Reflexiones sobre la cultura Tana Toroja

Función de la cosmogonía sobre la muerte en los Tana Toraja

Los Torajans tradicionalmente creen que la muerte no es un evento abrupto repentino, sino un proceso gradual hacia Puya que es la tierra de las almas, o más allá.

Funeral Primer dia

No es sencillo comprender el sentido y la función de los rituales funerarios y de su concepción de la muerte, y menos inferir para qué les sirve o que funciones cumple en su cosmogonía. Hay aspectos que chocan, que atraen o que provocan extrañeza y/o rechazo, por lo que existe el riesgo en quedarse en lo concreto sin poder separarse. Su cultura lleva ya más de siglo y medio impregnada del cristianismo y con influencias musulmanas lo que ha producido cambios e incluso modulado el relato de algunos mitos.

Lo que parece más adecuado es empezar por revisar algunos de los elementos que parecen más relevantes, situándolos en una perspectiva extensiva, amplificándolos con referencias que nos son más familiares.

Los datos de esa revisión integrados con la información recogida en la experiencia directa de convivir con ellos, podrán ir aclarando algo más y permitirán proponer alguna hipótesis provisional o conjetura posible, que formule, en forma de proposición afirmativa, una explicación viable al sentido de los rituales en los Tana Toraja.

Para un proceso de validación de la misma, contrastaremos esa hipótesis con rituales y costumbres funerarios de otras culturas

Y de ese proceso podrá verificarse, o no, la hipótesis.

Loe elementos fundamentales a revisar, a continuación, son tres apartados a) algunos mitos y creencias Tana Toraja; b) rituales especialmente llamativos en su cultura; c) Estudio de Tau Tau.

Mitos y creencias en los Tana Toraja

La religión animista politeísta, es Aluk Todolo. ALUK, o «el camino» (a veces traducido como «la ley»). Al principio, cielo y la tierra se casaron, luego hubo una oscuridad, una separación, y finalmente la luz. De esa unión surgieron tres deidades. De ellas ocho principios claves (el ocho es importante en oriente, pero también en el ogdóala de los egipcios). El mito de la creación para los toraja, consistió en el descenso en Rante-Kombola del primer ser humano, a través de una escalera de piedra, después los dioses la rompieron. Las escaleras luego fueron utilizadas por éstos como medio de comunicación con Puang Matua, el Creador. Creen en tres deidades que se ocupan del orden del cosmos, y creen en Tomepalipuan o las almas de los antepasados, que cuidan, atienden y bendicen a sus parientes.

El sistema de creencias Aluk Todolo todavía rige la vida de la sociedad, como lo demuestra la cosmología Toraja, ceremonias, arreglo de liquidación, las casas, las decoraciones, el papel del búfalo de agua, y por supuesto, las costumbres funerarias. Los Torajans consideran que cuando alguien muere, éste alcanza el paraíso y se convierte en semidios; después vuelve para proteger a su familia. Inculcan estos valores a los más pequeños, quienes tienen claro que deben ahorrar toda su vida para costear el funeral de sus padres, tener muchos hijos que les paguen el suyo propio y de esta forma proteger a la familia.

Al principio, cielo y la tierra se casaron, luego hubo una oscuridad, una separación, y finalmente la luz.

Este mito recuerda la oscuridad mitológica del érebo griego, el casamiento de Eros y Psique y por extensión el sentido profundo de la boda alquímica.

Érebo significa oscuridad, sombra surgida del caos en el mismo momento de la creación, según Hesíodo o de Cronos y Ananké en la tradición órfica. Su hermana Nix, la noche, entendía la sombra de érebo cubriendo la luz del éter mientras que su hija Hemera, el día, quitaba la oscuridad. Es muy interesante pues que en muchas cosmogonías la oscuridad precede a la luz. En el mito de la creación egipcio, en el principio del tiempo tan sólo existían inmensas masas de aguas turbias cubiertas por absolutas tinieblas, una oscuridad que no era la noche, pues ésta no había sido creada todavía, era el océano infinito conocido por los egipcios como el océano primordial Nun, que contenía todos los elementos del cosmos, lo mismo que en las explicaciones sobre el origen del universo. Después de un período del bing bang en el que la materia llega al horizonte de sucesos, los fotones se liberan de la gravedad y aparece la luz. La luz tiene un proceso de generación y convive con la energía y la materia oscura llenado el cosmos.

Algunas religiones creacionistas como la cristiana otorgan a dios ese trabajo, la luz surge cuando separa las tinieblas. Para otras cosmologías la luz surge con un trabajo humano de iluminar la sombra, y eso es un proceso doloroso, largo, incierto y complicado de varios trabajos a realizar. Tiempo de constitución o epigénesis de los arquetipos derivados de los modos como esos trabajos se han ido pudiendo realizar, y que finalmente operan como una información instintiva del inconsciente colectivo. Los antecesores, los padres, son, portan la oscuridad y la extienden, el hijo es quien ilumina o no cuando hace su trabajo.

Según la historia, inmortalizada por Apuleyo en su Metamorfosis (El asno de oro). Psique era la menor y más hermosa de tres hermanas, hijas de un rey de Anatolia. Afrodita, celosa de su belleza, envió a su hijo Eros (Cupido) para que le lanzara una flecha que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Eros se enamoró de ella y lanzó la flecha al mar; cuando Psique se durmió, se la llevó volando hasta su palacio.
Para evitar la ira de su madre, una vez que tiene a Psique en su palacio, Eros se presenta siempre de noche, en la oscuridad, y prohíbe a Psique cualquier indagación sobre su identidad. Cada noche, en la oscuridad, se amaban. Una noche, Psique le contó a su amado que echaba de menos a sus hermanas y quería verlas. Eros aceptó, pero también le advirtió que sus hermanas querrían acabar con su dicha. A la mañana siguiente, Psique estuvo con sus hermanas, que le preguntaron, envidiosas, quién era su maravilloso marido. Psique, incapaz de explicarles cómo era su marido, puesto que no le había visto, titubeó y les contó que era un joven que estaba de caza, pero acabó confesando la verdad: que realmente no sabía quién era. Así, las hermanas de Psique la convencieron para que en mitad de la noche encendiera una lámpara y observara a su amado, asegurándole que sólo un monstruo querría ocultar su verdadera apariencia. Psique les hace caso y enciende una lámpara para ver a su marido. Una gota de aceite hirviendo (de la que Apuleyo hace un tópico medieval: stilla olei ardentis) cae sobre la cara de Eros dormido, que despierta y abandona, decepcionado, a su amante.
Cuando Psique se da cuenta de lo que ha hecho, ruega a Afrodita que le devuelva el amor de Eros, pero la diosa, rencorosa, le ordena realizar cuatro tareas, casi imposibles para un mortal, antes de recuperar a su amante divino. Como cuarto trabajo, Afrodita afirmó que el estrés de cuidar a su hijo, deprimido y enfermo como resultado de la infidelidad de Psique, había provocado que perdiese parte de su belleza. Psique tenía que ir al Hades y pedir a Perséfone, la reina del inframundo, un poco de su belleza que Psique guardaría en una caja negra que Afrodita le dio. Psique fue a una torre, decidiendo que el camino más corto al inframundo sería la muerte. Una voz la detuvo en el último momento y le indicó una ruta que le permitiría entrar y regresar aún con vida, además de decirle cómo pasar al perro Cerbero, Caronte y los otros peligros de dicha ruta. Psique apaciguó a Cerbero con un pastel de cebada y pagó a Caronte un óbolo para que le llevase al Hades. En el camino, vio manos que salían del agua. Una voz le dijo que les tirase un pastel de cebada, pero ella rehusó. Una vez allí, Perséfone dijo que estaría encantada de hacerle el favor a Afrodita. Una vez más pagó a Caronte y le dio el otro pastel a Cerbero para volver.

Psique abandonó el inframundo y decidió abrir la caja y tomar un poco de la belleza para sí misma, pensando que si hacía esto, Eros le amaría con toda seguridad. Dentro estaba un «sueño estigio» que la sorprendió. Eros, que la había perdonado, voló hasta su cuerpo y limpió el sueño de sus ojos, suplicando entonces a Zeus y Afrodita su permiso para casarse con Psique. Éstos accedieron y Zeus hizo inmortal a Psique. Afrodita bailó en la boda de Eros y Psique, y la hija que éstos tuvieron se llamó Placer o Voluptas (en la mitología romana)

El verbo griego ψύχω, psycho, significa «soplar». A partir de este verbo se forma el sustantivo ψυχή, que alude en un primer momento al soplo, hálito o aliento que exhala al morir el ser humano. Dado que ese aliento permanece en el individuo hasta su muerte, ψυχή pasa a significar la vida. Cuando la psique escapa del cadáver, lleva una existencia autónoma: los griegos la imaginaban como una figura antropomorfa y alada, un doble o eidolon del difunto, que generalmente iba a parar al Hades, donde pervivía de modo sombrío y fantasmal. Según cuenta muchas veces Homero, la psyché «alma humana» sale volando de la boca del que muere como si fuera una mariposa (que en griego se escribe también psyché); razón por la cual algunas personas ven en la mariposa un psicopompo. La psiquis no es sólo la conciencia del individuo, como tampoco es una suma de su conciencia y su inconsciencia.

Psique como Helena (en griego antiguo Ἑλένη, que significa «antorcha»), a veces conocida como Helena de Troya o Helena de Esparta, es un personaje de la mitología griega; cuyo nombre hace referencia a «luz que brilla en la oscuridad».

Jung “Recuerdos, sueños, pensamientos”… Sin embargo bajo otro punto de vista, la muerte aparece como un suceso alegre. Sub specie aeternitatis es una boda, un Misterium Coniunctionis. El alma alcanza, por así decirlo, la mitad que le falta, alcanza su plenitud. En los sarcófagos griegos se representaba el elemento alegre por medio de bailarinas, en las tumbas etruscas, por medio de banquetes. Cuando murió el famoso cabalista Rabbi Simon Ben Jochai, sus amigos dijeron que celebraba bodas. Todo esto expresa la sensación de que la muerte es una fiesta alegre”…

Una boda o casamiento entre la parte femenina y masculina de todo sujeto humano más allá de su género, el ánima o el ánimus, con arquetipos contrasexuales que operan en la psique del sujeto junto al resto de relaciones objetivas externas de personas de carne y hueso.

Árbol donde entierran los bebés. Denominado Tarra o árbol de la vida

Mientras oímos la explicación del guía varias cosas van llamando nuestra atención, de primeras hemos quedado impresionados por lo singular del enterramiento, en apariencia nadie diría que en el interior del árbol se encuentran los cuerpos de los bebés, todo parece natural, guardar una armonía. Nunca en nuestros viajes hemos visto un enterramiento similar.

El árbol, una especie con savia blanca, sólo aloja a los niños que han muerto antes de la dentición, porque el niño con dientes ha podido morder el pecho de la madre.

Esta condición nos sugiere preguntas: ¿se los deposita en el árbol porque antes de los dientes está garantizado que son inocentes-puros sin poder ejercitar nada malo? ¿O es que aún no se los considera humanos? Arbol Tarra

También advertimos otra peculiaridad: en el ritual es el padre quien lleva el cadáver. La madre no acude.

El pequeño cadáver envuelto en un paño y colocado en posición fetal, en un nicho excavado en el árbol, se incorpora al ciclo natural muerte-vida, es devuelto a la madre naturaleza. Esto evoca regeneración y trae a la imaginación algunas asociaciones referentes al árbol materno, árbol de la muerte, muerte y árbol de la vida.

El árbol, ser vivo integrado en la naturaleza representa la vida en perpetuo dinamismo, el carácter cíclico de la evolución cósmica: muerte y regeneración. Este Gran árbol madre es árbol ataúd y evoca la muerte y la vida a la vez.

Como dice Jung: “El contraste no tiene nada de sorprendente, pues no solamente la leyenda pretendía que el hombre desciende del árbol, sino que una costumbre prescribía el enterramiento en arboles huecos (de donde la expresión alemana Totenbaum, árbol de la muerte para designar ataúd). Por ser el árbol ante todo un símbolo maternal, se adivina el sentido mítico de tal enterramiento: el muerto es devuelto a la madre para ser de nuevo engendrado”.

También Von Franz en Número y tiempo, en el capítulo “Arquetipos y números como campos de secuencias rítmicas de desplegamiento”, explica:

 

“ los arquetipos están contaminados unos con otros, se superponen en sus significados figurativos”

y para desarrollar su explicación toma el símbolo de la Gran madre desarrollando sus aspectos.

“Otro aspecto es aquel del árbol materno como aparece en la imagen mítica del árbol, bajo cuyas hojas habitan las almas de los niños (aún) no nacidos, así como en todos los mitos donde alguien nace de un árbol”…

“Igualmente el árbol tiene una relación con la muerte como árbol-ataúd. Así, en muchos lugares, los muertos se sepultaban en árboles.

Pero la misma muerte ha sido también personificada como madre, como una oscura figura femenina (La palabra latina mors, muerte, pertenece al género femenino!)”

“Con este aspecto de muerte contrasta el árbol de la vida, el cual juega un papel muy importante en casi todas las religiones”.

Neumann sostiene que:

“La Gran Madre Tierra que alumbra toda vida es sobre todo la madre de la vegetación. (…) El centro de este dominio simbólico vegetal está ocupado por el árbol. Como árbol frutal de la vida, el árbol es femenino, procreador, transformador y fuente de alimento, y sus hojas, nudos y ramas contienen y son dependientes en relación con él. El carácter protector del cubrir se torna visible en el “tejado” del árbol, el cual cobija a los pájaros y a sus nidos. El árbol incluye además la función de contener gracias al tronco, “dentro” del cual habita su espíritu, como el alma en el cuerpo. La naturaleza femenina del árbol se ve además confirmada por el hecho de que su copa y su tronco puedan dar a luz, como prueba, entre otros muchos ejemplos posibles, el nacimiento de Adonis.” “Del mismo modo que puede ser la morada o la copa positivas, en las que tienen lugar el nacimiento, el árbol puede también definir el emplazamiento de la muerte, en perfecta correspondencia con la estructura ambivalente del Gran Femenino del que procede. En este caso, su copa puede cobijar al cadáver o este ser introducido en su tronco, como en el brezo osiriaco, o aun este servir a la fabricación del ataúd que, depositado en la tierra, combina la naturaleza del seno terrenal que acoge de nuevo al cadáver con la naturaleza envolvente de la madera”.

Según muchas creencias las almas por nacer viven en árboles, arbustos, en el bosque, la naturaleza es la morada de los niños antes de nacer y también la morada de los muertos. La imagen de este gran árbol madre encierra así el carácter dinámico de la evolución cósmica.
En la costumbre toraja, los niños muertos antes de la dentición, vuelven a la naturaleza de donde no han salido, no se han separado de ella, todavía no había un inicio de diferenciación, separación, independencia de la madre. Devueltos por el padre al árbol madre tienen nueva posibilidad de vida en la naturaleza no humana y alimentan al árbol y son alimentados por este (árbol madre, savia blanca). Es el único tipo enterramiento en el que los componentes biológicos de un cadáver son reciclados en la naturaleza. Es función del padre separar el neonato de la madre y entregarlo al árbol para que se fundan sus destinos, pero no lo inscribe en la cultura.

¿Tener dientes es la condición de poder ser inscritos como humanos? ¿Con capacidad de causar daño, agredir?

En muchos mitos, también el de Adán y Eva, parece inevitable que la salida de la simbiosis de participación mística, aún paradisíaca, requiere tomar conciencia de la capacidad de infringir la beatitud, de desobedecer la norma, de causar daño. ¿Para ser humano hay que infligir dolor y arriesgarse al sufrimiento, y la culpa?

En Tana Toraja se conserva el antiguo animismo politeísta Aluk Todolo, adaptado al cristianismo al que fueron sometidos con la llegada de los misioneros holandeses.

Este árbol aloja solamente a los pequeños que han muerto antes de la dentición, porque para los toraja el niño con dientes ha podido morder el pecho de la madre. Para el pueblo toraja el niño en edad temprana pertenece todavía a la naturaleza y con la aparición de los dientes pasa a ser humano. Existen otras culturas con esta misma concepción. El antropólogo Van Gennep en su libro “El rito de paso”, cita su existencia en su explicación sobre los ritos que llama de agregación: “Los ritos de agregación, que tienen por efecto ,según la expresión de los Wayao del África Oriental, «introducir al niño en el mundo» o, como dicen los Dayak de Bakarang ,»arrojar al niño al mundo» como un barco al agua, son los ritos de la denominación, de la lactancia ritual, del primer diente, del bautismo etc. “. En algunos ritos africanos, la aparición del primer diente, está señalada con una melodía musical especial específica para esta celebración.

El niño sin dientes, para ellos, permanece en simbiosis con la naturaleza. En el desarrollo fisiológico, el nacimiento de los dientes le da al niño la posibilidad de morder y mostrar agresividad. En el desarrollo psicológico evolutivo representa un paso necesario que inicia el proceso de diferenciación Yo – no Yo en el que se va separando de la madre. Al morder, puede apreciar más claramente, la existencia de la madre como alguien distinto a él y la consecuencia de su acción por la reacción al dolor. Estos son elementos para la constatación del objeto y para la separación de él.

Esta independencia resultará favorecida en la medida en que la madre estimule y facilite, aceptando la propia espontaneidad del niño. Cuando la rechaza, esta actitud de la madre acaba siendo atrapadora y tiene un efecto destructor para la vitalidad del niño.

Melani Klein establece una relación de simultaneidad entre el sadismo y el impulso epistemofílico. Conecta las tendencias agresivas con la curiosidad, el deseo de conocimiento y el desarrollo del simbolismo. Cuando el niño muerde, tiene la fantasía de que puede recibir un ataque similar, lo que le genera una angustia que le lleva a dirigir la atención a nuevos objetos. Así, esta angustia generada por la fantasía agresiva es el motor para el desarrollo del interés por el mundo exterior.

El funcionamiento del pensamiento es similar al de la alimentación, se basa en el proceso de, masticar, desmenuzar, digerir, e incorporar los nutrientes. Condición de funcionamiento similar al proceso psicológico de individuación donde tras la elaboración de los contenidos inconscientes, formación de símbolos, se produce la integración, toma de conciencia, el conocimiento.

Así, la oportunidad del diente y su cualidad agresiva, la capacidad de agredir, tomada en el sentido original, del latin aggredi, “ir hacia“, sugiere empuje, movimiento, curiosidad, búsqueda y también transgresión, tensión, enfrentamiento.

En todas aquellas sociedades donde domina un pensamiento y una moral cristiana, la búsqueda y la expresión de la propia singularidad es reprimida por considerar que puede atacar la norma y preceptos cristianos.

En el Mito del Paraíso, Adán y Eva, desobedeciendo a Dios, cometen un pecado que trasladan a toda la humanidad. El Creador los había alojado en un bellísimo jardín con todo lo necesario para poder vivir, disfrutar y ser felices para siempre sin tener que morir, disponiendo de animales, flores y árboles de los que poder comer. Sólo uno de ellos reservaba una condición: El Árbol del Bien y del Mal, al cual no podían tocar, ni comer sus frutos.

Adán y Eva, al transgredir el mandato divino, son arrojados del Jardín del Edén, desaparece esta hedónica realidad y son condenados a la mortalidad y a tener que vivir de su propio esfuerzo y Eva a parir con dolor.

Realmente transgredir la norma es lo que les hace humanos. Antes eran inmortales, sin el libre albedrío y sus consecuencias.

Transgredir, sobrepasar, atravesar, tiene el sentido de “ir más allá”, la palabra en latín está compuesta por el verbo gradior: avanzar, caminar y el prefijo trans: “al otro lado de”, que metafóricamente denota mutación de ser o de forma.

En el Mito Bíblico, un Dios con maneras de madre atrapadora, diseña un escenario simbiótico donde todos pueden existir en fusión con la naturaleza, en participación mística y donde el hombre-mujer no tiene más existencia ni más semejanza que la divina.

Este sistema, anula el desarrollo, sin posibilidad alguna de evolución, no dejaba más opción que el único empuje de vida posible: la transgresión, ¿cómo?, precisamente por la vía que Dios mismo había señalado con su prohibición: atreviéndose a comer del Árbol del Bien y del Mal.

Vivir en la placidez paradisíaca tiene el riesgo de mantenerte en la ignorancia, en ese estado infantil sin reconocimiento, sin posibilidad de desarrollar la propia identidad. Vivir de acuerdo al mandato de Dios y bajo cualquier norma, hace a todos iguales, diseñados de una manera mecánica, la genuinidad de cada uno, su singularidad son pasadas por alto. Se anula la condición de individuo con capacidad crítica.

En los cuentos y en los mitos, la transgresión de la prohibición impulsa el progreso de la conciencia. En el cuento de Barba azul, quien mataba secretamente a todas sus mujeres ocultándolas en una habitación, transgredir, permite a la mujer el conocimiento al encontrarse con la verdadera y oscura realidad. De la misma manera Psique desobedece a su Eros y alumbrándolo, percibe una realidad que le permitirá, después de un largo y doloroso camino, salir del paraíso irreal y divino en el que vive y rencontrarse con el dios en una relación más profunda.

Los cuentos y los mitos expresan y permiten comprender los procesos que se desarrollan en el inconsciente colectivo, con ello podemos acercarnos a las estructuras de la psique humana.

Cuando se vive en una falsa armonía artificial, teniendo sólo en cuenta un aspecto de nuestra realidad psíquica, tomando sólo aquello que nos hace sentir en paz y ocultando aquellos aspectos más difíciles de aceptar, resulta necesario, tal como se ha explicado en la definición del prefijo trans: “Ir al otro lado”, dirigir el sentido avanzando al encuentro y a la relación con el Inconsciente. El movimiento entre los opuestos es lo que genera la energía necesaria para la transformación, de otra manera, se produce un estancamiento de la vida psíquica.

La tradición cristiana obliga a vivir bajo un solo punto de vista: lo que nos hace sentir bien, sentir que somos buenos, rechazando aspectos instintivos nuestros que consideran negativos y esto aboca a la tendencia en la humanidad a rechazar el Mal. Si “somos malos”, pero hacemos un acto de contrición todo queda perdonado. Esta es una defensa para no elaborar la culpa, que es la condición para asumir la propia responsabilidad.

Para que sea posible la evolución, no se puede vivir de acuerdo solamente a uno de los polos opuestos, vivir de manera unilateral, pues así se mantiene una psique sin energía. La energía psíquica se genera en el conflicto entre tendencias opuestas. El Árbol del Bien y del Mal, contiene los opuestos, representa el árbol del conocimiento, no es posible conocer algo en profundidad, sin conocer la existencia de su opuesto. Cuando Adán, inspirado por su parte femenina instintiva, decide comer su fruto, abre el camino a la posibilidad de una nueva existencia.

Al ser arrojado del paraíso, el hombre y la mujer van a tener que sufrir y vivir de su propio esfuerzo, ¡cierto! La tensión en la confrontación con lo diferente en el proceso de maduración es constante. El reconocimiento y la aceptación de aspectos en uno mismo, conlleva sufrimiento.

Tau Tau

Tau Tau son un tipo de muñeco de madera o bambú, «tau» significa «hombre» y «tau tau» significa «hombres» o «estatua».

Tau Tau en cueva

A principios de 1900, con la llegada de los misioneros cristianos holandeses en Toraja, la producción de tau tau fue decayendo. En el 1985 el sínodo de la Iglesia Toraja en Palopo debatió si los protestantes Toraja podrían tener tau tau en sus funerales.

En 1980, las efigies de madera se convirtieron en un blanco para los ladrones de tumbas. Tau tau se pueden encontrar en Yakarta, Europa y América. En respuesta a este saqueo, los Torajans escondieron sus tau tau en diversos lugares no revelados. También instalaron vallas metálicas que rodean sus tumbas rupestres para proteger los.

Tau Tau de los ricos se hacen de la madera del árbol de jaca. Los menos ricos generalmente tienen su tau tau hechas de bambú, que se desnudaban al final del funeral, dejando sólo el bambú.

El tau tau representa al cuerpo del difunto, con el tiempo se ha ido complejizando hasta ser casi “reproducciones fotográficas”, pero no sólo del cuerpo, ya que están “animadas” de la esencia del difunto. Tradicionalmente se las hacía con un brazo en posición de dar y otro en posición de recibir. Con los ojos bien marcados, abiertos y a veces resaltando los dientes. Su función era proteger el cadáver de los difuntos y reforzar la idea de la reciprocidad de dar-recibir entre los difuntos y los vivos.

Tau Tau anciana

El Tau Tau es un doble del difunto. Como doble no puede ser independiente de la otra parte con la que forma un uno: el cuerpo físico en el nicho o sarcófago. El Tau es una creación de los vivos, “animada” por la proyección de los vivos, que representa la parte del difunto que media entre su alma en el Puya y los vivos. El cuerpo físico es el «cuerpo yang» mientras que el Tau tau es el «cuerpo yin». Esa animación del Tau porta la función de cuidar que el difunto tiene que ejercer desde el Puya, función que es continuamente recordada por los cuidados que los vivos siguen haciendo al cuerpo físico, y al Tau.

Una animación estática que contrasta con la que se recoge en un sueño que Jung tuvo y que relata en su libro “Recuerdos, sueños, pensamientos” . Pág. 206

Estaba en un lugar que me recordaba los Alyscamps junto a Arles. Allí se encuentra una avenida de sarcófagos que se remontan hasta la época de los merovingios. En el sueño, salía yo de la ciudad y veía ante mí una avenida parecida, con una larga hilera de tumbas. Se trataba de pedestales cubiertos de losas, sobre los cuales estaban los muertos de cuerpo presente. Yacían vistiendo antiguos sepulcrales los caballeros en sus armaduras, pero con la diferencia de que los muertos de mi sueño no estaban esculpidos en piedra, sino momificados de un modo extraño.

Me detuve ante la primera tumba y observé al muerto. Era un hombre de los años treinta del siglo XIX. Con interés contemplé sus vestiduras. De repente se movió y volvió a la vida. Separó sus manos y supe que ello sucedía, sólo porque yo lo estaba mirando. Con una sensación desagradable proseguí mi camino y llegué ante otro muerto que pertenecía al siglo XVIII. Sucedió lo mismo: cuando lo miré, volvió a la vida y movió las manos. Así fui recorriendo toda la hilera hasta que llegué, por así decirlo, al siglo XII, a un cruzado en cota de mallas, que también yacía con las manos juntas. Su semblante parecía tallado en madera. Le contemplé largamente, convencido de que estaba realmente muerto. Pero de pronto vi que un dedo de la mano izquierda comenzaba lentamente a moverse.

Este sueño y la auténtica vivencia del inconsciente llevaron a Jung a la opinión de que los restos no son, formas muertas, sino que forman parte de la psiquis viva como arquetipos. La actitud del sujeto que los mira, con interés y también con cierto temor, es lo que hace que la información que portan se vivifique. Comprender e integrar el sentido de esta manifestación viva, sirve a la evolución del sujeto, hacia su individuación.

Información recopilada e Hipótesis

A) Datos importantes extraídos de la revisión de las costumbres y rituales funerarios.

Los muertos que han sido inscritos en la cultura pasan por dos períodos diferenciados. En el primero se quedan en el espacio familiar, participan de la vida familiar, “están dormidos” o enfermos “tiene dolor de cabeza”. Al cabo de un tiempo, cuando reúnen lo necesario para celebrar el funeral, la familia comienza el rito funerario, que culmina cuando se ubica al muerto en un espacio donde se queda solo con un doble Tau Tau quién vigila y cuida a la vez que su posición de las manos señala la reciprocidad de dar y de recibir. Este es el segundo período. El alma del difunto ya parte hacia el Puya acompañada y dirigida por los psicopompos de los animales sacrificados en su funeral, especialmente búfalos, pero también cerdos y pollos. Estos psicopompos han sido sacrificados con rituales donde su sufrimiento, antes de la muerte, no se mitiga o incluso se acrecienta. El dolor que los vivos no manifiestan parece recogerlo estos animales. Los lugares donde reposan los cadáveres están elevados, y, siempre fuera del contacto con la tierra, si es posible se excavan nichos en las rocas y en cada uno de ellos se depositan los cadáveres, a medida que van muriendo, de un clan familiar. El tratamiento ritual del muerto está ligado a su casta, con muchas diferencias entre la Tanagulan o superior y la Tanakarunun.o inferior. En el segundo período se produce otro ritual, Ma’nene, con cierta periodicidad, se sacan los cadáveres, se restituye lo deteriorado, de su ropa, atuendos, sarcófago, y del Tau Tau. La separación del muerto de la vida es progresiva pero nunca se pierde la conexión marcada por una intención del cuidado. Inicialmente cuidado de los vivos al muerto, después con más reciprocidad.

Cuando los cuerpos, sarcófagos, Tau Tau, ya se han deteriorado quedan solo los huesos de los difuntos, que pasan al colectivo.

Los infantes muertos antes de tener dientas, inocentes, no son inscritos en la cultura y son devueltos a la naturaleza de donde proceden, colocándolos en nichos excavados en la madera de un árbol madre, para que sean alimentados por esta (savia blanca o leche), y, a su vez, el cuerpo material del cadáver alimenta al árbol. Puede llegarse a fundir tanto que el árbol produce madera que acaba cerrando el nicho quedando una cicatriz. En este caso tampoco hay un contacto directo con la tierra, se les ubica en el árbol-eje del mundo. Al cabo de un tiempo cada árbol aloja varios nichos

B) Datos importantes extraídos de la revisión de los mitos, creencias…

La luz surge tras un matrimonio entre lo masculino (cielo) y lo femenino (tierra), que ha supuesto un período de oscuridad. Hecha la luz Puang Matua crea el primer ser humano que baja a la tierra por una escalera de piedra que es destruida por los dioses.

Los rituales reproducen los mitos para que los muertos, tras un proceso de viaje llegan a transformarse en semidioses y desde el Puya cuidan, atienden y bendicen a los vivos.

La inscripción en la cultura está relacionada con el período de posibilidad del lactante de agredir y perder la inocencia, siendo culpables, ligada a la dentición. Esto es un hecho distintivo en esta etnia.

El doble Tau Tau es el mediador simbólico entre el difunto y los vivos. Está animado con una función estática atrapado en ella sin poder dinamizar la relación difunto-vivos. Aunque el Tau Tau represente a un difunto no es un símbolo de individuación del sujeto, sino del colectivo del que forma parte en una “participación mistica”.

Este conjunto de informaciones recopiladas permiten lanzar la siguiente hipótesis.

Los Torajans necesitan que sus muertos pasen por un proceso de beatificación antes de llegar al cielo Puya, y sean semidioses que les cuiden desde allí. Los rituales tras la muerte se hacen para esa finalidad. Realmente nunca mueren, sólo cambian a otro mundo mediante un proceso alquímico en el que el propio cuerpo es vasum hermeticum de los procesos de transmutación del alma del muerto, que culmina en un ser iluminado y bueno, del que se hace una representación simbólica el Tau que es un doble en la tierra con el que se hacen ritos periódicos que recuerdan la función de cuidador.

Argumentación.

Los vivos iluminan a los muertos que están en la oscuridad tras la muerte confusos o dormidos, enseñándoles su función: la de ser semidioses cuidadores. Lo iluminan enseñando a cuidar. Lo cuidan de un modo exquisito aunque sean despojos humanos que podrían provocar rechazo, asco… Cuidan sacrificándose, dedicando tiempo, trabajo y dinero que no emplean para otras cosas. Los vivos acaban creando un ser a la imagen y semejanza de sus deseos y necesidades y lo envían al Puya con los psicopompos. Con los rituales controlan que el alma del difunto no se pierda, sea objeto de caer del lado de los demonios y se vuelva contra los vivos. Como el proceso se hace con quien haya podido perder la inocencia, ser malo, por tener dientes, la finalidad de la iluminación es, también, depurar las imperfecciones o pecados de los muertos. Los controlan de modo que les hacen pasar por un purgatorio en la tierra. Reproducen el mito del matrimonio entre el cielo y la tierra. En la muerte se hace la oscuridad, la confusión, vivos y alma del muerto se relacionan un tiempo, hasta que el muerto sea un ser iluminado (sabe su función, y está depurado, y, por lo tanto bueno) y vuelva al Puya con los psicopompos (los dioses destruyeron la escalera). Hay un cuidado exquisito en bloquear o vencer al mal.

¿Esto es exclusivo de los Tana Toraja?
Estudios comparativos

Para comprender las diferencias con otras culturas es interesante repasar otras etnias de las que tenemos experiencia directa más o menos extensa, muchas también animistas y alejadas como la mapuche araucana, la japonesa, la yanomami o la euskaldun, y otras nada animistas y recopilar, también, otras informaciones aportadas por antropólogos de etnias de las que no tenemos experiencia directa.

Mapuches

El muerto mapuche era enterrado con todas sus pertenencias para que en la otra vida pudiera disfrutar de ellas. Incluso cuando un mapuche muere y tiene alguna parte del cuerpo mutilada, se entierran éstas junto al muerto para que éste tenga todo lo suyo en el mundo paralelo. El alma fluye y va al más allá, pero no está claro que llegue.

Si el difunto no hubiese cumplido en vida con el ritual del kopawün, no ingresa en el país de los difuntos, sino que permanece en el mundo de los vivientes, vagando por las noches, en eterno sufrimiento. Para el término «ataúd», los mapuches utilizan la palabra wampu «canoa». Esto es un indicio de que la muerte conlleva un viaje a través del agua: a una isla, a un sitio allende los mares o, incluso, a través de un río. Pero los hay quienes van arriba, epeu, las rocas.

En los mapuches se habla de «aparecidos»: los alwe, almas que tendrían que haber viajado al otro mundo, pero son rechazados por diferentes motivos, y vuelven al mundo de los vivos en busca de algo que les falta y, así, poder entrar de una forma plena en el mundo de los muertos. El alwe no es eterno: se dice que se disuelve al desaparecer totalmente el cadáver. Son, por tanto, almas errantes, nocturnas y diferentes al resto de los vivos por una serie de rasgos específicos.

El primero de todos, y que más llama la atención, es la apariencia extraña del aparecido y su comportamiento raro, percibidos por la gente que ya lo conocía. Además se creía que los alwe se aparecían a los vivos para inferirles algún mal. Los alwe regresan al mundo de los vivos y una de las primeras cosas que hacen es alimentarse. Llegan con hambre y algunos comen de una olla, aunque al final la comida está intacta.

Otro rasgo específico de los alwe es la dificultad que tienen con el lenguaje. A la hora de hablar, se comen palabras o hablan de un modo extraño e inhabitual para la gente que lo conoce. Asociado al lenguaje está la mentira. Al aparecerse, mienten y dicen que están vivos, cuando se les cree muertos; por eso las personas vivas los rechazan y temen. Pero también los muertos sienten a los vivos diferentes.

Para los mapuches, los vivos pueden entrar también pero estar poco tiempo en el mundo de los muertos, ya que adelgazan mucho y se sienten enfermos. Son sus amados muertos, que al verlos en mal estado, les aconsejan que abandonen el mundo en el que han entrado y se dirijan al mundo que les corresponde. Esta petición es acatada por los amantes que regresan al mundo terrenal para morir y, de esta manera, volver a reencontrarse de nuevo con el ser querido de una forma plena, como uno más de ellos. Por otro lado, el haber comido en el Más Allá facilita el regreso: comer de su comida es ligarse a ellos, del mismo modo que, en el mito griego, Perséfone quedó vinculada al Hades por comer unas semillas de granada. Para los mapuches, algunos muertos visitan a los vivos a través de sueños. Además, a través de éstos, algunos guías espirituales explicaban ese otro mundo desconocido.

Euskadi

Muchas costumbres del País Vasco obedecen a la arraigada convicción de que los recién fallecidos atraviesan una situación transitoria antes de entrar en el otro mundo. Se cree que el alma posee propiedades físicas que se pueden expresar en términos terrestres. Antes era muy común que un grupo doméstico abriese una ventana o moviese una teja del techo en el momento de la muerte para que el alma pudiese salir. Tal costumbre ha caído en desuso, pero son muchos los que aún creen que el alma puede andar por la casa o por el barrio antes de su marcha definitiva.

William A. Douglass, publicó en 1973 «Muerte en Murélaga. El contexto de la muerte en el País Vasco», Barral, Barcelona. Un estudio antropológico que recoge los ritos funerarios y el entramado de relaciones que se crea en torno a la muerte en un barrio de Aulestia (Bizkaia), y que ejemplifica el contexto de la muerte en los vascos. Para realizar esta tesis, Douglass convivió con los vecinos del pueblo entre enero y agosto de 1965, y desde entonces ha vuelto en varias ocasiones. La editorial Alberdania lo reeditó en 2003. Julio Caro Baroja en «Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI-XVII), densa investigación que, basada en una exhaustiva base documental analiza la religiosidad entendida como «la facultad de practicar una religión, dentro de las limitaciones individuales y sociales que le son impuestas a todo hombre configurando un panorama complejo, heterogéneo y en absoluto monolítico de los comportamientos religiosos. La idea de Dios, la concepción e interiorización de la idea del diablo, la interacción de los elementos paganos, el anticlericalismo y los disidentes religiosos, la muerte…

Las ofrendas de pan (ogigunde) y velas (argizaiola: una talla de madera, habitualmente con aspecto antropomorfo, que incluye una vela enrollada. Habitualmente labrada sobre madera de haya o roble tiene talladas diferentes representaciones y figuras), tan extendidas por todo el País Vasco, se ofrendaban a fin de que el difunto tuviese alimentos para comer y luz para alumbrar su camino hacia el otro mundo. Este deseo de asegurar al difunto sus necesidades materiales se transluce, en parte, en el gran aprecio reservado a las abejas del caserío. En muchos sitios del País Vasco se comunica a las abejas la muerte ocurrida en el grupo doméstico. Si no se les avisa, morirán y no habrá, por lo tanto, cera para hacer las velas. Si muere etxekojauna, el aviso a las abejas se hace de un modo ritual. Un miembro de etxekoak roza suavemente cada colmena murmurando:

Erletxuak, erletxuak,

egizute argizaria.

Nagusia it da, ta

bear da elizan argia.

(Abejitas, abejitas,

haced cera,

el amo ha muerto,

y en la iglesia se necesita luz).

Hay historias de fantasmas en que un muerto se aparece a alguien en la aldea. Los cuentos de aparecidos son ahora menos frecuentes que a principios de siglo, en parte porque las autoridades religiosas se oponen resueltamente a tales creencias

. En realidad, la Iglesia admite la posibilidad de apariciones y de visitas procedentes del reino de los muertos. Ahora bien, estima que tales casos son rarísimos y obedecen a una finalidad excepcional, hasta el punto de que la capacidad real de una persona para ver una aparición constituye un elemento capital para su canonización. Aunque la teología católica insiste en que los vivos son los únicos que pueden y deben ejercer la relación con las ánimas del purgatorio, los aldeanos de Murélaga creen que lo contrario es también posible.

Estos cuentos revelan la vigente relación entre los vivos y los muertos y en la que éstos necesitan la ayuda de aquéllos. Las apariciones de muertos revisten un formato parecido al siguiente:

Mientras va caminando solo, un aldeano se encuentra con alguien que ha muerto hace poco. Reconoce al aparecido, porque en vida de éste mediaba entre ellos una determinada relación (por ejemplo, un vecino, un pariente, una persona con la que se mantenía tratos económicos o personales). Empiezan a hablar. El difunto le explica que está sufriendo en el purgatorio por algo malo que cometió en vida. Le pide o que mitigue su culpa (liquidando una deuda pendiente, pidiendo el perdón del perjudicado o cosas parecidas), o bien que encargue misas por su alma. Si el aldeano no lo hace, lo más probable es que tenga nuevas apariciones. Si cumple lo solicitado, las apariciones se terminan.

Cada caso puede variar en los detalles, pero lo que acabamos de indicar es como un modelo general. Las dos características más destacadas consisten, primero, en que los aparecidos son personas con las que mediaba una relación personal, es decir, no se trata de aparecidos anónimos, y segundo, en que se trata siempre de personas que todavía se encuentran en una fase transitoria o purgativa. Las almas que están en el cielo o en el infierno no se aparecen a los vivos. La aparición supone una relación entre los vivos y los muertos en aquel punto precisamente en que los vivos pueden prestar su ayuda. Aunque el énfasis fundamental de las diversas actividades rituales desempeñadas por los vivos se dirige a beneficiar o ayudar a los que se fueron, no es menos cierto que los caseros creen que los muertos pueden favorecer a los vivos. Esta actitud se refleja en el hecho de que la mayoría de las ofrendas de iruurrune encargadas en la aldea se originan por una crisis o por una «intención especial» que afecta a la vida del oferente. La ofrenda es un medio irrebatible para convencer al fallecido a fin de que se ponga a favor de uno. En este contexto, por «los muertos» se entiende las almas que se encuentran en el cielo y que, por lo tanto, se hallan en situación de servir como intermediarios entre los vivos y la divinidad. Así, por ejemplo, algunos aldeanos creen que los que están en el cielo pueden servir como intercesores de los vivos.

Existía la costumbre de enterrar a los muertos en el espacio familiar del caserío. Eran las mujeres las encargadas del rito. Se hacía por fuera de la pared de la casa entre el muro y la vertical del alero del tejado, quedaban así algo protegidos de la lluvia.

Obon, la celebración de difuntos en Japón

A mediados de julio o de agosto (dependiendo de la zona de Japón y del calendario utilizado), se celebran 3 días de recordatorio a las almas de los difuntos. Es un buen momento para la interacción social. Se realizan celebraciones festivas, bailes, desfiles y encuentros en los que abunda la alegría, la música y los buenos deseos y en las que se come sandía.

Hay tres celebraciones principales:

Tōrō nagashi en la que se lanzan farolillos de papel a las aguas de un río para quien guía a los espíritus de los muertos hacia su camino al otro mundo. Se realiza la primera noche del Obon.)
Bon Odori celebración al aire libre en la que suenan tambores ceremoniales y la gente se reúne a cantar, bailar y comer en honor a los difuntos. «La música debe ser alegre para dar la bienvenida a las almas de los ancestros y la gente debe mantener un humor alegre.»
Gozan no Okuribi es la última noche del Obon cuando los difuntos que han visitado, vuelven a su retiro en el otro mundo. En Kioto es especialmente bonita cuando grandes fogatas que dibujan enormes caracteres japoneses, iluminan las colinas cercanas.
Costumbres relacionadas con la muerte:

  • El número cuatro se pronuncia «shi» exactamente igual que la palabra muerte por lo que suele obviarse el 4 en todas sus formas..
  • En Japón encontramos el 90% de los funerales que se realizan son budistas. El sintoísmo no ofrece rituales funerarios el budismo sí. La gente suele participar de más de una religión.
  • La organización del funeral y el contacto con el templo generalmente es responsabilidad del hijo mayor. El cuerpo del fallecido se coloca en el ataúd vestido y siempre con la cabeza hacia el norte o hacia el oeste en el caso que sea budista.
  • En el ataúd se incluye algún objeto personal que se pueda quemar, sandalias, y seis monedas. Estos objetos «le ayudarán» en el cruce del Río de Tres Cruces, río imaginario que, en la tradición budista, debían cruzar las almas de los fallecidos el séptimo día posterior a su muerte. Según su fe, las almas de los difuntos deben atravesar el río en uno de tres lugares con distintas profundidades de acuerdo con las malas causas cometidas en esta existencia. Aquellos que realizaron más acciones negativas, deben cruzar por la parte más profunda.
  • Tanto la yukata en hombres como el kimono en mujeres, se cruza distinto cuando estamos vivos o muertos. En las ocasiones en que se viste el cadáver con un kimono, se cruza de derecha a izquierda. Mientras que en otros tiempos se usaban ropas blancas para los funerales, hoy en día los asistentes a un funeral en Japón visten de negro. Los hombres usan un traje negro con una camisa blanca y un lazo negro, y las mujeres usan vestido o kimono negro.
  • Los asistentes al velatorio llevan dinero de condolencia en un sobre especial decorado en negro y plata que dejan en la entrada del velatorio.
  • Mientras los familiares ofrecen cada uno incienso tres veces en la urna delante de la persona fallecida, los invitados lo hacen en otro lugar detrás de los asientos de los familiares. Los asistentes reciben a la salida del velatorio un presente que guarda relación con el monto de dinero de condolencia entregado.
  • Los familiares suelen velar el cuerpo del difunto durante la noche.
  • Durante todo el velatorio, el sacerdote budista recita el surta.
  • Al día siguiente del velatorio se realiza el funeral, en el que el difunto recibe un nuevo nombre para así impedir el regreso de los muertos, si se le llama por su verdadero nombre. La longitud del nombre depende de la esperanza de vida de la persona, aunque lo más común es que dependa de la cantidad de dinero donado por los familiares al templo. Antes de cerrar el ataúd los asistentes colocan ofrendas y flores sobre el cuerpo.
  • Los cuerpos se creman.
  • ¿Por qué se considera inadecuado pasarse comida unos a otros en la mesa utilizando palillos? La razón debemos buscarla en el momento siguiente a la cremación. Al finalizar la incineración de los restos de una persona, los familiares se reúnen alrededor de sus huesos para escoger los que se llevarán para honrarlos. Unos y otros participan del momento y se van pasando los huesos del difunto utilizando grandes palillos.
  • Se guardan los huesos del difunto en estricto orden (comienzan a recogerlos por los pies) porque creen que si algún día el espíritu del fallecido necesitara recuperar su cuerpo tendría sus restos celosamente ordenados.
  • Una tradicional tumba japonesa se llama haka: una lápida de piedra, con un lugar para las flores, incienso y agua y una cámara debajo para la urna con las cenizas. Los nombres se graban en la lápida. Una curiosidad: si el fallecido está casado, se graba también el nombre de su cónyuge y se pintan os caracteres en rojo. Una vez que el cónyuge también fallezca, sus cenizas se agregan a la tumba y se borra la tinta roja.
  • Una imagen del fallecido se coloca cerca del altar de la familia en el hogar de los familiares.
Yanomamis

Los yanomami ingieren las cenizas de los huesos calcinados de sus muertos, el último residuo material del sujeto. La práctica del endocanibalismo tiene lugar durante el rehao, como vimos en nuestro viaje. Con la ingesta de las cenizas mezcladas con el carato (jugo de plátano), ingieren parte del «principio vital” presente aún del individuo (pei ke mi amo).

Acabadas las cenizas ya no queda nada del muerto. Y su noreshi ya está en Hedu. Aunque las cenizas de un hueso pueden ser un aporte mineral de fósforo y calcio que el organismo incorpora al metabolismo, la ceremonia no tiene ninguna función alimentaria. El polvo es bastante limpio, pero si la cremación no ha sido buena puede haber restos carbonosos que dan a la ceniza un aspecto grisáceo que no sería muy saludable. El hueso simboliza la sustancia atemporal, el núcleo de la esencia.

El endocanibalismo, “transmite la esencia vital del que acaba de morir, de tal modo que esa esencia no se pierda de la reserva general accesible a la sociedad” “consumiendo las cenizas de los muertos, la sociedad se perpetúa”. Por lo tanto tiene una función colectiva. No solo por la ingesta sino porque los chamanes teatralizan aspectos esenciales de la vida del sujeto. La información pasa al inconsciente colectivo. Si el fallecido es un hombre asesinado a manos de sus enemigos, sólo las mujeres ingerirán las cenizas provenientes de la cremación y esto ocurrirá en la víspera de un ataque de venganza (que puede demorarse varios meses). En el caso de que el fallecido sea un niño, las cenizas serán ingeridas únicamente por sus padres. También tiene una función sobre el duelo psicológico de las personas cercanas al muerto

¡Ninguno de los que consuman las cenizas del difunto comerá carne ese día!

Ritual Jhator, que en tibetano significa “dar limosna a los pájaros”

Situado en un valle a unos 150 km al este de Lhasa, en el distrito de Drigung, en el Tibet, fue fundado en 1179 un monasterio por el fundador de esta ancestral tradición fúnebre, Drigung Kyobpa.

La mayoría de los tibetanos adheridos al budismo enseñan que en la reencarnación no hay ninguna necesidad de preservar el cuerpo, ya que navegará por la senda de los cielos como un “barco vacío”.

Este ritual que en la práctica se conoce como Jhator, que en tibetano significa “dar limosna a los pájaros”. En la ceremonia es descuartizado el cadáver en trozos pequeños para, posteriormente, ser ofrecidos a los buitres. Muchas veces lo hacen monjes dedicados, pero también puede hacerlo un familiar cercano al muerto.

El lamaísmo ha integrado la práctica de la religión Bön como parte del legado del budismo del Tíbet creando una especie de sincretismo religioso. El Bön es una antigua tradición chamánica y animista tibetana anterior a la llegada del budismo.

El «Libro Tibetano de los Muertos» se escribe en el contexto de ese sincretismo. Nos enfrenta con la posibilidad de que la muerte no sea solamente un momento trágico sino una oportunidad. Su título original «Bardo Thodol» quiere decir «la Gran Liberación por la Audición en el Estado Intermedio». Pertenece a la tradición budista «Nyingma». Da una descripción de la experiencia de morir, pasar por un estado intermedio y renacer. El propósito del texto es darnos instrucciones para aprovechar espiritualmente del momento de la muerte y/o ayudar una persona moribunda. Sin embargo las enseñanzas del libro tienen relevancia para toda la vida y no solo para nuestros últimos momentos.

Tahuantinsuyu inca

Inti Raymi (en quechua ‘fiesta del sol’), antiguamente llamada Wawa Inti Raymi (fiesta del sol niño), era una ceremonia incaica y andina celebrada en honor de Inti (el padre sol), que se realizaba cada solsticio de invierno (24 de junio, en el hemisferio sur). Actualmente se sigue celebrando y es un reclamo turístico para Cusco. En el 2009 vi una procesión de momias incas que se llevaban para estar presentes en el Inti Raymi.

Para los Incas la muerte era sencillamente el pasaje de esta a la otra vida. Existía la certeza de que los descendientes del ayllu cuidarían del cadáver (momificado o simplemente disecado), llevándole comida, bebidas y ropajes durante los años futuros. No tenían la idea de un paraíso terrenal, ni del infierno, y menos aún de un purgatorio. No creían en la resurrección de los muertos. El Camaquen (fuerza vital) sólo desaparecía cuando el cadáver se quemaba o desintegraba. La palabra quechua camaquen, mal traducida por los doctrineros católicos como «alma», componente muy importante de la cosmovisión andina, no sólo la poseía el hombre, sino también las momias de los antepasados, los animales y ciertos objetos inanimados como los cerros, los lagos o las piedras. Esta fuerza vital o primordial, anima a toda la creación, en el ámbito andino lo sagrado envolvía al mundo y le comunicaba una dimensión y profundidad muy particular. Todas aquellas cosas y lugares considerados sagrados y merecedores de reverencia y respeto se los conocía con el termino Huaca, y las momias de los grandes señores lo eran en grado sumo. Estas creencias obligaban a mantener intacto el cuerpo de los muertos y para ello se pusieron en práctica diferentes métodos de «momificación», que variaban según la dignidad de los difuntos. Una vez acondicionado, el cadáver era trasladado a su machay (cueva), para ser colocado junto con los demás difuntos de su familia (ayllu). Era, pues, una preocupación constante el que sus cadáveres no desaparecieran, porque su conservación significaba seguir «viviendo». El difunto era tratado como si siguiera con vida, razón por la cual, amén de su poder político (que no perdía), se le adosaba un incremento del «poder mágico» que lo convertía en una Huaca más del mundo andino. Se creía que el orden universal dependía del poder de esas momias. Las momias imperiales eran también consultadas en momentos específicos, por sacerdotes especialistas; una vez muerto, el cuerpo del inca se transformaba en un prestigioso oráculo. Además, participaban en las grandes fiestas que se organizaban en la plaza central del Cusco; se las sacaba en procesión por los campos, cuando las sequías amenazaban las cosechas y marchaban al frente de los ejércitos, cuando el Estado ordenaba la anexión de nueva mano de obra y tierras. La vida social de las momias tampoco terminaba. Continuaban participando en reuniones familiares, en las que se juntaban con sus otros antepasados muertos, compartiendo bebidas, comidas y fiestas; siendo los miembros de las panacas respectivas los encargados de trasladarlas de un lugar a otro.

La exhibición de tres momias pertenecientes a niños indígenas sacrificados durante el imperio Inca, en un museo de Argentina, causó polémica y problemática con las comunidades indígenas herederas de los Incas que exigieron al museo que les devolvieran los cuerpos de los niños para honrarlos según sus tradiciones y proclamándose en contra de la exhumación de los cadáveres, también científicamente podría ser que la luz artificial en la exposición afecte la preservación de las momias. Entre las comunidades en desacuerdo estaban los Diaguitas Calchaquíes, los Wichis y los Lules.

Egipto

Los antiguos egipcios pensaban que toda persona estaba compuesta por varias partes y en el momento de la muerte se separaban. Estas partes son el cuerpo físico, el Ka que es justamente el doble espiritual de la persona y la última es la personalidad del difunto a la cual se le llamaba Ba. Cuando el cuerpo moría estas tres partes se separaban pero el Ka y el Ba seguían dependiendo del cuerpo. Cuando el Ka y el Ba reconocían a la momia del difunto, se volvían a unir y se manifestaba el Akh, el ser de vida eterna.

La conservación del cuerpo del difunto era indispensable para que el Akh pudiese existir y si el Ba y Ka no encontraban al cuerpo del muerto en buen estado para poder reconocerlo y unirse, simplemente la vida eterna no era posible y el difunto no pasaría al otro mundo.

Para conservar los cuerpos en buen estado, utilizaron un procedimiento llamado momificación, que demandaba aproximadamente 70 días, y que había sido aprendido por la observación de los primeros entierros, realizado bajo las arenas del desierto, que habían consumido la humedad del cuerpo y evitado su putrefacción.

Los Aghori

Secta hindú, que vimos en Nepal, recubren su cuerpo con cenizas de muertos y excrementos propios que llevan dentro de un cráneo humano, y con eso piden limosna amenazando a la gente con ponerla perdida si no les dan algo. Pueden comer carne cruda de cadáveres que aparecen flotando en el río Ganges, o carne quemada procedente de alguna cremación. Creen que el canibalismo les confiere poderes sobrenaturales, así como beneficios físicos tales como evitar el envejecimiento. Para ellos, un cadáver no es más que materia natural que carece de la fuerza vital que alguna vez tuvieron. Con el consumo de carne humana prueban que nada es profano, y que la materia muerta simplemente pasa de un estado a otro.

Benín

Cuando se muere una persona en la cultura animista de los Yoruba y los Fon, se hace una consulta para saber de qué ha muerto. Eso lo hace un maestro BABALAWO del arte adivinatorio IFA. Consulta al espíritu del muerto y, en general, a los espíritus. Luego se deja el cadáver en un lugar secreto donde sólo van los iniciados. El tambor ritual sagrado del pueblo informa a todo el pueblo. Después hay una reunión para decidir cuando y donde se entierra el cuerpo. La familia decide de todo. Las ceremonias pueden durar 41 días. En casos de muertes violentas se suele enterrar el cuerpo en casa porque se supone que aún muerto sigue necesitando el apoyo de su gente y viceversa. Después de 5 años hay una ceremonia para apaciguar el espíritu del muerto. Los IFA se usan para consultar muchas actividades de la vida, nos los hicieron varias veces, por ejemplo para consultar si podíamos entrar o no en un bosque sagrado para ellos.

En Trunyan, Bali

La única forma de llegar a la aldea, es en barco. Dejan los cadáveres de sus seres queridos en unas jaulas de bambú, para que la putrefacción haga su laborioso cometido. Los cadáveres no producen malos olores, según cuentan debido a las fragancias perfumadas que desprende el cercano y milenario árbol de Banyan.

Cuando todos los procesos de putrefacción se han consumado, la colección de cráneos y huesos es colocada por todo el cementerio sagrado, dando a entender al visitante que aquí han residido los grandes descendientes balineses.

Información recogida de recopilaciones por antropólogos

Los Ngonde o Nkonde de Tanzania Malawi

Tienen “amigos funerarios” a los que se les asigna la tarea de insultar y exasperar constantemente a los muertos y deudos, los cuales no pueden mostrarse ofendidos. Tradicionalmente se les llama “compañeros de bromas”. De este modo, se mantiene la muerte y el dolor a la distancia social apropiada. La locura y la pantomima, el lanzamiento de excrementos e insultos, los intentos de copular con la propia abuela o con el muerto, el comercio carnal puro y duro, la glotonería y la ebriedad, todos están bien documentados como parte de las disposiciones funerarias regulares y obligadas. Los insultos de broma son, de rigor, de doble filo, entre agresión y el consuelo. Emplean la anomalía, lo repugnante, el insulto, y la ambigüedad para definir la naturaleza de un acontecimiento peligroso y marginal, la propia muerte. De ese modo se mantiene la muerte y el dolor a una distancia social apropiada.

Los Sakalava, malgaches en Madagascar

Practican el culto a sus ancestros muertos o “razana“. A los razana se les honra, se les venera y se les respeta porque influyen en el devenir de los acontecimientos de nuestra vida. Los sakalava son la raza más “africana” de Madagascar. Ciertos baobabs de gran tamaño también se consideran sagrados y capaces de modificar la relación con los razana. Determinadas combinaciones de actividades cotidianas tienen una carga tremenda de “mal fario” o “tabú” que se denomina “fady“. No respetar el fady puede estar castigado no sólo con el enfado de los razana, sino con castigos físicos extraordinarios como que te crezcan los dientes sin parar. La muerte, desde cierta óptica, es el momento más importante de la existencia, pues se pasa a formar parte de los razana. Las tumbas y monumentos funerarios adquieren una dimensión especial al constituir no sólo un punto de recuerdo de los familiares, sino también un lugar de encuentro con los razana, donde se llega a acudir físicamente en busca de contacto, para pedir ayuda o consejo. Las tumbas de los sakalava son algunas de las más famosas porque tradicionalmente estaban ornamentadas con unas tallas de madera de contenido erótico, que por desgracia han sido intensamente expoliadas por coleccionistas sin escrúpulos. En la actualidad el paradero de las tumbas que quedan se guarda en estricto secreto. A menudo estas tallas representan figuras humanas realizando actos sexuales que son fady en la vida cotidiana.

Talla tumba sakalava

Talla expuesta en la reserva Kirindy

La etnia Merina, de origen asiático, en Madagascar

Los Merina celebran un doble enterramiento. Cuando un familiar muere, se le entierra en una ceremonia de duelo triste que no nos resultaría demasiado extraña. Los cuerpos se envuelven en sudarios y se les coloca en unas tumbas o criptas. Sin embargo, cada 4-7 años, se celebra una exhumación o “famadihana” (literalmente “vuelta de los huesos”). El famadihana, que tiene siempre lugar en la estación seca, es una celebración familiar importantísima y siempre de carácter festivo que va acompañada de la ingesta de muy generosas cantidades de alcohol, música y bailes. Básicamente los celebrantes van en procesión cantando y bailando hasta la cripta donde están enterrados los cuerpos. Se les saca de allí, se les envuelve en un sudario nuevo y blanco y literalmente se les saca en procesión a hombros para que participen del festejo que puede durar varios días. Durante esta parte de la celebración, los vivos hablan con ellos directamente, es como un reencuentro con la persona cuya pérdida fue tan dolorosa unos años antes. Se les cuenta cuáles han sido las novedades en la familia y los cotilleos vecinales, se baila con ellos y se celebra que formalmente pasan a formar parte de los razana familiares. Los fragmentos de los sudarios son muy apreciados por los malgaches ya que se les supone unos potentes talismanes de la fertilidad. Las mujeres que quieren quedarse embarazadas toman trozos de sudario para colocarlos en sus almohadas. Acabada la celebración, se retornan los cuerpos a sus tumbas hasta el siguiente famadihana. Los participantes no deben mostrar tristeza en ningún momento del proceso. Mientras el cuerpo aún está sobre la tierra, realizan combates entre hombres y toros, beben hasta quedar inconscientes y se cubren el rostro con las telas empleadas como mortajas para entregarse ciegamente a actos sexuales orgiásticos e incestuosos.

Celebración de famadihana

Los merina “exportaron” el famadihana a etnias como los betsileo o los bara. Cada una le otorga matices propios. Los betsileo colocan sus criptas (cerradas con piedras) en lugares naturales con algún tipo de significado especial, y también suelen estar decoradas con osamentas de cebú.

Roma

En la antigua Roma se enterraba a los difuntos al atardecer, guiados por un propósito muy concreto: despistar al muerto. Llevaban antorchas, y cuando llegaban al cementerio ya había anochecido del todo. Asociaban el fuego con la muerte: de hecho, la palabra“funeral” viene de la voz latina “funus”, que significa “tea encendida”.

Los ataúdes colgantes de los bos

También para despistar a los muertos, a veces los ataúdes se encuentran en lugares inhóspitos. Los ataúdes colgantes de los bos, una de las 56 minorías nacionales de la antigua China, son un conjunto de sepulcros que penden de los precipicios, y que por su extraña y majestuosa naturaleza han sido incluidos entre las reliquias culturales de China. Hay 265 sepulcros de este tipo y se encuentran entre diez y 50 metros de altura. El más alto está a 100 m. En cuanto a su historia, no se sabe cuándo se inició, pero sí que concluyó durante la dinastía Ming.

Los ataúdes colgantes de los bos

Pueblo Dani de Papúa

En vez de llorar a sus muertos, las personas del pueblo Dani de Papúa (Indonesia) cortan parte de sus dedos, mayormente las mujeres. La lógica detrás de esta práctica (la cual ha tratado de ser prohibida por el gobierno) es representar físicamente el sufrimiento emocional que supone perder a un ser querido.

Los Toma

Son un grupo de habla mandé que vive en el condado superior de Lofa, en Liberia. Los loma que viven en la región administrativa de Macenta de Guinea son llamados también toma. Tienen costumbre de enterrar los muertos en la casa o en el porche para que el espíritu del muerto no deambule libremente por lugares desconocidos y su alma quede en el seno de la familia; de esta manera, los familiares piensan que el muerto sigue compartiendo el día a día con ellos, les protege, asesora e inclusive castiga.

Los Osage

Un ejemplo de inscripción progresiva en la cultura. M. Eliade relata: “Cuando nace un niño se llama a un hombre que ‘haya hablado con los dioses’. Al llegar a la casa de la parturienta recita ante el recién nacido la historia de la creación del Universo y de los animales terrestres. A partir de este momento el recién nacido puede ser amamantado; más tarde el niño desea beber agua, se llama de nuevo al mismo hombre o a otro, quien recita otra vez la Creación, completándola con la historia del origen del agua. Cuando el niño alcanza la edad de tomar alimentos sólidos, el hombre que ‘ha hablado con los dioses’, vuelve a recitar de nuevo la Creación, esta vez relatando también el origen de los cereales y otros alimentos”.

Verificación de la hipótesis a partir de las comparaciones

Se pueden destacar y extraer algunos rasgos de interés.

Muchos pueblos creen en un más allá en el que sus antecesores moran y desde donde cuidan a los vivos.

Muchos tienen prácticas funerarias relacionadas con la creencia anterior. Tanto en la muerte cercana como en la relación con el recuerdo y rituales de mantenimiento de las tumbas…

Muchos pueblos creen que, tras la muerte, el difunto está en un período de confusión, y que ese período tiene riesgos para el muerto que puede quedarse perdido, ser atrapado por el mal, y volverse peligroso para los vivos. Los vivos hacen lo que pueden para evitar esos riesgos, señalan el camino adecuado, le encienden argizaiolak, no pronuncian su nombre (Frazer en la Rana Dorada), y/o lo entierran con sus pertenencias para no convocarlo, lo protegen de la entrada de seres maléficos en el cuerpo recién muerto, lo creman, …

Pocos pueblos han momificado para tener con los cadáveres una relación temporal. Los Inca y Tana Toraja sí, pero con funciones opuestas. Para los Incas la momia tiene poder, es autónoma y da información. Cuando la momia se desintegra el difunto desaparece. Para los Tana Toraja a la momia hay que enseñarla. Los incas conectan de una manera natural con esa fuerza vital que todo lo crea y la cuidan hasta que por su propio proceso o ley de la naturaleza se transforma y se pierde, es decir, la dejan hacer, mientras que en los tana toraja existe un empeño del Yo, que fuerza y quiere dirigir el proceso natural.

Pocos pueblos desentierran sus muertos al cabo del tiempo. Lo hacen con funciones distintas incluso opuestas. La Etnia Merina los saca en su famadihana, y los muertos son usados para romper algunos tabúes que funcionan en la cotidianidad, o recoger alguna propiedad del otro mundo como la fertilidad… Los Toraja también los sacan en Ma’Nene pero no aprovechan ese hecho para permitirse algo distinto en lo cotidiano, siguen dándoles. No usan sus muertos.

Pocos pueblos entierran a sus muertos en el espacio familiar. La función principal de eso es que el muerto esté cerca y cuide y proteja. Los Toma le confieren al muerto un rol regulador incluso de castigar a los vivos que no estén centrados en su conducta. Los Toraja los tienen dentro de la casa conservados para evitar su putrefacción y enseñarles. No esperan de ellos que sean activos y regulen a los vivos.

Pocos pueblos aceptan el cese de la relación entre los vivos y los muertos. Los budistas tibetanos sí marcan una diferencia. Pueden dar el cadáver a los buitres, y acompañan a la conciencia del muerto para que continúe su camino en la rueda del samsara, reencarnándose en lo que le toque en función de su karma. La relación se pierde, el muerto no va a tener la función de cuidar a nadie, se ocupa de su evolución. Salvo que tome la decisión de ser bodhisattva.

Pocos pueblos tienen prácticas de canibalismo con sus muertos. Es un modo de terminar con los restos opuesto a la momificación u otras formas de conservación. En los Aghori existe un canibalismo real. En los yanomami un endocanibalismo simbólico. El de los Aghori no se practica con sujetos conocidos, no tiene ninguna relación con la función psicológica del duelo, como la tiene para los yanomami.

Desde el punto de vista de la psicología evolutiva el canibalismo es una función necesaria para la psique. Nuestra identidad la vamos construyendo articulando muchas cosas, entre ellas, las incorporaciones de aspectos de otros (madre, padre,…) que incorporamos en la psique y con las que nos identificamos, es un proceso de identificación introyectiva, un acto de comer y digerir para incorporar una cualidad. Desde el momento en que el lactante tiene dientes puede “agredir” los alimentos materiales, triturándolos, para incorporar sus nutrientes al organismo y poder crecer biológicamente. Sobre este modelo biológico se estructura el modo de funcionar del pensamiento. Conocer algo requiere el uso del pensamiento como herramienta que discierne, tritura, e incorpora. El impulso epistemofílico (apetencia de conocimiento), propuesto por Melanie Klein, es muy importante para todo el desarrollo mental, y empieza a constituirse mediante el desplazamiento del acto de morder a la formación se símbolos, y para que eso se realice de modo saludable, hay que asumir que mordiendo se destruye el objeto y que esa destrucción es necesaria para construir algo. Pero para poder asumirlo hay que elaborar tanto la culpa que se activa como la angustia por el temor a la pérdida y la retaliación. Del grado de éxito con que el sujeto atraviese esta fase, dependerá la medida en que pueda adquirir, luego, un mundo externo que corresponda a la realidad.

Cabe preguntarse si conservar al muerto momificado, sin “comerlo y digerirlo” puede obstaculizar el proceso psicológico del duelo cuya función es que el vivo recupere las proyecciones que se hicieron al muerto en el tiempo que existió una relación real entre ambos. Proceso de duelo que tiene varias tareas en etapas: aceptar la pérdida; trabajar las emociones y el dolor de la pérdida; adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente; recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.
Aunque en la revisión no hemos citado nuestra cultura es obvio que para la religión cristiana las consideraciones de la mayoría de los pueblos animistas son también válidas, con algunas particularidades que queremos resaltar. Incluso una forma de canibalismo, está presente al comer el cuerpo de cristo en la eucaristía.

Se habla bien del muerto en los funerales, se oculta la sombra del muerto, se prioriza lo bueno. Los rituales beatifican, la extremaunción garantiza su pasaje al cielo…

Se espera que haya espíritus que acudan en la muerte a dulcificar el paso, a acompañar y/o enseñar el camino. Se incluyen los familiares muertos que actúan como psicopompos. Muchas veces la madre, pero siempre personas con las que el muriente ha tenido una relación en la que se han sentido cuidados, queridos.

Incluso se crean rituales para obligar a seres benéficos a acudir a ayudar al muriente. Ciertas prácticas mágicas, como la de realizar una novena de los 7 primeros viernes del mes te garantizaba la asistencia de la virgen María, de modo que aunque hubieras llevado una vida en pecado habría tiempo de arrepentirte y salvarte. ¡Menudo modelo de responsabilidad de las propias acciones!

A los niños que pierden padres en edad temprana se les consuela diciendo que están mirándoles desde el cielo y les cuidan, y allí están muy bien. Muchos habrán visto la película “Marcelino pan y vino”. El milagro de Cristo consiste en agradecer los cuidados del niño Marcelino llevándoselo al cielo con su madre muerta. El complejo Marcelino lo tiene muchos niños a los que se les gestiona el consuelo de esa forma. Anhelan morir y no resuelven el duelo.

No deja de ser curioso que los cristianos holandeses reprimieran las celebraciones Toraja de la alegría y dejaran que siguieran con los funerales, pues en estos se está produciendo una circularidad de información que activa los arquetipos, los mantiene vivos y sostiene un animismo politeísta en el cual el cristiano no es más que otro dios más que no puede imponerse al resto de deidades con su ley.

¿Cómo pueden haberlo permitido? ¿Es solo porque está tan arraigado que si lo prohíben temen una rebelión?

Lo que no choca con una perspectiva cristiana, e incluso es admirable, es el predomino del bien sobre el mal, el esfuerzo de los Toraja para controlar el mal, beatificar a sus muertos, pues es algo profundamente compatible con la perspectiva cristiana, y los Toraja son maestros con sus ritualidades.

Además los Toraja dan un donativo a la iglesia cercana en forma de carne de búfalo o dinero de subasta, y tener la panza llena ya es una motivación para hacer la vista gorda ante otras partes que chirrían. La idea del sacrificio de animales, que expresa el dolor de los vivos, se lleva al extremo en el pueblo Dani mutilándose falanges. Los Toraja se quedan solo en el sacrificio y dolor de los animales, esto es más digerible, también para un cristiano que cree que Cristo se sacrificó en una ordalía de torturas para redimir al hombre. ¿Les basta a los misioneros y creer que controlan les impide percibir que les están comprando su silencio?

¡La ignorancia y la prepotencia del etnocentrismo cultural!

¿Verificación de la hipótesis?

Sí que con la revisión del material puede entenderse mejor mejor la singularidad de los rituales funerarios Toraja quienes ponen un cuidado exquisito en que los muertos vayan a donde les toca ir para que cumplan la función de bendecir a los vivos que continúan su linaje.

Para ello desarrollan una serie de elementos de control, porque implícitamente es una batalla contra el mal y, los procedimientos son “una terapia” que cambie al muerto hacia el camino adecuado de evolución. Si la función del purgatorio es la preparación para el cielo, parece que los Toraja crean en la tierra, ese espacio intermedio para el trabajo del alma del difunto.

Se infiere que la evolución no puede hacerse totalmente en el período de vida y que el muerto llega sin preparación suficiente a la muerte. Una vida vivida plenamente es lo que realmente permite mirar a la cara de la muerte en el último suspiro

Están continuamente mirando a la muerte y, esto les protege contra el vértigo del vacío que significa dejar de existir. Pero no parece una aceptación de la muerte sino bálsamo contra ella.
Eso conduce a la pregunta

¿Esta cosmovisión de los Toraja, la potencialidad de su mitología les sirve para hacer un trabajo psicológico de individuación, que tiene aplicación para su vida o es solo para negar la muerte?

Con la información que tenemos no podríamos contestar a esto. No es posible c pues falta mucha información. Los sujetos concretos pueden tener una relación directa con su inconsciente colectivo y evolucionar como individuos aunque el contexto cultural no sea favorable.

La única persona Tana Toraja con la que pudimos hablar en un funeral no se beneficiaba de los rituales para elaborar su duelo.

2 Comentarios

  1. Roberto López

    Buenos dias, me llamo Roberto y vivo en Sevilla, soy fotógrafo profesional y viaje a menudo gracias a mi interes por otras culturas que he transformado en trabajo.
    Mi mujer y yo hemos estado varios días en la región Toraja ya que desde hace años sentía tracción por su forma de vida y muerte, nuestra visita ha sido muy intensa gracias a nuestro guía nativo al que dejamos clara nuestra intención no turística sino claramente destinada a conocer lo más profundamente su cultura y tradiciones de vida y muerte.
    Hemos podido «recorrer» todas las fases de los funerales incluyendo visitas a hogares donde se nos presentaba a los «enfermos» difuntos y compartido muchas horas de charla con representantes de diferentes castas que nos hablaban abiertamente de sus costumbres y creencias.
    Agradecer y felicitar el relato intenso, acertado y profundo sobre vuestro viaje a Tana Totaja, me he sentido transportado e identificado en muchos momentos de vuestro relato.
    Tanto mi mujer como yo, hemos vuelto con sensaciones dispares ninguna negativa en torno a esta fascinante cultura, pero sí con respecto a la occidental de la cual cada día me siento más alejado y de la que considero, cada día está más perdida y «despegada» de lo básico, genuino y necesario para desarrollar una existencia plena.

    Gracias de nuevo y felicidades.

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    • MikelIBg

      Buenas tardes Roberto. Gracias por tu comentario. Te escriniré a tu correo pues seguro que teneís una visión propia y cosas para compartir. Un abrazo. Mikel

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