la que vivió en aquel wáter, sin embargo todo sucedió muy rápido y su alma no habitó en el templo de su cuerpo, el orgasmo fue tan intenso como frío, ¡tan cerca del culmen y que anhedonia! Ni siquiera fue un objeto sexual elegido, fue tomado por error. Sin embargo ella pareció disfrutar a su aire, seguramente porque pensaba que estaba con otro, sin enterarse de la falta de acompañamiento. Se sentía como la estatua de Príamo con el pene inhiesto siendo usado por la mujer, pero a diferencia del dios él no tenía ningún poder. ¡Qué situación alienante! ¡Qué desencuentro entre dos criaturas que tienen en la mano el tesoro más preciado y lo disipan! Realmente nada extraño hoy en día.

Gerard se daba cuenta de que no había pasado nada distinto a su relación anterior, en aquella también era pasivo y ambos cabalgaron en una espiral autodestructiva hasta que ella se buscó otro para romper el ciclo. Había jurado no volver a emparejarse, ser un soltero que usara el sexo como arma de venganza. Era tanta la rabia que no podía sino canalizarla en fantasías. En la realidad le asustaba que se le pudiera escapar y se comportaba como un tímido contenido sobre todo cuando empezaba algo de química como con la mujer del autobús. No había follado desde hacía tiempo. Ahora se sentía violado por la mujer del wáter y con rabia contra el mismo. ¡No podía continuar así! Intuía que se estaban dando señales en su vida para replantearse las cosas: El viaje a Madrid, la violación, el emperador,… todo le sacaba de su pasividad mortal y le empujaba hacia revitalizarse. Se daba cuenta de que estaba pensando de un modo distinto que antes, no se reconocía en ese estado pero le era grato. Sentía un cierto agradecimiento interno, incluso a la mujer que lo había usado. Le había inoculado, vergüenza, rabia,.. Multitud de emociones y fueran de una u otra índole eran vida. ¿Y el emperador? Su invitación le turbaba, antes sentía temor ¿no querrá violarme también? Al menos en esta ocasión era visto como el mismo, no se le confundía con otro. Eso le había inoculado el emperador: un reconocimiento a él mismo a pesar del ridículo de las zapatillas. Sin duda al llegar a Barcelona tendría que tomar decisiones.

Gerard se dio cuenta de que estaba solo en el vagón del tren. Se levantó y fue consciente de que no había nadie en el pasillo y que de un modo extraño el tren circulaba a mucha velocidad por un paisaje ralentizado, insonoro, que le recordaba a Gerona. ¡Se había pasado de estación! Una mueca sardónica se apoderó de su rostro, cogió la petaba del whisky y se la bebió de un trago.

 

Mikel Garcia Garcia