Experiencia de viajeros por Indonesia con los Tana Toraja
Experiencia de viajeros por Indonesia con los Tana Toraja
Viaje en la región de los los Tana Toraja, en Sulawesi, para participar de sus rituales funerarios. Relato con reflexiones y comentarios personales que surgen estimulados por lo que observamos. Información de aspectos históricos, costumbres, ritos y mitos. Algunas consideraciones sobre la cosmovisión Tana Toraja en relación a la muerte.
Mikel Garcia Garcia y Carmen Rodriguez González Octubre 2015
Presentacion viaje setiembre 2015
En la planificación previa a nuestro viaje a Indonesia en septiembre-octubre 2015, repasamos las costumbres antropológicas buscando aquellas que antropólogos, psicoanalistas, historiadores, investigadores, habían descrito en esas zonas,… Es lo que hacemos habitualmente en los viajes ya que un objetivo transversal de los mismos es aprender algo más sobre el alma humana y sobre nosotros mismos. Buscamos guías nativos de cada lugar que hablaran suficientemente castellano e inglés, en un viaje bastante privado, para dos, que nos permitía ajustar los planes de un modo muy flexible a lo que surgiera sobre la marcha. Teníamos claros algunos objetivos. En Sulawesi la etnia Tana Toraja y su cosmovisión en relación a la muerte, la etnia bugi en relación a los estudios sobre “el tercer sexo” y “cinco géneros” y en Bali conectar con algún sanador con el que poder tener una entrevista en inglés. Robert Oostvogels: The Waria of Indonesia: A Traditional Third Gender Role, en Herdt (ed.), op cit., 1995. Sharyn Graham: «Sulawesi’s fifth gender», artículo en la revista Inside Indonesia, de abril-junio de 2001. Estos son makkunrai (hombres femeninos) y oroané (hombres masculinos), calabai (mujeres femeninas), calalai (mujeres masculinas) y bissú (sacerdotes con características masculinas y femeninas). Son dificilmente comparables a las ideas occidentales de género. Efectivamente recogimos impresiones sobre el tercer sexo y estuvimos 90 minutos con un sanador en Bali, pero este escrito se centra exclusivamente en los Tana Toraja. La redacción es personal, con partes más completadas por uno u otro de nosotros, trata de relatar el viaje, lo vivido, las experiencias, reflexiones que te van surgiendo. En ocasiones, no siempre, hemos personalizado algunos comentarios o reflexiones indicando a quién de nosotros pertenecen, aportando información de experiencias previas, citas de autores, o lo que nos haya sugerido la experiencia que estamos describiendo. Se documentan algunas partes con material gráfico propio. También tratamos de hacernos preguntas, formular hipótesis,.. Y dejar abiertas muchas cuestiones. Es un escrito inacabado y la primera vez que publicamos algo, así en relación a un viaje, y con ciertas libertades literarias inspiradas en otros relatos de viajeros. Quedará hacer un trabajo posterior de elaboración más a fondo.
Mikel García García y Carmen Rodríguez González 26 Octubre 2015
¿VIVIR POR Y PARA LA MUERTE?
La muerte, el principal modo de subsistencia de Tana Toraja, es su fuente de vida. Todo el movimiento en torno a un funeral activa la economía de la región, y la muerte no entiende de crisis. Las montañas las habitan los muertos y los árboles tienen pequeñas puertas que velan cadáveres de bebés fallecidos prematuramente. Las sangrías públicas son motivo de festejo y alegría y de los ataúdes cuelgan huesos y cráneos desvencijados. Una cultura tan lúgubre como hermosa, que se ha convertido en el reclamo turístico de Sulawesi. Flotan las casas y flotan las tumbas. Sarcófagos de madera colgados de cuevas, nichos esculpidos a golpe de cincel en las paredes rocosas en cementerios verticales en Lemo y Suaya, o ataúdes ocultos en las galerías relamidas por el tiempo en las entrañas de la tierra en Londa. Lo macabro de las cuevas llenas de calaveras peladas enmohecidas en contraste con la belleza de su entorno. Escenas idílicas de la vida cotidiana en el campo de Sulawesi: artesanos a pie de carretera trabajando la madera para unos ataúdes en forma de lágrima o los bustos de búfalo que adornarán las casas. Una fórmula constructiva, decorativa y formal, depurada y estilizada se puede repetir hasta el infinito sin cansar al personal. Y campos y bueyes pastando o embarrados hasta las cejas en los barrizales. Y tumbas cinceladas en gigantescas rocas al margen del camino como por casualidad. Gente que se desplaza, de un lugar a otro, montada en una moto….
El pueblo Toraja tiene uno de los rituales funerarios más complejos en el mundo Tana Toraja es una regencia de Sulawesi en Indonesia, una región montañosa pintoresca que es el hogar de un grupo indígena conocido como los Torajans. Para el pueblo Toraja, la vida gira en gran medida alrededor de la muerte, pero no en un sentido morboso. Para ellos, un funeral es una gran celebración de la vida, como una fiesta de despedida, y es una ocasión en la que toda la familia del fallecido, y todos los miembros del pueblo participan. Sus antiguas tradiciones implican costumbres funerarias que se han practicado durante muchos siglos y que se sabe que son las más complejas tradiciones funerarias en el mundo.
La población de la Toraja es de aproximadamente 650.000, de los cuales 450.000 viven todavía en la regencia de Tana Toraja («Tierra de Toraja»). La mayoría son cristianos, otros son musulmanes, y una minoría aún conservan las creencias locales conocidos como Aluk Todolo («Camino de los Ancestros»), que son más visibles durante las festividades funerarias y costumbres funerarias. Toraja es un vergel amable cuyo horizonte aparece moteado por el desparpajo de las cubiertas de sus poblados que asoman entre trozos de jungla. Casas -conocidas como Tongkonan- que flotan sobre pilotes de madera, adornadas con coloridos motivos geométricos figurativos que evocan al búfalo de agua -su animal totémico por excelencia-, con de techos gruesos de bambú, suspendidas a varios metros de altura sobre pilares, fachadas de marquetería pintada a mano con grecas, cenefas y motivos animales y un búfalo de madera que corona la entrada. Aquí conviven todos los miembros de la familia, incluso los difuntos. El búfalo jamás trabaja, se le alimenta y cuida, y tiene asignado una persona para que lo pasee.
Cuenta la leyenda que los Torajans fueron los primeros que se adentraron en Indonesia, antes llamada Bahasa Malayu (debajo de Malasia) en 1928 tomaron su nombre actual, Indonesia (indo de indochina y sia, significa muchas islas). Unas embarcaciones emigraron de Indochina rumbo al sur, tras su paso por las costas de Malasia se adentraron en Sumatra donde conocieron a la tribu de los Batak y decidieron que más tarde llegarían a la costa este de Sulawesi. Hace 25 generaciones venían desde la isla Pongo y remontando el rio Sungay y Sadan arribaron a las entrañas de esas tierras. Al no poder arribar con sus canoas Lembang tuvieron que dormir en sus embarcaciones con la quilla hacia arriba para protegerse. Desmontaron sus barcos y llevaron sus maderas tierra adentro hasta las tierras más fértiles, para más tarde convertir las maderas de sus embarcaciones en su nuevo hogar.
Antes del siglo XX, los Torajans vivían en aldeas autónomas, donde se practicaba el animismo, la visión del mundo en la que las entidades no humanas, incluidos los animales, las plantas, y muchas veces incluso objetos inanimados o fenómenos poseen una esencia espiritual.
Los primeros navegantes portugueses llegaron en 1511 a la actual Makasar: y denominaron el paraje como espada de hierro, Un enclave bien situado en la ruta de las especias. En 1596 Hoffman con un ejército holandés entró en Sulawesi.
Eran relativamente inmunes al mundo exterior hasta que los misioneros holandeses llegaron a intentar convertir a los montañeses toraja al cristianismo. Sin embargo, incluso los que siguen otras religiones en Tana Toraja, todavía convergen cuando se trata de antiguas costumbres funerarias. Así que lo típico hoy es ver iglesias junto a tongkonans. Y coexisten varios tipos de cementerios que recogen tradiciones animistas o cristianas.
Existió el canibalismo, buscaban la cabeza del guerreo para incorporar su esencia. También ha entrado la magia negra. A veces se roban huesos para utilizarlos en rituales de magia negra. Cuentan las leyendas que el poder de los huesos ha malogrado a muchos ladrones, en una creencia similar a las maldiciones de los profanadores de tumbas egipcias.
En 1941 Indonesia fue invadida por Japón y a lo largo de toda la ocupación, la población civil fue víctima de numerosas masacres. Cualquier intento o simple sospecha de sublevación ante los nipones era aplastada brutalmente, hubo numerosas ejecuciones y realizadas de manera muy cruel. Los japoneses, preocupados por la defensa militar del país, seleccionaban a jóvenes y niños que eran sacados de sus aldeas y forzados a trabajar. Eran los llamados “romusha“, trabajadores que vivían en condiciones de esclavos. Algunos de ellos seleccionados y deportados a Thailandia, Birmania, Malasia.
A pesar de lo intrincado de la historia reciente como la invasión japonesa en la segunda guerra mundial genocida en la zona, y la posterior recolonización por los holandeses tras la derrota japonesa, su cosmovisión de la muerte no solo no ha sido reducida sino reconocida. Según la UNESCO, la cosmología Torajan representa una antigua cosmología común a las comunidades del sudeste asiático pre-estatales que ahora está desapareciendo.
La independencia de los holandeses fue en 1949 creándose la nación Indonesia. La independencia fue orquestada por la unión entre diversas etnias, comunidades, el aporte del partido comunista indonesio, y del líder nacionalista, el general Sukarno, que se convirtió en su primer presidente.
Este gobierno sería destituido en 1965 cuando el general Suharto dio un golpe de estado y muchos de los miembros y simpatizantes del partido comunista fueron perseguidos y asesinados. El PKI era el mayor partido comunista aparte de los de la URSS y la República Popular China. Su creciente influencia incomodaba a Estados Unidos que propició una durísima represión.
A pesar de los años pasados, es un hecho histórico vigente en la memoria colectiva. Muy poca gente se atreve a hablar de ello por temor a represalias. Los verdugos y sus familias siguen disfrutando de cargos en el poder e incrementando su riqueza con todas las formas de delincuencia organizada, incluida la deforestación ilegal. Considerándoles responsables de la quema de tierras para el interés de sus actividades empresariales en el negocio de la madera y el aceite de palma.
Se asesinó a más de medio millón de personas. Estos hechos se recogen en los documentales de Joshua Oppenheimer “The Act of killing“ y “La Mirada del silencio“. En el primero, los verdaderos ejecutores describen los crímenes: cómo se llevaban a cabo las detenciones, torturas y muertes. Sorprende la manera en que estos improvisados actores, puerilmente, entre risas, escenifican las ejecuciones. En el segundo documental, el hermano de uno de los jóvenes perseguido y asesinado, recorre aldeas visitando a los asesinos y a sus jefes y aquellas personas que participaron en las muertes. El periplo resulta estéril respecto a su objetivo: recibir una disculpa. Podemos ver cómo estos líderes y miembros de los escuadrones de la muerte se defienden ante la cámara, algunos incluso profieren amenazas. Vemos que en sus familias, los integrantes masculinos, también niegan los hechos. Sólo dos mujeres piden perdón al protagonista reconociendo el sadismo y la brutalidad de lo que pasó.
Llama mucho la atención que sólo esa parte que representa lo femenino en esa sociedad se sienta conmovida ¿Sería esto un inicio de reconocimiento? Por el momento no se ha elaborado nada de lo que ocurrió. Podría volver a producirse. Existe el riesgo mientras no se confronte con la destructividad a la que se dejó rienda suelta. Sería necesario que cada individuo, con su familia, considerara su responsabilidad en lo ocurrido.
En los documentales, los asesinos cuentan que tras los asesinatos bebían la sangre de sus víctimas, lo cual es una forma de canibalismo. Lo justifican diciendo que esto los hacía más fuertes, incluso más longevos. Ellos dicen también que beben la sangre para no volverse locos. Lo que podría ser indicativo de una cierta conciencia de la maldad de sus actos, pero que no sólo no pueden reconocer sino que la niegan reforzando el acto mágico del canibalismo, ingieren a la víctima y “viviendo en ellos no la han matado”. Una grandiosidad “narcisismo maligno” destinada a ocultar y bloquear la vulnerabilidad, es decir, un acto psicopático, en el que la escisión niega la pérdida y el “otro” no existe. Seguramente el recurso al canibalismo indica que ya en la cultura existía la práctica, como hemos mencionado antes, y que el mecanismo psicopático lo ha utilizado como recurso.
¿Vivir por y para la muerte? Parece ser que sí, parece ser que en la tierra de los Toraja uno se pasa la vida como el faraón, pensando en el día que se muera y en todo lo que habrá que dejar dispuesto: el ataúd, la tumba, los preparativos, las estatuas, los sacrificios Pero a diferencia del faraón, el muerto queda en el espacio de la casa durante un período. Toda una vida pensando en la muerte de uno, y toda la vida pensando en la muerte de tus mayores a los que deberás honrar. En ahorrar la fortuna necesaria para que el funeral esté a la altura de la posición social de la familia.
La entrada al territorio Toraja está bien señalizada, una enorme construcción Tongkonan entre cuyos pilares transcurre la carretera marca la entrada. Esta puerta está precedida por un macizo montañoso escarpado, con acantilados y rocas totémicas, donde sobre todo se remarca el elemento de Montaña femenina Erotic Mountain” en el monte Buttukabobong, una formación rocosa cubierta de vegetal que remeda la forma de un gran vagina, que se muestra clara, sin pudor, a los ojos del viajero y para cuya mejor contemplación han construido un mirador enfrente.
“Polvo eres y en polvo te convertirás”. Si todo hubiera quedado así la cristiana Tana Toraja sería otra, pero no, todo allí gira en torno a la muerte y es fascinante el hecho de que estas aparentes sombrías costumbres florezcan precisamente en un entorno tan exuberante rodeado de colinas cubiertas de junglas, de bosques de bambú y de claros con terrazas de arroz escalonadas, salpicados de pedruscos oscuros volcánicos, que parecen “huevos fósiles” pues transmiten vida en potencia. Casas cuyas cubiertas se pliegan al cielo como las cornamentas de los búfalos o como la quilla de los barcos. Unas casas que lucen orgullosas en sus fachadas la colección familiar de cuernos de reses sacrificadas en el pasado como muestra de su estatus económico y de su prestigio social en la aldea.
CREENCIAS TORAJA
COSTUMBRES FUNERARIAS ÚNICAS
INMEDIATAS A LA MUERTE, ANTES DEL FUNERAL
Cuando un Torajan muere, se requiere que los familiares de los fallecidos lleven a cabo una serie de ceremonias fúnebres, conocidos como Rambu Soloq, a lo largo de varios días. Durante este tiempo, el fallecido no está enterrado, pero es embalsamado, antes con preparados herbales, conservandolo con hielo o con nitrógeno y actualmente inyectando formol en sus venas. Antiguamente el cadáver era colocado en la cocina de la casa con una caña hueca clavada en el suelo atravesando su cuerpo a fin de que los fluidos corporales abandonaran esta lo antes posible. Estas técnicas requieren personas especializadas en esos menesteres. El cadáver se coloca vestido o envuelto con sudarios en una de las habitaciones de la casa tradicional bajo el mismo techo con su familia. Hasta que las ceremonias fúnebres se han completado, la persona no se considera realmente muerta sino que simplemente sufre una enfermedad. El pariente muerto se denomina «una persona que está enferma» o «el que está dormido». Sorprendentemente, esto incluso hasta pasados varios años después de la muerte, dependiendo de cuánto tiempo le toma a la familia recaudar dinero. Durante este tiempo, el difunto está simbólicamente alimentado, cuidado y es una parte muy importante de la vida de su familia. Sigue “viviendo” y compartiendo espacio con el resto de la familia. Se sienta al lado en las comidas, presencia alguna boda e incluso duerme con el viudo o la viuda. Es costumbre cuando alguien acude de visita a la casa pasar también a saludar al difunto y despedirse de él al término de la reunión. Morir para los Toraja es pasar a existir a otro plano, distinto del nuestro pero en estrecho contacto: nadie se fue, todos siguen aquí. Están para quedarse y para influir –para bien o para mal- en la vida y los destinos de los vivos. De acuerdo con el antiguo sistema de creencias Toraja, el espíritu de una persona muerta debe regresar a su pueblo de origen. Así que si una persona murió en un viaje, la familia debería ir al lugar de la muerte y acompañar la vuelta a casa del difunto, caminando de vuelta a la aldea. Cuenta la leyenda, que los habitantes de Tana Toraja eran temerosos de morir lejos de su lugar natal, ya que la dificultad de los caminos obligaba a contratar a un mago que los resucitase para que ellos mismos anduviesen hasta su propia tumba.
FUNERAL TORAJA
“Un gasto enorme en cada ocasión, pero parece que existe un equilibrio apropiado en la distribución de la riqueza, teniendo en cuenta la dimensión temporal, los pudientes acumulan plusvalías económicas. La función que si cumple es la de mantener y reforzar su estatus al cual también están esclavizados. Dudo sobre si tanta carne de golpe no pueda suponer un exceso alimentario que genere problemas, pero quizás todo depende de hasta dónde se distribuya y qué le toque a cada uno. Hace décadas en nuestros caseríos se mataban cerdos cuya carne y grasa duraba y se repartía mucho sin producir acúmulos” (Mikel) “Y en la mayoría de pueblos españoles, cada año por San Martín, en casi todas las casas se mataba el cerdo, se repartía y servía de alimento para todo el año. Los famosos mantecados, en Estepa, un pueblo de Sevilla, tienen su origen en la intención de dar salida al excedente de manteca de cerdo, que se producía con la matanza de todos los inviernos.” (Carmen)
Lo que te venden los guías es que no puedes asistir a un funeral por tu cuenta. La realidad es que sí. Simplemente, mediante el hostal, la oficina de turismo o algún viajero te informas del lugar con celebraciones para los próximos días y al llegar a la plaza del pueblo, averiguas la familia anfitriona, le ofreces tu regalo generalmente azúcar o cigarrillos, y a cambio te invitarán a sentarte en la caseta VIP de bules (extranjeros blancos etimológicamente “albino”, no tiene un uso peyorativo) desde donde podrás ver todo lo que pasa en la plaza, te servirán té o café, dulces y algo de nasi campur (arroz con verduras, carne y/o pescado) de picoteo. Sin embargo todo se facilita si tienes un guía y, como en nuestro caso, un chófer que conocía a la familia anfitriona y sabía en qué día del funeral estaba la celebración. La ceremonia tiene cuatro períodos o días claves
- Primer día: Napalau
- Segundo día
- Tercer día
- Cuarto día. Enterramiento.
Primer día: Napalau
Segundo día
“La esencia secreta de la naturaleza no pertenece al arte. El poeta miente demasiado. El arte es, en Nietzsche, metáfora total del Anticristo. El arte que Zaratustra quiere es arte pagano. Este arte adora las apariencias, concibe a los dioses únicamente en su proceder en el mundo, por lo tanto, como felices azares o combinaciones, sujetos al cielo cósmico común. “Creería sólo en un dios que supiese danzar” está escrito en el Zaratustra” (Mikel).
Las matanzas de sacrificios. Esta parte de la tradición Toraja no deja de provocar sensaciones encontradas. Se puede apreciar la manera natural en que ellos lo viven. Los hombres son los encargados de la matanza, mientras las mujeres se dedican a cocinar y servir. Los búfalos son respetados y codiciados, siendo símbolo de opulencia. Están de pie, cogidos por un anillo en el hocico, esperando su turno, su posición es digna. Sin embargo, los cerdos son apelotonados a pleno sol, arrastrados, dejados en cunetas, sujetos a cañas de bambú, atados, sin poder moverse y muchas veces chillando. No vimos a nadie maltratarles pero estaban abandonados a su suerte en la espera, captándose su sufrimiento.
“Recordaba la época en que trabajé en una fábrica de embutidos. Los sábados matábamos 200 cerdos. En aquella época el maltrato animal no se tenía en cuenta, yo me lo pasaba mal. Sin embargo en esa escena Toraja no llegaba a sentir tanto malestar como en la fábrica. Sobre todo porque el momento concreto de la muerte era rápido y limpio, una puñalada directa en el corazón atestada por un solo hombre. En la fábrica había un trato más vejatorio. También es más ligero que en las matanzas en caseríos donde se sostiene al animal entre varios hombres, para que el matarife clave el cuchillo en la yugular y lo desangre. Hay mucha tensión previa, nerviosismo, temor a la reacción del animal que pudiera escaparse, la escena dura mucho y es tensa” (Mikel). “Ese contraste enorme entre la alegría de los humanos junto al sufrimiento de los animales, la vida que fluye en unos alimentada por la que se arrebata a otros, no me evoca crueldad ni nada parecido al vitoreo y aplauso de la plebe que presencia ajusticiamientos o quemas de brujas en hogueras, en esos casos todos los presentes están muriendo. Lo que nos toca del sufrimiento es su falta de sentido, lo que nos hace esclavos y mata es su sinsentido. Vivir implica ubicar el sufrimiento en su punto adecuado para el despliegue de la conciencia. El veneno es la ignorancia. ¿Incluir en el rito una mirada de agradecimiento al animal que va a ser sacrificado por su sacrificio no le daría aún más sentido? ¿O eso sería una irrupción rompedora de un estado de participación mística colectiva que no se pueden permitir en el rito? Disimuladamente, tras el objetivo de la cámara, pude mirar con ternura y agradecimiento a un cerdo en el momento de ser apuñalado” (Mikel). “¿Existe consideración hacia el animal en estos ritos? ¿Qué tipo de relación se mantiene con él desde que se le cría hasta que se le da muerte en el funeral? ¿Hay un reconocimiento hacia el animal y la colaboración que presta para el rito? ¿Podríamos comparar esta actitud con la que se tiene en occidente con los animales en las fiestas?” “No conocí en profundidad a los toraja, pero en los campos, se les veía comportarse de forma muy natural con los animales, en los funerales, no estoy segura de si llegan a preguntarse sobre si el animal sufre o no. Pero sí percibo algo distinto de lo nuestro, pues creo que se ha perdido el papel original que podía tener el animal, que servía a las tradiciones siendo respetado y que ahora se ha convertido, en general, en un deseo de triunfo humano sobre él, con intención de controlarlo y dominarlo.” “El animal, simbólicamente representa nuestro instinto y la manera en que nos relacionamos con él. En ocasiones cuando aparece en los sueños con un animal este deseo de control y dominio, expresa un complejo de poder, tras el cual existe una dificultad para escuchar y entablar relación con nuestro propio instinto. (Carmen)”
El alma de estos animales muertos en el funeral son psicopompos que llevarán en volandas la del fallecido a la vida eterna junto a todos los animales muertos en todos los días de la ceremonia funeral. La gente Toraja cree que la persona fallecida necesitará los búfalos para hacer el viaje a Puya, al mundo de las almas, así que los cadáveres de los búfalos, incluyendo sus cabezas, se alinean en espera a la persona fallecida para marchar al más allá. Hemos visto hacer lo mismo con las cabezas de los cerdos. El olor metálico de la sangre se huelo poco en medio de la cantidad de preparaciones que se realizan alrededor: bebidas con y sin alcohol, verduras, otras carnes. Pero inevitablemente se pisa al deambular por el terreno. La sangre copiosa y esparcida sin cortapisas, es omnipresente y también se puede beber en cañas de bambú para adquirir la fuerza de las bestias. Actualmente está función es más reservada a unos iniciados y al chamán oficiante, y se sustituye por otras bebidas. Allí nos ofrecieron “balok”, un fuerte vino de palma que probamos directamente en cañas de bambú. No estaba muy bueno, demasiado ácido, ¡si no se bebe en fresco se oxida y avinagra rápidamente! Pero seguramente no pretenden la calidad del brebaje sino medirse con la sangre de la palma. Y mientras tanto allí, desde lo alto de una estructura, el cuerpo del fallecido vigilando su festejo. Físicamente metido en su ataúd pero con el alma preparándose para caminar al cielo como ellos querían. Apenas un par de metros más allá, la voz de un “speaker” salía a todo volumen por unos altavoces como si de una verbena de pueblo se tratara. El locutor gritaba nombres de invitados, su procedencia, obsequios que habían traído a la familia… Junto a él, en otra de las estructuras que la familia ha de construir para la fiesta, varias personas cortaban la carne de los animales ya sacrificados. Otros ayudantes chamuscaban la piel de los cerdos y preparaban la comida con la carne de cerdos y búfalos. Ataviadas con sus mejores galas, las mujeres de las distintas tribus llevan altos zapatos de cuña, a pesar de lo irregular del terreno. Muchas de ellas cargan cacerolas con exquisitas preparaciones que han traído desde sus aldeas, las que entregan a los familiares de los festejados en procesión. Si asomas por la cocina verás que no sólo es centro de trabajo, también punto de reunión sobre todo de mujeres, que hablan de sus cosas, hacen bromas y ríen. Te sientes bien observándolas en esta actitud abierta, sin recelos, rivalidades ni competencias. Eres extranjera pero te acogen de manera natural, te ofrecen dulces, rollitos de arroz envuelto en hojas. Puedes conversar con alguna de ellas en inglés, te preguntan por tu origen, dónde vives, si tienes marido, si tienes hijos. No parece un intencionado interrogatorio, es su manera de darte la bienvenida, te reciben y te incluyen como una más de sus relaciones. Más allá, los hombres, enfundados en sus sarong, realizan danzas tradicionales en un gran círculo y, a pesar del griterío que tienen los chanchos a punto de pasar a mejor vida, nada parece capaz de acallar los cánticos. Afuera, en los alrededores de cada actividad, siempre están los niños curiosos. Se acercan, exploran, quien jugar. Si los tocas, o haces cosquillas, se ríen, si juegas a perseguirles siguen el juego. Algunos con sus ropas de juego, otros con trajes ceremoniales para el desfile y las procesiones que hacen los visitantes. A los niños les gusta fotografiarse y, cada vez que pueden, se acercaban a mí y con señas me pedían que les hiciera a un retrato, que luego querrán ver en la pantalla de la cámara. Si lo haces acaban viniendo más y no se cansan de poner posturas,… cuando tienes que cortar tú, porque ya es suficiente, lo aceptan bien. No son pesados. Ningún adulto les ha frenado.
Todos los estímulos citados chocan mucho con lo apolíneo que es lo que nuestra cultura nos propone como lo adecuado. Shiva-Dionysos, sin embargo, ‘liberan’ las propias formas de la lógica del sentido. En este cosmos, del eterno retorno, del tiempo del funeral rito, el ritmo está totalmente al servicio del singular evento que nada esconde: ningún fundamento, sustancia, sujeto, o más allá del sujeto, y que a nada alude. Por eso es difícil de soportar y pone en crisis al espectador, al convocarle a dejar fluir lo escondido o a arrastrarle hacia ello quiera o no quiera. La idea del aforismo nietzscheano, de que la hegeliana muerte del arte apolíneo no es más que el efecto de la disolución del cosmos teofánico, transmutando la manifestación del dios en algo humano, o incluso, demasiado humano. (Mikel).
Tercer día
4 día o fase. Enterramiento. Tipos
“Un encuentro con una pareja de viajeros de Vitoria, frente al árbol que simboliza la fusión del lactante con la naturaleza viviendo en ella, evoca otro tótem: el Gernikako Arbola, roble que simboliza las libertades de los vascos. También es difícil situar este respecto a su masculinidad o feminidad. ¡Unas palabras con ellos y agur!” (Mikel)
Queda el desarrollo más a fondo de este tipo de enterramiento: árbol de la vida que haremos en el apartado reflexiones. Sólo unos pocos toraja, cinco familias, siguen la tradición de los rante. Se lleva a cabo el mismo procedimiento ceremonial: embalsamamiento, sacrificio y enterramiento; pero, además, se coloca un enorme megalito en la parte central del tongkonan: el rante. Al igual que los tau tau. Son panteones familiares y conllevan un sacrificio de hasta 537 búfalos por megalito, es por esta razón que solo los nobles tienen acceso a las tierras y hoy en día es una tradición que se está perdiendo.
Encuentro fortuito
“No podía evitar sentirme incómodo como extranjero fotografiando un ritual tan íntimo, pero comprobar la trivialidad con la que los asistentes abordaban el proceso, me hacía entender que no distorsionaba. Había personas ofreciendo cigarros y café a los presentes” (Mikel) “Llegamos a una colina donde había una construcción de madera en la que se iba a poner el féretro. Me acerque a una mujer, que se apartó al ver que quería fotografiar la foto de la difunta y que parecía un familiar cercano, para saludar y transmitirle el respeto a su ceremonia, y que más allá de fotografiar y documentar lo que pasaba, me hacía cargo de lo que estaba pasando. Era la hija de la difunta, vivía en Holanda y hablamos en inglés. Me contó que había muerto hacía 8 meses. Al decirle que soy médico me relató que era una mujer fuerte con malaria crónica y que se le diagnosticó un cáncer linfático. La hija trató de coordinar desde Holanda interconsultas médicas entre los médicos indonesios y los holandeses tratando de buscar tratamientos eficaces. Parece que el hígado no soportaba la situación por su degeneración por la malaria y que no se pudo hacer nada. Sin embargo me expresaba sus dudas sobre si habría hecho lo suficiente o pudiera haber hecho más. Da igual estar en una medio rural vasco, indonesio, nicaragüense, o en una gran cuidad de cualquier parte del mundo, ante la muerte, a los vivos se les mueven sus dudas, su psicología. Captaba en esta mujer una cierta culpabilidad quizás porque estaba lejos, en un estatus elevado en un país desarrollado, y pudiera querer compensar con su acción su falta de presencia física. Solo podía reforzarla en la convicción de que el diagnóstico, pronóstico y su actuación habían sido los correctos, y a eso me dedique un poco, dándole explicaciones convincentes, y mientras me escuchaba hablar pensaba “el fin justifica los medios, si hay que hacer un relato que llegue tiene que ser un logos que penetre investido de eros” y estaba atento a si el relato la calmaba. Pareció que sí y nos despedimos con el mamaste con la mano derecha en el corazón.
El encuentro con esa mujer me dejó pensativo sobre la efectividad de los ritos Toraja respecto a la resolución de los duelos. Desconozco si ella era cristiana y alejada del animismo Toraja. En mi experiencia con otras culturas animistas he visto formas más eficaces de resolverlo, los yanomami” (Mikel)
Ma'Nene
CEREMONIA INAUGURACIÓN DE UN NUEVO TONGKONANS
En la aldea Erodon. Es una ceremonia de la alegría, el polo opuesto al de la tristeza que es el de las ceremonias funerales. Se hace mucho menos. El tongkonans inaugurado era para uso de la comunidad.
Nuestro guía, cristiano, no podía asistir el mismo día a esta ceremonia de la casa y a una ceremonia funeraria, se lo impedía Aluk Todolo. Los misioneros holandeses toleraron las ceremonias funerarias y trataron de prohibir las de la alegría.
El ambiente era muy parecido al de la ceremonia de funeral, respecto a que también había muchos sacrificios, pero en esta solo de cerdos. Especialmente uno colocado en un palanquín que presidía la plazoleta, con un nombre escrito en el lomo con tiza blanca, era muy grande y viejo con colmillos bien desarrollados y retorcidos. El palanquín estaba adornado con flores.
Fue el primero de la matanza y luego se sacrificarían unos 100 más.
La gente estaba más desinhibida que en la del funeral, muchas mujeres me pedían que les hiciera fotos y posaban con coquetería. Las mujeres mascan betel, los hombres fuman tabaco. Vestían ropa colorida y diversos adornos.
Sentado entre los familiares cercanos, un hombre anciano hojea un cuaderno apaisado y parece rememorar personas y anécdotas de la vida. En sus manos el árbol genealógico recoge detalladamente en anagramas a todos los miembros de la familia actual y sus antepasados.
A primera vista, como observadores externos, parecería que esta escena es un ejemplo de que la relación, y el vínculo, siempre están presentes, de que la conexión con el pasado que conforma el presente, la muerte y la vida permanecen en el espíritu de todos y trasciende a la realidad expresada en estas situaciones. Tendríamos que preguntarnos si esto es realmente así o es una apreciación provisional nuestra. (Carmen)
“Este es el único momento en el que se me impide acceder a lo que pasa. Me quiero relacionar, ver el libro, apreciar el árbol genealógico, pero se apartan, lo colocan de modo que no puedo observar las hojas, y me hacen sentir que sobro. No me echan ni emiten señales agresivas, lo hacen con delicadeza, con un mensaje diáfano. Siento que tienen en sus manos la esencia del clan, el linaje de sus sujetos, y lo protegen, ¿temen de algún modo que mi presencia distorsione algo? ¿Me viven como una amenaza, les cuesta integrar a otro vivo que no es igual que ellos?, ¿temen que les arrebate algo con mi mirada o mi objetivo fotográfico? ” (Mikel).
Nos dieron de comer, de una variedad grande de platos. En gran parte de Indonesia el animal estrella es el ayam (pollo) y el ikan (pescado). En Sulawesi se come carne de lo más exótica, siendo el murciélago y por supuesto, el búfalo, los más típicos. No sabíamos que estábamos comiendo y era difícil reconocer los ingredientes por las especias. Pero todo estaba sabroso. Apareció una orquesta infantil de unos 35 niños y niñas de 9 a 12 años. Tocaban flautas de bambú caseras, les dirigía un adulto y eran acompañados por dos adultos más con instrumentos de percusión. Estaban por allí el gobernador y su mujer en campaña electoral, y colocaron al nieto para que cantara con la orquesta. Me encontré con cuatro viajeros de Pamplona que viajaban por su cuenta, dos parejas experimentadas en viajar por el mundo. ¡Una sorpresa! Charlamos y compartimos impresiones de lo que habíamos vivido en el viaje.